alisevv
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| Tema: Death Eater takes a Holiday. Capítulo 40/41. II -Recuerdos y revelaciones II Dom Ene 24, 2010 6:20 pm | |
| Death eater takes a holiday Capítulo 40/41 - IIRecuerdos y revelaciones II Era la mañana posterior a la primera visión en su nuevo hogar, Harry se sentía hecho polvo, aunque la visión no tenía ninguna consecuencia que él pudiera imaginar. Voldemort estaba furioso por algo que no se había hecho con la suficiente rapidez, y castigó al Mortífago que le había hecho enojar. Difícilmente valía el esfuerzo de tener que enviar a Hedwig a entregar la ‘caja de cerebro’ conteniendo el recuerdo, pero actuó según las instrucciones que le habían sido dadas y la envió a Albus con una pequeña nota.
Observó las desordenadas sábanas rodeándole, y notó que el sol estaba más alto de lo que esperaba. Estaba retrasado. Severus le había advertido al inicio que no llegara tarde. Sabía que tenía algo que ver con el hecho de que Kieran se aburriera, pero eso era todo lo que podía recordar. Saltándose la ducha, se puso unos jeans y una franela, y desapareció.
Se dobló de dolor mientras se Aparecía en el establo, donde Kieran estaba esperando para saltar sobre la siguiente persona que entrara en el edificio.
—Llegas tarde —le regañó el hombre, y le golpeó otra vez cuando Harry intentó levantarse luego del primer impacto en su estómago—. ¿Sabes que cada vez que te apareces aquí, aterrizas en el mismo punto? —continuó, lanzándole otro golpe, pero fallando. Se sorprendió cuando Harry, inesperadamente, lanzó un puñetazo sobre su quijada—. ¡Ja! ¡Ahí vamos! ¡Defiéndete! —gritó, animándole, y le golpeó el brazo—. Debes pensar en lo que haces. No te aparezcas siempre en el mismo punto. Se que te enseñaron a hacerlo para que tuvieras un punto de aparición seguro en tu casa, sin aterrizar sobre la gente, pero debes pensar en quién te está observando. No seas predecible.
—¿Dónde está Snape? —preguntó Harry, mientras se movía y fallaba. Kieran tomó ventaja de su falta de balance y lanzó sus pies por debajo de él. Pronto, se encontró expertamente inmovilizado por el escocés.
—Está reunido con Albus —Kieran entrecerró los ojos—. Tú nunca le llamas Snape.
—Sí, bien, tuve un mal día —el despertar observando lanzar una maldición cruciatus tenía esos efectos.
Kieran continuó sentado sobre su pecho. Tomó su varita y trazó la cicatriz de Harry, volviéndola púrpura. Luego, le puso un gran bigote rizado de color azul.
—¿No piensas cansarte de joderme? —indagó Harry a través de sus dientes apretados.
—¡Ese lenguaje! Estás teniendo un mal día. Creo que si quieres que deje de joderte, tienes que hacer algo para lograr que ‘deje de joderte’ —le provocó, haciéndole un agarre de bufanda*. Harry luchó y movió sus piernas rodeándole, pero Kieran mantuvo su posición. Mientras continuaban luchando, el mayor le dio la vuelta y empujó su camiseta hacia arriba, atrapando sus brazos y cabeza—. ¿Te rindes?
Al tiempo que preguntaba, no pudo evitar notar la interesante cicatriz en la espalda de Harry. Tres puntos idénticos en la zona baja de su espalda, con una pulgada de separación. Había visto esa cicatriz. El hombre que había visto en la cama de Snape tenía la misma cicatriz. Dejó ir al joven, sin importar que no se hubiera rendido todavía.
Harry se sentó y se acomodó la camiseta. Permanecieron en silencio un minuto, hasta que Kieran preguntó acerca de la cicatriz. El chico explicó que se había caído de espaldas sobre una herramienta de jardín, uno de esos rastrillos de tres dientes que se utilizaban para desyerbar y cosas así. Kieran argumentó que la mayoría de las personas apartarían con facilidad ese objeto de su cuerpo en cuando sintieran el pinchazo en la piel, no era una herramienta cortante; pero Harry explicó que su corpulento primo había caído sobre su cuerpo al mismo tiempo.
>>Tu cabello era más largo —comento el mayor, enigmáticamente.
—¿Qué? ¿Largo cuándo?
—Por el tiempo en que terminaste Hogwarts. Tu cabello tenía el doble de su longitud.
—Sí, lo hice crecer para que ocultara mi cicatriz en el baile oficial, pero estaba harto de el y lo corté —inclinó la cabeza, pensativo—. ¿Cómo lo supiste?
—Tenías el cabello largo la mañana que te vi en la cama de Snape.
Harry inhaló con fuerza.
—Yo, umm…, él no sabía que estaba allí. Quiero decir, no supo que había estado en su cama hasta que tú se lo dijiste —balbuceó.
Kieran disfrutaba observándole. Estaba acostumbrado a Severus, así que el cambio de ritmo hacia alguien cuyo rostro era tan expresivo, era muy divertido. Se cruzó de brazos y se sentó, sonriendo y esperando a que continuara.
Harry respiró profundamente para tranquilizarse, pensando cuidadosamente sus palabras. Si no era cauteloso, podría decir cosas que no debía.
—Estaba ayudando a Severus con algunas cosas, matando el tiempo mientras Albus despertaba. Yo pensaba que era estúpido esperar hasta la mañana, Albus le hubiera recibido a cualquier hora de la noche. Cuando Sev acudió a él, ni siquiera se dio cuenta que yo ya le había ayudado y no necesitaba ir a verle. Lo siguiente que supe, fue un elfo que me decía que había dejado instrucciones de que me lavara y me fuera —se encogió de hombros—. Estaba esperando que el elfo regresara cuando encendí la chimenea —explicó, sin tomar en consideración que Kieran ya sabía sobre las heridas de Snape y el porqué Albus podía curarle. Kieran también podía sanarle, pero su amigo no lo permitiría; no hubiera permitido la posibilidad de ser decepcionado.
—¿Tú le curaste? —preguntó con incredulidad. Harry abrió la boca—. Snape nunca antes lo permitió, o yo mismo lo hubiera hecho.
—¿Tú sabes sobre eso? —indagó Harry, nervioso, antes de darse cuenta de lo que acababa de decir el hombre—. ¿Tú? ¿Tú y Severus…?
—¡No! Yo podía curarle. Snape y yo nos conocemos hace mucho; cuando éramos pequeños, jugábamos mientras nuestras madres tomaban el té. No me gustan los tíos.
Harry no pudo ocultar el alivio. Podía ver que Kieran estaba dolido por no haber tenido oportunidad de curar él mismo a Severus, así que aclaró:
—No supo que le curé, estuvo todo el tiempo dormido.
Kieran estaba casi más sorprendido de escuchar que Snape se había quedado dormido con Harry en la habitación. Era inusual en él confiar lo suficiente en alguien como para permitirse dormir. El que el chico le amara explicaba algunas cosas. Aparentemente, las cosas no iban bien en el paraíso, a juzgar por el humor de Harry ese día. Tendría que mezclarlas un poquito y divertirse a costa de su amigo.
Kieran, como Snape, era extremadamente consciente de todo lo que le rodeaba. A partir de unos cuantos sonidos sutiles y la fluctuación de las protecciones, supo que alguien se encontraba en el perímetro de la edificación. No estuvo seguro de que fuera Snape hasta que la puerta del fondo fue abierta, para volver a ser cerrada casi silenciosamente. Harry no había notado nada. De repente, Kieran tuvo una idea.
—Tú pasas bastante tiempo con los Weasley, ¿no? Quizás puedas resolver una apuesta por mí.
—¿Una apuesta entre Severus y tú? —preguntó Harry. Kieran alzó una ceja —. Recientemente, él ha estado prestándoles mucha atención —explicó, y el mayor asintió. Severus, quien todavía seguía en las sombras, se sorprendió al ver que Harry se había dado cuenta de su interés por la familia de su amigo—. ¿Qué quieres saber? —indagó, sospechoso.
—Alguien escuchó por casualidad cuando Arthur Weasley decía que uno de sus siete hijos era gay. Yo aposté por Percy. Snape piensa que… —fue interrumpido por una voz sin inflexiones, proveniente de las sombras
—Snape piensa que es inapropiado discutir esto con Harry —bufó a Kieran.
—Es Charlie —informó Harry, rotundo. Severus notó que hablaba con seguridad.
—¿Charlie? —repitió Kieran con incredulidad—. ¿Estás seguro? ¿No será algo que le escuchaste a su hermano menor? —le miró, y observó que sus mejillas se teñían de rosa—. ¡Oh! ¡Ahora sí vamos hacia algún lado! Escupe, muchacho —le animó, excitado. Parecía como si Severus fuera a protestar, pero Kieran tomó ventaja de la información recién recaudada de Harry y sus sentimientos por el maestro de Pociones—. Ah, Snape, ¿qué te importa si él está dispuesto a contarnos? —preguntó, palmeando el hombro de Harry, quien se reía entre dientes y se preguntaba cómo podría afectarle esto.
Sev se tranquilizó al ver que el Gryffindor no parecía preocupado por compartir lo que fuera que le había convencido sobre la sexualidad de Charlie. Vio más detenidamente al muchacho, notando su cicatriz púrpura y el bigote azul.
—Veo que llegaste tarde —comentó con indiferencia.
—No cambies de tema, Snape. Escúpelo, Harry —exigió Kieran, apuntándole—. Ey, ya sé. Vamos a utilizar el hechizo de Proyección —propuso, aceptando quitarle el bigote y el color púrpura de la cara a cambio de la prueba para resolver la apuesta. Los tres hombres se acomodaron en pacas de heno mientras el recuerdo de Harry se iluminaba en el aire como si fuera en una pantalla.
La escena comenzaba en el patio trasero de la Madriguera. Era un punto oscuro del patio, donde dos personas estaban sentadas en un banco, apenas iluminadas por la luz que brillaba a través de una de las ventanas. Un par de manos, rudas pero aún así gentiles, atrajeron a Harry hasta el regazo de Charlie. Un Harry apenas un poco más joven, miró con timidez los amables ojos.
—No tienes idea de lo hermoso que eres, ¿verdad? —preguntó el mayor, obteniendo un ruborizado chico por respuesta
—Ay, que romántico —interrumpió Kieran. Severus le lanzó un hechizo de silencio y se acomodó nuevamente para observar.
Me gusta que tú veas la persona real cuando me miras —dijo Harry, pasando distraídamente sus dedos por el cabello pelirrojo.
Charlie se inclinó para besarle mientras Harry le encontraba a mitad de camino, derritiéndose en su regazo mientras el pelirrojo le daba el beso más increíble que le hubieran dado jamás. Continuaron besándose vorazmente por un rato, durante el cual Harry agradeció que el brazo que rodeaba su cintura le sostuviera derecho; hasta entonces, nunca en su inexperta vida había sentido como si se disolviera hasta formar un charquito.
—Oh, Dios mío —jadeó Harry cuando el beso se rompió.
—Sólo es un pequeño beso —musitó Charlie con una sonrisa, consciente de que le estaba bromeando.
Arriba de los dos, en la ventana, Molly estaba colocando un pastel en el alféizar para que se enfriara. Ella sólo podía escuchar la voz de Harry.
—Nadie me había besado así nunca antes.
Al escuchar esto, Molly sonrió. El amor estaba en el aire. Caminó tranquilamente hasta el garage, donde Arthur estaba jugueteando con un artículo muggle recientemente añadido a su colección. Tenía grasa en los dedos, y un poco en su barbilla, donde probablemente se había rascado.
—Puse una tarta caliente en el alféizar, Arthur —le informó, sonriendo. Conociendo a su esposa como la conocía, el hombre alzó una ceja interrogante—. El amor está en el aire, querido. Creo que nuestro pequeño Harry está en el jardín con Hermione.
—No lo creo; Hermione y Ron vinieron hace unos minutos a preguntarme algo —comentó, dándose cuenta de su error tan pronto como su esposa salió disparada—. Oh, querida —exclamó, corriendo tras ella en un intento por tranquilizarla.
—Arthur Weasley —le amonestó—. Si él no está besando a Hermione, ¿entonces a quién…? —comenzó a preguntar, pero se dio cuenta que su esposo la había adelantado.
Mientras daba vuelta a la esquina de la casa, Arthur se encontró lo suficientemente cerca como para escuchar lo que era un inconfundible gemido.
—Virginia Weasley —regañó el patriarca Weasley, pero se lo replanteó al ver a Harry en el regazo de su hijo, con los labios magullados y el pelo revuelto—. ¿Charlie? —balbuceó, siendo rápidamente distraído por el ruido que hizo Molly al desmayarse.
Mientras la escena se difuminaba en el aire, Harry deseaba mirar a Severus, pero no estaba seguro de atreverse. Estaba contento de haber mostrado esa escena, quería que Sev viera que con o sin él, no tenía que estar necesariamente con alguien de su edad. Secretamente, esperaba que se pusiera celoso. Kieran parecía estar a punto de reventar de risa, pero seguía silencioso a causa de la maldición que le había lanzado Severus.
—¿Quién ganó la apuesta? —preguntó Harry, mirando de un hombre al otro.
El maestro de Pociones decidió que era preferible quitar el hechizo a Kieran en lugar de contestar la pregunta.
—Ninguno —contestó el escocés, todavía riendo—. ¡Harry, eso fue hilarante! ¡Molly desmayada en su propio jardín!
El joven de ojos verdes no pudo evitar echarse a reír también. Había olvidado algunos detalles de esa noche. Severus, por su parte, hacía esfuerzos por ocultar su diversión.
>>Espero que después de eso encontraran un mejor lugar para besuquearse que justo bajo la nariz de Molly —comentó Kieran, guiñándole un ojo.
—Nah, ése fue nuestro primer y último beso —explicó. Miró a Severus, quien parecía desinteresado—. Él no me dijo nada, pero creo que el señor Weasley le hizo prometer que yo estaría fuera de los límites. Algo sobre mantener la Madriguera como un lugar seguro y cómodo para que yo pudiera ir siempre.
—¿Qué? ¿Ni siquiera trató de luchar por ti? —Kieran hizo una mueca de indignación—. ¡Que cretino!
—Él todavía maneja algo de flirteo inofensivo —comentó Harry con una mirada lejana. Pensando, de repente se dio cuenta que Sirius acostumbraba flirtear con él de un modo sutil, aunque en ese tiempo no lo notara.
Severus no se perdió la expresión de su rostro, y asumió que el joven estaba pensando en Charlie. Se dijo a sí mismo que no le importaba, pero no fue capaz de explicar el pésimo humor que se había apoderado de él. Permaneció con el mismo humor agrio durante todo el entrenamiento, criticando casi todo lo que Harry hacía.
Para cuando terminaron, el Gryffindor estaba agotado por haber tenido que repetir tres veces o más casi todos los movimientos, hasta que Severus decidía que había hecho un trabajo digno.
Antes que Kieran partiera, pero después que declarara que el entrenamiento había concluido por ese día, el hombre se inclinó cerca del lugar donde Harry estaba recostado contra una pared.
—No te preocupes, compañero; la mejor manera de conseguir a Snape, es soltarle primero. Ya lo verás —comentó antes de desaparecer.
Harry tenía que admitir que había tratado de enojar a Severus, esperando ponerle celoso o algo parecido. Las cosas no habían funcionado bien entre ellos, y no sabía cómo hacer que mejoraran. Ahora, estaba demasiado agotado, y había perdido de vista su plan de hacer que todo fuera mejor. Estaba distraído con todos sus pensamientos revueltos cuando escuchó que el maestro hablaba, con su muralla emocional de indiferencia bien puesta.
—Terminamos por hoy, por si no lo has notado. Si no tienes intención de marcharte, puedes ayudar a limpiar —comentó Severus, cortante, mientras movía la mano hacia una sección del piso, haciendo que un montón de heno desperdigado regresara a su paca.
—Estoy demasiado cansado. Si te molesto, simplemente saldré y… —comenzó a replicar, empezando a abrir la puerta que, según había notado, conducía hacia un gran prado.
—¡No! No puedes salir de este edificio —dijo Severus rápidamente. Harry soltó la puerta, pero había logrado dar un vistazo a la enorme mansión que estaba más allá del prado—. Podemos usar estos establos, pero di mi palabra de que nadie saldría hacia los terrenos a menos que fuera una emergencia —explicó seriamente.
—¿Quién es el dueño de este lugar?
—No te interesa.
Harry bufó y se volvió a sentar.
—Si estás tan cansado, vete a casa.
—Lo haré, en cuanto esté seguro que no voy a escindirme en el proceso —replicó, pasando la manga de su camisa por su ceja, secando el sudor.
Severus le miró ceñudo.
—Hubiera pensado que a tu edad tendrías más energía. Te he visto aparecer y desaparecer de aquí varias veces en poco tiempo. ¿Por qué estás haciendo una escena hoy?
—No estoy haciendo una escena —espetó Harry—. ¿Qué te importa si quiero mantener mi cuerpo en una pieza? Tú eres el que hoy insistió en que repitiera cientos de veces cada sencillo movimiento y hechizo —replicó, indignado.
Severus le miró ferozmente ante la exageración.
—Francamente, Potter, tienes diecisiete años y dormiste hasta que tuviste que venir aquí. Yo debo haber preparado al menos tres pociones antes que tú despertaras.
—¡No me llames Potter! ¿Por qué estás comportándote como una mierda? —levantó la nariz y agitó la mano en el aire en un gesto que creía haber visto a Lockhart usar una vez, sabiendo que eso irritaría a Severus endemoniadamente—. Oh, yo elaboré tres pociones mientras tú todavía dormías —dijo, imitándole ácidamente—. Vale, bien por ti, Snape; yo desperté con la maldición Cruciatus, y com mi cicatriz doliendo tanto que pensé que me partiría la cabeza en dos.
Harry casi podía distinguir el ligero cambio en la expresión de Severus mientras el hombre recordaba que él había despertado con una visión. Ésa era la razón por la que había llegado tarde, pues había tenido que reunirse con Dumbledore. Él lo sabía, pero había estado tan complicado con todo que lo había olvidado.
—Harry, yo… —comenzó, pero el joven levantó una mano y suspiró.
—Olvídalo. Soy un idiota; hoy quería hacerte enojar, y luego me quejo por lograr justo eso. Necesitamos hablar, pero no puedo hacerlo ahora. Me voy a casa —dijo calmadamente, y desapareció.
Severus miró fijamente el espacio donde Harry había estado parado. El chico había despertado con el dolor de una Imperdonable, y luego había soportado el entrenamiento más agotador que había tenido hasta la fecha. No correría tras Harry, pero una parte de él jugaba con la idea. Tenía la oportunidad. Harry ya estaba graduado, y había dormido sobre su cama. Una cama, notó, que todavía no habían compartido. Pensó en el mes transcurrido. Luego de ver el recuerdo del ataque de Nott y la escena del parque con Harry siendo niño, no había podido evitar mantener cierta distancia entre ellos. Desde entonces, le había visitado justo antes de otros compromisos, asegurándose de que su tiempo fuera limitado. Era un débil intento de mantener las cosas a raya hasta que fuera capaz de lidiar con ellas. Aún así, no había esperado que Harry soportara eso mucho tiempo. Sabía que las cosas habían cambiado. Su relación, si podía llamarse así, se estaba convirtiendo en un chiste, y era absolutamente culpa suya. A esas alturas, no eran mejores que los estudiantes que se reúnen para meterse mano, sin tener nunca tiempo para estar juntos realmente.
Hubiera continuado rumiando sobre esos pensamientos si la marca de su brazo no hubiera comenzado a arder. Cuando llegó a los pies del Señor Oscuro, se arrodilló ante él y besó el borde de su túnica. Siempre se sentía agradecido por la máscara, que impedía que se viera la repulsión que mostraba su rostro al realizar tal tarea. Mirando alrededor con su visión periférica, se alegró de ver que no era una reunión total sino sólo de un pequeño grupo, lo que habitualmente era un indicio de que su presencia era requerida como maestro de Pociones, y no para otros propósitos más viles.
Su suposición fue confirmada. Concentrándose en la poción que tenía entre manos, hizo todo lo posible para no pensar en Harry y en lo que iba a hacer sobre su relación con él. No le ayudó el tener todavía al maldito aprendiz planeando sobre su caldero. Despreciaba al hombre con el que estaba obligado a trabajar, lo cuál sólo contribuía a dificultar su concentración, ya que ese imbécil había profanado su área de trabajo.
Agitando el caldero lentamente, esperaba a que las burbujas aumentaran apenas un poco más antes de agregar el siguiente ingrediente.
—No lo eches todavía —advirtió a su celoso aprendiz, que estaba a punto de dejar caer en el caldero una medida de ojos de tritón.
—El libro dice que debe ser ahora —protestó el otro, atrayendo la atención de un Mortífago cercano, que estaba esperando por la poción.
Severus miró al hombre con intensidad.
—El libro no toma en cuenta que yo estoy utilizando ingredientes más frescos.
—Estoy aquí para mantenerte vigilado. ¡No voy a dejar que estropees esta poción como hiciste con la última! —le retó, luchando por verter el contenido del vial.
Severus aferró la muñeca del aprendiz, manifestando lo ineficiente que era el imbécil en la elaboración de pociones, pero fue demasiado tarde. El vial fue destapado y los ojos de tritón cayeron en la poción. Los ojos negros se abrieron de par en par al tiempo que trataba de proteger su rostro de lo inevitable. La explosión, aunque no fue espectacular —en una escala Longbottom del uno al diez, era un simple cuatro—, pero fue suficiente para atraer la atención del Señor Oscuro.
El frío pareció irrumpir en la habitación junto con el malvado hombre. Sus ojos rojos escanearon el grupo. Severus estaba sentado en el piso respirando pesadamente, hechizando su túnica para enfriar el ardiente contenido del caldero, que tenía encima en ese momento. El aprendiz también estaba en el piso, pero no tan sereno como el maestro de Pociones. Voldemort bufó ante el tembloroso hombre en el suelo, limpiando el pringue de su rostro y lloriqueando por las quemaduras.
—¿Qué pasó aquí? —interrogó, girando su atención hacia el tercer Mortífago, que había estado esperando que la poción fuera terminada.
—Snape le advirtió, pero él no quiso escuchar. Decía algo sobre el libro —contestó el hombre, inclinándose y esperando que su respuesta fuera suficiente.
Ahora, los ojos rojos parecían echar fuego. Estaba furioso.
—¡Snape! Quiero esto ahora. ¿Cuán rápido puedes prepararlo? —exigió.
Severus se paró tan seguro como era posible al estar cubierto de fango.
—Puedo elaborarlo en la mitad del tiempo. Perderá algunos de los efectos visuales cuando la carne se derrita. El dolor, sin embargo, será igual de intenso que en la poción regular. Creo que encontrará satisfactorio el resultado final, dadas las restricciones de tiempo, mi Señor —declaró.
Voldemor asintió brevemente.
—¡Hazlo! —exigió, y se giró hacia el aprendiz, que a ese punto estaba ya tranquilo—. Tú permanecerás callado, y observarás —le ordenó—. Crucio —agregó antes de partir. La Imperdonable fue interrumpida pronto. El Señor Oscuro no deseaba que la elaboración de la poción se demorara aún más.
Severus se concentró y trabajo con rapidez. Cuando la poción llegó al punto en que sólo necesitaba agitar cada pocos minutos, no pudo evitar el pensamiento de que Harry habría estado dormido, y si Voldemort había estado lo bastante enojado, el chico podría haber sentido el dolor de la maldición por segunda vez en ese día. Al menos, había sido breve, pero sabía que era casi seguro que Harry hubiera utilizado la poción contra el dolor esa mañana, y no había forma en que esa tarde hubiera elaborado otra tanda del producto.
Había esperado que una poción fuera todo lo que se requiriera de él ese día, pero, lamentablemente, sus deseos se vieron frustrados cuando le fue entregada una nueva lista. No era inusual que el Señor Oscuro tomara ventaja del tiempo libre que Severus disponía durante el verano, y habitualmente se necesitaba resurtir las pociones de reserva. Y también había unas cuantas ideas que él deseaba fueran investigadas por un maestro de Pociones. Severus utilizó toda la ayuda que pudo conseguir de su aprendiz, e instaló varios calderos para agilizar el trabajo. Frecuentemente, en las ocasiones en que terminaba una lista en tiempo record, el Señor Oscuro expresaba su ‘agradecimiento’ entregándole una nueva lista. Afortunadamente, él estaba distraído con otros asuntos, y a Severus se le permitió partir una vez que el lote de pociones estuvo adecuadamente etiquetado y almacenado.
Última edición por alisevv el Mar Sep 14, 2010 10:47 am, editado 4 veces | |
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