Capitulo 5. Caminos enlazados
Harry estaba muy nervioso, retorcía en sus manos el pañuelo que Bellatrix le había obsequiado para que se lo pusiera en el bolsillo del saco. Estaba a punto de casarse no podían juzgarlo, era un momento muy importante en su vida. Respiro hondo varias veces para calmarse y pensó en todo lo que había vivido, desde que Severus se cruzo en su destino. Jamás se imagino que pudiera hallar el amor, creía que su existencia estaría reducida a su madre y unos pocos amigos. Pero ahora, estaba a punto de iniciar una familia con el hombre que había conquistado su corazón prácticamente desde que lo vio. Todo el dolor y sufrimiento tuvieron la mayor de las recompensas, y se sentía dichoso a pesar de no tener a su amada madre allí para guiarlo en esta nueva etapa. Sin embargo, sabía que Lily lo cuidaba desde donde sea que estuviera ya que la sentía en su corazón. No podía pedir más, estaba en su propio cielo.
― Harry, querido. Déjame que te ponga bien ese pañuelo.― le pidió amablemente la mujer de ojos negros ―. Sabes, me siento muy feliz de cómo se dieron las cosas.
―¿Pero, señora Bellatrix…?
― Bella, Harry, Bella ― le sonrió amorosa.
― Bella. ―le sonrió, ―¿A pesar de lo de su esposo, aun así está contenta? Lo lamento, en serio.
― Rodolphus se busco él solo su destino, lo lamento en el alma, pero Harry tu no tienes nada que ver en eso.
― Gracias, Bella.
― Has devuelto la luz a los ojos de mi querido hermano, Harry. Soy yo quien te agradece. ―las lágrimas de alegría contagiaron al joven, quien en un acto de fraternidad abrazo a quien sería su pronta hermana. Bella solo pudo agradecer en silencio la llegada del muchacho a sus vidas.
Unos minutos después, la mujer se despedía para ocupar su asiento en el salón de la capilla. Remus fue quien entro al cuarto, tras ella, para evaluar el atuendo del novio. Harry se sentía muy guapo, a pesar de su humildad, no podía negar que la ropa le quedaba como guante. Vestía con sencillez pero no por eso dejaba de lado la elegancia propia de un próximo conde. Sus pantalones blancos con bordado en dorado eran muy suaves al tacto, traía zapatos de hombre color marrón claro, su camisa era verde suave con puntillas blancas en cuello y muñecas, su chaleco de color crema tenía bordados en dorado y plata, el saco nuevamente blanco tenia dibujos en espirales de color verde jade a juego con el pañuelo de su bolsillo y la piedra preciosa de su añillo de compromiso. Harry llevaba su cabello al aire que le daba un aspecto muy juvenil y en sus ojos la felicidad de un enamorado. Remus aprobó el atuendo, recordando cómo se sintió él cuando se caso con su amado Lucius.
― Harry, mi amigo, hoy dejas de ser un joven para ser un hombre. Tu madre estaría muy orgullosa si te viera ahora.
― Lo sé, estaría feliz de que encontré a alguien que me ama con sinceridad y respeto.
― Me habría encantado conocerla, seguro era una buena mujer.
― Lo fue. Ahora ella velara mi felicidad con Severus.
― Todos lo haremos, muchacho. Enhorabuena sea la vida que les espera.
― Gracias, Remus.
―¿Estás listo, Harry?
Una última mirada al espejo y a la foto de su madre a un lado y asintió, pasando su brazo por el que le ofrecía el de ojos dorados para ser escoltado al altar.
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Severus miraba a la gente sentarse en sus lugares mientras trataba de no mostrar sus ansias de que empezara ya la boda. La decoración en blanco y verde suave, con toques dorados y plateados en sillas y decoración, contrastaba mucho con sus oscuras vestimentas habituales pero admitía que el lugar realmente se veía hermoso. Pues le hacía pensar que la esencia de Harry estaba allí con él, dándole paz y tranquilidad. Lucius a su izquierda arreglaba el saco a su hijo, quien era el padrino de la boda a petición de Harry. Más allá de su derecha Hermione la madrina, su linda sobrina, sacudía su falda para espantar las imaginarias pelusas. En cuanto a si mismo, no podía estar más feliz, sabía que su primer matrimonio fue un fracaso pero aun así con Harry sería totalmente diferente, lo presentía. Cuánto cambio todo con una simple carta, cuánto cambio el abrirle las puertas de su casa a un joven huérfano.
― Señor Snape, todo está listo ya. ―le informo la dependienta del lugar, la señora Minerva.
― Gracias, madame McGonagall. Proceda, por favor.
La mujer cabeceo en afirmación y fue a darles a los músicos la orden correspondiente. Los invitados ya estaban todos, Bella justo acababa de llegar a tiempo de que Remus salía. Lucius se aparto de su hijo, ocupando su lugar en la primera fila derecha. Los hermanos mayores de Severus, sus esposas, hijos, nueras, nueros y nietos miraban con felicidad al pequeño de la familia, quien por fin había encontrado el amor que se merecía.
De repente, la orquesta toco y los asistentes se levantaron justo cuando las puertas se abrían. Y todo lo que no fuera esa bella visión, dejo de importar para Severus. Su Harry, hermoso y perfecto Harry, su enorme sonrisa de felicidad, sus ojos llenos de luz, calaron hondo en su alma llenando de paz cada rincón de su ser.
Harry jamás había visto a Severus, su amor, más hermoso. Sus relucientes ojos, parecían contener un millón de estrellas y su amplia sonrisa lo dejaba sin aliento. Le parecía estar viviendo un sueño, su hombre estaba allí con todo el cariño y amor que le profesara. Su ropa, al igual que la propia, era justo para resaltar su misteriosa belleza. Sus pantalones ajustados de color azul marino, tenían bordados plateados e forma de espiral., sus botas negras tenían un broche dorado con forma de ancla, su camisa celeste pastel tenia puntillas blancas como las de Harry, su chaleco azul tenia a juego con los pantalones los bordados con los mismos colores y motivos, el saco azul marino tenia dibujos en espirales de color zafiro a juego con el pañuelo de su bolsillo y la piedra preciosa del moño que sujetaba su cabello lacio y negro.
A Severus le pareció casi eterno el momento de la caminata de Harry hasta donde le esperaba él, pero lo disfruto casi tanto como disfruto tomarlo de la mano cuando llego ante sí y pudieron girarse a mirar al párroco de la capilla, para escuchar sus palabras acerca de lo que significaba la unión matrimonial para sus almas y la sociedad.
― Muy bien, siguiendo con lo pedido por el Conde, tengo entendido que prepararon sus propios votos para la ocasión ¿verdad?
― Sí, señor. ―le respondieron ambos.
― Muy bien, entonces. Harry, tu comienzas.
Harry volteo a su padrino quien le entrego el anillo dorado. Tomo aire y con todo el amor del mundo, subió la mano de su amado para empezar.
― Severus. Que nombre tan maravilloso, para una persona asombrosa. Fuiste un benefactor amable con una mujer que te lastimo profundamente. Fuiste un tutor decidido y sin rencores con el fruto adultero de esa misma mujer. Me tendiste tu mano, abriste las puertas de tu casa y me hiciste parte de tu familia. No me dejaste solo a mi suerte ―el hombre enfrente suyo lo miraba solemnemente con el alma derretida y agradecida por su acierto, ― me diste una nueva fuerza y te adueñaste de mi corazón. Con cada palabra, me hiciste amarte, con cada gesto me hiciste admirarte y con cada acto me hiciste respetarte. Hoy no sería nada sin ti en mi vida. Y por ello, te doy la mía. Para la eternidad, para amarte, cuidarte y apoyarte siempre. ―Harry coloco entonces, el anillo en el dedo opuesto.
― Tú sigues, Conde. ―y el susodicho volteo a Hermione, quien de inmediato le entrego el anillo gemelo.
―Harry. Nombre corto y, sin embargo, gran persona. A pesar de la adversidad, supiste salir adelante. Tu fuerza y amor por tu madre, te convirtieron en un adulto prematuro. Sí, yo perdí a mis padres y a mi primer amor, pero aun tenia a mis hermanos y sobrinos. No estaba solo, tú por el contrario si lo estabas. Te traje a mi vida, por sentirme obligado por mi compromiso con tu madre. Pero luego comprendí que eras un ser bueno y dulce que necesitaba con urgencia algo de apoyo y cariño. No por compasión sino por entendimiento, la vida puede ser cruel con quienes menos se lo merecen. Y tú no lo merecías. ―deslizo el anillo con el amor a flor de piel, sin apartar sus ojos de los contrarios llenos de dulzura, ―Jamás imagine, que terminaría enamorándome de ti. De tu calor, de tu jovialidad, de tu terquedad, de tus ganas de ver todo de forma positiva. Eras completamente mi opuesto, pero sin dejar de ser mi igual. Por ello, quiero amarte hoy y siempre. Para que nunca me falte la luz, para cuidarte y honrarte, por lo que me resta de vida. Y por lo que nos depare la muerte. ―Severus coloco el anillo y subió su mano para secar las lágrimas de su hermoso niño. Ambos felices de tenerse.
― Preciosas palabras, muchachos. Y temo que debo preguntar; que si alguien tiene algún motivo por el cual estas dos bellas personas no deban casarse ¡que hable ahora o calle para siempre!
El silencio reino en el salón.
― Entonces por el poder embestido en mí, los declaro unidos e matrimonio. Ya pueden besarse.
Y ante el grito de júbilo de los invitados, los amantes se besaron para sellar esa promesa nacida del más puro amor.
***FIN***
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