alisevv
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| Tema: Death Eater takes a Holiday. Capítulo 52-II. Los maestros de Pociones preparan el mejor café - II Mar Nov 16, 2010 8:59 pm | |
| Death eater takes a holiday Capítulo 52-IILos maestros de Pociones preparan el mejor café - II
En casa de Harry, Ron estaba tirado en el sofá. Una botella de cerveza de mantequilla se balanceaba precariamente en su mano, mientras dormía. Harry, por su parte, estaba completamente despierto y miraba la ventana del frente. Ésta estaba hechizada para que los transeúntes no pudieran levantar la vista y mirar hacia adentro. El joven observaba el cielo buscando señales de Hedwig, pero era inútil. Después de otros diez minutos de mirar al cielo, empezó a revolotear por el lugar, limpiando con nerviosismo. La mesa se había convertido en un desastre con botellas y los restos de los dulces que Severus había llevado para ellos dos. Levantó uno de los platos, lleno de marcas de dedos en el lugar en que había estado el azúcar glas. Un chocolate solitario permanecía en uno de los platos. A Harry le gustaba dejar lo mejor para el final. Había dejado el chocolate más grande, con una lluvia de chocolate blanco encima, para Sev. Era diferente a todos los demás. Se sintió un poco mal por haberle dejado sólo uno, pero al menos ése que se había salvado era mucho más elaborado que el resto.
Una hora más tarde, Ron despertó, con el tiempo justo para detener la botella antes que cayera al piso.
—No desperdicies el alcohol —murmuró. Harry estaba paseando por la habitación y mirando su reloj cada cinco minutos—. Él debe estar bien, compañero, ya verás —se espabiló al ver cuán limpio estaba el lugar—. Guau, la próxima vez que te preocupes, ven a la Madriguera. Mamá te adorará —bromeó, en un intento por animarle.
—Odio esto. Puede estar en cualquier parte, haciendo cualquier cosa. Yo puedo muy bien pasar toda la noche dando vueltas, sólo para descubrir que pasó la noche agitando pociones para ese bastardo.
—Lo sabrás muy pronto. Él regresará y lo sabrás —musitó Ron como si fuera muy simple.
—No, no lo sabré. Él no me contará y yo no preguntaré. Es una regla tácita entre nosotros. A veces me cuenta algo al día siguiente, pero nunca la misma noche, e incluso eso es poco frecuente —explicó Harry.
—¿Por qué? Al menos podría decirte si se ha pasado la noche preparando pociones.
—Si hiera eso, entonces yo sabría que el resto de las noches estuvo haciendo otras cosas. Es un espía, y no quiero que me tenga que decir todo lo que hace y pensar que le estoy juzgando. Ya bastante malo es que tenga que hacer ciertas cosas y luego revivirlas para hacer su reporte a Albus. Si veo lo que sucede en alguna visión, entonces se lo menciono. De ese modo, si quiere hablar sobre ello, yo ya conozco la mayoría de los detalles y él pude desahogarse si lo necesita. Creo que le gusta saber que, sin importar lo que sucedió en la noche, cuando viene yo me voy a limitar a abrazarle sin preguntas.
Ron esbozó una sonrisa de comprensión. Él podía asegurar que Hermione siempre le interrogaría sobre sus misiones, esperando detalles. Ella tenía sed de información, y él comprendía ese deseo de simplemente dejarlo estar. Todavía no había tenidos grandes misiones cómo auror, sólo rutinas de entrenamiento con situaciones simuladas. La mayoría de las veces, se había sentido emocionado al relatarle los acontecimientos a su novia. Pero hubo una ocasión en que había tenido un día difícil durante el entrenamiento; no le había apetecido rememorarlo con ella y habían tenido una pelea.
—Quizás deberías explicarle eso a Mione —murmuró.
—No digo que sea fácil. Hay días que quisiera gritarle para que me cuente por qué está de mal humor, o distante —Harry suspiró, recordando algunas noches especialmente duras—. Esto funciona en las dos direcciones. Si yo despierto gritando, no es necesario que él sepa los detalles, como Seamus acostumbraba preguntar antes que aprendiéramos a lanzar hechizos de silencio. Sev hizo que yo le contara sobre mis retroceso después que me puse frenético en la enfermería —puso los ojos en blanco—. Pensé que iba a poder escabullirme sin tener que contarle esos ‘encantadores’ detalles —se echó a reír antes de hablar nuevamente—. Estaba realmente impresionado con la forma en que manejaste la situación en la enfermería. Dijo que pensó que ibas a arrancarle el brazo —sonrió.
—¿No es una broma?
—No —replicó Harry—. Estaba preocupado por no poder hacer lo del quidditch, pero Albus le comentó que él tampoco podía.
—Bien, al menos él no tiene que preocuparse por eso; no es como si hayas vuelto a tener esos flashback —Ron notó que su amigo ya no le estaba viendo a los ojos—. ¡Uh! ¿Cuándo? ¿Últimamente? —preguntó, preocupado—. Perdona, no estás obligado a contarme —rectificó con rapidez.
Harry se encogió de hombros.
—Fue sólo una vez, poco después de salir de la enfermería —admitió. Sev sólo había tenido que lidiar con eso en una oportunidad. No le fue mal.
Ron frunció los labios, pensando que Harry no había superado ese trauma todavía, y preocupado porque su amigo ahora vivía completamente solo. Pero Harry no había estado solo. Sonrió.
—¿Te narró un partido de quidditch? —preguntó con una gran sonrisa, pensando cómo Snape se hubiera visto intentándolo. Harry emitió una risita, que fue todo lo que el pelirrojo necesitó para soltar una carcajada—. ¿Lo hizo?
Harry se mordió el labio tratando de no decir nada. Sacudió la cabeza, denegando, todavía conteniéndose, lo que sólo logró que Ron explotara.
>>¿Qué? Ahora tienes que decírmelo —exigió. El moreno siguió allí sentado, con una embobada sonrisa en la cara—. Espera, ¿qué es lo que Dumbledore acostumbraba hacer? —murmuró casi para sí mismo, tratando de descubrirlo—. ¡No! —espetó al recordar—. ¿Cantó?
Harry parecía que iba a reventar de tanto contener la risa, pero asintió, para gran diversión de Ron.
>>¡Oh por Dios! No puedo imaginar a Snape cantando. ¿Qué cantó? ¿Lo recuerdas? —preguntó, exaltado. Harry continuo mordiendo su labio hasta que finalmente se calmó.
—La verdad, no sé lo que estaba cantando. Era en francés —admitió—. Sonaba como una canción de cuna, como si le estuviera cantando a un bebé. En realidad, es en cierto modo vergonzoso estar contándotelo.
—¿Te cantó una nana en francés? —Ron sonaba incrédulo.
—Fue algo dulce —replicó Harry, ruborizado—. Me quedé dormido.
A este punto, el pelirrojo se había caído del sofá de tanto reírse.
>>Cierra la boca, cretino. Yo solía quedarme dormido en tus brazos para el tiempo en que los Cannons anotaban su quinto gol —dijo, indignado.
Ron se tranquilizó, al recordar que estaban hablando de que Harry aún tenía flashback, aunque continuó temblando con una risa silenciosa y se pasó hablando con acento francés la siguiente media hora. Harry intentó fruncir el ceño, pero en varias oportunidades su amigo logró sacarle una sonrisa, gritándole al televisor con acento francés.
Harry continuó llamándole cretino y pretendiendo observar el programa, pero en realidad estaba pensando en Sev cantándole una canción. Apenas si lo recordaba, pero la sedosa voz tranquilizante tuvo un modo de sumergirse hasta su propia alma. Nunca le dijo a Severus que le había escuchado, pues imaginaba que el hombre se sentiría avergonzado. No había planeado contárselo a Ron, pero no se arrepentía de haberlo hecho. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que habían reído juntos. La última vez que había logrado que su amigo se cayera de la risa, había estado borracho. Era bueno ser capaz de conseguirlo estando sobrio. O mayormente sobrio.
Unas horas más tarde, Severus se Apareció en casa de Harry. De inmediato, sus ojos fueron al televisor, que era la única fuente de luz de la salita. Al principio no estuvo muy seguro de lo que estaba viendo, pero luego reconoció que era mayoritariamente carne; suave, redonda y curvilínea carne. Hizo una mueca de contrariedad ante la visión. Él prefería observar dos hombres. Y de momento, había sólo un hombre que deseaba ver, y el pelirrojo tirado en el sofá no tenía ese boleto. Apagó el televisor y se encaminó a encontrar a su Harry.
—¿Har? —murmuró Ron en la oscuridad—. ¿Eres tú? —un brillo de luz emergió de su varita cuando susurró ‘lumus’
—Soy Severus —contestó suavemente—. Vuelva a dormir.
No había esperado ver el alivio que notó en el rostro de Ron.
—Él estaba preocupado por usted. Perdone que ahora esté dormido. Le di una poción hace aproximadamente una hora —explicó Ron, que no quería que Snape pensara que Harry no lo había esperado—. ¿Está bien? —preguntó, antes que su cabeza cayera hacia atrás, contra el respaldo del sofá.
—Sí, gracias —contestó Severus, y dejó que Ron se volviera a dormir.
Varias horas más tarde, aunque no las suficientes para los estándares de Severus, Harry despertó. Al principio, su cerebro estuvo un tanto espeso pues no había expulsado completamente de su sistema la poción para dormir, pero no le tomó mucho tiempo darse cuenta de que no estaba solo en la cama. Severus despertó abruptamente cuando un aliviado Harry se clavó contra él.
—¡Regresaste! —exclamó, besando cada pulgada del rostro de Sev.
—Muy perceptivo de tu parte. Sí, regresé, y estaba durmiendo —rodó para apartarse de Harry, sabiendo que sería inútil, y sonrió cuando el joven saltó encima de él y continuó besando su cuello. Su exploración del punto donde el cuello se unía con el hombro fue repentinamente detenida por un ruido proveniente de la otra habitación.
—¿Qué fue eso? —se enderezó y escuchó atentamente. Severus también levantó la cabeza para poder oír bien.
—Es Weasley roncando. Ahora vuélvete a dormir antes de que te drogue de nuevo —insistió Severus, dando vuelta para atraerle en un apretado abrazo. Harry se acurrucó más cerca y, relajándose, se volvió a dormir.Severus volvió a despertarse a una hora más razonable, pero de la misma manera, con Harry cayéndole a besos. Por supuesto, él no protestó, hasta que la talentosa mano alcanzó su bóxer.
Harry gruñó cuando Sev puso su mano sobre la propia, impidiendo su progreso.
—¿Por qué no? —trató de no sonar muy quejoso.
—Weasley todavía está aquí. En lo que respecta a nuestra relación, ee está comportando con mucha más madurez de la que yo hubiera apostado. De hecho, ya he perdido varios sickles debido a su comportamiento. ¿De verdad quieres que eso cambie? Ciertamente, él se sentiría incómodo al escucharnos tonteando por aquí.
—Tres palabras: hechizos de silencio —bufó. Severus le lanzó una sonrisa maliciosa.
—¿Se supone que un hechizo de silencio quitaría de tu cara esa sonrisa bobalicona que sueles tener durante la hora siguiente a…?
Harry lució ofendido.
—¡Yo no pongo una sonrisa bobalicona!
Severus le miró con incredulidad.
>>¡No lo hago! —insistió el joven, pensando que incluso Sev tenía un agradable brillo después del sexo.
—¿Debo probar mi punto? —preguntó el hombre con ironía. Harry pensó que había cambiado de opinión acerca de tontear, pero no fue tan afortunado—. Ponte frente al espejo —Severus cubrió sus ojos—. Cuando yo te libere, mira tu reflejo. Ahora, piensa en nuestro primer beso —se detuvo un segundo —y en el beso que compartimos contigo sentado en mi escritorio, cuando me ayudaste a preparar la clase —un nuevo silencio, antes de susurrar al oído de su pareja—. Piensa en el sexo que tuvimos esa noche, cuando te clavé contra el colchón.
—¿Te refieres a la noche en que gritaste? —Harry jadeó con dificultad, mientras Severus succionaba el lóbulo de su oreja.
—Sí, esa noche. Nadie me había hecho nunca gritar así —susurró seductor, y retiró las manos de los ojos de Harry. Éste los abrió de inmediato para ver una maravillosa felicidad y, debía admitirlo, una bobalicona sonrisa en su cara.
—Oh, Cristo —gimió—. ¡Qué patético!
—No patético, adorable —susurró Severus a su oído. Harry rehusó volver a mirar al espejo, sabiendo que estaba sonriendo otra vez, mientras Severus succionaba el lóbulo de su oreja—. Vamos, prepararé café.
En la cocina, Harry sacó tres grandes tazas mientras su pareja preparaba el café.
—Una taza Gryffindor para Ron —declaró, mientras echaba tres cucharadas de azúcar en un alto tazón rojo adornado con un león dorado—. Te ves sexy —comentó.
Severus estaba vistiendo sus pantalones negros fruncidos con una de las franelas de Harry. Todavía no se había ocupado de lanzar un hechizo de limpieza sobre su túnica. Necesitaba su dosis de cafeína primero.
—Tu franela me queda demasiado apretada, pero rehúso ir sin camisa con un invitado presente.
La franela negra —por supuesto— era muy apretada para Sev, no que Harry se quejara. Cada músculo resaltaba de manera muy atractiva. Antes de salir rumbo al baño, pellizcó los pezones del hombre para que se endurecieran y se mostraran a través de la tela.
Severus llevó dos de las tazas a la salita de estar. Ron estaba sentado en un escabel, frente al fuego, hablando con Hermione. Lucía como si estuviera un tanto arrepentido de todo lo que había bebido la noche anterior. Severus le entregó una taza sin hablar, no queriendo interrumpir la conversación privada.
—Gracias —Ron aceptó el café, agradecido. El hombre sólo asintió y regresó a sentarse a la cocina. Ron respiró profundamente y lució como si se hubiera bañado en la aromática bebida de haber podido. Después de que finalmente tomó un sorbo, notó que Hermione observaba con la boca abierta la figura de Snape alejándose.
—¿Qué?
—Na… nada. Sólo es que fue inesperado, supongo —tartamudeó la chica, y tragó con fuerza.
—No te entiendo —se quejó Ron—. Siempre estás llamándome cretino porque me resulta difícil imaginarme a Snape siendo amable, y ahora te ves impactada porque me dio una taza de café. Por cierto, es realmente bueno.
El joven no cayó en el hecho de que la reacción aturdida de la chica era por la visión del cuerpo musculoso de Severus. Ella no había notado que el hombre mantenía su brazo izquierdo pegado a su cuerpo, preocupado por la Marca; su atención estaba más bien enfocada en los bien formados músculos de sus anchos hombros y en su pecho que bajaba hacia unos apretados abdominales, y luego en esa agradable vista trasera, la espalda musculosa y el duro culo. Salió de su ensoñación cuando se dio cuenta que su novio estaba intentando llamar su atención.
—Oh, disculpa, supongo que me distraje —dijo, sintiéndose culpable. Ya le compensaría más tarde, aunque Ron ni siquiera supiera por qué estaba siendo recompensado—. Te veré después —se despidió dulcemente.
Ron se levantó, decidiendo que necesitaba otra taza, cuando escuchó la voz que había conocido en la clase de Pociones todos esos años.
—Ése era mi bollo, consentido, malcriado, bueno para nada… ¡regresa aquí! —Severus no sonaba como si estuviera bromeando y Ron se preocupó. Abrió lentamente la puerta de la cocina, inseguro de lo que vería. Ciertamente, no se esperaba encontrar al hombre sacudiendo un dedo en dirección de la parte alta del refrigerador, donde Hedwig estaba posada, aferrando firmemente con sus talones un bollo de pasas, chascando con su pico hacia el furioso mago—. ¡Es tu culpa por consentirla! —gritó Severus a la puerta cerrada tras la cual Harry estaba cepillándose los dientes.
Ron permaneció en el sitio, atónito ante la escena que sucedía frente a él. Se mordió el labio para no echarse a reír ante lo absurdo de todo eso.
—Ron, ¿estás ahí? —llegó la voz de Harry desde el otro lado de la puerta, sabiendo que su amigo habría acudido a investigar.
—¿Si, compañero?
—Puedes reír —dijo Harry, asomando cabeza por la puerta semi abierta. Observó que Ron mordía su labio; lucía como si se debatiera entre la inquietud y la diversión.
Severus le miró con fiereza, retándole a reírse. Tomando la posición más segura, el pelirrojo se sirvió más café y se sentó frente al hombre.
—Éste es el mejor café que he probado jamás. Debería enseñarle a Harry cómo hacerlo.
—¿Qué te hace pensar que no sé hacer eso? —interrumpió el aludido.
—Disculpa, compañero, pero he probado tu café.
Severus no hizo ningún comentario, pero Harry pudo ver que estaba sonriendo detrás de su taza. El joven de ojos verdes hizo un gesto grosero hacia su mejor amigo, antes de volver a cerrar la puerta del baño.
>>Me alegra ver que él está con mejor ánimo —comentó Ron—. Supongo que es mejor que me vaya. Le prometí a Hermione llevarla a almorzar, para darle un respiro en sus estudios. Tiene un gran examen el lunes. Por cierto, gracias por el café, es muy bueno —tragó el último sorbo y dejó su taza en el fregadero. Severus le acompañó hasta la chimenea.
—¿Me permite hablarle un momento? —preguntó Severus, y Ron asintió en respuesta—. ¿Tiene planes para el miércoles en la noche?
Ron lució momentáneamente sobresaltado, pero se recuperó rápidamente.
—Sí, voy a reunirme… um, hay algo que tengo que hacer el miércoles.
Severus asintió lentamente, claramente pensando en su próximo movimiento.
—No hay problema, olvide que pregunté —replicó en un tono indiferente. El miércoles en la noche, a las ocho en punto, Harry llegó al hogar de la familia Grager para recoger a Hermione. Ella y Ron tenían entradas para un espectáculo, pero había sucedido un imprevisto y Ron había sugerido que su amigo la acompañara. Severus también estaba muy ocupado ese día. Pero dado que era entre semana, Harry no le dio demasiada importancia al asunto.
En otra zona, lejos del teatro, estaba el tranquilo Privet Drive. Detrás de una valla del jardín de la casa número seis, dos figuras ocultas escudriñaban el vecindario, asegurándose de que no hubiera ningún muggle fuera.
—¿Estás seguro de que éste es el lugar? A mí me parece bastante agradable.
—No. No quise que nos Apareciéramos directamente, en caso de que las protecciones todavía estuvieran intactas. La número cuatro es esa casa —señaló el mago más alto. Con los rostros cubiertos con capuchas, ambos merodearon por los jardines, caminando entre las plantas y flores hasta colocarse en posición.
Sin que el mago más alto lo supiera, una serpiente venenosa se detuvo, lista para atacar. Con su diminuta lengua negra probando el aire, el animal reconoció que uno de ellos era amigo de quien la había dejado en libertad, así que siguió deslizándose por su camino, dejándoles en paz. Fue el otro mago quien finalmente había divisado a la serpiente retirándose entre el césped.
—¡Oh, por Dios! Ron, ¿viste esa serpiente? — preguntó un sobresaltado Seamus Finnigan.
—Cállate antes de que los Dursley nos escuchen. Queremos sorprenderles, ¿recuerdas? —le reprendió Ron, quien estaba reconsiderando su decisión al haber traído a Seamus para asustar a la familia de Harry. Él tenía entrenamiento como Auror, mientras que Seamus se había relajado todo el verano, luego de haber sobrevivido a sus EXTASIs y terminado Hogwarts.
—Puedo estar equivocado, pero ¿ellos no se ven ya asustados? —preguntó Seamus, señalando a Petunia y Dudley Dursley a través de la ventana de la cocina.
Ron levantó la mano para silenciarle y se acercó furtivamente hasta la puerta trasera para observar desde más cerca. La tía y primo de Harry estaban parados uno al lado del otro, congelados y mostrando en sus rostros expresiones aterradas. La causa de su miedo apareció en el umbral de la otra habitación. Un Mortífago; uno real. Dijo unas pocas palabras y se volvió a alejar con una risa siniestra. Al mirar nuevamente a los dos Dursley, se dio cuenta de que debían tener alguna clase de hechizo de atadura, ya que su rigidez no era natural.
Regresando con Seamus, movió su varita, trazando un arco sobre ambos.
—No vamos a necesitar estas túnicas, los verdaderos están allí dentro —comentó, transformando las falsas túnicas de Mortífago en sus propias ropas—. Toma esto —sacó un pequeño objeto de su boca, que había estado fijado a uno de sus dientes.
—Puag, ¿qué es eso? —preguntó Seamus con desagrado.
Frustrado, Ron lanzó al traslador un hechizo de limpieza y se lo entregó a Seamus.
—Esto te llevará a una habitación de seguridad en la División de Aurores del Ministerio de Magia. Yo voy a entrar primero para verificar que sea seguro. Cuando te de una señal, entra rápidamente y asegúrate de aferrar a ambos antes de morder el traslador para activarlo, ¿vale? —Ron no estaba completamente seguro de la reacción de Seamus, quien asentía nerviosamente como respuesta a sus indicaciones—. Voy a entrar —le susurró.
Entrando a la cocina de puntillas, Ron agradeció que a Petunia y a Dursley les hubieran lanzado hechizos de atadura total; por la expresión en sus rostros, podría asegurar que hubieran empezado a gritar en cuanto le vieran.
>>Está bien, voy a sacarlos de aquí —explicó, con tanto ánimo como era posible—. Soy amigo de Harry; estoy aquí para ayudar.
Ron no estaba seguro de si decirles que era amigo de Harry haría que ellos se tranquilizaran o no. Después de revisar la otra habitación para asegurarse de que el Mortífago que había visto no regresaba, le hizo una señal a Seamus.
Seamus hizo lo que se le indicó, y entrando rápidamente en la cocina aferró a los dos congelados muggles. Era casi divertido ver cómo les rodeaba con sus brazos en un gran abrazo. Él solo había viajado una vez por traslador, y era de conocimiento público que todas las personas que viajaran tenían que tocar dicho traslador, así que no estaba muy seguro de cómo funcionaría si lo activaba con su boca. Pero el traslador de Ron estaba especialmente diseñado para ser utilizado por Aurores. Estaba desarrollado no sólo para permitir la huída de sus agentes, sino también para tomar prisioneros, justo como Ron había hecho después de ser capturado.
El pelirrojo, aunque divertido, no se permitió bajar la guardia. Desafortunadamente, Seamus había hecho mucho ruido al entrar a la cocina a gran velocidad, dejando que la puerta mosquitera golpeara. Ron había esperado evaluar la situación antes de ir a pedir ayuda, pero era demasiado tarde. Los Mortífagos en la casa ya estaban conscientes de su presencia, y no le dieron tiempo de rescatar al Dursley que quedaba. Una vez en el jardín, intento Aparecerse, pero las protecciones todavía eran lo bastante fuertes como para impedir que lo hiciera. En su carrera, saltó la cerca para alejarse del Mortífago que le pisaba los talones. Chispas pasaban cerca de su cabeza mientras corría las últimas yardas que le separaban de los límites de las protecciones. Con un chasquido, desapareció. No miró hacia atrás, al Mortífago que le maldecía, ni pudo ver al mismo mago caer de rodillas, luego de recibir una picadura fatal de serpiente.
Sabiendo que el Ministerio estaría alerta luego del arribo de Seamus, pero que tardarían demasiado tiempo en reaccionar y tomar medidas, se dirigió directamente a Hogwarts.
En lo alto de su torre, Albus estaba sentado ante su escritorio, estudiando algunos papeles que requerían la atención del Director, cuando escuchó que alguien golpeaba la puerta de entrada resguardada por la gárgola. Se sintió casi perturbado al escuchar la narración de Ronald acerca de los Mortífagos en Privet Drive. Después de tranquilizar al joven mago, Albus le entregó una pequeña lista de objetos que deseaba que Ron consiguiera antes de regresar a por más instrucciones.
Desconcertado, Ron se fue con la lista de objetos aparentemente intrascendentes. Sentía como si el Director le estuviera enviando a una misión sin sentido, pero no le cuestionó; generalmente, el anciano sabía lo que hacía.
Luego de que Ron partiera con la lista, Albus se acomodó en su silla. Sabía que Severus no iba a dejar los perros pasar*, especialmente si el perro en cuestión había continuado dañando a Harry. Severus, por supuesto, nunca había dejado escapar que había estado preparando un plan para vengarse de Vernon. Albus nunca se lo hubiera permitido, pero sabía que únicamente era cuestión de tiempo antes que Severus supiera lo bastante sobre el pasado de Harry como para tomar acción. Si debía ser sincero, tenía que admitir que le sorprendía que se hubiera tardado tanto tiempo luego de su última visita a Privet Drive.
Dio otro sorbo a su té, observando una foto de Harry el día que firmaron su tutelaje. En la foto, la sonrisa del joven era rara, debido a que la parálisis temporal todavía no había sanado, y un brazo estaba fuera de cuadro, pues lo había levantado para hacerse la foto. Harry se veía patéticamente feliz mientras miraba a Dumbledore con admiración. En la misma foto, Albus miraba al joven con una sonrisa, alegre al ver cuánto había avanzado en su curación. Poppy había confirmado que estaba fuera de peligro y viviría. La tutela se había procesado de inmediato. Mirando atentamente, consciente de cuánto había progresado Harry en su vida real, difícilmente podía creer cuán frágil se veía en aquel entonces.
Mientras daba otro sorbo a su taza de té, miró fijamente al fuego, reflexionando sobre las decisiones que había tomado durante los últimos veinticinco años. Algunas cosas las repetiría sin dudar, pero de otras estaba profundamente arrepentido. Seguro, podía haber mandado un grupo de inmediato a Privet Drive, pero las posibilidades de dañar la tapadera de Severus eran mayores que las de salvar a Vernon de cualesquiera que fuera el destino que habían decidido para él. No colocaría a Dursley por encima de Severus,
Después de varias tazas de té y un puñado de caramelos de limón, el cansado mago se levantó y se acercó a la repisa de la chimenea. Con un pesado suspiro, lanzó un puñado de polvos flu a las llamas.
—Minerva McGonagall —llamó. En segundos, la cabeza de una preocupada Subdirectora apareció flotando en el fuego—. Convoca a una reunión de emergencia de La Orden. Privet Drive ha sido atacado.
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