/// HUOR ///
La guerra había terminado hacía ya cinco años, pero, las pérdidas humanas, aun ahora se seguían lamentando. Cientos de personas habían muerto y otras muchas habían quedado en un estado tan nefasto que tuvieron que pasar semanas meses e incluso años postrados en una cama de hospital curando sus heridas. Ese fue exactamente mi caso, los colmillos de aquella serpiente estuvieron a punto de acabar con mi vida, pero alguien se lo impidió.
ÉL me encontró cuando yo agonizaba y, gracias a su rapidez llevándome a San Mungo consiguió que hubiera alguna esperanza de que me recuperara.
- Severus, aguanta, aguanta... - me susurraba una y otra vez al oído esperando que su voz me ayudara.
Y funcionó, por supuesto que funcionó, su voz era como un imán para mí. Me atraía, tiraba de mi débil consciencia evitando así que me desmayara.
Llegamos al hospital en tres segundos, los necesarios para que mi niño de ojos verdes pudiera aparecerse en la puerta. Todo el cuerpo médico se quedó atónito al ver al niño que sobrevivió, a Harry Potter de pie, cargando en sus brazos al mortífago más buscado en aquellos momentos.
Los recuerdos de entonces, son bastante borrosos, Harry, tras discutir acaloradamente con uno de los médicos y obligarle a prometer que me cuidarían, me dejo suavemente sobre una de las camillas que estaba libre y se despidió de mi.
- Severus, amor, vive - fue todo lo que me dijo antes de rozar ligeramente mis labios contra los suyos y desaparecer de la misma manera que había llegado.
Yo me quedé atónito, y no por volver a sentir el calor de sus labios sobre los míos, sino por cómo me había llamado. ''Amor'', me había dicho apenas susurrando antes de marcharse. Hacía meses que no me llamaba así, desde que nuestra relación terminó. Habíamos superado el hecho de que lo que hacíamos estaba prohibido, habíamos logrado sobrellevar el estar separados una vez la guerra comenzó, pero, cuando me rencontré con Harry, algo había cambiado en él, estaba frío, distante, y repetía una y otra vez que lo nuestro no iba a ningún lado y que lo mejor era poner fin a esa relación.
Y desde entonces no lo he vuelto a ver, los meses que estuvimos juntos han quedado como un simple recuerdo en mi memoria. Sus besos, sus caricias, sus palabras de amor, todo se había convertido en pasado, un pasado que solo podía volver a vivir en mis sueños.
Ahora, cinco años después, estoy totalmente recuperado, ya no quedan restos de veneno en mi sangre, o eso me aseguró el doctor semanas atrás cuando me dio el alta médica. Ahora soy un hombre libre, libre y sano, un hombre que solo desea una cosa en el mundo, a su niño de ojos verdes.
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Aquella mañana volví a mi casa, mi hogar, de vuelta al mundo mágico después de semanas de viajes y más viajes sin encontrar ni una sola pista que me dijera el paradero de Harry. Estaba desesperado, solo quería volver a verle, y parecía que el destino no deseaba que eso sucediera todavía.
Abrí la puerta de mi casa y entre silenciosamente, se me hacía raro volver cuando hacía años que no pisaba ese lugar, había estado en el hospital por años deseando volver a mi hogar y ahora que estaba aquí, simplemente encontraba que ese lugar me era totalmente ajeno.
Dejé las llaves encima de la mesa y entré al comedor quedándome totalmente estático al ver lo que había encima de la mesa.
Era una rosa roja con gotas de rocío entre sus pétalos, era una belleza y, lo mejor, era para mí. Pero, ¿de quién? Cogí la planta y fue entonces cuando vi una pequeña tarjeta que estaba atada a la flor con un cordel verde y plateado. Por supuesto la leí inmediatamente sin poder esperar para saber de quién era, aunque mi corazón deseaba con todas sus fuerzas que fuera de ÉL.
“
Extraño las manos que me acariciaban, echo de menos los labios que me besaban, ya no oigo tus palabras de amor. Sev, ve al callejón Diagón dentro de dos días, alguien tiene algo para ti”
Volví a doblar la pequeña nota mientras mi corazón latía desenfrenadamente. ¿Podría ser mi Harry el que me escribía la nota? ¿Lo volvería a ver? ¿Qué debía hacer?
Cientos de preguntas pasaron por mi cabeza después de terminar de leer aquel pequeño pedazo de papel, y solo una respuesta apareció en mi mente: debía ir a la cita dentro de dos días.
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Dos días y dos noches esperando a que el la hora de la cita llegara fue terrible. No podía dormir, no podía comer, no podía hacer nada pensando una y otra vez en qué me encontraría al llegar allí.
Pero al final el momento llegó. Me vestí con una de mis mejores túnicas, negra, por supuesto ya que, una cosa es que estuviera emocionado y otra muy distinta asustar a la gente del mundo mágico. Estaba seguro que si aparecía con una túnica de cualquier otro color pensarían que el fin del mundo se acercaba.
Entre en el callejón Diagón cuando los comercios empezaban a abrir, en la tarjeta no especificaba ni hora ni lugar, así que me pasee por las distintas calles esperando que el consiguiera encontrarme, pero no fue, hasta cerca del mediodía cuando alguien tiró de mi túnica para llamar mi atención.
Me di la vuelta expectante y, ante mis ojos apareció un niño de unos cuatro o cinco años con el pelo oscuro y unos grandes ojos negros. Era una monada, para que negar lo evidente, y, la verdad es que de alguna manera me recordó a mi yo de la infancia.
- ¿Eres Severus? – preguntó mientras me escaneaba de arriba abajo.
- Si – dije fríamente.
- Hola – soltó sonriendo el niño.
- ¿Y tú eres?
- Yo soy Kora, bueno, en realidad me llamo Huor, pero mi papi siempre me llama Kora, tú puedes llamarme Kora o Huor, o Huorkora o Korahuor, como prefieras. ¿Sabías que Huor significa corazón? Es por eso que papi me llama Kora, aunque a mí me parecen bonitos los dos nombres y…
- Para, para – ese pequeño me estaba poniendo un poco nervioso, ¿cómo era posible que un niño tan pequeño hablara tanto? - ¿Y qué haces aquí Huor? ¿Te has perdido?
- Em… nop. Mi papi me trajo para buscarme un regalo para mi cumpleaños, pero ya encontré lo que quiero – dijo mientras sonreía – por cierto, alguien me dio esto para ti.
El niño me extendió una pequeña cajita de madera en la que había otra nota colgada, la cogí entre mis manos y la miré detenidamente. Después alcé la vista para darle las gracias al pequeño, pero éste ya había desaparecido, qué extraño, ¿quién sería ese niño?
Sin perder más tiempo cogí el pedazo de papel que colgaba de la caja y lo leí.
“
El traslador se activará el día de los enamorados, tic tac Severus ¿sabes qué día es ese? Lo siento, pero en el mundo mágico no encontrarás la información que necesitas. Solo tienes una oportunidad, en el día de los enamorados debes tocar el botón naranja que hay en el colgante, si lo tocas antes o después no funcionará”
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Pasé toda la semana buscando información sobre ese día y, tal y como la nota decía, no encontré nada en el mundo mágico, así que me dirigí al mundo muggle. No me hizo falta mucho tiempo para encontrar lo que deseaba, simplemente tuve que preguntarle a un hombre que pasaba con la calle. Así que perdí una semana inútilmente, pero, por lo menos el día todavía no había pasado.
14 de febrero, ese era el día en el que descubriría quién era la persona misteriosa que se escondía tras las notas. Solo faltaban cinco horas, así que me puse a dormir un rato.
Cuando desperté, eran cerca de las doce de la mañana, pero por suerte todavía era día catorce. Salté de la cama a toda prisa cogí la cajita de madera que se encontraba sobre mi mesa, la abrí, cogí el colgante, me lo coloqué alrededor de mi cuello y, entonces pulsé el botón naranja.
Una fuerza mágica me agarró empecé a girar para luego aparecer en un lugar totalmente extraño. Parpadee varias veces, todavía mareado por las vueltas y me fregué los ojos un par de veces hasta que mi visión se aclaró.
Me encontraba en una casa, en el comedor de una casa para ser exactos, en él había una mesa y, encima de ésta una tarta con una vela en forma de número cinco. De pronto escuché como una puerta se habría y alguien llegaba.
- Severus – dijo esa voz que hacía tantos años que no escuchaba.
Me di la vuelta y ahí estaba, el amor de mi vida, la persona que me había salvado a mí y a todo el mundo mágico, mi niño de ojos verdes, mi Harry. En cuanto lo vi no pude mantener la compostura y me arrojé a sus brazos.
- Lo siento, lo siento… - me susurraba al oído mientras sus ojos se llenaban de lágrimas – pensé que estarías mejor sin mí. Que estarías a salvo… yo…
- Ssshhhh – le dije intentando tranquilizarlo – tú no tienes la culpa de nada, las cosas del pasado se quedan en el pasado.
- Sí, pero…. Si yo no te hubieras dejado… si no hubiera desaparecido después….
- No me importa que me dejaras, no me importa que te fueras, lo importante es que estás aquí…. Solo hay una cosa que querría saber ¿me quieres?
- Severus…. ¿Quererte? Yo siento más que eso por ti, te amo, te amé des de hace mucho tiempo y no he dejado de hacerlo. Te amé, te amo y te amaré.
No lo pude resistir más, posé mis labios sobre los suyos y juntos compartimos un apasionado beso, uno de esos que tanto había echado de menos, pero nos separamos rápidamente cuando la puerta de la habitación se volvió a abrir.
- Yuuupi, ha llegado mi regalo – empezó a gritar de alegría aquel pequeño que había conocido en Diagón y que ahora se encontraba en esa casa.
- Em… esto, Severus… - empezó a titubear Harry – éste es…
- Ya, lo conozco, me lo encontré en el callejón, es Huor, también conocido como Kora.
- Ves papi se acuerda de mí – dijo felizmente Huor mientras abrazaba a Harry.
¿Papi? ¿Le había dicho a Harry papi? Me quedé con la boca abierta y, mi corazón empezó a latir velozmente cuando una idea pasó por mi mente, pero no me dio tiempo a decir nada porque Harry empezó su explicación:
- Kora quería a sus dos padres el día de su cumpleaños así que, como saliste del hospital, creí que ya era hora de… bueno, de que fuéramos una familia – Harry sonrió tristemente, cogió aire y continuó – después de la muerte de Voldemort…
- Papi no puedes decir el nombre del señor malo – dijo Huor mientras arrugaba el entrecejo.
- Lo siento cariño, después de la muerte de… de ese individuo, iba a ir a buscarte al hospital para ayudarte a que tus heridas sanaran, pero me desmayé y, al despertar una semana después me dijeron que estaba embarazado. Yo no quería que Kora viviera en un mundo donde todos lo acosarían por ser el hijo del niño que sobrevivió, así que nos mudamos aquí. Planeábamos ir a buscarte cuando estuvieras bien, pero pasaban los años y tú continuabas allí y… - las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos.
- Tranquilo amor, no estoy enfadado, hiciste lo que creíste oportuno en ese momento y mira – dije señalando al pequeño – has criado tu solo a esta hermosura de niño.
- Le… le llamé Huor porque nació el día de los enamorados, aunque siempre termino llamándolo Kora – dijo mientras se limpiaba con la manga los restos de lágrimas de los ojos.
Lo abracé de nuevo y volví a besarlo, Harry acababa de darme el mejor regalo de San Valentín que podría existir, una familia, una familia junto a él.
- Severus me aplastas – dijo Huor, quien había quedado entre nosotros – Severus, ¿ya puedo llamarte papá? – me preguntó graciosamente el niño.
- Por supuesto pequeño.
- No soy pequeño, ya tengo cinco años. A, por cierto, tú eres mi regalo de cumpleaños, así que cumple tu obligación y ven a la mesa a celebrarlo conmigo.
Reí ligeramente mientras seguía a mi hijo hasta la mesa ¿mi hijo? Qué raro sonaba eso, pero, bueno, tenía mucho tiempo para acostumbrarme a esa palabra, y para vivir cada segundo de mi vida junto a mi nueva familia, una familia que había aparecido en mi vida el día del amor.