Destinados, mi respuesta al D.I.S 2016

Ginevra Weasley y Harry Potter se unieron en matrimonio seis años después de que terminase la guerra y apenas un año más tarde la pelirroja esperaba su primer bebé. Harry tenía una sonrisa casi perpetua en el rostro, al fin iba a ser padre y tener la familia que siempre había querido. Ginny era preciosa y le amaba, nunca creyó tener tanta suerte después de todo por lo que había pasado, pero parecía que lo malo había quedado definitivamente atrás, al menos eso esperaba. Acababan de nombrarle Jefe de Aurores, el más joven que había existido nunca, parecía que lo suyo eran los records, también fue el buscador más joven del Mundo Mágico al ingresar en Hogwarts y el único que había regresado de la Muerte, o algo parecido porque aún no tenía muy claro donde había estado después de que Voldemort le lanzase el Avada Kedavra, como fuera, era algo a lo que ya había dado demasiadas vueltas y no pensaba darle ni una más el bastardo estaba muerto, lo sabía muy bien, él le había matado.

Sí, todo iba bien en su vida ahora, era tal y como había deseado siempre, una vida normal y tranquila. Acababa de terminar su turno aquel día cuando las vio y su calma se esfumó. Ginny tenía los ojos hinchados de tanto llorar y Hermione estaba muy pálida, algo muy malo había pasado, el corazón le dio un vuelco y apresuró el paso para estrechar a Ginny entre sus brazos, la joven se refugió en su marido temblando mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

—Lo siento Harry, no lo sabía, no lo sabía…—era lo único que Ginny conseguía balbucir y Harry cada vez estaba más inquieto.

—¿Qué diablos pasa?—dijo buscando con la mirada a su amiga, ya que su mujer no parecía capaz de explicarse.

—Bellatrix lanzó una terrible maldición a Ginny durante la batalla final lo hizo sin palabras por eso nadie se dio cuenta, debió ser justo antes de que Molly acabase con ella.

—¿Qué? ¿Una Maldición…? ¿De qué estás hablando Hermione?—preguntó exasperado.

—<i>puerum, et matrem morte maledices</i>—dijo la joven con voz temblorosa y a Harry le temblaron las piernas, tenía que sentarse, le faltaba el aire ¡Maldita Bellatrix, Maldita mil veces!
Fue con ella hasta un banco del parque cercano donde tomaron asiento, Ginny sollozaba en su regazo inconsolable y Harry también quería llorar, gritar y maldecir hasta quedarse sin voz. No era justo, una vez más la vida le quitaba lo que más quería, esta vez a su mujer y su bebé aún no nacido, porque eso era lo que hacía esa asquerosa maldición matar a los dos. Tenía contra hechizo, él lo conocía pero no después de tantos años, la maldición era como un parásito que iba destrozando al que la había recibido lentamente, Ginny y su hijo no tenían salvación…

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—¿A qué debo tan imprevista visita Potter?—masculló Severus cabreado, eran las dos de la madrugada y sólo a ese descerebrado se le podía ocurrir despertarlo a horas tan intempestivas, ya podía tener una muy buena razón o le hechizaría hasta cansarse. Que osara despertarle a las dos de la madrugada eran palabras mayores y esperaba que tuviera una razón muy buena para hacerlo. Pero en cuanto le miró a los ojos y vio el dolor que se escondía en ellos, supo que algo muy malo sucedía y su enfado se esfumó, casi por completo ¿Qué podía haber pasado para que el joven se encontrara en ese estado? Fue hasta el mueble bar y se sirvió una copa de brandy para él y un whisky de fuego para Potter pues presentía que la noche iba a ser larga.Harry se bebió el whisky de un solo trago y enseguida pareció a punto de estallar, empezó a toser y Severus rodó los ojos pero se levantó para darle unas palmaditas en la espalda, intentando aliviarle de alguna manera. Había sido una mala idea, Harry no bebía nada más fuerte que una cerveza y él lo sabía, le ayudó a llegar al sofá y el joven se dejó caer pesadamente, un espasmo sacudió su cuerpo y se tapó la cara con las manos inclinándose hacia delante. Estaba llorando y ahora sí que Severus no tenía ni idea de qué hacer, había lidiado con Potter muchas veces pero nunca le había visto llorar y era algo con lo que no sabía lidiar. Sintió la angustia del chico instalarse en la boca de su estómago y la sensación no le gustó lo más mínimo. Saber cómo se sentía el Auror no era agradable pero no podía evitar empatizar con él, si tan solo tuviese una idea de los sentimientos que le provocaba, pero Potter no sabía nada y no debía saberlo, nunca.

—Se mueren… Ginny y también el bebé y no puedo evitarlo de ninguna manera…— confesó el joven con voz entrecortada. Severus se había quedado de piedra, aquello sí que no se lo esperaba.

—Cuéntamelo, todo—pidió, y Harry lo hizo, lo mejor que pudo ¡Maldita Bellatrix! Perniciosa incluso después de muerta. Severus conocía la Maldición pero tuvo que darle la razón a Harry, después de tanto tiempo era poco lo que se podía hacer, aunque tal vez, solo tal vez…

—La situación es complicada no te lo negaré y no voy a darte falsas esperanzas pero llevo tiempo trabajando en una poción que si bien no puede evitar el mal que ha causado quizá pueda evitar que tu esposa y tu futuro hijo mueran.

Harry se puso de pie bruscamente con los ojos muy abiertos y llenos de esperanza ¡Merlín, esos ojos!

—¿De verdad puedes hacer algo Severus?—era tal el anhelo en su mirada y tan patente la ilusión en su temblorosa voz que Severus tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no abrazarlo, tenía que calmarse, tenía que hacerlo. Estaba loco al sentir lo que llevaba años sintiendo por él y también estaba condenado a estar solo, pero no se arrepentía porque nunca se había sentido tan vivo.

Eran buenos amigos, habían recorrido un largo camino para llegar al punto donde ahora se encontraban y no había sido sencillo pasar del aborrecimiento que siempre sintió hacia él. Era un Potter y le recordaba demasiado a su padre al que odiaba, nunca le dio la menor oportunidad y eso que la primera vez que le vio solo tenía once años.

Pero eso duró hasta que le salvó la vida, después de que la asquerosa serpiente de Voldemort le mordiera, la oportuna llegada de Potter y sus amigos le salvaron de una muerte segura y Severus Snape era muchas cosas, pero desagradecido no era una de ellas. Él era hombre de grandes pasiones tras su aparente estoicismo y circunspección, que en realidad no eran más que una fachada muy elaborada, amaba y odiaba con idéntica intensidad, y cuando decidía cualquiera de las dos opciones, se empleaba a fondo sin medias tintas. Y… estaba enamorado de Potter hacía bastante tiempo que lo sabía
¿Qué cómo había llegado a ese punto? Porque le había dado una oportunidad a Harry, después de salvarle la vida, era lo menos que podía hacer y desde que lo hizo le resultó imposible no quererlo, Potter no era como su padre, era sencillo, honesto, valiente y a pesar de todo lo que le había sucedido en la vida, aún conservaba la inocencia. Era algo increíble pero real porque si algo era Harry era noble, no había falsedad alguna en él.

Eran tan diferentes… y eso precisamente era una de las cosas que más le atraían de él; pero el joven Auror no tenía ni idea de lo que sentía por él, ni la tendría nunca. Potter estaba casado era feliz y también hetero, así que era algo completamente imposible. Había confinado ese sentimiento en un rincón de su corazón, cerrado con siete llaves, era una debilidad que no se podía permitir, no quería sufrir y si Potter lo sospechaba siquiera, se apartaría de él y prefería tenerlo como amigo, a no tenerlo de ninguna manera. Se obligó a volver a la realidad y se dio cuenta de que Harry llevaba rato observándolo con el ceño fruncido.

—¿Te encuentras bien Severus? Estás como ido.

—No, estaba pensando en lo que se puede hacer—mintió— Primero, tengo que examinar a tu esposa, necesito hacerle algunas pruebas. Venid mañana, cuando sepa en qué estado se encuentra la Maldición podré deciros algo más. Ahora vete a dormir estás hecho un asco y yo también necesito descansar.

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Ginevra Potter llevaba cuatro años en coma, Severus había conseguido parar la maldición y también que el bebé naciese sano, pero no todo el mérito era suyo, Ginny había empleado la mayor parte de su magia en proteger a su bebé y lo había conseguido pero eso había hecho que el mal avanzase en su cuerpo más rápidamente y no pudiera ser madre nunca más, sus órganos reproductores estaban destrozados. Además la había dejado sumida en un coma del que no sabían si despertaría algún dia. Era una situación espantosa, Harry no podía rehacer su vida y tenía un hijo de tres años y medio, el pequeño James que no solo era el vivo retrato de su madre sino que era tan travieso como los gemelos Weasley en sus mejores tiempos. Además era un zalamero, el mimado de todos los Weasley y de Harry, que adoraba a su pequeño, pero sobre todo era el consentido de Severus, nadie podía reñirle en su presencia y es que aquel pequeñajo le había robado el corazón.

Harry se había vuelto cada vez más taciturno solo sonreía cuando estaba con su hijo y los Weasley; cuando iba a visitarlo, algo que hacía cada vez con más frecuencia, tanto que había pensado ofrecerle una habitación en su casa de manera permanente. Se quitó esa idea de la cabeza de inmediato, Harry era una tentación demasiado grande para él, como para encima verlo todos los días.

Lamentaba mucho lo que le ocurría a la pelirroja pero sobre todo lo sentía por Harry y por él, porque la vida era odiosa en ocasiones, ahora lo era y mucho; ellos podían ser felices juntos, bueno… eso suponiendo que Harry no fuese tan hetero como era ¡Maldita sea! ¿Por qué siempre tenía que ser todo tan jodidamente complicado para él? ¿Por qué no podía tener la menor oportunidad? Le mataba ver al joven Auror tan perdido y no poder aliviar su dolor como le gustaría, pero no se atrevía.

Jugaban interminables partidas al ajedrez mágico, Severus ganaba casi siempre y compartían mucho tiempo escuchando buena música y leyendo, en la pequeña pero completa biblioteca que Severus tenía en su despacho.

Aquel dia habían hablado más que otras veces, Harry estaba más locuaz de lo acostumbrado, incluso había sonreído varias veces. Cenaron algo ligero que les preparó uno de los elfos del castillo y poco después el joven se había dormido en el sofá, poco después abrazaba a un desconcertado Severus que no sabía qué hacer. Convocó una manta para taparle y le abrazó aprovechando una ocasión que no tendría nunca más y se recreó en la paz que reflejaba el rostro de Harry, era tan joven aún y tambien tan bello. Delineó con su dedo la cicatriz de su frente y recorrió su nariz y sus labios de la misma forma, amaba a aquel hombre y él nunca lo sospecharía siquiera. Depositó un suave beso en sus tiernos labios, era la primera vez que podía hacerlo pero inmediatamente después se preguntó cómo diablos iba a poder vivir sin besarle otra vez, aunque no se arrepentía en absoluto. Lo levitó hasta su cama, lo desnudó contemplando a placer su cuerpo delgado y fibroso y luego le vistió de nuevo con uno de sus pijamas que hechizó para que le quedara bien. Se fue a dormir al sofá, aunque sabía que no iba a poder pegar ojo en absoluto.

La vida de Harry no era la que un joven de su edad debería tener, el tiempo libre lo repartía entre sus visitas a San Mungo y estar con su hijo. Ir al hospital no le hacía ningún bien a Harry, su esposa cada día estaba más demacrada, prácticamente era piel y huesos y le habían planteado desconectarla de todos los hechizos que la mantenían con vida. Los Medimagos no creían que se recuperase del coma, y si lo lograba, no volvería a ser la misma nunca, el deterioro era muy grande. Los daños eran muchos y graves y cuanto más tiempo pasaba era peor pero Harry y la familia Weasley se negaban siquiera a contemplar esa posibilidad. Era descorazonador verlo tan triste y no poder consolarlo como le gustaría.

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Ginny despertó dos días después, mejor dicho abrió los ojos porque no podía hablar y mucho menos moverse, ni siquiera tenían la seguridad de que pudiese ver ni oír, tenían que hacerle muchas pruebas pero era mejor que nada. Todos se alegraron de su mejoría, Harry estaba que no cabía en sí de contento tanto que le llevó al pequeño James para que lo conociese y Ginny lloró mucho cuando vio a su pequeño. ¡Era maravilloso…! Luego observó a Harry mucho rato sin dejar de llorar y éste apretó su mano y la llenó de besos, sabía que seguía sin sentir nada pero ahora había una esperanza de que se recuperase. Pero no lo hizo, consiguió hablar pero nada más, era imposible, dos meses más tarde la sentaron en una silla de rueda y con un hechizo la mantuvieron erguida en ella, pero nunca podría andar, además de otras muchas secuelas que le habían quedado como pérdida de memoria e incontinencia…

Severus fue a verla varias veces acompañando a Harry con James en brazos, el niño le adoraba y eso era algo que no se le escapó a la joven madre. Harry parecía otro, parecía haber recuperado de nuevo las ganas de vivir pero una sombra empañaba sus ojos, solo Hermione, Ron y Severus que le conocían bien parecían haberse dado cuenta de que le pasaba algo. Ginny también se había dado cuenta. Le dieron el alta aquella misma mañana y Harry acompañado de Ron y Severus habían ido a buscarla para llevarla por fin a su casa, su hogar. La joven se emocionó mucho al estar de nuevo allí eran tantos los recuerdos, tantos… y pensar que habían pasado más de cuatro años.

Pero ella ya no era la misma y era muy consciente de que nunca más lo sería. Había estado cuatro años inconsciente pero no sorda, siempre había podido oír lo que sucedía a su alrededor, lo que había hecho que la tortura y la impotencia fuesen inaceptables para ella. Había tenido cuatro eternos años para pensar y sabía muy bien lo que tenía que hacer.

La primera vez que pudo ver a Severus con Harry supo que tenía razón en cuanto vio como miraba a su esposo. Le debía mucho a ese hombre y sabía mejor que nadie que Harry no era tan hetero como decía ser. Al principio lo achacó a la inexperiencia de ambos, pero era lista y pronto se dio cuenta de que era algo más. Le amaba y sabía que Harry también la quería, pensó que con el tiempo todo se arreglaría pero no y no tenía caso, hablaría con Severus y también con Harry, les quería, a los dos y había algo que aún no le había dicho a nadie. Se moría... le quedaban dos meses de vida como mucho, su corazón estaba muy debilitado y solo era cuestión de tiempo que dejara de latir definitivamente, Quería, necesitaba, que Harry y su hijo fueran felices. Severus Snape era un buen hombre que amaba a su esposo y a su hijo incondicionalmente, algo que ella no podría hacer dentro de muy poco y quería asegurarse de dejarlos juntos.


Cuando Severus abandonó la casa de Godric,s Hollow solo quería desaparecer y era incapaz de mirar a Harry a los ojos, éste le preguntó qué le pasaba alarmado pero solo le respondió con un seco—Tengo que irme— y salió por la puerta. Harry estaba perplejo y algo temeroso cuando entró a hablar con Ginny pero no imaginaba ni remotamente lo que le esperaba.

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Había pasado un mes y no había visto a Harry eso le alteraba porque sabía que no quería verlo, seguramente le odiaba, pero era mejor así. Ahora el Auror conocía sus sentimientos, estaba casado con una mujer increíble, lista, bonita y buena que lo amaba más allá de lo que él consideraba razonable, una joven madre que sabía que se moría y solo quería que Harry fuera feliz, con él.

Severus no creía en los cuentos de hadas y éste era uno que se le atragantaba por muchas razones, para empezar, recordaba las mil y una veces que había maldecido a la pelirroja por estar con Potter. Tener que tragarse sus palabras, su mezquindad hasta ese punto era muy amargo de digerir, pero era peor que Harry no quisiera verle.

—Tenemos que hablar, ahora— era una orden, y conocía muy bien esa voz. Se encontraba en el callejón Diagon para comprar algunos ingredientes que necesitaba para sus pociones cuando Harry apareció, sus ojos verdes eran tormentosos y no parecía contento precisamente, pero fue todo lo que pudo deducir antes de que el Auror le tomase del brazo y desaparecieran.

Estaban en la casa de Harry pero Ginny no estaba ni tampoco James. Estaban solos.

—Han ido a la Madriguera— explicó el dueño de la casa mientras paseaba nervioso por el salón y tiraba su capa sobre un sillón de cualquier manera, parecía tan tenso como la cuerda de un violín. De pronto se paró frente a él y le besó, fue un beso brusco, furioso, no había ni una pizca de ternura en él pero a pesar de todo lo devolvió lo mejor que pudo. Sus lenguas se enredaron explorando la boca del otro y luchando por la dominación, mientras las manos acariciaban y tocaban todo lo que podían. Se separaron por la falta de aire pero permanecieron juntos, con las frentes unidas y respirando agitados.

—No te imaginas el tiempo que llevo luchando contra esto…
—Harry…
—No, déjame hablar si no lo hago ahora no se si seré capaz de hacerlo alguna vez, quiero a Ginny y siempre lo haré pero nunca he sentido con ella lo que contigo. Ella lo sabe, es maravillosa y no me la merezco en absoluto, también es muy lista y quiere que estemos juntos. He luchado contra esto no sabes cómo, ha sido el mes más difícil de mi vida y me siento terriblemente egoísta por sentir lo que siento por ti, aún así no te mentiré no estaría aquí si ella no me hubiera obligado a ir a buscarte. Quiere verte, nos esperan en la Madriguera.

—¿Qué dices? ¡De ninguna manera, es una completa locura…!—Harry rio nerviosamente.

—Totalmente de acuerdo, una completa locura pero ¿Sabes? Cuando me quedé dormido en tu sofá aquella vez creí que lo había soñado, ya entonces te deseaba tanto… y recuerdo perfectamente tus caricias y tu beso…

—Harry…

—Ahora sé que fue muy real y quiero eso contigo Severus, quiero que te muestres conmigo tal y como eres, como hiciste esa noche.

—Lo haremos Harry y las veces que tú quieras, tenemos toda la vida por delante.—Se besaron de nuevo y esta vez el beso fue muy tierno y largo, los dedos de Severus se perdieron en el revuelto cabello de su pareja mientras Harry recorría su espalda con sus manos.

—¿Vamos?— preguntó Severus cuando se separaron agarrándolo de la mano, Harry asintió con la cabeza y tomaron un montoncito de polvos flu para desaparecer por la chimenea y aparecer de nuevo en la Madriguera. Allí estaban todos los Weasley reunidos esperándoles, James corrió a abrazar a su padre y dio un beso a Severus. Ginny estaba radiante y con los ojos muy brillantes, pero no era la única, todos tenían lágrimas en los ojos.

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Ginevra Potter falleció la noche del treinta y uno de octubre en Halloween una fecha, que siempre significó mucho en la vida de Harry. La enterraron al lado de Lily y James Potter, los padres de Harry y todos los días hay preciosas flores frescas sobre su tumba. Harry la visita todos los días y jura que ha visto como le sonríe más de una vez, Severus le acompaña a menudo pero nunca la ha visto por lo que no está seguro de que su esposo no sufra alucinaciones. Harry sabe lo que ve cada vez que la visita en Halloween.

Lo que es seguro es que ninguno de los dos la olvidará jamás.


<center>FIN</center>