titulo: Protegiendo a Harry
Autor: Rowena Prince
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http://www.slasheaven.com/viewstory.php?sid=38223&chapter=13¿Por qué elegi este párrafo? Porque es una prueba de amor, Severus es cruel pero a mi modo de ver lo necesita para reafirmarse, no estan fuerte como parece, en el fondo es muy inseguro, necesita convencerse de que Harry le ama de verdad, que no sólo es un capricho para él, y aunque la forma de probarle se las trae, a Harry le encanta el juego así que...Ellos mismos mismamente xD
— Ahora eres mi esclavo, Harry, y puedo hacer lo que quiera contigo.
Otra ráfaga de magia y el joven sintió que su ropa se volatilizaba y el frío del salón de Spinner´s End le ponía la carne de gallina. Un movimiento involuntario hizo sonar las cadenas y Harry se estremeció.
— ¿Qué vas a hacer? ¡Por Merlín bendito! He soportado tu cruciatus, no le he dicho nada a nadie, lo he ocultado para que no te detuvieran, por favor….
Pero Snape le dio la espalda.
— Ten paciencia, lo averiguarás en seguida.
El hombre hizo magia de nuevo y la chimenea se encendió brutalmente, como la boca furiosa de un dragón, con enormes llamas que lamían el contorno de piedra. Harry sintió alivio al entrar en calor, pero su consuelo duró unos segundos. Por el rabillo del ojo, pudo ver que Severus lo apuntaba con su varita y, entonces, una gruesa venda de tela negra le tapó la visión.
Todo el cuerpo de Harry se tensó, presa de la excitación y del pánico. Empezó a respirar agitadamente. Trató de zafarse de las cadenas, pero eran muy fuertes y el frío y el sonido del metal lo espantaban. Oyó que Snape salía de la habitación y se quedó allí, desarmado, expuesto, sin poder escapar.
Los pasos firmes volvieron a acercarse.
— Creo que esto me servirá— dijo, su voz llena de maldad.
Un potente chasquido, como el restallar de un látigo, resonó por la sala. La piel de Harry se erizó. Notó como el hombre acortaba distancias y varios latigazos brutales sonaron a su alrededor, poniendo sus nervios de punta. Fue entonces cuando tuvo muy cerca la respiración se Severus, casi jadeante, y sintió una fina vara de cuero entre sus piernas.
— Recuerda que soy tu amo y puedo castigarte si no te portas bien.
Snape estaba detrás de él. Harry dio un respingo cuando el hombre le puso unas manos gélidas sobre el pecho y empezó a tocar sus pezones. Podía sentir su ardiente aliento en el cuello. Se sintió tentado de echar la cabeza hacia atrás, de facilitarle el acceso a su garganta, pero el miedo lo tenía paralizado. Severus acarició sus costados con ternura y, con cuidado, lo atrajo hacia él. Harry notó la basta tela de su túnica pegada a la espalda.
— No voy a hacerte daño, Harry. Pero es excitante ¿verdad? Casi puedo oír la adrenalina corriendo por tus venas—susurró.
Unos dedos hábiles y pérfidos recorrieron su torso, deteniéndose en sus pezones erectos y jugueteando con ellos, trazando círculos alrededor de su ombligo y enredándose en su vello púbico, mientras la fusta rozaba sus muslos y sus pantorrillas. Instintivamente, se contorsionó bajo las caricias, dividido entre la tentación y el temor.
— No puedes imaginarte lo que me gusta tenerte así, totalmente en mis manos.
La súbita sensación de frío en su espalda le indicó que el hombre se había apartado. El aire vibró con magia y el látigo frotó de nuevo su carne, tratando de hundirse entre sus nalgas. Harry se removió y a punto estuvo de perder el equilibrio. Incapaz de soportar más la tensión, intentó tirar de las cadenas con todas sus fuerzas pero, entonces, Severus lo abrazó por detrás y el muchacho pudo sentir la intensa y deliciosa sensación de piel contra piel. Snape estaba desnudo y su calor calmó inmediatamente su inquietud, sin disiparla del todo. Unos cálidos y húmedos besos recorrieron su cuello y sus hombros, haciéndolo temblar. No pudo evitar que su sangre se alterara, ansiosa, y corriera desbocada hacia su entrepierna, mientras sus músculos se relajaban bajo las dulces caricias.
— Eso es, Harry. Entrégate. Eso me vuelve loco….
Severus se apretó contra él y Harry notó cómo la polla dura y mojada del hombre arremetía entre sus piernas, abriéndolas ligeramente y restregándose provocativamente contra su entrada y sus testículos. Un escandaloso gemido salió de su garganta. Snape lo envolvió con fuerza entre sus brazos, frotándose contra él al tiempo que sobaba lúbricamente los pezones y la polla de Harry con ambas manos. Trastornado, el joven giró levemente la cabeza y busco desesperadamente la boca de Severus que rápidamente devoró sus labios. Una lengua impetuosa y ferviente lo invadió y el muchacho perdió toda resistencia, las cadenas sonaban mientras él se retorcía anhelante entre los brazos del hombre.
Cuando ya estaba dispuesto a dejarse hacer en aquella postura, Snape se apartó y Harry percibió en el aire una nueva corriente de magia. Severus agarró sus muñecas con una mano grande y fuerte y las cadenas se soltaron del punto desde el que lo sostenían, el cuerpo del hombre evitó que cayera hacia atrás por la inercia.
— Ponte de rodillas.
Con las manos atadas por delante y sin poder ver nada, Harry obedeció, esforzándose por no perder el equilibrio; se sentía especialmente indefenso, pero la voz grave y sedosa de Severus lo calmaba. Podía percibir el deseo espeso y caliente en ella. Algo tiró entonces de su cuello con fuerza y, sorprendido, cayó hacia delante, deteniendo el golpe con los brazos. El hombre había cogido la cadena que colgaba del collar y parecía querer arrastrarlo.
— Ven hacia mí. Despacio…
Incómodo, apoyándose en las rodillas y en los codos, Harry gateó sobre la alfombra, dejándose llevar, tratando de localizar la voz del hombre, temeroso de tropezar con cualquier objeto.
— Severus, por favor…
— Vamos, Harry, ahora eres mi esclavo…ven aquí—la voz susurrante y aterciopelada lo volvió a tranquilizar.
Reptó a tientas, guiado por la tirantez del collar, hasta que se topó con el sofá y sus hombros chocaron con las piernas del hombre, que lo agarró sorpresivamente de los brazos y lo colocó a sus pies. El rigor del collar se aflojó. Severus olía a sexo, Harry podía imaginarse su polla erecta y goteante. Se le hizo la boca agua. El hombre lo sujetó enérgicamente de la barbilla.
— Chúpamela, Harry.
Abrió la boca, relamiéndose, y dejó que Snape le guiara hasta su miembro. Sintió un estremecimiento de placer al notar la carne firme y pringosa abriéndose paso entre sus labios y la succionó con avidez.
— Cógela, Harry. Puedes hacerlo aunque tengas las manos atadas.
Temblando ligeramente por la postura, Harry agarró el miembro a ciegas, apoyando los codos sobre las piernas de Severus. Con todos los sentidos puestos en el placer de su amante, se concentró en la mamada, moviendo rítmicamente la cabeza, dejando que la polla entrara y saliera de su boca, lamiendo viciosamente el frenillo. Pronto, los gemidos guturales del hombre lo recompensaron. Unos dedos inquietos se enredaron en su pelo, animándole a seguir. El olor viril inundaba sus fosas nasales, la esencia del hombre era más intensa que nunca.
Como pudo, extendió sus dedos, tratando de acariciar los testículos, pero las ligaduras lo limitaban, así que trató de engullir todo lo posible, hasta que su nariz rozó el vello tupido y ensortijado. Podía notar los ligeros temblores de las rodillas de Severus, sus sacudidas de gozo. Harry se deleitaba con los sonidos roncos y ahogados de Snape, con el chapoteo de su propia saliva mezclada con el líquido preseminal del hombre.
— Eres un buen esclavo.
Un espasmo de placer atravesó su espina dorsal, su polla estaba ya insoportablemente dura.
La mano que acariciaba su pelo se apartó, la polla salió de su boca, dejándole con los labios inflamados y ansiosos, y las piernas se movieron. Snape se había puesto de pie y se alejaba.
— No te muevas de donde estás.
Sin saber qué hacer, Harry se quedó arrodillado junto al sofá, frustrado y expectante, con el corazón golpeando sus costillas. El roce de unos pies descalzos que hacían oscilar el suelo lo alertó. Levantó la cabeza, tratando de orientarse en su oscuridad. Súbitamente, el fino cuero de la fusta le golpeó ligeramente las nalgas dejando un leve rastro de escozor.
— Te he dicho que no te muevas—La voz sonaba ahora amenazadora
— Pero..
El látigo volvió a crujir en el aire y le azotó de nuevo, esta vez con la fuerza necesaria para producir dolor.
— No te he dado permiso para hablar. Si vuelves a hacerlo, te quedarás sin recompensa.
El hombre se movía por la habitación y el joven oía sus pasos por detrás. La cabeza de Harry empezó a dar vueltas, preguntándose por el sentido del juego, arrepintiéndose de haber caído en él. Pero en ese momento las manos callosas del hombre empezaron a acariciar sus nalgas y sintió un líquido viscoso que se deslizaba deliciosamente entre su raja. De manera instintiva, se dejó caer sobre sus manos atadas y levantó el culo. Los dedos expertos y malvados del hombre lo horadaron, dilatándolo, preparándolo a conciencia y todo su cuerpo se estremeció con deleite, mientras gemía acaloradamente.
Severus sacó sus dedos bruscamente y algo romo, frío y de una superficie suave y pulida lo penetró lentamente. Desconcertado, Harry quiso protestar, pero el temor a nuevos azotes lo detuvo. El objeto, lo que fuera, empezó a vibrar, estimulando su próstata, entrando y saliendo mágicamente de su cuerpo, despacio, pero persistentemente. Por debajo de la venda, cerró los ojos, era más placer del que se creía capaz de soportar. Sintió de nuevo que Snape caminaba a su alrededor y se lo imaginó contemplándolo en aquella postura, con aquella cosa follándolo, mientras su polla goteaba dura como una roca y no podía parar de jadear.
De repente, la cadena volvió a estar tirante y la presión en su cuello lo obligó a gatear por la alfombra con aquél objeto lascivo entre las nalgas. Antes de que supiera qué estaba pasando, tenía la polla de Severus en los labios. Harry empezó a tiritar, sostenido tan sólo por sus doloridas rodillas y por las manos de Snape, que lo agarraban firmemente de la barbilla y de la nuca, mientras su poderoso miembro violaba impúdicamente su boca.
No tuvo más opción que rendirse, inerme, sobrecogido por arrolladoras olas de placer. El consolador lo penetraba sin contemplaciones, golpeando exquisitamente su punto más sensible, oscilando en su interior y haciendo temblar cada partícula de su cuerpo. Severus jugaba con él, metiéndole y sacándole la polla de la boca, restregándosela por los labios, provocándole para que la encontrara a ciegas de nuevo con su lengua, empujando para que la tragara entera. Harry la chupaba con todas sus fuerzas, desesperado por calmar la excitación que lo torturaba, la necesidad urgente y desenfrenada por llegar al orgasmo.
— Te gusta ¿verdad? Bien follado, bien lleno por todas partes. Me encanta ver cómo disfrutas— la voz de Severus era grave y rasposa, casi un gruñido.
El delicioso martirio cesó de repente y Harry volvió a estar confuso y desorientado, pero antes de que el nudo de la frustración y la impotencia se formara en su estómago, percibió los movimientos de Severus sobre él. El hombre, manipulándolo a su antojo, lo levantó del suelo y Harry cayó en el sofá de espaldas, con las manos encadenadas por encima de su cabeza. Snape lo asió entonces de los tobillos y el chico pudo sentir el frío cruel del metal en ellos. En un instante, Harry estaba atado de nuevo por las manos y por los pies, boca arriba, con el culo en el borde del asiento, totalmente abierto de piernas, con las rodillas dobladas…
— Eso es…. , así te quiero, listo para mí.
Las suaves y frías caricias de Severus en su pecho lo sorprendieron y le arrancaron una última sacudida. El hombre pasó un dedo por sus labios y Harry lo lamió desenfrenadamente. Su mente se perdía en lo increíble de aquella sensación, la de ser manejado y dominado por el hombre. Había fantaseado con la idea de que Snape lo atara, pero su imaginación no era nada comparada con la realidad.
— Por favor, Severus, fóllame… fóllame— suplicó
— No tan deprisa, pequeño, no quiero acabar contigo tan pronto— ronroneó el hombre en su oído, provocándole un escalofrío.
El aire del salón lo envolvió de nuevo; dejó de sentir el calor de Severus, de oler su piel, de aspirar su sexo. Una vez más, la sensación de indefensión lo sobrecogió y esperó impaciente que sus pasos se aproximaran de nuevo. Los golpes amortiguados en la alfombra, cada vez más cercanos, lo enloquecieron de expectación. Pero el hombre no pegó su cuerpo al suyo. En lugar de eso, percibía algo muy caliente, como una llama, que se cernía sobre él. Una leve quemazón en su pezón izquierdo le hizo dar un salto en el sofá, las cadenas entrechocaron sonoramente.
— ¿Qué es eso? ¿Qué estás haciendo?—gritó alarmado.
El hombre volvió a susurrar malévolamente en su oreja:
— Cera caliente, Harry, una inocente diversión.
Otra gota candente cayó en su pecho y se retorció entre sus ligaduras. La boca de Severus se abalanzó sobre la suya, capturándola vorazmente, y sus dientes afilados mordisquearon sus labios. Sintió la quemadura sobre su ombligo y tiritó bajo el ígneo trazo de la cera que se deslizó hasta su pubis. La pérfida lengua del hombre dio entonces un largo y lento lametón a su polla y un gemido atroz salió de su garganta.
Sintió el escozor abrasador de la vela derretida entre sus muslos, rodeando la sensible piel de su perineo. Severus paseaba su incandescente lengua por su polla, chupando lascivamente el glande. El tintineo de las cadenas era constante, no podía dejar de temblar. La cera candente lo estremecía y anunciaba una nueva delicia. Un chorro de diminutos puntos cayó ardientemente sobre su piel y las manos del hombre acariciaron sus muslos y se perdieron por detrás de sus rodillas. Jadeando incontroladamente, tratando inútilmente de aferrarse al respaldo del sofá, se abandonó por completo a las manos y a la boca del hombre, con los nervios a punto de romperse.
Sus testículos estaban hinchados y tensos, ansiosos por soltar su carga, pero Snape los masajeó con delicadeza, calmando la presión. Su diabólica boca volvió a apoderarse del miembro de Harry dolorido ya de puro gozo y el chico notó cómo el hombre lo olía, cómo hundía su nariz entre sus pliegues.
La llama sobre su cabeza desapareció, dejando una sensación de vacío y, entonces, la estocada fue brutal, como el salvaje grito de placer que salió de su garganta. Las manos de Severus agarraban con fuerza sus caderas, clavándole las uñas.
— Eres mío, Harry. Mi esclavo. Y voy a follarte…
Harry se derretía con cada embestida. Fue levemente consciente de que sus ansiosos músculos se contraían, comprimiendo el vigoroso pene de su amante. Oyó que el hombre dejaba escapar un gruñido animal.
— No…. No voy a aguantar mucho…- susurró con voz ronca.
Severus lo cubrió con su cuerpo y reclamó ferozmente sus labios. Sus lenguas ávidas se enlazaron como dos serpientes en celo. Aulló al sentir cómo el estómago de Snape presionaba su polla y se frotó enloquecido contra él. Se agitó debajo del hombre, que ahora lo follaba violentamente, con todas sus fuerzas, penetrándolo profundamente. Los sofocados y entrecortados gemidos de ambos llenaban la habitación.
Llegó al punto extremo de locura cuando Snape, apartándose un poco, le agarró la polla y empezó a masturbarle. Era como si la sangre le hirviera en las venas. Se impulsó inconsciente contra su amante, empalándose hasta lo imposible. Se sumergió en un torbellino de placer, dejándose arrastrar por las manos y por las acometidas de Severus, que lo llevaban de manera inexorable hasta el precipicio en una exquisita agonía. Cuando no pudo contenerse más, explotó en un largo y tortuoso éxtasis, convulsionándose salvajemente bajo el cuerpo que lo poseía, en el orgasmo más glorioso de su vida.
El hombre lo traspasó varias veces más, restregándolo contra el sofá como a un muñeco de trapo, hundiéndose en su carne despiadadamente, hasta que Harry le sintió temblar, para después ponerse rígido y estremecerse violentamente con un gruñido ronco y profundo.
Cuando su corazón cesó en sus intentos de escaparse del pecho, los dedos largos del hombre le quitaron la venda. Apenas había luz, sólo el resplandor de las llamas. Las pupilas de Severus, que lo contemplaba embelesado, estaban dilatadas. Su aliento jadeante le inflamaba el cuello. Con lentos movimientos, como renuente a liberar a su cautivo, Snape cogió su varita e hizo desaparecer las cadenas. Harry, exhausto, sólo pudo hacerse un ovillo en el sofá, buscando el calor del hombre que se había dejado caer a su lado.
Durante unos minutos se mantuvieron pegados, sin moverse, tratando de recuperar la respiración. Después, Severus, sin apartar su intensa mirada de los ojos de Harry, le quitó el collar.
— Ya es suficiente. Ya has demostrado de lo que eres capaz para estar conmigo.
Harry lo miró, estupefacto. Un escalofrío lo recorrió:
— ¿Cómo? ¿Esto era una prueba?
— No exactamente, pero quería asegurarme.
— Pero, Severus…. Yo…..yo te quiero de verdad
— Me gusta oírtelo decir. Quería saber… estar seguro. Jugaste conmigo, Harry – su mirada se endureció – no sabía qué era lo que pretendías. Cuando te marchaste sin decir nada….me sentí …morir. Otra vez. Me había enamorado de ti. Toda mi casa tenía tu olor, ya no podía mirar ninguno de sus rincones sin recordarte, sin revivir esos momentos apasionados contigo...—su voz pareció a punto de quebrarse,
— Yo….sí, me fui; pero me marché muerto de vergüenza, Severus, arrepentido. Sentí asco de mí mismo por haberte engañado…. Es la verdad, te lo juro—dijo, con un hilo de voz, encogiéndose asustado junto al hombre que no apartaba la vista de él, como si estuviera leyéndole la mente.
— Sí, es la verdad y no sabes cómo me alegro de ello—susurró y depósito un suave beso en los labios de Harry, rozándolos con la delicadeza de una mariposa.
El chico suspiró aliviado, dejándose devorar por la mirada insaciable y posesiva de su amante.
— Entonces ¿ya no me vas a poner el collar?—preguntó.
— Te ha gustado el juego ¿verdad? —dijo el hombre maliciosamente
— Me ha encantado.
— Mmmm……—El hombre fingía estar pensando, para diversión de Harry—No voy a negar que la idea de ser tu amo me excita.
— Ya lo he notado—comentó el chico, soltando una risita ahogada.
— Bueno, si ser un esclavo sumiso te resulta tan estimulante….
— Hemos hecho un trato, Severus.
— Muy bien, entonces. Trabajarás en el Ministerio de día y servirás a tu dueño por la noche—Severus le mordió en el cuello, como marcando su territorio.
— No, si al final, tendré que dar las gracias a ese vampiro….