Araleh Snape
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| Tema: Obsesionado con mi acosador - Capítulo 1 Mar Oct 23, 2012 6:52 pm | |
| Obsesionado con mi acosador
Resumen:
La vida de Harry transcurre tranquila, tiene un trabajo, amigos, y hasta un admirador secreto. Todo indica que su camino está trazado, pero aún no tiene idea que la fuerza de su destino es más poderosa de lo que imaginó, y su vida puede cambiar cuando conozca a ese oculto pretendiente.Capítulo 1
Admirador secreto
Era miércoles por la noche, Harry suspiró profundamente mientras leía aquella nota tras del mostrador de la cafetería donde trabajaba. Eran pasadas las diez y el negocio estaba muerto, no acudían muchas personas a esa hora y en mitad de la semana, lo cual agradecía pues de esa forma lograba leer por décima vez la carta escrita con la más pulcra y dedicada caligrafía.
Su amigo Ron se acercó por la espalda sin poder evitar sonreír al escucharle el suspiro.
— ¿Otra carta de tu admirador?
Harry asintió con una sonrisa que pretendió parecer indiferente, sin embargo, reflejaba a todas luces su ilusión.
— ¿Tienes idea de quién sea? —cuestionó el pelirrojo aprovechando la ausencia de clientes para sentarse.
— No, debe ser alguien que viene con frecuencia. —afirmó Harry volviendo a leer la carta—. Escucha: “Ya mi vida tiene un motivo, muero por ver cada tarde tu mirada llena de inocencia y soñar con el día en que pueda reflejar mi imagen en ella. Y cada noche, en mi cama, mi último pensamiento es para ti, para ti, mi ángel tras de la barra, una barra que te separa de mis manos… por ahora”.
— ¿No parece un poco… perverso?
— ¿De qué hablas? ¡Es hermoso! —jadeó extasiado—. Quisiera conocerle, debe ser un hombre apuesto.
— Quizá es el chico que trae los quesos. —bromeó Ron ganándose una mirada asesina de su mejor amigo.
— Hablas de envidia, yo creo que tiene que ser todo un caballero, distinguido y culto.
— Sólo espero que no te desilusiones. —concluyó mientras consultaba su reloj—. Es hora de cerrar ¿quieres que vayamos a tomar algo? El pub de la otra calle está abierto.
Harry asintió y después de despedirse del cocinero salieron juntos hacia el pub sin darse cuenta que tras de las sombras un par de ojos negros les observaba con interés.
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Ya en el bar, los dos amigos ocupan una mesa tranquila y ordenaron un par de cervezas. La música sonaba suave y algunas parejas bailaban y otras más charlaban desperdigadas por los rincones.
— Me alegra que hayamos venido. —dijo Harry suspirando relajado—. Hacía tiempo que no salíamos los dos solos.
Como si hubiera sido invocado para contradecir las palabras de Harry, un rubio apareció junto a ellos y Ron literalmente brincó emocionado de su asiento para colgarse del cuello de su novio.
— ¡Viniste! —exclamó feliz por verlo para enseguida unir su boca al de Draco quien correspondió en la misma intensidad mientras Harry no lograba ocultar su disgusto.
Conocían a Draco Malfoy desde niños, la primera vez que se vieron fue en un parque y el rubio golpeó a Ron accidentalmente con un balón, Harry no logró ver bien cómo sucedió pero fue suficiente con ver la carita del pelirrojo conteniendo las lágrimas de dolor para lanzarse contra el otro niño a golpes. A partir de ese día se hicieron enemigos, Harry y Ron detestaban al rubio y eran fielmente correspondidos.
Pero con los años, algo pareció cambiar, Ron evitaba intervenir y las discusiones eran siempre sólo de Harry y Draco que seguían sin soportarse. El chico rubio también dejó de atacar al pelirrojo y a veces, cuando Harry no podía acudir, se quedaban en silencio balanceándose en los columpios hasta que cada uno se marchaba a sus casas sin pelear.
A los diecisiete años, Harry y Ron notaron que el rubio ya no aparecía tanto por el parque, después supieron que había empezado a estudiar medicina. Harry se burló mucho diciendo que debían clausurar la Facultad donde estudiaba para evitar futuros males. Ron lucía triste en ese tiempo.
Un día, Ron se lastimó con uno de los vasos de la cafetería y tuvieron que ir a un hospital. Harry fue obligado a permanecer en la sala de espera mientras su amigo era atendido y nunca se imaginó que tras la puerta ocurría un rencuentro que conllevó al inicio de un inesperado noviazgo.
El joven de ojos verdes tuvo que callar su verdadera opinión, nunca había visto a su amigo tan entusiasmado, y aunque Draco continuaba desagradándole tenía que aceptar que con Ronald era diferente, su mirada gris no ocultaba su amor por su novio, y su trato no podía ser mejor.
— ¿Quieres sentarte? —le invitó cuando creyó prudente interrumpir el largo y ansioso beso.
— Claro. —aceptó con seriedad sin apartarse ni un poco de su novio—. ¿Cómo has estado, Potter?
— Bien, gracias, hago lo posible por no enfermarme nunca.
— Te felicito, y no olvides que cuando lo necesites en el hospital hay programas de experimentación para drogas sin probar, parece que los monos ya se cansaron. Te pagarán bien.
— Ya dejen de pelear. —intervino Ronald—. Me siento feliz de que hayas podido tomarte la noche libre.
— También a mí, moría por verte. —confesó acariciando las mejillas pecosas de su novio—. ¿Quieres bailar?
Ron iba a aceptar pero se contuvo a tiempo, aunque no tanto como para que Harry no comprendiera su preocupación.
— Ve a bailar con él, yo iré a la barra a ver si charlo con alguien.
— Charlando no perderás tu virginidad, Potter. —se mofó Draco poniéndose de pie.
— Mi virginidad es asunto mío.
Harry se alejó antes de que Draco replicara más. Fue hacia la barra ocupando un lugar vacío de la esquina, si era sincero consigo mismo no tenía deseos de charlar con nadie esa noche, la presencia del rubio ya lo había malhumorado.
— Hola ¿puedo invitarte algo? —preguntó alguien muy cerca de su oído.
Harry quiso girarse y rechazarlo pero se encontró con un apuesto joven de no más de treinta años, bien vestido, voz dulce y preciosos ojos azules… y todo el malhumor se le fue.
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Mientras bailaba con su novio, Ron sonrió al ver que su gran amigo había conseguido compañía, y parecía un chico agradable así que pudo disfrutar más despreocupado de la velada con Draco.
— ¿Quieres venir con Harry y conmigo este fin de semana a la playa?
— ¿Otra vez con él? —cuestionó Draco ansioso por estar más tiempo a solas con Ron—. Debería presentarle a alguien, a ver si así tiene sus propios paseos.
— No seas cruel, no te cuesta nada.
— Me cuesta tiempo de intimidad contigo, Ron, son pocos los días que tenemos para nosotros y siempre hemos de compartirlos con él. No quiero ser pesado, pero por favor, sal con él cuando yo no pueda, este fin de semana estemos solos ¿de acuerdo?
Ron asintió, le preocupaba tener que dejar solo a Harry pero Draco tenía razón, ellos merecían pasar más tiempo juntos como pareja. Se recostó sobre su hombro volviendo a mirar de lejos a su amigo, notó que el chico que se le había acercado ahora se dirigía al baño. No pensó que eso fuera extraño pero entonces algo llamó su atención, un hombre alto, totalmente vestido de negro se apostó frente al apuesto joven.
El aura de ese extraño era intimidante y el otro chico debió notarlo pues retrocedió al verlo. Intercambiaron unas palabras, el hombre parecía amenazarlo y por lo que vio Ron comprendió que no se equivocaba, el chico se apresuró hacia la puerta y se marchó sin recordar que dejó a Harry esperando en la barra.
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Al día siguiente Ron se aproximó a Harry mientras trabajan, no le había contado lo que vio la noche anterior pues realmente no sabía cómo explicarlo, sin embargo su amigo sí le confesó haberse intrigado mucho por la abrupta desaparición de su acompañante.
Antes siquiera de empezar a hablar, la puerta de la cafetería se abrió y un elegante mensajero entró llevando consigo una exuberante canasta de quesos y vinos. Preguntó por Harry Potter y le entregó el obsequio junto con una carta en papel de seda blanca.
— ¿Es de tu admirador? —cuestionó Ron sin hacer caso de la llamada de uno de los comensales, lo que pasaba tras la barra era más emocionante.
— Sí, creo que él no se desinteresa por mí como el tipo de anoche.
— ¿Ya ves? Te dije que sí era el chico de los quesos. —bromeó el pelirrojo echándole un ojo a la obviamente carísima canasta.
— Si sigues burlándote no te digo lo que dice la nota.
— De acuerdo, ya no digo nada, ábrela.
Harry asintió y en cuanto rasgó el sobre se encontró con una sencilla tarjeta que, al leerla, le iluminó el rostro. De inmediato la giró para que Ron la viera, en ella venía escrita sólo una frase: “Quiero conocerte”
— Oh Dios. —gimió el joven de verde mirada—. ¿Y ahora qué?
— Obviamente te negarás ¿no es cierto? Es peligroso, Harry.
— Pero quiero hacerlo. —reconoció emocionado—. ¡Ron, quiero conocerlo, es que me parece tan excitante!
— ¿Y si es un viejo decrépito, morboso y chimuelo?
— No lo creo. —afirmó sacándole infantilmente la lengua—. Debe ser un hombre divino, educado, quizá un empresario… ¡o una estrella de cine!
Ron no pudo evitar carcajearse y mejor volvió a atender las mesas antes de que Harry continuara con sus ilusos pensamientos.
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Sin embargo, un par de horas más tarde llegó una orquídea y una nota para Harry, ahora con la leyenda escrita: “Si aceptas honrarme con una entrevista, no te vayas al terminar tu turno, te quiero ver a solas”
— ¡Ese hombre está loco! —vociferó Ron al leerla—. ¡¿Cómo se atreve a pedirte eso?! Es un descarado.
— ¿Porqué? —preguntó inocente—. Tal vez es tímido y no se atreve a acercarse en público.
— Sí, claro, y mañana apareces en la nota roja ¡ni hablar, Harry! ya mismo le cortas las alas.
— No seas loco, yo quiero conocerlo, voy a estar bien.
Ron bufó comprendiendo que no iba a poder cambiar la decisión de su amigo así que tomó la suya propia.
— Perfecto, entonces me quedo contigo.
— Pero él quiere que esté a solas.
— ¡Me importa un cuerno y la mitad de otro lo que él quiera! No te dejaré solo con un extraño.
Harry pensó en protestar pero no tuvo tiempo, Ron regresó a atender mesas y le dejó a solas imaginando cómo sería ese hombre tan misterioso.
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Esa noche, después de que se marchó el último cliente, Ron colocó el letrero de “Cerrado” y volvió con Harry. Por varios minutos esperaron en vano, el chico moreno se mostraba nervioso y excitado lo cuál no le gustaba nada a su amigo quien, en secreto, esperaba que realmente ese admirador fuera viejo, chimuelo y calvo, así se le bajaría el entusiasmo, pensó que quizá era hora de aceptar la propuesta de Draco y pedirle le presentara a uno de sus compañeros de trabajo.
— Ron vete. —suplicó Harry angustiado al ver que ya había pasado más de una hora—. Debe de estar esperando que te desaparezcas para entrar.
— Lástima por él. —respondió alzando los hombros.
— ¡Me perderé de conocer al amor de mi vida por tu culpa!
Ron sonrió pero ni así movió un músculo para marcharse. Fue entonces que la campanilla de entrada sonó y al girarse a la puerta vieron un hombre alto, maduro, de piel extremosamente blanca y mirada tan fría que provocaba estremecimientos de advertencia. Vestía todo de negro, con esos trajes de diseñador que ellos sólo habían visto en algunos aparadores pero jamás se atreverían ni a probarse.
El estómago del pelirrojo se contrajo recordando el incidente de la noche anterior, pero al voltear a mirar a Harry para advertirle lo vio ponerse de pie… y tenía esa mirada.
Se preocupó, su amigo estaba felizmente complacido con lo que veía.
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— Mi nombre es Severus Snape. —dijo aquel hombre fijando su negra mirada en Harry, en ella no ocultaba el ardiente interés que el joven despertaba en él.
Harry sonrió sin apartar sus ojos de su enamorado secreto, su voz era deliciosa, y su personalidad inmensamente atractiva. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para poder encontrar su propia voz y presentarse aunque eso no fuera necesario.
Le dejó un momento para servirle una taza de café y así poder tener la privacidad que requería para respirar hondo e intentar quitarse ese sonrojo tan fuerte que debía tener en sus mejillas. Ron aprovechó y fue tras de él, necesitaba hablarle sin la presencia de ese intimidante hombre.
— Harry, ese tipo no me gusta nada. —le susurró angustiado.
— Que bien porque no te pretende a ti. —respondió sonriente—. ¿En serio no te parece increíble? ¡Es mucho mejor de lo que me imaginé!
— Pues tienes carencia de imaginación ¿qué pasó con tus expectativas de estrella de cine? Ese hombre no podría interpretar más que a Drácula.
— Los Drácula son sexy.
— ¡Pero es mucho mayor que tú!
— Ya sabes que me gustan mayores.
— De acuerdo, y entiendo que babees cuando ves a ese tal Jason Isaacs en la pantalla… ¡pero no es igual!
— Ron, no me estoy casando con Severus. —refutó pacientemente—. Así que tranquilízate, ya veremos qué pasa, no puedes negar que es una aventura interesante.
— Una aventura de terror. —replicó frunciendo el ceño—. Escucha, no te lo había dicho, pero anoche cuando fuimos al bar…
Ron no pudo terminar la frase pues Severus apareció oportunamente en la cocina para impedirlo, y Harry se olvidó al instante de que su amigo quería decirle algo.
— ¿Hay algún problema? —preguntó Snape con una suave sonrisa.
— No, ninguno. —respondió Harry removiendo las tazas de café—. Ron se disculpaba conmigo por no poder quedarse más tiempo.
El pelirrojo miró a su amigo con alarma, no quería marcharse dejándole a solas con el tenebroso extraño, sin embargo no le quedó más remedio que seguirle la corriente y salir de la cafetería. Ya afuera, y a pesar de que su primera intención fue irse a descansar, Ron no se atrevió. Fue a esconderse bajo el refugio de un farol mientras vigilaba. Para su mala fortuna, vio cómo Snape se aproximó a la ventana, y con una sonrisa triunfante dejó caer la persiana impidiendo la vista hacia el interior de la cafetería.
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Al día siguiente Harry lucía muy entusiasmado, no dejaba de hacerle ver a Ron lo equivocado que estaba al creerlo en peligro. Su primer encuentro con su admirador resultó un éxito, y por supuesto que quería seguir viéndole. Además, Severus Snape también manifestaba interés en él. Ese día le envió a Harry una rosa diferente cada hora que pasaba, iba acompañada por una tarjeta expresándole su alegría por haberle conocido.
— Bueno, por lo menos sabe cómo cautivarte. —gruñó Ron mientras esperaba a que Harry preparase los batidos para sus clientes—. Pero sigo desconfiando de él.
— ¿Por lo que me dijiste del bar? Creo que no viste bien.
Ron frunció los labios, esa mañana ya le había contado a Harry la escena que le tocó presenciar pero su amigo no le dio importancia.
— De acuerdo, no insisto más, pero mañana te irás conmigo y con Draco a la playa.
— Creí que habías dicho que irían solos.
— Era el plan, pero esta mañana le llamé para informarle que irías con nosotros y no tiene ningún inconveniente.
Harry le miró incrédulo pero no protestó, después de todo también tenía deseos de salir a divertirse, y era muy complicado que ambos tuvieran libre el fin de semana al mismo tiempo.
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Esa noche, después de que Ron se marchara literalmente obligado y amenazado por Harry, éste se sentó en la mesa donde Severus le esperaba bebiendo su café.
— Lamento la actitud de mi amigo. —se disculpó Harry cuando finalmente se quedaron a solas—. Es algo desconfiado.
— Típico de un Weasley.
— ¿Lo conoces?
— No, sólo adivinaba. —respondió sonriendo e inclinándose un poco sobre la mesa para mirar fijamente a Harry—. ¿Cuándo vas a aceptar que salgamos a otro lado? Esta cafetería no es demasiado romántica.
— Pronto, lo prometo ¿y a dónde me llevarías?
— Conozco sitios magníficos que quisiera compartir contigo… un pequeño paso antes de compartirte mi vida para siempre.
— ¿Vas un poco rápido, no? —cuestionó sonrojado.
— Por el contrario, sólo porque eres especial para mí es que aún no estás en mi cama.
La sonrisa de Harry se tornó nerviosa, el hombre le atraía mucho, eso era innegable, pero nunca se imaginó que tan pronto estuvieran hablando de sexo. Recordó que Draco se burlaba de él por eso, le advertía que actuar tan puritano sólo lo llevaría al altar en calidad de San Potter, no para casarse, que era lo que el de ojos verdes soñaba.
Las luces se apagaron dejando encendidas sólo unas pequeñas lámparas de emergencia, Harry se dio cuenta que Severus ya no estaba frente a él, no había notado cuando desapareció. En ese mismo instante sonó una suave música y al girarse vio a su acompañante regresado de la consola extendiendo su mano hacia él.
— ¿Bailamos?
Harry volvió a sonreír mientras tomaba la mano del ojinegro. Su corazón nunca latió tan rápido como en el momento en que Severus Snape le rodeó por la cintura para pegarlo a su cuerpo y guiarlo en el baile con suavidad.
No importaba estar en una precaria cafetería, para Harry Potter aquello era lo más romántico que le había tocado vivir. Botó al aire sus temores y recargó su cabeza en el pecho de Severus.
Al terminar la melodía, Harry sintió el rostro de Snape buscando el suyo, no pudo contener un jadeo de excitación que terminó ahogado cuando se besaron por primera vez. Nunca antes le habían besado de esa forma, su alma se derretía en los brazos de ese hombre y Harry se convenció de que esa noche no la olvidaría hasta el último día de su vida.
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Por la mañana Harry bajó corriendo la escalera de la casa de huéspedes dónde vivía, ya Draco estaba tocando desesperado el claxon de su deportivo. Pero cuando abrió la puerta, sin saber de dónde apareció, chocó contra Severus.
— ¡Hola, buen día! —le saludó alegre pero enseguida dejó de sonreír—. ¿Cómo supiste dónde vivo?
— Yo sé todo de ti, Harry Potter.
Harry no sabía qué decir, el tono en la voz de Severus era diferente, la seducción había desaparecido para dar paso a una sensación amenazante, por primera vez sintió que tenía que tener cuidado con él.
— Escucha, ahora tengo que irme pero hablaremos a nuestro regreso ¿de acuerdo?
— No irás a ningún lado. —siseó firmemente.
— Me esperan mis amigos, iremos a la playa. Disculpa que no te invite pero no creo que se sientan cómodos.
— He dicho que no vas.
Harry frunció los labios, no le gustaba nada ese cambio de actitud, pero aún así quiso darle una oportunidad y respiró hondo con la intención de relajarse.
— Severus, anoche la pasamos genial, fue una velada inolvidable y quisiera repetirla pronto pero…
— Deja de charlar y regresa a tu casa de inmediato.
— ¡Ya basta! ¿Qué pasa contigo? Tengo planes con mis amigos y no lo vas a cambiar por un simple capricho.
— No me importan tus amigos, pero mira bien ese coche.
Harry obedeció. Draco esperaba en el convertible sin disimular su impaciencia. A su lado Ron observaba la escena de lejos, parecía estar a punto de salir en su ayuda. Lo extraño estuvo en el asiento trasero donde aguardaba un joven rubio muy bien parecido.
— ¿Y qué con él?
— Quieren presentártelo, obviamente eso no puedo permitirlo.
— ¿Y quién te crees para imponerte? Si ellos quieren que conozca a su amigo entonces lo haré, no pasa nada.
— Harry, ya hemos perdido mucho tiempo, vendrás conmigo o con nadie.
Snape sujetó a Harry del brazo pero éste se zafó de inmediato olvidándose ya de toda cortesía.
— ¡Hey! ¡¿qué demonios te sucede?! —le reclamó furioso—. ¡No te atrevas a volver a ponerme una mano encima!
— ¡Eres mío, y yo no comparto! —exclamó con los dientes apretados.
— Snape, no sé si estés acostumbrado a comprar a las personas, pero conmigo te has equivocado. Me agradabas pero esto se acabó, te prohíbo que vuelvas a buscarme jamás.
Después de decir eso, Harry casi corrió hacia el coche justo a tiempo de impedir que Ron saliera de él para defenderlo. Y ya a bordo, se alejaron hacia su paseo en la playa.
Severus les vio desaparecer por la avenida, durante unos segundos su expresión fue de inconformidad, pero después una emocionada sonrisa brotó en sus labios.
“Siempre me ha gustado tu rebeldía, mi Harry” Se dijo mientras hacía de lado su disgusto por haber sido abandonado ahí, lo importante es que por fin lo había encontrado, y sería suyo por siempre.
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Última edición por Araleh Snape el Sáb Nov 24, 2012 11:32 pm, editado 2 veces | |
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