Un pastel, un malentendido y un cumpleaños es la mezcla perfecta para un día tan especial.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS, SEVERUS!
Reto Malentendido en La Mazmorra.
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Pastel de Arándanos, Melón y Banana
Se acercaba el nueve de enero y Harry Potter estaba muy estresado. La pastelería cerca de su casa, con la que siempre había contado, le cánselo (a unos pocos días de la entrega) su pedido especial. Y, tratando de conseguir el pastel que le pidieron sus tres amores, termino recorriendo casi todo el condado. Tal vez algunos pensarían que es muy exagerado de su parte, pero amaba tanto a su esposo y a sus hijos, que estaba dispuesto a todo porque ese día maravilloso fuera viento en popa. Después de todo, Severus Snape merecía que su cumpleaños número setenta pasara con alegría y amor, suavizando la noticia que pensaban darle durante la fiesta.
Harry, finalmente rendido, le pidió a Hermione ayuda. La castaña había conocido (en una de las visitas a la casa de sus padres) una pastelería familiar nueva que al matrimonio Granger le gustaba mucho. Así que cruzo los dedos y encargo con ellos su pastel grande de tres sabores.
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Faltaban dos días para la gran fiesta de cumpleaños y ya tenían las decoraciones para la sala y el jardín.
Una bellísima joven con largos cabellos negros y reflejos rojos, termino de recortar la pancarta con la leyenda “
Feliz Cumpleaños al mejor padre y mentor”. Satisfecha, y con un simple movimiento de varita, la coloco sobre la chimenea. Arriba de la foto familiar donde se dejaba ver dos hombres con una niña de trece años y un pequeño de cuatro.
⸺Ali, cariño ¿viste a tu sobrino?
Harry entro por la puerta, que daba al comedor, viendo con aprobación la pancarta de su hija mayor.
⸺En el patio con su madre, están terminando el banner con purpurina.
⸺No lo dejaras así, ¿verdad?
⸺Claro que no. ⸺Y con un nuevo hechizo, oculto la pancarta hasta que fuera hora de revelarlo.
⸺Mejor.
⸺Por cierto, papa; la tía Hermione dijo que ya le llego el pastel.
⸺Excelente, ahora le digo que lo traiga.
Ailen le sonrió con cariño y se fue a chequear con su cuñada las demás decoraciones.
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Si alguien le hubiese dicho a Severus Snape que tras la guerra encontraría la paz y la felicidad que nunca tuvo en sus primeros años de viva, lo habría mandado a volar por decir estupideces. Pero, por fortuna para él, la suerte le sonrió por primera vez: Harry Potter lo había salvado de una muerte horrenda y dolorosa, para convertirse en su mejor amigo. Fueron meses en San Mungo, donde las charlas le dieron al hosco hombre un golpe de realidad: Harry no era lo que él había pensado. Y mucho más de lo que pudiera haber soñado; era atento, dulce, valiente, divertido, temerario y fiel. Eran sonrisas que iluminaban los días mas oscuros, era el brazo en donde llorar cuando el peso de sus actos lo sobrepasaban, eran los silencios mas dulces y tranquilos que hubiese tenido nunca, era compañía incondicional en buenos y malos momentos. Su amistad, como tal, duro unos hermosos seis; llenos de altas y bajas, pero siempre consiguiendo recuperar su lazo. Aprendió tanto de si mismo como de Harry, lo que ayudo a superar las cosas que ocultaba en un rincón de su alma. Y lo amo, como creía que jamás se podría amar a nadie: completa y desinteresadamente. Tardo un tiempo en confesarse y fue inmensamente feliz cuando el dulce sonrojo del salvador en conjunto con sus brillantes ojos le dijeron que era correspondido.
Salieron por cinco años más, hasta que se armo de valor y le pidió matrimonio. Y pasaron otros cinco más cuando llego a sus vidas su pequeña princesa de las pociones. Buscaban adoptar a un bebe recién nacido, pero cuando se toparon con esos ojos heterocromáticos llenos de melancolía y anhelo no pudieron resistirse. La pequeña de tres años resplandeció al ver la casa donde viviría y amo a sus padres desde el minuto uno. Harry y Severus se derretían cada vez que la escuchaban reír, le daba un vuelco al corazón cada que la niña se raspaba sus rodillas tratando de trepar árboles y conseguir las mejores hojas. Harry tuvo en la niña la compinche perfecta para jugar un Buscador vs. Buscador… y él, Severus, tuvo la mejor aprendiz de pociones que habría podido desear. La niña era tan inquieta y aventurera, como ávida de conocimiento y diestra en pociones; lo que hacia las delicias de ambos padres. Ninguno de ellos, ni sus allegados, se sorprendieron de que el Sombrero Seleccionador la pusiera en Ravenclaw.
Y unos años más tarde, decidieron agrandar la familia. El pequeño Benjamín fue el amor de su hermana, y la mas absoluta felicidad de sus padres. Cuando volvieron a ir al orfanato donde habían encontrado a Ailen, una de las matronas, les hablo de un recién llegado al que habían tirado al basurero dentro de una caja de cartón. Los hombres horrorizados, pidieron ver al bebe y se enamoraron de él al instante: su pelusita rubia clara contrastaba con su piel algo acaramelada, con sus grandes ojos y su naricita arrugada, se adueño de los corazones de ambos magos. Benjamín termino siendo el compañero de juegos perfecto de su hermana, quien lo adoraba y cuidaba con esmero, Ailen siempre se terminaba atribuyendo las travesuras del menor para que no le retasen a su querido hermanito; sus padres se derretían cuando eso pasaba. El chico, una vez que fue al colegio de magia, fue sorteado para Hufflepuff, lo que sorprendió a todos menos a su hermana mayor. Demostró ser muy hábil en Encantamientos y Pociones, tan bondadoso como justo. Y leal, Severus se enorgullecía de su hijo cada vez que recordaba la feroz defensa que hizo cuando apoyo a su hermana, tras la elección de pareja que la prensa filtro antes de que lo supieran incluso Harry y él.
Nadie podría hacerle cambiar de opinión al Slytherin: tenia los mejores hijos y un maravilloso esposo.
⸺Bueno, señor Snape, creo que eso es todo.
⸺Gracias, hasta el próximo mes.
⸺Igualmente.
Severus salió de la tienda donde reabastecía sus suministros de pociones y se dispuso a pasar por casa, antes de volver al laboratorio donde trabajada actualmente. Se apareció en la esquina de la calle donde vivía, para caminar un poco y ver jugar a los niños, que disfrutaban sus vacaciones de verano con esas infernales pistolas de agua que su nieto le hizo comprar hace unas semanas atrás. El pequeño de dos años era la delicia de sus abuelos, a pesar de que no esperaban serlo tan pronto. Pero Benjamín adoraba con el alma a Augusta Longbottom y ellos no pensaban extinguir la luz en los oscuros ojos de su hijo mas chico.
Diviso la cerca de su casa, llego hasta ella con tranquilidad y entro a la galería exterior antes de pasar al interior de su hogar, una preciosa casa de dos plantas. Dejo la llave en la mesita junto a la entrada, su túnica en el perchero y fue al fondo del pasillo, donde estaba la cocina, para tomar un buen vaso de agua. De pronto, escucho unas voces acaloradas que venían del salón y, dejando el vaso ya vacío en la mesada, se movió con sigilo para escuchar a su esposo y a su amiga discutir acaloradamente. Lo cual era lago extraño, así que se asomo para ver sus rostros y descubrir si debía intervenir o dejarlos solos. Le llamo la atención que Harry tuviera en sus manos un paquete y, sobre el mismo, una foto suya.
⸺Pero… ¡cómo voy a querer algo así! Es indecorosamente horrendo.
⸺¡Basta ya, Harry! Que Severus es tu esposo…
⸺¡DE NINGUNA MANERA, HERMIONE! No lo quiero… deshazte de eso.
⸺Pero, es su cumpleaños…
⸺Con mayor razón, Hermione, NO LO QUIERO EN MI CASA.
El mundo empezó a girar, las voces se apagaron y algo en la garganta del hombre le impedía respirar bien. Severus ya no quiso escuchar más y, con un gran peso en el estómago, salió de vuelta a la calle en el más absoluto de los silencios. Su nuera, hija y sobrino lo vieron partir, sorprendidos de la palidez mas pronunciada en el rostro tan querido.
*****
Finalmente, el día llego. Pero el cumpleañero no estaba contento. Le había dado muchas vueltas al dialogo que escucho entre los dos Gryffindor, su inseguridad volviendo a la superficie. Pero no dejaría que eso le arruinara su día, la pasaría bien y, cuando los invitados ya no estuvieran, arrinconaría a su esposo y le pediría explicaciones. Si había algún problema, lo resolverían como habían resuelto otros muchos a lo largo de esos veinticinco años de casados. Bajo con una pequeña sonrisa y vio la decoración alegre que su familia hizo para él. Definitivamente, estaba malinterpretando (y sacando de contexto) la conversación que espió. Si no lo amaban allí ¿Qué era entonces el amor?
La fiesta fue un excito, todos estaban divertidos y alegres. Harry tan dulce y cariñoso como siempre, sus hijos enamorados y su nieto travieso. Si hasta el arisco Lucius bailaba con un gesto entre asustado y divertido con Luna Scamander, tras intercambiar pareja con el nieto del magizoologo.
Finalmente, la hora del pastel llego y casi se le sale una carcajada al ver el pastel: una montaña muy irregular de tres colores (violeta, naranja y amarillo) fue colocada enfrente suyo, estaba algo rasgada y las líneas formaban una figura que, para cualquier adulto, seria identificable. Las velitas numéricas de color verde, no resaltaban y daban al conjunto un aspecto espantoso. Y nada apetitoso.
Entonces entendió la conversación que escucho a hurtadillas y volteo a su esposo con intriga. Este le sonrió apenado y con los ojos llenos de muda disculpa. No quedaba de otra, soplo conteniendo un gruñido y, tras el aplauso, las velas se transformaron en una frase que se pego al pastel dando un aspecto peor a la comida. Miro encantado a su nuera, pero esta negó con la cabeza, su hija le sonrió con timidez y sosteniendo la mano de su esposa, Delphini Riddle.
⸺Estoy muy feliz por ambas, seguro que será malcriado por sus abuelos como por sus muchísimos tíos.
Ailen corrió a abrazar a su padre, pues había temido su reacción. Después de eso, la fiesta siguió igual. Harry tiro el pastel y lo reemplazo con helado que, muy favorablemente, Ronald y Draco trajeron al enterarse del desafortunado accidente pastelero.
La frase “¿Me amaras también a mí, abuelito?” se enterraba cada vez mas en la masa pastelera que se derretía en el cubo de basura.