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Si en algún momento pensó que vencer a un hombre lisiado le seria fácil pronto se dio cuenta de su error. Snape se movía sin dar muestras de debilidades, y sus hechizos certeros y letales se abrían paso entre sus defensas poniéndole en serios apuros.
Se maldijo nuevamente cuando una maldición rozo su mejilla produciendo un escandaloso corte del que mano la sangre. Paso la manga de su túnica limpiando la sangre y el sudor de su rostro y lanzo otra andanada de hechizos que le dieran tiempo a cubrirse tras una mesa volcada y pensar un plan.
El duelo se había alargado por lo que le parecían horas, pero no podía ser posible. Detestándose por lo que estaba apunto de hacer salto tras su barricada y lanzo una maldición que dio de lleno en la pierna derecha de Snape arrancandole una exclamación de dolor. Vio como caía, e iba a lanzar un hechizo aturdidor para finalizar el combate cuando un rayo amarillo le dio de lleno en el pecho lanzándole varios metros hacia atrás.
“Hechizo no verbal”- tuvo tiempo a pensar mientras caía y veía al otro acercarse para derrotarle.
Pero la sorpresa y admiración no duraron mucho, reponiéndose lanzo por instinto un sectumsempra, del que se arrepintió apenas el sonido salio de sus labios.
- ¡NO!- grito cuando el rayo impacto en la capa de Snape creando un agujero enorme.
Abrió los brazos listo para recibir el cuerpo herido, siendo lo único que cayo sobre él la capa del moreno. No le dio tiempo a entender que pasaba, el dueño apareció detrás y lo derribo de un puñetazo devolviéndolo al suelo. Sujetándolo por las muñecas apoyo la rodilla en su cuello, apretando hasta dejarlo sin aliento y con los ojos llenos de lágrimas.
- Suelta la varita- le ordeno ejerciendo más presión.
En otras circunstancias alabaría la trampa del hombre, usando su propia ropa como señuelo, pero en el suelo con la nariz sangrando y el rostro amoratado por la falta de oxigeno su orgullo salio a flote. Negó con la cabeza apretando los dientes.
- Suéltala
En respuesta gruño desafiante usando sus últimas fuerzas para quitarse al hombre de encima, pero estaba bien sujeto e inmovilizado y su intento solo consiguió una sonrisa burlona del de los ojos negros.
- No me haga repetirlo por tercera vez.
Quiso negar de nuevo pero sus dedos se abrieron dejando caer el trozo de madera y pudo respirar al fin. Cerró los ojos lastimado en su orgullo, esperando que Snape se levantara y lo dejara solo para dar rienda suelta a su frustración. Tan concentrado estaba rumiando su fracaso que el roce del cabello largo en su mejilla y las manos que le desabrochaban el pantalón lo sobresaltaron.
- ¿Realmente quieres saber que me tienta Potter?- el aliento acariciando su oído.
La voz le fallo y únicamente pudo jadear anonadado al sentir una caricia en su miembro. El calor que emanaba de los largos dedos hizo que terminara demasiado rápido, apenas un roce y se derramo avergonzado en la mano que lo envolvía como si fuera un adolescente sin experiencia.
Claro que él era un hombre sin experiencia.
Aun sin resuello y sumamente abochornado sujetó la mano que permanecía rodeando su carne para que no la apartara. Llevaba tanto tiempo esperando por el otro hombre que no pensaba permitir que su propio cuerpo lo traicionara.
Alzo el rostro buscando los labios de Snape, que lo evito centrando su atención en su cuello, cubriendo con besos la zona que antes maltratara. Levanto las caderas para que pudiera terminar de quitarle el pantalón y la ropa interior, y aprovecho que se levanto para, entre tirones y juramentos, arrancarle los botones de la chaqueta y camisa. Coló las manos entre la tela, acariciando los oscuros pezones y el torso, helado en contraste con sus manos que podrían arder en cualquier momento, y lo abrazo atrayéndolo de nuevo a su lado.
Sintió en la piel el susurro de una palabra y algo frío subió por sus nalgas. Por primera vez gimió asustado de lo que vendría a continuación y trato con todo su ser de prepararse. Un dedo abrió el camino y aunque se tenso no dolió tanto como imaginaba, aunque el segundo fuese mas incómodo. La lengua que recorría su pecho y la sensación del cabello rozando su piel eran mas placenteras.
- Potter, tú…
- No hagas preguntas de las que conoces la respuesta- le espeto. El dilema en los ojos negros hicieron que el pánico y la rabia hicieran aparición- Cinco años Snape…- musito cuando pudo tragar el nudo que se había formado en su garganta- Llevo esperando cinco años… en los que me has ignorado y humillado. No tengo fuerzas para aguantar otros cinco más.
Los ojos negros se cerraron cuando recargo la frente en la del joven, las manos en su rostro, sosteniéndolo y acariciándolo, llevándose la sangre que había vertido. Con un extremo de la capa limpio la que aun corría por su nariz y probó por primera vez sus labios
El gemido que se inicio en una boca murió en la otra. Los dientes chocaron con el ímpetu que Harry imprimió a su abrazo, enredando una lengua con su compañera en una apasionada danza. No importaba que no tuvieran aire, se negaba a abandonar las sensaciones que tanto había anhelado y recién despertaban zonas de su cuerpo y mente que desconocía.
Su mano recorrió una espalda húmeda hasta enredarse en los cabellos de Snape. El sabor de su boca lo enloquecía aumentando la sed que había incitado su piel salada. Beso las manos que le provocaban esas sensaciones, amoldándose al cuerpo posicionado encima suyo lo rodeo con las piernas ofreciéndose sin recato. El corazón latía descontrolado en su pecho, y tras tanto tiempo insensible sentía que el calor se regresaba al mismo tiempo que Snape irrumpía en su interior.
Dolió y lloro.
Siendo mas joven soñaba con una vida tranquila y un amor agradable. Pero su vida se limitaba, ahora lo veía, al día presente y lo agradable le resultaba superficial. Las personas como él solo sabían que las cosas eran reales cuando veían el dolor.
Su amante lo guió en una montaña rusa de dolor y placer. Se entrego a las sensaciones, a los sentimientos olvidando quien era y donde estaba, simplemente sintiendo el cuerpo y las manos del hombre amado. Esa noche estrellada repleta de estrellas fugaces olvido el dolor, las muertes y las miserias de esa guerra.
Por una noche olvido nombre y listas y creyó que sanaría. Porque algunas cosas para sanar deben doler.
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Cuando la respiración de Harry se hizo profunda y pausada Snape lo desenredo con suavidad de su cuerpo y lo dejo en el suelo cubierto con su capa. Cerrando la chaqueta se acerco a una de las ventanas y se sentó en el marco, frotando la rodilla que le había estado molestando desde que Harry se la maldijera. Dirigiendo la vista unos segundos al muchacho dormido pensó que merecería la pena que le doliera el resto de su vida.
¿Cinco años habían pasado ya desde que se le declara en una clase de oclumancia?
Cinco años simulando que no sentía nada por Harry, ignorando su insistencia, su presencia. Negándose a ver como le hería con su actitud. Era demasiado mayor para estas cosas, pensó frotándose el puente de la nariz. Había pasado tantos años fingiendo no tener sentimientos y aborreciendo a todo el mundo que a veces se metía demasiado en su papel, se había convertido en algo cotidiano y fácil. Demasiado.
Un movimiento en las sombras de la calle llamo su atención. Tenía la varita en la mano y un pie en el alfeizar antes de notar que se trataba de los malditos gemelos Weasley que trataban de pasar desapercibidos. Frunció el ceño cuando los vio colocar un enorme paquete en mitad de la plaza, dándose demasiado tarde cuenta de lo que planeaban.
La explosión retumbo en todo el pueblo.
Harry rodó fuera del lío de ropas con la varita en la mano, se encogió gruñendo adolorido apenas un instante y se levanto en el acto. Se echo por los hombros lo primero que alcanzo y corrió a su lado.
-¿Nos atacan?
- Son los gemelos Weasley – lo tranquilizo Snape señalando el punto donde los pelirrojos habían alzado el vuelo en sus escobas. La calle se estaba llenando de gente con las varitas a la vista, la mayoría con el pijama puesto, que miraban asombrados como el cielo se iluminaba con los cohetes y fuegos artificiales que los gemelos manejaban desde el cielo. Apenas se dieron cuenta de lo que pasaba niños y adolescentes salieron de sus casas, gritando alborozados mientras perseguían los animales mágicos y mitológicos que el par de hermanos hacían aparecer.
No se dio cuenta de quien lanzo la primera bola de nieve, pero cuando un par de niños empezaron a montar un muñeco de nieve noto que durante la noche había nevado y el pueblo estaba cubierto por un tupido manto de nieve blanca y pura. Unas cuantas personas se unieron a los niños en el juego, otros entraron a buscar ropa de abrigo y alguien empezó a repartir chocolate caliente entre la gente.
A su lado Harry lucia inexperto y vacilante envuelto en su capa, mirándolo fijamente. Tal como venía haciendo en estos años de guerra, en los que nunca había dejado de mirarle. Se sentó de nuevo, señalando el lugar a su lado para que le acompañara y se permitió devolverle la mirada abiertamente.
- Estos últimos años- empezó tomando la joven mano entre las suyas. En la zona entre el pulgar y el índice tenia una quemadura reciente y mientras la acariciaba se pregunto si la habría provocado él en el duelo - me he guiado por estrictas normas de conducta. Cuando un muchacho de diecisiete años dijo que me quería la moral y el sentido común me recordaron quien era y quien era yo, y cual era el camino correcto que debía seguir. Y mis principios me lo han estado recordando todo este tiempo, cosa nada fácil contigo persiguiéndome, obsesionado por llevarme a la cama.
- Me desespera ver como malinterpretas mis sentimientos- le reprocho
- ¿Lo hago?- en esta ocasión fue él quien lleno de recuerdos la mente del mas joven. Situaciones difíciles donde lo abordaba en zonas apartadas o Harry montaba en furiosas rabietas al no obtener lo que quería. Incluso le mostró una idea fugaz de si mismo encontrándoselo desnudo en su cuarto. Harry tuvo la decencia de enrojecer, aunque esa fue su única reacción.
- Así que ahora que he conseguido lo que quería debo dejarte en paz – afirmo mordiéndose el labio.
- No he dicho eso- apretó con mas fuerza la mano que retenía entre las suyas inspirando lentamente- La moral y el sentido común no evitaran que esta guerra me mate –le pidió silencio antes que el otro hablara- Es muy posible que pase, al traicionar al Lord pinte una diana sobre mi cabeza. Soy un objetivo. Ambos los somos.
Harry le devolvió el apretón con fuerza, mostrando una resolución y valentía en la mirada que le hizo comprender porque Albus y el resto del mundo depositaron sus confianzas en los hombros del joven.
- Esta guerra nos puede matar- continuo- pero vivir negándome lo que deseo, la oportunidad de estar contigo, verte y no tocarte es morir cada día.
La mirada que le devolvió Harry era tan intensa y sugestiva que tuvo que desviar la vista para no perderse en ella.
- Este tiempo de tregua es un regalo poco común- murmuro- Nosotros también deberíamos firmar una hasta que acabe la guerra, olvidar quienes fuimos, yo dejare la moral de lado y tú compartirás tu carga.
- ¿Y después de la guerra?
Recorrió el contorno del joven rostro con las yemas de los dedos, la piel tersa y firme apenas salpicada por unas ojeras fruto de largas noches de insomnio. Se sentía tan viejo a su lado.
-Soy mayor Harry. No se si sepa… si pueda hacerte feliz.
La mano de Harry se poso sobre la suya y tras mucho tiempo sin hacerlo, una pequeña sonrisa cruzo el rostro del niño que vivió.
- No deseo ser feliz. Solo quiero que me ames.
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Los niños se habían calmado y comían pastel de navidad bajo los últimos cohetes que volaban por el cielo. Molly conjuraba una nueva provisión de chocolate caliente cuando sintió a su nieta mayor tirarle del abrigo.
- Feliz Navidad abuela- le sonrió la niña pelirroja sujetando su mano y dejando algo en ella- Santa me ha dejado caramelos en los calcetines.
Al ver los caramelos de limón el rostro se le desencajo por la sorpresa, tomo uno, sintiendo el escozor de las lágrimas al comerlo. Devolvió la sonrisa a la niña alzándola en brazos y dejo que las lágrimas corrieran por su rostro cuando su marido las envolvió en un abrazo.
- Feliz Navidad
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