A la mañana siguiente, Severus despertó con una plena sensación de saciedad. Se desperezó en la cama, ronroneando como un gato. Se sentía tan bien como después de una buena ración de sexo. Un toquecito en la puerta le hizo ponerse en alerta y borrar su sonrisa, componiendo una máscara de indiferencia. La puerta se abrió un poco y la cabeza de un elfo doméstico apareció entre ellas, abriendo totalmente cuando lo vio despierto. Avanzó llevando en las manos una bandeja para el desayuno, llena de comida. El olor de café le inundó las fosas nasales, lo que le hizo darse cuenta de lo que había echado de menos una buena taza.
-Nitys, le trae su desayuno, señor – le dejó la bandeja en el regazo y luego metió la mano en su pequeña túnica, sacando un sobre lacrado. – El Lord vino anoche y al verle dormido, le dejó una nota.
Asintiendo, Severus tomó la carta. Esperó a que el elfo se marchara para rasgar el rojo lacre y abrir – no sin cierta impaciencia – la carta. Ávidamente, leyó la nota.
Querido Severus:
Espero que hayas descansado adecuadamente y que tu habitación resulte de tu total agrado y satisfacción. Si no fuera así, no dudes en pedirle a los elfos que te cambien a otra que te guste más.
Tenía pensado dejarte descansar unos días más, para que te recuperaras de tu encierro, pero preciso tu ayuda lo más pronto posible. Me urge que vayas a Hogwarts. Allí, recogerás a Harry Potter y lo acompañarás a un pequeño evento al que tiene que asistir en su condición de Salvador. Serás su sombra y estarás atento que nada le pase. Conozco la animadversión que ambos sentís el uno hacia el otro, pero creo que no hace falta recordarte que tu aparición junto a él, puede serte de mucha ayuda a la hora de que la gente cambie la opinión de ti y vea que el Ministerio no se ha equivocado a la hora de concederte una segunda oportunidad. No me gustaría verte encerrado en la prisión.
Nada más puedas, preséntate en el colegio, viajando por polvos flu, donde el Director te recibirá.
Lord
P.D. Aún llevo el sabor de tu esencia impregnado en mis labios. La experiencia de anoche fue muy satisfactoria para mí, y espero que para ti resultase igual.
Al leer esta última frase, la carta resbaló de sus dedos, y se tapó la cara con las manos. Así que no había sido un sueño húmedo el causante de su buen humor matinal. Un buen humor que se evaporó al leer que iba a tener que acompañar a Potter a saber que evento. Detestaba a Potter, pero detestaba aún más ser reducido a un manojo de hormonas revolucionadas cuando pensaba en el misterioso Lord. Al parecer, aquella noche el Lord había hecho más que pasar a dejarle una carta, pues le había dejado un cuerpo saciado sexualmente y con ansias de más. Pequeños flashes de lo ocurrido aquella noche habían acudido a su mente, pero las recordaba un tanto difuminadas por una bruma y había creído que eran sueños.
Gruñendo frustrado cuando su erección despertó, se levantó de la cama y fue a darse una noche fría antes de vestirse e ir a Hogwarts. Aquel pensamiento lo lleno un poco de temor. El colegio había sido su verdadero hogar y no se consideraba digno de regresar después de todo lo ocurrido en la guerra. Pero a lo que más miedo le daba enfrentarse, era al reproche de un par de ojos azules tras unas finas gafas.
Cuando llegó al despacho del Director, lo encontró vacío. Con un nudo de emoción en la garganta, miró toda la estancia con la misma apreciación y calidez de quien mira algo querido y hermoso. Ese había sido su despacho durante unos pocos meses, y al igual que él no había tocado nada de la decoración, el actual director, Lupin, había conservado al igual que él, el despacho tal y como lo había dejado Dumbledore antes de morir. La única diferencia radicaba en que un pequeño bol con bombones de chocolate, había sustituido los típicos caramelos de limón del viejo director.
-Puedes tomar uno si quieres.
La voz calmada de Remus Lupin a sus espaldas, le hizo girarse de golpe, alerta. El hombre lo recibió con una sonrisa amistosa y le indicó que se sentase, mientras él se encaminaba hacia su sillón. Agitó la varita e hizo aparecer un par de tazas, una con café para Severus y otra de chocolate caliente para él. Ambos tomaron un par de sorbos en silencio, sin saber cual de los dos sería el primero en romperlo y entablar la conversación.
-¿El Lord te ha contado lo que tienes que hacer hoy? – preguntó Remus dejando su taza encima el platillo.
-Algo así como hacer de niñera de Potter – respondió con indiferencia.
-Harry tiene que acudir a un evento hoy, y no hay nadie que pueda acompañarle, por lo que el Lord pensó que estaría bien que tu lo hicieras – explicó el licántropo esperando ver la reacción del hombre que tenía enfrente cada vez que nombraba al Lord. No parecía dejar entrever ningún tipo de emoción hacia él.
-¿Acaso no puede cuidarse solo? – preguntó con sorna.
-Aún hay mortífagos sueltos que buscan venganza por la derrota de su señor – a Remus no le gustó el tono de Severus al referirse a Harry.
-Lo que no se es que pinto yo en todo esto – masculló molesto.
-El Lord piensa que tú eres el adecuado para cuidar de él.
-Ese Lord vuestro es muy extraño y si sabes algo de él, más vale que me lo cuentes, Lupin. No me gusta meterme en arenas desconocidas.
-No se de él más de lo que sabes tú, pero ha hecho y está haciendo mucho por la comunidad mágica, que no puedo más que confiar en él y en sus decisiones.
-Es… extraño – musitó – Algo me dice que no es humano.
Remus esbozó una sonrisa extraña y se levantó, indicándole que la clase de Potter estaba apunto de terminar. Caminando por esos pasillos tan conocidos, le invadió una sensación de calidez y una avalancha de recuerdos. Había vivido tanto entre esas paredes. Llegaron al aula de Defensa contra las Artes Oscuras y esperaron apenas unos minutos hasta que sonó el timbre que anunciaba el fin de las clases y los pasillos se llenaron de murmullos, risas y pasos. La puerta se abrió de golpe, dejando salir a los alumnos, quienes saludaron amistosamente a Remus y cuando repararon en su presencia, inclinaron la cabeza y siguieron su camino. Severus se sorprendió por ello. Esperaba que le insultaran o le miraran mal, pero no esperaba que actuaran con cierta indiferencia.
Potter fue de los últimos en salir, y lo hizo acompañado de sus inseparable amigos, Weasley y Granger. Los tres iban riéndose y Severus se encontró examinando de arriba abajo al chico, notando lo mucho que había crecido y lo adulto que parecía cuando hacía poco no parecía más que un chico escuálido y bajito. Había crecido bastante en los casi dos años que no lo veía, pero no llegaría a ser tan alto como su amigo el pelirrojo, quien parecía comer abono en vez de comida. Volviendo a Potter, éste ya había reparado en su presencia y clavaba sus ojos verdes en él. Severus sintió una sacudida en el estómago al encontrarse con esa mirada.
-Profesor Snape – su voz se había vuelto más grave y tenía un timbre muy erótico. Se maldijo por estar pensando eso.
-Ya no soy su profesor, Potter – respondió con sequedad. Miró a Lupin y los amigos de Potter y se dio cuenta de que estos miraban impacientes las reacciones de ambos, como si esperaran algo. Nunca se había sentido a gusto rodeado de leones. – Potter, ¿Nos vamos ya?
El chico asintió y tras darle la mochila con sus libros a su amigo, se despidió de ellos y siguió a Snape hacia la salida del castillo. Aprovechó que iba detrás de él, para mirarle descaradamente el trasero. Sonrió al recordar la noche anterior. Iba tan pendiente de su vista, que no se percató que Snape se había parado de golpe y ambos chocaron. Severus sintió el toque de Potter como una descarga eléctrica, y se apartó rápidamente. Lo miró sorprendido, a ver si él también lo había sentido, pero el chico lo miraba confuso, como si no entendiera porque se había parado.
-¿Qué ocurre? – preguntó el chico y su voz se le hizo conocida y excitante en igual modo.
-No se donde vamos – reconoció y la sonrisa de disculpa que esbozó Potter, le dejó devastado. Nunca había reparado en lo seductora y franca que era.
-Hoy se cumplen seis meses del fin de la guerra y en el orfanato donde están los hijos de magos que murieron en la guerra, van a representar una pequeña obra de teatro y me han invitado. No puedo faltar.
-San Potter y sus actos de caridad – masculló por lo bajo, arrancándole una carcajada a Potter. – Sabía que sería algo así.
-No se preocupe, no será tan malo. - sonrió y echó a andar hacia los terrenos del colegio y Severus supuso que iría hacia el punto de aparición del colegio.
Ambos caminaron en silencio, uno al lado del otro, pero mucho que intentara mantenerse indiferente ante la presencia de Potter a su lado, lo cierto era que no podía evitar que sus ojos se desviaran hacia él. Se había convertido en un hombre de lo más atractivo, observó apreciativamente, algo totalmente impensable en sus años de profesor del chico. Los pantalones vaqueros y holgados, se aguantaban pecaminosamente en sus caderas, desde donde se podía ver la cinturilla de los boxers y aquello que en otros quedaba ridículo, en Potter quedaban naturales y perfecto. La camiseta verde de manga corta, revelaban sus fornidos brazos y hacían resaltar aún más sus ojos verdes, esta vez, libres de los cristales de las gafas. Exudaba un aura de inocencia y picardía irresistibles. Sacudió la cabeza con pesar al descubrirse pensando de ese modo en Potter.
-Vamos a aparecernos, es más rápido – dijo el chico parándose y oteando los alrededores – Déme la mano, yo le guiaré.
Severus vio aquella mano tendida frente a él y tragó saliva, pero la tomó sin duda. Era cálida y suave, y su agarre, firme. Sorprendido, se vio confiando tanto el él, como para dejarse guiar. No sabía que le ocurría últimamente, pero había confiado más en esos últimos días, que en toda su vida. Solo esperaba no arrepentirse. Sin soltar en ningún momento la mano de Potter, sintió el ya conocido tirón en el ombligo de la aparición y cerró los ojos. Cuando los abrió, se encontraban en un prado verde y llano, acariciado por el sol.
Caminaron por ese prado y a medida que avanzaban, iban escuchándose los gritos y risas de niños y adultos. Cuando vieron aparecer a Harry, un montón de niños salieron corriendo hacia él y lo abrazaron, y fue entonces cuando Severus se percató de aún iban de la mano. Incómodo, se soltó y se apartó un poco, dejando a Potter con sus mini fans. Este reía, abrazaba y besaba a todos por igual, siendo la delicia de los niños. El muchacho no tenía reparo alguno en recibir besos y abrazos de niños con las manos y las caras sucias de chocolate. Se le veía cómodo y feliz entre niños, y Severus tenía clarísimo que cuando lo decidiera, sería un gran padre. Aquel pensamiento, causó sentimientos encontrados en él. Él también anhelaba tener un hijo de su sangre, poder darle todo aquello de lo que careció su vida, pero se conocía demasiado bien para saber que, al contrario que Potter, él no sería un buen padre, por lo que tenía que conformarse en ver desaparecer su linaje cuando muriera.
-Señor Snape, deje que le encuentre un buen sitio para ver la obra.
Una joven, que iba de la mano de un chiquillo, le acompañó hacia un asiento en la primera fila, justo al lado de Potter, quien estaba impaciente y excitado como un niño apunto de abrir sus regalos. Aquello le hizo sonreír. Había vencido al Señor Tenebroso, pero en esos momentos no parecía más que un niño.
Si le hubieran preguntado de que iba la obra, no tendría ni idea de que responder, porque le había resultado imposible fijarse en otra cosa que no fuera Potter y en como sus labios se curvaban en una sonrisa, como brillaban sus ojos y el efecto perturbador que tenía su risa en él. Para su propia sorpresa, se encontró disfrutando de aquella pequeña reunión y el tiempo le pasó tan deprisa, que cuando se quiso dar cuenta, ya estaba anocheciendo y era hora de regresar. No fue fácil, por supuesto, sobretodo porque todos los pequeños se pusieron a llorar cuando Harry anunció que era hora de marcharse. Uno de los pequeños se aferró al cuello del chico, llorando desconsolado, reacio a dejarle ir. Y lo mismo podría decirse de la pequeña mocosa que Severus llevaba enrollada en su pierna. Sacudió la pierna para quitársela de encima, pero la chiquilla parecía estar pegada con pegamento, porque no se movía ni un ápice. Probó con sus miradas amenazadoras que hacía acobardar a sus alumnos, pero que no tuvo efecto alguno en ella. Escuchó unas risas a su alrededor, y con bochorno, vio como los pocos adultos que habían asistido a la pequeña representación, le observaban divertidos.
Agachó la mirada para reñir a la pequeña, pero cuando ésta alzó su carita y enfocó sus ojos en él, las palabras murieron en su garganta. Había tal pena en esos ojos color miel, que sintió una opresión en el pecho. Ningún niño debería tener jamás esa mirada. Con un nudo en la garganta, se agachó y con una suavidad inusitada en él, apartó las manitas de su pierna. Abarcó ese pequeño rostro en sus manos, mientras le secaba las lágrimas con los pulgares, y la miró fijamente.
-Volveremos, te lo prometo.
-¿Enserio? – su carita surcada de lágrimas se llenó de esperanza - ¿Volveréis?
-Claro que sí, ¿verdad Harry? – miró a Potter plantado a su lado, y se preocupó cuando vio sus ojos brillantes de lágrimas no derramadas. El chico asintió. - ¿Lo ves?
La pequeña soltó un gritito de alegría y se lanzó a los brazos de Severus, quien visiblemente emocionado, tan solo pudo sostenerla con torpeza junto a su pecho. Cerró los ojos, disfrutando del momento de tener a un ser tan pequeño y delicado en sus brazos. Aquella pequeña ya se había ganado parte de su maltrecho corazón. Carraspeando incómodo, separó a la niña de él y se levantó. Potter y él se despidieron de toda la gente y en silencio, se encaminaron hacia el sitio donde se habían aparecido.
Sentía la mirada de Potter clava en él, pero se negaba a mirarle. Aquella situación con la niña y los sentimientos que despertó en él, lo dejaron agotado mental y físicamente. Necesitaba alejarse de Potter y de las extrañas sensaciones que despertaba en él, todas ellas, poco convenientes. Apuró el paso, pero Potter le sujetó por el brazo. Tal y como le ocurrió esa misma mañana cuando el chico chocó con él, sintió una descarga, esta vez de placer que fue a parar a su entrepierna.
-Gracias por acompañarme – dijo el chico, mirándolo intensamente – Me ha sorprendido mucho, Snape.
-¿Porqué? ¿Por qué acaba de descubrir que el bastardo grasiento tiene sentimientos? – le espetó, furioso, más que con el chico, con él mismo.
-Todo el mundo tiene sentimientos, Snape – le respondió, sin alzar la voz y sin caer en las provocaciones que anteriormente habría respondido con altanería – Lo que me sorprendió, fue que estos fueran tan intensos hacia una pequeña a la que acababa de conocer.
-No soy de piedra, Potter.
-Lo se, créeme, lo se – soltó un fuerte suspiro y se pasó las manos por el ya desordenado cabello – No tienes ni idea de los sentimientos que despiertas en mí. – murmuró y Severus se enervó.
-Se perfectamente los sentimientos que despierto en ti, Potter, y créeme, yo también siento animadversión hacia ti – escupió.
Potter se quedó tieso y blanco como la pared ante sus palabras, y en sus ojos apareció un ramalazo de dolor y decepción. Severus se arrepintió al instante de ellas, pero no iba a desdecirse. Esta vez, para aparecerse en Hogwarts otra vez, no lo hicieron conjuntamente, sino que Harry le dio las coordenadas y se aparecieron por separado. Cuando Severus abrió los ojos, el chico ya se encaminaba hacia el colegio a largas zancadas. Y lanzando un suspiro y con las manos en los pantalones, siguió su mismo camino.
Durante los días siguientes, apenas vio a Potter, y eso que Severus había regresado a Hogwarts – a petición del Lord - como profesor de Medimagia Básica, la nueva asignatura que habían implantado para los alumnos de séptimo curso y que era de asistencia obligatoria para todos. Siempre se sentaba al final de la clase, solo, pues sus dos amigos se sentaban más delante. Tenía la cabeza enterrada en un pergamino, escribiendo, pero no sabía si estaba tomando apuntes de sus explicaciones o pasaba completamente de él. Estuvo tentado de provocarlo para ver alguna emoción hacía él que no fuera la indiferencia, pero no quería discutir con el chico, por eso lo dejó pasar.
Del que tampoco tenía noticias ni había visto desde aquella noche de hacía casi dos semanas, fue al Lord. Se comunicaba cada dos o tres días con él, mediante cartas y le preguntaba como iban las cosas. Por sus palabras, Severus le notaba un tanto distante, y se dijo que así mejor, que ya había estado demasiado implicado con él y seguir deseando la intimidad que compartieron, era un completo y desastroso error. Seguía sin entender como era que le afectaba tanto su presencia, pero por mucho que pensara, no lograba averiguar el por qué.
Con el timbre, dio por finalizada la última clase de ese día, y vio como Potter se levantaba deprisa y empezaba a recoger sus cosas. Sus amigos le esperaban en la puerta, apurándolo para ir a cenar.
-Señor Potter, quédese unos minutos.
Al escuchar su nombre, el chico alzó la cabeza y clavo sus ojos en él. Volvió a sentir el mismo cosquilleo de siempre. Asintió y se despidió de sus amigos, diciendo que no le esperaran. Se apoyó en la mesa, cruzando los brazos y componiendo una mueca de hastío y desafío. Cuando el último de los alumnos salió, Severus cerró la puerta para que nadie les interrumpiera, y volvió junto al chico.
-Quería hablar sobre lo del otro día – empezó el hombre y Potter soltó una risa despectiva – Le pediría que tuviera más respeto, soy su profesor.
-No es quien para darme lecciones de respeto cuando es más que evidente que usted no sabe lo que es – contraatacó el chico, fulminándolo con la mirada – Y no hay nada que hablar sobre lo del otro día, creo que dijo todo lo que tenía que decir.
-Quería disculparme por lo que le dije el otro día – aquellas palabras clavaron a Potter en su sitio, quien se disponía a marcharse. Sorprendido, se dio la vuelta y Severus prosiguió con la disculpa – No tenía que haberle respondido de la forma en que lo hice.
-Creo que en ningún momento le di motivos para que me respondiera de la forma en que lo hizo – dijo el chico – Snape, creo que es momento de que deje atrás la guerra y aprovechar la oportunidad que le han dado para rehacer su vida de la mejor forma posible.
-Cuando has vivido prácticamente toda tu vida de esa forma, es complicado no seguir haciéndolo – confesó – Potter, usted tiene toda la vida por delante para vivir como le plazca, las personas como yo, tenemos que conformarnos con lo que nuestro pasado nos permite.
-¿No tiene sueños? ¿No tiene deseos ni ganas de hacer algo que le satisfaga? – preguntó Potter sorprendido – Ya no existen ni Voldemort ni Dumbledore que manejen su vida.
-Es muy fácil para usted decirlo – respondió esbozando una sonrisa triste.
-Usted es quien lo hace complicado. Créame cuando le digo que ahora, es cuando empieza verdaderamente su vida.
Y esbozando una sonrisa amistosa, recogió su mochila, se la colgó en el hombro y salió de la clase, dejando a Severus sorprendido. Aquellas últimas palabras habían calado muy hondo en él. Sonaban tan bien, que se permitió creer en ellas. Potter cada vez le sorprendía más. No veía en él aquellas cosas que tanto detestaba antes, y aunque Severus no era una persona que admitiera su equivocación sobre algo, cabía la posibilidad de que aquellas cosas no hubieran existido nunca.
Las semanas fueron pasando y cuando se quisieron dar cuenta, ya estaban en Navidad, y aunque esa festividad no era muy apreciada para él, lo cierto era que ese año la esperaba con cierta impaciencia y emoción. Volvería a vivir una Navidad en Hogwarts tras varios años lejos de él. Ese año, se quedarían pocos alumnos en el castillo, pues la mayoría de ellos regresarían a casa con sus familias. Si llegaran a las veinte personas en el castillo, sería un milagro.
Durante ese tiempo, llegó a tener cierta amistad con Potter. El chico era en verdad alguien fácil de apreciar y ahora que se había permitido conocerlo un poco mejor, se dio cuenta de que era una persona excepcional, y para desgracia suya, empezaba a echarle en falta cuando no lo tenía cerca. Potter había cogido por costumbre, que cada vez que terminaba su clase con él, coincidiendo siempre al final del día, se quedaba unos minutos a hablar con él, preguntándole que tal le había ido el día y contándole como le había ido a él. A veces, no podía evitar soltar una carcajada cuando el chico le contaba alguna anécdota divertida de lo ocurrido en alguna clase o simplemente, algo ocurrido hacía tiempo.
Le gustaba verle divertirse con sus amigos y bromear con todo el mundo. Estaba disfrutando de la vida, como tendría que haberlo hecho desde un principio. Era asombroso como después de haber vivido una vida llena de maltratos y abusos por parte de sus tíos muggles, y de hacer todo lo que tuvo que hacer para salvarles a todos del Señor Oscuro, aún conservara esa inocencia y pureza. Y por un instante, Severus deseó ser esa persona que permaneciera a su lado y poder empaparse de esa dulzura e inocencia, dos términos prácticamente desconocidos para él.
Se maldijo por estar sintiendo esa clase de sentimientos por un chico tan joven que podría ser su hijo, y que para más desgracia era alumno suyo. Poco importaba que Potter fuera mayor de edad, él seguía sintiéndose un degenerado por pensar en él de una forma tan poco paternal.
Tras la cena de Nochebuena, se retiró pronto a su habitación, dejando a Potter con Lupin, Black y un par de alumnos y profesores. Se sentía un poco incómodo en ese ambiente de risas y alegría. Aunque le habían dado la opción de tomar otra habitación más cálida e iluminada, Severus prefirió quedarse en la que fue suya durante todo el tiempo que estuvo de profesor de Pociones. Abrió la puerta, dejó la capa encima del sillón y se metió en el baño. Después de todo el tiempo que estuvo encerrado y tras haber sido liberado, había tomado por costumbre darse una ducha cada noche, le ayudaba a relajarse.
Dejó correr el agua mientras se desvestía. Pronto, el baño quedó cubierto por el vaho que salía del agua caliente. Completamente desnudo, se metió en la ducha y suspiró de deleite cuando la cálida agua entró en contacto con su piel. Los nudos de tensión que tenía en la espalda, se evaporaron al instante. Su pelo empapado se pegó a su cara, mientras él permanecía quieto, dejando que el agua corriera libremente por su cuerpo. Notó enseguida el momento exacto en que el ambiente en el baño cambió. Una atmosfera puramente sexual llenó el lugar, incendiando su cuerpo. No pudo evitar gemir.
Arqueó la espalda cuando una mano recorrió toda su espina dorsal. No le hacía falta girarse para saber quien era. Intentó darse la vuelta, pero el Lord lo mantuvo de cara a la pared, en la cual se apoyó con las manos. Un cuerpo cálido se pegó al suyo y Severus se restregó contra la erección del otro hombre. El Lord lo rodeó en un posesivo abrazo, colocando la cabeza en la curva de su cuello. Sentía la errática y superficial respiración del hombre en su oído, que le excitaban más que cualquier caricia. Severus giró la cabeza para verle el rostro, pero un velo oscuro cubrió sus ojos. No pudo evitar tensarse.
-No es momento de que me veas – susurró en su oreja, antes de darle un mordisco en el lóbulo.
-No me gusta este tipo de intimidad con personas a las que no conozco – replicó sin mucha convicción, pues las caricias que le estaban prodigando a su pecho y sus tetillas, le impedían pensar con claridad.
-Me conoces más de lo que crees – respondió dándole la vuelta y poniéndose frente a él. No podía verle, pero si sentirle. – Confía en mí, Severus, jamás te haría daño.
Y cuando le besó de esa forma tan dulce y delicada, Severus confió en sus palabras. El Lord le sujetó el rostro con sus manos, acariciando sus mejillas con sus pulgares, mientras depositaba pequeños besos por todo su rostro. Severus entreabrió los labios, esperando con impaciencia que aquellos deseables labios se posaran sobre los suyos. En vez de eso, estos se posaron sobre su cuello, el cual saboreó y lamió sin piedad, y Severus giró un poco la cabeza para darle mejor facilidad, mientras de su boca no salían más que gemidos y jadeos.
Al ser privado de la vista, el resto de sus sentidos se habían desarrollado más, intensificando sus sensaciones. Oía con toda claridad las inspiraciones del hombre mientras torturaba su cuello, sentía cada músculo, la suavidad de la piel y el suave vello a través del tacto de sus dedos. El aroma intoxicante y picante del hombre, le inundaba las fosas nasales, drogándolo. Y su lengua se moría por volver a saborear el sabor del hombre.
Las manos del Lord vagaban con toda libertad por todo su cuerpo, acariciando y pellizcando suavemente por todas partes. Hasta ese momento, las manos de Severus habían permanecido aferradas a sus hombros, viajando de vez en cuando hacia los potentes brazos, pero esta vez se atrevieron a llegar más lejos y resbalando poco a poco por la espalda, abarcando las redondas nalgas, las cuales apretó y masajeó. Aquella acción, provocó la pérdida de control del Lord, el cual, tras proferir un grito asaltó los labios de Severus sin piedad alguna, mientras se restregaba contra su cuerpo de forma desesperada. Aquella desesperación, pareció excitar más a Severus, quien respondía a los gemidos del Lord, con jadeos igualmente apasionados.
-¡Dios! No tienes ni idea de cuanto te deseo – murmuró el Lord, mordisqueando y succionando los labios de Severus con gula, ávido del sabor de su boca.
-No se que me pasa contigo, pero no puedo evitar desearte cuando te tengo cerca – respondió Severus entre jadeos entrecortados. - ¿Qué tienes que me afecta tanto?
-Ya llegará el momento para las explicaciones – susurró en su oído – Déjame demostrarte cuán grande es mi deseo y pasión por ti.
Lo escuchó, más que vio, como este se arrodillaba frente a él y el conocimiento sobre lo que iba a hacer, hizo que las piernas le flaquearan. Apoyó la espalda en la pared de la ducha, mientras echaba la cabeza hacia atrás y el agua de la ducha le mojaba el rostro y resbalaba por todo su cuerpo. Sentía los labios adoloridos e hinchados, pero era un pequeño dolor que recibiría gustoso siempre. El Lord colocó sus manos en sus caderas, acercó su rostro hacia su entrepierna, enterrando la nariz en ella y aspirando su olor. Las caderas de Severus se movieron instintivamente, recibiendo como respuesta un pequeño apretón.
Jadeó de anticipación cuando sintió en la punta de su pene, la respiración del Lord y un grito se le quedó atorado en la garganta, cuando se metió toda la longitud en la boca. Llegó tan hondo, que podía jurar que había acariciado con la punta, la campanilla. Todas sus sensaciones parecían dispararse hacia su pene, sintiendo como éste entraba y salía de aquella boca cada vez más deprisa. Severus, incapaz de permanecer de pie, se apoyó en los hombros del otro, mientras recargaba casi todo su peso, en la pared. El agua seguía rociándolos enteros. Demasiado pronto para su gusto, el Lord abandonó su pene y se puso en pie.
Protestó cuando lo cogió por los hombros y lo volvía a colocar frente a la pared, tal y como lo encontró en un principio. Se tensó al entender sus intenciones. No estaba acostumbrado a ser el pasivo en una relación íntima, le daba la sensación de ser el débil en ella y él no soportaba mostrar debilidad ante nadie. Intentó protestar, pero el hombre acalló sus palabras con un beso que lo dejó sin aliento, y cuando se quiso dar cuenta, un dedo tanteaba su entrada. Tensó la espalda. Aquel dedo se introdujo en su ano, poco a poco y con cuidado, consciente de que la persona no estaba acostumbrada a tal intromisión. Con una mano en la parte alta de la espalda, inclinó su cuerpo, dejando su culo totalmente expuesto. El Lord murmuraba palabras incoherentes para él, logrando calmarle. Un segundo dedo hizo acto de aparición, y esa vez si hubo un poco de malestar.
Severus estaba sorprendido de la ternura que estaba usando el Lord cuando momentos antes había devorado salvajemente sus labios. Daba la sensación de que quería mostrarse duro y severo, pero no pudiera evitar que su lado tierno saliera a relucir. El tercer dedo se unió a los otros, en una acción que ya había dejado de ser molesta para Severus. Uno de los dedos tocó el punto exacto, que provocó un grito de sorpresa y placer.
-Ya estás preparado para mí – susurró el Lord, y Severus protestó cuando los dedos fueron retirados, pero enseguida fueron sustituidos por algo más grueso y grande. - ¡Dios, que estrecho estás! – siseó apretando los dientes – Es una delicia.
Y en lo que fue un momento angustioso por su lentitud, el miembro del Lord fue introduciéndose en él poco a poco, y cuando ya estuvo completamente dentro, soltó un suspiro de satisfacción. Severus, se sentía abrumado por la sensación de verse invadido por otra persona, pero en vez de parecerle extraño o incómodo, le parecía que jamás había estado tan bien. Se sentía completo, como si aquella acción, era lo que había estado buscando toda su vida. Resollando, el Lord empezó a moverse, saliendo despacio para adentrarse cada vez más deprisa y llegando más lejos en cada embestida.
Los dedos del Lord se clavaban con saña en las caderas de Severus, utilizándolo como apoyo para sus embestidas cada vez más salvajes. El final estaba cerca, y ambos los sabían por lo que aumentó el ritmo de las embestidas, hasta que en un grito ronco y profundo, el Lord se vino dentro de Severus y éste salpicó la pared y el suelo de la ducha, siendo su semilla mezclada con el agua que seguía cayendo y se deslizaba hacia el desagüe. A Severus le dolían los brazos de tener que soportar su peso al apoyarse en la pared, y aunque sus músculos clamaban por un descanso, él se negaba a moverse. Aún tenía el miembro del otro dentro de él. Lo sentía respirar con dificultad detrás de él, sujetando aún sus caderas. Sintió un poco de escozor cuando el miembro del Lord salió de su trasero y notó como unos pequeños regueros de semen resbalaban por su entrada.
Pensó que se marcharía, por eso se sorprendió cuando lo ayudó a levantarse y lo apoyó en la pared, abrazándose a él y apoyando la cabeza en su pecho. El agua caliente se había terminado ya y ahora el agua fría los mojaba. Indeciso sobre que hacer, Severus dudó. Alzó la mano para quitarse la venta que cubría sus ojos, cuando una mano le detuvo.
-Abrázame – rogó con cierto sufrimiento – Déjame sentir lo que es un abrazo tuyo antes de que me odies mañana.
-No podría odiarte aunque quisiera – respondió Severus, sorprendido ante la petición. – Te deseo demasiado, no me preguntes porque.
-Pero yo también quiero que me ames – susurró – No te quites la venda, por favor.
-Quiero verte. Quiero mirar a los ojos de la persona que deseo.
-Mañana, pero no hoy. – pidió – Por favor, Severus, no estropees esta noche.
Severus asintió y desistió en la idea de quitarse la venda… por el momento. El Lord se iría, no iban a permanecer siempre ahí en la ducha, por lo que aprovecharía el momento en que él se girara, para quitarse la venda y verle por fin. No contó con que el Lord le cogiera en brazos y lo acostara en la cama, quedándose dormido al instante.
Severus despertó bien entrada la mañana, para descubrir que no estaba solo en la habitación. Una figura encapuchada permanecía cerca de la ventana, mirando el paisaje. Parecía tan ensimismado, que dudaba que le hubiera escuchado.
-Buenos días, Severus – se equivocaba. Aunque sabía que era la misma persona que le había hecho el amor apasionadamente la noche anterior, había algo diferente en él, y era el sonido de su voz. Tenía la misma forma de alargar las eses de su nombre, pero su tono no era el grave y profundo de hacía unas horas, sino que ahora parecía más joven. Conocía esa voz, estaba seguro, pero no sabía de donde.
-Buenos días – respondió al tiempo que se levantaba y se ponía su bata de raso negra, atándosela a la cintura – No pensé que estarías aquí.
-Ayer te prometí que te revelaría mi identidad, y siempre cumplo mis promesas.
Severus aguantó la respiración cuando la capucha fue retirada poco a poco, dando la sensación de que toda la escena ocurría a cámara lenta. Un rostro joven y apuesto, y tremendamente conocido, se plasmó frente a él. Tan solo pudo vocalizar su nombre, pues la voz no le salía. Potter.
-No – negó, moviendo la cabeza de un lado a otro. Se negaba a creer eso – Esto tiene que ser una broma.
-Te dije que me odiarías por la mañana – murmuró con pesar, mientras sus ojos verdes perdían su característico brillo y se empañaban de dolor.
-¿Has sido tu todo el tiempo? – preguntó anonadado y el otro asintió. - ¿Por qué demonios no me has dicho nada? Has estado jugando todo este tiempo conmigo – le espetó, sintiendo un dolor en el pecho.
-Jamás he jugado contigo – respondió con voz firme, y algo en su voz, tal vez la seguridad con que lo dijo o el aura de poder que emanó de él, le hicieron darse cuenta de que era todo cierto. Que la persona con la que había hecho el amor tan apasionadamente, había sido Potter. Se sentía traicionado. – No podía decírtelo. No estabas preparado para saber la verdad.
-¿De que verdad estás hablando? – le espetó, furioso.
-De una verdad que nos une a ti y a mí de por vida.
-Jamás. ¿Me oyes? Jamás habrá algo que me una a ti – escupió con veneno.
-Soy un veela, Severus, por eso sientes esa atracción hacia mí, o hacia el Lord, en todo caso, pero eso da igual, porque somos la misma persona. – explicó y el rostro de Severus quedó demudado por la sorpresa de la revelación, y eso que aún le quedaba otro secreto más que saber – Supongo que sabrás que los veela tienen una pareja para toda la vida, algo así como los licántropos, y tú, Severus, eres la persona que mi lado veela ha elegido como compañero.
Severus Snape no era una persona que soliera desmayarse, de hecho, jamás lo había hecho, pero cuando Harry Potter le reveló aquella verdad, cayó desplomado en el suelo, totalmente inconsciente de los fuertes brazos que lo sujetaron con una ternura inusitada. Despertó minutos después, encontrándose recostado sobre el regazo de Potter. Se apartó de golpe, manteniéndose lo más lejos posible de él, y el chico no lo detuvo, sino que bajó la mirada, apenado.
-Siento haberte ocultado que en realidad era yo el Lord, pero no veía la forma de decirte la verdad.
-Me pediste que confiara en ti, y mira a lo que me ha llevado esa confianza – le espetó.
-¿Tanto te repugna la idea de ser mi pareja? Creía que en las últimas semanas nos habíamos hecho amigos.
-Amigos no es lo mismo que amantes, Potter – respondió, omitiendo la primera pregunta, porque no sabía cual era la respuesta. Y tenía miedo de saberla. Pese a sentirse traicionado por la mentira, la idea de ser pareja de Potter no le parecía tan descabellada ni repulsiva.
-Mi intención era que llegaras a conocerme lo suficiente para revelártelo todo, y darte la oportunidad de poder quedarte conmigo o marcharte.
-¿Para que? ¿Para que me envíes a prisión otra vez?
-No, para poder darte la libertad que durante tanto tiempo se te ha negado, y aunque me siento mal por haberte mentido, creo que me merecía la oportunidad de que me conocieras. Severus – el chico dio unos pasos hacia él, pero este se alejó, consiguiendo que Potter se quedara parado – mi lado veela me impide hacer nada que te dañe, pero créeme cuando te digo que no es solo mi parte veela la que te desea. Cuando hablabas con Harry, era conmigo con quien lo hacías, no con el Lord. Estando contigo siendo como soy, era yo, no mi parte veela.
-Márchate, Potter. – le señaló la puerta, indicándole que saliera. El dolor con el que lo miró el chico, le oprimió el pecho.
-¿Es esta tu respuesta a si aceptas se mi pareja?
-No soporto las mentiras, ni muchos menos las traiciones, Potter, y tu te has lucido con las dos. Y ahora, márchate.
Sintiendo un nudo en la garganta que le impedía respirar, se encaminó hacia la salida, con la cabeza gacha y los ojos anegados en lágrimas. No había piedad alguna en las palabras de Severus y supo que no solo no le perdonaría jamás, sino que tendría que aprender a vivir solo, sin la compañía de su pareja, porque Severus si podía compartir su vida con alguien más, pero para él no habría otra persona. Los veelas solo tenían una pareja predestinada.
La puerta se cerró a sus espaldas, cerrando con ella, cualquier posibilidad de ser feliz.
Epílogo
Severus apuró el paso, con el corazón bombardeando con rapidez en su pecho. La colina se le hacía cada vez más alta y empinada, y tenía la sensación de que cuanto más avanzaba él, más se alejaba de su destino. De su futuro. Habían pasado casi dos meses desde que descubrió la verdad sobre Potter y el misterioso Lord, y podría decirse que no había sido persona desde entonces.
Tenía grabadas en la mente las crueles palabras que le soltó al chico aquella mañana y aunque en un principio las había justificado porque habían sido dichas por culpa de la ira y el sentimiento de traición, lo cierto era que ahora se arrepentía de cada una de ellas. Harry había intentado explicarle, exponerle sus razones para actuar como lo hizo, pero no le dejó hablar, le echó de su habitación como quien echa a un perro callejero a la calle. Sin pena ni remordimiento.
Los días siguientes a ese suceso, fueron una tortura para él, no sabiendo como afrontar el momento en que lo viera entrar a su clase con su característica sonrisa bailándole en los labios. Pero no hubo más sonrisas, ni tampoco miradas de reconocimiento, tampoco habría entre ellos más charlas amenas y bromas, y esa pérdida le dolió más que la mentira y el engaño del que fue victima.
Tardó un poco en hacerse a la idea de que Potter era un veela oscuro y él su pareja. Poco se sabía de esa raza de veelas, pero al contrario que el resto, éstos eran más pasionales, más posesivos y sobretodo, más peligrosos. Peligrosos porque al liberar sus poderes, eran capaces de hacer que una persona se arrancara la vida sino obtenía la satisfacción sexual que deseaba desesperadamente. Esto solía ocurrir con los veela que aún no habían encontrado a su pareja o ésta, por las circunstancias que fueran, no estaba a su lado. Como yo, pensó Severus. Porque la única de forma de calmarlos, era reclamar a su pareja y que éste los aceptara.
-Por eso te sacó de prisión – le explicó Lupin una tarde que lo llamó a su despacho, ya enterado de lo ocurrido entre Potter y él – Aunque conociendo a Harry, se que habría hecho lo posible para sacarte de allí aunque no fueras su pareja. Le salvaste la vida incontables veces y eso es algo que él no olvidará jamás. Sentía que te lo debía.
-¿Pero porqué mentirme con lo del Lord? ¿Existe de verdad ese Lord o solo fue un invento?
-Existe, aunque no sea más que un mero título. Hoy en día, Harry es el único con el poder y la influencia suficientes para mantener en orden el Mundo Mágico, pero no quiere que su nombre salga más en los periódicos. Reconozco que en un principio tampoco estuve de acuerdo en que te mintieran, pero viendo como reaccionaste cuando te enteraste, entiendo mejor la decisión de Harry de no contártelo hasta que estuvieras más preparado.
-No se si llegaré a estar preparado para ello alguna vez – murmuró y se levantó de la silla, empezando a pasear por el despacho con las manos en la espalda – Esta no es la vida que yo quería para mí una vez fuera libre.
-Que no fuera lo que tu querías, no significa que sea malo, Severus – el hombre alzó la mirada para enfocarla en el cuadro del anterior director, Dumbledore quien le miraba a través de sus gafas de media luna – No importa como nos vengan las cosas, lo verdaderamente importante es saber acogernos a aquellas que nos van a hacer felices, aunque no sean las más fáciles.
-Severus, ¿crees que de aceptar a Harry, podrías ser feliz? – le pregunto Lupin suavemente y Severus clavó sus ojos oscuros en el. – Nada me gustaría más que Harry tuviera a su pareja, pero si tienes dudas, no lo aceptes. No soportaría ver a Harry sufrir atado a una pareja que no le quiere, aunque él se desviva por esa persona y su naturaleza le impida dejarte.
Severus no sabía que creer, que pensar y sobretodo, que sentir. Apreciaba al chico, más de lo que pensó alguna vez que llegaría querer a alguien, pero no sabía si ese sentimiento era tan fuerte para poder durar toda la vida. ¿Y si lo aceptaba y luego todo salía mal? Una vez unidos, ya no habría vuelta atrás ni separación posible. Sus vidas quedarían unidas. Se pellizcó el puente de la nariz, agotado. Sentía las miradas de Lupin y Albus fijas en él, esperando una respuesta. ¿Y si Potter solo quería estar con él por que su lado veela así lo quería, y él se sentía atraído precisamente por eso?
Cuando hablabas con Harry, era conmigo con quien lo hacías, no con el Lord. Estando contigo siendo como soy, era yo, no mi parte veela.
Le vinieron a la mente aquellas palabras dichas por Harry hacía semanas. ¿Sería cierto aquello? ¿No eran solo sus sentimientos los que habían cambiado, sino también lo que Potter sentía por él? ¿Valía la pena arriesgarse?
-Creo que si hay algo por lo que vale la pena luchar, es por Harry. – murmuró sin ser apenas consciente de lo que decía.
-Bien dicho, mi muchacho – la voz de Dumbledore desde su cuadro, destilaba orgullo y Severus le sonrió agradecido.
-¿Dónde me he metido? – susurró sin poder creerse aún la decisión que había tomado. Tendría que estar loco.
-En el tren de la vida, hijo, en el maravilloso tren de la vida – sonrió Dumbledore.
Y ahí se encontraba ahora, intentando llegar hacia donde estaba Harry. Ni Lupin ni Dumbledore sabían donde había ido el chico, y sabiendo que tendría que preguntarselo a Black, le echó tripas corazón y se animó. La imagen con la que se encontró, no podría borrarse jamás de su mente. Reprimió un escalofrío. Draco, su ahijado y alumno predilecto, estaba tumbado en una mesa, medio desnudo, con las piernas abiertas y rodeando con ellas la cintura de Black, quien embestía con fuertes estocadas. Paralizado de la sorpresa, no pudo más que quedarse plantado en la puerta, con los ojos abiertos de par en par, viendo como el más joven gemía incontrolablemente, pidiendo más y más fuerte, y como los músculos de la espalda y el trasero de Black, se tensaban ante el esfuerzo. Ambos cuerpos estaban bañados en sudor, y era realmente chocante ver la pálida cabellera de Draco y su piel clara, en contraste con el cabello oscuro y la piel morena de Black. Pero aún y así, no dejaba de ser erótico y excitante. Sino, que se lo preguntaran a su miembro, quien se había despertado de lo más alegre ante la imagen. Si Severus pensaba que lo había visto todo, se había equivocado.
Resollando, llegó al orfanato al que fueron Harry y él a ver la obra de teatro. No tardó mucho en encontrarle, rodeado de niños. Estaba sentado debajo de la sombra de un gran árbol, con la espalda apoyada en él. La niña que aquella vez se cogió a su pierna impidiendo que se marchara, estaba ahora sentada en el regazo del chico, y casi una decena más de niños, estaban sentados enfrente de él, con las piernas cruzadas y sin parpadear, de tan entusiasmados y metidos que estaban en la historia que Harry les contaba. El corazón le dio un salto ante la imagen y supo con toda claridad, que por muchas dudas que tuviera, había tomado la decisión correcta. Harry era la persona adecuada para él, y ya se encargaría él de que el chico no lamentara jamás haberle elegido como pareja.
Harry debió percibir su presencia, porque alzó la cabeza y cuando le vio, por sus ojos pasaron un montón de sentimientos. Severus avanzó unos pasos, y a medida que iba acercándose a él, notaba como la voz de Harry se volvía más insegura, tragando con nerviosismo y las manos con las que sujetaba el cuento, temblaban imperceptiblemente. Harry hacía denotados esfuerzos por no mirarle, por aparentar que no estaba a su lado, pero le era imposible.
-Niños, es la hora de merendar y la señora Williams ha hecho unos panecillos de crema buenísimos, ¿por qué no entráis?
Los niños gritaron entusiasmados ante la idea de comerse su dulce favorito, y tras darle un efusivo abrazo a Harry, se fueron corriendo hacia dentro de la casa. Con tranquilidad, el chico cerró el cuento y lo metió dentro de la vieja y raída mochila que tenía al lado. A Severus se le hizo eterno el tiempo que estuvo guardando las cosas, y parecía que el chico lo hacía aposta, haciéndole esperar.
-¿Qué hace aquí? – ya no había más tuteo entre los dos, y Severus se lamentó por ello. – Creí que por fin estaba contento al haberse deshecho de mí.
-Harry…
-No creo haberle dado permiso para tutearme, señor – le cortó de raíz.
-Déjame explicarte…
-¿Igual que usted me dejó explicarme a mí? – le recriminó y cuando vio como sus ojos se demudaban de dolor, supo que en verdad le había afectado su rechazo – Mire, puedo entender que se sintiera abrumado por toda la situación, comprendo también que se sintiera engañado al haberle ocultado que el Lord era yo, pero lo que no entiendo, es porque no permitió que le explicara el porqué lo hice. Creí que había cambiado después de la guerra, que había dejado atrás ese hombre amargado, pero no es así. Sigue siendo tan desconfiado y cínico como siempre.
-No es sencillo cambiar de un día para otro, Potter – intentó exculparse, pero no logró aplacar al chico ni una sola vez – Créame cuando le digo que me arrepiento de lo que le dije, y eso, es algo que el viejo Severus no habría hecho. Déjeme intentarlo.
-¿Intentar que? ¿Una relación conmigo? – el chico soltó una carcajada, pero era una carcajada fría y vacía - ¿Cree que basta solo con intentarlo? Snape, siento algo más que deseo por usted, siento por usted más que lo que mis sentimientos veela despiertan, y por eso, no estoy dispuesto a que usted aproveche esos sentimientos para hacerme daño a sabiendas que por mucho que usted me haga sufrir, yo sería incapaz de hacerle sufrir a usted.
-No quiero hacerle sufrir – la idea le pareció ridícula – Harry, yo también siento algo por ti. No creo que sea amor, pero sí es un sentimiento lo bastante fuerte como para querer estar contigo. Deseo al veela, lo reconozco, pero también te deseo a ti, y si ahora me dieran a elegir entre vivir las noches apasionadas con el veela o pasear con los jardines contigo, elegiría la segunda opción.
-No se si creerte – murmuró Harry.
-Me pediste que confiara en ti, y ahora te pido por favor, que confíes en mí – rogó.
Terminó de acortar la escasa distancia que los separaba y abarcó el rostro de Harry en sus manos. Severus se perdió en sus ojos verdes y brillantes y con un gemido, tomó posesión de sus labios, enfebrecido. Harry se sujetó a sus brazos, como si temiera caer, apegándose más a él. Se fundieron en un abrazo, tan íntimo y tan cercano, que no sabían donde empezaba uno y donde terminaba el otro. No se sabe que les deparará el futuro, si habrán hecho bien aceptando una relación que no será fácil para ambos, pero lo que si que es claro, es que mientras les una esa pasión, tendrán un motivo poderoso para permanecer juntos. Y quien sabe si de ese roce, nace el amor.