Título: Chestit Rozhden Den (o simplemente, feliz cumpleaños)
Disclaimer: Harry Potter y sus personajes le pertenecen a J.K Rowling.
Resumen: Harry no sabe si se lo está imaginando o no, pero sospecha que Sev lo está evitando. ¿Será que la última pelea que tuvieran realmente va a marcar el final de su relación?
Clasificación: PG-13
Advertencias: Pues que aunque el cumpleaños es de Sev, es Harry el que se la pasa hablando todo el rato y Sev no tiene más que unas líneas. Y que hay una escena de escisión.
Notas: El país que he elegido es Bulgaria. La villa de Kropej está basada en un lugar real al que le he cambiado el nombre por el apellido de una mujer búlgara experta en cosas de magia.
Chestit Rozhden Den
Esa mañana comenzó, para Harry Potter, como cualquier otra común y silvestre.
Que por esos días significaba bajar temprano a salvaguardar la salud de los tres, porque a Ron le tocaba turno de preparar el desayuno. Léase: lo iba a preparar él mientras su amigo agitaba los brazos como desesperado, ya que realmente no le molestaba.
No en serio. Realmente no le molestaba. Pocas cosas le molestaban por esos días, mucho menos Ron y Hermione. Mientras que en cambio una cosa que sí le molestaba era el calendario pegado en la pared, junto a una lista de palabras en búlgaro con traducción inglesa. Esa mañana era nueve de enero, siete días desde la última vez que había visto a Severus Snape, Siete de los días más largos que le había tocado en la vida.
Dejó de mirar el calendario y bajó. El primer piso de la cabaña que habían rentado servía a la vez de cocina, comedor y sala y aún estaba decorada para Navidad y Año Nuevo. Y para aprender búlgaro; a juzgar por las listas de palabras que se podían encontrar cada dos pasos. De hecho esperaba encontrar a Ron examinando una de esas, cuando tuvo que parpadear para dar crédito a sus ojos. Pero era cierto: estaban sus dos amigos, en aparente paz, uno al lado del otro frente a la estufa y lo que era mejor Ron estaba cocinando. Movía algo en una cacerola con cara de asustado mientras que Hermione aplicaba papel secante sobre el contenido de un plato de algo que parecía frito.
-¡Harry! ¡Te levantaste temprano!- Saludó Hermione dándole además un beso en la mejilla. -Ron y yo estamos por terminar el desayuno. Hicimos kebabs y preparamos chiroz con sirene, ya sabes, comida tradicional de Bulgaria. Para estar más acorde con el país.
Mientras Hermione hablaba Ron le hacía a Harry gestos alterados con los ojos y el brazo que tenía sujeto el cucharón. Hasta que Hermione volteo a verlo y entonces rápidamente volvió a la tarea de remover con el gesto de un niño regañado.
-Así que, como te decía Harry, creo que ahora sí van a estar bien los horarios de la comida. Ron se ocupara el desayuno como quedamos, tú del almuerzo y yo de la cena hasta fin de mes.
Harry paseó los ojos de uno al otro, con Hermione cruzada de brazos en una de sus poses más severas y Ron poniendo cara de sufrido. No estaba seguro si se habían reconciliado. Por un lado parecía que se estaban llevando bien. Por el otro lado todo parecía indicar que Hermione se había levantado al rayar el alba para sacar a Ron de la cama y darle instrucciones.
-Eh, suena bien. Lo del desayuno a la Bulgaria quiero decir.- Luego miró el contenido del plato, la olla en el fuego y la lechera llena de… algo y añadió: -aunque no me molestaría desayunar lo de siempre. Ya sabes, tostadas, mantequilla y mermelada.
-¿Lo ves? -Estalló Ron quitando tan rápido la cuchara de la olla que salpicó algo de líquido por todas partes. -A Harry no le molesta la comida normal. ¿Por qué tenemos que comer pescado tan temprano?
-Y lo mejor Harry -continuó Hermione ignorando a Ron con la nariz hacia arriba, volteando a hacer otra cosa para mayor efecto. -Es que no vamos a tener que hacer nada mas que lo que nos toca como debió de haber sido desde el principio. Porque he conseguido un recetario mucho muy detallado de comida local para Ron. Pero trataré de estar aquí a supervisar. Descuida.
Ron volvió a su olla murmurando por lo bajo algo de "sentada ahí dándome órdenes" así que Harry decidió que se habían reconciliado a su manera y que lo más inteligente que podía hacer era dejarlos a los dos que se arreglaran entre ellos y hacerse el que no sabía qué estaba pasando.
-Ya. - Dijo, siendo que era la respuesta más neutral que se le ocurrió. -¿Pongo la mesa?
Hermione le pasó platos y tasas con una sonrisa victoriosa y luego dijo que iba a lavarse las manos.
No fue hasta que ella estuvo completamente fuera del rango de audición que Ron sujeto a Harry por los hombros sacudiéndolo. -Seis de la mañana, con un vaso de agua fría y luego comida rara. ¿Sabes lo que es eso? No voy a poder resistir esta tortura, compañero.
Iba a contestarle que dejara de exagerar (porque era obvio que no se quería ir) cuando la olla detrás de Ron hirvió y tuvieron que correr los dos a apagarla. Fue entonces que Harry pescó el olor de la canela y las almendras que parecía que había en el líquido blanco de la olla y se le abrió el apetito.
-Oye, esto huele muy bien.
-¡No tú también! -Gimió Ron con la expresión cayéndosele pero dejando de gemir de inmediato cuando Hermione entró a la habitación secándose las manos.
-Bien, ¿ya comemos?
Se sentaron a la mesa los tres, Hermione todavía con el aire de quien ha ganado algo y Ron bufando por lo bajo. Apenas su cuerpo tocó el asiento que la chica comenzó a frotarse las manos.
-Bueno, tengo noticias que darles. Anoche recibimos una lechuza desde Inglaterra.
-¡Ah, así que eso que me despertó medianoche era una lechuza!- A pesar de todas sus quejas el pelirrojo ya tenía la boca llena de comida.
-Sí. -Hermione parecía feliz. -El ministerio nos está enviando a alguien más para que haga el trabajo con los árboles. Al oír esto Harry detuvo el brazo que iba de camino hacia el pan, y Ron también dijo de masticar para mirar a la chica. Viendo que ahora sí tenía toda su atención Hermione se irguió para continuar. -Parece que no están completamente seguros de nuestro progreso y quieren enviar a alguien más pero que sea también dispensable para ellos.
-Pero eso es excelente. -Exclamó Ron inmediatamente estirando el brazo para coger otro pescado. -¡Tendremos menos trabajo!
Hermione alzó una ceja, su sonrisa haciéndose curva de un costado. -¿No importa que nos digan poco calificados? Me dio la impresión que insinuaban eso. Se supone que tenemos menos tiempo de preparación que el promedio.
Harry hizo un ruido con la nariz. -Sí claro. Menos preparación.
-Nos van a reducir el trabajo. A mí pueden decirme lo que quieran.-
-Bueno, pero lo que yo les quería decir es que nos van a enviar a Neville.- Sus palabras tuvieron la reacción esperada. O casi. Ron salpicó comida de felicidad, Harry alzó una ceja. Eso era bueno, ¿cierto? siempre era bueno volver a ver caras amigas y tener buena compañía.
- Sí, yo también estoy feliz. Aunque… - y ella volteó hacia Harry para dirigirle una significativa mirada. El por supuesto entendió por qué. Casi podía oír en su cabeza la voz baja y sibilante de Snape diciendo: "no he viajado más de dos mil kilómetros fuera del país para seguir viendo a Longbottom". Eso si es que aún le hablaba claro.
-Además, vamos a tener los siguientes dos días libres. -Le dijo Hermione sujetándole fuerte de la muñeca y mirándolo los ojos casi como si le pidiera disculpas. Harry no creía que fuera para tanto. Los malos modos de Snape no eran tan duros de sobrellevar, aunque claro está era una opinión que había adquirido muy recientemente. Además, ¿de qué le servían dos días libres si Snape estaba en otra ciudad deseando no ser molestado en su trabajo y enojado con él? Bueno entonces eso merecía una aclaración. Los malos modos de Snape no eran tan duros de sobrellevar siempre y cuando estuviera presente para imponerlos.
-Está bien, Hermione. Deja de preocuparte. -Ella le palmoteo la muñeca y lo soltó mientras que del otro lado Ron hacía rodar los ojos ya que referencia era obvia en esa sala. De qué más podían estar hablando que de la vida amorosa de Harry.
-Si yo tampoco creo que tengas que preocuparte. Sólo míralos, mira la cara que ha traído Harry en estos días. Te apuesto a que cuando llegue se van a amistar así. - Y chasqueó los dedos para expresar cuán rápido pensaba que iba a ser.
Harry entre cerró los ojos, y expresión de su cara debió haber sido muy fea pues Ron levantó las manos a la defensiva de inmediato. -Yo sólo digo.
-Bueno, bueno. Lo que yo digo es que cómo vamos a estar libres los tres -Y ella los miro estrictamente. -Creo que deberíamos planificar lo que vamos a hacer. Quiero decir hasta ahora no hemos tenido mucha oportunidad de visitar lugares.
Ron se alzó de hombros. -Siempre he querido ir a ver una de esas peli-cosas.
Esta vez fue el turno de Hermione de torcer el gesto. -¿Una película? Ron, podemos ver películas en Inglaterra. ¿Qué valor tendría venir hasta Bulgaria para ver una película?
-No hemos venido hasta Bulgaria para ver una de esas peli -cosas, pero preferiría eso a lo que seguramente vas a sugerir.
-¿Qué cosas voy a sugerir? -Escupió la chica empezando a verse molesta pues el pelirrojo había usado un tono muy despectivo.
-Que vayamos a museos y cosas por el estilo y nos aburramos hasta la muerte.
Harry los observo otra vez sintiendo esa especie de alejamiento en su interior como si estuviera viendo un programa de televisión en lugar de a sus dos mejores amigos.
Era como si no pudiera hacer otra cosa que pensar en la persona que tenía lejos. En los días pasados se había estado levantando muy temprano para ayudar a Ron a cocina sabiendo que en el fondo su amigo si se preocupaba. Luego las tardes había estado acompañando Hermione en largas sesiones de lectura de libros complicados que al final siempre acababan en largas sesiones de quejas sobre el comportamiento de las personas inmaduras. Pero durante todo ello Snape siempre se colaba.
En ese momento, por ejemplo, distinguió el chispazo de lo que era una posible discusión en potencia y al mismo tiempo que de pronto tenía la solución su cerebro se volcaba a pensar en su propia situación con Snape y, pregunta de cómo se veían él y Snape al discutir.
No así seguramente. La última vez, y parecía que no podía parar reflexionar sobre ello, se habían gritado e insultado y habían hecho correr tanta magia entre los dos que los vasos de la casa y el juego de té se habían hecho pedazos.
Agitando la cabeza para disipar la visión de una sala con paredes de ladrillo iluminadas por las velas y la presión de su garganta, Harry se levantó sonoramente y dibujando una sonrisa habló en voz lo más alta posible.
Qué tal si revisamos el diario y vemos si hay algo que queramos los tres.
Buena idea -dijo Ron en tono feliz. -Los periódicos de magos nunca mencionan museos.
Hermione hizo rodar los ojos pero aceptó la idea y Harry fue a recoger el periódico de la ventana que un bonito pájaro azul dejaba todos los días sin necesidad de pago inmediato ya que en Bulgaria la suscripción se pagaba con un mes de adelanto.
-Supongo que podemos leer los clasificados. -Dijo la chica en desdoblando el periódico.
Pero allí les esperaba otra cosa. Cuando ella desdobló el fajo de pergamino doblado en seis cual no sería la sorpresa de los tres al ver en la portada una foto bien grande de Harry al lado de otra foto de nada menos que Víctor Krum.
Ya se había tomado el esfuerzo de aprender a leer en cirílico, si bien la proeza no le servía más que para saber cómo se pronunciaban las cosas y luego poderlas buscar con mayor facilidad en un diccionario. Así que podía leer perfectamente las letras del extraño alfabeto que deletreaban su nombre y el del famoso jugador búlgaro de Quidditch. Y la palabra homosexual que era otra que se había aprendido bien.
-¿Qué dice? -Preguntó ansioso el pelirrojo viendo las fotografías que ni sonreían ni saludaban sino que miraban para otro lado con aspecto incómodo. Hermione, que por supuesto había llevado a cabo perfectamente un hechizo de idioma y que además había estudiado con ahínco el búlgaro, agarró el periódico con fuerza, sus ojos viajando rápidamente por las palabras para enterarse del contenido. Casi inmediatamente volteó la página a las hojas centrales en donde había más fotos móviles de él y Krum, por separado afortunadamente, pero con un largo, largo texto, del que por más que Harry repasará con los ojos no entendía ni una palabra.
-¿Y? Reclamó también ansioso después de notar que su amiga había dejado de leer y se había quedado mirando fijamente el pergamino.
-Pues… -empezó ella lentamente. -Básicamente dice que es posible que tu y Víctor tengan una relación porque… bueno ya sabes, los rumores sobre ti, y que has venido hasta Bulgaria, y que se te ha estado viendo sospechosamente muy seguido en compañía de Víctor. Hay un montón de citas en las que dice que se los ha visto juntos en conversaciones privadas y que como el rumores sobre ti, que sería muy romántico que hubieras dejado todo en Inglaterra para venir hasta acá.
Después de un largo momento de silencio Ron silbó por lo bajo y musitó 'wow' haciendo que Harry pensara, en medio del ruido sordo que había llenado su cabeza, que era un excelente sumario de lo que él mismo opinaba.
-Bueno, -empezó el pelirrojo en la obvia actitud de alguien que intenta ser positivo. -Por lo menos una parte la dijeron bien. Quiero decir, hasta Snape debería admitir que fue, ehh romántico -y murmuró la palabra entre dientes. -Que buscarás la manera de venir hasta acá. Quiero decir engañaste a dos oficiales del ministerio y a Hermione. ¿Qué importa lo demás? Aunque debo decir que yo no tenía idea que Krum fuera gay-¡Au!
Hermione había agarrado el periódico y había golpeado con él a Ron en el brazo.
-¡Se supone que debemos ayudarlo!
-¡Estoy tratando de ayudar!
Haciendo como que Ron no estuviera en Hermione se dirigió a Harry.
-Siento tener que decirlo Harry, pero pudiste evitar esto. Te advertí que debías acercarte a la prensa primero.
-No quiero actuar como alguien famoso. Contestó en tono cansado, pero Hermione continuó sin piedad.
-Bueno, aún olvidándonos de Voldemort, Gringotts, y todo eso. El hecho de que seas material para salir en la portada de un periódico extranjero significa que tienes que hacer control de prensa, Harry. ¿Quieres otra Rita Skeeter?
Harry no quería, pero eso no era lo que le preocupaba. Era, para variar, Snape lo que le preocupaba. Por supuesto que Snape sabía por qué, cuando, y a qué hora habían ocurrido las conversaciones privadas con Víctor Krum, por lo que ese no era el tema.
El tema era que precisamente uno de sus muchos y constantes motivos de pelea y que Snape siempre sacaba a relucir en los peores momentos era la fama de Harry y la muy poca gracia que le iba a hacer cuando su cara y su nombre acabaran por salir en los periódicos también.
Tarde o temprano iba a suceder. Tarde o temprano una pila de reporteros iba a acabar por empezar a perseguir también al hombre de vida más privada que había en Inglaterra, que había logrado ser espía doble en plena guerra solo por virtud de ser completamente hermético y viendo que ya había quien estaba haciendo averiguaciones, la verdad es que Harry temió en ese momento que, para ser prácticos Snape decidiera que no había relación que descubrir.
-¿Saben qué? – Dijo después de un largo suspiro. – Creo que tengo una carta que escribir. Lean ustedes el diario y luego me avisan si se deciden por algo. ¿Sí?
Vio de reojo que los dos le enviaban miradas de conmiseración y supo que no iba a ser necesario darles más explicación cuando saliera, solo, en lugar de ir con ellos.
¿Por qué su vida tenía que ser tan difícil? Se preguntaba mientras subía con pasos pesados las escaleras de madera. ¿Qué se supone que iba a poner en una carta de sus dudas y sus preguntas? ¿Por qué siempre tenía que ser el que izara la bandera blanca?
Luego abrió la puerta de su pequeña habitación y las acogedoras paredes le saludaron con un puño en el estómago. Se había olvidado que no había dormido ahí en días sino en la última habitación desocupada que suponía que ahora iba a ser destinada a Neville y en la que ya no iba a poder refugiarse más de sus propias memorias. Apoyado en el marco de madera paseó la vista por los muebles de caoba el tiempo suficiente para decidir que sencillamente no tenía ganas de escribir ahí y luego se dio media vuelta para recoger del otro cuarto el pesado abrigo gris que le habían dado para caminar en la nieve y con el salir.
Ya afuera el viento helado que cortaba las mejillas le dio la bienvenida por lo que, estando de mal humor, decidió que prefería caminar a aparecerse. La villa de Kropej, habitada solo por magos, estaba como el resto del país completamente congelada y era difícil ver personas salir a pasear lo cual acomodaba a Harry perfectamente. En Bulgaria no nevaba nada mas sino que las tormentas de granizo hacían que el suelo se convirtiera en verdaderos bloques de hielo en la mañana e incluso más común que ver niños haciendo hombres de nieve era verlos haciendo iglús. Y por ahí caminó Harry con un débil sol de ocho de la mañana dispuesto a probar la teoría de que la base de todos sus problemas era que tenía la cabeza caliente y lo único que necesitaba era aprender a enfriar su temperamento.
Caminó por cuarenta y cinco minutos hasta llegar al otro lado de Kropej donde había una elegante construcción de dos pisos que se alzaba entre una tienda de libros y un emporio. La puerta tenía como siempre un signo de abierto y cuando Harry cruzó al recibidor sonó una pequeña campanita que supo no iba a atraer a nadie al mostrador. En esa ocasión no se paró más que brevemente a mirar las jaulas y la pecera que estaban junto a una pared, pues pudo ver que había agua y comida suficiente. En lugar de eso cruzó hasta la parte de atrás del mostrador y abrió una puerta de madera con un letrero que decía PRIVADO en una letra que él conocía muy bien.
-Señor Petroff?- Llamó metiendo la cabeza por si acaso, en una clara demostración de la cautela que le habían inculcado en el entrenamiento de aurores. Pero ni se hubiera molestado porque fiel a su carácter Nicolás Petroff se encontraba encorvado sobre un grueso libro frente al hogar de espaldas a la puerta con una pluma en la mano, un tintero en la otra y las gruesas gafas cubriendo los ojos que brindaban su absoluta atención al texto que tenía adelante.
-¿Si? Fue lo único que dijo el anciano.
-Buenos días, soy Harry, me preguntaba si podría subir un momento a la oficina de Snape. Para… usar su escritorio, creo.
-Las habitaciones de arriba son privadas, solo pueden entrar los que tienen permiso.
Como era exactamente lo mismo que le decía el anciano cada vez que iba, Harry supo que no había problema. –Gracias.- Dijo y se encaminó a la escalera.
La oficina de Severus Snape en el establecimiento de Rompedores de Maldiciones no se parecía en nada a ninguno de los despachos que hubiera ocupado en Hogwarts. La puerta se abrió fácilmente para Harry que tranquilamente fue y se sentó frente a una de las cómodas sillas que había junto a la mesa y luego jaló hacía sí papel, pluma y tintero para empezar lo que tenía que hacer. Y si el lugar parecía completamente laxo en seguridad Harry sabía que era un engaño. Todo lo que necesitara estar protegido lo estaba y en la habitación no había mas que lo que aparentemente había: muebles, papel, algunos libros y unos cuantos adornos que servían para quitar la desnudez de las paredes.
Miró alrededor y asintió internamente frente a su decisión de hacer todo el viaje hasta ahí para escribir una carta, porque ahí se habían peleado y ahí era el lugar perfecto para recordar exactamente qué es lo que quería decirle.
Excepto que cuando puso la pluma cargada de tinta sobre el papel no tenía idea de qué decir. ¿Qué podía escribir? ¿Cómo podía siquiera expresar la complejidad de sus emociones en un papel? Además Severus Snape era un hombre complicado y nunca antes habían sido capaces de hablar sin herirse. ¿Era suficiente sólo con querer intentarlo? ¿Por qué no existían hechizos para esa clase de cosas? ¿Cómo funcionaría un hechizo como ese, en el que las palabras pudieran llegarle con solo cerrar los ojos y dejar que las manos escribieran? Lo intentó, sin hechizo, y efectivamente sus manos se movieron. Cuando los abrió había sólo dos palabras escritas sobre el papel, grandes y claras: Lo siento.
-Ya. Es un comienzo supongo.- Y bueno, finalmente las personas decían que palabras como esas eran el inicio de todas las cosas. De todas las oportunidades.
*ççç*
Eran cerca de las once de la mañana cuando bajó otra vez a ver al señor Petroff, tratando de acomodar en su cabeza las palabras para lo que iba a ser la parte más difícil del asunto que era que el anciano le enviara la carta a Severus, ya que enojados, él no había tenido a bien decirle dónde iba a estar.
-Eh, ¿señor Petroff?
-¿Sí?
-Me gustaría enviarle una carta a Snape. Es importante.
El anciano le señaló con un dedo nudoso a una mesa que Harry, que ya se lo esperaba, no volteó a ver. –Se puede dejar por ahí. Seguramente lo recogerá cuando esté aquí.
-Es importante.- Repitió para aclarar el punto y luego dijo lo que esperaba lograra su cometido. -¿Cuál sería el precio equivalente para lograr que el mensaje llegue a sus manos ahora?
-No mucho, dado que en este momento debe estar en su casa.
Harry se sintió como si le hubieran jalada una alfombra de debajo de los pies. -¿El qué? ¿En su casa? ¿Se refiere a aquí? ¿En Kropej?
-Fue lo que dijo hace un momento antes de salir.
La Tierra se había salido de su eje. No había otra explicación. -¿Aquí en este lugar? ¿Ahora?
-Ahora no, ciertamente. Pero hace unos momentos, sí. El trabajo no espera.
Guiado por esas palabras volteó a la mesa de trabajo donde efectivamente había unos libros que no habían estado ahí cuando llegara más temprano. Incrédulo se acercó hasta ellos y extendió una mano para tocarlos pero un intenso pinchazo que pareció tocarle directamente un nervio lo repelió.
Era cierto. Severus Snape había estado ahí, en ese cuarto, y había dejado ahí esos libros. ¡Pe-pero… no vendría hasta la próxima semana! ¡Y no subió a la oficina! ¡¿Y-y por qué no le dijo que yo estaba aquí?!- Le reclamó al anciano que recién en ese momento volteó a mirar a su interlocutor y sus ojos se abrieron de sorpresa al mirarlo casi como si recién se diera cuenta con quien rayos había estado hablando todo ese tiempo.
-¡Harry, muchacho! ¡Qué gusto!- El muchacho tuvo ganas de golpear su palma contra su frente. –Buscas a Snape, me temo que solo vino a dejar algo importante y se fue a casa. No se sentía bien después del viaje, ¿ves? Deberías ir a verlo.
La molestia de Harry se evaporó al instante reemplazado por la preocupación. -¿Qué no se sentía bien? ¿Severus?
-Sí, sí.- Reafirmó el anciano ya volteándose nuevamente hacia su texto. –Deberías ir.
Apenas si se tomó tiempo para despedirse que ya estaba otra vez con el abrigo puesto sobre las calles heladas. Ya había mucha más gente caminando de un lado para otro que Harry observó atontado un momento antes de recuperarse y apearse a la pared de ladrillo para pensar en el camino cuesta arriba en el que tenía que aparecerse. Entonces se dio vuelta sobre sí mismo y sintió como si su cuerpo fuera metido a la fuerza por un tubo antes de llegar exactamente al lugar en el que había pensado.
Cuesta arriba y mucho menos visible que la oficina de Rompedores de Maldiciones había una casa escondida detrás de una valla y de árboles de durazno que solo se podía acceder si se sabía que estaba allí. Harry corrió hacia allá pensando que eso tenía mucho más sentido. Para que Severus volviera antes de tiempo solo podía haber un motivo de fuerza mayor y para que le dijera a su empleador que “no se sentía bien” algo horrible tenía que haberle ocurrido y Petroff simplemente no se había dado cuenta de la gravedad del problema.
Cuando llegó a la valla la cruzó de un salto y se acercó hacia la casa jadeando y aspirando cruel aire frío que le cortaba la garganta. Entró por la puerta de atrás, sigilosamente para no alertar a Monika o a Iván, si es que estaban en la casa y rápidamente subió las escaleras deteniéndose frente a la puerta más alejada.
Tocó. –Sev.- Tocó otra vez. -¡Sev!- Por supuesto la puerta no cedió en lo absoluto cuando intentó girar el pomo pero eso no le decía nada. O estaba afuera porque no había podido llegar, o estaba adentro haciéndose el terco o demasiado herido para acercarse. La peor parte era que no podía conjeturar nada porque el muy… tonto, no se había dignado decirle una palabra de qué diablos había ido a hacer.
Sin pensarlo dos veces Harry sacó del bolsillo del pantalón una cuerda color carne que se puso en los oídos mientras que paseaba el otro extremo por la superficie de la puerta. No se oía ni un ruido. ¿Sería que aún estaba afuera?
En eso alguien subió por la escalera con pasos ruidosos y se quedó de piedra al llegar arriba y verlo ahí a todas luces tratando de espiar qué había en la habitación de Severus. Era Monika.
-¿Qué haces tú aquí?- Le preguntó en tono altanero. -Snape no está. Si le cuento que has estado tratando de abrir su puerta no va a estar muy feliz.
Harry que no tenía tiempo para majaderías enrolló la cuerda en su mano y se acercó para preguntarle directamente: -¿Has visto a Severus? ¿Acabo de venir de donde Petroff y me dijo que debía estar en casa?
-No me pagan para responderte preguntas.- He hizo el ademán de irse pero Harry la detuvo.
-Espera. No entiendes, necesito saber por lo menos si lo viste en la mañana, al llegar, si está bien.
La boca de Monika se curvó en una fea sonrisa triunfal que le recordó horriblemente a Bellatrix Lestrange pero rubia. -¿Qué? ¿No sabes que llegó anoche? ¿No se han visto hasta ahora después de una semana de viaje? Esa relación no va muy bien, ¿no?
Con el puño cerrándose fuertemente alrededor de las orejas extensibles Harry hizo un gran esfuerzo por que su voz saliera tranquila y sin inflexión. –Mira, acabo de venir de la oficina de Rompedores de Maldiciones y el señor Petroff me dijo que Severus se fue a casa porque no se sentía bien y ahora yo llego aquí y no está, lo cual no es bueno ¿comprendes? Necesito saber si lo viste.
Ella no se amilanó tan fácilmente, lo miró de arriba abajo con desconfianza pero con el ceño fruncido con incrédula sorpresa.
-Lo he visto hace una hora cuando volvió de donde Petroff, y estaba perfectamente bien. Ahora no sé a dónde ha ido.
Harry supuso que era suficiente información. Ya sabía que una hora antes habían estado los dos en el mismo edificio sin saberlo (¡una hora!) y que aparentemente no había nada exteriormente malo con Severus. Pero eso no era del todo tranquilizador. En la vida había escuchado que dijera “no me siento bien” y en el mundo mágico habían miles de maneras de “no sentirse bien” viéndose perfectamente por fuera.
-¿Dónde está Iván?
Le tardó quince minutos localizarlo entre los durazneros y no sirvió de mucho porque su información era la misma que la de Monika, aunque más detallada. Severus había llegado la noche anterior, pasadas las doce con rostro huraño y expresión pesada, se había ido a dormir, y luego esa mañana no había hecho más que entrar y salir de la casa sin decirles gran cosa. No, no parecía que tuviera algún tipo de dolor, comportamiento extraño o modo de actuar diferente. No, tampoco había dicho o preguntado nada en lo absoluto sobre Harry.
Bueno, había una solución rápida y casi fácil para encontrar a Severus. Que se volvió menos rápida cuando Harry saltó la valla y notó que estaba nevando con fuerza. Petroff era el hombre más inteligente habido, pero también el más despistado y francamente chalado. De todos modos era seguro que si Harry pagaba el precio Petroff le diría en el acto su ubicación exacta. Excepto que estaba nevando y si algo había aprendido en Bulgaria que no para aparecerse bajo granizo sin escindirse hacía falta algo de práctica, que por cierto no tenía, por lo que, a menos que quisiera ser él el que necesitara ayuda le tocaba caminar y rápido para llegar antes que el anciano cerrara para el almuerzo.
Como era de esperarse llego dos minutos después de las doce para encontrarse con la puerta cerrada.
Bufando apoyó la frente contra la madera y cerró los ojos. Había montones de maneras en las que podía rastrear al hombre pero ¿podía usarlas? ¿Debía usarlas? ¿Estaban justificados sus temores?
Cuando en duda, pregúntale a Hermione. Se dijo a sí mismo y en el acto emprendió la marcha hacia la cabaña, que ironía de ironías estaba el doble más cerca de la casa de durazneros que de donde estaba en ese momento.
Finalmente perdió la paciencia a medio camino y tirando la precaución por la borda se giró en el sitio para aparecerse, afortunadamente entero, frente a la puerta color verde.
-Oigan, Ron, Hermione, ha surgido algo.- Llamó mientras se quitaba el abrigo ya dentro de la casa. Hermione de inmediato sacó la cabeza y Harry pudo leer en su expresión que estaba aliviada de verlo.
-Harry, menos mal, el profesor Snape acaba de estar aquí.-
Por una vez no se preguntó porque sus amigos insistían en llamar a Severus profesor, porque nuevamente sintió que el piso acababa de desaparecer bajo sus pies.
Sacudió levemente la cabeza para despejarse. -¿Qué? ¿Aquí?
¿Ahí y no herido deambulando por algún lado?
-Sí. Te dejó una nota.
Ella hizo amago de querer acercarse a tomarla, pero sus manos estaban ocupadas con un plato y un paño para secar por lo que Harry siguió su mirada y se acercó a la mesita junto a la escalera donde había un papel.
Y justo cuando estaba cerca, algo con plumas entró volando por la chimenea con un Whoosh, medio rebotó sobre la ceniza y se alzó en el aire lo suficiente para ir a caer justo sobre el jarrón sobre la mesita y junto al papel, tirándolo y haciendo que toda el agua se derramara sobre la nota que debía ser para él. Mientras que los dos se recuperaban de su estadío de quedarse de piedra la lechuza de plumas que habían quedado sucias y desacomodadas se sacudió y luciendo horriblemente cansada estiró una pata a la que había atado un mensaje.
Como estaba más cerca Harry se acercó, y con los dientes apretados pero manos firmes desató la nota con cuidado. La lechuza inglesa no se detuvo más y apenas se vio libre de su encargo salió volando por la ventana que él gentilmente le abrió. Cuando la cerró y dejó de sentirse el soplar del viento frío, qué cara tendría que Hermione se acercó muy nerviosa dejando el plato donde sea y sacando la varita.
-Tal vez podamos secarla.
-No va a servir de nada.- Y lo decía porque ya estaba familiarizado con las tintas que le gustaban a Severus y tenía la seguridad de que ya no se iba a poder leer nada, que fue lo que pasó luego que Hermione musitara varios encantamientos para secar y para revelar palabras.
-¿Cómo se veía cuando lo viste?
Ella empezó a apretarse las manos del nerviosismo. -Eh, bueno, se veía… eh, más bien furioso. – Parecía lamentar tener que revelarle esa verdad. –Y eh, empeoró cuando le dijimos que habías ido a su oficina. Dijo que de ahí venía y que no estabas y como no sabíamos nada más dejó la nota.
-Ajá. ¿Se veía normal? ¿No parecía… enfermo? ¿O hechizado o no como él mismo?
-Eh, bueno, creo… yo creo que estaba perfectamente bien… en realidad.
Que era lo mismo que le habían dicho Iván y Monika solo que de Hermione cobraba otro sentido.
-¿Y no dijo nada más?
-Bueno, eh… dijo: Y díganle a Potter que haga exactamente lo que dice la nota.
Harry asintió con la cabeza lentamente. – ¿Y de quién es el mensaje?
-¡Ah sí! ¡El mensaje!- Lo desató y rápidamente paseó sus ojos por el contenido. –Es de Neville, dice que estará aquí en dos días.
-Sabes que, Hermione. No tengo muchas ganas de ponerme a cocinar. ¿Qué tal si buscamos un lugar para comer? Muggle. Bien lejos de aquí. Y luego hasta podemos ir a algún museo a ver alguna cosa.
Se notaba que la chica entendía las emociones que pasaban por Harry, pero no sabía cómo tomarlo. –Ehm, yo… no creo que Ron vaya a querer.
-Pues le atamos las manos a la espalda y lo llevamos. Entre los dos no creo que tenga mucha opción ¿no crees?
*ççç*
Eran las tres y media en un restaurante de comida tradicional en la capital Sofía, y ordenaron gracias al hechizo idiomático de Hermione.
Durante el curso de tres platos, entre varklavas, salsas de yogurt y carne de cerdo en kyufte, fue Ron, sí, Ron el que poco a poco le fue sacando a Harry la historia.
-Debe estar bien.- Le dijo a ella cuando también acabó por poner cara de preocupada. –Obviamente el señor Petroff oyó mal, o quería que me encontrara con Snape y quiso decirme algo que me obligara a buscarla.
-Sí, eso debe ser.- Apoyó Ron asintiendo con la cabeza, dado que era el que más experiencia había tenido en esos escasos dos tres meses con el enredado antiguo sabio. –Te dijo dos veces que ‘deberías ir’ eso significa algo.
-Y tú dijiste que te pareció que estaba perfectamente bien cuando lo viste.
-Sí; pero, eso era antes de saber esto. Recuerda que ha estado una semana en algún lugar sin ponerse en contacto con nadie.
-Pues a mí eso es lo que me quitaba la preocupación. Podrá ser terco pero no es estúpido. No iba a irse a hacer algo peligroso sin tener por lo menos un contacto a la mano.
-Que no necesariamente tienes que ser tú.- Infirió Ron, levantando luego las manos a la defensiva cuando Harry le lanzó una mirada fea. Últimamente no estaba muy contento con su mejor amigo.
Además, eso él ya lo sabía y lo había verificado. No había contactos. Ahora lo único que esperaba es que Snape no hubiera ido a hacer algo completamente anodino, como quitar el mal de ojo a un rebaño de vacas (pedido muy común en ese país) y se hubiera encontrado luego con algo inesperado.
-No estoy preocupado.- Mintió pues el enojo que sentía por dentro todavía estaba mezclado con una punzada de preocupación. –Estoy fastidiado. Te apuesto que la nota que dejó decía: Todavía estoy trabajando. Por favor no me molestes.
-O quizás no. Quizás era una nota que explicaba perfectamente lo que pasaba.
Harry parpadeó. -¿Por qué me dices eso ahora? ¿No fuiste tú misma la que dijo que eta furioso? ¿Realmente furioso?
-Pero no dije que estuviera furioso contigo.- Harry llegó a pensar que si apretaba más las mandíbulas se le iban a partir las muelas. Hermione vio su cara y continuó. –Bueno, admito que yo también lo pensé ¿sí? Tú te habías ido a dejarle una carta después de ver un artículo que te vinculaba a otro hombre y de pronto llega él y se pone a echar chispas por los ojos cuando ve que no estás (igual que tú, debo decir). ¿Qué se supone que debo pensar? Pero ahora no sé. No estoy segura. Si lo piensas tiene lógica. Llega en mitad de la noche en medio de una nevada y decide esperar al día siguiente para hablarte. Luego en la mañana se desencuentran por lo que está furioso cuando no te ve.
-Excepto que no se ha dignado intentar otra vez.
Si Hermione pensaba que estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua igual la conversación quedó ahí cuando vieron entrar la figura hosca y desgarbada de Viktor Krum.
Eso ya era mucho, ¿Viktor Krum allí? ¿Entraban a un establecimiento muggle cualquiera en una ciudad muggle cualquiera y se encontraban con él? Sonaba a demasiada coincidencia.
-Oye Ron, ¿de dónde dijiste que sacaste la propaganda de este lugar?
-¿Eh? Había una chica repartiendo volantes… ¡Vaya, pero si es el g-Au!-
Había sentido parte de la patada de Hermione hacía Ron en la espinilla, pero la chica estaba actuando como si nada, dibujando una sonrisa y saludando con la mano. Ron había aullado tan fuerte que el jugador de quiddictch había volteado y los había visto. Y luego puso mala cara cuando vio a ‘Weasley’, pero a Hermione y a Harry les hizo un torpe saludo con la mano antes de acercarse entre las mesas.
-Iba a buscarlos más tarde.- Les dijo en inglés con acento cuando estuvo junto a ellos, dándoles la mano. –tenía algo para darles sobre los lamya.
Los lamya eran criaturas mágicas oriundas de la zona cuyo cruce a las islas británicas había generado problemas, y la razón por la que un grupo de ingleses estuviera en ese país. Grupo en el cual Harry (y Ron) se había, muy conspicuamente, colado.
-Gracias, apreciamos tu ayuda.- Contestó Hermione llamando subrepticiamente la atención de Harry pisándole un pie levemente ya que todos se habían levantado para saludar. -¿Quieres sentarte con nosotros? La comida es muy buena, y es apenas la primera vez que venimos…
Si la intención de la chica era hacer que Krum dijera cómo había ido a parar allí, este no se hizo de rogar.
-Lo sé.- Contestó gesticulando con sus maneras hoscas. -Yo siemprre vengo aquí. No vivo lejos en rrealidad.
Fue entonces que ocurrió. Alguien pasó junto a ellos, demasiado cerca pese a que había amplio espacio alrededor y con un certero movimiento de piernas, de esos accidentalmente a propósito, jaló uno de los pies de Krum que se hallaba parado frente a Harry, que era el que estaba sentado más a la izquierda.
En ese momento vio la parte de atrás de quien lo había hecho (alguien con un horrible sombrero) y supo que si sacaba la varita y hacía un hechizo de desmayo tendría al culpable. Al mismo tiempo, los ojos de sus amigos que seguían el movimiento de la caída del búlgaro notaron que el brazo de Harry se movía hacia su bolsillo y se ensancharon como platos, asustados. Lo que claro, le hizo acordar su roce con el estatuto 116 sobre el uso de la varita en presencia de muggles en ese país y la notificación que ya había recibido por lo muy a su pesar detuvo su mano y no hizo nada.
En un segundo estaba lamentando la acción no tomada, al segundo siguiente estaba tirado de espaldas con Krum vergonzosamente encima, en el medio hubo un montón de flashes de cámara salidos de alguna parte. El pobre famoso jugador de quidditch, que tenía que estar saliendo en periódicos tildado de homosexual por su culpa, había atinado con sus buenos reflejos a no caer aplastando a Harry por completo. Aunque le clavó el codo en el diafragma dejándolo sin aire.
-¡Lo-lo siento! ¡En verrdad lo siento!- Ni tiempo había tenido de preguntarle si había visto el artículo del diario, pero con la velocidad y urgencia con la que estaba tratando de separar el contacto con él, con seguridad lo había hecho.
Mientras tanto Hermione estaba zarandeando a Ron por el sweater. –Ron, dinos exactamente como era la chica que te entregó ese volante.
-¡Ya, ya! ¡Te digo! ¡Pero no me jales!
Se levantó del suelo con mucha más lentitud que Krum debido a la falta de aire. A su alrededor un par de personas se habían acercado a hacerle preguntas que no podía entender en tono preocupado y trató de alejarlas haciendo gestos tranquilizadores con la mano y diciendo las pocas palabras que se sabía en búlgaro: “estoy bien” y “gracias”.
Había pensado que Rita Skeeter era avezada, pero los reporteros de Bulgaria eran peores si estaban así de dispuestos a crear sus propias escenas en las que tomar primeros planos.
-Harry…- le dijo Hermione cuando por fin se hubieron sentado. –Tienes que ir a ver a Snape
Irritado de que ella estuviera expresando el fugaz pensamiento que había pasado por su propia cabeza puso la expresión más terca que le salió.
-Para qué. Hasta donde sé, ha estado evitando verme todo el día.
-¿Qué? Eso es una completa estupidez y lo sabes. Y sí, tienes que ir a verlo antes que publiquen cualquier otra cosa. ¿Qué crees que va a pensar?
-No va a pensar nada.
Lo cual era completamente cierto. ¿Qué creía ella? ¿Qué Snape iba a ponerse celoso o algo así?
Aunque pensándolo bien, el hombre era muy desconfiado y era capaz de salirle con algún argumento inesperado.
Resopló. –Iré.- Y se puso de pie en el acto para volver acción lo que acababa de decir.
Hermione se quedó completamente sorprendida. -¿Ahora? ¿Ahora mismo? No es lo que quise decir.
-No hay mejor momento que el presente ¿no?- Sus pies le estaban llevando ya a los servicios casi con desesperada premura. Miró por encima del hombro a Ron para hacerle un gesto de despedida y este le sonrió de medio lado y levantó los pulgares. El gesto lo puso tan nervioso que ni quiso ver qué cara tenía Krum en ese momento y se fue sin mirarlo.
Era como si tuviera una enorme fuente de energía adentró que quería salir. Un algo desesperado a punto de estallar que lo impulsaba a moverse como si tuviera ruedas en los zapatos. Quería verlo. Eso era. Y no por un deseo nacido de la súbita idea de que pudieran molestarlo unas fotos, sino las ganas de verlo que tenía acumuladas de una semana.
Si hubiera podido, al mismo día siguiente de la pelea habría ido a arreglar las cosas, pero Severus ya no estaba en la villa y como no le había dicho nada, de manos atadas en la cabaña rumiando todo lo que había salido mal había acabado por volver a sentir la misma rabia y a pensar que estaba verdaderamente furioso con él. Luego cuando se le había pasado había querido verlo otra vez y así había entrado en un círculo vicioso que lo había tenido atontado los últimos siete días.
Por eso en ese momento estaba decidido a encontrarlo y hablarle. No tenía idea qué había en la cabeza de Severus en ese momento o a qué conclusiones había llegado en esos días, pero aunque fuera para escuchar una retahíla de regaños iría a su casa. Tenía la corazonada de que estaba ahí, y como Monika e Iván estaban ausentes a esa hora era el momento perfecto.
Se metió a un cubículo sin cerrar el pestillo y pensó con todas sus fuerzas en el camino congelado desde el que se podían lejanos los árboles de durazno luego giró sobre sí mismo. Sintió la ya conocida sensación desagradable en el estómago de la aparición y luego cuando abrió los ojos estaba exactamente donde quería estar.
Pero no podía moverse en lo absoluto.
-¿Qué sucede?- Alcanzó a preguntar después de tambalearse luego de querer dar el primer paso. No podía caminar o moverse del sitio como si tuviera cemento que le aseguraba los pies al suelo. Se inclinó para tocarse los pies para investigar qué pasaba y notó que solo había aire en la parte baja de la pernera de los vaqueros.
Recién en ese momento se dio cuenta que sobre su cuerpo y a su alrededor grandes copos de nieve y trozos de hielo caían a suma velocidad, y que estaba calado hasta los huesos y que no había revisado el clima antes de decidir hacer la aparición dentro del restaurante y que los magos que no tenían mucha práctica en aparecerse durante una nevada realmente se escindían.
Camino arriba la casa de Severus Snape aguardaba inmóvil, alejada por varios metros que se podían cruzar en diez minutos a trote, quince en caminata, y veinte a rastras, probablemente, si uno se lo proponía. Pero por desgracia los magos escindidos no se podían mover. Quedaban anclados a donde estaban. Atrapados. Varados. Pegados al suelo. Imposibilitados de llegar a su destino por unos meros, insignificantes, jocosos metros.
El terrible grito que llenó las calles de Kropej no fue de terror, sino de rabia.
*ççç*
Eran las ocho y media de la noche cuando Harry Potter se encontraba como una tromba de camino hacia la cabaña que compartía con sus amigos. Su humor había descendido al extremo de los extremos.
No había sido el tiempo que había tenido que soportar parado bajo la nieve y la ventisca, esperando. Tampoco las horas que había tenido que pasar en medio de un montón de oficiales ministeriales que decían quién sabe qué. Ni las caras de Ron y Hermione al llegar. Ni tampoco, aunque ese estaba cerca, había sido la tonelada de papeleo que había tenido que llenar una vez estando completo, entrecruzado entre el diccionario, los rollos de pergaminos con decretos legales que tenía que citar (después de todo no había sido bonito para los muggles entrar al baño y encontrar lo que había dejado atrás) y la guía de alfabeto cirílico (podía leerlo pero escribirlo era otra historia).
No. Había sido que una vez que sus amigos llegaron al rescate los había enviado en misión de búsqueda y ellos habían regresado con la novedad que la casa estaba totalmente vacía de Snape. O de cualquier otra persona.
Luego él, ya libre de todo el asunto de la escisión había ido el mismo a la casa de Snape encontrándose con lo mismo. Nadie, nada, vacío.
Bien, eso significaba que Snape había llegado la noche anterior, luego de viajar una semana entera a destino desconocido después de una horrible pelea; había pasado toda la mañana haciendo quién sabe qué, y había pasado la tarde quién sabe dónde, sin decirle una sola palabra ni hacer mayor esfuerzo de contactarlo que el de dejarle una mugrosa nota en papel no más grande que la palma de una mano en la que dudaba Snape le hubiera dado descripciones detalladas del por qué de aquella ausencia de comunicación.
Claro, ellos no tenían que estar atados por la cintura, y era la pura verdad que había sido apenas un día y que podía ser simplemente que se habían desencontrado una y otra vez por casualidad. Pero es que algo le decía a Harry que Snape lo estaba haciendo adrede y su instinto pocas veces fallaba. ¿Por qué las pocas personas que lo habían visto no paraban de decir que apenas lo habían visto de pasada? A algún lado iba y venía ocupado con algo y en el tiempo que habían estado juntos ellos habían compartido aunque sea con palabras esas ocupaciones. Y ahora silencio. Desde el viaje era silencio. Algún mensaje oculto dictaban sus acciones y Harry temía a la vez que lo estuviera entendiendo perfectamente o que no lo estuviera entendiendo en lo absoluto.
O la pelea anterior había originado que Snape llegara a la conclusión de que no quería verlo más, o era alguna otra cosa de la que Harry no tenía idea.
Bien, pues eso tenía rápida solución. Lo que iba a hacer era entrar a la cabaña, subir a su habitación y sacar lo que necesitara para rastrear al hombre fueran esos encantamientos ilegales o no. Y luego iba a aparecerse hasta donde fuere, sin escindirse, porque nieve y hielo o no, iba a estar tan determinado en llegar que nada lo iba a detener.
Ese era su plan, hasta que todo cambió cuando dio la vuelta para entrar al camino recto que lo llevaba a la cabaña. Entonces se detuvo. A lo lejos, por el otro extremo del camino una figura de túnica y abrigo negro se movía. Había pocas personas en las calles y a esa figura la conocía tan bien que la distinguió perfectamente entre las manchas blancas que caían.
Ahí estaba Snape y se dirigía a la cabaña, con sus pasos largos y calculados pero tranquilos. Con el aire de una persona que va con tiempo. Después de que él, Harry, se había pasado todo el santo día buscándolo como loco.
-¡Dónde diablos has estado todo el día!- Le increpó casi gritando. Ni sabía cómo había llegado tan rápido frente a él aunque sospechaba que se había aparecido sin querer. -¡Te he estado buscando como un idiota por todas partes, corriendo de aquí para allá! ¡Y mírate! ¡Estás perfectamente! ¡No sé ni por qué pensé que estabas herido!
Snape por primera vez se veía descolocado. Se echó para atrás y con el ceño fruncido miró de arriba abajo la figura airada que de pronto se había aparecido delante suyo a reclamarle. -¿Harry?
Harry se detuvo. No era realmente cólera o frío lo que lo hacía tiritar sino miedo.
-Sí, Harry.- Dijo entre dientes. –Al que se supone que le debías avisar si ibas a llegar antes.
Lo miró entonces, lo miró realmente y las palabras de Hermione se le vinieron a la mente: “no creo que esté furioso contigo”. Porque había una expresión nueva en el rostro conocido que tanto tiempo se había pasado observando el año anterior cuando una misión de auror lo había traído hasta ese país a reencontrarse con él, y por el que con mucho esfuerzo se había colado en una misión aburridísima solo para poder seguir viéndolo a diario.
-No se suponía que debía volver aún.- Dijo la voz baja y sibilante que tenía Sev, mientras sus ojos de obsidiana se dirigían a otra parte, casi como avergonzados. Como si hubiera algo que no quisieran admitir y por lo que no querían dirigirse a él. Algo que Harry quería ver. –No pensé que fuera a molestarte.- Añadió después con un regreso a sus usuales tonos de aire superior.
-No me molesta. Solo que…- Miles de posibilidades de respuesta pasaron por la mente de Harry que supo que tenía que escogerlas con cuidado. Sus emociones anteriores estaban idas. Y es que algo había sucedido con Severus. No era la misma persona con la que había estado parado días atrás gritándose furiosamente. Algo había cambiado, y algo le decía que quería ver qué era.
–No importa.- Dijo finalmente agitando el gélido aire con la mano. –La nota que me dejaste se mojó, así que no tengo idea de qué querías decirme o dónde has estado todo el día.
-La nota no decía dónde iba a estar todo el día.
-Pero yo te he estado buscando todo el día.
Una expresión de sospecha entró en el rostro enmarcado con largo cabello negro. -¿Por qué?
Suspirando para ganar paciencia Harry trató de seguir un poco más el juego. –Porque…- dijo lentamente. –No te he visto en una semana, no he sabido de ti en una semana y de pronto me entero que llegas y es natural que quiera verte.
Se quedaron mirando el uno por largo tiempo cubriéndose con más y más nieve sin querer ceder ninguno de los dos. Hasta que por último Severus entornó los ojos. –La nota decía que estuvieras aquí a las nueve.
Harry de inmediato hizo un espectáculo de arremangarse y ver el reloj en su muñeca. –Son casi las nueve y aquí estoy. ¿Qué querías decirme?
Con un bufido sarcástico (y sus ojos todavía huyéndole) los dedos largos de Severus se cerraron sobre su muñeca. –Ven.
Lo jaló para que caminaran un par de pasos y luego los hizo aparecer en un lugar que Harry no conocía.
Caminaron. Era una ciudad grande de Bulgaria y era todo lo que Harry podía inferir. Fueron por una serie de calles llenas de personas con similares abrigos pesados a los suyos y de pronto dieron vuelta a una esquina y entraron a uno de los locales.
Tardó un largo momento en registrar, o mejor dicho en entender qué era lo que veían sus ojos, porque de todos los finales para ese día que se le habían podido ocurrir, este era el más inesperado. Era un restaurante bonito con un ambiente al que nunca había esperado entrar al lado de Severus. Era obvio que era el lugar para una cita, con aire de intimidad, luces bajas y música orquestada. La mano que apretaba su muñeca lo guiaba firmemente a través de una serie de mesas, y cuando llegaron a una un joven apareció para recibir sus abrigos. Luego Severus le dijo algo al mozo –en Búlgaro, obviamente- y este desapareció dejándolos solos en el ambiente más acogedor que hubiera podido esperar.
Tentado de pellizcarse para asegurarse que no soñaba miró alrededor parpadeando y luego miró al hombre sentado frente a él que tenía la boca apoyada sobre las manos entrelazadas, mirándolo, esperando algún tipo de reacción.
-Bueno, no tengo idea de qué va esto, pero no me estoy quejando.
-Te lo explicaré.
Y Severus metió la mano al bolsillo de la túnica de la que extrajo un paquete cuadrado del tamaño de dos manos juntas, que puso sobre la mesa y que luego extendió a Harry.
-Para ti.-
Los colores del envoltorio eran elegantes. Harry tomó el paquete y lo abrió con cuidado, quitando la cinta de adorno primero y removiendo el papel con sumo cuidado. Adentro había una caja de chocolates. Harry la abrió también con cuidado para verificar, y en efecto adentro había bombones rellenos.
Decir que estaba completamente desconcertado era lo menos. –Me gustan los chocolates.- Dijo finalmente a falta de otra cosa por decir. –Pero sigo sin tener idea de nada.
Severus se remojó los labios y habló en una voz aún más sibilante que antes. –En Bulgaria, es tradición regalar chocolates para festejar un cumpleaños.
-No es mi cumpleaños.
-Me refería que para festejar el cumpleaños de uno.
Harry se quedó de piedra. –Espera, ¿es tu cumpleaños?- Luego como esa era la conclusión obvia Harry lo pensó mejor. –Espera, ¿es tu cumpleaños, y tú me estás regalando a mí chocolates porque es tu cumpleaños? ¿Y esto… me has traído hasta aquí, tu a mí, por lo mismo?
-Exacto. El que cumple años invita a alguien más y regala chocolates a otros.
No pudo hacer más que volver a pasear la mirada por el restaurante atontado. –He visto muchas cosas en este país, pero esto lo supera todo.- Luego lo supo. Algo tenía que ver todo eso con el secreto. De alguna forma, no había podido verlo en todo el día por esto. –Y qué, has estado escondiéndote para que sea una sorpresa, o algo así
Severus entrecerró los ojos. -¿Escondiéndome?
-Llámalo instinto si quieres, pero como te dije, he estado persiguiéndote todo el día y tengo la fuerte impresión que si ni yo ni otros te han visto en todo el día ha sido porque así lo has querido tu.
Severus volvió a esquivarle la mirada. Harry supo entonces que estaba en lo cierto. Había algo que pugnaba por salir de la boca de Severus, que no estaba atreviéndose a decir directamente, pero ahora no pensaba que fuera para terminar con él.
-Sí, y no.- Le respondió. Luego abrió la boca para continuar pero pareció no poder. Tragó dos veces y luego bajó los brazos sobre la mesa.
Y en él mismo Harry había una emoción extraña arremolinándose en su pecho, una emoción que no se atrevía a nombrar. De pronto recordó que le había escrito algo en la mañana, y que fuera lo que fuera que Severus quisiera decirle, ¿no era mejor primero limpiar las cosas horribles que se habían gritado antes?
-Antes de que continúes.- Lo interrumpió. –Y como es tu cumpleaños, del que no me dijiste nada, supongo que hay algo que quiero darte.- Se sacó la carta del bolsillo y la pasó de la misma manera que Sev lo había hecho. –La escribí en la mañana pensando en enviártela pero luego me enteré que estabas aquí y traté de buscarte… y luego todo se fue cuesta abajo…
Los interrumpió el camarero que traía una bandeja con una botella de vino y copas. Severus intercambió con él unas palabras ininteligibles y luego el joven comenzó a servir el vino con mucha ceremonia.
La carta fue abierta mientras las copas se llenaban. Y Harry vio con creciente nerviosismo los ojos negros pasear por las palabras. Había escrito muchas cosas allí aparte de una simple disculpa y Harry, todavía confundido y mareado, solo podía esperar que el barco llegara a buen puerto. Que Severus Snape comprendiera que lo que sentía por él era duradero y que lo perdonara. Y que el también lo perdonara.
El puño que sostenía la carta se cerró abruptamente alrededor de esta al mismo tiempo que los vasos de vino quedaron llenos. Harry no sabía aún si debía asustarse o no, de haber causado la peor impresión, pero votaba porque era así ya que mientras el camarero se retiraba Sev apoyó la cabeza sobre el puño que tenía la carta arrugada con los ojos cerrados fuertemente y la mandíbula temblando. La mano temblando.
-No iba a volver.- Dijo abruptamente. Harry sintió que algo le atravesaba el pecho. –Pensaba perderme en algún lugar y desaparecer.- Entonces abrió los ojos y lo miró directamente. Como un flechazo, quemante. –Por ti ¿entiendes? Para hacerte un favor. Porque tú dices todas estas cosas, y yo sé que son verdad. Pero soy un hombre que te dobla la edad, que está marcado, que tiene una larga historia con tu padre y con tu…- No parecía querer decir la siguiente palabra. –Madre. Y que no deberías desear en lo absoluto, No alguien como tú.
Pero no puedo. No puedo alejarme de ti aunque quiera. No pude evitar volver. No quise evitarlo.
La verdad es Harry Potter que no quiero alejarme de ti. Quiero rendirme de una vez. Quiero caer. Quiero ese fuego que hay entre tú y yo, aunque tengamos que pedirnos perdón un millón de veces. Porque no me importa nada. Porque…-
Harry lo detuvo. Ahí en la mesa había una mano de dedos largos que estrechó entre las suyas lo más fuerte que pudo y luego se la llevó a los labios y la besó largamente. No necesitaba oir más. Eran las mismas motivaciones que las suyas.
Porque lo amaba.
*ççç*
Estaba temblando de pies a cabeza, con una terrible presión detrás de la garganta. Tenía que haber algo que pudiera decir cualquier cosa, que los devolviera un poco a la tierra.
-Pero…- La voz le temblaba por completo. –No tenías que esconderte todo el día ¿sabes? Pudimos haber hecho esto en la mañana…
La cabeza de Severus cayó sobre su pecho hasta que el cabello cubrió su rostro por completo. Luego los hombros finos se sacudieron. –Eso es una tontería.- Alcanzó a escuchar. –Me lo pidieron ellos cuando llegué. Que el día de mi cumpleaños no dejara que nadie me viera porque es de mala suerte felicitar a un hombre que cumple cuarenta años.
Todavía tenía la mano sujeta entre las suyas cuando se le cayó la quijada. -¿En serio?- no pudo evitar preguntar.
Sev alzó la cabeza nuevamente y apretó la mano de Harry confirmando que lo acababa de decir era cierto.
-Bien, me corrijo entonces. Esto lo supera todo.-
-Y te busqué en la mañana, pero luego de no encontrarte, pensé que era mejor esperar.
Volvió a besar los dedos dúctiles que no oponían resistencia alguna
-Tonto
-Lo mismo para ti.
Se quedaron así por largo rato con las manos entrelazadas.
-Gracias por todo Sev. Feliz Cumpleaños. Te quiero.
FIN
Epílogo
-Entonces no estás enojado por lo de Viktor Krum.
-Solo porque sé que por una vez están más interesados en él que en ti.
-¿Y tampoco te vas a enojar si te digo que el ministerio nos está mandando a Neville para ser parte del equipo Harry-Ron-Hermione?
-…………………………………………………..… ¡¿Qué?!