20º Capítulo: Devuélvanme a mi hijo
Cuando los miembros de la familia Malfoy llegaron a la casa de los Snape Potter y se encontraron con un terrible escenario.
Harry estaba al lado de su amiga, la cual, inconsciente aún por el ataque de magia que recibió, sangraba abundantemente. Theo se acercó y le pidió se alejara para poderla atender. Blaise se arrodilló junto a su marido para ayudarlo en lo que necesitara.
-¡Debo llevarla a San Mungo! Aquí no puedo hacer nada.
-Pero se va a desatar un caos mediático si llega Harry contigo.
-Tienes razón -le dijo a Blaise -. Nosotros la llevaremos y le pediré a Ferry que me ayude, sin que haga demasiadas preguntas.
Harry miraba a su amiga con dolor, pero en ese momento no tenía cabeza para pensar en otra cosa. Su hijo menor había sido secuestrado por un tipo que presentó demasiado interés en él. Además los amenazó con matarlo si no accedían a sus peticiones.
Remus fue el primero al que abrazó. Tratando de no perder la calma frente a Rudy y Levi, que lo miraban expectantes para saber qué es lo que su padre quería que hicieran. En esos momentos harían cualquier cosa para que no sufriera más de lo que ya lo estaba haciendo.
-¡Se lo llevaron Remus! ¡Se llevaron a mi bebé!
Remus sabía que Harry no lloraría frente a los demás, por lo que prefirió sacarlo de ahí. Lo llevó hasta el despacho de la casa y ahí se encerraron.
En cuanto Harry supo que estaban solos dejó que las lágrimas cayeran por sus ojos.
-Ya, Harry… -Remus lo recostó en el sillón y se sentó junto a él -. Ya verás que encontraremos la manera de traerlo de vuelta.
-Es que tú no viste a ese desgraciado -y se abrazó más al que consideraba como un tercer padre (Sirius era el segundo) -. Ese maniático miraba a mi hijo como un manjar ¡Lo va a lastimar, Remus! ¡Estoy seguro que se va a aprovechar de él! ¡Y no tengo idea de cómo ayudarlo!
-Por favor, Harry -le dijo alejándolo de su pecho y mirándolo a los ojos -¡Tienes que tener fe! ¡Debes ser fuerte y centrarte en lo que es conveniente para él en este minuto!
Harry se quedó en silencio un momento recordando a su hijo.
Damián siempre fue el más débil de los tres chicos. Fue el único que se enfermó en su vida y un día descubrió, junto a María, que era debido a su magia. El flujo de los tres era el mismo, pero al haber sido un embarazo múltiple, uno de ellos era más débil que los otros dos. En este caso, Damián.
Estaban todos cenando. Era navidad y los chicos tenían 13 años. Los tres sumamente apuestos e inteligentes, pero a la vez ingenuos en algunos ámbitos, por lo menos en el caso de Damián, que si no fuera por sus hermanos, ya habrían caído en las redes de los buitres que lo asechaban. Pero es que su apariencia, aparte de frágil, era altamente atrayente, por lo que generalmente los chicos, ya sean de su edad o un poco mayores, llegaban a él con intenciones amorosas. Intenciones que quedaban en el olvido cuando Rudy y Levi llegaban a enterarse del nombre del susodicho y le advertían, tranquilamente, que no se acercara a su hermano sino quería sufrir las penas del infierno.
La primera vez que Harry los escuchó hablar así los retó, pero los chicos sólo le dijeron que había sido María la de la idea.
Los jóvenes llegaban a la casa de los Snape y normalmente era María quien los recibía y obviamente espantaba, pero este día fue diferente, porque fue Harry quien abrió la puerta y dejó pasar a los adolescentes que venían a visitar a sus hijos.
Rudy miraba a los susodichos con un odio incalculable, ya que uno de ellos se había propuesto conquistar a Damián y lo había hecho saber a los cuatro vientos. Obviamente se asoció con Levi para impedírselo ya que su otro hermanito era demasiado ingenuo.
Los chicos entraron a la casa y fueron atendidos por el mismísimo Harry.
Está de más decir que se sorprendieron al saber que Harry era el padre de los trillizos, ya que en primera instancia creyeron que se trataba del hermano mayor de los chicos.
-No -les dijo con una sonrisa -. Soy su padre.
-Vaya, es usted muy joven, señor Prince -le dijo Dominique, un chico de tez clara y cabello negro azabache.
-Gracias, pero díganme Harry -les pidió con una sonrisa.
-Háganlo y están muertos -les advirtió Rudy cuando su padre se volteó y no los miraba -. Además de eso ¿Qué demonios hacen aquí?
-Oh… nosotros veníamos a saludarlos por las fiestas, nada más -la sonrisa irónica en el rostro de Jean-Louis le dejó claro que no era por eso. El chico tenía el cabello rubio y los ojos de un hermoso tono aguamarina, sería un bombón de no ser un completo cretino.
-Claro, y también traen buenos deseos ¿No? -Les escupió Levi, que mantenía a Damián lo más alejado de esos tres.
-Por supuesto. Además yo sólo venía a saludar a Dami… a ustedes no -les dijo un chico alto. Su cabello era negro y sus ojos de color castaño. Su nombre, Sylvain.
-¿Algún problema?
Los seis chicos voltearon y tres de ellos sonrieron, claro que dos de ellos lo hicieron por diferentes motivos.
-¡Oh, María! Lo que pasa es que ellos tres nos vienen a visitar -le dijo Damián, mientras dejaba que la mujer lo abrazara.
-¿Ah sí? -La mirada de María les congeló el alma. Miró a ver si Harry no venía porque había ido por galletas y leche para los “amigos” de sus hijos -Sino quieran que sea yo la que cumpla las amenazas de estos dos -les dijo apuntando con la cabeza a Rudy y Levi -, váyanse en este mismo instante.
Los chicos no tuvieron que ser advertidos por segunda vez, ya que salieron de la casa, prometiendo no volver a molestar a los chicos Snape, en especial a Damián.
Este último suspiró con resignación. Al parecer todo sería así siempre.
Harry entró al lugar y les sonrió. Traía una bandeja con cinco tazas de chocolate caliente y una fuente de galletas.
-Creo que puedo estar tranquilo con ustedes cuidando a Dami.
Los chicos sólo sonrieron. Sabían que su papá los alentaría si se trataba de proteger a su hermano menor.
Cuando los chicos se iban, Harry entró en el salón y se hizo el inocente, pero siempre estuvo al pendiente de lo que decían sus hijos y los otros tres. Podía estar seguro ya, que con esos hermanos, Damián no correría ningún riesgo.
-Que equivocado estaba…
-¿Dijiste algo Harry?
Remus sólo lo vio negar y se quedó con eso. Lo mejor era no torturarlo más con lo que podía haber recordado si con eso se seguía martirizando.
-Quiero a mi hijo de vuelta.
El pedido de Harry fue escuchado por su pareja, que acababa de entrar en el despacho.
Harry al ver quien era, corrió a sus brazos y se refugió en ellos. Sintió como la puerta se cerraba y se dio cuenta que habían quedado solos en el despacho. Remus se había ido.
Severus no dijo nada, sólo lo sostuvo a mientras él lloraba. Sabía que debía desahogarse en algún momento y mejor que lo hiciese ahora a después, cuando lo necesitaría más firme que nunca.
-Harry, lo encontraremos.
-Lo sé -le dijo mirándolo a los ojos -. Lo que me preocupa es las condiciones en las que lo encontraremos.
-No pienses en eso por favor.
-¡Es que me aterró su mirada! ¡La manera en que devoraba a mi bebé con los ojos y lo desquiciado que parecía!
-Pero no dejaremos que nada de eso le afecte. Llegaremos a tiempo.
-¿Y si no lo logramos Sev? ¿Si no alcanzamos a salvar a nuestro hijo?
-Lo haremos.
Severus lo atrajo y lo besó con pasión. Tenía que anular cualquier pensamiento de la mente de Harry. Debía lograr que dejara de analizar las cosas de manera tan cruda y se centrara en lo que importaba ahora.
-Theodore y Blaise se llevarán a María a San Mungo.
Eso pareció traer a Harry de vuelta, porque inmediatamente secó las lágrimas de su rostro y se encaminó a la sala. Pero al llegar las cosas no estaban muy bien.
Scorpius discutía con su padre y sus abuelos y al parecer los menores estaban a favor de él. Obviamente Rudy estaba a su lado, apoyándolo, pero tratando de calmarlo.
-¡Tenía derecho a saberlo!
-Por favor, Scorp. Tienes que calmarte -Remus trataba por todos los medios de apaciguar a su nieto.
-¡Todo el mundo sabía que mi padre está vivo y nadie me dijo nada!
-¡Era por el bien de Black!
Draco no decía nada. Se sentía con tan poco derecho a pedirle a su hijo que se tranquilizara que prefería no meterse. De repente las llamas de la mansión crepitaron y por ellas apareció Chris con un rostro de culpa que no le quedaba para nada.
-Lo siento, pero ya no sé qué más hacer -se corrió a un lado y por la chimenea apareció la alta figura de Sirius Black.
El moreno miró a todos analizándolos. Su mente era un completo caos, pero de algo estaba seguro: debía encontrarlo ya.
Todos se quedaron en silencio y miraron a Sirius, que parecía no entender ni siquiera en donde estaba parado pero que por fin hizo su movimiento.
Lo vio mirándolo a los ojos, como si esperara que algo pasara, pero se contuvo de saltarle encima. No había podido verlo desde que se lo habían llevado a la mansión Nott, y la angustia lo torturaba al pensar que algo malo le podría estar pasando y él sin enterarse. Pero ahora estaba allí, frente a él, con ropas normales y su cabello recogido en una media cola que lo hacía ver más sexy de lo que ya lo encontraba.
Si había algo que mataba a Draco era ver a Sirius actuando como un animal pasional. Se derritió enterito cuando el mayor se acercó y lo atrajo para arrancarle los labios en un beso desesperado. Sus lenguas se encontraron en una tortuosa danza.
Draco pasó los brazos alrededor del cuello de su pareja para pegarlo más a su cuerpo.
¡Merlín, cuanto anheló en estos 16 años, el poder besar a Sirius de nuevo!
Las manos del animago se mantenían en la espalda el rubio, impidiéndole separarse más de lo estrictamente necesario.
Cuando el beso terminó, la voz profunda de Sirius trajo a Draco a la realidad.
-Te amo, Draco.
Los que presenciaban el encuentro se quedaron en silencio, sin interferir.
Harry sentía una mezcla de sentimientos. Entre la felicidad de saber que su padrino estaba bien y la angustia de no saber nada de su hijo.
Theo y Blaise desaparecieron momentáneamente por la chimenea y se llevaron a María con ellos. Mientras, en medio de la sala, los padres de Scorpius le demostraban cuanto se amaban a pesar de los años que habían estado separados.
Continuará…
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