Resumen:
Harry creía haber aceptado su destino, pero los sencillos cuestionamientos de su pequeño amigo Dobby le abrieron los ojos. Ahora quiere recuperar lo que perdió y que no sabía que teníaHarry llegó de su viaje en misión como Auror. Estaba exhausto pero satisfecho de tener unos días libres como vacaciones que pensaba disfrutar en su cama todo el día.
— ¡Dobby, ya llegué! —avisó a su fiel elfo quien siempre le esperaba ansioso cada regreso. Harry ya podía saborearse la sopa cremosa de setas acompañada por una jarra enorme de frío jugo de calabaza que le quitaría el calor de ese verano.
Se quitó la chaqueta de su uniforme quedando sólo con una camisa blanca mientras se dirigía a la cocina. Ahí notó que su cena brillaba por su ausencia y Dobby ni siquiera había respondido a su mensaje. En lugar de enfadarse se preocupó, el pequeño elfo era más que una criatura que le ayudaba en casa, le quería como si fuese un amigo muy cercano.
Un chillido metálico llamó su atención, se asomó por la ventana y vio que Dobby se balanceaba en uno de los columpios del patio trasero. Tenía su mirada caída observando como sus piecitos removían la tierra bajo el columpio.
Harry no perdió tiempo y fue hacia él ocupando el columpio a su lado, esa era la primera vez que los usaba desde que compró la casa, siempre había querido un patio trasero como ese, colindando con un bosque de maple y amplio espacio para descansar, pero lamentablemente su trabajo casi siempre lo tenía lejos de casa.
— ¿Sucede algo, Dobby? —le preguntó procurando no inquietarlo.
— No, Amo. —negó el melancólico elfo sin siquiera levantar la mirada.
— ¿Te sientes mal?
— No, Amo.
— ¿Estás molesto conmigo?
Dobby guardó silencio lo que sorprendió a Harry, habría esperado que el elfo se apresurara a negarlo e incluso autocastigarse por hacerle pensar de esa manera, pero no fue así. Abandonó su columpio para arrodillarse frente al de Dobby sujetándolo por las cadenas para obligarle a parar su balanceo.
— ¿Hice algo que te molestara? —preguntó preocupado—. Si es así, dame la oportunidad de disculparme para que volvamos a ser amigos.
— Oh no, Dobby y Amo Potter serán siempre amigos mientras usted quiera a este elfo en su casa.
— Y lo querré siempre. —afirmó sonriéndole—. Pero entonces dime qué te hizo enfadarte conmigo.
— Es que… —Dobby volvió a bajar la mirada y un par de gruesas lágrimas resbalaron hasta la tierra removida a sus pies—… Kreacher dijo a Dobby que fue el Amo Harry quien echó al Amo Snape de la casa.
Harry dejó de sonreír, el tema seguía doliéndole pero no quería ponerse triste así que respiró hondo esforzándose por recuperar la sonrisa mientras limpiaba el rostro húmedo de su elfo.
— Yo no lo eché, Dobby, él simplemente tenía planes que no podía hacer aquí. Yo lo único que hice fue animarlo a dar ese paso.
— Pero… pero el Amo Harry está enamorado del Profesor ¿porqué no le pidió que se quedara a su lado?
— Bueno, sí, yo lo quiero mucho. —aceptó sonrojado—. Pero eso él no lo sabe ni puede saberlo nunca, recuerda que ahora está realizando su sueño.
— ¿Y cuánto dura su sueño?
— ¿Eh? —titubeó Harry ante la desconcertante pregunta de su elfo—. ¿Qué cuánto dura? Pues no sé, supongo que es para toda la vida.
Dobby frunció los labios con incredulidad, intentando imaginar si realmente Harry Potter comprendía la duración de “toda la vida”. El joven Auror decidió que era momento de cambiar de tema, tomó a Dobby de la mano para llevarlo hacia el interior de la casa para pedir una pizza que ambos saborearían frente al televisor.
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Al día siguiente Harry despertó cuando el sol pegó en sus ojos colándose por la ventana. Gimió en protesta, era su primer día de vacaciones y no planeaba despertar hasta después de mediodía. Pero el sueño se había ido ya, así que abandonó su cama dirigiéndose al baño sin muchas ganas. Como no tenía pensado salir, después de bañarse se colocó un pantalón deportivo muy holgado y una sudadera ligera. Fue hacia la cocina pero nuevamente se la encontró vacía, llamó a Dobby sin obtener respuesta así que se puso a lavar los trastes sucios de la cena para después prepararse sólo una taza de café y regresar a su habitación para continuar disfrutando de la enorme pantalla plana que había comprado unas semanas antes.
Sin embargo, en el camino escuchó un sonido muy peculiar procedente de la habitación de Dobby. No creyó que el elfo estuviera en casa pues no había respondido a su llamado y ahora temía que siguiera enfadado con él.
Tocó a su puerta. Aunque era un elfo doméstico para Harry se trataba de un huésped muy especial y siempre intentaba respetar su privacidad. Pero al no obtener respuesta se atrevió a entreabrir la puerta sorprendiéndose al encontrar al elfo sentado a su escritorio tan concentrado escribiendo en una hoja de pergamino que no lo sintió llegar. Harry notó que todo a su alrededor estaba lleno de pergaminos hechos bolita.
— ¿Dobby? ¿Qué haces?
— Escribo una carta al Amo Snape. —respondió sinceramente mientras mordía la pluma que ya estaba totalmente humedecida.
El rostro de Harry palideció y estuvo a punto de dejar caer su taza. Logró recomponerse a tiempo para entrar a la habitación y asomarse por encima del hombro de Dobby, notó que sólo había escrito un torpe saludo y nada más.
— Dobby, eres libre de hacer lo que quieras pero me gustaría que me dijeras qué intención tienes al escribirle a Severus.
— Quiero que sepa que el Amo Harry no sabe distinguir lo que significa “para toda la vida”
— ¿De qué estás hablando?
— “Para toda la vida” es para siempre, Amo. No es un “hasta pronto” no son unos días, ni meses, ni años, es un “Adiós”
— Yo sé eso, Dobby. —musitó sentándose en una silla junto al escritorio.
— ¿Lo jura?
— Por lo menos creí que lo sabía. —aceptó con tristeza—. Dobby, tú me asustas, me conoces demasiado. Cuando me despedí de Severus siempre creí que lo volvería a ver algún día y creo que hasta hace diez segundos tenía la certeza de que mi “Para toda la vida” era una frase que duraría sólo hasta que él quisiera.
“Y que sucedería pronto” Concluyó Harry en sus pensamientos. Dobby acercó el pergamino hasta las manos de su Amo y éste le miró sin comprender.
— Escriba eso, Amo. —pidió el elfo—. Dígale al Amo Snape que no sabía lo que estaba haciendo.
— No, yo no puedo hacer eso. —dijo suspirando desesperanzado—. Aunque me duela estar lejos de él, no puedo impedirle realizar su sueño.
— Ya realizó su sueño, han pasado seis meses, suficiente tiempo para que duren los sueños de Dobby. Si Dobby tuviera un sueño como el del Amo Snape, Dobby preferiría tener insomnio.
Harry no pudo evitar sonreír, miró su mano notando que inconscientemente había tomado la pluma pero continuaba sin atreverse a escribir nada.
— No se me ocurriría qué decirle. —dijo con el corazón retumbando ante la posibilidad de volver a tener una comunicación con Severus.
— No mencione los sueños, hable de la realidad que vive, Amo.
Los ojos de Harry relucieron permitiéndose la posibilidad de escribir esa carta y que Severus pudiera leerla. Cerró los ojos unos segundos, imaginando al hombre que amaba recibiendo sus palabras y enterándose de lo que sentía en su corazón por él.
Cuando volvió a abrirlos, tomó el pergamino disponiéndose a escribir:
“ Severus:
Sé que es mala idea escribirte esta carta, pero ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que conversamos que necesitaba imaginarte a mi lado.
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Hoy mi querido amigo Dobby me ha enseñado que mi concepto de “Para toda la vida” dura seis meses. Seis meses desde tu partida.
Te extraño. Creí que decirte que apoyaba tu sueño era mi deber como amigo, pero mi olvidé de mi deber como el hombre que se enamoró de ti. Yo no quería que te marcharas, Severus, te quiero y siempre te querré junto a mí.
Te necesito de vuelta a mi lado. Quiero que regreses, vuelve a esta casa que añora tu presencia, vuelve a mi vida, Severus… vuelve… o pídeme que vaya hacia ti y lo haré”
Cuando Harry terminó de escribir fijó su mirada en la ventana. Afuera podía ver el bosque moviéndose al viento, suspiró recordando a Severus adentrándose entre los árboles en busca de ingredientes para sus pociones.
Lo quería de regreso más que nada en su vida, pero jamás se atrevería a enviar esa carta.
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Al día siguiente Harry despertó con el sonido clásico de la aparición de Dobby, lo vio junto a su cama llevando consigo una copiosa bandeja de comida que acomodó sobre las piernas de su amo con una gran sonrisa.
— ¿Ya regresaron tus ganas de cocinar? —preguntó Harry saboreándose los panquecillos rebosantes de mantequilla mientras se colocaba sus anteojos.
— Es que Dobby ahora es feliz, pronto el amo Harry también lo será.
— ¿Ah sí? ¿Y porqué lo dices?
— Cuando el Amo Snape reciba su carta, ya verá que viene corriendo de regreso.
Harry escupió la leche que ahora bebía, estuvo a punto de ahogarse con las palabras de Dobby.
— ¡Por favor, dime que entendí mal, Dobby! ¡Yo no envié ninguna carta!
— Pero Dobby le hizo un favor al Amo Harry y la puso en camino esta misma mañana.
— ¡Oh por Dios, no puede ser!
— ¿Porqué está pálido el Amo Harry? —cuestionó el elfo con inocencia.
— ¡Yo no pensaba enviar esa carta nunca! ¡Oh mi Dios, que vergüenza!
— Amo Harry no debería avergonzarse, el Amo Snape sabe que tiene mala gramática, no se burlará. Lo importante es que sepa lo que quiere ¿no es feliz por eso?
Harry apretó entre sus manos la manta, estrujándola mientras miraba al elfo e imaginándose que aquella prenda era el cuello del elfo. Pero jamás podría hacer nada contra él. Respiró profundamente hasta lograr controlarse, ya no tenía caso enfadarse, sobre todo porque Dobby no había actuado de mala voluntad. Al cabo de unos segundos consiguió convencerse que si aquello debía pasar, era por algo. Quizá realmente Severus volviera a su lado.
Con sólo imaginar esa posibilidad, una sonrisa brotó espontánea en sus labios.
Miró por la ventana preguntándose cuánto tiempo tardaría una carta en llegar hasta Egipto.
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Una semana después Harry se esforzaba por no perder la esperanza, pero era muy difícil mantenerse animado y ya esa mañana ni siquiera tuvo deseos de abandonar su cama. Dobby tocó a su puerta cerca de mediodía pero Harry sólo gruñó y volvió a meterse bajo las mantas.
— Vete, Dobby. —protestó desanimado—. A menos que digas que hay carta… ¿la hay?
— No, Amo, pero debe ver algo.
Dobby encendió el televisor, y desganado, Harry buscó sus anteojos para poder averiguar lo que pasaba. Grande fue su sorpresa al ver a Lucius Malfoy dando una entrevista con el Primer Ministro Muggle, y en un segundo plano, aparecía Severus Snape con cara de pocos amigos, aunque la expresión del rubio tampoco era muestra de dicha. A Lucius se le dificultaba demasiado disimular su repugnancia hacia los muggles.
— ¡Que carajo! —exclamó Harry abandonando la cama—. ¡Está en Londres! ¿Qué demonios hace en Londres y con ese rubio tan insoportable?
— Dobby escuchó sobre una nueva poción para tratar la enfermedad de…
— ¿Dobby, en verdad crees que eso me interesa ahora? ¡Severus está con Lucius Malfoy! —exclamó mirando el televisor con odio.
— ¿Y?
— ¡¿Y?! ¡Y que Lucius es rubio! ¡Es elegante! ¡Es poderoso! ¡Es… un coscolino! Además, él me aseguró que Severus se iría a Egipto solo.
Harry vio que en ese momento Lucius invitó a Severus a acercarse sujetándolo del brazo de una manera muy confianzuda. Rápidamente se abalanzó sobre la pantalla.
— ¡No, no, no, no! ¡No lo toques! —pidió angustiado, sacó su varita dirigiéndola hacia su televisor—. ¡Repellus! ¡Relaskio!... ¡Muérete!
Claro que lo único que consiguió fue estropear la costosísima pantalla y ya no poder ver más de la trasmisión. Dobby le observó en silencio, muy sorprendido al ver a su joven Amo perder el control por el simple hecho de que el Profesor Snape estuviera cerca de su antiguo amo.
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Al día siguiente Dobby se esforzaba por seguirle el paso a su Amo, eran casi las seis de la tarde y desde antes de que amaneciera habían recorrido casi todo Londres en busca de Severus Snape. Dobby casi se arrepentía ya de haber enviado esa carta.
Pero seguía fiel a la causa. Él se encargó de engañar a algunos guardias para lograr escabullirse hasta el elevador de aquel edificio donde terminaron luego de una exhaustiva búsqueda. Era un hotel muggle pero Harry logró percatarse de varios hechizos de protección que rompió sin demasiada dificultad.
Llegaron hasta el penthouse pero lo encontraron vacío. Harry no logró evitar desilusionarse, ya no sabía dónde más buscar, se suponía que Severus estaría ahí por un par de horas más antes de regresar a Egipto.
— Es inútil. —suspiró dejándose caer sobre el sillón—. Se ha ido ya.
— Pero yo no he sentido ninguna desaparición, Amo. —dijo Dobby recorriendo la amplia estancia principal deteniéndose junto a la chimenea—. Y no hay red flu en este hotel, no se marcharon de esa manera.
Harry no respondió, tenía un fuerte nudo en la garganta, se había hecho demasiadas ilusiones sin darse cuenta, y fue hasta ese momento en que su corazón roto le avisó de su tristeza. Se puso en pie limpiándose el rostro de un par de lágrimas y emprendió el camino de regreso.
Dobby caminó tras él bajo la capa invisible de su Amo, no debía ser visto por todos esos muggles entrando y saliendo sin parar.
Ellos no se dieron cuenta que un par de ojos negros descubrió la presencia de Harry caminando por el lobby. Le llamó, pero la concurrencia en el hotel era demasiada, su grito se perdió entre la multitud y desesperado vio como Harry Potter lograba salir del hotel y desaparecía al pasar junto a una cabina telefónica que le ocultó de los demás.
Severus gruñó pero por fin pudo abandonar el edificio llegando hasta el sitio donde había perdido de vista a Harry.
— ¡Harry, maldición! ¡¿Porqué carajo no me oíste?!
— ¿Qué sucede, Severus? —le cuestionó un disgustado Lucius llegando a su lado—. Debemos regresar al hotel, nos esperan para despedirnos.
— ¿Es que no lo viste? ¡Era Harry, Lucius!
— ¿Te refieres al niño con el que estuviste jugando a la casita?
— ¿Qué estaría haciendo aquí? —se preguntó sin hacer caso de la burla del rubio—. Creí que había aceptado irse a jugar Quidditch a América.
— ¿Quidditch a América? —repitió una aguda voz incrédula.
Severus alcanzó a escucharla, de inmediato supo que se trataba de un elfo doméstico, miró a todos lados sin descubrir a ninguno por ahí. De pronto, Dobby se asomó bajo la capa de invisibilidad e hizo una seña al ex Profesor para que se alejaran de sitios visibles. Severus obedeció de inmediato al reconocer a Dobby y se refugiaron tras la cabina donde podían hablar sin ser vistos.
— ¿Dobby, qué haces aquí? ¿Dónde está Harry?
— Debe haber ido a casa, Amo Snape. —respondió sin dejar de mirar de reojo el rostro furioso de Lucius Malfoy.
— ¿Pero a cuál casa? Dobby, por favor, tienes que decirme dónde está viviendo.
— En la misma casa, Amo. Harry Potter jamás abandonaría ese lugar.
Severus sacudió la cabeza sin comprender, pero casi enseguida miró a Lucius, sus ojos acerados de frialdad.
— ¡Dijiste que le habías comprado la casa, que él se iría del país si aceptaba la oferta de jugar en América!
— Pero el amo Harry sigue siendo Auror. —interrumpió Dobby—. Juega Quidditch sólo como pasatiempo.
— ¡Lucius, explícame de qué se trata todo esto!
— En primer lugar no levantes la voz, y no te conviene estar molesto, lo hice por tu propio bien. Si no lograba que te alejaras de ese mocoso terminarías haciendo pociones pimienta en un sucio sótano, y en cambio ahora estás cambiando el mundo con tus descubrimientos, no solo el mágico sino también este asqueroso mundo muggle, al que tengo que soportar sólo por tener su riqueza.
— ¿Te estás escuchando? —cuestionó Severus con náuseas—. ¡No puedo creer que hayas sido capaz de semejante infamia!
— Kreacher me dijo que un elfo de los Malfoy le comentó que Lucius Malfoy había acudido a Harry Potter para que convenciera al Amo Snape de marcharse a realizar su sueño. —concluyó Dobby—. El Amo Harry fue iluso pero sólo porque su corazón le quiere infinitamente, amo Snape.
— ¿Me quiere?
— Eso decía en la carta que le envió hace poco más de una semana.
— ¿Carta? ¿Cuál carta?
— Donde le pedía que regresara. Dobby mismo la envió. —informó el elfo—. Estos días ha esperado inútilmente su respuesta, amo Harry creía que usted estaba en Egipto.
— Nunca fui a Egipto. —dijo Severus enfurecido, miró a Lucius con ira, no tenía qué ser adivino para saber quién le había metido esas ideas a Harry, y tampoco para saber lo que había pasado con esa carta—. Bien, es hora de arreglar las cosas, vamos con Harry, Dobby.
— ¡No puedes irte! —bramó el rubio—. ¡Tienes un contrato conmigo!
— ¡Pues demándame! —exclamó Severus sin alarmarse, la noticia de que Harry le buscaba era lo más importante en esos momentos—. Tu traición me ha recordado que entre mortífagos no follamos sólo por no tener que darnos la espalda.
Sin importarle las amenazas de Lucius, Severus tomó la mano de Dobby para ir tras de Harry. Su alma entera vibraba de emoción imaginando tenerlo muy pronto en sus brazos… Harry le quería, eso había dicho Dobby, tenía que escucharlo de sus propios labios para creerlo y necesitaba confesarle lo que sentía.
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Severus se sintió muy conmovido al llegar a esa casa donde vivió con Harry por casi un año. Ahí aprendió a conocerlo y aunque su trato sólo llegó a ser de una buena amistad, ya no podía negar que ambos habían estado anidando sentimientos mucho más fuertes en sus corazones.
Pidió a Dobby que le permitiera entrar solo y el elfo obedeció feliz. Severus abrió la puerta de la habitación de Harry procurando no hacer demasiado ruido. Sus labios se estiraron en una tenue sonrisa al ver el bulto bajo las mantas, refugiado en su oscuridad. Dio unos pasos hacia la cama sin decir una palabra.
— ¿Dobby? —se escuchó la voz de Harry bajo las cobijas. Severus sintió su corazón estrujarse al percibir la tristeza en su tono, quiso sacarlo de su error pero no pudo, estaba demasiado emocionado para poder decir palabra alguna—. No pude verlo Dobby. —se volvió a lamentar el joven Auror con pesar—. Pero no importa, supongo que así es como debía ser… ¡aunque en verdad quería verlo! Tanto, Dobby, tanto quería verlo que ahora mismo siento que su aroma, que ya se había esfumado de la casa, ha vuelto. Pero es mentira, mañana con la luz del día volveré a sentir su ausencia, y ahora sé que “para toda la vida” no tiene final ¡y cómo duele saberlo, Dobby!
Severus se sentó al borde de la cama y suavemente retiró las mantas que cubrían el rostro de Harry. Ayudados por la luz de luna que se filtraba por la ventana, ambos pudieron mirarse fijamente a los ojos.
— ¿Estoy soñando? —cuestionó Harry con toda tranquilidad, extendió su mano para enredarlos en el largo cabello oscuro de su ex Profesor—. No me di cuenta cuando me quedé dormido.
— A menos que esté bajo los efectos de alguna poción alucinante que le impida distinguir la realidad, es usted bastante cursi, Potter.
Harry rió brevemente antes de reaccionar e incorporarse como un bólido. Su expresión de sorpresa duró unos pocos segundos antes de volver a impulsarse, ahora a abrazar al ex Profesor.
— ¡Severus! —exclamó con alegría—. ¡Sí estás aquí! —pero casi enseguida volvió a retraerse, agradeciendo a las penumbras que el acaloramiento de sus mejillas continuara oculto—. ¡Oh joder, leíste mi carta!
— Lamento decirte que no. Lucius se encargó de evitarlo.
Severus relató en pocas palabras lo que había descubierto de su socio. Harry no dijo nada de inmediato pero luego sonrió sin preocuparse.
— Que bueno que no la leíste. —afirmó contento—. Dobby dice que mi gramática apesta, y además, es mucho mejor decírtelo personalmente. —continuó mientras se alargaba para encender la lámpara de noche y poder mirarlo mejor—. Te amo, Severus Snape, con todas mis fuerzas. La casa tiene un vacío muy pesado desde tu partida, nunca pensé que un día echaría de menos el olor agrio de tus pociones y las montañas de pergaminos con fórmulas que sólo tú entiendes. Seis meses se llevaron tu aroma, y en todo este tiempo me ensordecía no escuchar ecos de tu voz enfurruñada por los rincones. Odié el hecho de que no estuvieras cerca para impedirme comprar aparatos eléctricos que no necesitan magia. Odié no tener que caminar de puntitas para no hacerte ruido mientras te concentras en aburridos libros antiguos. —aseguró estrechando las manos de Severus entre las suyas—. Quiero remediar eso, por favor vuelve a casa, aunque quieras seguir trabajando con Lucius, no importa, pero dame la oportunidad de intentar que todo vuelva a ser como antes.
— No. —negó Severus de inmediato—. Así no. Harry, no me interesa seguir mi trato con Lucius, me basta con que me regreses mi antigua habitación, puedo acondicionarlo como mi laboratorio, ya vendrán otros patrocinadores, eso es lo de menos.
— Pero sería incómodo para ti, no es una habitación demasiado grande.
— Bueno, eso depende de si no me das alojamiento en la tuya.
— ¿Q-qué?
— Claro, eso si aceptas casarte conmigo.
— ¿Me estás proponiendo…?
— ¿Esperabas otra cosa? —cuestionó divertido—. Yo no necesito ni un segundo más para saber que no hay otro lugar en el mundo donde quiera estar, ni ninguna otra persona a la que quiera decirle “Te amo”. Sólo a ti.
Harry no pudo responder nada, pero en su mirada relucía el “¡Sí, también quiero casarme contigo!” más enamorado que podía gritar un alma embriagada de felicidad.
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Esa noche no pudieron ni dormir, hablaron de todo lo que habían vivido en esos seis meses separados y cómo se pensaron cada día. Hicieron planes, se imaginaron remodelaciones en la casa para ampliarla mágicamente. Bromearon sobre las probables reacciones de sus conocidos y amigos cuando se enteraran que ahora estaban juntos y enamorados.
El alba les tomó casi de sorpresa, para ellos habían pasado unos pocos minutos y ahora empezaba un nuevo día. Un gran día que Harry ni recordaba, fue Severus quien desapareció unos minutos y al regresar iba con Dobby y un enorme pastel de cumpleaños cubierto de velitas lo que le hizo reaccionar.
Harry abrió sus ojos al máximo, estaba tan feliz que perdió la noción del tiempo. Era su cumpleaños y no podía imaginar una manera más feliz de iniciar su nueva vida.
Nunca se había sentido de esa manera, la alegría en su alma le provocaba unas contradictorias ganas de llorar. Intentó no hacerlo pero le fue imposible evitar que dos lágrimas resbalaran por sus mejillas, rápidamente las limpió sonrojándose avergonzado.
— Ya sé, es ridículo que llore, no vayas a burlarte. —pidió con una sonrisa.
Pero Severus no se burló, fue hacia él y cariñosamente le sujetó del mentón volviendo a unir sus labios a los de Harry.
— Vámonos ahora mismo. —sugirió Severus—. Huyamos a un lugar donde nadie nos conozca y casémonos sin más testigos que tu alborotador elfo.
— ¡Sí, sí, Dobby va con sus amos! —exclamó la alegre criatura con tanto entusiasmo que el pastel que llevaba en sus manos terminó destruido en el piso.
Pero Harry no podía enfadarse nunca más con Dobby, gracias a él ahora tenía a Severus a su lado. Rió divertido por el incidente y su corazón se aceleró al presenciar la calidez de una plena sonrisa en los labios de Severus.
— ¡Eso sí es un sueño! —exclamó Harry abrazándolo entusiasmado.
— Y esta vez sí es para toda la vida.
“Para toda la vida” Repitió Harry en su mente las palabras de Severus, y ahora que ya no significaban la ausencia de quien amaba, le parecían tan divinas que sentía que quizá necesitaría más tiempo que eso.
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FIN
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