alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Death Eater takes a Holiday. Capítulo 22. Descubrimientos impactantes y una taza de té rota Miér Ago 05, 2009 11:23 pm | |
| Death eater takes a holiday Capítulo 22Descubrimientos impactantes y una taza de té rota Severus bajó la llama para comenzar el proceso de enfriamiento de la poción contra el dolor que estaba preparando para Harry. Estaba molesto por haberse demorado tanto. La inesperada reunión con Albus había durado cerca de una hora; al menos habían conversado sobre cuáles Mortífagos eran una amenaza mayor que otros. De esta forma, Malfoy senior pensaría que había conseguido hacer su trabajo, pero en cambio, el Ministerio permitiría que se escaparan sólo los menos peligrosos, para asegurar que unas cuantas personas importantes del círculo interno de Voldemort, consiguieran el beso del dementor.
“Y como si no fuera lo bastante tarde, Albus consiguió asegurarse de que me detuviera en las cocinas, de camino a mi habitación. Eso es lo que consigo por ser tan goloso”, reflexiono, sabiendo que el anciano estaba haciendo todo lo posible para lograr que Harry y él empezaran a ser amigos.
Por alguna razón, no le gustaba demasiado hacer la poción contra el dolor. Le ponía de mal humor cuando la elaboraba para madam Pomfrey; pero Harry era diferente, más sabiendo que le ayudaría con sus ataques, o lo que fuera que le pasaba. Pensaba que era obvio que la razón para que fuera sacado de la enfermería aquel día, era para mantener el secreto de Harry, acerca de cualquier tipo de dolencia que estuviera sufriendo. Se sintió tentado a convocar la historia médica del chico. Como maestro de Pociones, tenía derecho a revisar el archivo médico de cualquiera, para ver si tenían algún riesgo en clase, debido a enfermedades o alergias que pudieran ser agravadas por los vapores o el manejo de ciertos ingredientes. Nadie lo cuestionaría si lo hiciera, pero sentía que eso sería invadir su privacidad, ya que sólo deseaba averiguarlo por su propia curiosidad. Harry le había dejado claro que deseaba tener una oportunidad de conocerlo, y probablemente le contaría si le preguntaba. Entonces, recordó la reacción de Granger ante su ignorancia sobre el tema.
“¿Por qué estaba tan convencida de que yo lo sabía? Quizás asumió que yo sé a qué van destinadas todas las pociones que entrego a Pomfrey. Ciertamente, nunca me interesó a dónde iban. Sólo que ella parece ser terriblemente oportuna con sus pedidos”.
Entonces se dio cuenta; ésa era la razón de que odiara hacer la poción contra el dolor. Siempre estaban sincronizados; cuando ella la necesitaba, él estaba demasiado cansado u ocupado para lidiar con trabajo adicional.
Sev se dio cuenta que había estado perdido en sus reflexiones por tanto tiempo, que la poción ya estaba fría. La envasó en viales que luego introdujo en una bolsa, y convocó a un elfo doméstico. En segundos, se escuchó un chasquido, y una asustada elfina se paró delante del intimidante profesor.
—¿Quién eres tú? —preguntó el mago, frunciendo el ceño. La elfina retrocedió un paso.
—¿Disculpe, señor? —chilló como respuesta.
Severus tenía poca paciencia con esas criaturas, y menos cuando se confundían ante una pregunta perfectamente simple.
—Estaba llamando a Dobby, ¿acaso eres él? —empezó a dar golpecitos con el pie, lo que sólo sirvió para poner más nerviosa a la recién llegada.
—No… no, señor — contestó, agitando las pestañas—. ¿Le gustaría que consiguiera a Dobby para usted, señor?
—Sí, de inmediato —dijo, cortante; ella partió rápidamente.
Una vez limpio el lugar de trabajo y los ingredientes guardados, Sev revisó su reloj una vez más. Parecía que había pasado una eternidad desde que había mandado salir a la elfa. ¿Dónde estaba? Otros quince minutos y se escuchó un nuevo chasquido.
—¿Dobby?
—No, todavía soy Effie, señor, lo siento —se disculpó—. Dobby está ocupado con el profesor Dumbledore, señor.
Severus suspiró. Debería ser mucho más fácil que eso.
—Le entregarás esto a Harry Potter. Dobby acostumbra ponerlo en el cajón de su mesita de noche.
—Dobby está haciendo eso justo ahora, señor. ¿Le gustaría que lo dejara en la gaveta también, o preferiría que se lo entregara a Harry Potter? Él está en la enfermería ahora, señor.
—¿Qué? —gritó, arrebatándole la bolsa, y asiendo también su mano, por accidente.
Caminó a paso vivo por el corredor, su túnica chasqueando en el aire. Cuando doblaba la esquina, escuchó un grito aterrador. Sólo entonces se dio cuenta que iba arrastrando a Effie, cuya mano estaba firmemente pegada a la bolsa con los viales.
—Señor, ¿necesita a Effie para algo más, señor? Effie no quiere oír gritar de nuevo al señor Harry Potter, señor.
Severus soltó abruptamente a la elfina, dejándola caer al piso, para después continuar su camino hacia la enfermería, apresurando el paso.
Abrió la puerta para encontrar una habitación tranquila. Se adelantó hacia la cama que tenía una cortina obstruyendo la vista, para asegurar la privacidad. Pomfrey y Albus estaban zumbando alrededor. Mientras se acercaba a la cortina, Sev pudo sentir que estaba pasando a través de una fuerte barrera mágica. Los sonidos detrás del hechizo de silencio eran ensordecedores. Harry estaba gritando, su cuerpo quebrantado por el dolor. El sudor corría por su rostro, mientras madam Pomfrey trataba de ayudarle. El dolor se intensificó, provocándole arcadas. Severus preguntó qué había pasado, sobresaltando a Albus. Cuando vio que no recibía respuesta, notó a Ron, quien estaba sentado en una esquina, muy abatido.
—¿Qué le pasó? —espetó al pelirrojo.
—Traté de decírselos, pero no quisieron escucharme. Él necesita otra ampolla, al menos —contestó, desalentado.
—Cuando me lo pidió, señor Weasley —lo interrumpió Poppy—, ¡le dije que si ustedes habían derramado algo de poción, no podía darle más si no sabía cuanta había tomado ya!
—Le dije que le quedaba apenas poco menos de un vial. Se derramó cuando se estaba revolcando —parecía que Ron estaba a punto de llorar.
Los gritos de Harry estaban poniendo nerviosos a todos en la habitación. De repente, dejó de moverse, como si lo que fuera que estaba provocándole dolor se hubiera detenido, pero todavía jadeaba para conseguir aire y su cuerpo se agitaba con los espasmos. Severus reconocía los síntomas con facilidad; tenía todos los síntomas de alguien que había estado largo tiempo bajo la maldición cruciatus.
—Eso todavía no explica qué pasó con el otro vial. ¿Derramaron ambos? —interrogó la medibruja—. ¡SEVERUS! —gritó, al ver que el hombre sacaba una ampolla de la bolsa y lo vertía a la fuerza por la garganta de Harry.
—Ron no derramó el otro vial, se perdió hace casi una semana —admitió Severus. Albus alzó la cabeza, sorprendido. Condujo a Ron fuera de la enfermería. Cuando se fue, el anciano regresó para ver a Severus sentado al lado de la cama de Harry, humedeciendo su frente con una toalla fría. Aliviado, vio que los ojos verdes ya no estaban en blanco, aunque todavía seguían desenfocados.
—Shh, ya estás bien. Trata de relajarte —susurró Severus.
—¿Sev? —gimió Harry, sin estar seguro de que fuera real.
—Sí, Harry —contestó suavemente, apartando un mechó de cabello de sus ojos.
El joven trató de volver a hablar, pero tosió, su garganta áspera a causa de los gritos anteriores. El hombre se inclinó para oír mejor.
—Abrázame, Sev —su lastimera voz se rompió mientras hablaba. El Slytherin no estaba seguro de si era por haber abusado de su garganta o por sus emociones. Harry, habitualmente, hablaba con tanta seguridad. Esto era peor que los gritos.,, Bueno, quizás no.
Con cuidado, colocó sus brazos alrededor del joven, moviéndolo lo mínimo posible. No fue sino hasta ese momento crucial, cuando se dio cuenta de cuánto había extrañado eso. Claro, había estado teniendo algunos buenos recuerdos de sus momentos eróticos, pero ahora lo sostenía en sus brazos. Lo abrazaba con cuidado, deseando que su aliento sobre la temblorosa figura del muchacho le ayudara a mejorar. Harry se acurrucaba contra él. Mientras una persona se recuperaba de esa maldición imperdonable en particular, era habitual que mantuviera las manos cerradas en puños, pero Harry había logrado rodear el cuello de Sev con un brazo, mientras la otra mano apretaba con fuerza el frente de su túnica. El maestro de Pociones no estaba muy seguro que ésa fuera una buena posición para el joven, pero no deseaba continuar moviéndolo.
Eventualmente, los temblores comenzaron a decrecer; apenas un temblor ocasional sacudía el frágil cuerpo. Severus no había esperado que él pudiera ser tan bueno ofreciendo consuelo; había pasado demasiado tiempo desde que había consolado a alguien. Harry se acurrucó más cerca, mientras el hombre lo acunaba suavemente, su cálida voz susurrando palabras de aliento sobre su cabello.
La puerta de la enfermería se abrió. De inmediato, Severus supo que se trataba de Minerva. Ella había venido en cuanto se había enterado, y en ese momento se encaminaba a la cama. Al llegar, se mostró bastante sorprendida al ver al Jefe de su Casa rival, consolando a su estudiante estrella. Severus se enderezó cuando ella se acercó, pero Harry susurró su dolor ante el movimiento. Decidió permanecer en su sitió, al fin de cuentas, ¿qué diferencia había si era Ron o él quien lo consolara? Quizás no era racional, pero estaba alarmado por cuanto había sido herido Harry, e irritado porque nadie le había dicho cómo o porqué había sucedido eso. Obviamente, era una situación que ellos esperaban, a juzgar por el hecho de que Harry guardaba su propio alijo de pociones en su habitación. Escuchó atentamente mientras Minerva y Albus hablaban del otro lado de la cortina.
—¿Por qué está Severus ahí, sosteniendo al señor Potter? ¿Cómo lo descubrió él?
—Relájate, Minerva. Creo que es maravilloso que esos dos se hayan hecho amigos la última semana.
Severus sonrió para si mismo; mentalmente, podía ver los ojos del anciano, brillando mientras hablaba, por no mencionar las cejas de Minerva, que debían estar levantadas ante la declaración.
—¿Amigos, Albus? —el tono de la bruja era cínico.
—Sí, amigos. Vale, puede que hayan compartido un beso o dos. Me atrevería a decir que si tú hubieras atrapado a Ronald Weasley cuando lo estabas persiguiendo, no estarías en posición de lanzar piedras —su aseveración hizo que la Jefa de Gryffindor enrojeciera.
—Sólo quiero lo mejor para el chico, Albus. Ya es bastante malo todo lo que sufre con las maldiciones que ese hombre malvado lanza alrededor como si no fueran nada. Poppy me contó que éste es el ataque más prolongado de los que ha tenido que soportar, sin recibir todas las pociones.
—Tienes razón, Minerva, eso es algo que hemos discutido muchas veces; me entristece que Harry tenga que soportar esto. Poppy no podrá saber si Harry tendrá efectos residuales hasta que duerma un poco —comentó solemnemente. Severus estaba tratando de no perderse palabra. “¿Voldemort le hizo esto? ¿Desde hace cuánto tiempo ha estado sucediendo? ¿Si él sabía que esto podría presentarse así, por qué demonios no consiguió esa poción con Pomfrey?
La maldición sobre Harry no había sido, ni de cerca, tan prolongada como la que habían tenido que sufrir los Longbottom años atrás, pero existía la posibilidad de que enfrentara un daño permanente. Una vez que la mente era afectada por una excesiva exposición al cruciatus, era peor con cada vez que sobre la persona era lanzada la maldición. Incluso una cantidad infinitesimal de daño plantearía una gran amenaza, ya que Harry, ciertamente, sería nuevamente expuesto en un futuro. Lo mantendría vigilado, por si mostraba alguna señal.
La respiración del Gryffindor se estabilizó, y se desmadejó en los brazos de Sev. Finalmente, estaba durmiendo. Harry gimoteó cuando lo soltó, pero no despertó. El maestro lo arropó y retiró el cabello de sus ojos. La ira que había empezado a ceder al ver el rostro dormido, regresó con toda su fuerza cuando dicho rostro se crispó de dolor. Con su furia embravecida, se dirigió a hablar con Albus, quien seguramente lo estaba esperando.
Mientras se acercaba a la oficina del Director, la gárgola saltó a un lado, a pesar de la falta de contraseña. Esa era una señal que le confirmaba que Albus lo estaba aguardando. Saltó por las escaleras móviles para apresurar su ascenso. No se preocupó por tocar, Albus siempre sabía quién estaba en la puerta.
El anciano estaba sentado tras su escritorio, esperándolo. Ambos tenían preguntas que necesitaban respuestas. Severus irrumpió al interior. Las dos sillas frente al escritorio se quitaron de su camino mientras él caminaba hacia allí.
—¿Hace cuanto tiempo está sintiendo las maldiciones de Voldemort? —exigió. El Director suspiró—. ¿Cuánto tiempo, Albus? —ahora estaba gritando.
—De lo que puedo suponer, desde el tiempo en que Voldemort tomó residencia en la cabeza de Quirrell.
—¿Quirrell? ¿Eso fue hace Seis Años? ¿Por qué no fui informado de eso?
—¿Qué hubieras hecho con la información? Sinceramente, ¿puedes decir que eso te hubiera importado, incluso hace un mes? —preguntó el anciano con tranquilidad—. Siéntate y toma algo de té, Severus; discutiremos esto.
Ni tomó té ni se sentó. Continuó caminando alrededor de la oficina. Si era honesto consigo mismo, no estaba seguro si le hubiera importado de haberlo sabido un mes antes, a menos, por supuesto, de que lo hubiera visto por si mismo. Era terrible observar, sin poder evitarlo, mientras Harry se retorcía, teniendo que soportar el dolor de otros. Eso era lo que un salvador hacía, soportar el dolor de otros, ¿no? Snape no dejó de notar la ironía.
>>Severus, ¿dime que pasa con las protecciones cuando tu marca oscura te avisa para una reunión?
—La firma mágica del castillo cambia, de forma que yo ya no sepa como romperlas —contestó, casi irritado—. ¿Cuál es el punto?
—Así, si fueras interrogado con veritaserum, no podrías decirle al Señor Oscuro cómo atravesar las protecciones de Hogwarts —declaró el anciano, como si fuera evidente—. ¿Qué crees que haría si descubriera que puede causar gran dolor a Harry Potter con sólo maldecir a alguien más?
—Yo estaba ahí cuando le contaste a Funge que la cicatriz de Harry duele cuando Voldemort está cerca o particularmente furioso. Y, por otra paerte, ¿por qué no presencié ningún episodio la semana pasada? El Señor Oscuro debió lanzar un crucio sobre Colagusano un día sí y otro también, hasta por no haberle puesto la cantidad correcta de azúcar en su té —interrogó, confundido sobre cómo funcionaba todo el asunto.
Albus le explicó que las visiones y el dolor que Harry sentía por las maldiciones, sólo se producían cuando Voldemort estaba muy furioso. Afortunadamente, no los experimentaba con mucha asiduidad. Aunque últimamente se habían presentado con más frecuencia, sólo sucedían cuando el joven se encontraba dormido. A ese punto, Severus estaba sentado, frotando sus sienes con las puntas de sus dedos.
—¿Supongo que Ronald estaba tratando de reemplazar la poción perdida cuando intentó comprarla al boticario? — Sev asintió—. ¿Alguno vino a ti para pedirla? —asintió nuevamente.
—Él no dijo para qué era, y yo estaba enojado. No se la di.
—Así que, tú sabías que la había perdido o derramado la semana pasada —declaró Albus. Severus estaba cada vez mas disgustado, mayormente consigo mismo, pero también con Harry.
—¿Por qué no le pidieron más a madam Pomfrey si sabían que era tan importante?
—Ronald me explicó que pensaron que no podrían pedir más sin reportarme una nueva visión. No querían perder el privilegio de guardar los viales de poción en su habitación. Fue una mala decisión. Sentían que no serían considerados lo bastante responsables para conservarlos si admitían que no habían cuidado apropiadamente la poción.
—De todas las cosas estúpidas… —despotricó Snape, pero Albus lo interrumpió.
—Debo asumir algo de culpa en eso. Una vez, Harry tuvo una visión particularmente mala y no quería que se repitiera. El chico dijo a Pomfrey que había derramado la poción. Ella la reemplazó, pero aún así lo obligó a que viniera a verme. Yo lo presioné para que me dijera lo que había visto. Relatarme la historia fue suficiente para que se sintiera físicamente enfermo. Creo que fue el año pasado, a finales de noviembre.
Snape hizo una mueca de dolor, pues sabía exactamente de que reunión estaba hablando. De hecho, él era uno de los que había recibido la maldición cruciatus esa noche. Había sido castigado por su negligencia cuando Voldemort había matado a un niño de ocho años. Severus había dado una sobredosis al pequeño, para aliviar su sufrimiento. Todavía tenía pesadillas con el niño. Le espantó pensar que Harry y él, muy bien podían estar sufriendo las mismas pesadillas.
—Albus, ahora está en juego su futura estabilidad mental. Si él me hubiera explicado que era tan importante, le hubiera dado una nueva poción. Yo no debería haber sido tan imbécil; se las debería haber dado a Weasley cuando me lo pidió —“Demonios, no debería haberla usado en primer lugar”—. ¡Todo esto es mi culpa, Albus! ¡Desearía que nunca hubieras organizado tus pequeñas vacaciones! —la última palabra sonó como una blasfemia.
Albus alzó su taza de té.
—Vamos, Severus, no quieres decir eso —comentó, tomando un sorbo de su bebida—. Sé que te preocupas por el muchacho. Es bueno que ustedes dos sean amigos, y, quizás algún día, algo más.
—¿Quizás algún día algo más? ¡Albus, tu fuiste un adolescente en el siglo dieciocho! Las cosas evolucionan un poco más rápido en estos días. ¿Qué fue lo que dijiste a Minerva? ¿Un beso o dos? —estaba iracundo, pero Albus todavía seguía tranquilo, sorbiendo su té—. ¡Su poción para el dolor fue usada como lubricante! —el anciano dejó caer la galleta en el té—. ¡Potter está en la enfermería estremeciéndose de dolor, porque yo use su poción contra el dolor cuando tomé su virginidad!!
La boca de Albus se abrió con asombro, y no pareció notar que su taza de té se hacía añicos cuando la dejó caer. La bebida caliente no consiguió mojar su barba, derramándose sobre el escritorio y su túnica.
Última edición por alisevv el Dom Ene 24, 2010 5:36 pm, editado 2 veces | |
|