Habían pasado cuatro años desde que el mundo mágico se había visto libre de Voldemort, Harry había acabado con el asesino de muggles y de magos que no tuvieran la sangre limpia, como tanto les gustaba llamarles a los magos que habían tenido su origen en los muggles. Un simple expeliarmus lanzado en el momento oportuno consiguió bloquear el Avada Kevrada y rebotar sobre el señor oscuro. Por fin se habían visto libres de aquel engendro.
Harry no pudo continuar en el mundo mágico por más tiempo, demasiados seres queridos habían muerto, la batalla final se llevó a unos cuantos, pero sobre todo a aquél al que más amaba. Cuando llegó hasta él había sido demasiado tarde, el veneno de Nagini le había arrebatado la vida, no se lo pudo decir, no le dio tiempo
-¿Por qué, por qué te has muerto, no sabes que te necesito? No seas egoísta, regresa a mí, no me dejes, ahora no. Todavía no, tengo que decirte algo muy importante. No te mueras, regresa.
Harry lloraba desesperado, su gran amor se acaba de morir por culpa del veneno de Nagini, no le podría decir jamás que estaba esperando un hijo suyo. Lloraba y le golpeaba el pecho con sus puños, lloraba de rabia de frustración. Por fin había conseguido amar y ser amado y esa asquerosa serpiente, refugio del horrocrux de Voldemort, le había matado en la Casa de los Gritos.
Después de llorar y desahogarse fue a enfrentarse a su destino, ya no le importaba nada, sólo matar a ese ser vil y tenebroso que había ido matando uno a uno a todos sus seres queridos, a sus padres, sus amigos y a su gran amor y padre de su hijo no nato, Severus, su Severus.
Cuando todo hubo acabado en el Gran Comedor Harry se acercó hasta sus amigos Ron y Hermione, les abrazó y sin mediar palabra se alejó de allí. No se lo impidieron, sabían que Harry después de cumplir con su destino se alejaría de todo, no podía permanecer más tiempo en ese mundo que le había arrebatado todo lo que más quería. Mione sabía que era inútil, nada le iba a hacer cambiar de parecer, no compartía su decisión pero la respetó. Sólo le dijo una cosa.
-Harry, si alguna vez te cansas de estar lejos de nosotros, siempre serás bien recibido, te doy esta moneda, ya sabes cómo funciona. Si quieres ponerte en contacto conmigo sólo deséalo e iremos hasta dónde tú estés.
Harry volvió a besarles y desapareció del mundo mágico, nadie lo sabía sólo él. Su hijo nacería apartado de ese doloroso mundo, cuando tuviera edad de comprender le diría todo lo que había ocurrido y si quería regresarían al mundo mágico para que viese la tumba donde estaría descansando su papá.
Harry lo había decidido, se iría hasta el pueblecito con el que siempre habían soñado Severus y él. Un pueblo alejado del mundo mágico, donde serían felices una vez acabada la guerra. No sabían todavía cuál podía ser, lo único que tenían claro es que no querían ninguna comunidad mágica cerca, necesitaban estar alejados de todo eso. Vivirían discretamente regentando una tienda de remedios naturales. Harry gracias a la paciencia de Severus había por fin comprendido el sutil arte de elaborar pociones, no en balde tenía el mejor maestro posible en ello.
Harry antes de abandonar Inglaterra se fue hasta Gringotts y había sacado y convertido toda su herencia en dinero muggle, la había depositado en un banco bajo el nombre de James Evans, su nueva identidad. Todavía no sabía muy bien cómo iba a poder dar a luz él solo, no le importaba, se instruiría sobre el tema y con ayuda de su magia saldría bien del trance. Su embarazo sería fácil de ocultar con un hechizo de glamur, además su naturaleza poco corpulenta le haría pasar inadvertido durante muchos meses.
Le costó mucho decidirse por qué pueblo escoger, mientras estuvo con ese dilema se fue a refugiar en la casa de Severus en la calle de la Hilandera, no estaría mucho allí, lo suficiente para organizarse un poco. Después de consultar mapas y libros de la costa de Gran Bretaña se decidió por Lynmouth un pequeño pueblo situado en el suroeste de Inglaterra comunicado por un funicular con Lynton otro pueblecito al otro lado del acantilado. Las casas del pueblo se sitúan a cada lado del río Lyn y acaban en el acantilado. En verano se llena de turistas y de artistas que buscan inspiración entre las hermosas casas de tejados a dos aguas de pizarra, de dos plantas pintadas de blanco o de colores suaves con grandes ventanales para dejar pasar la luz. Al fondo del pueblo se levantan suaves colinas con grandes bosques y en medio un gran hotel con magníficas vistas.
Harry llegó hasta el lugar y se alojó unos días en el hotel hasta que dio con una casa que contaba en la planta baja con una tienda, no estaba en un mal lugar muy cerca del río estaba enclavada en una zona comercial importante del pueblo. Otro motivo que le animó a escoger ese pueblo es que no tenía ningún negocio como el que él pensaba montar. La propietaria de la vivienda era una mujer de mediana edad que se había quedado viuda hacía unos años, sus hijos ya mayores se habían ido a vivir a Londres, ella no necesitaba esa casa con la tienda que había estado dedicada, curiosamente también a tratamientos naturales.
La mujer Margaret Sullivan estaba encantada con ese jovencito tan apuesto pero de mirada triste, algo grave le había tenido que ocurrir para que un chico de esa edad estuviera tan apenado. Le cayó bien, se sintió un poco protectora desde el principio con él y cuando le dijo que pensaba abrir un negocio de remedios naturales se emocionó muchísimo. Le contó que su marido y ella habían regentado durante muchos años un negocio igual al que pensaba abrir y que si necesitaba ayuda podía contar con ella, además de proporcionarle toda una serie de mobiliario muy acorde con las necesidades de la tienda.
Harry, no sabía bien por qué, pero se encariño de inmediato con esa mujer tan simpática, le hacía falta estar con gente optimista y con ganas de vivir. Sabía que tenía una gran responsabilidad, su bebé se estaba gestando en su interior, era lo único que tenía de Severus además de la foto que se habían hecho un día que se escaparon a pasar el fin de semana en una pequeña isla deshabitada en invierno. Severus había convocado una cámara y convenientemente hechizada les había hecho una foto donde ambos estaban sonrientes y felices, se abrazaban y besaban, aquel día no les importaba nada, ni la guerra, ni los mortífagos, ni su entrenamiento. Sólo les importaba estar juntos y amarse y fue ese fin de semana en el que engendraron a su bebé.
Tenía que ser fuerte por su hijo, no conocería a su otro padre, pero él le transmitiría el gran hombre que fue, cómo murió defendiendo unos ideales. Sería fuerte, no se dejaría más abandonarse a la melancolía, lo tenía que hacer por su pequeño.
Poco a poco Harry empezó a sonreír, sobre todo con las ocurrencias y atenciones que tenía Margaret con él. Ambos estaban solos, su marido había muerto igual que el de él. Aunque no se habían casado eran esposos, su amor había creado un vínculo tan fuerte que no necesitaron que nadie lo ratificase. Margaret tenía un par de hijos pero nunca la llamaban o iban a visitarla, estaba tan sola como lo estaba Harry, se tomaron mucho cariño el uno al otro. Al principio Margaret le hacía tímidas visitas en la tienda y después poco a poco se fueron convirtiendo en más habituales, su carácter alegre y su gran conocimiento en plantas hicieron que Harry la propusiera estar con él en la botica como cariñosamente les gustaba llamar a los dos a la tienda.
Harry cada vez se encontraba más cansado, su embarazo estaba llegando casi a término y se encontraba un poco asustado, se había preparado mucho para el acontecimiento, lo tenía todo planeado, le había dicho a Margaret que a lo mejor se tenía que ausentar unos días por un tema familiar y que regresaría en breve. Tenía pensado que cuando entrara en labor lanzaría un hechizo que indujera a pensar que se había ido de viaje y que nadie quedaba en la casa, después regresaría con el bebé diciendo que era su hijo y que su esposa y él se habían separado y que se la había entregado en custodia. Había estudiado mucho sobre los embarazos y partos masculinos y con ayuda de su magia estaba convencido que lo iba a conseguir.
Lo que nunca pensó es que una fuerte contracción le hiciera doblarse por completo en la tienda cuando estaban recogiendo. No quedaba ningún cliente y Margaret estaba terminando de colocar unas hierbas en sus frascos correspondientes cuando vio a Harry doblarse con un gran gesto de dolor, fue comenzar el parto y su magia se concentró en intentar formar un canal que permitiera salir a su pequeño, el hechizo de glamur despareció y mostró a un Harry embarazadísimo.
Margaret lejos de asustarse se acercó corriendo a él y le llevó hasta la vivienda ayudándole a subir las escaleras que le llevaron hasta su dormitorio. Harry no podía salir de su asombro, Margaret no se mostraba para nada extrañada, estaba ayudando a Harry a tumbarse cuando una nueva contracción hizo que agarrara su mano con fuerza.
-Vamos James, tranquilo, respira suavemente, así expulsa el aire por la boca, ahora vamos a descubrir tu vientre para ver cómo se está formando ese canal del parto.
-Margaret que ocurre aquí, quién eres o qué eres para no asombrarte por lo que me está pasando.
-Hijo parece mentira con lo listo que eres para otras cosas, está claro ¿no? Ambos somos magos, o crees que si fuera una muggle no me iba a haber muerto de la impresión de ver a un hombre a punto de dar a luz. Ahora calla y concéntrate en traer al mundo a esta criatura y dime qué medimago te ha llevado el embarazo para que pueda llamarlo.
-No me ha llevado ninguno, yo sólo he estado supervisando mi embarazo.
-Eso ha sido muy irresponsable por tu parte, James, podías haber tenido complicaciones. ¿De qué huyes hijo?
Harry no pudo seguir hablando una nueva contracción hizo que su vientre se abriera del todo y la corona de una cabecita asomara por entre el pliegue de sus carnes abiertas. Margaret ya no dijo más y se empleó a fondo en traer al mundo al bebé.
Una vez que el bebé estuvo limpio y comprobó que todo estaba bien y en su sitio y que Harry empezaba a cerrar su canal del parto, depositó al bebé entre sus brazos.
-Ésta criatura tan hermosa es tu hija James, no sé cuáles han sido tus motivos para ocultarte entre muggles y alejar al otro papá de esta criatura y de ti, pero no te preocupes, yo no soy quien para juzgarte. Me gustaría que con el tiempo pudiéramos asincerarnos el uno con el otro. No creo que tu pasado sea de delincuente o lo que es peor de mortífago, se te ve un gran hombre, no obstante triste. ¿Acaso te abandonó el otro padre? Calla no digas nada, ahora descansa, mañana si estás dispuesto nos contaremos cada uno nuestra historia.
-Gracias, Margaret sin ti no podría haber tenido a mi pequeña Lily Eileen.
-Veo que por lo menos tenías pensado dos hermosos nombres si era niña.
-Podía sentir su magia en mi interior y sabía que iba a ser una niña y los nombres que lleva corresponden a los de mi madre y a los de la madre del otro padre. Todos están muertos, mi pareja murió en la guerra y mi madre a manos de Voldemort.
-Ahora descansa, estás agotado mañana seguiremos hablando, si no te importa me quedaré a dormir en la habitación de al lado por si necesitas algo. Eres muy fuerte sabes, no todos los varones se recuperan tan rápido de un parto y de eso sé mucho, antes de dedicarme a la tienda trabajé como medimaga en San Mungo.
Margaret tras comprobar que el papi y la niña se encontraban bien se fue hasta la habitación de al lado dispuesta a pasar la noche en casa de ese muchacho que había empezado a querer como a un hijo, como a ese hijo que debería haber sido el suyo.
Apenas habían dado las ocho de la mañana y Margaret ya se había levantado, se asomó a la habitación, la niña y su papi seguían plácidamente dormidos. Se le veía tan sereno y descansado que pensó en dejarle dormir un poco más. Mientras prepararía el desayuno y cuando estuviera listo lo subiría a la habitación y después de que se alimentaran el papá y la niña comenzarían a contarse muchas cosas. Ella necesitaba desahogarse y por lo que presentía James también.
Continuará…