Edito mi propio comentario porque a las 3 de la mañana ya no tenia yo la cabeza para muchas cosas, Ali, muchas gracias por no enfadarte conmigo que tengo la sensacion de que soy un dolor de cabeza de agarrate y no te menees ^^
Resumen: Harry comparte una ficción con alguien al que no ama, pero un incidente mas complicado de lo que parecía en un principio revelará un secreto que le devolverá la vida, una vida real.
Disclaimer: todo esto pertenece a J.K. Rowling y yo no me lucro de nada ^^
Pareja principal: snarry, aun que tengo que decir que en este primer cap Harry es pareja de otro mago, pero que duran nah y menos ^^
De momento no hay lemmon, pero llegará jur jur jur.
Dedicado a tod@s l@s mazmorristas, y feliz cumpleaños Sev!!!!!Mi primer badfic.
Este en concreto girara al rededor de la impresionante discografia de la banda neoyorquina INTERPOL
Os dejo el link de la cancion que inspira ete pirmer cap: NARC
https://www.youtube.com/watch?v=AgKMRbbuE_ky la letra:
http://www.azlyrics.com/lyrics/interpol/narc.htmlINTERPOL
Capitulo 1: NarcLa noche anterior había caído una fuerte nevada. El cementerio de Spinners End estaba bañado en blanco, pequeños carámbanos colgaban peligrosamente en las farolas. Un vaho denso y caliente salía de su boca a intervalos regulares, pero su indomable pelo parecía escarchado. Mantenía un paso brioso ya que sus articulaciones amenazaban con congelarse instantáneamente si no hacía circular su sangre.
Camino entre las hileras de lápidas y altos cipreses, no se cruzó con alma viviente y por fin llegó. Una placa rectangular de mármol negro que no sobresalía más de cinco centímetros.
En memoria de Severus Snape
9 de Enero de 1960 – 3 de Mayo de 1998
Odiado profesor, doble espía y noble protector
Harry Potter había adquirido la insana costumbre de visitar su tumba todos sus cumpleaños. En realidad no sabía bien porque lo hacía, pero el instinto era más fuerte. Debajo de la fría piedra no había ningún cuerpo, solo habían encontrado cenizas donde Harry dejó el maltrecho cadáver de su ex profesor. Cenizas que una detestable corriente de aire hizo desaparecer, dejando solo una extraña silueta negra en los tablones de madera. La eterna sombra del Sr. Snape. Por eso la placa era conmemorativa, porque bajo sus pies no había más que tierra, raíces y lombrices.
Harry no pronunció ni una sola palabra, sólo permaneció allí hasta que sus pies parecían haberse pegado al suelo y sus manos estaban tan entumecidas que ni las sentía. Volvió sobre sus pasos y fue borrando sus propias huellas con un sencillo hechizo sin varita.
Este es el último año que vengo, y esta vez, va enserio. Llevo cinco años honrando su memoria, pero ya es hora de que me olvide de usted. De ti, Severus.
Llegó a la cancela tiritando y con los sentidos entumecidos, sumido en pensamientos fríos, recordando todo el desprecio y todas las afrentas, intentando convencerse de que por fin el dolor pasaría pronto. Volvió la cabeza rápidamente sin encontrar a nadie. Sus sentidos ahora más despiertos le traicionaron, le había parecido oír pasos tras él, por un momento sus fosas nasales se llenaron de su aroma.
Harry James Potter, ya basta. El nunca volverá. Es imposible que esté detrás de ti, cubriendo tus espaldas como siempre. Maldito nueve de Enero.Se apareció en un callejón del centro de Londres y entró en el primer bar que encontró. Pidió una copa que vació rápidamente, en parte para entrar en calor, en parte para perder ese punto de conciencia que le carcomía por dentro. No fue la única que bebió es noche.
Pidió un taxi que le llevó hasta Charing Cross Road, pagó al conductor y salió del coche con toda la dignidad que pudo. Cuando entró en el Caldero Chorreante, la atmósfera era asfixiante, incluso para ser martes. Grupos de magos y brujas cenaban y bebían comentando sus andanzas diarias. Harry saludó distraídamente a Neville y se inclinó levemente en deferencia a Hannah. Ordenó un whisky de fuego y se refugió en un oscuro rincón.
Levantó varias veces la mirada, inquieto, sentía un opresivo escrutinio procedente de algún lugar de la sala, pero no podía identificar de quien. Según pasaba el tiempo el pub se fue vaciando, hasta que sólo quedo él.
-Harry, tenemos habitaciones libres, si quieres le digo a Hannah que te prepare una y pasas la noche aquí. Puedes avisar a Oliver desde la chimenea, seguro que aun está esperándote.
Harry tragó duro, miró su reloj. Se había hecho bastante tarde, pero sabía que Oliver no estaría nada contento con que pasara la noche fuera.
-Eres muy amable Neville, pero creo que me iré a casa. ¿Podría utilizar vuestra red flu para llegar a casa?
-Por supuesto.
Harry se llevó el vaso a los labios y apuró su bebida. Tambaleándose llegó hasta la enorme chimenea y se apoyó un momento en el poyete para no caer y en ese momento no hubo duda. Estaba ahí de pie, frente a él. Con el pelo corto. Había algo raro, tenía la nariz más pequeña, los dientes rectos y blancos. Su tez seguía siendo blanca, pero ya no era cetrina, pero sus ojos seguían siendo los mismos. Esa mirada intensa, dos profundos azabaches, impenetrables, insondables pero frágiles.
Harry se quedó en shock, todo esto era un sueño. No podía ser real. Sacudió con violencia la cabeza y cuando fue capaz de volver a fijar su ebria mirada ya no estaba. Reprimió una arcada y se introdujo en la chimenea tomando un puñado de polvos, los lanzó con rabia y giró incontables veces hasta aterrizar de rodillas en la chimenea de su piso.
Milagrosamente le dio tiempo a coger la cecicera que descansaba en una esquina de la chimenea y vació su estomago más que revuelto en ella. Toda la habitación daba vueltas, no era capaz de distinguir nítidamente los colores ni las formas. Pero sí podía sentir la mirada de reproche.
Podía sentir la violencia, la rabia y la decepción en esos ojos pardos. Oliver Wood estaba sentado, con una posición forzada y rígida, sólo podía pensar en lo enfadado que estaba con su novio, si es que se podía llamar así a una pareja con la que sólo compartes residencia y sexo. Entre ellos no había confianza, no compartían confidencias, ni viajes, si anécdotas, nada. Wood aprendió rápidamente que si quería estar cerca de Harry tendría que ser como el moreno quisiera. Sin presiones, sin ataduras, pero no podía estar sin él. En más de una ocasión Oliver había intentado pasar más de un día sin verlo, pero la pena y el dolor de estar separados era más fuerte, por no mencionar el acoso obsesivo que brotaba de Potter cuando eso sucedía. Era capaz de hacer peligrar su trabajo como auror para acosarlo hasta que volvía a casa. Pasaban dos meses prácticamente irreales y volvían a su relación imaginaria. Pero el ahora capitán de los Puddelmere está en el límite y está enamorado.
Todos los nueves de Enero esperaba pacientemente a Harry, pero no podía reprimir esa locura que se apoderaba de él cuando el reloj marcaba más de las tres de la mañana. No entendía por qué ese día en concreto, no podía saber. Era un hecho inexplicable para él, desde hacía tres años, el maldito nueve de Enero Harry bebía hasta perder el sentido. Pero eso no era lo peor, las siguientes tres semanas, hasta que no terminaba Enero, Harry siempre estaba de un humor de perros. No podía acercarse lo más mínimo a él y el mutismo era total, para como ave fénix resurgir de sus cenizas en Febrero.
Contempló la maltrecha figura de su compañero, tendido precariamente con los pies aun dentro de la chimenea, restos de repugnante vomito se escurrían aun por su mentón. Se puso en pie y marcando bien sus pasos, sin decir palabra, se encaminó a su dormitorio.
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Harry despertó en el frio suelo del baño, su cuerpo crujió cuando cambio su postura y lentamente se fue poniendo de pie. Se acercó despacio hasta el lavabo y abrió el grifo del agua fría. Hizo cuenco con sus manos y llevó sus manos a su cara y su nuca. Chorreando y con el sabor de la bilis aun en el paladar se enfrentó a su reflejo. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, esa versión de él estaba justo detrás. Cuando se volvió no había nadie. Pero el baño olía a esa perfecta mezcla de incienso, ámbar y manzana. Tanteo todo el baño en busca de su tacto, escondido por un hechizo o una capa, algo que lo alejaba de él. Se metió en la bañera, comprobó la ventana y la puerta, detrás del lavabo y al lado del armario, pero estaba solo. Solo en ese frío y blanco baño.
No sabía si las vueltas eran producidas por la bebida o por la alucinación, pero sus pies bailaban el vals en una dirección y su cabeza en la contraria. Tuvo que vaciar su estomago una vez más. Con mano torpe cepilló sus dientes y se deshizo de su ropa, que abandonó a su suerte en el camino entre el baño y el dormitorio.
Vio un montículo cubierto hasta la nuca, pero no fue consciente del ligero temblor de este. Se introdujo lo más silenciosamente posible dada su situación, en el lecho arropándose hasta la cara, sin querer pensar en ese reflejo extraño pero familiar. Dos ríos de lagrimas caían desconsoladamente empapando la almohada compañera a la
suya, hasta formar la sombra de un lago triste y salado.
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La mañana llegó inexorablemente y la resaca de Harry era potente, inclemente. Su cabeza zumbaba a cada ligero movimiento y la sensibilidad a la luz era insoportable. Todo su cuerpo parecía aullar de dolor, todo él queriendo explotar. Sabía que estaba solo en casa. Oliver comenzaba el entrenamiento una hora antes que ningún otro integrante del equipo y terminaba una hora más tarde. Oli jamás pondría en peligro su trabajo como capitán y buscador, sin embargo él llegaba más de una hora tarde a la central de aurores, pero no podía hacer nada por moverse más rápido, su cuerpo no parecía reaccionar y su mente estaba aun sumida en esa espiral malsana de dudas e intrigas. Su corazón se había llenado de preguntas irresolubles.
Conjuró pergamino y pluma y escribió una rápida nota explicando a su superior que hoy le sería imposible presentarse en la oficina, que se sentía indispuesto. Llamó con voz trémula a Prince, un fabuloso búho real que recogió el mensaje y salió disparado hacia el ministerio de magia.
Intentó volver a dormir, hallar ese ansiado descanso para corazón, cuerpo y mente, sin embargo no era este su destino. Solo podía darle vueltas a ese sentimiento extraño anidado en un corazón y esa imagen difusa que paseaba por su mente, mientras intentaba que su cuerpo no reaccionase a ese anhelo.
Salió de la cama varias horas después, se le erizó toda la piel al sentir el ambiente frío contra su cuerpo. Arrastró los pies hasta la puerta del baño y abrió el grifo de agua caliente. Mientras esperaba a que el agua saliese a la máxima temperatura se quitó los calcetines, la camiseta interior y los calzoncillos y colocó el tapón en el desagüe. Se cepilló los dientes e impaciente conjuró el resto del agua suficiente para llenar la bañera, la calentó hasta que todo el baño se llenó de blanco vaho.
Toda su piel enrojeció al instante, reaccionando al hirviente líquido. No sabía porqué pero necesitaba limpiarse. Quitarse esa sensación de impureza. Todo su cuerpo suplicando por librarse de ese estigma, de esa ficticia infidelidad. No podía hacerle eso a Oliver. Él, que siempre había estado a su lado, colmándolo de cariño, sin exigir nada a cambio. Respetándolo, incluso en sus peores momentos, acompañándolo.
Se sumergió por completo, su grito quedo ahogado y un torrente de burbujas salió a la superficie. Aguantó todo lo que pudo bajo el agua, hasta que tuvo que emerger y toser con todas sus fuerzas, expulsando el agua que se había colado por su nariz. Su cuerpo comenzó a convulsionar incontrolablemente y las lágrimas fluyeron hasta
juntarse con el agua.
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Había perdido el sentido del tiempo. El agua estaba ya fría, se apresuró a salir de la bañera alertado por el ruido de la puerta de entrada.
-¿Harry?
-Estoy en el baño. Dame un minuto, ahora mismo salgo.
Normalmente Oliver intentaba siempre mantener las distancias los siguientes días después del nueve de Enero, Wood no sabía la razón del extraño comportamiento, pero lo respetaba. El perfecto Oliver Wood, todo sería más fácil si…
-Harry, tenemos que hablar.
-Mira Oliver, no estoy de hum…
-Tú nunca estás de humor y yo estoy más que harto. Harto de aguantar tus cambios de humor. Harto de que el peso de esta relación sólo esté sobre mis hombros. Harry James Potter, has tenido muchas oportunidades para darte cuenta de todo lo que tienes, pero la culpa es mía. Mía, porque siempre te he dejado volver a mí, pero ya no puedo más. Mañana pasaré a por mis cosas, así que búscate algo que hacer entre las tres y las cinco de la tarde. No quiero verte. No quiero tus suplicas ni tus lágrimas. No me busques, no me sigas, porque Harry, esta relación ha terminado.
Estaba en shock. Esta situación era tan inesperada como la primera vez que sus labios se tocaron, hacia ya tantos años. Sus manos temblaban, estaba asustado. Oliver respiró profundamente y más calmado continuó.
-Harry, no sé qué pasó el nueve de Enero, pero esto no puede seguir, tienes que resolverlo. Lo nuestro no puede funcionar. Harry, yo te amo, pero es más que obvio que tú a mí no. Sí, me quieres, me tienes cariño, pero no es suficiente, ya no. Esto no es bueno para ninguno de los dos. Busca ayuda y resuélvelo. Piensas que no eres digno de encontrar la felicidad y no entiendo porqué. Todas las veces que he intentado ayudarte han sido en vano, te cierras en banda, pero es innegable que la necesitas. Mereces ser feliz, Harry, aunque no sea conmigo.
Cuando el auror levantó la cabeza sólo encontró el reflejo del devastado corazón de Wood en sus ojos. Llenos de lágrimas y esquivando su mirada. Cómo era posible que le amase hasta ese punto, hasta sacrificar su felicidad por él, por la suya.
-Oliver, por favor, mírame.- Le cogió del mentón y guió su mirada hasta que encontró sus temblorosos ojos verdes. –No puedes hacernos esto. Yo… yo te quiero.
-No, Harry. Esto solo nos está quitando tiempo y oportunidades de ser realmente felices. De encontrar a nuestras almas gemelas. De que encuentres tu alma gemela.
-Pero…
-Harry no lo hagas más difícil, ¿de acuerdo?
Sin decir una palabra más se encaminó hacia la chimenea, cogió un puñado de polvos y susurró su destino. Cuando Harry quiso reaccionar fue demasiado tarde. Corrió tras él pero sólo llegó a ver el fogonazo de luz verde.
Cerró los ojos, los cerró tan fuerte que pequeñas figuras de luz se formaban en el interior de sus parpados, intentando borrar esos últimos cinco minutos de su vida. Intentando que todo fuera un mal sueño del que despertaría sobresaltado y bañado en sudor, pero no fue así. Cuando abrió los ojos volvió a ver esa imagen de él,
que no era él.
Salió a la calle, todo estaba sumido en una cortina de fina lluvia. La sudadera gris pronto se le pego al cuerpo y sus zapatillas se calaron por dentro, pero no tenía frio. No sentía nada, no podía. Se negaba a sí mismo el
experimentar cualquier tipo de emoción.
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La noche era cerrada cuando volvió a su apartamento. Estaba frío, todo parecía irreal. Borrones de una fantasía, esbozos de una vida que no era la suya.
Esa noche no durmió y cuando, a la mañana siguiente, el espejo le devolvió su reflejo se vio la mirada. Unas profundas ojeras parecían invadir todo su semblante, incluso sus labios habían perdido el tono cereza para mutar un violeta intenso, parecía un cadáver. Después de darse una frugal ducha tomó un café bien cargado y se fue a trabajar.
En la central de aurores no tuvo que dar ninguna explicación de por qué el día anterior que había ausentado. Todo apuntaba a que realmente había estado enfermo, además, había perdido el apetito.
-Potter, no tiene buen aspecto. ¿Por qué no vuelve a su casa y descansa un par de días más? No hay mucho trabajo últimamente. Tómese unas vacaciones si lo prefiere.
-Muchas gracias, Sr. McKeane, pero no es necesario.
En ese momento entró un memorando interdepartamental.
-Además acaba de llegar un nuevo caso.- Harry cogió el avión de pergamino y lo leyó rápidamente. –Parece que el departamento de seguridad para la cooperación entre el ministerio y el gobierno muggle necesitan un agente para una operación encubierta.
El jefe de los aurores aun era reticente a que Harry trabajase teniendo ese aspecto, pero el chico recibió el aviso con entusiasmo y no pudo negarse.
-Está bien Potter, pero haga algo con ese aspecto, si no los muggles pensarán que necesitan protección de usted.
Instintivamente llevó sus manos hacia su rostro. Los ojos hundidos, realzando sus altos pómulos. Los labios cuarteados.
-Por supuesto, no se preocupe señor.
Salió como una flecha hacia los vestuarios, no podía presentarse con el uniforme de auror en la dirección que le habían mandado. Se cambio de ropa y se lanzó un glamour para solventar el problema de su macilento rostro. Antes de abandonar el ministerio paso por el despacho del Sr. McKeane, no porque necesitase su aprobación, pero no quería preocupar más a su superior.
Después de intercambiar algunas palabras con su jefe, Harry se animó. Al menos tenía algo que le mantendría ocupado buena parte de la tarde.
Al menos puedo complacer tu último deseo Oli.&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&
Cuando llegó a la estación de Wembley Central, sabía perfectamente quién era el enlace, un tipo alto con gabardina y sombreo de ala ancha, gafas de pasta y periódico bajo el brazo.
-Buenas tardes.
-¿El Sr. Potter?
-Así es.
-Sígame.
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El caso parecía bastante sencillo. Harry daba vueltas distraído a su té, mientras revisaba las premisas de su nuevo caso. Un muggle había presenciado un duelo de entrenamiento entre dos magos negligentes que no habían tomado las precauciones pertinentes. No era un gran problema, pero al muggle le había dado por esconderse y se dedicaba a publicar en páginas de internet lo que había presenciado. No es que tuviera mucha repercusión, pero el gobierno inglés no estaba dispuesto a correr riesgos. Básicamente Harry tenía que rastrear a los magos e interrogarlos por si podían dar alguna descripción del muggle y así intentar identificarlo. Sin olvidar la sanción por utilizar la magia frente a un muggle.
Encontrarlos no fue demasiado difícil. El reporte fue sencillo. Habían escogido un bosque a las afueras de Wedmore, para practicar un poco mientras compartían una botella de licor de dragón, con la mala suerte de que un explorador muggle los había pillado in fraganti, el sujeto en cuestión había echado a correr hasta que los dejó atrás y se perdieron. Al no haberle alcanzado, no pudieron modificar su memoria.
Ambos recordaban vagamente al muggle, pero sus descripciones coincidían. Varón, de unos treinta años, rubio, con los ojos verde intenso, parecido a los suyos, el pelo largo y rizado por las puntas. No vieron tatuajes, pendientes ni nada significativo en su ropa, toda ella preparada para una expedición por el bosque. Una mochila con varios bolsillos, una cantimplora y una gorra colgadas de correas que salían a ambos lados del petate, sin ninguna insignia que diera más pistas sobre él. No tenía mucho con lo que trabajar, por lo que inició el trabajo de campo.
Llegó a Wedmore el siguiente lunes y recorrió las cafeterías, los hostales, las posadas y los comercios. La mayoría de los habitantes coincidían en que por allí pasaban muchísimos exploradores y turistas, sin embargo Alexandra si fue de más ayuda. Aparte de soportar más de media hora el coqueteo, pudo averiguar que un tipo con esas características se alojó en su posada en la habitación 121. Se acordaba de el porqué cuando llegó era de noche cerrada y el tipo tenía una expresión extraña. Pegunto si tenían conexión a internet y algún ordenador que pudiera utilizar. Mientras ella le registraba él no hacía más que murmurar, algo que a Alexandra le pareció algo más que raro.
Harry no solía valerse de su físico para nada, no comprendía que pudiera parecerle atractivo a otras personas, pero en este caso hizo una excepción. Mostró su mejor sonrisa pero endureció su mirada, haciéndola más intensa y así fue como consiguió la ficha de registro de Andou Laboureau. De origen suizo, sólo usó la habitación una noche y no había registro de llamadas. Pagó la habitación en efectivo y no hizo uso de ningún extra como desayuno o servicio de habitaciones. Decidió pasar la noche allí, no tenía fuerzas para aparecerse después de un día tan largo. Alexandra le ofreció la misma habitación, Harry no la rechazó, igual una vez dentro podría encontrar algo. Cuál fue su desilusión al hallar el dormitorio perfectamente limpio.
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A la mañana siguiente Harry dio una última vuelta por el pueblo, no esperaba encontrar nada, pero no perdía nada al intentarlo. Caminando llegó hasta el bosque donde había ocurrido el incidente, encontró la botella de licor de dragón y siguió las pisadas profundas de tres pares de zapatos distintos. Unas desaparecían hacia la izquierda, mientras que las otras dos comenzaban a trazar circunferencias en torno a un grupo de arboles. Estaba claro que durante unos minutos consiguieron seguirle, pero su estado de embriaguez resultó mayor. Decidió seguir las huellas del muggle, que le condujeron hasta la salida del bosque que daba a la carretera de acceso al pueblo. No había ningún rastro que perteneciera al Sr. Laboureau. Volvió a internarse en el bosque y desapareció.
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Ya en Londres, Harry se encaminó hacia la oficina central de la policía. Dio el reporte preliminar de la investigación obteniendo permiso para viajar hasta Siuza a interrogar a Laboureau y en caso de ser necesario, intervenir en sus recuerdos.
Tenía el viaje previsto para dentro de dos días así que no tuvo más remedio que enfrentarse una vez más a su apartamento. Tenía correo atrasado y se puso manos a la obra. Envió el mismo reporte al ministerio, informando también de su inminente viaje al extranjero para obtener el permiso de aparición internacional y pidiendo un enlace con el ministerio suizo, al igual que le habían dado enlace con la policía muggle en Berna.
El siguiente día lo pasó rellenando formularios y ultimando los detalles de su viaje, obteniendo licencias y practicando lago de francés, aunque le dijeron que no tendría problemas con el idioma, ya que la mayoría de los suizos hablan perfectamente inglés. La noche la dedicó a hacer la maleta y repasar todo lo que tenía que llevar. Los viajes lo ponían bastante nervioso y su estómago decidió revolverse, así que se fue a la cama con hambre y una sensación extraña. Le dolía la cabeza y después de dos horas sin encontrar a Morfeo fue al baño y se tomó una poción para dormir. A mitad de la noche unas fuertes nauseas lo hicieron despertarse.
Maldita poción, debí tomármela con algo en el estómago, echo de menos a Poppy. Después de vaciar el escaso contenido de su estómago se lavó los dientes y volvió a la cama, por lo menos el dolor de cabeza había desaparecido.
Despertó con buen ánimo y el estómago rugiente. Desayunó bien, pero pensando en que tendría que hacer una aparición de larga distancia sólo tomo dos tostadas.
Llegó a la central, se despidió de su jefe y fue al punto de aparición internacional. Cuando llegó al ministerio suizo había un hombre alto, bien formado pero con semblante triste que miraba su reloj impaciente.
-Ah! Ya está usted aquí, Señog Potteg.
El marcado acento francés hizo chirriar los oídos de Harry.
-Buenas tardes.
-Soy Jules Drovillon, segué su enlace y compañego mientgas haga su investigación en Suiza. Espego que haya tenido una buena apaguición.
-Con los canales establecidos es mucho más fácil.
-Nunca he guealizado una apaguición tal lagga. Debe estag usted cansado. Sígame, le mostgagué el despacho que usagá estos días, puede descansag un gato.
-Muy amable por su parte, pero con un café bien cargado será suficiente, después podremos ponernos en marcha.
Llegaron a un hall bien iluminado y con ventanas abatibles. El paisaje era precioso. Harry tenía la sensación de estar en algún lugar recóndito, rodeados de una gran extensión verde con montañas escarpadas y coronadas de nieve.
-Lo lamento Sg. Potteg, son ventanas encantadas. Cgeo guecogdag que en el ministeguio de Londgues es igual, pego en este caso no estamos bajo tiega, sólo que nosotgos tenemos la posibilidad de cambiag el paisaje a nuestgo antojo y los muggles tienen que confogmagse con las moles de cemento, ¡he he!.
Un fornido pelirrojo con ojos grises del dio alcance a mitad del pasillo.
-Jules, ha llegado esta carta de la policía muggle. Os citan dentro de una hora en la maison rouge.
Harry no había entendido nada de lo que había dicho el mago pelirrojo, que desapareció con la misma presteza con la que había aparecido. Siguió a Jules hasta su despacho en funciones mientras escuchaba como el taciturno suizo le contaba el funcionamiento del ministerio de ese país. No es que a Harry le importase poco, pero necesitaba un café, y lo necesitaba ya.
Un coche los esperaba en la puerta del ministerio, el conductor se bajó del auto y Jules ocupó el asiento mientras que Harry, un poco reticente ocupaba el asiento de al lado.
Jules parecía bastante familiarizado con el manejo de automóviles muggles. Su rostro debió de reflejar sus dudas, ya que el castaño contesto tranquilamente que desde siempre le habían gustado esos cacharros muggles y que odiaba el transporte muggle, así que había decidido sacarse la licencia de conducción, ya que él era el enlace entre la policía muggle y la central de aurores de Suiza y prácticamente todos los días hacia algún viaje a la Berna muggle.
Al parecer la descripción del Sr. Laboureau era bastante típica en Siuza, y con ella no pudieron hacer gran cosa. Sin embargo gracias al registro del hostal de Wedmore pudieron obtener la dirección del sujeto.
Esa misma tarde Jules y Harry aparecieron en Zúrich, la ciudad más poblada de toda Suiza. Cuando llegaron al bloque de pisos donde residía el Sr. Laboureao Harry pensó que todo este asunto se estaba tornando cada vez más raro. Hacía más de una semana que Andou ya no regentaba esa dirección, como pudieron saber gracias al portero y que lamentablemente no había dejado ninguna dirección nueva y para colmo había cambiado de teléfono, ya que cuando el propio portero intento comunicarse con él con el fin de hacerle llegar algunas cartas que habían llegado a esa dirección, la operadora le informaba de que ese número ya no pertenecía a ninguna línea activa. Andou Laboureau había desparecido del mapa.
Harry y Jules intercambiaron una significativa mirada.
-Disculpe, ¿no sabrá por casualidad si el Sr. Laboureau frecuentaba alguna cafetería de los alrededores, o si solía comer en algún restaurante asiduamente?- Preguntó Jules en un prefecto francés.
-Bueno… solía pedir comida hindú en un restaurante que está unas calles más abajo.
-Podría darnos la dirección.
-Por supuesto, por supuesto.
Así fue como Harry y Jules terminaron cenando en el restaurante hindú. Preguntaron por el Sr. Laboureau, pero no hicieron grandes progresos. Sólo tenían la misma dirección donde había vivido hasta hacía una semana y
siempre pagaba en efectivo.
No fue hasta que pidieron la cuenta que Harry no comentó a su nuevo compañero que había una señorita que llevaba toda la cena observándolos. Harry se disculpó y se dirigió hacia los baños. Cuando llegó, no pudo controlas el sentimiento de satisfacción, la señorita había ocupado su silla y mantenía una conversación susurrante con Jules.
Harry parecía fascinado con toda la gama de productos indios que se podían adquirir en el restaurante y esperó pacientemente a que terminasen la conversación. Jules le hizo un gesto en dirección a la puerta y Harry se dirigió hacia allí. La noche era fría y Jules tardó más de lo que él había previsto. Cuando el suizo por fin atravesó la puerta para reunirse con él traía una expresión de triunfo en el rostro.
-Haggui, tenemos una pista. Volvamos a Begna, mañana tendguemos que viajag a Lyon, parece que el Sg. Laboureau es más escuguidizo de lo que en un pgincipio pensábamos.
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La sorpresa era palpable en el informe que esa misma noche mandaría al jefe McKeane. La investigación iba a ser más larga de lo que en un principio tenía previsto. Al parecer la inesperada informante del restaurante hindú había comentado que, el sujeto había abandonado el país y Jules mencionó que esto ya no era competencia para ellos, tendrían que pedir ayuda a la INTERPOL, dada su eficacia en la búsqueda de sujetos alrededor del mundo.
La contestación del jefe también manifestaba la sorpresa:
Estimado Harry,
Quién iba a pensar que esos dos magos de pacotilla iban a toparse con un muggle tan escurridizo. No se preocupe, siga los canales establecidos e intente ayudar lo más posible. No deje que esos muggles de INTERPOL le dejen fuera de la investigación.
Tampoco se preocupe por los fondos, y si necesita a algún auror más, ya sabe que todo está bastante tranquilo por aquí, cualquiera de sus compañeros estará encantado de acompañarle.
Un saludo.
Patrick McKeane
Central de AuroresHarry escribió una escueta respuesta, denegando la propuesta de un compañero para la misión y desestimando la preocupación por los fondos. Si era necesario los costearía con sus propios galeones, pero era la misión más inquietante que haba tenido en años.
Un muggle que por accidente ve a dos magos borrachos haciendo unos cuantos hechizos y termina en Lyon, citado con un agente de la INTERPOL. Rio con añoranza, parecía sacado de una película de suspense, de esas que oia de niño desde la alacena, cuando su tío y su primo veían la tele los sábados por la noche.
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A la mañana siguiente Harry y Jules tomaron el primer tren desde Berna hasta Lyon y la cabeza de Harry empezaba a acusar todos los viajes que había realizado en menos de una semana. Se levantó y se dirigió al baño, donde sacó de uno de los compartimentos de su maletín un pequeño vial con una poción para el dolor de cabeza, el olor a menta le llego rápidamente al cerebro. La tomó de un solo trago y en cuestión de minutos las palpitaciones de las sienes desaparecieron.
El viaje fue bastante cómodo y en poco más de dos horas llegaron a la estación Part Dieu donde una preciosa mujer, de piernas interminables, redondos y grandes ojos verdes, labios carnosos y larga melena color trigo llamada Elise Wald los esperaba para conducirlos hasta el 200 de Charles De Gaulle.
Una vez allí entraron en una sala pequeña con una mesa rectangular, de las solapas de sus americanas pendían sendas identificaciones en las que se podía leer claramente, visitante. Harry en ningún momento pensó que pudiera seguir en la investigación.
Elise fue muy amable con ellos, tomando notas a cada palabra o dato importante que reportaban. La reunión fue corta e impersonal y Harry abandonó el edificio con una rabia creciente. Los habían despachado sin el menor remordimiento, eso sí, con la firme promesa de hacerles llegar una notificación cuando lo capturasen.
Un par de manzanas más abajo Harry se sintió ligero y echó a correr en dirección contraria, rumbo al edificio de la INTERPOL, había olvidado su maletín. Lo dijo en recepción e hicieron llamar a Elise, pero lamentablemente ya no estaba disponible. Tuvo que esperar sentado en recepción hasta que una señorita, bastante más joven que la Sra. Wald apareció en el mismo instante en el que un congestionado Jules entraba por la puerta de la calle.
-Lo siento Jules, olvidé mi maletín. Esta señorita me acompañará para recogerlo. No tardaré mucho, enseguida vuelvo.
-No te pgueocupes Haggui.
Harry no estaba seguro de estar haciendo el mismo camino que la primera vez con la Sra. Wald, pero no hizo comentario alguno. Inexplicablemente llegaron a la misma sala de momento antes, donde, efectivamente estaba su maletín. La Srta. Witter esperó pacientemente a que Harry tomase su maletín.
-Eeh, Srta. Witter, no se preocupe, puedo encontrar la salida sin su ayuda, parece bastante atareada a juzgar por la gran carpeta que lleva encima.
-Bueno, no se preocupe señor, no es ninguna molestia.
-Insisto, si sólo tengo que coger el ascensor y bajar.- Y su encantadora sonrisa surgió como de la nada.
Olivia Witter cedió haciendo prometer a Harry que iría directo a la salida. Orden que Harry acato con encantadora
sumisión.
Pero no era tan fácil, al haber tomado dos caminos distintos para llegar hasta allí, Harry estaba confuso. Los pasillos le parecian todos iguales, y siempre llegaba a la misma esquina con el mismo surtidor de agua.
Desesperado y frustrado decidió entrar en cualquier despacho y preguntar.
Colorado por la vergüenza entró en lo que parecía ser el archivo, grito si había alguien dentro y al no obtener respuesta decidió echar un vistazo. Filas y filas de archivadores se sucedían en hileras regulares, con capetas con siglas y números de expedientes. La rabia que antes había sentido se disipaba lentamente, igual ahí podría encontrar algo útil sobre el sujeto. Le daba en la nariz que no era la primera vez que la Sra. Wald oía el apellido Laboureau y decidió seguir su intuición.
Se encontró desconcertado, había pensado que una organización como la INTERPOl tendría sus archivos ordenados alfabeticamente, pero se encontró revisando prácticamente tres hileras de archivadores, que parecían estar organizados por fechas. Tamaña empresa para Harry, que hundido y derrotado se encaminó hasta la salida, cuando sus ojos se fijaron en una carpeta más fina que las demás de una color crema. Había visto mas carpetas de ese color, pero en los archivadores de la pared de la izquierda, esta llamó su atención inevitablemente.
S. S. P.
Fecha de Expediente: 04/05/1998
Número de Expediente: 000408015016023042Sus ojos se abrieron desmesuradamente. En realidad no tendría por qué ser él. Cuánta gente puede haber en el planeta con esas mismas iniciales.
Sus manos temblaban, no las podía controlar. La carpeta repiqueteaba entre sus dedos. Cerró los ojos, no podía mirar.
Al contemplar por fin la foto fue tal el shock que Harry olvidó como se respiraba. Olvidó esa función mínima e inconsciente que hace que tu vida siga.
No había lugar a equívocos, las siglas S. S. P. correspondían a su ex profesor. No estaba muerto y él lo encontraría.
CONTINURA