La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Una noche para olvidar capítulo 2 La verdad de Ginny

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gabrielle62

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MensajeTema: Una noche para olvidar capítulo 2 La verdad de Ginny   Una noche para olvidar capítulo 2  La verdad de Ginny I_icon_minitimeLun Jun 02, 2014 5:38 pm


Ginny no pudo pegar ojo en toda la noche, estaba nerviosa y enfadada consigo misma por haber sido incapaz de contarle toda la verdad a Harry.


Recuperar el amor de sus hijos era prioritario para ella. Sabía que no tenía derecho a nada pero lo intentaría las veces que hiciera falta; le bastaron unos meses en París para ser consciente de todo lo que había abandonado. Se había dejado deslumbrar por el lujo y el glamour que le ofrecía la vida junto a André, porque ella rara vez había tenido cosas nuevas, bonitas o elegantes y se había tragado demasiadas veces su orgullo ante personajes como Draco Malfoy, que le recordaban su condición, para humillarla cada vez que tenían oportunidad.


Odiaba ser pobre.


Al casarse con Harry creyó haber obtenido todo lo que buscaba, le admiraba y le quería desde que le conoció con apenas diez años y creía que con él tendría la clase de vida que siempre había soñado, una que no tendría nada que envidiar a la que tenían los Malfoy.


Pero sus sueños se quedaron en eso, su esposo se negó muy pronto a llevar la vida de reconocimiento y lujo que por derecho le correspondía. Harry solo necesitaba tranquilidad y el amor de su familia para ser feliz y ella cada vez se sentía más asfixiada con aquella sencilla vida, en la que si bien no le faltaba de nada, echaba de menos la chispa que había entre ellos antes de nacer Albus. Ya no se divertían nunca Harry y ella solos, siempre era en familia, juegos y diversión para niños.


Casi nunca asistían a las fiestas de la Alta Sociedad Mágica, que a ella tanto le gustaban, sobre todo cuando aquellos que antes la evitaban y criticaban por ser pobre ahora la agasajaban, admiraban y envidiaban por ser la esposa del Salvador del Mundo Mágico.



Harry tenía dinero de sobra proveniente de la herencia de sus padres y Sirius pero cada vez que ella hablaba de contratar una Nanny que cuidara de los niños, su esposo ponía el grito en el cielo y se negaba en redondo a esa posibilidad.


Ginny se persuadió de que si no satisfacía sus deseos cuando podía hacerlo perfectamente, era porque no la quería lo suficiente.


André Mierrand le ofreció el paraíso y ella apenas lo pensó. Se sintió admirada y deseada por primera vez en mucho tiempo, su matrimonio hacia aguas por todas partes y André era rico, joven, guapo y poderoso, le prometió que pondría París a sus pies, y sintiéndose de nuevo como una colegiala, se dejó seducir por sus palabras y se fue con él. De esa forma obtenía lo que siempre había soñado y dejaba a sus hijos con Harry, ella le había dado la familia que el joven siempre había querido. Ahora le tocaba a ella conseguir lo que ambicionaba.


O eso pensaba entonces. Se le olvidó que las quimeras tienen los pies de barro y que los sueños muy pocas veces se hacen realidad…


Ginny sabía que los niños estarían mejor con Harry, ni siquiera se planteó a qué estaba renunciando en esos momentos, solo sabía que no iba a ofrecerles un futuro incierto en una aventura que no sabía como iba a terminar, necesitaban la seguridad de un hogar estable, y con Harry lo tenían asegurado, con ella no.
El tiempo lo curaba todo, al menos eso esperaba.

No pensó el daño que su egoísmo iba a ocasionar a Harry y los niños, no cedió siquiera cuando su marido la fue a buscar a Paris, dispuesto a olvidarlo todo con tal que no abandonara a los niños. Ginny ignoró sus ruegos obstinadamente.


Ahora había vuelto dispuesta a intentarlo, después de haber tocado fondo. Nada había sucedido como lo había soñado…


André nunca se casó con ella, se tuvo que tragar su orgullo, sus lágrimas y su amargura cuando descubrió que solo era para él una más de sus amigas con derecho a roce, dos años después cuando el tipejo se cansó de lucirla de fiesta en fiesta, le regaló un lujoso apartamento en uno de los mejores barrios de París y desde entonces solo fueron amigos, esta vez sin derecho a roce siquiera…y ella aceptó ¿Acaso tenía otra opción?


Si, la de regresar a casa con las orejas gachas pero esa ni siquiera se la planteaba. Se había convertido en una mantenida. Ella que siempre había sido una luchadora había acabado así y no podía volver, sentía demasiada vergüenza de que sus padres se enterasen de la verdad. Pero sobre todo no quería que Harry lo supiera nunca.


Pero había cosas que Ginny no sabía.


Harry fue a visitar a André cuando se enteró que como había jugado éste con Ginny, dispuesto a freírle a maldiciones. Harry sabía todo lo sucedido porque pagaba a un detective para que le mantuviera informado de la vida de su ex mujer en Paris desde el día siguiente de su abandono. No por nada había sido Jefe de Aurores, tenía contactos en todas partes y un instinto infalible para distinguir a un sinvergüenza y definitivamente aquel franchute era de lo peor.


Ginny estaba fuera de su vida, pero era la madre de sus hijos y la hermana de su mejor amigo. Siempre la protegería.


No era André quien la mantenía sino él, era Harry el que le había comprado el piso en París y abierto una cuenta a su nombre para que nunca le faltara de nada, porque si bien hacía tiempo que había dejado de amarla, le había dado el regalo más preciado que poseía, sus tres hijos. André Mierrand era un pobre desgraciado, casi arruinado, que hacía tiempo había fundido su inmensa fortuna en fiestas, prostitutas, drogas y caprichos caros.


Después de casi hacerle mearse en los pantalones de miedo, Harry hizo jurar a aquel patético remedo de hombre que Ginny jamás sabría la verdad. Cuando logró lo que quería, regresó a Inglaterra.



La pelirroja lloró su equivocación durante mucho tiempo pero no había marcha atrás, sin embargo ahora las cosas eran muy diferentes, en el último año su vida había sufrido un cambio cruel. Conocía el corazón de Harry y sabía que terminaría cediendo, pero también sabía que para lograr lo que pretendía tendría que contarle la verdad.


Haría lo que fuera por abrazar a sus hijos de nuevo.



&&&&&&&&&&&&




Cuando Harry regresó a sus aposentos y se encontró a Ginny en su sala de estar acompañada por Severus, apenas podía creerlo.


—Harry creo que deberías escuchar lo que ella tiene que decirte antes de empezar a blasfemar, es importante—dijo Severus con voz grave.


La seriedad de Severus descolocó un poco a Harry, le hizo preguntarse qué le habría contado Ginny a su pareja, cruzo la sala y se dirigió al despacho que compartía con Severus, dejó los rollos de pergamino y libros que llevaba sobre el escritorio y regresó para escucharla.


Ginny estaba muy diferente al día anterior vestida con unos sencillos vaqueros, un jersey marca Weasley y el cabello recogido en una coleta baja. Harry nunca la había visto tan delgada.


Los ojos color café tan vivos y brillantes antaño, habían perdido su luz y oscuras ojeras los enmarcaban. Harry se recriminó mentalmente el no haberse percatado del hechizo glamour que la madre de sus hijos llevaba el día anterior ¿Qué estaba pasando? Parecía enferma.


Severus se dirigió a la salida con elegancia:


—Os dejo solos…


—No te vayas muy lejos—pidió Harry con una tenue sonrisa y su pareja le guiñó un ojo.


Cuando la puerta se cerró tras Severus, Ginny tomó la palabra.


—No te entretendré mucho rato Harry, solo quiero que sepas la verdadera razón de mi vuelta.


Harry no sabía muy bien como actuar o qué pensar, nervioso porque ella hubiese descubierto que era él quien llevaba cubriendo todos sus gastos desde que André la desechó como amante. Intentando parecer de lo más entero, fue hasta el sillón más cercano y se dejo caer en el pesadamente.


Ginny continuó de pie, paseando nerviosa de un lado a otro y retorciéndose las manos.


— ¿Qué es lo que ocurre Ginny?— preguntó Harry cansado de esperar a que ella se decidiese a hablar.


La pelirroja tomó aire.


—Veras…todo empezó en Halloween, el año pasado. Estábamos festejando esa mágica noche con unos amigos que habían adquirido una casa que al parecer llevaba años abandonada, solo por diversión, les sobraba el dinero y esa era solo una más de sus muchas extravagancias.


>>Todos los que fuimos a la fiesta éramos magos, nos parecía divertido el asunto, era ideal para celebrar Halloween de una forma un tanto diferente. Pero a las doce de la noche todo cambió…


A medida que Ginny avanzaba su relato, la angustia y el alivio hacían presa en el corazón de Harry a partes iguales, si bien la historia que le estaba contando era terrible y guardaba una extraña similitud con la pesadilla que tuvo la noche anterior, y eso alteraba su pulso más de lo debido, también se sentía aliviado al descubrir que no sabía nada de lo otro. Miró nervioso el reloj de péndulo que colgaba de la pared y su inquietud aumentó, eran las nueve y media de la noche, hacía media hora que sus hijos tenían que haber vuelto de su excursión a Hogsmeade. Solo es un pequeño retraso además están los tres juntos se dijo, pero su desazón era cada vez mayor.


—Aquel horrible ser mató a dos de los magos que estaban en la fiesta, con un solo movimiento de sus manos—continuó relatando Ginny— los que logramos escapar hemos ido sucumbiendo uno tras otro, víctimas de alguna extraña maldición.


>>Desde entonces, he visitado los mejores especialistas en maldiciones Harry, pero no saben de qué se trata, nunca han visto nada semejante. Me quedan, con suerte, seis meses de vida, los demás han muerto ya casi todos y no quiero irme de este mundo sin intentar paliar en lo posible el daño que causé.


>> Por favor déjame intentar convencer a los niños de que siempre les he querido aunque haya actuado tan mal, por favor…—los labios le temblaron ante esta última súplica y sus ojos se anegaron de lágrimas. Harry supo que había perdido la batalla, y también que esta vez su detective le había fallado, pues acababa de enterarse de todo esto.



Ginny había intentado ver a los niños apenas un año después de su marcha, pero él se había negado en redondo. Los niños al fin volvían a ser ellos mismos y no iba a permitir que les viera para que sufrieran de nuevo por su abandono cuando ella regresara de nuevo a Paris.


Solo le permitía comunicarse con ellos vía lechuza. Era su madre después de todo. James era el único que a sus ocho años de edad en aquel entonces podía contestarla porque sus hermanos aún eran muy pequeños y no sabían leer ni escribir, pero se negó en redondo a hacerlo. No obstante, Harry sabía que siempre llevaba consigo una fotografía de su madre.


A pesar de no recibir nunca una contestación de su hijo, Ginny nunca dejó de escribir.


Los niños recibían regalos y felicitaciones de su madre en su cumpleaños y también en Navidad. James nunca los abrió pero los conservaba todos, les aplicaba un hechizo reductor y los guardaba sin abrir en una caja año tras año. Se enojaba mucho cuando sus hermanos más pequeños disfrutaban los obsequios que su madre les enviaba.


—Ella no nos quiere… ¡Nos abandonó! ¿Acaso no os importa?—gritaba a sus hermanos alterado y lloroso cada vez que esas fechas llegaban, hasta hacía dos años, poco después de que Severus y él empezaran a convivir como pareja. A James todavía le faltaba un año para entrar a Hogwarts y los niños recibían clases particulares de Severus y Harry en sus aposentos. Desde el día que cumplió diez años, James no volvió a recriminar a sus hermanos.


Harry descubrió que aunque aún no había abierto los regalos, James había empezado a leer las cartas, lo supo una noche que al oírle llorar bajito, entró de puntillas en su dormitorio para no despertar a Albus que dormía en la cama de al lado, y el niño se abrazó a él y lloró hasta cansarse mientras su padre le estrechaba en sus brazos y le besaba en el pelo. James era sin duda quien más la echaba de menos.


—Está bien…—aceptó Harry, volviendo a la realidad y conmovido a su pesar— dejare que les veas, pero con una condición.


—La que sea…


—No les dirás que te estás muriendo, prefiero que se enteren cuando no haya más remedio. Será mejor que emplees el hechizo glamour tan bueno que llevabas ayer, los niños están al llegar y no te ofendas, pero su impresión será terrible si te ven con este aspecto —admitió abochornado—. No sé porque se retrasan tanto.


—No te sientas mal Harry, tienes razón, verme así haría todo mucho más difícil para ellos. Será como dices y…gracias—musitó la pelirroja emocionada.


—Siento lo que te ha pasado Ginny nadie merece algo así.


Ginny supo que era sincero y le sonrió, sacó su varita y se apresuró a aplicarse el hechizo, lo hizo justo a tiempo pues James irrumpió en la estancia como una exhalación hecho un manojo de nervios, sudoroso y llorando.


¿Mamá…?— verla, fue demasiado para el chico que había venido corriendo desde Hogsmeade y estaba agotado.


Había llegado tarde a la cita con sus hermanos, se lo estaba pasando tan bien con sus amigos en La Tres Escobas que se retrasó, aún así estaba fastidiado pues era el que más temprano tenía que regresar a casa de todos sus amigos.


Mientras se acercaba al lugar donde habían quedado, vio que sus hermanos entraban en aquella oscura casa, seguramente cansados de esperarle habían decidido jugar su último truco o trato del día, pasados unos minutos cuando vio que no regresaban decidió ir a buscarles. James aporreó la puerta más de cien veces y gritó hasta casi quedarse ronco, cada vez más asustado, pero nadie le abrió.


Aterrado ante la posibilidad de que les hubiera sucedido algo malo a sus hermanos, se deshizo del molesto disfraz y corrió con toda su alma en busca de su padre y Severus. Sabía que le iba a caer una buena, pero si alguien podía arreglar aquel desastre eran ellos, mientras, el corazón le golpeaba el pecho con tanta fuerza que parecía ir a estallar en cualquier momento, mentalmente suplicaba Por favor, por favor…que no les haya sucedido nada…


Cuando entró en los aposentos de su padre y Severus y vio a su madre después de tanto tiempo, fue demasiado para él. La tensión soportada y encontrarla allí cuando pensó que nunca volvería a verla fue tan fuerte para él que sufrió un vahído.


— ¡James…!— exclamó Harry sujetándole antes de que cayera al suelo y después le cogió en brazos para acostarle en el sofá.




&&&&&&&&&&&&




Albus, sin soltar la mano de su hermanita corría sin cesar, arrastrando a la niña tras él intentando esconderse, pero ya no sabía que hacer, había perdido la cuenta de los escondrijos en los que se habían ocultado durante el tiempo que llevaban huyendo de aquel horrible ser.



—Papá no tardará en venir a rescatarnos, Lily, no llores por favor—le pedía sin dejar de correr, en este instante, escaleras abajo, mientras sentía su aliento frío y hediondo en la nuca. Eso le provocaba un tremendo asco y miedo a partes iguales que le hacía estremecer. Era como si tuvieran al monstruo pisándoles los talones, pero cuando volvían la cabeza no veían a nadie.


Sin embargo… cuando se encerraban en alguno de aquellos cuartos, cada cual más sucio y desastrado que el anterior, aquel tipo tan feo, o bien estaba allí antes de que llegaran, o se aparecía de repente y les daba unos sobresaltos de muerte, jugando con ellos como un gato con dos ratoncillos muy asustados. Si se metían en un armario, debajo de la cama o cualquier otro lugar para intentar escapar de él, aparecía de repente a su lado gritando — ¡Buuuuuhhhh…!— carcajeándose o algo parecido, Albus estaba al borde del colapso cada vez que aquel diablo aparecía, y Lily no digamos, la pobre niña estaba aterrorizada y se desgañitaba llorando y llamando a su papá.


Lily no podía parar de llorar aunque quisiera, estaba muy cansada y tenía mucho miedo y Albus se sentía incapaz de continuar con aquel espantoso juego mucho rato, él también quería llorar, pero era el mayor y simplemente no podía ponerse a gimotear como un bebé delante de Lily.


En su vida había tenido tanto miedo como ahora, pero tenía que hacerse el valeroso delante de su hermana para no aterrarla más todavía, al dejarle ver que no tenía la menor idea de cómo salir de allí y lo asustado y hecho polvo que estaba en realidad.




&&&&&&&&&&&&




El tiempo era precioso y todos lo sabían. Tras obtener de James la información necesaria, enviaron a éste con Madam Pomfrey para que le examinara y proporcionara una poción para dormir sin sueños. James protestó, él quería ayudar en el rescate, pero su padre no se lo permitió.


—Creo que ya has hecho bastante por hoy—le riño Harry—. Si quieres ayudar haz lo que se te dice James, bastante complicado es todo ya.

>>Y devuélveme la capa de invisibilidad que tomaste prestada sin mi permiso del cajón de mi escritorio, puede sernos muy útil.


Ante el sonrojo y estupefacción de James, Severus añadió:


— ¿Acaso pensante por un minuto que no sabíamos que la tenías tú?—preguntó alzando una ceja.


James, sonrojado, se abstuvo de responder nada, era lo mejor para él y fue a buscar la capa de invisibilidad.


Poco después regresó con la preciada prenda y se la entregó a su padre.


—Más tarde, cuando todo esto haya terminado, hablaremos contigo largo y tendido jovencito—amenazó Severus.


Cuando Harry y Severus se marcharon, suspiró pesadamente, en buen lío se había metido, pero todos los castigos del mundo merecerían la pena si Albus y Lily regresaban a salvo.


Su madre le acompañó a la enfermería.


—Traerán a Albus y Lily de vuelta ¿verdad?— preguntó el chico.


Ginny le pasó un brazo por los hombros y James, aunque se tensó, no se retiró.


—Estoy convencida de ello hijo, son los mejores.


— ¿Por qué te fuiste…?— preguntó el niño al fin, con voz tomada por la emoción y con la vista clavada en el suelo.


—Porque…—Ginny tragó saliva antes de responder— mi vida de entonces no me satisfacía—al ver que su hijo intentaba deshacerse de su agarre, le tomó de los hombros y se puso frente a él—. No me malinterpretes James, os quería claro que sí, aunque no me creas nunca he dejado de hacerlo, y aunque sé que no tengo excusa posible para hacer lo que hice, quiero que al menos eso, lo tengas claro.


>>Te quiero mucho hijo, a ti y a tus hermanos, me equivoqué entonces, creyendo que una vida de lujos me satisfacería más que la que tenía, pero fue un terrible error del que no viviré lo suficiente para arrepentirme. No ha habido día que no haya pensado en vosotros, que no os haya echado de menos. ¿No leíste mis cartas James? Porque nunca me contestaste…— Las lágrimas corrían a raudales por las mejillas de Ginny y James parpadeaba inútilmente intentando retener las suyas.


— ¡No, no las leí…!—mintió—.Te odiaba por abandonarnos, pero ¿sabes? ahora, ya no te odio, la verdad es que no sé lo qué siento por ti—gritó el muchacho, mientras Ginny se ahogaba de pena.


>> Quiero a Severus, él hace muy feliz a papá y se preocupa por nosotros, somos una familia, una de verdad… No sé porque has vuelto ahora, cuando ya nadie te recuerda, ni te necesita.


Habían llegado a la puerta de la enfermería. En cuanto Madam Pomfrey abrió la puerta, James se escurrió dentro de la estancia sin despedirse de su madre. Poppy hizo una mueca de consternación.


—Adolescentes…—dijo como si eso lo explicara todo. No parecía sorprendida por la presencia de Ginny en Hogwarts. La enfermera no era una cotilla, había hecho suyo un antiguo proverbio: “No preguntes por saber que el tiempo te lo dirá, porque no hay nada mejor que saber sin preguntar” y era uno de los refranes más ciertos que conocía, ya se enteraría en su momento de que diablos estaba pasando y el porqué de la presencia de Ginebra Weasley, ex esposa de Harry Potter y madre del jovencito pelirrojo y maleducado que acababa de entrar en la enfermería y a la que no habían visto durante años. Cada cosa a su tiempo y un tiempo para cada cosa, pensó, su prioridad eran sus pequeños enfermos.


Ginny se tragó lo mejor que pudo su consternación y sus lágrimas y le explicó a la enfermera lo del mareo de su hijo, pero no le dio apenas detalles de lo sucedido. De momento, cuanta menos gente supiese acerca de la desaparición de los niños, mejor.


Tras asegurarse de que James quedaba en buenas manos, la pelirroja tomó su capa y se dirigió a la salida de Hogwarts para poder desaparecerse y aparecerse en el camino de Hogsmeade, donde James había dicho que estaba la misteriosa casa.


Harry nunca hubiese permitido que les acompañase pero también eran sus hijos y si podía ayudar de alguna forma en su rescate, ni Harry ni nadie se lo impedirían


Cuando Ginny se apareció de nuevo, su impresión al ver la casa fue de tal calibre que casi se desmaya.


Severus y Harry continuaban luchando contra las protecciones mágicas que tenía la casa, para poder acceder ella.


— ¿Qué haces aquí Ginny?—gritó Harry, sin dejar de lanzar hechizos—te dije que nosotros lo resolveríamos.


Pero la mujer no decía nada, tampoco se movía permanecía quieta como una estatua con la mirada fija en la oscura casa.


— ¿Qué te pasa Ginny?—preguntó Harry de nuevo acercándose con cautela a ella alarmado por su comportamiento.


—Harry…—respondió la pelirroja con voz temblorosa—creo que necesitaréis mi ayuda y toda la que podamos conseguir. Esa…esa es la casa de pesadilla de la que te hablé
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MensajeTema: Re: Una noche para olvidar capítulo 2 La verdad de Ginny   Una noche para olvidar capítulo 2  La verdad de Ginny I_icon_minitimeMiér Feb 11, 2015 10:12 pm

oh por dioss......rayos nada bueno se podia esperar deel regreso de ginny...T_T ahhhhhh
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