PlatinumAlchemist
Cantidad de envíos : 31 Fecha de nacimiento : 13/09/1991 Edad : 33 Galeones Snarry : 14630 Fecha de inscripción : 04/02/2012
| Tema: Le Dernier Désir de la Devineresse. Capitulo 1. Canuto ¡Eres un Genio! Mar Dic 25, 2012 12:45 pm | |
| Categoría: Harry Potter
Personajes: Harry Potter, Severus Snape, Original
Géneros: Romance, Sobrenatural, Drama[/size]
Clasificación: NC-17
Advertencias: Chan=Adulto/Menor, Contenido Hetero.
Capitulo: 1/??
Completa: No
Disclaimers: Como saben, Harry Potter y sus personajes pertenecen a la Maravillosa J.K. Rowling.[/size]
Le Dernier Désir de la Devineresse
Canuto ¡Eres un Genio!
Era medio dia en Londres, a pesar que los días pasados fueron lluviosos y nublados, esta vez el sol radiaba con toda su fuerza en el municipio de Islington y sobre la calle Grimmauld Place en el número 12. Un enorme caserón de fachada sucia y ventanas tan mugrientas que no era posible ver el interior. Las escaleras de piedra estaban manchadas con heces de paloma y con algunos trozos caídos, los barandales de hierro ya habían oxidado. La puerta que alguna vez fue de una extravagante belleza sinónimo de la abundancia económica de los residentes ahora veía sus tiempos más negros, negros como la madera estropeada, arañada y astillada de su madera. Por fuera, el numero 12 de Grimmauld Place parecía estar en el completo abandono, nada más contradictorio a comparación con su interior, donde todo era un caos. Cómo desde hacía aproximadamente un mes que la familia de pelirrojos, Harry Potter, la chica Granger, Remus Lupin en la casa del desastroso Sirius Black. Todos acomodados aunque un poco apretados dentro de los 5 pisos de la casa.
Los gemelos apenas llegaron, se apropiaron del desván para hacer sus experimentos, a pesar de la renuencia de los señores Weasley. Pero finalmente, a regañadientes lo aceptaron gracias al permiso y apoyo de Sirius, quien era el dueño de la casa y alentó al par asegurando que quería ser incluso el sujeto de pruebas de sus experimentos. Aun así, mantenían el ático bajo llave y diversos conjuros de protección contra espionaje, sabotaje, insonoros, inodoros. además por petición de la señora Weasley agregaron contra incendios, inundaciones, escapes de gas, explosiones, etc. Y curiosamente la puerta estaba temblando y chirreando, cómo si incluso con su arsenal de escudos protectores batallara para contener lo que sea que estuvieran trabajando en su interior.
En la segunda planta estaban Ron, Hermione y Ginny alimentando a Buckbeak con algunas ratas que encontraron después de la limpieza del día anterior y jugueteando con el cálido y suave plumaje de la criatura. Mientras Harry se encontraba mirando por la ventana, mirando todo sin ver absolutamente nada por estar atrapado entre sus propios pensamientos. Recostó la espalda contra la pared medito cómo este verano sin duda había sobrepasado a los demás en cuanto a ser miserable. no sólo había tenido que lidiar con las pesadillas ya recurrentes en el pasado sino que se les habían sumado nuevas y sin duda superaban con creces en cuanto a ser aterradoras. Intento no estremecerse ante el recuerdo de lo ocurrido en el viejo cementerio en Pequeño Hangleton, la muerte de Cedric, el ritual para crearle un cuerpo a Voldemort, las sombras de sus padres y la de Cedric ayudándolo a escapar mientras cargaba su cuerpo, el desfallecimiento que sintió al cargar el inerte cadaver de su amigo hasta llevarlo a los pies de su padre, la mirada de dolor del señor diggory y además de sumándole el ataque de los dementores en Privet Drive. Dumbledore seguramente apenas había logrado salvarlo de la expulsión y el juicio, y lo peor había sido la decepción al ver que nadie les creía cuando habían develado el regreso de Voldemort.
Desde que fue rescatado de casa de los Durley el mes pasado, todos en Grimmauld Place habían intentado apoyarlo y ayudarlo en estos momentos, pero sus esfuerzos no habían podido evitar el evidente deterioro en Harry, tanto física como mentalmente. A pesar de toda la deliciosa comida de la Señora Wesley, Harry había perdido bastante peso, su tez lucía una palidez enfermiza, sus ojos estaban visiblemente marcados por las ojeras, su voz estaba algo ronca ya que aunque intentaba ocultarlo con un hechizo de silencio, despertaba gritando cuando lograba alcanzar unas pocas horas de sueño y en su mirada tenía un velo de desesperación y desconsuelo. Todo este desgaste era soportado por Harry en silencio, pues no sabía cómo hablar del tema con alguien, pues le incomodaba de sobremanera la actitud tan protectora que incluso llegaba a ser asfixiante por parte de todos. Después de 11 años sin contar con el apoyo de nadie resultaba difícil para Harry abrir esa clase de temas incluso para con Ron y Hermione. Pero por suerte el deterioro en su cuerpo era fácilmente disimulado por un discreto hechizo de glamour y nadie había preguntado mucho desde que Dumbledore dio la orden de que todo lo ocurrido durante el verano en casa de los Durley debía permanecer en secreto.
Harry cavilaba sobre la actitud tan distante y fría de Dumbledore además sobre la terminante orden que dio antes de salir por la puerta la última vez que le vio. Harry no debía tener ni el más mínimo contacto con cualquier cosa que publicaran en la prensa ni en el ministerio. Nadie podría dejar ni por casualidad un ejemplar del profeta ni comentar sobre ello. El señor Weasley cuando discutía sobre esos temas con Remus procuraban hacerlo en susurros hasta que Sirius en un acto de solidaridad para con Harry daba carpetazo al asunto o hacia alguna payasada en su forma de canuto como rasgar las cortinas o derribar algún jarrón para causar diversión en todos los demás por la furia de la señora Weasley quien cómo era usual en ella se ponía en papel de ama y protectora del hogar.
Pero Harry no era tonto, sabia cual sería la reacción de la prensa, sobre todo la de aquellos reporteros ponzoñosos como Rita Skeeter a quien ya se la imaginaba frotándose las manos con satisfacción y malicia por todo el veneno que podría esparcir en la sociedad con sus encabezados y artículos llenos de cualquier invención que tuvieran. Era obvio que no pasaría desapercibido el juicio del Chico-que-vivió.
-Harry, después de que terminemos las compras en el callejón, ¿quieres venir a tomar un helad conmigo en Florean Fortescue?-Harry fue sacado de sus pensamientos por la voz de Ginny, que Estaba ligeramente sonrojada. Y entonces fue consiente que en algún momento Buckbeak se durmió, Hermione y Ron abandonaron la habitación dejándoles solos.
-¿eh?- Harry se tomó unos segundos para recordar la pregunta que le había hecho la pelirroja, pero después de saber que no se acordaba de nada decidió responder lo primero que se le ocurrió.- claro. Por supuesto.-
Después de dedicarle una brillante sonrisa, la pelirroja salió de la habitación correteando y soltando una risita. Esto no puede ser bueno. No tenía ni idea de que le pidió la pelirroja pero cierta parte de su inconsciente se preocupó. Bien podría haber aceptado que lo moliera a cruciatus, beber pus de babotuberculo directamente de la planta, limpiar a lengüetazos los calderos de Snape o incluso darle una serenata a Voldemort bajo las estrellas. Pero intuía que era algo ligeramente peor que todo eso junto.
Desde que Harry llego Ginny cambio su actitud para con él por completo. Quedo atrás aquella niña tímida y silenciosa que corría sonrojada cada vez que Harry estaba presente. Esa que a Harry tanto le gustaba, como una adorable hermanita menor. Ahora esa niña le sacaba conversación a cada segundo del día siempre que le era posible y de cualquier tema que se le ocurriera. Harry perdió la cuenta de todos los subtemas que salían a flote con respecto al clima. Además de alguna manera consiguió el apoyo de sus amigos y su madre para fomentar encuentros “casuales” a solas. Toda esta atención de una manera tan forzada le causaba escalofríos al joven. Pero sobre todo le perturbaba el cambio que tenía la dulce Ginny, que paso repentinamente de ser su tierna hermanita a acosadora.
Escucho que les llamaban para bajar a almorzar así que aun sin demasiadas ganas lo hizo después de cerrar la puerta con cuidado para no despertar a Buckbeak. En la cocina, la señora Weasley se encargaba de establecer el orden en la caótica habitación, fallando estrepitosamente. Pues Sirius y Ron estaban jugando con el nuevo mazo de cartas de Snap explosivo que ellos recién desarrollaron. Rebautizándolo como Snap Espartano. Ahora las cartas no solamente explotaban espontáneamente. También modificaron el juego un poco, logrando que con ciertas estrategias pudieras usar las cartas de tu rival en su contra, no sólo eso, estas también podían revelarse contra su jugador y atacarlo. Y agregaron nuevos efectos como soltar un gas hilarante, lacrimógeno, soltar una nube de polvos-chinche, descargas eléctricas y entumecimientos. Al principio todos se entusiasmaron con la modificación, pero después de sufrir en carne propia los escarmientos, únicamente Sirius y Ron eran capaces de aguantar un juego largo y lo suficientemente estúpidos para soportar las penitencias con diversión.
Todos, con excepción de la señora Weasley y Hermione, observaban el juego animando a ambos por igual, y se alejaban a buscar resguardo cuando alguna de los castigos se activaban. Sorprendentemente ambos jugadores a pesar de que el mayor se frotaba enérgicamente sus acuosos ojos con un brazo y con el otro se rascaba fuertemente pues a su alrededor se veían pequeños puntitos saltarines, puntos que cada que saltaban lejos del animago eran aplastados por Kreacher con una pantufla vieja. Ron por su parte tenía sus rojos cabellos erizados y la cara llena de hollín, Harry podría jurar que veía a su mejor amigo temblar durante cada cierto tiempo.
-Bueno muchachos, ya déjense de juegos, que es hora de almorzar.- dijo la señora Weasley mientras con un toque de su varita acomodaba los platillos que flotaban detrás de ella, en la larga mesa y todos tomaban asiento alrededor pero tomando un poco de distancia lejos de Ron y Sirius. Cuando el pelirrojo menor intento tomar un cucharon para servirse algo de ensalada de papa, la señora Weasley le dio un manotazo para detenerle.- no pensaras comer así, ¿verdad?- le dijo lanzándole una mirada retadora que le hizo encogerse en su asiento y salir del comedor con la cola entre las piernas.
-Jajaja vamos, corre ron. Que si tardas mucho se terminara todo lo bueno.- se burlaba Sirius mientras se servía una gran porción de pastel de carne y cogía el cucharon de papas. Pero antes de terminar de ponerlas en el plato, recibió otra mirada de la señora Weasley pero diez veces más cargada de veneno y secundada por Kreacher.- ¿Qué?- respondió cuando se dio por eludido. Soltó la cuchara y cruzándose de brazos mantuvo una pelea de miradas contra ambos. Un silencio incomodo se apodero del comedor, pues nadie estaba dispuesto a cortarlo por temor a ser blanco de la furia de la señora y el animago.
-No estarás pensando ponerte a comer así, ¿verdad Sirius?- lanzo la señora Weasley poniéndose las manos en las caderas indignada.
-No entiendo de que estas hablando, Molly.- respondio el pelinegro sin tomarle importancia al enojo de la mujer y con una mano mataba una chinche que empezaba a avanzar hacia una taza de té sobre la mesa.
-El amo Sirius siempre ha sido un gamberro de lo peor. ¿Qué diría mi ama si lo viera?- hablo Kreacher hacia sí mismo mientras barría el polvo de la cocina.
Mientras Molly y Sirius seguían discutiendo y todos los demás se miraban incómodos sin saber qué hacer para detener el enfrentamiento entre ambos. Enfrentamiento que no nada más estaba abarcando la falta de modales del pelinegro en la mesa, sino su manía de cantar a todo pulmón cualquier canción popular y modificarla para agregarle hipogrifos, permitía comer a los chicos tantos dulces cómo fuera posible aun a deshoras, jugaban con los experimentos de los gemelos en toda la casa, incluso dejando toda la sala pintada de colores fluorescentes por todos lados. Kreacher tardo una semana en limpiarlo todo, y vaya que le costó al pobre elfo quitar la pintura del árbol genealógico de la familia Black. Lo peor de todo, aquello que eclipso por sobre todas sus travesuras era su última pelea con Snape durante principios del mes. Se suponía que Snape no podría ejercer sus funciones para la orden porque tenía un compromiso ineludible y que le tomaría todo el mes cumplirlo. Por lo que supuestamente se reunieron para organizarse para repartirles a los demás algunas de sus tareas, pero asegurándose que si todo salía como estaba planeado, a su regreso traería algo realmente útil para Dumbledore. Y al parecer Snape tendría una interesante misión en el Amazonas que consistía en investigar un rumor sobre posibles movimientos de mortifagos en el lugar, misión que le intereso bastante a Canuto y para la cual él se ofreció. Pero Snape inmediatamente objeto afirmando que sería una misión de alto riesgo, además Kingsley afirmo que el Ministro Fudge junto con una buena cantidad de aurores estarían en Sudamérica durante ese tiempo. Todos, menos sirius, acordaron a que esperarían al regreso de Snape para realizar la misión.
Desde ese entonces los miembros de la orden fueron menguando la participación de Sirius dentro de las misiones, relegándolo a investigar en la biblioteca familiar hechizos que le pudieran ser útiles a Harry y provocando en el animago renuencia y deseos de desquitarse contra quien fuera. en este caso veía su desahogo en la señora Weasley.
Harry sabía que el berrinche de Sirius no era causado por su flojera o su gusto por la mugre, sino más bien por la satisfacción de desafiar a Molly Weasley, quien sin querer se convirtió en la figura de autoridad desde que llego a Grimmauld Place. Y en su mente ese desahogo lo reflejaba cómo si fuera contra Dumbledore, Kingsley o la misma orden.
-Estas siendo un necio, Sirius. ¿No crees que ya es el momento que seas un buen ejemplo para Harry?- bufo la señora Weasley.
-¿estás diciendo que soy una mala influencia para mi ahijado?- contesto Sirius repitiendo el mismo tono de voz de la mujer.
El ojiverde suspiro resignado y decidido a detener este sinsentido, tomó a su padrino por los hombros- Sirius, será mejor que vayamos a asearte un poco. No está bien que discutas con la señora Weasley.- milagrosamente Sirius no protesto ante la petición de su ahijado y obedientemente le siguió hasta el baño del segundo piso.
Una vez que el incidente del medio día quedo olvidado con una agradable y divertida comilona. Remus y Tonks tuvieron que partir hacia Hogwarts por un reporte al director y los chicos se estaban preparando para partir al callejón Diagon para comprar sus útiles escolares. Entre tanto Harry estaba buscando entre su baúl, la llave de su bóveda para retirar algo de dinero y conversaba con ron sobre los nuevos modelos de escobas que verían después.
-Harry, ¿tienes un momento, por favor?- Le llamo la señora Weasley asomándose desde la puerta.
-Claro, dígame.-contesto Harry educadamente mientras se reunía con la mujer en la sala y se sorprendió al encontrar ahí a Ginny, Hermione y el señor Weasley en el pasillo mirándole con cara de pena.
-Me temo, querido, que no será posible el que vengas con nosotros al callejón Diagon. El director Dumbledore se ha comunicado con nosotros hace un momento y a Arthur le pareció bien comunicarle sobre nuestro paseo al callejón. Y el director ha ordenado que bajo ningún concepto debes exponerte en público. No hasta que regreses a Hogwarts. Además me encargo que compráramos nosotros tu material para este año.- le explico suavemente la mujer y concluyo mientras le acariciaba la cabellera.- lo lamento, querido. Pero es por tu seguridad.
Ronald intento negociar con sus padres pero estos se mostraron renuentes a desobedecer a Dumbledore. Después de que Harry convenció a su amigo para que fuera con sus padres y que este le jurara que le traería tantas golosinas como le cupieran a Hermione en su bolso infinito, la familia de pelirrojos y la castaña partieron hacia el callejón. Dejando a Harry leyendo y un tanto desilusionado en el salón.
-No me digas que piensas quedarte aquí mientras te pierdes toda la diversión allá afuera.- le hablo Sirius y cuando Harry volteo hacia donde estaba se estremeció al encontrar un brillo malicioso en su mirada. El ojiverde arqueo la ceja cuando encontró que Sirius tenia puesto un collar amarillo en el cuello con todo y una larga correa.- Vamos, Harry, que se nos termina el tiempo.- dijo su padrino poniéndole un extraño bombín color amarillo chillón.-es un regalo de los gemelos.- termino el animago guiñándole el ojo.- y mientras tomaba su forma animaga.
-¿Pero de que estas hablando, Sirius? Nos van a…- entonces Harry se vio a si mismo reflejado en una de las vitrinas de la sala. O más bien al que debería ser él. Pero poco tenía que ver Harry con ese anciano que se veía en su lugar, tenía el cabello canoso y un tanto calvo, su piel se veía arrugada y con cientos de manchas marrones alrededor de su cuerpo. Su postura estaba más encorvada y su ropa había cambiado a un traje del mismo color que el sombrero con un moño azul en el cuello. En definitiva ese anciano no podría ser el, a menos que notaras que su voz, sus ojos y su cicatriz seguían iguales. Entonces Harry entendió a la perfección el plan de su padrino y con una sonrisa en el rostro corrió, o más bien fue lo más rápido que sus piernas pudieron, hasta el cuarto del señor Weasley. Tomando prestados un bastón roído con el emblema Black en el puño y con un hechizo simple oscureció sus gafas. Después de darse un último vistazo se acomodó el bombín para disimular la cicatriz. –Canuto, eres un genio.- le dijo al enorme animal que le esperaba en la chimenea, cogió la correa y tomando un puñado de polvos Flu grito el nombre de su destino.- ¡CALLEJON DIAGON!
| |
|