Capitulo 3
Era increíble que el segundo año en el colegio empezara ya; ¡peor aún! que estando ya avanzadas las clases, no consiguiera acercarse a ese profesor que se veía tan atractivo, paseando de aquí para allá con esos pantalones inmoralmente ajustados y dejando ver ese trasero que realmente le causaba una erección palpable.
Harry se encontraba en las mazmorras tomando Pociones; hoy les tocaba elaborar una poción que necesitaba mezclarse a muy alta temperatura así que los calderos estaba al máximo y el calor era insoportable; era en esos momentos cuando el ojiverde agradecía esas malditas clases pues el profesor se desprendía de sus amadas túnicas y dejaba expuesta la muy ajustada ropa que solía utilizar debajo.
También bendecía al idiota que no le había tenido los ingredientes a tiempo, pues con mucha satisfacción veía que su amado profesor no estaba listo para esa clase, pues al llegar al salón se dio cuenta que iban a elaborar una poción muy diferente y Severus, al notar que no le habían surtido los ingredientes adecuados, no tuvo más remedio que elaborar esa otra. Por supuesto no previó que tendría que dejar a la vista de sus libidinosos alumnos esos ajustados pantalones de cuero negro que a esas alturas debían esta haciendo que se cociera por dentro, remarcando ese rubor rojizo en su blanquecina piel; eso sin contar la playera de manga larga y cuello alto que ajustaba su torso… y esa no se la podía quitar… a no ser que quisiera que hubiera mucha sustancia blanca proveniente de esos cuerpos hormonales que pudiera hacer peligrar la perfecta poción que tanto le estaba constando hacer.
Lo admitía; no era el único en ese salón con un protuberante miembro erguido, y por lo visto el profesor lo sabía pues procuraba cubrir su retaguardia de todo aquel que tratara de acercársele de más y en especial si ese alumno era un Gryffindor.
Los alumnos de su casa pecaban de acoso en todo momento que tenían oportunidad. Para mala suerte del profesor, aunque sus alumnos vivían en detención, él había desistido de impartirla personalmente. Se sabía que más de dos alumnos literalmente habían atentado contra su moral, de una forma no muy grata y ahora los Gryffindor pasaban detención con McGonagall.
Sus memorias fueron interrumpidas al escuchar una voz profunda muy cerca de donde se encontraba.
—Terminó la clase; quiero sus pergaminos en mi escritorio y su material sobre la mesa. —El hombre mayor dio una vuelta mas por la mesas antes de dirigirse a su escritorio, con una obvia cara de agradecimiento de que ese martirio ya hubiera terminado.
—Potter, dígame que no pretende quedarse en mi salón. —Suspiró resignado. Porque si es así, por lo menos ayúdeme a calificar todas estas pruebas, que no tengo ganas.
— ¡Harry! —Los únicos presentes del salón voltearon a ver al rubio que apareció en la puerta. —Oh, perdón padrino… no sabía que aún estabas aquí, ¿me puedo robar a mi compañero? Nos toca Transformaciones.
El porcionista sólo levantó la mano señalándoles que se retiraran, resignado a tener que realizar, sin ayuda, esa tediosa tarea. En seguida algo captó su atención; el muchacho de cabellos negros se levantaba orgulloso con un distinguido porte mientras se despedía saliendo por la puerta con su ahijado. Siempre le había impresionado cuan altivo podía ser ese muchacho, y le gustaba.
Harry había escuchado la voz de su mejor amigo llamándole; maldijo bajito antes de darse cuenta de su “problema”. No podía hacer mucho con ello en ese momento, así que no viendo una solución, decidió salir con la cabeza en alto; no se avergonzaba de su condición y tal vez hasta a su profesor le gustara el “detalle”.
Se levantó con la mayor elegancia que pudo, se despidió del pocionista con un movimiento de mano y salió con su mejor amigo
—Vaya, ¿y ahora con quién fantaseabas? —Draco no pudo evitar quedarse viendo tal demostración de energía; no cabía duda que su amigo tenía dones excepcionales en todos los aspectos.
—Nada en particular; sólo algo que vi en clase. —Realmente no le incomodaba la mirada de Draco sobre la superficie erguida de su ropa; en un segundo de malicia, se soltó un poco el ajuste del cinturón metió la mano en sus pantalones, con lenta y sugestiva caricia tocó su miembro y segundos después se acomodaba la ropa para que no se le notara.
Su compañero, no pudo más que tragar duro; odiaba y a la par amaba que le diera un espectáculo así, recordando que a veces, Harry se metía a bañar con él, o simplemente se acostaba en su cama mientras se acariciaba sensualmente. Solamente porque a su compañero le fascina causarle tentación. Podía ver sus ojos brillar de lujuria por el simple hecho de provocarlo, y por Merlín que sabía cómo hacerlo.
Siguieron su camino; cada quien sumido en sus propios pensamientos; sabiendo que Transformaciones y el resto de las clases, por unos meses más, estarían mortalmente aburridas. Lamentablemente, no se equivocaron.
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Harry se aburría horrorosamente; se acercaba Navidad y esta vez no pensaba dejar el castillo; tenía un plan que perfeccionar y para ello, Draco era indispensable, sólo que no estaba muy seguro de que su rubio compañero aceptara por las buenas entregar a su padrino en charola de plata.
No quería pensar más en cosas que por el momento no tenían importancia; consideró que aún no era tiempo de involucrar a nadie en sus planes, o por lo menos, no hasta que estuviera bien informado sobre su presa.
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Más allá del lago, un hombre mayor se encontraba sentado bajo un árbol contemplado la superficie de éste completamente congelado; sabía que no debía hacerlo pues alguien podía verlo. Pero la tentación era mucha y sabía que el gusto valdría la pena.
Quitándose su túnica, se levantó de su escondite preferido, para sacar su varita y convertir sus botas en unos patines de hielo; amaba Navidad y más porque tenía la oportunidad de patinar sobre esa superficie congelada que le daba un placer inimaginable; su madre le había enseñado cuando era pequeño pero no le había perdido en lo más mínimo el gusto; aunque sabía que por su apariencia y su reputación no podía darse tanto esos lujos.
¿Quién lo diría?, sus ojos no daban crédito a lo que veían: una figura negra muy conocida para esos ojos verdes, danzaba sobre el impecable hielo, con una danza majestuosa y perfecta. Su profesor patinaba con tanta fuerza que parecía que rompería la superficie; lo hacia con mucha rapidez, con un control increíble y una elegancia sin igual.
Primera nota: le gusta patinar. Deben ser muy pocas las personas que conocen ese aspecto de el.
Le había dado un susto de muerte; no esperaba que el ojigris se apareciera tan sigilosamente; pero claro, no dejó que éste lo notara.
—Parece que le gusta —le comentó a Draco.
—Mi padrino es una persona muy sensible en muchos aspectos; le gustan muchas cosas; pero nunca nadie se detiene a observar, siempre lo dejan solo por que parece que es diferente. Yo lo amo mucho, pero a él le falta otro tipo de amor.
—Vámonos, tengo hambre. —Es lo único que se me ocurre decirle, no creo que sea yo el que le pueda dar lo que su ahijado dice.
Paso Navidad; tal y como cualquier Navidad, nada diferente a lo acostumbrado. Sigo pensando en lo que me dijo Draco; realmente quiero pasarla bien con Snape pero no pretendo relacionarme en serio con él. Así que sólo me le acerco para lo necesario.
Aún así no dejo de investigarlo; aparte de las cosas obvias, como que le gustan el color negro y el verde, encuentro que patinar no es su único hobby también descubro que le gusta ir al mundo muggle y que suele desaparecerse por semanas enteras.
Hasta ahora, parece que su única familia o bueno, lo más cercano a ello, es la Familia Malfoy. Y aún así no es muy apegado a ella. Me he asegurado un buen lugar en este círculo social; Narcisa está feliz tratando de que me case con su hijo y Lucius me trata como un hijo más. Pero Snape es como el tío perdido que nunca nadie sabe dónde está; lo cual es muy frustrante.
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Se acerca el término del año y me parce insoportable entre las clases aburridas y la monotonía de la escuela; esperaba que el estar en una escuela de magia y hechicería tuviera emoción, riesgo, adrenalina… pero esto es tan monótono como lo sería en cualquier escuela muggle. Ni siquiera el supuesto “malvado” a dado señales de peligro o de que trame algo.
Veo pasar al director y me acerco aprovechando la pequeña ocasión en que no veo a Nagini a su lado; a veces pasan tanto tiempo juntos que he llegado a pensar que el director es zoofílico; no es que me molesten sus preferencias, pero realmente no quiero tener que toparme una escena de aquellas.
—Señor.
—Hola Harry, ¿cómo van las clases? —Le dedicó una sonrisilla distraída.
—Aburridas y fastidiosas, como siempre.
—Realmente lo imagino; así son casi siempre y esperemos que sigan así por más tiempo, antes de quien-tu-sabes decida movilizarse —Sonrió.
—Es lo que no entiendo; si nadie sabe nada, ¿por qué dice eso si no se ha sabido de él en mucho tiempo?
—Porque cuando decida empezar, mi niño… no se podrá detener hasta que la profecía se cumpla. —En ese momento, su serpiente pasó entre las piernas de ambos hasta trepar por su dueño.
El joven la saluda cortésmente, mientras ésta sisea contenta de verse recibida de tan buenos modos pues son pocas las personas que pueden hablar con ella.
—Nagini te extraña; se siente muy sola cuando yo no puedo hablar con ella.
—No la culpo, señor; este castillo es muy aburrido.
—Tienes toda la razón, mi niño. —Se rió fuertemente. —Hasta pronto, Harry; si sientes algo extraño, búscame. —Retomó su camino.
—Adiós, director.
Regresando a sus aposentos en las mazmorras recapituló todo lo vivido en el día; se detuvo a pensar detenidamente lo dicho por Riddle.
Tal vez debí contarle lo de los sueños extraños. —Se recostó en su cama. —Tal vez no son importantes.
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Era el último día de clases; todos los alumnos ya se encontraban en el andén de la estación, despidiéndose con promesas de verse en el verano o de escribirse mil y una cursilerías sin valor alguno.
Draco se encontraba jugando con otro compañero de casa; huía y se escondía en todo recoveco que encontraba para bloquear los hechizos que le aventaba el otro Slytherin. Estuvo apunto de alcanzarlo pero una pomposa Ravenclaw se atravesó y quedo toda empapada.
—Vamos Harry, ¡anímate! —Reía el rubio mientras mojaban a una Hufflepuff que terminó escurriendo al ser impactada con el odioso hechizo.
—Vamos ya o perderemos el tren.
—Como eres aguafiestas, Harry; sabes que mi mamá vendrá por nosotros —logra empapar a su adversario—, además todavía quedan vagones.
—Sí, pero quiero uno para nosotros; no me gusta compartirlo con los otros.
— ¿Ni si quiera conmigo? —Ambos jóvenes voltearon a ver al oscuro hombre que se les acercaba.
—Padrino, vienes con nosotros. —A Draco se le iluminaba el rostro cada vez que podía compartir un tiempo con su padrino.
—Voy al mudo muggle a resolver unos pendientes que tengo. —Subieron al tren.
— ¿Vas a ir a Malfoy Menor a pasar el verano?
— Lo siento, Draco, este verano no podré; tengo que viajar a varios lugares y surtirme de ingredientes que me faltan.
Harry sólo se acomodó en su asiento mientras dirigía su vista a la ventana; este verano sería muy aburrido si no podía continuar su investigación.
— Pero, prometo darme una vuelta y pasar unos días con ustedes; Harry, ¿vas a pasar vacaciones con los Malfoy, verdad?
— Si, profesor. — Le sonrío de lado con una mueca pícara; me encanta notar su sonrojo tan pronunciado que me hace darme cuenta de que realmente no le soy tan indiferente.
El tren arribó a la estación; bajamos de los vagones despidiéndonos con la promesa de vernos ese verano para pasar tiempo de calidad. Lamentablemente, ese día nunca llegó.