alisevv
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| Tema: Death Eater takes a Holiday. Capítulo 50-I. Placeres de la carne I Mar Sep 14, 2010 2:10 pm | |
| Death eater takes a holiday Capítulo 50 - IPlaceres de la carne I Severus gimió sonoramente cuando Harry se sentó sobre la parte trasera de sus muslos y masajeó su espalda. El joven amasó los músculos a lo largo de su columna, arriba y abajo. Cuando los golpes vagaron precariamente cerca de la hendidura de Sev, se recordó a sí mismo que no era tiempo para su placer, sino para el de su amado.
—Te extrañé mucho esta semana —suspiró.
—Resulta muy extraño no ver al Trío de Oro en la mesa de Gryffindor, durante las comidas —comentó Severus. Extrañaba no ver a Harry en la escuela—. Anoche estaba rondando por los pasillos, buscando malandrines que estuvieran fuera de la cama en el toque de queda, y me encontré tratando de escuchar las pisadas, en caso de que cierto Gryffindor estuviera fuera bajo la capa de invisibilidad.
—Puede que un día te de una sorpresa —musitó muy cerca de su oreja. Su cálido cuerpo presionaba contra la espalda del hombre.
—Nada de acostarse en el trabajo —gimió Severus.
—¿Dime otra ver por qué te ganaste un masaje? Aún no te has esforzado para obtenerlo —trabajó con sus pulgares más profundamente, sacando más sonidos satisfechos de su pareja.
—Creo que fuiste tú el que dijiste, y cito: Sev, por favor, déjame hacerte el amor una vez más antes de que empiecen las clases, y prometo que la próxima vez haremos lo que tú quieras. Así conseguí el masaje,
—Yo no soné así —se quejó Harry—. Haces parecer como si yo hubiera estado desesperado, igual que un maniaco hambriento de sexo —ahora estaba completamente acostado sobre la espalda del hombre, masajeando su cráneo, lanzando su cálido aliento sobre su cuello.
—Tienes el apetito sexual de un adolescente. Es increíble que yo no tenga que tomar una poción vigorizante —Severus sonrió, sin admitir su actual erección.
—Sí, y la semana pasada, cuando te ayudé a preparar todo lo de tu materia, ¿quién era el que quería una mamada en el almacén? —enganchó sus brazos alrededor del brazo y la pierna derechos de Sev y se inclinó para darle la vuelta con eficiencia—. ¿Los ingredientes de pociones te excitan siempre? —bromeó.
—Cállate, mocoso. Si insistes en mover esa boca incesantemente, entonces bésame.
Le atrajo para que quedara sobre él, presionando duramente sus labios contra los de Harry. De nuevo, Sev dejó salir sonidos satisfechos mientras el Gryffindor correspondía a su beso apasionadamente, hundiendo sus dedos en los oscuros mechones de su pareja.Harry estaba sentado a la mesa de la cocina, echando un vistazo a algunas cartas que tenía apiladas. No prestaba atención a Hedwig —que mordisqueaba un bollo que tenía en la mano— concentrado en la lectura de un recibo para una orden de madera.
—Pronto empezaré a construir nuestra nueva casa —dijo a su plumífera amiga—. Ey, déjame algo —dio un último mordisco al bollo y dejó el resto en el plato, para que la lechuza lo terminara—. Y deja de beber de mi vaso de jugo. Severus haría una rabieta si te viera.
Pero Hedwig le ignoró y voló hasta lo alto del refrigerador con el bollo en sus garras, dejando migajas a lo largo del camino. Harry murmuró algo sobre aves terriblemente malcriadas y partió para su entrenamiento con Kieran.
—¿Qué tan, Fawkes? Te ves como una mierda —le saludó Kieran con una sonrisa radiante; demasiado radiante, en opinión de Harry. Se preguntó porqué el hombre parecía tener una eterna barba de tres días. ¿Acaso nunca se rasuraba? ¿La habría hechizado para permanecer en esa desaliñada longitud?
—No dormí muy bien anoche —gruñó Harry, agradeciendo que Kieran no le hubiera atacado en cuanto apareció.
—¿Cuál es el problema, una cama muy fría? —bromeó, sabiendo que Severus había comenzado sus clases.
Harry lanzó un sonido evasivo.
—Problemas familiares —replicó Harry, desanimado.
Siempre que pensaba demasiado sobre su familia, tenía malos sueños garantizados. Desde que el curso escolar había empezado y Severus se quedaba en Hogwarts durante la semana, no estaba en su cama para distraerle.
—¿Te refieres a los muggles que te han hecho más cicatrices que el Señor Oscuro? —preguntó Kieran, antagonizándole—. Bien, necesitas saber cómo luchar aunque tu cabeza no esté lista para ello. La gente muere, y si no eres capaz de concentrarte luego de ver a alguien que conozcas cayendo en una batalla, estás fregado.
—Lo logré cuando Cedric fue asesinado —replicó Harry de mal humor.
—¿Quién era Cedric? —Kieran le lanzó un hechizo que el joven esquivó.
—Él tomó conmigo la Copa del Torneo de los Tres Magos. Ésta se convirtió en un traslador que nos llevó con Voldemort.
Maldijo a Kieran, acción que fue seguida por un rápido maleficio que pasó justo sobre su cabeza.
—Cuando piensas en Cedric, ¿sólo piensas en su muerte, o en todos los buenos momentos que solían pasar juntos?
Harry no esperaba esa pregunta y fue golpeado con toda la fuerza. El hechizo le envió volando sobre su trasero. Ahora que pensaba en ello, sólo había visto a Cedric en los juegos de quidditch de la escuela, y cuando le vieron con su padre en la Copa Mundial de Quidditch.
—En realidad, nosotros no compartíamos. Ambos jugábamos como buscadores para los equipos de nuestras Casas.
—En ese caso, él no cuenta —dijo Kieran, rotundo—. Estoy hablando sobre alguien como uno de los malditos Weasley. El momento en que te detienes para afligirte por un amigo muerto, es el momento antes de que te unas a él.
Harry eligió no contestar. No creía que pudiera ver a sus amigos morir sin detenerse o algo. No deseaba pensar sobre eso. En lugar de pensar, decidió pelear, lo que en esencia era el propósito de Kieran. Ambos hombres batallaron durante veinte minutos; cada uno tuvo varias oportunidades para derribar al otro. Durante el almuerzo, mientras el escocés tomaba notas en el diario de entrenamiento, Harry trató de no pensar sobre su reunión con Albus el día anterior.
—Fawkes, ¿quieres hablar sobre algo? —preguntó Kieran.
—Estoy bien —contestó de manera automática, como tendía a hacer con sus amigos cuando estaba hundido en sus pensamientos.
—Estás tan bien que ni siquiera revisaste tu comida buscando hechizos —replicó despreocupadamente.
Harry dejó de morder su emparedado abruptamente.
—Tu cara ha estado naranja durante al menos cinco minutos —el hombre contó los bocadillos del plato—. No estoy seguro de cuál es cuál. Estás consciente, así que puedo descartar ése —musito, más para sí mismo que para Harry, mientras repasaba mentalmente los hechizos que había lanzado a la comida—. Finite Incantatum —dijo rápidamente—. Ups, disculpa, demasiado tarde —comentó, mientras Harry sentía cómo su cabello caía por detrás de su espalda hasta el piso.
Se levantó, maldiciendo su estupidez y empezando a rascarse por todas partes.
—¿Qué demonios hiciste? —preguntó, al sentir que la picazón venía de su propio cuerpo.
Kieran caminó hacia él, observándole por un momento antes de alcanzar la franela de Harry y tirar de ella hacia el frente. Cuando regresó a su lugar, miles de pequeños vellos cayeron de la prenda. En ese momento, Harry se dio cuenta que no era sólo en su cabeza, sino que se había caído el pelo de todo su cuerpo; la mayoría estaba en sus ropas, haciendo que le picara con locura.
—No te preocupes, lo tendrás de regreso mañana, como mucho al mediodía.
Harry lanzó su comida en el basurero, con cabello y todo.
—¿Qué sigue? —preguntó, frustrado, leyendo el resto de la sesión de entrenamiento.
Durante lo que quedaba de sesión, trabajó en despertarse sin ser detectado. Kieran le hechizó para que durmiera, y le movió a diferentes lugares de la habitación. Harry despertó y comenzó a contar internamente. Estaba tirado sobre unas pacas de heno. La paja le daba en el rostro, y sus piernas estaban torcidas en una incómoda posición.
—Estás despierto —declaró Kieran—. ¿Cuánto? —preguntó, indagando hasta cuánto había contado el joven.
—Veinticinco.
De nuevo, Harry despertó. Podía sentir que le habían quitado la camisa y una pluma se estaba moviendo sobre sus costillas.
—Cuatro —rió—. Voy a tener que trabajar en eso —esperaba que los Mortífagon no acostumbraran chequear el estado de consciencia con plumas.
Esta vez Harry despertó porque Kieran estaba gritando a todo gañote. Despotricó sobre nada en particular hasta que vio señales de que el joven había despertado.
¿Cuánto?
—Setenta y dos.
—¿Setenta y dos? —repitió Kieran con incredulidad.
Harry no le explicó que había tenido mucha práctica en esto. Siempre era mejor que tío Vernon pensara que todavía seguías inconsciente hasta que tuviera chance de calmarse.
>>¿Listo para el último? —alertó el mayor. Siempre dejaban el dolor para el final.
Harry asintió y se tiró al suelo mientras el hechizo de sueño era lanzado. Kieran empezó con sencillos maleficios de dolor. Ninguno hería realmente, pero Harry sentiría dolor mientras despertara. Cuando el joven no mostró señales de despertar, Kieran aumento el dolor del maleficio.
>>Oh, sí, esto va a doler —musitó para sí mismo, sin estar seguro de si Harry estaba despierto; los hechizos se lanzaban en tiempos variables, de forma que no pudiera estar seguro de cuándo despertaría. Un pequeño cuchillo sacado de su bota estaba trazando líneas sobre el pecho del joven. Los cortes no eran profundos, pero sí dolorosos.
Cuando el hombre se distrajo con el patron que estaba cortando, Harry volteó a ambos, fijando a Kiaran por las muñecas. Dejó que se levantara cuando se dio cuenta que estaba goteando sangre sobre su entrenador.
—¡Joder! ¿Cuánto? —preguntó un sorprendido Kieran.
—No me hiciste dormir esta vez —contestó en voz baja—. Severus me enseño a lanzar un escudo sin varita y quise probarlo.
Aunque dolorido, miró el patrón de cortes en su piel con morbosa curiosidad, y observó fascinado mientras su entrenador le curaba. Cuando se Apareció de regreso en su casa, se sentía agradecido de que hubiera regresado el color de su piel a la normalidad, aunque tuviera que esperar un día para que su cabello creciera.Tratando de distraerse de su más reciente asunto, Harry estaba sentado en su sofá leyendo los planes para la casa que quería construir, cuando una enorme lechuza apareció en su ventana. Se echó a reír al leer la nota de sus amigos.
Hola, Harry.
Abre tu red flu para que yo pueda ir para la cita de esta noche. Sé que acordamos a las seis y media, pero ábrela ahora, así cuando pierdas el sentido del tiempo, no perderemos una hora de diversión mientras mi lechuza vuela hacia ti con una desagradable nota de mi parte. Igual que las dos últimas veces.
¡¡Ábrela Ahora!!!
Cariños
Hermione
p.d: hazme saber si debo llevar algo de beber. No puedo tomar whisky de nuevo, tengo clases mañana.
Ey, Harry R
Harry verificó su reloj y abrió la red flu. Había perdido el sentido del tiempo en varias ocasiones, dejando a Hermione esperando. Le dio una golosina a la lechuza y la envió con la respuesta para su amiga y otro ‘hola’ para Ron en el reverso de la nota de ella.
Mi querida Mi, nunca hubiera olvidado (de nuevo) abrir la red flu. Cerveza de mantequilla helada.
Ey, Ron, salúdame a Filius H
No pudo evitar reírse entre dientes. Ron había jugado ajedrez con Filius Flitwick casi todos los jueves y todavía no había logrado derrotarle.
Regresando a los planes para su casa, trató de visualizar cómo sería cada habitación. Había revisado los registros muggles de la villa para ver si había un diseño del hogar original de sus padres, pero dado que la casa ya no existía, los registros ya no se encontraban en los archivos. Era más que nada curiosidad lo que le había orillado a buscarlos, pero una parte de él se alegraba de que ya no existieran. Quería construir una casa para él, y un día, esperaba poder compartirla con Severus. Quería hacer todo por sí mismo, no una reconstrucción del lugar de sus padres. Todavía no había dicho a Sev cuán cerca estaba de comenzar la reconstrucción; quería sorprenderle cuando estuviera más adelantada. Su plan era tener los cimientos y la armazón listos antes de enseñársela a su pareja.
De vez en cuando, Severus comentaba la falta de empleo de Harry. El joven sabía que sólo estaba bromeando, pero aún así quería demostrarle que podía realizar algo importante que no involucrara al Señor Oscuro. Además, no necesitaba dinero, y quería concentrar sus esfuerzos en entrenar, aparte de otras cosas. Y hablando de esas otras cosas… Demonios, su cama se sentía vacía cuando Sev no estaba.
Una hora más tarde, los planes de la casa estaban olvidados mientras Harry se rascaba desesperadamente todo el cuerpo. No se le había ocurrido que si su cabello regresaba en un día, el rápido crecimiento sería tan irritante como el demonio. Kieran olvidó decirle ese pequeño detalle. Dado que el pelo de su cabeza era más largo, crecía más rápido. Mientras la pelusilla de su cráneo crecía hasta lo que parecía un muy corto corte al rape, rasguñaba su cabeza que picaba a rabiar.
Hurgando en una caja de su closet, encontró un libro que Poppy Pomfrey le había dado cuando acabó la escuela. Era un ejemplar sobre remedios caseros en general para enfermedades y heridas leves. Tenía referencias para síntomas por enfermedad, e incluso una lista de algunos tratamientos muggles que se consideraban dignos de mención.
Encontró su respuesta en el capítulo de Varicela, ya que la picazón era el principal problema. Una hora más tarde encontró lo que necesitaba.
Hermione entró a la salita a través de la red flu.
—Harry, soy yo —llamó, esperando que el joven la saludara—. ¿Harry? —llamó más alto cuando no obtuvo respuesta.
—¿Eres tú, Mione?
—Mi nombre no es Mione —replicó.
Harry sonrió; a él le gustaba llamarla así.
—Es tu culpa por tener tantas sílabas. Al menos, lo acortamos llamándote Herm. ¡Toma una cerveza de mantequilla del refrigerador y tráeme una también! —gritó desde la otra habitación.
—¿Qué te la lleve a dónde? —preguntó, no muy segura de dónde se encontraba su amigo. Dejó su bolso en el sofa y se dirigió a la cocina, destapando dos botellas. Tocó en la puerta de la habitación, pensado que Harry estaría allí, pero sólo recibió un indignado ulular de Hedwig, quien había sido despertada abruptamente—. Harry, ¿dónde estás? —volvió a preguntar al no obtener respuesta.
—En el baño —llegó la incomprensible respuesta, como si hubiera tenido la cabeza bajo el agua antes de contestar. Hermione tomó un sorbo de cerveza de mantequilla y miró fijamente la puerta cerrada del baño.
—Um, Har, sé que tenemos una relación muy cercana, y a Ron ni siquiera le importa que hablemos todo el tiempo de sexo, pero estoy segura que él pensaría que esto es cruzar la línea.
“Y yo también, por cierto”
—Está todo bien, confía en mí —contestó él, riendo brevemente.
—¿Necesito recordarte que fuiste tú quien me aconsejó que nunca confiara en la palabra de un hombre?
—Alohamora —exclamó él, y la puerta se abrió de par en par. Hermione no puedo evitar mirar. No era su culpa si la puerta se había abierto abruptamente—. Ves, te lo dije —habló Harry desde la bañera llena hasta el borde con harina de avena.
Hemione observaba con incredulidad a un Harry sumergido en una enorme tina con harina de avena hasta la altura de los ojos. Corrección, más allá de los ojos, pues toda su cabeza estaba apelmazada con cereal reseco. Sólo podía distinguir sus ojos, nariz y labios.
—Pareces la víctima de un accidente con arena movediza. ¿Debo traer una cuerda para rescatarte? —bromeó, entregándole su cerveza de mantequilla.
Luego de un momento, la chica quitó la etiqueta de su botella y la transformó en un pitillo para que Harry pudiera beber sin que la harina de avena se deslizara por su rostro. Él le explicó lo que Kieran había hecho, y cómo había sufrido de picazón hasta que recurrió al baño de avena. Hermione se echó a reír.
—Cuando dicen ‘baño de harina de avena’, significa que hay que agregar una taza o dos de avena al agua del baño, no que toda la tina esté llena con cereal caliente —explicó, jadeando por la risa.
Harry se encogió de hombros; no le importaba, al menos la picazón se había aliviado.
—Funcionó, es todo lo que importa. Sé que el libro probablemente se refería a esa cosa normal, pero yo sólo tenía con canela —comentó, levantando su pie para mostrar las pasas entre sus dedos.
“No hay nada más divertido que lograr que Hermione bote la cerveza de mantequilla por la nariz”, pensó Harry, mientras su amiga se atragantaba. | |
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