Lección de vida

Título: Lección de vida
Autor: gabrielle62
Advertencias: Mpreg, angustia, drama, romance
categoría: General

Notas de la historia:
Cuando por fin has alcanzado la felicidad con mayúsculas, puede ocurrir algo que te arrebate la esperanza, que te quiera quitar lo que más quieres, lo único que te importa de verdad.


El azul tormentoso del atardecer predecía la muerte del sol y no tardó en comenzar a caer una lluvia recia y persistente. En el cielo los refulgentes rayos parecían batirse a muerte y los truenos sobrevenían poco después con tremenda fuerza. El viento soplaba con inusitado poderío, y un rayo partió en dos un árbol joven y fuerte prendiendo sus ramas. Era un espectáculo impresionante, la luz y la oscuridad se alternaban y el cielo parecía ir a desplomarse en cualquier momento, prometía ser una noche agitada, sombría y fragosa. El aguacero empeoraba cada vez más, los truenos eran tremendos, muy ruidosos, y los relámpagos atravesaban el cielo, iluminando la ahora profunda oscuridad.

Una tormenta que también ocurría en el corazón de Severus. Se volvió para contemplar, una vez más, a las dos razones de su vida, que dormían inducidos por la poción que les había administrado hacía unas horas. Era su última esperanza y aún quedaba lo peor, la interminable espera, tenían que pasar veinticuatro horas, antes de saber si había acertado o no…

Había enviado a Draco, Ron, Luna y Hermione a descansar un poco, su ayuda había sido inestimable, pero todos estaban agotados, él también lo estaba, pero no podría dormir ni aunque lo intentara, necesitaba velar personalmente el sueño de Harry y Dany, su hijito, los dos seres que más amaba en el mundo. Quería estar a su lado cuando despertaran, quería comprobar de primera mano que había resultado, que el enorme sufrimiento de los últimos meses por fin se había terminado y que estaban curados, que volverían a ser los de antes de que aquella terrible pesadilla comenzase.






Llevaban cinco años casados cuando la vida les premió con el mejor de los regalos… un bebé, un niño muy deseado que había sido concebido gracias a la poción reproductora que Severus había creado y perfeccionado hasta logar que Harry quedase embarazado. Había funcionado la tercera vez de intentarlo, no era fácil que un Mago quedase en estado, pero lo habían conseguido, aunque sería prácticamente imposible lograrlo una segunda vez.

Daniel vino al mundo a finales de septiembre y era el niño más hermoso que Severus había visto en su vida. Todos decían que los bebés eran horribles nada más nacer, y lo eran, podía dar fe de ello,todos, menos el suyo. El pequeño Dany era una copia exacta de Harry pero con los ojos y el cabello liso y suave de Severus. Se parecía a los dos.

Habían sido felices, sin grandes problemas a pesar de que los dos tenían mucho carácter, durante casi diez años… Severus trabajaba en el laboratorio que había habilitado en el sótano de su casa fabricando sus pociones, haciendo lo que más le gustaba en el mundo. Elaboraba sus pócimas para el Hospital de San Mungo y varias tiendas y se las pagaban muy bien.

Harry, por su parte, trabajaba como Auror para el Ministerio, un trabajo que Severus no apreciaba precisamente, se ponía malo solo de pensar que su pareja arriesgaba su vida todos los días, persiguiendo a ex Mortífagos renegados y asesinos dementes. ¿Es que no había tenido bastante con todo lo que tuvo que pasar en la guerra?

Sin embargo… sabía que su trabajo hacía feliz a Harry, y sólo por eso se tragaba lo que pensaba realmente, pero seguía esperando el día que Harry le dijera que por fin lo dejaba y se dedicaba a algo más tranquilo como la enseñanza, por ejemplo. Le habían ofrecido varias veces el puesto de Profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en Hogwarts, pero aunque sabía que le atraía la idea, siempre decía que aún no era el momento. Severus no perdía la esperanza… hasta que el mismo día que se cumplían diez años de la derrota del Lord, su vida se puso patas arriba.




El Baile de la Paz, era un evento que se festejaba todos los años para conmemorar la victoria del lado de la luz en la guerra contra Voldemort. Una celebración a la que era imprescindible que fueran, Harry era el héroe del Mundo Mágico, un sobrenombre que su pareja detestaba, tanto como él mismo, los dos odiaban aquella celebración, pero no podían dejar de asistir.

Harry, como todos los años, leyó el discurso que le había preparado Hermione de antemano, a él tampoco se le daban bien, así que lo hacía la mejor amiga de su esposo. Harry leyó el discurso, como todos los años y terminó agradeciendo a todos los presentes su presencia y celebrando un año más de paz. Todos aplaudieron, también como de costumbre, y luego se dedicaron a bailar y charlar con sus más allegados, mientras tomaban canapés y se servían algo de beber.

No faltaba nadie, estaban todos los Weasley jóvenes, todos los alumnos que sobrevivieron a la guerra, Severus reconoció a muchos de ellos, y la mayoría de ellos los saludaron.

Hermione Granger había roto con Ronald Weasley hacía unos meses, después de muchas otras rupturas y reconciliaciones, ésta parecía ser la definitiva, menos mal que no habían llegado a casarse. Ahora charlaba animadamente en una esquina con Draco Malfoy y parecían estar pasándolo muy bien, pues se reían mucho. Severus nunca había entendido qué hacía una persona brillante como Hermione con alguien como Ronald Weasley, por mucho que Harry los defendiese, era entendible eran sus mejores amigos, pero él siempre lo consideró como una pérdida de tiempo, eran como el agua y el aceite.

Tampoco entendía que ahora Draco y ella estuvieran tonteando, porque estaba claro que lo hacían, en fin… la vida había cambiado mucho para todos, pero jamás se hubiese imaginado que Draco Malfoy y Hermione Granger llegaran a estar tan a gusto juntos, cuando se habían odiado hasta la saciedad mientras estudiaban en Hogwarts y durante la guerra.

Aunque… estos dos tenían mucho más en común de lo que creían, los dos eran inteligentes, habían sido sus mejores alumnos y los dos habían elegido el camino más adecuado para sus intereses y triunfado en las profesiones que habían elegido. Podría resultar después de todo, la vida era curiosa.

Hermione estuvo gran parte de la noche hablando con Draco, y luego salieron a bailar, algo que hizo que Harry frunciese el ceño, pues siempre había tenido la secreta esperanza de que sus amigos se reconciliasen.

—No sé Severus…—le dijo mientras los observaba— ¿Tú crees que entre esos dos puede pasar algo serio?

—De momento les veo a gusto juntos Harry, y creo que son más las cosas que los unen que las que los separan actualmente, dime ¿Cuántas peleas has presenciado entre Ron y Hermione desde que son pareja?

Harry lo pensó unos instantes antes de responderle, Hermione era una Sanadora de gran prestigio en San Mungo, especializada en Daños provocados por Hechizos y Draco Malfoy era un experto Rompedor de Maldiciones, que trabajó durante un tiempo para Gringots, pero que se había independizado y montado su propio negocio por su cuenta. Había oído hablar maravillas de él, y el Ministerio había requerido sus servicios en varias ocasiones. No eran amigos, pero tampoco se detestaban como en Hogwarts.

—Demasiadas, la verdad—respondió al fin, sin dejar de observarlos—, quizá tengas razón y sea mejor que cada uno siga su propio camino, pero… ¿Tiene que ser con Draco precisamente? Sé que ha cambiado pero me cuesta muchísimo hacerme a la idea, además me da mucha pena de Ron, míralo Severus, parece un alma en pena.

Era verdad, el pelirrojo parecía más perdido que un elefante en una cacharrería, pero todo cambió cuando Luna Lovegood se acercó a él y le sacó a bailar.

—Bueno, la noche promete ser de lo más interesante, jamás pensé que diría que me había divertido en el Baile de la Paz—ironizó Severus—, pero creo que por esta vez puedo hacerlo. Será muy interesante ver la evolución sentimental de esos cuatro tórtolos, porque está claro que se gustan.

Harry abrió la boca para protestar pero la tuvo que cerrar inmediatamente después, Draco y Hermione bailaban tan pegados que parecían ir a fundirse de un momento a otro y no tardaron en desaparecer camino al jardín, desde luego no creía que fuera para charlar precisamente. Por su parte Ron y Luna parecían hipnotizados mirándose y sonriendo como dos bobos, ¡si apenas parpadeaban por Merlín!, por supuesto para aquellos dos seguir el ritmo de la música era lo de menos. Harry quería que sus amigos fueran felices y si así lo eran, él no era nadie para decir nada, sólo le quedaba apoyarlos. Se encogió de hombros, se despidieron de todo el mundo y abandonaron la fiesta, tenían ganas de llegar a casa y darle un beso de buenas noches a su hijo que estaba al cuidado de Molly, ella y su marido no habían acudido a la fiesta, desde que murió Fred en la guerra, el matrimonio no era el mismo.

Aquel día se conmemoraba la muerte de Voldemort, pero para ellos era el aniversario de la muerte de su hijo. No tenían nada que celebrar.

Se aparecieron justo delante de la puerta de su casa, una bonita mansión en la campiña inglesa que habían reconstruido para adaptarla a sus necesidades y que desde que se enlazaron era su hogar. Hacía ya tanto tiempo de eso… Severus atrajo a Harry contra sí y le beso apasionadamente, había querido hacerlo durante toda la noche, estaba realmente guapo con su túnica de gala y Harry, que también lo estaba deseando, correspondió al beso con idéntico ardor. Entraron en la casa sin dejar de besarse y acariciarse, la noche prometía acabar de la mejor de las maneras, pero se les heló la sangre cuando oyeron el grito de Molly.

— ¡Es Dany… no sé qué le pasa, no deja de llorar!— exclamó la mujer, parecía muy asustada.

Harry subió las escaleras de tres en tres con el alma en vilo seguido muy de cerca por Severus. El llanto del niño era escalofriante y Harry lo cogió en brazos para intentar calmarlo, pero el pequeño se retorcía de dolor:

—¡Me duele papi, me duele mucho!

—¡Vamos a San Mungo para que lo examinen!, tiene mucha fiebre, Molly avise a todos de lo que sucede…—dijo Severus que acababa de tocar la frente del pequeño. Harry asintió muy pálido, y bajaron hasta la entrada de la casa de nuevo para poder desaparecerse. Si por un momento Severus pensó que las cosas no podían empeorar se equivocó de medio a medio, pues apenas una hora después Harry empezó a convulsionar, menos mal que estaban en San Mungo, y enseguida se ocuparon de él, Severus asustado, como nunca en su vida, no entendía qué les estaba sucediendo a Harry y Dany, pero un terrible presentimiento se había instalado en su estómago. La angustia le estaba matando.

Hermione y Draco no tardaron en aparecer, seguidos de cerca por Ron, Luna y todos los Weasley. Hermione los dejó solos un momento y enseguida apareció con su bata verde de Sanadora.

—Voy a averiguar qué es lo que ocurre, tranquilo Severus—dijo intentando parecer calmada y estrechando sus manos para darle ánimos—en cuanto sepa algo te lo diré.




Estuvieron casi un mes ingresados en San Mungo, les hicieron infinidad de pruebas pero no sabían como parar el mal que los aquejaba, lo único que tenían claro era que se trataba de una maldición muy oscura que provocaba un síndrome neurológico muy grave y permanente. Los síntomas incluían ataxia, que se caracterizaba por provocar la descoordinación en el movimiento de las partes del cuerpo y alteración sensorial de las manos y pies, además de perjudicar la vista y el oído, sino lograban atajarla a tiempo, acabarían con parálisis y finalmente morirían. La gravedad era extrema y Severus estaba harto de que tomaran a su familia por conejillos de indias, sin ver avance alguno, al contrario, cada día que pasaba era peor.

Habían hecho una excepción y padre e hijo compartían la misma habitación, algo que no era normal, pues los niños iban a otra ala del hospital especialmente habilitada para ellos, pero el propio Harry se lo había pedido y desde luego había sido lo mejor pues Dany estaba mucho más tranquilo teniendo a su padre cerca.




Un día, incapaz de soportarlo más tiempo, Severus habló con Hermione y le dijo lo que pensaba. Quería tenerlos en casa para poder investigar sobre aquella extraña maldición y poder cuidarlos allí, si era posible.

—Te entiendo Severus, la verdad es que no avanzamos nada, no damos con la Maldición causante de eso y mientras no lo hagamos hay poco que podamos hacer para pararla. Hablaré con mis superiores porque quiero ayudarte a cuidarlos en casa, no creo que se opongan. Por otro lado tengo que hablar con Draco, es nuestra última esperanza si él no puede ayudarnos, no sé ya que más hacer.

— ¿De qué estás hablando Hermione?

—Voy a pedirle a Draco que nos deje acceder a la Biblioteca de su padre, si entre esos libros no encontramos la solución, no se me ocurre donde más buscar. Sé que se trata de magia muy oscura Severus, pero estoy dispuesta a intentar cualquier cosa con tal de salvarlos.

—Y yo, haré lo que sea necesario Hermione, lo que sea…




Draco no sólo les dio acceso a la Biblioteca de los Malfoy sino que les permitió llevarse los tomos que quisieran para estudiarlos, algo que Severus le agradeció infinitamente, sabía que había ejemplares únicos en ella que no poseía nadie más en el mundo Mágico. Ron y Luna que al igual que Hermione y Draco, también estaban saliendo juntos, también se ofrecieron a ayudar en lo que pudieran y se pasaban prácticamente todo el día en la casa de Severus y Harry, leyendo tomo tras tomo en busca de una solución.

La casa de Severus y Harry, parecía más un campamente que un hogar, todos se habían instalado allí y ninguno pensaba en descansar. Llevaban semanas sin dormir apenas, usando todas las horas posibles en la búsqueda de la Maldición y su antídoto, buscando desesperadamente cualquier cosa que pudiera ayudarles. Todos estaban muy cansados pero ninguno renunciaba a seguir investigando.

Harry por su parte, era muy consciente de lo que le estaba sucediendo y aunque las pociones le mantenían la mayor parte del tiempo dormido, a veces, la impotencia y la rabia ganaban la batalla, sobre todo cuando contemplaba a su pequeño, tan indefenso y tan débil, entonces roncos sollozos escapaban de su garganta y las lágrimas corrían inclementes por su demacrado rostro. ¡No quería morir, no podía morirse! Severus y su hijo lo necesitaban… ¡Maldito Voldemort una y mil veces!

Si tan solo pudiese recordar algo que pudiera ayudarlos en su búsqueda. Se había estrujado mil veces el cerebro intentando acordarse de las últimas palabras de aquel monstruo, entonces no le dio importancia, pero ahora sabía que tenían muchísima. Evocó una vez más todo lo sucedido en su enfrentamiento con él una y otra vez, y entonces, de repente, recordó algo.

—¡Severus!—gritó alarmándolos a todos y despertando a Dany que rompió a llorar asustado—, lo siento tesoro, no pasa nada es que papi acaba de acordarse de algo…—se disculpó, le gustaría tanto poder cogerlo en sus brazos y tranquilizarlo, pero le era imposible mantenerse siquiera en pie.

—¿Qué ocurre Harry?—preguntó Severus alarmado, poniendo de inmediato su mano sobre su sudorosa frente y buscando su pulso después, muy preocupado. Se tranquilizó algo al ver que no parecía ocurrirle nada fuera de lo habitual. Estaba tan demacrado… no era ni sombra del Harry que conoció, en apenas dos meses, la maldición le había reducido a poco más que piel y huesos, igual que a su niño, que no paraba de llorar cuando estaba despierto y eso a pesar de las pociones curativas, calmantes y vigorizantes que les obligaban a tomar. Cogió a Dany en sus brazos y el niño le rodeó con sus delgados bracitos y lloró con la cabeza escondida en su cuello.

—¡Hey campeón, estoy aquí!—susurró en su oído—¿Te duele algo?

El pequeño negó con la cabeza

—Duele todo el tiempo papá, menos cuando tomo la poción, entonces casi no duele nada, es que papi me despertó con sus gritos y me asustó.

Se le encogía el alma al escucharlo, le apretó contra sí y se perdió en los ojos verdes de Harry, más brillantes que de costumbre a causa de las lágrimas retenidas.

—Lo siento Severus, es sólo que recordé algo que quizá pueda ayudaros, no pretendía asustarte Dany, lo lamento mi niño—, dijo acariciando su carita. Cualquier movimiento le costaba un mundo, pero su niño estaba llorando. El mimo causó efecto esperado pues el niño sonrió y dejó de llorar.

—Te perdono papi, tranquilo… ya estoy bien.

Severus volvió a tumbarlo en su cama y Dany cerró los ojos de inmediato, la poción tranquilizante hacía su efecto, al menos mientras durmiese no sentiría dolor alguno. Era tan angustioso, tan desesperante…

—Dime Harry ¿Qué recordaste?—fue entonces cuando se percató de que todos estaban apiñados en la puerta expectantes.

—Sanguinem…sí, estoy seguro de que dijo esa palabra.

—¡No puede ser!—exclamó Draco horrorizado—Mi padre me habló sobre esa maldición una vez, realmente el Lord era un malnacido…

Ron nada más escucharlo salió de la habitación y hojeó frenético uno de los tomos.

—¡Creo que la he encontrado!—exclamó muy nervioso y todos se amontonaron a su alrededor intentado leer… hasta que Severus le arrebató el libro bruscamente y leyó con rapidez.

—Gracias… creo que… ¡Harry creo que la tenemos!—exclamó con voz temblorosa.

—¿De verdad…?— preguntó Harry con voz rota, incapaz de creerlo.

Severus se sentó a su lado y leyó:

—Sanguinem maledicta, La maldición de la sangre se creó para acabar con los sangre muggle, los mestizos y sus descendientes. Sus efectos comienzan a los diez años de hacerla y el motivo de tanto tiempo no es otro que el esperar a que el maldecido tuviese familia, para así acabar también con sus descendientes y causar el mayor daño posible.

Es terrible, como ya hemos comprobado—dijo con la mirada más oscura que nunca, llena de odio y resentimiento hacia aquel retorcido ser al que una vez sirvió, cometiendo la mayor equivocación de su vida.

>>Aquí pone los ingredientes y forma de elaborar la poción ¡No perdamos más tiempo! Cada segundo es precioso…—dijo depositando un beso en los resecos labios de Harry que sonrió a duras penas. Severus se levantó para empezar a dar órdenes inmediatamente.

—Draco, Hermione…necesito que bajéis a mi laboratorio y me traigáis: belladona, cloquearía, ligústico, tármica, pelos de kneazle, polvo de ashwinder, y de chizpurfle, escamas de dragón y polvo de doxy, afortunadamente tengo una buena provisión de ingredientes, buscarlos mientras yo voy encendiendo el caldero

Cuando aparecieron con los ingredientes que les había pedido, los dispuso perfectamente alineados sobre la mesa y empezó a cortar algunos de ellos con gran destreza.

—ya sólo necesito...vuestra sangre.

—¿Nuestra sangre?— se extrañó el pelirrojo.

—Sí Ron, nuestra sangre y es lógico que así sea—dijo Luna con su cantarina voz—la sangre pura es el ingrediente que falta ¿verdad Severus?

—No deja de ser curioso que un sangre mestiza como Voldemort emplease un hechizo como este, pero si lo pensáis es normal dentro de su retorcido concepto de las cosas. Odiaba lo que era en realidad, de hecho dudo mucho que los Mortífagos le hubiesen seguido de saber quién era realmente—dijo Hermione.

—¿Voldemort era mestizo?—se asombró Draco—increíble, el adalid de los sangre pura resulta que era mestizo…

—Sí Draco era mestizo, tu padre y muchos otros tienen que estar revolviéndose en sus tumbas. Era un mestizo, igual que Harry, el único capaz de acabar con él. No deja de ser curioso ¿verdad?—aseveró Ron.

—Sí, no deja de ser raro y paradójico—respondió Harry cerrando los ojos, muerto de sueño de nuevo por el efecto de la última poción que su esposo le había administrado.

Severus observaba la conversación con curiosidad sin dejar de picar minuciosamente cada ingrediente, tenía que admitir que el pelirrojo le había sorprendido con sus palabras. Tal vez no tenía la cabeza tan llena de pájaros como siempre había pensado.

—Sí, necesito bastante sangre para elaborar la puñetera poción, por eso necesito la ayuda de los tres, sería demasiado para uno sólo. Ese hijo de puta de Voldemort era realmente retorcido—masculló entre dientes, acordándose de todos los ancestros de aquel bastardo.

Hermione creyó no haber escuchado bien, estaba sorprendida, era la primera vez que escuchaba a Severus llamar a aquel bastardo por su nombre.




Severus elaboraba sus pociones en el cuarto contiguo al de Harry y Dany, quería estar lo más cerca posible de ellos y allí tenía todo lo que necesitaba, incluso una cama. Prácticamente no se había movido de allí desde que los trajo de San Mungo.

Hermione hizo las extracciones de sangre a cada uno de ellos recogiéndola en redomas. Sonrió al rubio de forma encantadora mientras lo hacía, y éste respondió a su sonrisa de la misma forma, mientras Ron y Luna aguardaban su turno cogidos de la mano, ¡Qué empalagosos eran! pensó Severus y se pasó la mesó el cabello intentando tranquilizarse antes de continuar cortando y preparando los ingredientes, era una poción muy difícil de elaborar, había que medir muy bien los tiempos y cortar perfectamente los componentes de la misma, cada uno se seccionaba de una forma diferente, había también que saber el momento justo de añadirlos, la medida exacta de cada uno de ellos y el tiempo de cocción que precisaban, removiendo en el sentido de las agujas del reloj el tiempo estrictamente necesario, ni un segundo de más.

Draco y Hermione eran buenos en pociones pero Severus Snape era el mejor Maestro de Pociones del Mundo Mágico, y aquella poción la quería elaborar él personalmente de principio a fin. Era mucho lo que estaba en juego, nada menos que la vida de las dos personas más importantes en el mundo para él.




Hacía horas que les había administrado la poción pero ahora quedaba lo peor, la incertidumbre de la espera, y tardaría hasta el dia siguiente en hacer efecto. El Lord era un cabrón repugnante, aún en su último suspiro buscó acabar con Harry y sus descendientes. El remedio era tan complicado como la Maldición, afortunadamente Draco, Ron y Luna, eran Magos sangrepura y no había tenido que salir a buscar a varios que estuviesen dispuestos a donar su sangre.

Contempló una vez más a su esposo y a su hijo, faltaba poco para que amaneciera, ya habían transcurrido veintitrés horas desde que les administrase la poción y estaba terriblemente cansado, pero ni por esas conseguía dormir. Estaba demasiado nervioso, pensó en los amigos de Harry, que por fin, tras mucho insistirles, se habían ido a descansar un rato, todos se habían dejado la piel para intentar ayudarle, algo que les agradecía de corazón. Harry tenía mucha suerte al contar con amigos como aquellos, siempre lo había sabido, aunque durante mucho tiempo los detestara considerándolos unos entrometidos de narices, pero de eso hacía ya mucho tiempo…

Draco era otra historia, en contra de los deseos de su padre había abandonado las filas del Lord Oscuro y se había pasado al de Harry, lo había hecho por él, según le confesó un dia, convencido de que Harry estaba completamente chiflado, pero... según sus palabras, prefería morir luchando por la supervivencia de un Mundo Mágico en el que hubiese gente como Harry, que al lado de un loco visionario que solo auguraba esclavitud, muerte, y desolación.

Lucius Malfoy murió en la guerra y Narcisa abandonó el país y vivía en una de sus mansiones cerca de París.

Draco la visitaba a menudo, pero ella no había vuelto a pisar suelo inglés. Severus lo cogió bajo su protección y el joven demostró a todos de lo que era capaz, convirtiéndose en el mejor Rompedor de Maldiciones que existía actualmente en el Mundo Mágico. Estaba orgulloso de él, de todos ellos.



Harry se había movido, y Severus corrió hacia él para comprobar que todo estaba como debía, también Dany había despertado y le observaba serio, con aquellos ojos negros tan parecidos a los suyos. Se apresuró a comprobar sus constantes, la fiebre había desaparecido y el corazón casi se le para cuando Harry por primera vez en meses se incorporó en la cama y le pidió un poco de agua.

— ¡Harry…!—exclamó, incapaz de decir nada coherente.

—Estoy bien Severus—le respondió con una sonrisa—parece que tu brebaje ha funcionado, y que no nos moriremos por ahora ¿verdad Dany?

El pequeño asintió feliz y se bajo de su cama para abrazar a su padre. Se sorprendió al ver que lloraba, nunca le había visto llorar.

—¿Por qué lloras papá? De verdad que ya no duele nada de nada, de verdad que no, no llores…

Severus le abrazó con fuerza y le dio un poco del agua que había traído para Harry. Permanecieron los tres abrazados durante mucho rato.

Había sido toda una lección de amor y de vida que no olvidaría jamás, nada era tan importante como el bienestar de su familia, NADA.




Despidió a su hijito que también le decía adiós con la mano mientras entraba en la Escuela infantil a la que asistía, una escuela se magia que preparaba a los pequeños Magos para su entrada en Hogwarts y era también la primera vez que el niño asistía después de cinco meses. Ahora, Dany estaba totalmente recuperado, igual que Harry, de nuevo estaban sanos y eran felices.

Harry también había acudido a su trabajo, pero sólo para renunciar. Iba a aceptar la oferta que le había llegado desde Hogwarts para ser el nuevo profesor de Defensa.

El susto había sido muy grande y Harry había conocido de primera mano lo frágil que era la felicidad, por eso ahora quería una vida más tranquila y pasar más tiempo disfrutando de su familia, algo que ahora valoraba aún más.

De la noche a la mañana Severus había podido comprobar de primera mano lo endeble que era su mundo, y como había estado a punto de perder a su familia de una forma terrible. Se cubrió la cara con las dos manos intentando parar el sollozo que le brotaba del fondo del alma, pero que ahora era de alivio, de íntima alegría.

La inmensa angustia y desolación que se habían instalado en su corazón en los últimos meses, se había ido al fin y esperaba no volver a experimentar nunca más nada parecido.

Había recuperado la felicidad con mayúsculas al lado de Harry y su hijo, esa intrínseca alegría que sólo puede darte el amor y la convivencia diaria con las personas que amas, pequeños detalles y vivencias que ahora eran su mayor tesoro y ahora al fin tenía la certeza de que volverían a repetirse.