Araleh Snape
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| Tema: Obsesionado con mi acosador - Capítulo 3 Sáb Nov 24, 2012 11:16 pm | |
| Capítulo 3
Obsesión
Harry se vio sorprendido cuando Severus, en un desborde de alegría, lo abrazó emocionado girándole con tanta facilidad que su vientre palpitó excitado. Y luego ese beso… pleno de amor y dicha provocada por unas pocas palabras. Le preocupó sentir sus mejillas arder, y sobretodo esa calidez en su pecho tan placentera que casi le hacía olvidarse de sus planes y simplemente disfrutar del momento.
— Harry, te amo. —le susurró Severus al volver a colocarlo en el piso volviendo a envolverlo en sus brazos—. No te arrepentirás, te lo prometo.
Harry pensó “Eso espero”, y volvió a obligarse a no considerar sus propias sensaciones y seguir concentrado en su propósito.
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Pasó casi un mes, y cada noche sin falta Severus aparecía un poco antes de que la cafetería se cerrara. Harry ahora corría a sus brazos permitiendo que su boca sea devorada por la ansiedad de su pareja al besarlo.
Ron aprovechaba esos momentos para desaparecer en la trastienda hasta que fuera hora de marcharse. A veces le parecía oír a Harry reír y lo hacía con tanta espontaneidad que no parecía estar fingiendo en lo absoluto, empezaba a preocuparse seriamente por su amigo. Un mes ya era demasiado tiempo y no le veía mucho interés en rechazar a Snape.
Esa noche Severus demoró un poco más en marcharse, y cuando Ron se fatigó de esperar, salió a la cafetería sorprendiéndose al ver a Harry acorralado contra uno de los asientos mientras Severus se engolosinaba con su cuello. La expresión de su amigo era indescriptible pero para nada demostraba sufrimiento, al contrario, sus mejillas permanecían encendidas y jadeaba excitado mientras su pierna envolvía la cadera del ojinegro atrayéndolo más hacia su cuerpo.
Ron deseó tener una varita mágica para poder borrarse la memoria y desaparecer de ahí. Pero como no la tenía tuvo que aclararse la garganta.
— Siento interrumpir pero ya me voy. —dijo mirando hacia cualquier otro lado mientras les daba tiempo de separarse.
— ¿Cómo que te vas? No, Ron, aún no hemos terminado de ordenar los menús de la siguiente semana.
— No es tan apremiante, podemos hacerlo otro día.
— Tu amigo tiene razón, Harry, déjalo que se marche a descansar.
— No. —negó volteando a mirar a Severus disculpándose con la mirada—. Tú tenías razón, esta cafetería es importante para nosotros, no quiero perder clientes si no ven algo nuevo. ¿Porqué no vienes mañana como siempre?
Severus miró a Ron ordenándole en silencio que los dejara a solas. El pelirrojo obedeció de inmediato, y entonces volvió a girarse a su pareja.
— ¿No crees que ya es tiempo de llevar nuestra relación a otro nivel? —le susurró al oído—. Harry, te deseo y ya no puedo conformarme con unos pocos besos.
— No me presiones, Sev.
— No te estoy presionando, pero me parece que crees que puedo esperar por siempre y no es así, Harry. Te amo con todas mis fuerzas, por favor, ven a vivir conmigo o terminarás destrozándome el corazón.
— Exageras. —rió abrazándole cariñoso—. Admite que aún no es tiempo.
— ¿Y cuándo lo será?
Al no obtener respuesta, Severus se puso en pie tomando su abrigo para marcharse.
— ¿Estás molesto conmigo? —cuestionó Harry dejando de sonreír.
Severus negó pero no fue muy convincente por lo que Harry intentó besarlo obteniendo por primera vez un suave rechazo del ojinegro antes de marcharse en silencio.
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Al día siguiente ya habían pasado más de veinte minutos desde que cerraran y Harry continuaba mirando la puerta sin dejar de caminar de un lado a otro.
— ¿Le habrá pasado algo? —preguntó cuando Ron se acercó a su lado.
— No sé, quizá es que simplemente ya lograste lo que querías ¿no?
— ¿Te refieres a que se vaya?
— Sí. —afirmó alzando los hombros con indiferencia—. Aún no sé si debas cantar victoria, probablemente mañana volverás a tenerlo aquí, vigilando cada uno de tus movimientos.
Ron se alejó después de pronunciar esas palabras para ir por sus chaquetas. Al quedarse solo, Harry movió afirmativamente su cabeza, respiró hondo para después sonreír mientras pensaba: “Sí, mañana estará aquí”
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Tres días más habían pasado y seguían sin noticias de Severus Snape, así que esa noche Harry decidió que no iba a esperar más tiempo.
— ¡¿Qué quieres hacer qué?! —cuestionó Ron alarmado—. ¡Pero Harry, tú ya no querías verlo!
— Sí, pero en verdad me preocupa. Escucha, sólo me aseguro que esté bien y ya.
— Pero no puedes ir a buscarlo ahora, es muy tarde, espera a mañana.
— No, iré hoy mismo a su casa. En el contrato de compra de la cafetería hay copias de documentos con su dirección ¿me acompañas?
Ron no pudo negarse, no estaba de acuerdo pero no quería dejarlo ir solo a buscar una casa desconocida a esas horas de la noche. Rentaron un taxi y cuando por fin dieron con el edificio donde Severus tenía un penthouse se encontraron con una nueva dificultad. Nadie les permitió el acceso, y el vigilante le aseguró que no iba a importunar a su jefe por nada que no fuera una emergencia de vida o muerte.
Harry tuvo que conformarse y regresar a su habitación en la casa de huéspedes, pero al día siguiente, antes de dirigirse a la cafetería fue hasta las oficinas de Severus. Era otro edificio enorme y lujoso con el logotipo de un tubo de ensayo conteniendo una sustancia morada que brillaba.
La recepcionista le pidió sus datos e identificación antes de permitirle abordar uno de los elevadores. Pudo llegar casi sin contratiempos hasta la oficina central, pero ahí se topó con una secretaria cuyo rostro era uno de los más severos que había visto en su vida, su mirada escrutadora le recorrió de arriba abajo tras de sus gafas de montura rectangular.
— ¿Qué se le ofrece? —cuestionó sin dejar de fruncir su ceño.
— Busco a Severus Snape, ¿puedo verlo?
— ¿Tiene cita?
— No, pero si le dice que lo busca Harry Potter le aseguro que querrá verme. —aseguró sonrojándose hasta la línea del cabello.
Minerva, la recepcionista, no se impresionó con el nombre ni modificó su expresión que señalaba a todas luces que no iba a permitirle entrar. Harry respiró profundo, no iba a marcharse de ahí sin saber de Severus, empezaba a sospechar que éste se le estaba negando y eso no le gustó nada.
Fingió dar la vuelta tan sólo para despistar a la mujer, pero en cuanto la sintió volver a su trabajo regresó corriendo hasta las majestuosas puertas de cristal esmerilado, accionó el botón de ingreso y se abalanzó al interior antes de que la secretaria lograra alcanzarlo.
— He llamado a seguridad. —le advirtió cuando estuvieron adentro—. Si no se marcha ahora mismo se meterá en problemas.
Pero Harry no le escuchaba, miró desilusionado la oficina vacía. En sus labios murieron los reproches que ansiaba lanzar contra Severus.
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Esa noche después de cerrar la cafetería, Ron se sentó en la mesa donde estaba su amigo. Le preocupó verlo tan abstraído en sí mismo marcando una y otra vez el número de teléfono de Severus con el mismo resultado: colgar furioso por sólo escuchar la tediosa grabación que le informaba que el número estaba fuera de servicio. Harry gruñó arrojando el teléfono contra la pared, su respiración era muy agitada, y sus ojos verdes iban perdiendo su chispa de esperanza.
— Se está negando, y no va a venir hoy tampoco. —suspiró desilusionado.
— ¿Porqué te preocupa eso? —quiso saber Ron—. Era lo que buscabas, que se fuera y te dejara tranquilo.
— Pues me lo hubiera dicho, pero ahora temo que algo malo le sucediera… ¿Ron, me acompañas a buscarlo a los hospitales? Quizá esté herido y necesitando ayuda.
— Si así fuera ya lo sabrían en su empresa, y según me dijiste no parece que sucediera nada grave. Asúmelo, Harry, se aburrió ya.
Harry miró a su amigo con odio pero fue sólo un segundo antes de ponerse a hacer algo que nunca creyó posible: lloró por Severus Snape. Ron se alarmó y rápidamente se deslizó en su asiento para remediar sus palabras.
— Hey, lo siento, no quise decirlo de ese modo, Harry, tú no puedes aburrirle a nadie.
— ¡A él sí! —exclamó desesperado—. Tú tienes razón, ya se aburrió de mí, por eso me evade.
— Bueno, sea cual sea el motivo no puedes deprimirte por su causa, recuerda que era solamente un acosador, Harry, y ahora eres tú quien se obsesiona con él.
— Es que Severus es tan… dulce. —suspiró limpiándose las lágrimas e intentando sonreír—. Es muy diferente a cómo yo creí que era, siento cada una de sus acciones con una nueva perspectiva. No puedo verlo ahora como un acosador, creo que sólo quería hacerme reaccionar y lo viera. Él sabía, Ron, él sabía bien lo que hacía.
— Me preocupa que pienses así, pero veo que no estarás tranquilo hasta que hables con él. Mañana iremos a buscarle a los hospitales. Es más, Draco puede ayudarnos.
— ¿Tú crees?
— Claro, pero ahora no estés triste, eso no ayuda nada. Draco tiene guardia hoy así que te invito al pub, nos tomamos unas cervezas como antes, sólo nosotros. Mañana será otro día y casi puedo jurarte que volverás a tener noticias de él, a ver si así se calma tu obsesión por tu acosador.
Harry sonrió recuperando la esperanza así que aceptó ir al bar con su amigo quien siempre lograba hacerlo reír, sobre todo cuando comentó: “A que no hubiera sido tan complicado si tu admirador secreto hubiese resultado el chico que trae los quesos”
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Al día siguiente Draco accedió a ayudarlos, pero en ningún hospital supieron darles ninguna información sobre Severus. El rubio insistió en preguntar en las morgues aunque Harry se resistió a acudir, por fortuna tampoco se le encontró ahí, ni en la prisión ni en ningún otro lado.
Harry quiso volver a las oficinas centrales. Nuevamente le fue negada la entrada advirtiéndole ahora que Snape se encontraba fuera de la ciudad y no sabían cuándo regresaría.
Ron intentó convencerlo de que esperara unos días hasta su regreso y luego insistir, pero apenas iban saliendo a la calle cuando frente a ellos pasó un lujoso coche manejado por un chofer de larga barba blanca y uniforme púrpura. Su extravagancia les llamó la atención, pero los ojos de Harry se fijaron más en el pasajero del asiento de atrás.
— ¡Es Severus! —exclamó emocionado.
Sin importarle nada más, corrió tras del coche esquivando el tráfico. Ron y Draco corrieron tras de él preocupados de que saliera herido pero su amigo no respondió a su llamado. Harry continuó corriendo y gritando a Severus. Por un momento le pareció que el chofer le había logrado ver a través del espejo y se lo comunicaba a su jefe. Eso le aceleró el corazón más que la loca carrera entre la abarrotada calle.
Sin embargo, Severus no volteó, parecía muy concentrado en una llamada telefónica e hizo una seña a su chofer para que continuara adelante.
Harry se detuvo a media calle, sin importarle los gritos enfurecidos de los conductores que tenían que esquivarlo. Vio como el coche se alejaba y él sentía su corazón romperse irremediablemente. Apenas sí sintió cuando sus dos amigos le sujetaron del brazo llevándolo hacia la acera para librarlo del peligro.
Derrotado, se sentó al borde de la avenida abrazando sus piernas y con el rostro escondido entre sus rodillas. No importaba que la gente pasara a su lado observándole curiosa, sus lágrimas le ayudaron a no morir de dolor en ese instante.
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Tres días después Harry aún continuaba triste pero se esforzaba por disimularlo, iba puntualmente a la cafetería e intentaba que su vida no se detuviera por dentro, aunque por las noches lloraba por horas por la ausencia de Severus.
Una noche, al salir de la cafetería junto a Ron y Draco, un auto se detuvo frente a ellos descendiendo el mismo chofer de larga barba blanca que habían visto conducir el coche con Severus.
— He venido por usted, joven Potter. —le informó con amabilidad tras sus gafas de media luna—. Severus Snape desea que le acompañe esta noche.
— ¿Y porqué no vino él? —cuestionó Harry con el ceño fruncido, aunque moría por ver a Severus no podía dejar de lado su indignación.
— Le envía sus disculpas, el señor Snape se lo explicará personalmente.
— Pues no iré, no tenemos nada de qué hablar.
— Espera, Harry. —intervino Ron—. Quizá debas ir y aclarar todo de una vez, Draco y yo podemos acompañarte.
Draco asintió pero Harry no dijo nada por unos segundos hasta que finalmente se armó de valor respirando profundamente e irguiendo sus hombros.
— Iré, pero solo. Necesito decirle unas cuantas ideas a ese imbécil.
Draco y Ron intentaron convencerle de que no era inteligente subirse solo con un desconocido en un coche pero Harry no les escuchó y trepó al auto ansioso por estar frente a frente con Severus Snape.
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Poco después Harry empezaba a creer que realmente había sido una estupidez no escuchar a sus amigos. El chofer salió de la ciudad tomando una carretera demasiado solitaria y por más que le preguntó a dónde iban, él se limitaba a permanecer en silencio con el cristal que separaba sus asientos activado. Harry notó que las puertas eran automáticas y sólo las controlaba el chofer así que su corazón retumbó violentamente, sobre todo cuando abandonaron la carretera y el auto se adentró por un paraje tan pequeño que los árboles pasaban rozando la carrocería.
Al cabo de una hora se detuvieron en un suave empedrado que formaba parte de un rústico estacionamiento frente a la cabaña más hermosa que Harry hubiera visto en su vida. Era pequeña pero su estructura de piedra le daba el aspecto de un castillo antiguo.
Los seguros del auto se desactivaron y rápidamente bajó sin dejar de mirar la peculiar vivienda en cuyo porche descansaba una hermosa lechuza blanca que le miró con curiosidad.
Harry volteó en busca del chofer para preguntarle si Severus estaba ahí, pero el hombre había desaparecido. Jadeó asustado empezando a creer en fantasmas, el bosque que rodeaba la cabaña permanecía demasiado oscuro para poder aliviar sus temores. No le quedó más remedio que dirigirse a la puerta y armarse de valor para enfrentar lo que le esperaba ahí adentro.
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Al entrar, Harry descubrió a Severus recostado en un reposet. Se le veía cansado y maltrecho, con marcadas ojeras y tristeza en su mirada. Su pie derecho enyesado hasta la rodilla lo tenía en alto apoyado sobre un taburete. Verlo herido y lastimado le borró por completo el rencor, quiso correr hacia él y abrazarlo pero tuvo miedo de volver a experimentar una desilusión, así que avanzó unos pocos pasos manteniéndose aún a distancia.
— ¿Qué te pasó? —preguntó preocupado.
— Una larga historia.
Harry notó que la voz de Severus era diferente, quebrada, como si estuviera a punto de llorar y sus ojos no lo desmentían, estaban irritados luchando con retener el llanto. Ya no pudo permanecer indiferente a ello, Harry acortó la distancia y se acurrucó a su lado sin importar la estrechez del asiento.
— Te amo. —fue lo único que le dijo mientras se abrazaba a Severus mostrando todo el placer de tenerlo nuevamente a su lado.
— Harry, tus palabras me hacen el hombre más feliz del mundo, pero ya no sé si las merezca.
— No digas eso. —le pidió rozándole el rostro con profundo cariño—. Me volví loco sin saber de ti, pero ahora sé que había una razón.
— La pierna quebrada no es la razón. —admitió tras un suspiro mientras se permitía corresponder al abrazo de Harry y jadear extasiado al volver a aspirar su aroma tan cerca—. Estuve fuera de la ciudad, necesitaba encontrar a alguien llamado Tom Riddle.
— ¿Quién es él?
— La última esperanza que tenía.
— ¿Severus, de qué hablas? No te entiendo.
Severus respiró profundamente, atrajo más hacia sí el cuerpo de Harry como si temiera que aquello pudiera ser sólo un sueño y estar a punto de despertar y perderlo todo.
— ¿Estás listo para escuchar una absurda historia?
— Dímela, yo diré si es absurda o no.
— Harry… desde que tengo uso de razón he soñado contigo cada noche de mi vida.
— Sev, eso es lindo. —sonrió pensando en una metáfora—. Yo también he soñado contigo, y estamos juntos al fin.
— No es como piensas. Harry, yo te veía en sueños, así como eres, te conocía desde antes de vernos en ese restaurante… ¿Crees en la existencia de otras vidas?
— Sinceramente, no. —dijo apenado—. ¿Es algo extraño, no?
— Sabía que esa sería tu respuesta, por eso necesitaba convencerte, sobre todo porque parecía que no te dabas cuenta que estamos destinados el uno al otro.
— Bueno, pero eso ya lo sé ahora, ¡Te amo!
— Harry… ¿no me recuerdas, verdad?
— Sev, te estoy diciendo que te amo ¿cómo crees que no me voy a acordar de ti? —rió divertido—. No se lo diría a un desconocido, te lo aseguro.
— Es que jamás hemos sido desconocidos. Esos sueños que tenía contigo no eran sólo sueños, son recuerdos de vidas pasadas.
— ¿Vidas pasadas?
— Sí. Hay un enlace inmortal entre nosotros que nos destina colocándonos siempre en el mismo camino con la única misión de terminar unidos. Desgraciadamente eso no siempre puede suceder, hay obstáculos que se atraviesan y a veces no podemos identificarnos. Cuando eso pasa, Harry, no podemos ser felices hasta que uno de los dos muera. Eso ocurrió en nuestra última vida.
— Ya no me parece tan romántico, Severus.
— Lo es, a su manera. A veces logramos identificarnos de inmediato y realizamos nuestro amor profundamente, en una de esas vidas fui un Conde ¿sabes? Y tú un campesino, pero no hubo obstáculo que no pudiéramos superar. Hubo vidas en que tú eras quien me reconocía, otras en las que yo lo hacía, otras en las que ninguno de los dos… como esa última vida que tuvimos, era un mundo de magia y nuestros caminos se cruzaron pero no logramos vencer barreras, fue una vida difícil para ambos, y no cambió sino hasta que morí, entonces tu destino cambió y lograste conocer la dicha sin mí.
— ¡No, eso es imposible! —exclamó aferrándose más a su pareja—. No concibo esa idea, Sev.
— Pero ocurrió. Por eso, cuando supe que esos sueños eran recuerdos y que si no te encontraba y conseguía que me reconocieras, la muerte podría volver a atravesarse en nuestros caminos, no estaba dispuesto a repetir ese final. Me propuse buscarte antes de que fuera demasiado tarde para ambos, pero aunque logré dar contigo, tú no me reconocías, te empeñabas en alejarte y me desesperé.
— No sé qué decirte. Tu historia me desconcierta, es… difícil de entender.
— Estás en tu derecho, por eso no te lo dije antes, no quería que me tomaras por un desquiciado pero es cierta, aunque ahora lo dudes. Además, hay otras personas que coinciden siempre con nosotros, que sus destinos siempre están unidos a los nuestros, como Ronald, tu amigo.
— ¿Ron? ¿Qué tiene que ver?
— Siempre está junto a ti, como hermanos a veces, por eso jamás pude sentir celos de él, sé que sus almas sólo se reconocen fraternalmente. Draco también está cerca de nosotros, en la última vida se relacionaba más conmigo que con ustedes. Nunca me imaginé que él y Ronald hubiesen dejado algo pendiente de esa última vida, pero su unión en ésta demuestra que pueden encontrarse bajo nuestras mismas circunstancias, tal vez algún día se den cuenta de ello.
— Que extraño se escucha todo lo que me dices ¿Estás seguro que no te lo imaginas?
— No. Albus, mi chofer, es otro personaje atado a nosotros, él también recuerda algunas cosas aunque no todas como yo. Él intentó ayudarme a encontrar un modo de que me reconocieras pero no funcionó, por eso buscamos a alguien más: Tom Riddle. Su alma es oscura pero fuerte y pensamos que quizá podríamos convencerlo de presentarse frente a ti, su influjo probablemente ayudaría. Por eso fui a buscarlo, me costó mucho lograr que viniera conmigo, tuve que prometerle entregarle casi todo lo que tengo pero en el viaje hubo un accidente. Él murió al instante, yo sólo sufrí la lesión en mi pierna pero la pérdida más grande, con Riddle murió también la esperanza de que me recordaras.
Harry notó de inmediato la desilusión en la voz de Severus. Buscó sus labios depositando un dulce beso en ellos antes de volver a recostarse sobre su cuello.
— ¿Para qué poner nuestras esperanzas en vidas pasadas o futuras? Lo importante es que estamos juntos ahora. Sólo dime que me amas y continúas deseando tenerme obsesivamente a tu lado y permaneceré aferrado a ti hasta mi muerte.
— Claro que te amo, Harry, más que nunca antes.
— Es suficiente para mí. ¿Necesitas que recuerde o crea en esas vidas para pensar que seré totalmente feliz a tu lado?
Severus no respondió de inmediato, buscó la mirada de Harry, esos ojos verdes que le encantaron siempre aunque a veces los conoció en otras personas confundiéndole con espejismos atormentadores. Ahora no había en esa mirada ningún dolor, ninguna marca, ninguna angustia que le condenara a sacrificarse por nadie. ¿Para qué desear que recuerde sufrimientos que no eran suyos?
— No, Harry. —dijo sonriendo a plenitud—. Tienes toda la razón, el pasado ya se ha ido, el futuro siempre será incierto, pero el presente…
— El presente es nuestro.
Severus sonrió feliz, hubiera querido tener una varita que le aliviara su pierna o una poción que compusiera huesos para poder ponerse en pie y saltar de alegría cuando comprendió que por fin tenía esos ojos de esmeralda mirándole enamorados, pero nada de eso había ahí. Este mundo era diferente, pero era mejor, porque en este mundo tenía a Harry.
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