alisevv
Cantidad de envíos : 6728 Fecha de nacimiento : 15/01/1930 Edad : 94 Galeones Snarry : 241687 Fecha de inscripción : 08/01/2009
| Tema: Death Eater takes a Holiday. Capítulo 30. Podrías tener peores marcas Dom Dic 06, 2009 3:25 pm | |
| Death eater takes a holiday Capítulo 30 Podrías tener peores marcas Gwen miró de él a Harry, sin saber qué decir. Su labio tembló.
—Y… —se detuvo brevemente, cuadró sus hombros, y respiró profundamente—… cuando Harry intentó atrapar algo que se estaba cayendo, su mano se sumergió en mi poción, y se la quemó. Utilice la crema contra quemaduras apropiada, y estaba segura que se pondría bien —explicó.
Severus cerró los ojos y asintió, comprendiendo. Gwen bajó la vista para verificar si Harry todavía dormía. El chico no estaba dormido, y ahora se acercaba a ella. Le tendió la mano, girando la muñeca para mostrarles una vista completa de ambos lados.
—Como nueva —dijo con una sonrisa cansada. Luego examinó a Severus, buscando alguna señal de cruciatus—. ¿Su diligencia fue tranquila, Profesor? —preguntó. Severus sabía a qué se estaba refiriendo, pero su mente estaba ocupada haciendo observaciones, procesando la información. Miró a Harry, y luego a Gewn. El lunar de la chica estaba de vuelta. ¿Habrían tomado ambos la poción?
Gwen se sentía incómoda y necesitaba dormir.
—Señor, ¿le gustaría revisar las pociones antes de empacarlas para ser enviadas?
El Profesor miró las botellas sobre su escritorio. La poción sería probada de cinco formas diferentes. Había seis viales en el escritorio. Levantó el único que no estaba etiquetado para la prueba. Ella le explicó que ya había terminado su primera poción, la había probado en sí misma, y colocado un segundo vial a un lado, cuando sucedió el accidente. No entró en detalles sobre el mismo. Aunque había estado muy furiosa con Colin Creevey, no deseaba que él tuviera que sufrir la cólera de Severus Snape.
El profesor de Pociones examinó la poción mientras Gwen jalaba a Harry hacia un lado.
—Harry, no sé cómo podría compensar toda tu ayuda de esta noche —dudó un instante antes de atraerle en un fuerte abrazo—. Me alegra haber tenido oportunidad de conocerte un poco antes de dejar la escuela.
—Quizás me puedas reservar un baile o dos mañana en la noche —musitó con una ligera sonrisa. Por un momento, ella se perdió en sus ojos, mientras la radiante sonrisa del chico iluminaba la habitación. Cicatriz o no, Harry era guapísimo. Él la miró y se paró de puntillas—. Mis zapatos de fiesta me dan un poco más de altura —comentó con humor.
Ella se ruborizó, prometió un baile, y salió corriendo mientras el humor todavía era ligero.
—Te veré mañana —se despidió la chica, mirándole por encima del hombro.
Consciente de su ahora visible cicatriz, Harry giró su rostro tentativamente hasta enfrentar a Severus; inconscientemente, sus dedos pusieron un mechón de cabello detrás de su oreja. Era un habíto que había tenido por años. Si no podía sentir la cicatriz mientras sus dedos rozaban detrás de su oreja, sabía que los hechizos de ocultación estaban en su lugar. Se sorprendió al sentir la carne dañada, aunque sabía que estaba visible. Había pasado demasiado tiempo desde que alguien, con excepción de Poppy, la había visto. De alguna manera, se sentía expuesto.
Severus observó cómo el joven se daba vuelta. Buscó los hermosos ojos verdes, pero éstos no se encontraron con los suyos. Se sentía como un canalla, bastante seguro de que Harry había escuchado sus comentarios acerca de su cicatriz. El Gryffindor bajó la mirada, colocando su cabello detrás de su oreja. Severus notó que era un movimiento familiar. No lo había tomado en cuenta antes de esta día, pero estaba seguro de haberle visto hacer eso muchas veces antes. Notó que los dedos de Harry rozaban el comienzo, o quizás el final de la cicatriz, y se estremecía ligeramente cuando la punta de sus dedos se metieron tras sus mechones oscuros.
¿Qué le había pasado a su Harry?
—Me quemaron. Para cuando regresé a la escuela, la herida estaba demasiado vieja para poder ser curada —narró el joven mago, como si eso explicara todo. Severus se acercó un paso, notando que Harry no se movía. Pero aunque el muchacho no se había alejado, tampoco hacía ningún movimiento para acercarse a él.
—¿Por cuánto tiempo has usado el hechizo de ocultación? —su tono no era acusador, sino interesado.
—Unos pocos años —cambió de posición. Estaba claramente cansado. Severus se había levantado temprano para buscar algunas plantas del bosque mientras el rocío todavía brillaba en la hierba, y había visto al equipo de quidditch de Gryffindor practicando. Había sido un largo día—. Si quieres ver las pociones que ha usado Poppy, eres bienvenido a revisar mis archivos —hizo una pausa y levantó su mochila—. Estoy cansado, y para ser sincero, me siento un poco vulnerable en este momento. Prometí a mi psiquiatra, y a mí mismo, que estaría atento a mis necesidades; es mejor que hablemos sobre esto después que haya dormido un poco, y cuando esté más cómodo sin los hechizos de ocultación.
Severus asintió.
—Comprendo. Gracias por ayudar a la señorita Jennings con la poción.
Cuando le pidió que se quedara con ella, Severus no había planeado que Harry hiciera tal sacrificio. Confiaba en que haría lo que le había solicitado, pero sabía que el Gryffindor se habría quedado a ayudarla aunque no se lo hubiera pedido. Ahora, tenía una tonelada de preguntas para él, sobre la cicatriz que estropeaba su piel perfecta. Esto le llevó a pensar que su propia piel tenía muchas más marcas desde la última vez que Harry le había visto desnudo. Una en particular que no deseaba exponer. ¿Cómo reaccionaría Harry al ver la Marca tan cerca? Sabía exactamente cómo se sentía el joven en ese momento, siendo forzado a descubrir sus cicatrices ante el mundo. Sería como si alguien le obligara a él a vestir una camisa de manga corta; sólo que Harry no había tenido elección. Desearía que las cosas hubieran sido diferentes cuando descubrió el secreto de Harry. Deseaba que estuviera allí todavía, y que estuviera en sus brazos, y haberle dicho cuan hermoso era. Esa noche cambió la cama, se paro y se miró largamente en el espejo antes de ponerse su ropa de dormir. Lo primero que siempre captaban sus ojos era la Marca Tenebrosa en su brazo. Eso hacía que las otras áreas de piel dañada fueran menos evidentes. Como hacía mucha gente cuando se observaban en el espejo, él vio sólo los defectos. En otra parte del castillo, un Gryffindor de séptimo año soñaba en la Recepción a la que pronto asistiría. Soñaba bailar con alguien en especial, sintiendo su respiración a un lado de su rostro mientras danzaban lentamente, escuchando una voz que susurraba palabras dulces a su oído. Soñaba esa y muchas otras cosas que no recordaría en la mañana.
Despertó con un vago recuerdo de sueños placenteros. Mientras pasaba la niebla entre el sueño y la casi vigilia, los pensamientos de Harry regresaron a la noche previa. Había aprendido a hacer la poción contra el dolor, besado a Sev, ayudado a Gwen, y Sev había visto su cicatriz. Trazó suavemente la cicatriz a lo largo de su cuello y luego llevó los dedos a sus labios.
“Me besó”
Cerró los ojos, recordando. Severus Snape le había besado. Le presionó contra el mostrador en el armario de suministros y le besó con fuerza. Harry pensó que el Sev de dieciocho años besaba muy bien, pero éste Severus… Aparentemente, los años de experiencia marcaban una diferencia. Guau.
Era la hora de levantarse y ahora tenía que deshacerse de su dureza. Acostumbraba pensar en su amigo Neville vistiendo sólo unos zahones*, con su regordete trasero mostrándose por detrás; pero Neville había tenido una racha de crecimiento el último año, y su nueva altura había compensado su cuerpo muy agradablemente. Ya no era un modo eficaz de matar la dureza matutina.
“Ya sé. La abuela de Nev en pantalones cortos. Sí, eso lo logró”
Su problema se había ido, aunque ahora se preguntaba si podría volver a tenerlo alguna vez, luego de esa imagen en su cabeza.
Ron estaba medio dormido, pero notó la cicatriz de Harry. No lo mencionó hasta que su amigo se dispuso a salir para ducharse.
—Vas a… —Ron se cayó, dejando que su mano se agitara por el área de su cuello. Harry sacudió la cabeza.
—Larga historia. Te lo contaré cuando veamos a Hermione —dijo, antes de salir por la puerta.
Ambos chicos, ya duchados y vestidos, iban a salir del dormitorio cuando Neville detuvo al moreno.
—Creo que olvidaste algo, Harry —musitó, mientras trataba de no mirar en su dirección. El otro mantuvo el rostro desprovisto de emoción.
—No lo olvidé. Gracias, Nev.
Por un momento todo permaneció en silencio. Nadie había querido decir nada sobre eso.
—¿Quieres decir que prefieres salir con el cierre de los pantalones abierto? —preguntó Neville con incredulidad.
Harry rió entre dientes y todo el cuarto estalló en carcajadas. Luego de cerrar sus pantalones, caminó junto a Ron a reunirse con Hermione. Apenas escuchó cuando el pelirrojo comentó algo así como ‘mantente en tus pantalones, compañero’, cuando Hermione saltó sobre él. Harry retiró un puñado de cabello de su cara mientras su amiga le apresaba en un gran abrazo.
—Eres tan maravilloso —dijo ella muy sonoramente, para luego dejarle ir—. Lo único que se comenta en el baño de los prefectos es cómo salvaste a Gwen Jennings de un verano infernal. Gracias a ti, podrá pasar el verano en París, relajándose, antes de empezar sus estudios de Pociones en el otoño. Habría tenido que esperar hasta septiembre para volver a aplicar, y luego aguardar hasta enero para comenzar —Hermione hablaba tan rápido que los chicos apenas lograban entender algo de lo que estaba hablando—. Cuéntamelo todo; ¿cómo resultaron las cosas antes que el profesor Snape tuviera que irse? —interrogó, y le dio un pequeño empujón, como si dijera ‘más vale que me lo digas todo’.
El trío se sentó en el sofá de la sala común antes de salir a desayunar. Harry les contó sobre las pociones y Colin, y Severus teniendo que partir. Ron no notó que su amigo le dio un codazo a Hermione mientras les hablaba sobre la noche.
—Los efectos de la poción duran varios días. Yo sabía en qué me metía cuando la bebí, ¿pero quién más podía ayudarla a esa hora de la noche? Pensé que se iba a asustar cuando vio la cicatriz. Cuando se dio cuenta que yo tendría que asistir a la Recepción así, prácticamente hiperventiló, deshaciéndose en disculpas. Hace unos meses, no creo que pudiera haber hecho esto, pero luego de ser expuesto en la escuela por cortesía de Malfoy y El Profeta, esto no parece ser la gran cosa. De todas formas, le había prometido a Dumbledore que lo haría cuando finalizáramos la escuela —Hermione se lanzó a abrazarle nuevamente y le reiteró el gran tipo que era. Harry se dio cuenta que se sentía cómodo con la repentina cercanía de la chica y no se alejaba, como había hecho después del ataque.
En ese momento, vio que Colin Creevey se dirigía hacia él, luciendo completamente arrepentido.
—Ron, distrae a Colin mientras hablo un momento con Hermione.
A pesar de su buen humor, no deseaba ver a Colin por ahora, aparte de que realmente necesitaba hablar con Hermione. La única persona con quien podía hablar.
—¿Por qué fue el codazo? ¿Algo jugoso? ¿Qué, qué, qué? ¿Él te llamó para un encuentro? —hablar tan rápido no debía ser permitido a los humanos—. Me diste un codazo, lo que significa que es algo que no podías decir delante de Ron —declaró, soltando una risita. Harry asintió lentamente con una gran sonrisa.
—Yo lo sentí —comenzó, tocando su frente —, y él lo sintió. Se miró en mis ojos; yo pensé que me perdería en los suyos —suspiró—. Lo siguiente que supe fue que le estaba ayudando a conseguir los suministros que debía llevar con él. Pasó tan rápido que no lo vi venir —hizo una pausa y la chica pareció como si estuviera a punto de estallar—. Me besó —susurró Harry; Hermione explotó.
Ron estaba manteniendo a Creevey acorralado cuando escuchó el grito.
—¡OH, MI DIOS! —chilló la chica.
Harry casi le cubrió la boca con las manos, pero le encantaba poder contarle cosas que no podía decir a nadie más. Tantas veces había deseado tener alguien con quien hablar. Además, las reacciones de su amiga eran inusualmente divertidas. Ahora que, con Severus, todo se sentía más privado, y tenía la sensación de que no le contaría a ella mucho más de ahora en adelante. Harry sonreía de oreja a oreja y estaba ruborizado. Ante una súplica por detalles, la complació. Cuando terminó, los ojos de la joven brillaban como si fuera ella a quien hubieran besado.
—Oh, Harry, es tan romántico —susurró esta vez, sosteniendo sus manos.
A medida que el día progresaba, Harry consiguió varias miradas de gente que se quedaba embobada observando su ahora visible cicatriz. Para el final del almuerzo, muchos sabían lo que había hecho por Gwen y al menos intentaron no mirarle. Algunos otros, sin embargo, parecían no comprender lo grosero que era quedarse mirando fijamente a una persona y estudiaban la fea marca en el lado de su cuello como si se tratara de una de las bestias de Hagrid. Para cuando el día había terminado y los chicos se estaban arreglando para la Recepción, la mayoría de la gente se había detenido a preguntar, y Harry se había, ciertamente, acostumbrado a tener gente mirándole. Podía ignorarles con facilidad.
—Siento como si fuera septiembre de nuevo, con todos los chicos de primer año observándome todo el tiempo —comentó Harry a su mejor amigo mientras se ponía sus zapatos de fiesta. Ron estaba peinando su cabello. Podía ver al moreno a través del espejo.
—Esta noche todos estarán demasiado ocupados viendo lo que todos están vistiendo o quién está bailando con quién como para fijarse mucho en eso. Ya lo verás —razonó el pelirrojo.
Ron, Dean y Seamus confirmaron que la mayoría de los estudiantes habían asumido que le habían hecho esa herida cuando los Mortífagos atacaron Privet Drive, así que difícilmente habían hecho preguntas sobre cómo había sucedido. Dado que Privet Drive había sido el ‘debut en sociedad’ de Voldemort, ya la mayoría estaba al corriente de que Harry le había visto luego del torneo de los tres magos, y pensaban que la cicatriz había sido hecha en ese segundo encuentro.
—¿Viste a Hermione esta tarde?
—No, ella y la mayoría de las chicas se han estado quejando durante las dos últimas horas sobre su cabello y todas esas otras cosas de las que se quejan las chicas —replicó Ron, mientras se arreglaba la túnica—. ¿Es eso lo que vas a llevar bajo tu túnica? —se rió.
Harry sólo le sonrió. Los ojos de Hermione se abrieron enormes cuando los dos gallardos jóvenes se reunieron con ella en la sala común. Estaba orgullosa de ser escoltada por Ron. Su actitud había mejorado mucho desde el último baile al que habían asistido, ahora que el joven la tenía a su lado. De no haber sido por Malfoy, Ron hubiera sido el mejor vestido en el salón. Harry llevaba una túnica azul. Corte sencillo, tela ligera que fluía sobre su figura, mostrando de vez en cuando sus músculos de manera encantadora. Había intentado hechizar su cabello para domarlo, pero la poción que había probado con Gwen había evitado cualquier hechizo de ese tipo. Finalmente, probó con un encantamiento para hacer crecer el cabello. Como eso era algo que sucedía de forma natural, la poción de Gwen no lo había evitado. Se había sentido tentado a colocar su cabello sobre uno de sus hombros para ocultar su cuello, pero Hermione insistió en que lo llevara a su espalda y transformó una lazada para el cabello que hiciera juego con su túnica.
—Con tu cabello negro y los lentes de contacto te ves mucho mayor. Guau… ¡deberías llevar lentes de contacto todo el tiempo! —exclamó Hermione—. ¡Luces sexy! —susurró a su oído.
—¡Lentes de contacto! —dijo Ron de repente—. ¿Cuál es la diferencia?
—Francamente, Ron, espabílate —le regañó su novia—. ¿Cómo es posible que no lo notes?
—Noté algo diferente, pero estaba intentando no mirar fijamente —dijo la última parte en beneficio de un cercano estudiante de segundo año que no había apartado sus ojos de Harry desde que entraran en la sala común.
—Desearía poder llevarlos todo el tiempo —confesó Harry, observando cómo el chico de segundo se alejaba corriendo ante la feroz mirada de Ron—. Pero, si cae alguna mota en ellos, se siente como una roca en mis ojos. No son prácticos en una confrontación, es imposible viajar en flu con estas cosas, y si mis lentes se rompen, al menos puedo repararlos con mi varita. Y no puedo colocarme estos sin un espejo —palmeó su bolsillo para asegurarse que sus lentes y varita estuvieran allí—. ¡Alerta, Creevey! —exclamó al ver aproximarse al alegre chico fotógrafo.
Luego de una gran súplica arrepentida, Colin Creevey tomó fotos del trío en sus trajes de gala. Posaron para varias fotografías y el chico ofreció mostrarle a Harry toda su colección de esos años, para hacer un álbum que recordara sus años en Hogwarts. Éste aceptó reunirse con él cuando terminara la escuela y Colin tuviera todo listo.
El Gran Comedor era algo digno de ver. El habitual mar de túnicas negras había sido reemplazado por una oleada de telas multicolores fluyendo a través del recinto como flores salvajes en la brisa. El humor era completamente diferente al que habían tenido el baile anterior. Pronto, todos estarían fuera de la escuela. Harry volaba. No tenía la tensión de una cita; le emocionaba que no tuviera que abrir el baile ni ser el centro de atención. Algunos todavía le miraban a él y a su, al parecer, recientemente adquirida cicatriz, pero no dejaría que eso le afectara. Bailó con Hermione y algunas otras. Cada vez que tenía oportunidad, escudriñaba a lo largo de la habitación, buscando a alguien especial, pero hasta el momento había resultado inútil. El baile ya tenía cuarenta y cinco minutos de comenzado y Severus no se veía por ninguna parte. En otra parte del castillo, Severus Snape se acercó a la oficina del señor Filch. Había acudido al sitio casi cada noche de las pasadas semanas. Paso en silencio por la oficina del conserje, acercándose a la hace ya tiempo abandonada sala de torturas. Su único propósito actual era intimidar y permitir que los estudiantes pulieran sus objetos durante las detenciones. Sonrió. Observó a Nott, quién estaba completamente ignorante de su audiencia. Su alta y delgada figura oscura se mezclaba con las sombras. Nott no había notado su llegada ninguno de esos días.
“¿Qué será esta noche?”, se preguntó Severus. “¿Una gran lámina volando repentinamente de su lugar en la pared, justo hacia la cara del muchacho?”
Eso había sido divertido; el chico se había orinado encima esa noche. Quizás un látigo podría chasquear inesperadamente. La primera vez resultó bien, pero la segunda tuvo un bono inesperado. ¿Quién imaginaría que iría a darse la vuelta en ese momento?
“Le advertí que tuviera cuidado; el castillo esta vivo con magia. Mi magia”
Deseaba que ésta fuera una buena noche para Harry. El baile formál de séptimo año significaba tiempo de diversión, sin preocupaciones. ¿Quién querría compartir la pista de baile con un chico que le ha acosado? Hizo una floritura con su varita y pronto el puño de la manda de Nott estaba pulcramente cerrado alrededor de su muñeca. Se encontró parado junto a la pared, con sus muñecas enganchadas a sus mangas, unidas al muro por una pesada cadena. Filcvh le encontraría eventualmente, pero al no poder usar magia tendría que ir a buscar a algún profesor para que le ayudara a desencadenarle. Ya habían sucedido unas cuantas veces que Nott había necesitado ayuda para ser liberado de alguno de los equipos de tortura, pero por alguna razón, a pesar de su conocimiento de cada atajo del castillo, esta vez tomaría a Filch largo tiempo encontrar a alguien que le ayudara, y entonces, ese profesor se encontraría demasiado ocupado para ir a liberar al muchacho, así que duplicaría su tiempo de detención. Como si un acuerdo no hablado se hubiera establecido entre los miembros de la facultad. La mayoría opinaba que Nott y sus amigos deberían haber sido expulsados, y no iban a dejarlos en paz tan fácilmente.
En el Gran Comedor, Dubledore estaba teniendo una charla con la profesora McGonagall; sonrió, al ver a Severus entrar por una puerta lateral.
—Veo que nuestra oveja perdida ha encontrado su camino —comentó Albus, divertido.
—Querrás decir nuestra oveja negra —bromeó Minerva.
Severus estaba a punto de lanzar una réplica aguda, pero Albus le interrumpió.
—Hablando de descarriados, ¿dónde está el señor Nott esta noche?
Severus hizo una mueca de desagrado ante el juego de palabras.
—¿Pudriéndose en Azkaban?
—Vamos, Severus, sabes que me estoy refiriendo a tu estudiante, el joven señor Nott. ¿No debería haber terminado su detención a estas horas? —preguntó el anciano.
—Quizás no pudo conseguir una cita —replicó con voz de seda.
Minerva se inclinó para que sólo el Slytherin pudiera escucharla.
—O ella quedó libre mientras él seguía en detención —comentó con un brillo en los ojos muy similar al que tenía en su forma gatuna.
—Podrías prestarle tus esposas, Minerva —dijo con una sonrisa traviesa.
Ella se marchó como si estuviera ofendida, pero mientras la observaba retirarse, Severus supo que la bruja estaba sonriendo. Pronto, ella se perdió entre los estudiantes que circulaban por el comedor.
Severus escudriñó entre la multitud buscando a Harry, aunque no parecía estar buscando a nadie en particular, sólo aburrido. Al no tener señal del chico luego del primer vistazo casual, decidió buscar a Ron. Era mucho más fácil divisarle entre la muchedumbre, y el resto del trío nunca estaba lejos. Con seguridad, la zanahoria era más alto que la mayoría, pues había crecido muchísimo el último año. “Linda túnica”, pensó cuando le divisó, llevando dos vasos de la mesa de los refrescos. Justo delante de él había una mesa con varios asientos vacíos, y Neville Longbottom cuidando una bebida. Una rápida revisión del área inmediata y bingo, ahí estaba Harry bailando con Hermione Granger. Severus casi no le reconoció con el cabello largo, ¿y no se veía mejor sin los lentes? Danzaban muy juntos. Era un baile lento, y la chica se veía muy cómoda con la cabeza sobre su hombro. Severus exhaló con fuerza, esperando que Ron interrumpiera, pero éste estaba sentado conversando con Longbottom.
Algunas molestas personas comenzaron a hablarle, haciendo que perdiera el rastro de Harry por un rato. Menos mal, ya que no deseaba parecer demasiado pendiente del Niño-Que-Vivió. Treinta agonizantes minutos más tarde, encontró un asiento y retomó su observación. ¿Con quién estaba bailando ahora? Vio a esa hermosa rubia en brazos de Harry y casi no reconoció a Gwen Jennings, su mejor estudiante. Llevaba más maquillaje del que él solía verle, y aunque ella acostumbraba peinar su cabello en un apretado moño para evitar que cayera en su caldero, esa noche fluía libremente alrededor de sus hombros. Por un momento, pensó en su propio cabello, ligeramente grasiento. Se consoló con la idea de que él nunca sabía cuándo tendría que preparar una poción. Harry estaba casi a la misma altura que Gwen, pero lucía confiado a pesar de todo, y parecía estar pasándolo muy bien. Gwen no tenía con Harry el nivel de confianza que tenía Granger; bailaba un poco rígida, y con la apropiada distancia entre ellos. Por un segundo, pensó que Harry iba a besar a la chica cuando se puso de puntillas y susurró algo a su oído. Ella rió, y luego regresaron a la mesa donde estaban sus amigos. Severus decidió dar un respiro a la ‘observación de Harry’ y ver qué hacían sus Slytherin.
Harry presentó a Gwen a todos los de la mesa excepto Hermione, a quien ya conocía. Las chicas comenzaron a conversar de inmediato sobre lo que harían al terminar la escuela y los planes de Gwen para ese verano en París.
Harry se disculpó y salió del Gran Comedor. Al entrar en el baño de hombres, escuchó una voz clara: Malfoy.
—Entiéndelo, Goyle, tú tienes que decidir lo que quieres. No voy a hacer que elijas entre Crabbe y yo. Hazlo porque sea lo que deseas hacer el resto de tu vida, no sólo porque Crabbe lo hace —el rubio se alejó de Goyle y enfrentó a Harry, quien estaba parado frente a un espejo, echando unas gotas salinas en sus ojos para humedecer sus lentes de contacto. Encaró a Malfoy. Draco tenía el cabello largo, como el suyo; pero a diferencia de Harry, el Slytherin llevaba un buen tiempo dejándoselo crecer. Con su rubio cabello suelto, era aterrador cuánto se parecía a Lucius. Sólo que éste era Draco, y Harry no temía a Draco.
El rubio se acercó un paso a Harry, demasiado cerca dentro de su espacio personal. Retiró hacia atrás el negro cabello, que se había soltado a causa del baile, y observó atentamente la cicatriz de su cuello. Harry tuvo el inquietante recuerdo de la primera vez que había encontrado a Lucius en la librería, cuando el hombre examinó la cicatriz que le había dejado Voldemort. Draco se movió suavemente y habló con lentitud, deteniéndose en cada palabra.
—¿Continúa hacia tu espalda, o rodea tu cuello igual que una soga? —preguntó con sincera curiosidad. Harry sostuvo la cabeza en alto, su rostro vacío de expresión.
—Alrededor —se detuvo brevemente—. Como una soga —contestó, de manera tan casual como si estuviera conversando sobre el tiempo.
Draco inclinó la cabeza como si desestimara el hecho.
—Podrías tener peores marcas —musitó en una especie de trance.
El moreno no replicó. Sabía que los dos Slytherins estaban hablando acerca de tomar la Marca Tenebrosa. Siempre había pensado que Draco seguiría los pasos de su padre. Éste todavía apoyaba al Señor Oscuro, pero aparentemente su madre tomó su propio camino. Draco no tenía intención de tomar la Marca. Mientras partía, Harry pensó en Severus. Estaría feliz al conocer las intenciones de Malfoy, aunque probablemente ya lo sabría.
Una hora de baile y socialización más tarde, Harry se encontró sentado la mesa, hablando con Neville, Dean y la cita de Dean, cuyo nombre no podría recordar ni aunque su vida dependiera de ello. Ron y Hermione también estaban en la mesa, pero demasiado perdidos uno en los ojos de la otra como para participar en la conversación.
—Hijo de puta —exclamó Harry al ver a su antiguo compañero de besuqueo bailando con otro chico. Ellos habían sido tan cuidadosos de no mostrarse y ahora estaba en medio de la fiesta de los alumnos de séptimo año, bailando a la vista de todos.
—Eso es lo que consigo por haber estado con un bastardo como él cuando casi me expuso ese día.
Dean y Neville no sabían de qué estaba hablando, pero sí que se refería a los dos chicos que estaban bailando y que habían captado la atención de todos.
—Supongo que el hecho de que Harry Potter pueda salir se lo facilita al resto —comentó la cita de Dean. ¿Cómo demonios se llamaba la chica?
—Genial, justo lo que necesito, ser el mago gay del cartel —gruñó Harry.
Se sentía deprimido al no poder bailar con quien más deseaba. No quería nada más que moverse al compás de la música sin importarle el mundo, descansando su cabeza en el pecho de Sev, respirando su esencia. Suspiró, buscando a Severus entre la multitud. No sólo le encontró, sino que divisó esos ojos de obsidiana mirándole a él.
Severus observó nuevamente a Harry. Se veía molesto. No tuvo duda de la razón, al observar a dos chicos en la pista de baile desvergonzadamente presionados uno contra el otro. Se dio cuenta que uno de ellos debía ser el chico al que Harry había estado viendo. Sintió una punzada de celos al ver que el joven de ojos verdes estaba preocupado por ellos, pero pronto desapareció ese sentimiento, al notar que la mirada molesta del Gryffindor era reemplazada por un suspiro y una expresión de anhelo al observar a todas las parejas bailando. Parecía haberse divertido mucho esa noche, pero aún así era claro que ansiaba bailar con alguien especial, no sólo con Hermione y las otras chicas que conocía.
Sev continuó mirando hasta darse cuenta que era observado a su vez. Sus ojos se engarzaron con los de Harry a través de la habitación; deseaba tanto apresarle entre sus brazos. En realidad, después de verle en esa túnica, deseaba empujarle bajo la mesa del ponche y follarlo hasta perder el sentido; pero era Severus Snape, así que se levantó, todavía mostrándose aburrido. Dio un breve vistazo alrededor para asegurarse que nadie estaba prestando atención e impactó a Harry al guiñarle un ojo.
Harry había estado sosteniendo el contacto visual con el hombre, esperando observar algo, cualquier cosa del hombre que le había besado, en el momento que Sev le hizo el guiño. Escupió, haciendo que su bebida salpicara un poco. Severus apartó la mirada mientras sonreía. Harry se ruborizó, pero continuo observándole sutilmente; no quería que nadie lo notara. Sabía cuan importante era mantener su relación oculta. Si es que la podia llamar relación. Su preocupación creció al ver lo que parecía una mueca en el rostro del hombre. Rápidamente, la mascara de indiferencia regresó a su lugar, pero Harry lo había visto. En ese momento, un grito pudo ser escuchado, proveniente de un chico sentado a unas mesas de distancia. Era una mesa Slytherin. Él y varios más de la misma mesa se levantaron y salieron abruptamente. Harry vió cómo Goyle observó a sus amigos partir, mientras parecía querer acompañarles. A su lado, Malfoy hizo una mueca y posó un brazo alrededor de su cita. Él no iba a ver su noche interrumpida. Harry apartó la vista de Malfoy a tiempo para ver a Severus deslizarse por una puerta lateral.
¿Había otra reunión de Mortífagos tan pronto? ¿Todos esos chicos que acababan de salir eran Mortífagos?
De repente, el pensamiento de los chicos que habían bailado juntos se había vuelto muy trivial. Harry permaneció relativamente quieto por el resto de la noche. Muchas de las parejas habían salido a los terrenos a caminar bajo la cálida noche, buscando lugares aislados para estar solos. Ciertamente, esa noche sería una fiesta en la sala común. Él permaneció un rato más, pasando la mayor parte del tiempo mirando alrededor buscando algo, o a alguien. Pronto, el ambiente se serenó, las luces se atenuaron, y la mayoría de las parejas se estaban besando. Sólo unos pocos acérrimos estaban bebiendo todavía cerveza de mantequilla, celebrando su inminente salida de Hogwarts. Harry se dispuso a partir, encaminándose hacia la entrada del comedor.
Sentado obedientemente en el alfeizar de una ventana, se encontraba Dobby.
—El profesor Snape no ha regresado todavía al castillo,
—Gracias por vigilar por mí, Dobby. Lo aprecio —dijo Harry con sinceridad. El elfo sonrió ampliamente, explicando cuánto le gustaba hacer cosas por él, y que no le importaba bajar a limpiar después que terminara la fiesta. También le suplicó que le dejara acompañarle cuando fuera a vivir solo, pero Harry se negó tan amablemente como le fue posible. Mucho después de que Dobby se fuera, estaba sentado en el alfeizar donde el elfo había estado. Recordaba cuan enorme le había parecido la ventana cuando se sentaba en ella durante su primer año. Todo era tan grande y nuevo. Todo parecía tan lejano ahora.
A través de los manchados cristales de la ventana, podía ver pequeñas criaturas similares a hadas iluminando los arbustos de los jardines. Era muy romántico. Pensó que él era un tonto romántico. ¿Creía que un hombre que era Mortífago se enamoraría de él? No, quizás no, pero Sev tenía grandes cualidades que el quería conocer más profundamente.
—¿No hay una fiesta que deberías estar celebrando?
Harry se sobresaltó, mientras sonreía al hombre a su lado.
—Hola, Albus —musitó quedamente, como si no quisiera despertar a la criatura representada en el vidrio manchado—. ¿Cuántas celebraciones van ya para ti?
—Demasiadas para contar, mi muchacho; demasiadas para contar —contestó con una sonrisa—. ¿Por qué no estás festejando con tus amigos, Harry?
—Sabes exactamente porqué. Además, la celebración se ha convertido de baile y bebida en besuqueo y borracheras. Me sentiría mejor si supiera que Severus estaba de regreso —recibió un comprensivo asentimiento de Albus—. ¿Es normal que Voldemort los llame dos noches seguidas? —indagó, preocupado por el Profesor.
Albus se aseguró de que el pasillo estuviera vacío de oyentes indeseados.
—No es insólito, pero lo más probable es que no todos fueran llamados anoche y hoy. Severus es llamado habitualmente para elaborar pociones. El pudo haber sido uno de los pocos llamados anoche, y hoy parece como si hubiera sido convocado el grupo en pleno —comentó con cansancio.
Harry quería preguntarle que porqué no revisaba a todos por si tenían la Marca Tenebrosa, para enviar a los estudiantes Mortífagos al Ministerio, pero Albus tenía una razón para todo, y él estaba decidido a no meter su nariz en lo que no le importaba.
>>Sé que estarás fuera de aquí y en tu propio hogar muy pronto, Harry, pero me gustaría pedirte que no salgas del castillo esta noche. No sabemos por qué fueron convocados los Mortífagos, y me sentiría mejor sabiendo que estás a salvo adentro.
Harry aceptó su petición. Esperaría a Severus en el interior del castillo. Mientras Harry estaba sentado tras la ventana, a solas con sus pensamientos, lejos de allí, en una vieja casa, Severus elaboraba una poción para el Señor Oscuro. El profesor de Pociones tenía una sensación de inquietud mientras revolvía los mismos ingredientes que la noche anterior. ¿Por qué estaba elaborando la misma poción tan pronto? Había preparado un enorme caldero completamente lleno, no podían haberlo utilizado todo ya a menos que Voldemort estuviera planeando algo enorme. Cuando la poción estaba casi lista, la puerta del laboratorio se abrió. Voldemort entró con alguien que debía haber sido reclutado recientemente; obviamente, un adolescente. Juraría que había visto al chico esa noche en el baile. Bastante confiado, el joven retiró su capucha ante una orden del Señor Oscuro. Severus permaneció impasible, como si no le sorprendiera ver a uno de sus mejores estudiantes parado al lado de Voldemort.
“Demonios”, pensó. No imaginaba que el chico estuviera considerando pasarse al lado oscuro.
—¿Casi terminas, Snape?
“Mierda, nunca me llama Snape. Esto no puede ser bueno”
—Sí, mi Señor.
—Terrance te ayudará con las pociones —Voldemort sacó un vial de su bolsillo. Severus reconoció que era el veneno que había preparado la noche anterior—. Dime, Terrance, ¿cuál es tu opinión sobre esto?
El chico examinó la poción y declaró que era muy aromática, y sería reconocible por la mayoría de los magos. El muchacho habló como si hubiera estado leyendo un libreto. Como si se le hubiera informado textualmente qué decir, o como si por casualidad hubiera escuchado convenientemente una conversación indicándole todo lo que el Señor Oscuro quería oír. Probablemente, esto ultimo; los nuevos reclutas estaban dispuestos a satisfacerle, y a Voldemort le gustaba dejar que esos nuevos reclutas sintieran que tenían, en cierto modo, el control. A Terrance se le instruyó para que terminara de enfriar y embotellar la poción mientras Severus era conducido a una habitación más grande. En el nuevo recinto estaba el grupo habitual de figures vestidas de negro y encapuchadas, pero además estaba un grupo que debían ser los alumnos de séptimo que Severus había visto levantarse cuando sintió la Marca quemar.
—Dime, Severus, ¿hiciste mal la poción porque tus lealtades no son las que deberían ser?
—No, mi Señor; mi lealtad está sólo contigo —Severus se inclinó profundamente.
—Entonces, ¿quizás tu mente estaba en algún otro sitio? ¿Te molestó que le diera a Lucius un regalo como el cristal de la verdad? ¿Piensas que tu rendimiento merece una recompensa? Conseguirás lo que mereces. Crucio.
Severus cayó al piso presa de un dolor que no era rivalizado por ningún otro. Se retorció, apretó los dientes tanto como pudo para contener el grito que al fin escapó. Los jóvenes Mortífagos observaban. Algunos estaban cautivados, mientras otros observaban el piso en lugar de al hombre que gritaba de dolor. Cambiaban de un pie al otro, nerviosos, mientras observaban.
Cuando el dolor cesó, Severus se arrodilló frente al Señor Oscuro. No hubiera podido levantarse aunque lo hubiera querido. Voldemor ordenó a sus jóvenes seguidores que enseñaran a su profesor una lección por elaborar una poción de inferior calidad. Era irónico, por decir lo menos. Mientras Severus estaba siendo castigado, los nuevos reclutas estaban siendo probados. Por la fuerza detrás de los lanzamientos y maldiciones, era evidente que ellos estaban divididos entre su nuevo Señor y el Jefe de Casa que habían respetado durante los últimos siete años. Aunque no todos se mostraban así; algunos sencillamente estaban demasiado felices de cobrarle al profesor de Pociones por su tiranía. No se imaginaban que Snape sería como un paseo por el parque comparado con Voldemort. Muy pronto lo descubrirían.
Cuando Voldemort ordenó que interrumpieran el ataque, Severus se sintió aliviado pero también preocupado. No había sido tan largo como había esperado. Cuando los ojos rojos aparecieron más cerca de su rango de visión, y luego se alejaron mientras se movía para susurrar al oído de Severus, el maestro de Pociones supo que el hombre quería agregar su toque personal a su castigo.
—Severusss, has estado demasiado cómodo. Creo que has estado demasiado tiempo cerca de Albus Dumbledore.
Severus mantuvo su respiración calmada. Reprimió el estremecimiento que estaba tratando de correr a lo largo de su espina dorsal, odiando cuando el otro pronunciaba su nombre de esa forma. Sonaba igual a una pobre imitación del parsel, y aunque intimidaba a muchos, a él le irritaba. El Señor Oscuro sabía eso, por supuesto, y aprovechó la oportunidad para molestarle.
>>Aquí nadie sobrevive a su utilidad. Sin tus excelentes habilidades, no tengo otra razón para ver que sigas viviendo, Severussss —fue un susurro en su oído, terminando su declaración con una lamida al lóbulo de su oreja.
Severus no pudo contener el temblor que le recorrió al sentir la lengua de serpiente sobre él. Su permanente y fuerte máscara de impasibilidad fue lo que le salvó de mostrar el desagrado que estaba sintiendo.
Una mano blanca y huesuda sacó un puñal demasiado conocido del bolsillo de su túnica. Lenta y metódicamente, cortó la túnica de Severus a la altura del pecho, exponiendo algunas cicatrices. El puñal trazó una vieja cicatriz sobre su corazón.
>>¿Ves lo que hago por ti, Severus? Tengo un regalo para ti, un regalo de iluminación. Ya una vez disfruté dándote este regalo. ¿Recuerdas, Severussss? —se burló Voldemort.
Severus recordaba demasiado bien cuan esclarecedor había sido. Fue una gran experiencia de aprendizaje. Rechinó los dientes mientras la hoja cortaba su piel, la sangre derramándose sobre su túnica. Los ojos rojos se estaban acercando otra vez y bajó la vista cuando el hombre, si es que se le podía llamar hombre, lanzó su lengua hacia el flujo de sangre. Cuando levantó la cabeza, había un rastro de sangre en su mejilla, haciéndole parecer un vampiro después de matar. Antes que Severus supiera lo que estaba pasando, se encontró en el Bosque Prohibido. Había sido despachado por esa noche, mientras el resto de los seguidores celebrarían. Rápidamente, el profesor de Pociones transformó su capucha en un vendaje, y lanzó a su ropa un hechizo de limpieza antes de que pudiera atraer atención indeseada por el olor de su sangre. Sus heridas hicieron que el regreso al castillo fuera largo y lento. Su mente retrocedió alrededor de unos quince años atrás, cuando Voldemort realizó la primera incisión sobre su corazón.
Severus se paro frente a su padre, ambos usaban túnicas de Mortífago. Severus presionó su pecho para contener el sangrado. Sabía que podía ser curado, pero no por cualquiera.
—Hijo, enojaste a nuestro Señor, es tu responsabilidad encontrar la forma de salir de esto. Como su seguidor, no debo ayudarte. ¿Por qué no vas a ver a Val, Vance o como se llame?
Severus continuó su camino hacia el castillo, sus pensamientos en la profética noche ya tan lejana. Había sido aplastante aprender que su novio no había sido capaz de curarle. Luego se dio cuenta que su padre tampoco podía ayudarle, no porque Severus necesitara ayudarse a sí mismo, sino porque su propio padre no tenía la habilidad para salvarle. Eventualmente, aprendió que Albus Dumbledore era el único que podía lanzar el hechizo para reparar su herida. Era, como Voldemort había dicho, una experiencia esclarecedora. Ése no era el caso ahora. Sabía que Albus tenía el poder para hacerlo de nuevo, y no perdería su tiempo en intentos insustanciales. | |
|