Araleh Snape
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| Tema: Mientras duermes Miér Jun 01, 2011 10:06 pm | |
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Resumen: Un pequeño relato donde uno de los protagonistas nos deja entrever la relación que lleva con su pareja y qué tan feliz está en ella. Advertencias: Ninguna Disclaimer: Ninguno de los personajes de Harry Potter me pertenece. Beta: Ross Potter
MIENTRAS DUERMES…
Anocheció hace unas cinco horas, las luces de nuestro hogar ya se encuentran apagadas, brindándonos la oscuridad necesaria para descansar, nuestra habitación es espaciosa, con techos altos y muros en color blanco con una cenefa de arabescos en negro, la cama situada hacia la pared más extensa contraria a la chimenea y una pequeña salita, es de un tamaño semidoble, recuerdo que cuando la compraste y te dije que era muy pequeña tu respuesta fue que deseabas tenerme muy cerca a ti todas las noches y sí que lo cumpliste en los primeros meses, parecías pegado a mí, incluso dormías abrazándome, yo tenía que separarme un poco para poder respirar con normalidad, este último mes, aunque ves que estoy despierto me das la espalda y te dispones a dormir y ahora hace apenas unos 30 minutos que has empezado a roncar suavemente.
¿Por qué han cambiado tanto las cosas? ¿Por qué ya no me abrazas? ¿Por qué siento que ya no me amas?
Al ser verano, dejamos las ventanas entre abiertas, que están cubiertas con una cortina de velo, para dejar que la suave brisa refresque la habitación. La luz del exterior penetra con cierta fuerza, iluminando lo suficiente como para ver lo que me rodea, el viento mueve las cortinas, las sombras crean figuras fantasmagóricas, todo está en silencio, me acomodo en la cama intentando conciliar el sueño que sé no va a llegar pronto, suspiro, me siento ahogado, cansado y con el corazón achicharrado.
Vienen a mi mente numerosas vivencias contigo, cosas que nunca antes había sentido o vivido con nadie, por ejemplo, cuando me pediste que me casara contigo o como cuando nos besamos por primera vez, tan surreal, tan mágico, tan perfecto, cual obra de arte de Dalí, sin principio ni final, sin necesidad de comprender lo que sucedía, porque todo era caos, porque todo era incongruente, pero me sentía feliz de verme rodeado de amor, cariño, como una gama de colores cual obra de Miró.
¿Qué ha cambiado desde entonces? ¿Qué ha cambiado en nosotros? ¿Qué nos pasó?
Quien me escuchara podría pensar que lo mío es una pataleta de niño malcriado, que soy tan inmaduro que no visualizo una relación duradera y dentro de cierta cotidianidad, pero estoy seguro que no es sólo eso, no, no lo es, esta soledad que me inunda no puede ser sólo capricho y tus respuestas hirientes y menospreciativas no son puro invento mío.
Suspiro de nuevo, te miro y giro mi cuerpo para quedar totalmente de frente a ti y te observo, te observo mientras duermes…
Mientras duermes, miro tus labios, rosados, deliciosamente definidos y que ahora están entrecerrados moviéndose suaves al vaivén hipnotizante de tu pausada respiración, me maravillo de su asombrosa sincronización. Miro tus ojos cerrados extraviados en los dominios del dios Morfeo, veo tus hermosas pestañas, largas, onduladas… ¡realmente hermosas!… observo los movimientos oculares a través de tus párpados, sin ningún orden y con aparente libertad, alimentando maquiavélicamente mis dudas, intensificando astutamente el miedo, preguntándome por milésima vez si soy yo el único que llena tus pensamientos, si es en mí en quien piensas y si es en ellos, como me dices muchas veces despierto, soy tu vida y, sobretodo, soy yo a quien amas.
Suspiro, suspiro para encontrar cierto consuelo para mi mente, para mi pecho… consuelo que no llega.
Cierro mis ojos porque quiero empezar a dormir, quiero ser yo quien esté perdido en la inconsciencia de la realidad, viviendo un mundo maravilloso y perfecto, sin estar sintiendo toda esta angustia y desazón.
Intento de todo, cuento ovejas, bebo leche tibia, hago ejercicios respiratorios, de relajación y hasta trato con el mantra de “tengo sueño”, intento con agua de canela, con agua de manzanilla y con leche con miel, sin embargo, todo es inútil, completamente vano y con lo que creo que terminaré es con una larga visita al baño. El insomnio ataca esta noche con crudeza y con certeza y el demonio que llena mis pensamientos y ensombrece mi alma se alimenta con alborozo de mi dolor y mi tristeza ¡maldito seas!
Después de mi fútil intento por dormir, mis sentidos vuelven a centrarse en ti y empiezo de nuevo mi ritual, otra vez me pierdo en tus labios apetecidos y adorados, en tus ojos misteriosos y poderosos, observo tu cabello que es un completo desorden, tan diferente en el día, cuando está prolijamente arreglado; ¡Dios! Cómo adoro enterrar mis dedos en ellos, lo siento tan íntimo y te siento tan mío y, me encanta repetirlo varias veces por el sencillo regodeo de saberme el único poseedor de semejante placer. Además que verte casi ronronear de placer es total y absolutamente encantador y excitante.
Eres adictivo
Te mueves… Giras… Me das tu espalda y te miro y me siento tan nocivamente pequeño junto a ti y sé que no sólo es porque seas más grande que yo.
¡Maldito demonio!
Extiendes tus brazos hasta casi pegarme con tu codo, me quedo inmóvil y te quedas inmóvil, hasta el punto en que me es difícil percibir tu respiración. Recuerdo los primeros días cuando me asustaba el hecho de no escucharte respirar, ti, recuerdo que debía poner todos mis sentidos enfocados en ti para poder notar si seguías inhalando y exhalando con normalidad, era increíble lo totalmente silencioso que eres capaz de realizarlo, es igual a como cuando estás despierto, silencioso y letal, no únicamente por lo que eres capaz de hacer consciente, sino también en tu inconsciencia, tienes el poder de hacerme trizas o de ponerme en un pedestal con un mínimo gesto, eres fuerte con tu cuerpo y con tu corazón, decidido, orgulloso, inteligente e increíblemente perceptivo, puedes leerme como a un libro abierto por más que yo quiera cerrar mis páginas. Irónico que diga que eso amo de ti porque es lo mismo que a veces odio tanto, porque sabes qué y cómo decirme las cosas para salir siempre triunfante…
Ah, sí!...
Triunfante y sonriente.
¿Te das cuenta que siempre soy yo quien tiene la culpa de todo? ¿Te das cuenta que siempre soy quien cometió el error? Amor, Si no soy perfecto, ¿Por qué me amas?
Te mueves de nuevo y otra vez quedas de frente a mí, agarro un pequeño mechón de tu pelo, esta tan suavecito que me sorprende como puedes lograr esa textura con todas tus actividades. El aire tibio de tu respiración golpea mi cara y aparece el deseo por besarte, tu aliento a menta se hace de mi apetito por tus besos sea más intenso y, sin embargo, no me atrevo, temo por tu respuesta porque esta noche ha sido como las que últimamente se han vuelto habituales entre nosotros, discutimos y vamos a la cama enojados, tú sintiéndote incómodo por mis “caprichos” y yo, con el corazón henchido de dolor y con palabras silenciosas que han quedado atoradas en algún rincón entre mi garganta y mi boca…
Ahora recuerdo que en alguna parte leí que para tener un buen matrimonio no era bueno ir a la cama enojados… bfff, también recuerdo que le dije a uno de mis amigos que tu y yo estábamos enojados y me contestó “Pero si sólo llevan un año de casados”. Ahora pienso, ¿será que nuestro matrimonio estaba destinado a no ser? ¿Será que nosotros impusimos un destino que no estaba escrito? ¿Será que yo no estaba destinado a ti? ¿Será que tú no estabas destinado para mí?
Lloro… una vez más lloro y lo hago tranquilo sabiendo que no me escucharas y que tengo la libertad de observarte, sintiendome cansado, triste y con el peso abrumador de la soledad. Me desahogo, siento el nudo en mi garganta que me asfixia, siento como mojo la almohada y deseo parar pero me es tan difícil…
Amor… ¿Acaso no soy feliz contigo? ¿Acaso no te amo como creo que lo hago? ¿Acaso es mentira toda esa felicidad que me haces sentir cuando me consientes? ¿Acaso me miento a mi mismo cuando me abrazas y pienso que es ahí, entre tus brazos, cuando me siento en mi hogar?
Me siento perdido, confundido… no sé lo que siento, sé que te amo, pero, ¿Te amo?
Recuerdo mis intentos de hablarte, contarte lo que tantas veces me preguntas… ¿Qué piensas?... pero también recuerdo lo aplastante de tu mirada diciéndome, cuidado con lo que dices y haciéndome creer en la insignificancia de mis sentimientos y a pesar de que sé que no es íntegramente mi culpa, todo queda reducido a la pobreza de mis fortalezas y al poder opresor de tu sonrisa que como idiota sigo dejando que me encandile… ¿por qué? ¿Por qué si sé que no soy yo el único que es culpable?
Triunfante y sonriente.
Maldita tu sonrisa y maldita mi cobardía…
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