Mi cumpleaños perfecto
Disclaimer: Los personajes son de J.K Rowling yo los utilizo por diversión.Resumen:Gracias a Severus, Harry ha decidido redimir el odio que acumuló por años, tomará en sus manos la macabra venganza. Un macabro y perfecto cumpleaños feliz.
Segunda respuesta del Maratón del Snarry-Junio 2014
Clasificación: No menores de 18
Advertencias: Contiene escenas perturbadoras no aptas para mentes sensibles. Se recomienda discreción. Inclusión de Incesto, Maltrato, Violencia gráfica, Tortura, Asesinato, Abuso, Dark Harry, Muerte de personajes.
Beta-reader: Mahozahami Arisugawa.
Notas: La letra en cursiva indica un fash back.
* * * * *
Estaba sentado en el escritorio de mi antigua habitación, mirando ese pequeño objeto: una tiara de diamantes que pertenecía a la decapitada tía Petunia.
En la mesa de escritorio había tres cabezas perfectamente alineadas: Vernon, Petunia, Dudley.
Los miré como la mejor obra de arte que podría haber hecho jamás, así que, mientras esperaba que mi querida y pequeña lechuza Hedwig regresara, realicé una foto mágica como recuerdo de este grandioso momento: el asesinato de mi "preciada" familia.
Cuando llegó Hedwig, escribí corriendo una pequeña carta, sin dar muchas explicaciones pues quería que se presentara rápidamente.
Sonreí viendo todo el estropicio, el cuerpo de mi tío Vernon descuartizado encima de mi cama, sus brazos y sus piernas tendrían que estar esparcidas por toda la casa, mi tía Petunia decapitada en el umbral de la puerta, y los sesos de mi primo Dudley, esparcidos por la barandilla que se veía desde la puerta de mi habitación. Era toda una obra de arte.
Salí tranquilamente por la puerta intentando no mover nada, todo estaba perfecto tal y como estaba. Bajé lentamente las escaleras, disfrutando secretamente del olor de la sangre, de las vísceras y miembros cercenados, esparcidos por todos lados de la casa.
Entré en la cocina y me lavé las manos. Preparé un té para mí y otro para mi próximo acompañante.
Alejándome de la sangrienta cocina, me acerqué al sofá que está en frente de la televisión. Bebiendo lentamente mi té me quedé observando el absurdo programa que había puesto Dudley, en este aparecía un payaso, únicamente vestido con un tanga de leopardo, saltando sobre un colchón de agua que por la presión explotó y terminó mojándose.
Enfadado por el absurdo y patético programa, apagué el televisor, pensando que los muggles son realmente idiotas, no tienen otras cosas mejores con las que entretenerse. Intenté tranquilizarme, me quedé allí sentado, como no lo había hecho nunca en los años que había vivido torturado en esta horrible casa. No pude evitar reírme a carcajadas, pensando en como se pondría el tío Vernon, si me viera allí sentado. Realmente había merecido la pena matarlos, había disfrutado con ello.
En ese momento me sobresaltó un "crack" que se había escuchado en la cocina, supuse que por fín había llegado mi querido Severus, con el traslador que le mandé junto a la carta. Me levante lentamente, me acerqué a él analizando su reacción al ver el estado de la casa. Y, cómo no, mi querido marido no podría estar mas sonriente.
Al llegar a su lado, le abracé ilusionado como un niño con su juguete nuevo. En silencio le mostré toda la casa hasta que llegamos a mi habitación. Allí, con ese hermoso panorama comencé a contarle la historia de cómo los había matado.
****
Ese día, había llegado cansado al medio día a casa, pues había tenido una reunión con los de La Orden del Caos, estábamos tras la pista de Peter Pettigrew, que estaba tratando de resucitar a Voldemort. Además, también había varios ex-mortifagos buscando los horrocruxes de Tom Riddle y por otra parte, estábamos investigando cómo terminar con el que estaba dentro de mí sin tener que matarme.
Exhausto me arrastré hacia la cocina, donde esperaba que estuviera Severus con la pequeña Lily--le habíamos puesto ese nombre en honor a mi difunta madre--revoloteando detrás de él, pero sólo encontré soledad. En la encimera, encontré un trozo de pergamino, en él, con la letra exquisita de Severus, me comentaba que había ido de compras con Lucius y llegarían tarde.
Suspirando, invoqué algo de comida que tragué desganado. Pasé aburrido las primeras horas de la tarde, sin saber qué hacer, esperaba una fiesta de cumpleaños por parte de mis amigos, y por supuesto de mis dos amores, Severus y Lily.
Realmente me estaba empezando a molestar, porque estaban tardando mucho. Subí a nuestro cuarto para echarme en la cama, ya que no estaba nadie, podría echarme un rato a descansar. Pero encontré otro trozo de pergamino perfectamente doblado encima de la cama.
"Esto debe ser obra de Severus" –pensé ilusionado que sería parte de una sorpresa para mi cumpleaños, mientras abría la pequeña nota.
No me equivoqué, sonreí felizmente mientras leía tranquilamente el contenido de la nota: "Ve a la casa de tus tíos Harry, haz que me maraville"--No lo pensé, cogí la capa de invisibilidad, me la puse y me aparecí en la casa de mis tíos.
Una vez allí, me encontré a tía Petunia en la cocina haciendo la cena, Dudley estaba en su cuarto jugando con un juego. Vernon aún no había llegado a casa, un momento perfecto para comenzar la matanza.
Primero, abrí la puerta de mi habitación, con la varita lancé un hechizo para llamar a Hedwig que viniera. Después, insonoricé el exterior de la casa, para que los vecinos no se enteraran de lo que podría pasar.
En segundo lugar, insonoricé el interior de la cocina, para que Dudley no se enterara de lo que le fuera hacer a Petunía, así cuando lo viera, sería mas traumático. Por último, guardé mi capa de invisibilidad en el armario que está debajo de la escalera, mi dormitorio durante toda mi infancia.
Entré sigilosamente en la cocina, como si fuera un gato a punto de cazar a su presa, lentamente me situé detrás de ella, muy cerca, tan cerca que me extrañaba que ella no sintiera mi aliento en su nuca.
--Hola tía Petunia—dije, con rintintín en mi voz.
Ella se giró asustada, al verme pegó un grito, llamando a Dudley intentando avisarle de que yo estaba allí, que había entrado en su casa. No pude evitar reírme. Ella me miró extrañada.
Pasé el dedo por la encimera de la cocina y decidí no utilizar ningún hechizo más en esa casa. Si tanto odiaban a los magos, les demostraría que también podría matarlos al modo muggle. Por lo que cogí un cuchillo de carnicero que estaba en la encimera manchado con la sangre de la carne.
Miré a Petunia y le sonreí, como todas las veces que ella me había sonreído después de una de las palizas de tío Vernon, como todas las veces que llegaba lleno de moratones porque me había pegado Dudley. Le devolvería todas esas sonrisas.
Me acerqué a ella, con esa sonrisa en la cara, se alejaba de mí, implorándome clemencia, esa clemencia que ella no me había concedido en todos esos años de mi infancia, ni mi adolescencia. Le acaricié el rostro con el filo del cuchillo haciendo que sangrara levemente y la consolé, diciéndole lo que ella me decía siempre después de todas las veces que me pegaban.
-"Ya se pasará Petunia"- le dije riéndome sin parar.
-No, Harry, por favor, no me hagas daño- dijo volviendo a pedirme clemencia.
-Ya se pasará- dije sonriendo mientras con el cuchillo le rompía la ropa.
Ella comenzó a temblar de miedo, intentando huir, suplicándome piedad, pidiendo que la perdonara.
Pero eso sólo conseguía que me estremeciera complacido al ver su miedo, su terror. Al ver cómo temblaba, sentía inmensos deseos de verla gritando de agonía, cumpliendo mis deseos, le clavé el cuchillo en el estómago, abriéndolo en canal.
Ella chilló de dolor, de miedo, de terror, esperando que viniera Dudley, llamándolo, mientras yo me reía, repitiéndole, para que no lo olvidara, lo que ella siempre me había dicho "Ya se pasará Petunia".
No pude evitar reírme otra vez de alegría, al ver como empezaba a desangrarse. Cogí su estómago y sus intestinos, corté con mucho para asegurarme de que seguiría viva, al menos por un momento, lo suficiente para verlo y los metí en una cazuela. Estos servirían de comida para el pequeño cachorrito.
Ella vió mis intenciones y para mi deleite comenzó a suplicar por su porcino hijo.
---No le hagas nada a Dudley, Harry, él no tiene la culpa de nada-- dijo intentando convencerme.
---Él tiene la misma culpa que tú, Petunia—dije encolerizado—me pegaba y se reía de mí, conseguía que me castigarais, y siempre robaba la poca comida que me dabas. Pasaba semanas con hambre por su culpa—terminé de decir mientras le pegaba una patada en la cabeza.
Sonriendo, tomé la cazuela con las entrañas de tía Petunia en una mano, y en la otra agarraba el cabello de ésta, comencé a subir mientras la arrastraba por las escaleras, dejando un precioso rastro de sangre para ir al cuarto de Dudley.
Una vez allí, lo llamé.
--Hola Dudley. ¿Me has echado de menos?--dije con el mismo ritintín en mi voz.
--¿Qué coño le has hecho a mi madre, fenómeno?--- dijo completamente encolerizado, mirando a su madre como si le hubiera hecho una monstruosidad.
--Lo mismo que ella me hizo, durante todos estos años--dije con seguridad.
Con un pequeño hechizo de parálisis, lo dejé sentado en la silla con la boca abierta.
Me había prometido no usar magia, pero Dudley era muy fuerte y prefería asegurarme de no sufrir ningún daño. Dejé la cazuela y a tía Petunia. Volví corriendo a la cocina a por un tenedor y a por el cuchillo de carnicero, los iba a necesitar.
Subí corriendo al cuarto de Dudley, como si no quisiera perder más tiempo, aunque en realidad disponía de todo el tiempo del mundo, pero quería acabar con Dudley antes que llegara la parte principal de mi obra maestra, mi tío Vernon.
Llegué a su cuarto y lo que me encontré fue enternecedor, digno de una madre. Tia Petunia se había arrastrado hacia Dudley, le acariciaba el brazo mientras le hacía promesas de protección que no se iban a cumplir, pues casi terminaba de desangrarse. Me acerqué a ellos y eché una foto al estilo mágico. Tenía pensado hacer un álbum de recuerdos de toda la matanza.
Después comencé a darle de comer a Dudley. Darle de comer, por todos esos años en los que pasé hambre, por todas esas palizas que recibí, por esa indiferencia cuando me pudo ayudar.
Por reírse de mi... por todo eso, le dí de comer las entrañas de su madre.
Pero el hecho de no sentir resistencia por el hechizo me aburría, parecía que le estuviera dando de comer a un muñeco, tanto esfuerzo por conseguir una comida decente para desperdiciarlo así, no merecía la pena, convoqué unas cuerdas y le até las manos y los pies a la silla, acto seguido quité el hechizo. Dudley comenzó a gritar un montón de improperios, que al ver que no hacían mella en mí, se transformaron de pronto en gritos desencajados que hacían que la sinfonía del miedo instaurada en esa casa me resultara una delicia, y me reí.
Dudley me miró como si estuviera loco, comenzó a llamarme fenómeno, pues sí lo era, por lo que comencé a darle otra vez de comer al cachorrito de la familia. Empezó a gritar otra vez, llamando a su padre, llamando a los vecinos, las lágrimas se derramaban por sus mejillas llamando a quien fuera para que lo ayudaran, nadie lo iba a escuchar. Cuando vi que ya había comido una cantidad considerable de entrañas dejé la cazuela al lado. Tenía arcadas, quizá iba vomitar.
Cogí el cuchillo y le corté la cabeza a Petunia, ya estaba muerta. Me fuí a mi cuarto, donde estaba mi leal lechuza, puse la cabeza de tía Petunia encima de la mesa, cogí uno de los pergaminos del cajón y algo de tinta que quedaba por allí y comencé a escribir una nota a uno de mis amigos.
"Hola, soy Harry.
Estoy en casa de mis tíos, necesito que hagáis lo acordado, avisa a los demás.
Gracias."
Se la até a la pata a Hedwig, y le pedí que volviera cuando hubiera entregado la carta. Después de esto, me fijé en la tía Petunia, le faltaba algo, algo que la adornara. Y caí en la cuenta, claro, le faltaba una tiara que había utilizado en uno de esos eventos sociales que tanto amaba.
Fui hacia su cuarto, esparciendo aún mas la sangre que había ya en el suelo. Entré corriendo, abrí el joyero, cogí la tiara de diamantes y me dirigí corriendo a ponérsela a la cabeza de Petunia.
El cuadro era perfecto, pero aún no había terminado, quedaban las cabezas de Dudley y Vernon.
Aprovechando el momento hice una foto, esto ya iba tomando forma, todo iba como la seda.
Con el cuchillo en la mano, fui al cuarto de Dudley que me lo encontré luchando contra las cuerdas para intentar liberarse.
--Es inútil—le dije—son cuerdas mágicas, no podrás librarte de ellas de forma muggle—aclaré.
--Eres un fenómeno—dijo Dudley mirándome con odio—estas loco, completamente loco—dijo enrabietado—esto nos pasa porque existen los magos, si sólo hubieras sido un tío normal, nada de esto habría pasado—dijo con dolor, rabia y sufrimiento.
Esperé un momento para contestar sus pobres argumentos, disfrutanto de la sensación que le estaba causando a Dudley, viendo su miedo en los ojos, viendo su sufrimiento e insultándome para camuflarlo. Estaba disfrutando más de lo que pensaba, eso me alegraba.
--Esto no habría pasado si no me hubieras pegado, si no hubieras dejado que me muriera de hambre, si te hubieras comportado como un primo de verdad—le contesté mientras comenzaba a clavarle levemente el cuchillo sobre sus gordas mejillas, sus anchos brazos... subiendo y bajando dejando un sendero de sangre.
Comenzó a gemir de dolor y eso me incito a seguir más, comencé a pasar el cuchillo por su cuello, por su pecho, comencé a romperle la camisa, para ver las heridas que le causaba en su rollizo cuerpo.
En ese momento sentí como entraba el tío Vernon. Eché un encantamiento a Dudley para que no pudiera hablar. Salí de su cuarto y bajé las escaleras.
Ví como lentamente Vernon colocaba su chaqueta como siempre en el perchero al lado de la puerta, vi como sus torpes y perezosos pasos se acercaban, me preparé para lanzarle un hechizo, para asegurarme de no recibir ningún daño.
Fue el único que me vio sin tener que saludarle, estaba claro que Vernon era un poco más listo que los otros dos, pero no mucho más.
--¿Que haces aquí, sucio fenómeno?-- dijo Vernon sin imaginarse lo que se le avecinaba.
Cargué con el cuchillo hacia él, se lo clavé en la yugular, esté chilló como cerdo en un matadero, cuando lo empiezan a desangrar. Después lo arrastré como pude escaleras arriba, pero como pesaba tanto, le corté lentamente los brazos, saboreando los gritos de dolor que se iban apagando poco a poco porque se estaba desangrando, seguí cortándole las piernas y, cuando por fin terminó de gritar, le corté la cabeza.
Tiré los brazos y las piernas por ahí, no los necesitaba para nada, puse su cabeza encima de su gran estómago, comencé a subirlo por las escaleras, seguía pesando demasiado, pero ya era menos costoso que antes. Llegué a mi cuarto y coloqué su torso encima de la cama, quedaba perfecto ahí, cogí la cabeza y la puse a la derecha de la coronada tía Petunia, me coloqué en la puerta e hice otra foto, esto era perfecto.
Me dirigí al cuarto de Dudley que aún no había acabado con el, me encontré una imagen enternecedora, Dudley estaba tocando como podía la mano de su madre llorando, pidiéndole perdón por no poder protegerla. Una pena que ella no pudiera escucharle, no tenía cabeza. Ese instante merecía otra foto que por supuesto hice.
Me acerqué a él, me debatí si hacerlo sufrir mucho más o darle una muerte rápida. Me decanté por lo primero. No había hecho sufrir a Vernon, sufriría él a cambio.
Cogí el cuerpo de la tía Petunia y lo arrastré hasta la puerta de mi habitación, lo dejé ahí tirado y volví lentamente a su cuarto, sintiendo como con cada uno de mis pasos esto llegaba a su final.
Lo ví derrotado, esperando su muerte, esto me maravilló y no pensé en hacerlo esperar. Con el cuchillo de cocina comencé hacer cortes pequeños y dolorosos por toda su gran y gorda cara, sus gritos y su llanto se reanudaron.
Con el acompañamiento de mi risa fue una orquesta que sonaba por toda la casa, se me ocurrió una fantástica idea en ese momento y con un pequeño hechizo, convertí el cuchillo en una sierra y sonriendo comencé a cortar su cráneo por la zona del cerebro, siempre había tenido curiosidad de saber si realmente el cerebro de Dudley era del tamaño de un guisante, cosa que pronto descubriría.
Sorprendentemente, Dudley sobrevivió al dolor de la operación, por lo que cuando tenía el cerebro al descubierto, aún seguía vivo, pero no consciente. Sin importarme los efectos que podrían causar en ese momento utilicé un "enervate" para despertarlo y escuchar sus gritos de dolor mientras urgaba en su cerebro.
--Vaya Dudley, lo tienes mas grande de lo que creía, qué pena que no sepas utilizarlo todo--dije riendome.
En ese momento hice el toque final a mi obra maestra, le arranqué el cerebro. Con una felicidad casi inesperada salí de su cuarto y lo lancé, se quedó en la barandilla de la escalera, como si fuera una masa blanda y asquerosa. Volví a entrar y con un hechizo hice que las dos partes de la cabeza de Dudley se unieran, después se la corté.
Fuí alegremente a mi cuarto y dejé su cabeza donde correspondía, al lado de la de su padre. Y ese era el cuadro perfecto de la familia Dursley.
* * * * *
Cuando terminé de contarle todo a mi amor, echó un hechizo de limpieza sobre nosotros –sobre todo a mi, que estaba muy sucio—se apareció conmigo en el jardín de nuestra casa.
Nuestra pequeña Lily estaba jugando con los otros niños de la familia. Scorpius, el hijo de Draco y Hermione, Teddy, el hijo de Remus y Sirius –siempre pensé que estaban destinados a estar juntos— y por último el pequeño de dos años, adoración de nuestra Lily, Fred, el hijo de George y Ron.
Al ver a Lily tan feliz con sus primos suspiré aliviado y miré a Severus. Este apareció un precioso ramo de flores mientras que en voz bajita en mi oído comenzó a cantar:
Cumpleaños feliz
Cumpleaños feliz
Al que se unieron los demás:
Te deseamos todos
Cumpleaños feliz.
En ese momento, me sentí el ser mas feliz del mundo, con mi venganza cumplida, mi verdadera familia a mi lado y sobre todo, ver a mi pequeña Lily crecer junto al hombre que más me ha amado jamas, Severus Snape.
Fin
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Espero que les haya gustado la historia ^^ y sobre todo que hayan hecho caso a las advertencias.
Espero sus comentarios ^^