Almas perdidas capítulo 3 Obsesión asesina

Verte es un soplo de aire que me inspira, me alimenta, me excita, me tranquiliza, me perturba, me mata... compadécete de mi... (Anónimo)



Otra vez esa recurrente pesadilla, en la que le arrancaban a la fuerza su preciado colgante, el que Harry le había regalado el día de su enlace, dentro había una pequeña leyenda grabada mágicamente con la frase que su pareja pronunció en el momento de su unión, nunca podría olvidar la emocionada mirada en los ojos verdes cuando se la entregó:

Severus…Si pudiese ser una parte de ti, elegiría ser tus lágrimas. Porque son creadas en tu corazón, brotan en tus ojos, viven en tus mejillas, y agonizan en tus labios.

La pequeña leyenda del colgante que él intercambió con Harry rezaba así:

Harry…El amor es divisa de la inmortalidad. Descarta el sentido del tiempo, anula el principio, y elimina el temor de un final.

Después Harry había hechizado los colgantes permitiendo saber el estado de ánimo de su pareja en todo momento, lástima que a ninguno se le hubiese ocurrido echarle además un hechizo localizador…


—A ella le gustará tenerlo…—fue toda la explicación que recibió por parte de su captor cuando le arrancó la joya de un tirón. Severus le observó marcharse con odio mientras las peores palabrotas surgían de sus labios, mientras se frotaba el dolorido cuello con una mano, pensando que aquel malnacido se refería a su esposa o algo así.

Ahora no tenía tan claro de quien hablaba, se lo diría a Harry, ahora que podía pensar con claridad, presentía que ella era parte importante en todo lo que le había sucedido.

Su preciada alhaja, estaba hechizada para funcionar solo con él, lo mismo que la de Harry solo funcionaba si era él quien la portaba, sino era así se convertía en un colgante normal y corriente, pero no era el valor económico de ésta lo que le importaba, sino lo que representaba. Severus Snape era un hombre fiel a las cosas y las personas que amaba, fiel y… posesivo, lo suyo era suyo y nadie tenía derecho a quitárselo y menos a la fuerza.






No podía dormir por las noches, preocupada ante el inminente juicio. La culpa la estaba corroyendo, ella no era una mala persona, no lo era…pero Snape le había quitado todas sus ilusiones, todas su esperanzas de niña enamorada porque Harry la dejó por él, estaba convencida, pues aunque no empezaron su relación hasta casi un año después de haberlo dejado, Snape había tenido la culpa, lo sabía y nadie la convencería de lo contrario. Ella solo estaba haciéndole pagar por haber arruinado su vida…Le odiaba con toda su alma ¡Ojalá Nagini le hubiese matado! Entonces Harry y ella vivirían felices y tendrían una familia feliz y llena de niños como tantas veces lo habían hablado antes de…que todo se fuese a la mierda.

Amaba a Harry, desde que le conoció con solo diez años, ya no tuvo ojos para nadie más y Harry estaba sufriendo por causa de él, y ella le quería demasiado para verle sufrir, no soportaba verle tan destrozado pero lo estaba y no era Snape el culpable…sino ella. Le vio hundido mientras duró el secuestro y lo estaba ahora también, más que antes si es que eso era posible, debido al juicio de su esposo.

Seguramente, le acusarían de homicidio en defensa propia y en el peor de los casos de asesinato.

Y sin embargo no se alegraba por ello, a pesar de haber rumiado su venganza por años, no podía alegrarse porque… Harry no era feliz.

No entraba en sus planes matar a Stuart, pero él la había engañado, le dijo que la amaba y ella tenía una imperiosa necesidad de creerlo, de sentirse deseada y amada, aunque su corazón sería siempre de Harry Potter… Hacía tanto tiempo…que no era amada, que hasta había olvidado lo que se sentía.

Y con Stuart todo era todo tan conveniente, la colmaba de atenciones y regalos y ella simplemente se dejaba querer, no era Harry pero…


Stuart le contó su plan para vengarse de Snape y sus razones para desquitarse de él, cuando le relató como vió a Snape entre los que asesinaron a sus padres, y como desde ese día juró acabar con todos los que participaron en la muerte de sus padres, le creyó a pies juntillas. La historia de Stuart, no hacía más que confirmar lo que ella siempre había sabido, que Snape era un bastardo sin corazón perfectamente capaz de asesinar a un niño sin pestañear siquiera.

No le importaba que Snape entonces apenas tuviera diecisiete años, tampoco el hecho de que no participase y se limitase a observar horrorizado lo que ocurría. Estaba allí y era tan culpable como todos los demás.

Decidió ayudarle, así de paso se vengaba ella también, pero nunca quiso matar a nadie.

Le ayudó a llevar el plan a cabo, fue sencillo enterarse de los hábitos de Snape, después de todo Harry y Ron seguían siendo íntimos. Fue fácil sonsacar a su confiado hermano todo lo que necesitaba saber. A veces le parecía mentira que Ron fuese Auror del Ministerio y se dejara engatusar tan fácilmente. Aunque pensándolo bien ¿quién desconfiaría de su propia hermana?

Ron desde luego, no.


Sin embargo Stuart llevó las cosas demasiado lejos al parecer de la pelirroja. El hombre era inepto para asesinar a alguien directamente, pero en cambio, era perfectamente capaz de torturar psicológicamente a Snape hasta logra que éste decidiese terminar con su vida.

Snape llegó a darle incluso un poco pena por la situación tan deleznable en que se encontraba, pero no le duró demasiado ese sentimiento, el odio que sentía hacia él superaba todo lo demás.

Stuart le pidió matrimonio y ella dijo que sí. Desde entonces lucía orgullosa el anillo que él le regalara para sellar el compromiso.

Cuando descubrió que la engañaba con otra perdió por completo la razón…Se sintió humillada y utilizada. ¡La había engañado de la forma más vil, solo para conseguir su ayuda!

Lloró hasta quedarse sin lágrimas y luego decidió que ambos pagarían. Stuart por engañarla y Severus por quitarle a Harry que era y siempre sería el amor de su vida.

Ella estaba antes. Harry era suyo.

Planeó cuidadosamente la estrategia a seguir, y cuando tuvo todo bien definido, lo llevó a cabo.

Fue fácil matar a Stuart, él no desconfiaba en ella, pensaba que nunca le descubriría, era Ravenclaw y se creía muy inteligente, pero ella era la más astuta de los Weasley por algo.

Lo hizo de forma que todo apuntara a Snape como el culpable, y la mejor manera era matar a Stuart con un hechizo creado por Snape. Harry le enseñó el hechizo durante su sexto año en Hogwarts, cuando empezaron a tontear. Era brillante usar el Sectusempra para acabar con Stuart, así el muy bastardo moriría desangrado y tendría la muerte que merecía.

¿Quién dudaría de que Snape al borde la locura como estaba aprovechando un descuido de su captor le hubiese matado? Sin duda argüiría demencia, defensa propia o lo que le diera la gana, pero todo le señalaría como culpable y le enviarían para siempre a Azkaban.

Sonrió mientras jugueteaba una vez más con la bella joya que tenía en sus manos. Lloro de frustración al leer el mensaje grabado en su interior., como le pasaba cada vez que lo hacía. Eran tan bellas las palabras que Harry dedicaba a Severus… Bellas palabras que deberían haber sido para ella y lo habrían sido si ese maldito simplemente no hubiese existido.


Fue fácil obliviatear a Snape, era muy buena con ese hechizo y como lo hizo todo con la varita de Stuart nada la señalaba.

Era un plan perfecto. Nadie sospecharía nunca de ella. Pero nada iba como esperaba.

Harry estaba muy preocupado por la suerte de Severus y a ella ni siquiera la tomaba en cuenta, empezaba a comprender que ni la muerte de Snape lograría que Harry la viese de otra forma que como a una amiga.

Cuando al fin entendió la magnitud del mal que había causado y todo para nada, empezó a morir un poco cada día.

Haber asesinado a Stuart no le causaba ningún problema con su conciencia, solo le preocupaba Harry.

Nada, ni nadie más.

Las pesadillas y los remordimientos no la dejaban vivir. Empezó a consumirse como una vela poco a poco y en silencio…

No quería ver a nadie, apenas salía de su habitación, no se aseaba, no hablaba con nadie, no quería comer.

Solo deseaba desaparecer…

Su aspecto era cada vez peor y su familia, estaba muy preocupados por ella. Incluso habían traído a un Psicomago para que la viese pues achacaban su depresión a la terrible muerte de Stuart ¡Que equivocados estaban!

Se molestaron en vano pues se negó en redondo a ser visitada por él.

Solo quería hablar con Harry, él…tal vez escuchase sus razones, pero sabía que luego la odiaría o aún peor que la miraría con lástima, pero eso no le impediría cumplir con su deber, además de que jamás la perdonaría.

Los ojos verdes que tanto amaba, la mirarían con desprecio y después no tendría ninguna compasión con ella por haber hecho aquello al hombre que amaba. Le conocía tan bien… la encerrarían en Azkaban o en San Mungo para siempre.

Al final tomó una decisión… Cansada como nunca en su vida, abrió la puerta de su habitación y bajó lentamente las escaleras, agarrándose al pasamanos para no caerse, ¡Estaba tan débil! Pero también decidida a hacer lo correcto. Ya había ocasionado demasiado daño. No le importaba lo que ocurriese con ella, pero intentaría devolverle a Harry la paz que le había robado con sus actos. Solo lo hacía por él.

—Hermione…Necesito hablar contigo…—dijo con una voz que no parecía la suya.

Al día siguiente comenzaba el juicio.




Harry y Severus, se miraban de hito en hito, sin saber que hacer ante la declaración que acababan de escuchar. Ron y Hermione se habían presentado en su casa a las doce de la noche sacándoles de la cama para darles la terrible y a la vez liberadora noticia.

El nerviosismo y los ojos llorosos de su amiga y la inusual palidez de Ron, les hicieron temer lo peor y un silencio sepulcral se apoderó de la estancia cuando Ron habló:

—Severus tranquilo, ya no habrá juicio. Mi hermana Ginny , era la otra implicada en tu secuestro…!— la voz del pelirrojo se quebró aún antes de poder ocultar su rostro entre sus grandes manos.

Una llorosa Hermione le entregó a Severus su preciado colgante .

Severus sintió como su corazón se liberaba de algo muy pesado. Harry se abrazó a su esposo como si le fuera la vida en ese acto. Ahora necesitaba sentir la calidez de Severus, no podía pensar ni en Ginny ni en nada más, sólo que aquella noche era el comienzo del fin de la peor pesadilla de ambos…