Título: Devuélveme a tiPareja: Severus Snape/Harry PotterClasificación: GGénero: Angustia, drama, romance, tragedia
Advertencias: Muerte de un personaje
Resumen: …Y entonces un rayo de luz verde salió de una varita y le dio de lleno en el pecho; lentamente, comenzó a caer al precioso piso de mármol del Gran Comedor y el golpe sordo que su cabeza hizo al caer quedó hundido bajo el grito de dolor que un hombre de no más de cuarenta años emitía.
Notas: Muchas gracias a silhermar por betearme ^^.
…Y entonces un rayo de luz verde salió de una varita y le dio de lleno en el pecho; lentamente, comenzó a caer al precioso piso de mármol del Gran Comedor y el golpe sordo que su cabeza hizo al caer quedó hundido bajo el grito de dolor que un hombre de no más de cuarenta años emitía.
Todo fue muy rápido y confuso. El joven cayó muerto y treinta segundos después una varita mágica enfurecida se alzó, mientras que su dueño gritaba la maldición asesina en contra del mago de piel nívea y ojos de serpiente. En tres minutos, el mundo mágico estaba salvado, pero también había perdido a un héroe…
Esa noche nadie celebró. Esa noche se honraría la imagen de Harry Potter y de cientos de magos y brujas que cayeron en batalla. Esa noche el alma de Severus Snape había muerto de una muerte rápida pero dolorosa, y vaya que dolorosa.
Había pasado un mes de la muerte del chico de ojos verdes, ¿y Severus qué hacia? Se hundía en su miseria, gruñía a cualquier persona que osara acercarse a la hermosa tumba plateada del chico. Odiaba a todo aquel que mencionase su nombre en su presencia, pero también lloraba. Lloraba por su desdicha al verse solo de nuevo. Harry Potter había sido por tres años su escape de la realidad, su único y verdadero amigo, su luz en un camino sin vela y si aquello ya parecía demasiado, el chico había sido su amante, el único que verdaderamente le amó.
Mayo y Junio pasaron a una velocidad impresionante, y el 31 de Julio llegó lleno de condolencias para todo aquel a quien Harry Potter hubiese considerado su familia, y Severus Snape era parte fundamental de ella.
*
A su forma de ver, Valle Godric no había cambiado en nada: las casitas seguían con su misma fachada, la iglesia seguía igual de imponente y el cementerio igual de oculto. El único cambio visible, para él, era aquella estatua en "Honor a los caídos en guerra" que decían los muggles. Pero Severus Snape sabía que no era así: esa estatua representaba a la familia Potter, esa familia destruida por el mago que hacía apenas unos meses él mismo había matado.
Severus caminaba lentamente hacía aquel monumento. Su mirada estaba fija en un punto indeterminado, mientras que sus brazos estaban cruzados en su pecho y su típica túnica negra ondeaba tras su paso; y de pronto, el hombre se detuvo frente a la remodelada estatua. En ella había tres personas: dos hombres y una mujer: Lily Potter tenía unas hermosas facciones. Su rostro denotaba ternura, sinceridad y una belleza casi perfecta. Si Severus hubiese tenido oportunidad de ir a Valle Godric hacía unos cuatro años atrás, esa imagen de la mujer tallada en piedra hubiese sido su perdición.
Su oscura mirada pasó de Lily a uno de los hombres: James Potter. Con su aire de suficiencia, pero un toque de humildad en sus ojos sonreía también, aunque la semejanza entre James y Harry fuese extraordinaria, Severus seguía prefiriendo a aquel joven de diecisiete años que sonreía detrás de sus padres.
Harry tenía posadas sus manos en los hombros de sus progenitores y una hermosa sonrisa estaba dibujada en sus labios. Su cabello algo largo, arriba del hombro, volaba al aire y a pesar de que su mirada estaba prácticamente perdida en el horizonte, Severus sabía a la perfección el significado de aquella mirada…
—Ahí será donde encuentres tu snitch... Ahí será en dónde nos encontremos —Murmuró Severus, mientras contemplaba la recién remodelada estatua.
Sus ojos comenzaron a aguarse, mientras una presión en su pecho comenzaba a hacer acto de presencia.
¿Por qué la vida lo trataba de esa manera tan injusta? Él nunca había pedido nada más allá de la felicidad, de un ser que lo aceptase como era, que lo quisiese, sólo eso, y cuando por fin lo obtuvo... ¿Qué pasó? La misma vida fue la encargada de arrebatárselo de sus brazos.
Una testaruda lágrima resbaló por sus pálidas mejillas; absorbiendo la mucosidad que comenzaba a formarse en su nariz, comenzó a caminar alrededor de la estatua, deteniéndose a un costado de Harry.
Severus contempló el rostro del chico. Sollozando, una fina y blanca mano salió de las cálidas entrañas de su capa de viaje, dejándola posada sobre la fría piedra, acariciando la pierna de su chico con cariño, como si se tratase de alguien que estuviese vivo.
Dando rienda suelta a los sentimientos que había mantenido ocultos por meses, Severus Snape se derrumbó frente a ese recuerdo del que fue su amor; aún no le cabía en la cabeza por qué Harry había tenido que morir. Había muchas cosas que tenía que haberle dicho, muchos “te amo” quedaron ocultos en sus labios y en su corazón, muchos besos y muchas caricias murieron con el pelinegro, mientras un intenso dolor se arraigaba dentro de él y no encontraba la manera de sacarlo.
Lágrimas, soledad. Lágrimas, soledad. Lágrimas, soledad. Esa se había convertido en su rutina desde la desaparición de Harry, y por más que Severus intentase reincorporarse a su antigua vida, le parecía una tarea casi imposible, ya que el chico había pasado a formar parte fundamental de ésta.
—¿Por qué, Harry? ¿Por qué? —Se cuestionaba el hombre de ojos como la noche; su mano había dejado de reposar sobre la fría piedra y en aquellos momentos golpeaba desesperadamente el suelo de asfalto. Severus Snape había caído y quizá por primera vez—. Harry, te necesito...no sabes cuánto te necesito... —Gimió.
—Shh…tranquilo… —Susurró una voz muy conocida para Snape, quien dejó de golpear el pavimento por unos instantes.
Su mirada se quedó clavada en suelo por unos segundos, para luego, lentamente levantar la vista y girarla a su derecha, mientras que una expresión de incredulidad, combinada con sorpresa se apoderaba de su rostro.
Arrodillado junto a él, un chico dueño de un par de hermosos ojos verdes estaba presente: tenía el brazo izquierdo posado sobre los hombros de Severus Snape. Harry sonreía de forma tranquila, hermosa, sincera, pero a la misma vez, aquella mirada irradiaba tristeza.
—Harry… —Murmuró Severus, alzando la misma mano con la que había acariciado la piedra, pero ahora, acariciaba la suave piel del joven, como queriéndose asegurar de que aquella visión fuese real.
Era real…
—Harry tu…
—No digas nada… —Interrumpió éste, tomando la mano de Severus entre las suyas—. Ven, vamos…
—¿A dónde? —Cuestionó Severus. Sus cinco sentidos apenas daban crédito a todo aquello.
Debía de ser un sueño, uno del cual, aunque doliese, no quería despertar.
—A un lugar en el que podremos estar juntos por y para siempre —explicó el chico, levantándose y levantando a Severus; sin dejarlo decir nada más lo besó como si fuese la última vez.
Ambos hombres comenzaron a caminar hacia la luz de la hermosa puesta de sol, dejando tras ellos un cuerpo envuelto en su típica capa negra, mientras que en su rostro, una sonrisa de paz y felicidad estaba dibujada.
Severus Snape por fin tendría la felicidad que tanto había anhelado.