La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Confesion final. One-shot by MeiYua

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MeiYua
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MeiYua


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MensajeTema: Confesion final. One-shot by MeiYua   Confesion final. One-shot by MeiYua I_icon_minitimeVie Oct 28, 2011 12:13 am

Titulo: Confesion final
Personajes: Harry Potter, Severus Snape
Advertencias: Muerte de un personaje.
Genero: Drama, Romance.
Beta: Hermione Drake
Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen, son propiedad de J.K. Rowlling. Yo solo los tome prestados y modifique a mi conveniencia sin fines de lucro.
Resumen:La otra versión de la historia contada a través de una carta.

Sangre. Calida, reconfortante y delicada sangre corriendo libre, fluyendo lentamente y dejando a su paso un dolor sofocante que deleita la pupila de su espectador.... ¿Alguna vez han sentido la absorbente pasión que provoca ver tal líquido escaparse de un cuerpo?


N/A: Estoy consiente de que es un one-shot algo diferente, sin embargo, espero que aun así les guste.


Confesión final.

(Beta: Hermione Drake)



Sangre. Calida, reconfortante y delicada sangre corriendo libre, fluyendo lentamente y dejando a su paso un dolor sofocante que deleita la pupila de su espectador.... Yo.

¿Alguna vez han sentido la absorbente pasión que provoca ver tal líquido escaparse de un cuerpo? Muchos de ustedes jamás sabrán lo que es eso, lo que se siente al mirar figuras delinearse en el pétreo suelo, mezclándose con la suciedad que se atraviesa en su camino. Sé bien que muy pocos llegaran a percibir el aroma que inunda los sentidos cuando el momento de una muerte se acerca, y sé que casi nadie querrá escuchar los últimos jadeos de una persona que divisa ya las puertas celestiales clamando por la ayuda de ese alguien que lo mira atento, esperando pacientemente la culminación del espectáculo.

He visto tantas veces aquella luz extinguirse en una mirada, los ojos dilatarse cuando la vida se esfuma por completo de su moribundo recipiente. He liberado tantas almas pecadoras de esa condena llamada vida y también he encaminado a la santidad a tantas otras, puras y castas, que no merecen otra cosa mas que ir al cielo. Con todo esto, habiendo hecho yo tanto por esos sagrados difuntos, después de quitarles el peso de las criticas y volverlos casi inmaculados... ¿cómo pues me pueden repudiar tanto? me condenan aun sin saber mis motivos, el porqué de mis acciones, se decidan a ver solo esas cosas que aparentan maldad sin profundizar en hechos que puedan demostrar algún error que me quite esa etiqueta que se han encargado de ponerme.

Sé que el mes pasado pusieron precio a mi cabeza, ¿cuánto?, ni lo sé ni me importa, seguro que me sobrestiman o no me aprecian lo suficiente. De cualquier forma tengo perfectamente claro que ninguno de ustedes tendría la valentía o quizá el talento para atraparme.

Se resguardan tras palabras, ocultan su miedo en esa valentía que flaquea cuando me llaman asesino, cuando dicen que soy un criminal, un maníaco homicida, un vulgar delincuente que no sabe apreciar la belleza de vivir. A cambio, pues, de esos dulces halagos suyos, les diré lo que representan para mi, y para muchos que no se atreven a hablar y solo lo repiten en su mente, son unos seres cualquiera que se conforman con estancarse en lo monótono, que temen sobre salir por las criticas que esta mundana sociedad les pueda dedicar. No quieren apreciar la belleza de mi arte porque no los vean como uno más de mi calaña, pues bien, consérvense en su inmundo materialismo de sonrisas forzadas y, si tanto miedo les da, recen porque alguien como yo no vaya a sacarlos de su lastimero pesar.

Si bien mi manera de ser yo mismo no es la más sana que se pueda elegir, al menos conservo la esencia de mi ser, mi personalidad, hago lo que yo quiero ser y no lo que se vería bien, tomen mi ejemplo y conviértalo a su antojo, ojalá los lleve a donde solo en sueños alcanzan a tocar.

He pensado que quizá crean que tomar una vida es lo más sencillo del mundo, que por eso muchos toman ese camino, y por esas mismas creencias suyas sé que me pondrán en una lista que el tiempo empolvará. Acérquense, les tengo un secreto bien guardado, las personas recuerdan más las cosas malas que pasaron, lo que tomó impacto en la vida y dejo una huella, se quedan sorprendidos ante ello y desarrollan un profundo respeto por sus autores, o una creciente lastima. Las cosas buenas son vagamente recordadas en monótonas fechas que algunas veces se pasan sin pena ni gloria. Impriman mi nombre en tinta si con eso logran paz, pero no me comparen, cada quien hace su camino como le place y el mío no sigue el de ningún otro.

Les contaré un poco de mi historia: mi primera "victima", como lo llaman ustedes, fue a mis ocho años, vivía en un repugnante pueblo londinense, precisamente fue mi padre, un vulgar hombre que gozaba con tan solo levantar la voz y apenas llegar a golpear a mi madre, ¿qué fue de él?, el estiércol maloliente o los cerdos podrían contestar esa pregunta. Me quede así solo como mi madre, una medianamente amable para con los demás mujer, ella no hacía más que apoyarme, intentaba de darme lo mejor y yo siempre trataba de cuidar de ella, de quitarle los pesos de encima que el tiempo le mandaba, aun si tenia que ensuciar mis manos de ese rojo que siempre deja marca, varios años estuve de esta forma a su lado, mudándonos de tanto en tanto, yo en momentos encontraba consuelo espiando a un par de niñas que parecían quererse aunque no se llevaran tan bien, quizá me identificaba con una... quizá buscaba acercarme más a ella y puede que no fuera por mal camino, pero todos esos sueños de una vida tranquila con alguien que no fuera mi madre cayeron de golpe al piso y se volvieron trizas cuando justamente ella me faltó, por los recuerdos que pude rescatar de por allí, parece que salio a flote, rígida, en el lago recién descongelado de un bosque donde sé que iba a dejar fluir su verdadero ser.

Luego tantos años eligiendo lo que me parece mejor para mí, he logrado conseguir al fin una ceremonia limpia, sin evidencias de mis liberaciones de almas, mis actos son casi perfectos, incluso celestiales.

Mi nombre y mi vida cambiaban después de cada uno de mis actos, ya sumaban una larga lista, pero esas falsas identidades no se acercaban tan siquiera a lo original. En este momento de mi vida, el remordimiento ha tocado a mi puerta solo en una ocasión, justamente la única vez que no actúe para mí, el único momento en mis 38 años que lo hice por el bien de alguien más.

Aun recuerdo la primera vez que ví esa inocente mirada suya, decorada sutilmente de astucia, viveza y provocación. Para aquel momento un anciano me había logrado convencer de dejar esa vida que llevaba, habiendo sido el único que me había tratado gentilmente apesar de conocer totalmente mi pasado, me dejé convencer fácilmente y acepté ayudarlo en su guerra con ese ser y sus ideales que yo no alcanzaba a terminar de comprender y mucho menos compartía. Era yo un profesor en un afamado colegio británico al que iban jóvenes con talentos similares al mío, el mismo lugar al que mi madre me había mandado por tantos años y que me había ayudo en mi camino a la perfección, aunque los estudiantes que me tocaba moldear no eran como los que iban cuando yo asistía, eran solo chicos inocentes con cualidades explotables y con ganas de ser los mejores haciendo desastre tras desastre

Pero volvamos al momento en que ví a ese chico de mirada vivaz. Había llegado enmarañado ese día, con unas torcidas gafas redondas de cristales tan agrietados que me sorprendió pudiera ver a través de ellos con ese par de centellantes ojos verdes, tan iguales a los de aquella niña... y con justa razón al haber sido su madre.

—Tu nombre — Aun recuerdo que me costó llegarle a sisear las palabras debido a la impresión que me había causado.

—Harry Potter — Me contestó él con apenas aliento.

Recuerdo como si hubiera sido ayer mandándolo a sentar con una corta mirada despectiva y luego haciéndolo ver mal por su creciente fama que no hace falta mencionar. Por toda aquella semana apenas podía controlar el impulso de ir en busca de alguien en quien probar el filo de mi navaja tantas veces usada. Agradezco aun ahora que aquel anciano confiara tanto en mi lealtad y que pocas veces se metiera con mi vida o me habría descubierto fácilmente. Logré calmar mi ansiedad solo con ese chico, lo investigué, me adentré en su pasado como jamás había hecho con otra persona, ya sabía yo que era huérfano, sí... lo sabía bien. Lo que no sabía es que ahora vivía con ese demente padrino suyo y que se rumoraba que este había matado a los tíos del chico, que estaban a cargo suyo, se decía que lo había hecho con el fin de liberarlo de una deprimente esclavitud que no lograba ni siquiera ser eso aceptablemente, aunque... después supe que ese fugitivo no había tenido nada que ver, que aquellas personas solo habían sido unos caídos más por la guerra que trataban de finalizar con la ayuda del muchacho. Sí, con eso contuve aquel deseo por un tiempo, pero un fin de semana no pude más, aquellos ojos verdes seguían calando en mi pecho como mullidas espadas de madera que no logran otra cosa más que desesperar.

Así pues, una noche tome mi preciada navaja y bajé al pueblo más cercano, me apetecía dejar una fuerte marca allí, aunque no se llegara a saber que era mía, esa noche cometí mi más sucia redención de una vida, caminé por horas hasta toparme con una callejuela y miré a un adinerado hombre, compañero mío en cierta forma, tenía el pelo rubio y aire aristócrata, salía satisfecho de un prostíbulo que dejaba muy abajo lo que él quería representar ante la sociedad que le temía.

Lo saludé tan cortésmente como siempre cuando pasó a mi lado y, antes de que diera un paso más, corté pausadamente su garganta, sus alaridos se sofocaron con la música del burdel y sus agonizantes golpes apenas me rozaban, cercené cada parte de su cuerpo, me deleité con el crujir de su piel bajo el filo de mi navaja y no me pude detener hasta que sus restos se fueron enfriando. Recuerdo perfectamente mi rostro cuando lamia sádicamente de mi mejilla la sangre que había salpicado yo mismo y el vuelco que mi corazón dio cuando vi aquel par de esmeraldas mirarme iluminadas por los destellos de la luna a través de la humedad que escurría de esos divinos ojos.

Me quedé estático mientras el jovencito se acercaba a mí observando detenidamente el cadáver a mis pies, para luego mirarme y hablar con la voz pausada:

—Fue estimulante mirarlo cometer tal pecado... Profesor—soltó sin ni siquiera vacilar. —No se preocupe, este hombre... Ya estaba destinado a esto, lo se, lo miré... si no en sus manos, en las de ese al que no debe ser nombrado... o en las mías incluso.

Levanté un poco la cabeza, pensaba que permitirle unas palabras antes de dejarlo sin memorias recientes no cambiaría nada, qué equivocado estaba yo.

— Tú no sabes lo que implica hacer estas cosas, seguro que no tienes siquiera la fuerza de voluntad justa para tomar la tuya propia — Hablé calmado esperando que con esto callara y me dejara alzar la varita el tiempo justo.

—No la tengo—, confesó sin darle mayor importancia. —Pero el maldito que yace aquí se encargó de sentenciar a la más absurda muerte a mi padrino a manos de una vulgar mujer que no vale la pena siquiera nombrar pero que usted conoce bien. Y por lo que acaba de hacer... le doy las gracias.

Con esa gentil mirada puesta en mi y esa sonrisa torciendo delicadamente sus labios me fue imposible levantar nada en su contra, no me atrevía siquiera a marcar ligeramente esa morena piel y terminé por dejarme llevar por los impulsos que me dictaba el corazón, lo involucré en la limpieza de ese día y lo fui dejando inconcientemente acercarse a mi. Luego oculté a la perfección a todos que yo había tenido la culpa de la muerte de ese hombre, y tampoco marcó mucha diferencia esto.

De alguna forma le fui cogiendo cariño en el transcurso de nuestras vidas y de la guerra, de la que él, y quizá también yo, formábamos parte importante. Incluso ahora no tengo muy claro en qué momento pasó de ser para mi "el chico" a ser "Harry". Me dejé convencer fácilmente por él, lo tomé como mi discípulo y por un largo tiempo le fui enseñando todo lo que él debía y quería saber y yo estaba en posición de enseñarle. Esos tiempos fueron los momentos en que más paz tuve en toda mi vida, a pesar de la batalla que se llevaba a acabo a la par, estaba tan satisfecho con todo que creía nada me podría salir mal.

Ya había terminado la guerra y casi todas las consecuencias de estas estaban finalizando, todo pintaba maravilloso. Recuerdo que una tarde llego decaído a donde yo estaba, se sentó con su mirada en mí y, en un ensordecedor silencio, tan solo roto por el sonido de mi pluma sobre el pergamino, se quedo mirándome, yo había levantado la vista en el justo momento que el comenzaba a hablar:

—Tengo una pregunta— jadeó arrastrando la voz.

Dejé la pluma en el tintero y lo miré atento:

—Adelante.

— ¿Me quieres? —Me preguntó con el ceño fruncido, ligeramente suplicante — ¿De la misma forma que yo a ti?

—Hago más que quererte Harry—, contesté sin ni siquiera pensarlo. —Te amo.

La sonrisa que vino después jamás la pude olvidar, se impregnó permanentemente en mi ser, tan sincera como lo había sido mi respuesta. A Harry fue al primero que confesé aquello, fue por el único que me preocupe de hacer sonreír, mis actos de esa velada fueron los más sinceros y desinteresados que jamás había hecho. Todavía siento lo de aquella vez cuando lo pienso, el cosquilleo en mi pecho mientras me acercaba a él, la tibieza de sus labios cuando los rocé con los míos, sus frágiles brazos rodearme firmemente por el cuello, cómo se pegaba a mi mientras yo le repartía caricias apasionadas a todo su cuerpo, que fue quedando lentamente desnudo entre descarados gemidos que deleitaban mis oídos y estremecían mi ligeramente descubierta figura. Recuerdo cómo con sus suspiros se entregó a mi esa noche, sobre mi escritorio, cómo repitió tantas veces que me amaba mientras yo me encargaba de despojarlo de su virginidad, mancillando su cuerpo con lujuria desenfrenada y haciendo que su pasión llegara al limite para culminar junto con la mía en el más excitante y mágico momento.

Pero la felicidad terminó, ni en sueños imaginaba lo que vendría después, esperaba cualquier cosa menos lo que llegó. Aquella sonrisa fue la última que ví en él y ese clímax fue el único que compartimos. Lo que nunca me había detenido a pensar, lo que jamás imagine que pasaría... sucedió. Mi Harry no duró más de dos semanas en pie, su salud se fue deteriorando, el color de sus mejillas se esfumó y esos relucientes ojos esmeraldas perdieron su encanto. Con el cuerpo delgado, la piel casi traslucida y el pelo cayéndose más cada día, el pequeño fue a dar a la cama de una vieja casa que tenía yo por hogar. Fue su deseo estar allí, conmigo y solo conmigo, fueron seis meses de dolor y sufrimiento, de rogarle que me dejara llevarlo a un hospital y de recibir constantes negativas. Mi Harry se conservaba en una agonía permanente, al borde de la muerte, pero sin llegar a caer por su propio pie en ella, fueron las consecuencias que a él tocó pagar por la felicidad de los demás, lo que le dejo a él la guerra.

Lo miré llorar cada noche mientras buscaba incansable una cura para él, quería que estuviera conmigo, que regresara a ser el de antes y me sonriera, pero esto no iba a pasar ya, lo supe una fría mañana cuando un alarido desgarrador retumbó en las paredes de la casa, me quede parado en mi lugar observándolo gemir de dolor, recordando mis ideales, el porqué hacía yo aquellas cosas antes. Tomé el gastado puñal y me paré al pie de su cama, él me miró y curvó los labios levemente en medio de su sufrimiento, él sabía lo que haría, y parecía que lo quería. Me recline sobre él, le di un beso y una certera puñalada aliviando en un minuto su pena, me quedé por largo rato abrazándolo, impregnándome con lo único suyo que me quedaba ya, un cuerpo sin vida y una sangre empapándonos a ambos, tan calida y amarga a la vez. Lloré por interminables horas, descargué mis penas cogiendo su mano y, al final, lo sepulté al pie de un árbol que jamás enverdecía en una colina que se podía mirar fácilmente si se busca y, luego, me marché de ese lugar.

Medio año más ha pasado, muchos preguntan por el gran héroe Harry Potter, lo buscan, pero aun así, nadie sospecha de mí, para mi pesar... nadie. Ese fue y será el mas doloroso acto de mi vida, a muchos de ustedes les ha de sorprender que un asesino de sangre fría pueda amar, incluso puede que lo estén poniendo en duda; sin embargo, es justamente por el recuerdo de aquel chico que me marcó, por mi cariño y devoción por él, que hoy, aquí, con estas líneas, hago mi confesión final:

Soy Severus Tobías Snape Prince, hijo de Tobías Snape y Eileen Prince, tengo 38 años de edad y he cometido muchos pecados, crímenes que, buenos o malos, solo me llego a arrepentir de uno. Sé que para cuando me encuentren estaré aquí, colgando como Judas sobre la tumba de mi Jesús, espero que dispongan de mi de la manera que crean merezco....

***

El pergamino y la pluma volaron justo en el momento en que una cuerda tomaba la vida de un hombre que amó, al tiempo que esa misma cuerda se encargaba de reunir ambas almas en un lugar donde ya no tendrán que separarse.



Fin.


Última edición por MeiYua el Vie Oct 28, 2011 12:14 am, editado 1 vez (Razón : Cursiva.)
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