alisevv
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| Tema: Death Eater Takes a Holiday. Capítulo 40/41 IV - Recuerdos y revelaciones IV Miér Feb 24, 2010 8:41 pm | |
| Death eater takes a holiday Capítulo 40/41 - IVRecuerdos y revelaciones IV Severus no creía que contarle a Harry aquella historia tan horrible fuera suficiente para liberarle de sus sentimientos, pero sabía que tenía que ser justo con él. El chico había estado convincente; era evidente que pensaba que podría manejar lo que Severus hacía en su vida, ¿pero esa historia sería suficiente?
—No lo pienses tanto, sólo quédate —insistió una voz somnolienta. Harry se giró a un lado, rodeando a Sev con el brazo y atrayéndole más cerca—. Por favor.
Severus abrazó la adormilada figura a su lado. Le gustaba que Harry tuviera justo ese tamaño, y descansó la barbilla sobre su cabeza. Por largo rato, continuó pensando y repensando los eventos de la noche, pero finalmente hizo caso a la súplica de Harry de que dejara de pensar. Él no era como Sev, pero estaba decidido a intentarlo. Reservas a un lado, sabía que se encontraba donde deseaba estar. Escuchó la rítmica respiración del dormido Harry. El masaje inducía al sueño de la mejor clase, casi tan bueno como el que se presentaba después del sexo.
Ahora, se sentía relajado, pero aún así le resultaba difícil dormir. Aunque disfrutaba observar a Harry más de lo que esperaba, ya era muy tarde. Vale, había dormido con él una vez, pero entonces estaba golpeado, maldecido, y sufriendo una fuerte pérdida de sangre debido a una herida en el pecho que ponía en peligro su vida. El pensamiento de quedarse dormido lo empeoraba todo. Harry, por su parte, también estaba teniendo problemas ahora. Se sacudía y daba vueltas, agitado. A Severus le preocupó que estuviera teniendo una nueva visión tan pronto, era posible que aún tuviera suficiente alcohol en su sistema como para imposibilitar el darle una poción contra el dolor.
—¡Diles! —gritó el joven, al tiempo que se enderezaba abruptamente, respirando pesadamente, y sacando bruscamente al hombre de sus reflexiones.
Severus puso una confortante mano en el hombro juvenil, quien se disculpó por despertarle y se dejó caer nuevamente. El profesor no le dijo que no dormía todavía. Pensó preguntarle si deseaba hablar sobre su sueño, pero recordó que siempre había odiado cuando Albus le interrogaba si deseaba hablar sobre sus cosas. El anciano siempre decía que hablar le haría sentir mejor, pero a él siempre le había molestado, especialmente cuando sabía que Albus tenía habitualmente la razón sobre esas cosas. Se sintió aliviado cuando Harry comenzó a hablar sin ser coaccionado.
—¿Sev?
—Sí —contestó, frotando el brazo del joven desde el hombro al codo y de regreso.
—¿Por qué me contaste esa historia, sobre el hombre y las pociones? Pensaste que ibas a asustarme, ¿no?
—Se qué has experimentado muchas cosas, cosas que alguien de tu edad no debería haber sufrido. Pero, experimentar cosas terribles no es lo mismo que ser la persona que las ocasiona. Te hablé sobre el hombre para que puedas decidir si deseas estar conmigo, sabiendo lo que soy capaz de hacer. Esperé que mi peor historia no te alejara, pero hubiera entendido si lo hubieras hecho —confesó con un suspiro. Ésa no había sido su peor historia, pero las otras acciones eran pesadillas en las que sólo podía desear no volver a pensar, mucho menos traerlas a discusión.
—¿Ésa fue la peor? —preguntó Harry con voz temblorosa—. No quiero decir que piense que no fue mala, pero, Sev, tengo que saber… ¿No consideras que lo de Sara fue peor? —preguntó, rezando porque Severus no pensara que violar y estrangular a la mujer no era tan malo como la tortura que había infligido a un asesino.
—¿Sara? —preguntó con incredulidad—. ¿Qué sabes tú de Sara? —interrogó, inseguro de si Harry estaría hablando de la Sara que espantaba sus propios sueños.
—Anoche volví a sonar con ella. Sé que lanzaste un Obliviate a los niños… —comenzó, pero fue rápidamente interrumpido.
—¡No quiero hablar sobre eso! —exclamó en su voz más severa. El joven se sobresaltó y retrocedió ligeramente. Severus deseó patearse; allí estaba Harry, empezando a hablar sobre lo que le preocupaba, ¿y qué hacía él?: sólo gritar. Se recuperó para empezar nuevamente—. No sabía que tú tenías conocimiento sobre aquella noche —explicó con calma y voz apagada—. ¿Lo viste en una visión?
Harry asintió.
—Sí. He visto muchas reuniones e incursiones a lo largo de estos años. Muchas de ellas tan terribles como la de Sara, pero ninguna que te involucrara directamente. Es una de mis pesadillas.
—¿La sufres con frecuencia? —Severus se sentía horrorizado de que el joven sufriera malos sueños a causa de lo que él había hecho.
Harry se encogió de hombros.
—Tengo montones de pesadillas para elegir —dijo con una triste sonrisa—. Al principio, soñaba mucho con eso, pero después de un tiempo fue cediendo. A veces, cuando las clases de Pociones eran… memorables, era habitual que esperara la pesadilla para esa noche.
—¿Cuándo fue la última vez que la tuviste, antes de anoche?
—El mes pasado, después de la pelea que tuvimos luego que te cure —miró los ojos negros—. ¿Puedo hacerte una pregunta? Pienso que si obtengo algunas respuestas, podría ayudar —luego de un rápido y tranquilizador asentimiento de Sev, continuo—: ¿Qué era eso tan importante que el hombre no quiso decirlo, ni siquiera para salvar a sus niños y su esposa? ¿Qué valía más que ellos? —los ojos de Harry estaban suplicando, como si esa pregunta hubiera estado inquietándole por años. Severus se dio cuenta que, probablemente, así había sido.
—No era nada.
—Por favor, dímelo; que podía ser…
—Lo que quiero decir es que no había nada que el hombre pudiera decir. Estábamos allí para probar a uno de los Mortífagos. El Señor Oscuro estaba convencido de que había un espía, y quiso que todos probáramos nuestra lealtad. Uno de los Mortífagos que estaba conmigo debía torturar a los niños para conseguir información del padre; falló y fue asesinado. Había sido miembro de La Orden. La familia era un grupo muggle elegido al azar. No había información alguna que obtener. El hombre no sabía nada, y nunca tuvo una oportunidad real de salvar a su familia —a Severus le resultaba difícil creer que lo que más había disgustado a Harry de esa noche no había sido lo que él le había hecho a la mujer, sino que el padre no hubiera protegido a su familia. Después de pensarlo, le encontró sentido. El único recuerdo que Harry tenía de sus padres era protegiéndole—. Después de las vacaciones, cuando supe de tus visiones, le pregunté a Albus si sabías sobre esa noche. Me contestó que no. ¿Por qué?
Harry bajó la vista a sus pies. Albus le había preguntado si había algo de lo que quisiera hablar, pero él le había contestado que no.
—No quise contárselo —respondió dócilmente—. No quise contarle esa historia. Sabía que tú estuviste allí, y Albus conseguiría cualquier información importante de ti. Siempre pensé que sabías sobre mis visiones, y temí tu reacción si descubrías que yo sabía sobre Sara. Esto fue hace ya mucho tiempo.
—¿Tienes pesadillas sobre mí haciendo cosas impensables y aún así me elegiste para ser tu primera vez? —preguntó el hombre.
—Espía o no, si hubieras actuado como el mago que mató al padre, probablemente te temería por el resto de mi vida. Tú… no eras como esa persona fuera de control que disfrutaba lo que estaba haciendo.
—Lucius también podría haber hecho eso, aparentar estar calmado y sereno, pero te aseguro que él lo hubiera disfrutado. ¿Qué te hizo estar tan seguro respecto a mí?
—Te vi en clase la mañana siguiente. Noté cuán apagado estabas. Sólo Malfoy y yo lo notamos, pero yo sabía porqué. Luciste como mierda por días —Harry se aseguró de que Sev pudiera ver sus ojos—. Confío en ti. Sé en mi corazón que puedo hacerlo —le sonrió con calidez—. ¿Albus permitiría que estuviéramos juntos de no ser así? —dijo con un guiño, y bostezó tanto que se avergonzó—. Disculpa.
Cuando Harry despertó a la mañana siguiente, se decepcionó al encontrar la cama vacía a su lado. Rodó sobre sí mismo, suspirando, mientras recordaba que se había quedado dormido en los brazos de Severus. Incluso recordaba haber despertado una vez, cuando Hedwig había chillado, y haber visto al hombre durmiendo pacíficamente a su lado. Pero ahora se encontraba solo. Por un efímero momento, pensó que Severus habría ido al baño, pero cuando escuchó con atención no percibió nada. Ni siquiera Hedwig se oía. Asumió que Sev la habría dejado salir antes de irse. Rumiando, no se molestó en salir de la cama todavía. No tenía entrenamiento ese día, y no tendría clase hasta el final de la tarde.
Sus desalentados pensamientos fueron interrumpidos cuando su lechuza entró volando y aterrizó sobre su cama, masticando una rebanada de tocineta. Ella se sentía muy cómoda en su nuevo hogar, y se había acostumbrado a agenciarse cualquier alimento que pudiera conseguir. Harry nunca la regañaba, sintiendo que se lo debía, por hacerla vivir con los Dursley. Los ojos verdes se abrieron como platos al darse cuenta que la lechuza llevaba tocineta frita, no algo de pan que hubiera escamoteado de la bolsa.
Hedwig no le dio ni una mirada mientras él se ponía una camiseta y salía del dormitorio, irrumpiendo en la cocina con excitación. Su sonrisa se agrandó al ver a Severus parado descalzo frente a su estufa, cocinando el desayuno. Llevaba el par de pantalones que había vestido bajo su túnica el día anterior, y una camisa que a Harry le pareció vagamente familiar, pero que no hubiera esperado vérsela puesta al hombre. Tuvo que morderse el labio para evitar chillar. Se había sentido tan decepcionado cuando despertó solo, y ahora estaba que estallaba de regocijo.
—¡Estás aquí!
—¿Dónde esperabas que estuviera? —preguntó Sev, sabiendo perfectamente lo que el otro había pensado—. ¿Crees que me iba a quedar todo el día en la cama? —agregó con una sonrisa.
—¿Estás preparando el desayuno? ¿Cómo es que no escuché que estabas aquí? —indagó, colocando los brazos alrededor del sexy chef.
—Hechizo de silencio, quizás hayas escuchado sobre eso —replicó con humor—. Tiendo a hacer mucho ruido cuando cocino, y no quería despertarte… todavía —agregó—. Tu ave me estaba lanzando algunas miradas desagradables, pero una rebanada de tocineta cambió rápidamente su actitud.
—Incauta —dijo Harry a su lechuza, que en ese momento estaba posada encima del refrigerador, esperando más tocinera—. ¿Puedo ayudarte?
—Estoy a punto de terminar. Allí está el café, si quieres servirte una taza —ofreció Sev, mientas servía los huevos con habilidad, las yemas intactas, de la sartén a un plato.
—Mmm —el más joven suspiró, disfrutando el grandioso olor que impregnaba la cocina—. Me gusta tener a alguien preparándome el desayuno en mi propia cocina —comentó con una sonrisa.
—Podrías obtener eso con un elfo doméstico. Si mal no recuerdo, ese elfo, Dooby, sería voluntario para ejercer ese trabajo.
—Su nombre es Dobby, y él no se ve ni de cerca tan sexy como tú en esos pantalones —tomó el plato que el hombre le entregaba—. Todo se ve delicioso —elogió, mientras hundía la tocineta en el huevo, rompiendo la yema. Estirando un brazo, colocó su mano sobre la de Sev, frotando el pulgar sobre el dorso de esa elegante mano—. Gracias —musitó con sinceridad.
El maestro de Pociones se sumergió en los cálidos ojos verdes, inseguro si se le estaba dando gracias por el desayuno, aunque eso no le importaba en lo más mínimo.
—De nada.
Muerto de hambre, pues apenas había ingerido medio panecillo con mantequilla de maní la noche anterior, Harry había comido casi todo lo que había a la vista. Limpiaron justos los restos del desayuno. Severus dio a Hedwig la última pieza de tocineta, sellando así su amistad.
—Espero que no te importe —dijo, señalando la camisa que había tomado prestada de Harry—. Me sorprende que tuvieras una lo bastante grande, habitualmente usas prendas más ajustadas —comentó, mientras secaba un plato. Harry le lanzó una mirada extraña y dijo que no importaba.
Más tarde, en la habitación, el joven observó en tanto Severus buscaba un calcetín, admirando su culo cuando se agachó a recoger el artículo equivocado.
—Sev, ayer, ¿te molestó lo que viste en mi recuerdo sobre Charlie? —preguntó con una sonrisa coqueta.
—¿Debería? —astutamente, el Slytherin respondió con otra pregunta.
Harry sacudió la cabeza, negando, al tiempo que reía por lo bajo.
>>¿Por qué preguntaste?
—Sólo estaba verificando. Él y yo somos amigos, y quería asegurarme de que no le vieras como una amenaza.
Severus no se perdió el hecho de que Harry se veía demasiado divertido, pero no estaba seguro de la razón.
—¿Qué? —indagó llanamente.
El joven se mordió el labio, y consiguió contestar con rostro serio.
—Estás llevando su camisa.
—¿Discúlpame? ¿Había escuchado bien?. Sí, la sonrisa de Harry se lo confirmó—. De todos los… la camisa amortiguó el gruñido de Sev mientras se la quitaba apresuradamente. En realidad, no le molestaba, pero no lo admitiría.
—Él me la prestó cuando… —comenzó Harry, pero no pudo evitar que su mandíbula cayera hasta el piso, donde ahora residía. Hizo un ruido, pero de su boca no salió nada semejante a palabras conocidas por hombre o serpiente. Fue entonces cuando Severus se dio cuenta que se había quitado la camisa sin pensarlo, y ahora solamente llevaba los pantalones negros. Su cuerpo estaba decorado con varias cicatrices; algunas pequeñas y dispersas, unas cuantas grandes y desagradables a la vista. También estaban las dos cicatrices que cruzaban su corazón, una de las cuales era la que Harry había curado. Y agregado a todo eso, estaba la Marca Oscura en su brazo. Severus no hizo ningún intento por cubrirse, pero era evidente que se sentía incómodo. Ninguno de ellos decía nada.
Ignorando las cicatrices e imperfecciones, Harry sólo veía un pecho ancho, unos brazos y hombros musculosos, y un suave y plano estómago. El Sev de dieciocho tenía un estómago de tabla de lavar, pero no se veía tan relleno como el del hombre que tenía ahora frente a él. Avanzó un indeciso paso. Sintiéndose seguro de continuar cuando Sev no se retiró, estiró sus manos y las colocó alrededor del cuello de Severus, deslizándolas luego hasta los hombros. Se sostuvo en los fuertes hombros, trazando con sus pulgares cada línea de separación de los músculos, los cuales estaban muy bien definidos.
Severus permaneció de pié, inmóvil, observando en silencio las expresiones de Harry mientras continuaba la exploración de la parte superior de su cuerpo. Le sorprendió cuán fuertes se sentían las jóvenes manos sobre él, mientras atravesaban su clavícula y bajaban hasta el centro de su pecho. Cundo esas manos regresaron hacia arriba, los dedos echaron un vistazo a sus pezones, haciéndole estremecer.
—Me haces temblar cada vez que me levantas, o cuando haces algo asombroso que demuestra lo fuerte que eres. Tan poderoso —susurró Harry, mientras volvía a acariciar reverentemente los hombros de Sev, bajando las manos por sus brazos.
El hombre notó que Harry, aunque estaba prestando atención a cada detalle, sólo se fijaba en su cuerpo; ni una sola vez sus dedos recorrieron ninguna de las muchas cicatrices que cubrían su piel.
>>Ya estaba muy impresionado cuando eras adolescente, pero ahora… —Harry dejó salir el aire contenido. Miraba fijamente al hombre frente a él, no a un adolescente de su edad. Tragó con dificultad, no permitiría que ninguna baja autoestima le hicieran sentir indigno por saber que todavía era un adolescente, y que pese a su buena forma y fuerza, todavía no estaba relleno—. Ahora…
—Soy un hombre crecido —concluyó su oración.
Harry se estremeció. Cuando su dedo índice recorrió la cicatriz que Severus tenía en el corazón, éste también se estremeció.
—Si lo hubiera pensado bien, hubiera bajado las luces antes de quitarme la camisa.
—¿Qué? ¿Y privarme del placer de tal visión? —preguntó Harry, plenamente consciente de que Severus se estaba refiriendo a sus cicatrices. El propio Harry tenía unas cuantas cicatrices que Sev no había visto todavía. La noche anterior, la luz había sido muy tenue, y sin hacerlo intencionalmente, se había acostado sobre su estómago, exponiendo su espalda para el masaje con el ungüento. Más tarde, se había acurrucado tan cerca de Sev que éste no había tenido oportunidad de notar mucho más. Se empezó a quitar la franela lentamente, exponiendo unas cuantas cicatrices inesperadas, nada demasiado grave—. Dime —musitó, alzando los brazos, su cuerpo empezando a exponerse lentamente a medida que sacaba la prenda por la cabeza—. Cuando me miras, ¿ves las viejas cicatrices que marcan mi carne, o ves este delgado cuerpo que se estremece por ti? —la camiseta salió del todo y Harry la lanzó al piso. Se paró, confiado; su cuerpo bronceado, tonificado y atractivo.
Severus se acercó un paso, presionando contra ese cuerpo, piel contra piel.
—¿Deseas que te haga temblar? —ronroneó seductoramente.
—Sí —jadeó Harry, mientras el calor de sus cuerpos le volvía loco. Severus puso las manos alrededor de su cabeza, entrelazando sus dedos en el oscuro y despeinado cabello, acercándole aún más. El joven se puso de puntillas para presionar sus labios contra los de Sev. El beso fue lento y gentil, sus lenguas mezclándose con felicidad. Mientras el beso avanzaba, aumentando la pasión, Harry pudo sentir que sus rodillas se debilitaban. Podian haber sido sólo sus pantorrillas por el esfuerzo de estar de puntillas por tanto tiempo. Severus pudo sentir que el joven se deslizaba de sus labios y le rodeó con sus brazos, y sus manos bajaron hasta cubrir su trasero.
Harry tembló mientras Severus le alzaba, sus lenguas nunca se separaron. Permanecieron en esa posición más tiempo de lo que Harry creyó posible, hasta que Sev rompió el beso, dejando al joven jadeando. El mayor había tenido que romper ese beso para poder ver hacia dónde estaba caminando, con el trasero de Harry acunado entre sus manos. Se acercó a la cama, dejándose caer suavemente con su preciada carga. Harry tembló de nuevo cuando Sev se pegó a su cuello.
Severus sacó la varita del bolsillo trasero de sus pantalones, murmurando un rápido hechizo. Harry jadeó al notar cómo las ropas de ambos desaparecían. Siguió temblando ante la sensación de sus cuerpos presionados uno contra el otro.
—Al parecer, el desafío de hacerte temblar ha sido cumplido —susurró Severus, todavía devorando el cuello juvenil. Harry gimió apreciativamente cuando el hombre alcanzó el lóbulo de su oreja—. Voy a hacerte gritar —gruñó con seguridad. Harry gimoteó como respuesta al sonido de su voz, y mordisqueó sobre la carne que podía alcanzar, mientras Sev le embelesaba.
Tomando su oportunidad, el Slytherin musitó ‘Accio lubricante’. Para su placer, un pequeño tubo voló hasta su mano desde algún punto de la habitación. Examinó el tubo nuevo, sin abrir, y decidió que era adecuado. Pronto, Harry se dio cuenta que su amado ahora tenía muchos años más de experiencia que la primera vez que le había tomado. Severus no había exagerado al decir que sin el uso de la poción calmante, cada uno de sus nervios sería receptivo a la experiencia. El joven arqueó la espalda, retorciéndose bajo la cuidadosa preparación de su muy seguro y sensual hombre. Alcanzó el cuello de Sev, succionando y besando para contener la súplica de ser follado. Sabía que debía ser paciente, pues incluso los dedos del hombre eran más grandes que cuando era un adolescente. Sólo podía imaginar cómo se sentiría tener el duro miembro de Severus deslizándose en su interior. Casi se corrió sólo de pensarlo, junto con las caricias de los sabios dedos sobre su próstata, que le estaban lanzando en un frenesí sexual.
—Por favor —Harry se rindió y dejó escapar un sollozo estrangulado, mientras Severus continuaba sus atenciones, golpeando repetidamente su punto más sensible—. ¡Te necesito! Por favor, fóllame —gimió sonoramente—. No puedo aguantar más —jadeó.
El hombre mantuvo los dedos en su interior, mientras su mano libre lubricaba su asta. Harry se hubiera impresionado de que Sev lograra abrir el tubo y lubricar su erección con una sola mano, pero no estaba en condiciones de emitir un pensamiento racional. Los aceitosos dedos se deslizaron hacia fuera, sólo para ser reemplazados de inmediato por la roma cabeza de la maciza polla de Severus. Los profundos ojos oscuros se reunieron con los vibrantes verdes, permaneciendo engarzados unos con otros. Harry sabía que Severus nunca le heriría intencionalmente, pero siendo realista, podría haber algo de dolor involucrado. Era como si nuevamente fuera la primera vez de ellos.
Aunque decidido a no retroceder, Harry no pudo evitar contener la respiración mientras la cabeza pasaba el primer anillo de músculos. Severus murmuraba palabras de aliento en su oído, y continuó haciéndolo al ver el efecto que su voz tenía sobre Harry. Podía sentir cómo la erección del joven se agitaba entre ellos. Cuando Sev estuvo completamente enfundado, permaneció quieto, permitiendo que Harry se ajustara a su intrusión. Con la respiración acelerada y haciendo esfuerzos por relajarse, el Gryffindor se concentró en las adorables cosas que Severus estaba haciendo con su lengua en su oído. El mago mayor desvió expertamente sus pensamientos de cualquier tipo de incomodidad.
—Te sientes increíble —susurró al oído de Harry—. Tan apretado —musitó, antes de tomar el lóbulo de su oreja entre sus dientes, logrando que el joven gimiera de nuevo. Cuando Harry ya no podía resistirlo más, Sev succionó uno de sus pezones, haciendo que gritara y empujara con sus caderas. Severus siseó ante la sensación y comenzó a moverse lentamente, retirándose levemente antes de deslizarse de nuevo al interior de su amante. Pronto, todo el dolor pasó, siendo reemplazado por puro éxtasis.
—Dios, sí —jadeó Harry, y gimoteó palabras de estímulo mientras disfrutaba de cada sensación que estaba experimentando. Casi aullaba del impacto del placer, cada nervio de su cuerpo hormigueando mientras Severus le hacía el amor apasionadamente—. ¡Oh! —gritó sin aliento cuando el hombre ajustó su posición, empujando contra su punto más sensible. Poco después, Harry era incapaz de emitir palabras coherentes, sólo sonidos de éxtasis. El edificio podría haber caído sobre él y no le hubiera importado, o notado. Severus también estaba al borde de la culminación, y embestía cada vez con más urgencia. Se hundió en Harry con entusiasmo, alcanzando entre el sudor que cubría sus cuerpos la goteante erección. Con unas pocas estocadas más, Harry gritó, empujando sus caderas y vertiendo su semilla en la mano de Sev. El hombre cerró los ojos, temblando, sus caderas empujando con fuerza contra el culo de Harry, y mientras su propio orgasmo se vertía profundo en el interior de su amante, dejó escapar un intenso y gutural gemido de liberación. Unos momentos, o tal vez una eternidad más tarde, Severus convocó dos vasos de agua y una toalla. Después de compartir uno de los vasos, el hombre hechizó el otro para que se entibiara su contenido, y lo usó para empapar la toalla, limpiando a ambos antes de que cayeran dormidos, uno en brazos del otro.
Una cantidad incontable de tiempo después, Severus despertó. Alargó la mano y recorrió lentamente la espalda de Harry, aprendiendo cada línea y curva.
—Hmm —murmuró el joven. El profesor de Pociones se dio cuenta que su pareja estaba en la misma posición que Kieran había descrito: sus brazos sobre la cabeza, haciendo su esbelta figura aún más tentadora—. ¿Qué estás haciendo? —preguntó un somnoliento Harry, al sentir que los dedos que habían estado frotando, ahora estaban pinchando.
—Estoy tratando de descubrir qué pudo haber causado esto —dijo con todo casual, trazando la cicatriz que el muchacho tenía en la parte baja de su espalda.
—Una herramienta de jardín. Ahora, déjalo; me haces cosquillas —reprendió a su amante.
—Debes mantener esto cubierto, a menos que quieras que Kieran averigüe sobre nosotros —aconsejó Severus, sin saber todo.
Harry prefirió no contestar todavía.
Cuando ya no pudieron justificar su permanencia en la cama por más tiempo, ambos decidieron vestirse para empezar su día. Severus se sentó y se apoyó contra la cabecera de la cama, observando cómo Harry se vestía. Muy consciente de que tenía audiencia, el chico se inclinó hasta la punta de los pies para recuperar sus pantalones y ponérselos. Cuando iba hacia el armario a buscar una camisa, sintió que sus pantalones se deslizaban, bajando por sus piernas. Se giró hacia Sev, quien seguía sentado en la cama, sosteniendo su varita con aire inocente.
—Dime de nuevo cuál de nosotros es el maduro aquí —preguntó Harry con una sonrisa.
—Kieran mencionó cierta prenda de ropa que tú estabas llevando el día que te vio desde el fuego. Algo muy parecido a esos, si no me equivoco —levantó una ceja interrogante.
Harry dio una vuelta en redondo, luciendo un par de interiores tipo bikini en satín verde, mientras sus pantalones aún permanecían a la altura de sus muslos.
—Son el mismo par. Antes eran negros, pero por alguna razón que no logro entender —comentó sarcásticamente—, un día desperté con un pijama Slytherin, y mis interiores de satín negro eran verdes —intentó mirar con ferocidad, pero no lo consiguió. Era muy divertido.
Severus se echó a reír sonoramente, sorprendiendo al muchacho ante la rareza del hecho.
>>¿Hmm, qué más dijo Kieran? —interrogó Harry, esperando que su tono fuera casual.
—Déjame ver. La primera vez que hablamos sobre esto, mencionó un hombre en mi habitación. La segunda, le pareció adecuado mencionar que había estado en mi cama.
Harry sonrió, mordiéndose los labios, esperando no haberse ruborizado.
>>Finalmente, creyó prudente contarme lo que llevabas puesto. Y ya que estamos en eso, él quiere saber cómo puedes aguantar llevar algo tan apretado —le hizo un guiño—. Ayer, también mencionó esa interesante cicatriz que tienes en tu espalda. ¿Herramienta de jardín? —preguntó, como si le resultara difícil creerlo—. ¿Podrías darme un avance, una pista de qué más podría él decirme respecto a ti sobre mi cama?
—No hay nada más que decir sobre esa mañana. Pero… —Harry logró sonreír y lucir preocupado al mismo tiempo—… él vio mi cicatriz ayer, mientras estaba, umm… enseñándome los méritos de la puntualidad.
—Esa lección es habitualmente dolorosa —comentó Severus—. Entonces, Kieran sabe que eras tú el que estaba en mi cama. Creo que voy a disfrutar teniendo la mano más alta, para variar.
—Aterrador —murmuró Harry, al ver la sonrisa malvada en el rostro de Severus. Era la misma expresión que acostumbraba poner cuando regresaba un ensayo con una gran F roja.
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