Título: El legado más preciado
Autor: gabrielle62
Personajes: Harry Potter, Severus Snape
Resumen: Mi respuesta al reto de La Mazmorra del Snarry "Nunca es tarde para un padre"
Género: Romance
Clasificación: G
Advertencias: Muerte de un personaje
Capítulos: 1
Publicada: 01/07/11
Palabras: 2227
Actualizada: 01/07/11
¿Completa?: Sí
Desafíos: Nunca es tarde para un padreoOoOo
Estaban a principios de junio pero el día era desapacible, llovía débilmente y el viento era desagradable, hasta el mar parecía enfurecido. Harry cruzó los brazos para proporcionarse un poco más de calor mientras corría hacia su casa. Cornualles era así, imprevisible, pero no cambiaría aquellos acantilados de salvaje y abrupta belleza por ningún otro lugar. Los vientos y tormentas que visitaban a menudo la zona, y los arrecifes que recorrían su costa, habían convertido a Cornualles en una pesadilla para los marineros desde tiempo inmemorial. Sin embargo, la aparente dureza de la región se desvanecía en cuanto brillaba el sol, entonces se podía disfrutar de sus magníficos acantilados, de playas y calas casi inaccesibles y de los impecables pueblos de pescadores perfectamente conservados que evocaban épocas pasadas.
Como buena región celta, Cornualles era tierra de leyendas, el castillo de Tintagel, cuna del rey Arturo, se encontraba en el noroeste de la región. Las ruinas de la fortaleza coronaban un maravilloso acantilado, en el que se encontraba también la cueva de Merlín. Cerca de allí, se encontraba el estremecedor páramo de Bodmin, donde murió el rey Arturo luchando contra su malvado sobrino Mordred, y la laguna de Dozmary, donde la Dama del Lago guardaba la espada Excalibur
Era un lugar mágico, tranquilo, hermoso y perfecto para vivir con Severus y criar a su hija Dánae que ya tenía siete años y que crecía sana y feliz bajo su supervisión y la de Jax un cocker spaniel color miel que era su inseparable compañero desde hacía tres años, cuando Harry lo trajo a casa. Severus en un principio no estaba de acuerdo, él nunca había tenido un perro, no le hacían mucha gracia, tal vez porque le recordaban a cierto chucho sarnoso, pero luego acabo cogiéndole cariño a Jax y tuvo que admitir que había sido una buena decisión, su hija adoraba al animal y éste no se separaba de ella ni para dormir.
Su hogar, era un precioso y acogedor cottage* en lo alto de una colina desde la que se divisaba una incomparable vista de los acantilados pero que a la vez estaba bastante cerca de Saint Ives, un precioso pueblo pesquero que presidía una amplia bahía, con tres espléndidas playas y encantadoras callejuelas que recorrían el centro del pueblo. Su casa y el entorno que les rodeaba era el paraíso particular de la pequeña familia, estaban aislados cuando lo deseaban pero lo suficientemente cerca del pueblo como para que Dánae se relacionara con niños de su edad.
El microclima de la región, su paisaje y su luz, casi mediterráneos, habían atraído a Severus y Harry como abejas a la miel, y en cuanto vieron la casa, perfecta para ellos, decidieron que su hogar a partir de ese instante se encontraba ahí. No en vano el pueblo de Saint Ives era conocido como capital de la Riviera de Cornualles.
Vivir donde lo hacían les proporcionaba una paz que nunca habían creído poder alcanzar. Gracias a Merlín la pesadilla de la guerra había quedado atrás y tras la desaparición de Voldemort a manos de Harry el Mundo Mágico había recuperado la esperanza, y Severus y Harry habían comenzado una relación en la que nadie creía en un principio y que ahora, diez años después era cada día más plena para ellos y habían cerrado la boca de muchos. Sobre todo desde que su preciosa Dánae llegó a sus vidas. Se amaban se necesitaban y se complementaban y la llegada de la niña a sus vidas fue lo que necesitaban para acabar de sentirse completos. Aunque no había siempre había sido tan fácil.
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—No necesito que me digas nada Severus, solo demuéstramelo…—gimió Harry.
Y Severus puso su mejor empeño en ello, haciéndole el amor de forma tan magistral y con tanto empeño como ponía en elaborar su mejor poción, como solo él podía hacerlo.
Entonces les daba igual donde estuviesen, en el jardín, en el salón o incluso en la cocina, la pasión y el deseo eran más fuertes que nada. No había estancia en la casa donde no habrían dado rienda suelta a sus apasionados y hasta salvajes encuentros. Se necesitaban más cada día.
Pero a pesar de poner su mejor empeño en ello, después de dos años juntos no llegaba lo que más ansiaban ambos: un hijo.
Lo habían intentado, los dos, aunque Severus prefería que fuese Harry el portador del bebé porque era el más joven, él también se había sometió a tratamiento, pero no podía. Ninguno de los dos podía engendrar un bebé.
Severus se mostraba huraño y Harry taciturno, volvieron los sarcasmos y malos humores del hombre de ojos oscuros, que si bien nunca se habían ido del todo, sino no sería Severus Snape, sino un ser de otro planeta, según Harry. Lo cierto es que su carácter se había suavizado bastante gracias a su pareja, pero ahora se sentía muy frustrado, deseaba tanto ser padre…
Tenía ya cuarenta y seis años, se sentía mayor y, eso le acababa y le ponía de un humor insoportable, convirtiendo a Harry en el blanco de sus iras. No era justo, pero no podía evitar ser un auténtico cabrón como solo él sabía serlo cuando quería y echarle la culpa a Harry, más joven y poderoso y sin embargo era incapaz de darle el hijo que siempre había deseado.
Severus era tremendo en su egoísmo y lo sabía, pero saberlo solo le amargaba más.
—Severus, el amor que siento por ti me lleva a creer que todo es posible— los ojos verdes brillaban emocionados, pero su voz era firme —quiero que sepas que tú también puedes sentirte igual que yo me siento ahora, ven conmigo hay alguien que quiere verte y no hagas preguntas, por favor...
Hacía tiempo que las cosas no estaban bien entre ellos y Severus sabía que era por su culpa, pero amaba a Harry y éste se merecía una compensación después de aguantarle como lo había hecho durante los últimos meses, así que aunque rezongó, no se negó a acompañarle.
Comprendió de qué se trataba en cuanto llegaron a San Michael, así se llamaba el Orfanato. Nunca se había planteado adoptar a un niño. Harry lo había mencionado varias veces pero él no quería ni oír hablar del tema. Quería un hijo propio, suyo y de Harry que se pareciera a ellos, no un huérfano.
— ¡Harry, si has pensado por un instante que voy a acceder a esta locura estás muy equivocado!—exclamó enfadado, pero Harry ya había desaparecido.
>> ¿Dónde diablos estará?—farfulló consciente de que los pequeños huérfanos que se encontraban allí le miraban con caritas entre sorprendidos y asustados.
Una mujer de unos treinta años con un uniforme azul oscuro se acercó a él.
— Soy Melania Silverstone, directora del Orfanato, por favor sígame señor Snape.
No se sorprendió de que le conociera siendo como era el esposo de Harry Potter el héroe por antonomasia, pero aunque la siguió gruñó:
—Estoy buscando a mi esposo, no sé donde puede haberse metido.
— ¿El señor Potter? Creo que no tendrá que buscarle mucho, ahí viene…
Efectivamente, Harry se aproximaba a ellos y traía un pequeño bulto en sus brazos, Severus sintió que le hervía la sangre, empezaba a entender el propósito de todo aquello y si su tarado esposo pensaba por un solo instante en adoptar aquel bebe ya podía quitárselo de la cabeza...
Ignorando olímpicamente la intrínseca mala leche de su pareja y con una radiante sonrisa Harry le mostró el bebé.
—Solo mírala Severus y dime que no es maravillosa…
Severus palideció al ver a la pequeña bebé, tan bonita y tan rubia que le observaba con sus increíbles y familiares ojos grises.
— ¡No es posible! Esta niña…
—Es la hija del Señor Draco Malfoy que llegó apenas vivo con su hija en brazos hace dos días. Preguntó por ustedes, dijo que no tenía a nadie mejor a quien confiar a su hija pero creo que será mejor que se lo diga él mismo…—dijo la Directora del orfanato.
— ¿Aún está vivo?—preguntó Severus con la garganta atorada por la pena y la emoción. El quería a Draco y siempre había intentado protegerle, de su padre y de sí mismo en la medida de sus posibilidades.
—Sí, pero no le queda mucho el Sanador Stone acaba de irse y no haya esperanza…
— ¿Por qué está aquí y no en San Mungo?
—El orfanato es de la familia Malfoy, señor Snape, él le buscaba a usted, fue a su casa pero estaban de viaje, por eso vino aquí, no le quedaba mucho tiempo.
Era cierto, había estado en Michigan, en una convención de Pociones Avanzadas que había durado tres días y Harry había ido con él.
— ¿Puedo verle?
—Acompáñenme por favor.
Siguieron a la mujer a través de un largo pasillo lleno de puertas, allí estaban los dormitorios de los pequeños huérfanos. Se pararon ante la última de ellas y la Directora tocó en la puerta.
—Adelante—respondió la voz rota, pero inconfundible de Draco Malfoy.
Entraron, la estancia era amplia y soleada. En una cama con dosel que parecía enorme,descansaba Draco, o mejor dicho lo que quedaba de él. El joven era prácticamente huesos y piel, pero volvió la cabeza para observarlos cuando se acercaron a su lecho.
—Gracias a los dos por venir ¡Mi niña!—exclamó emocionado incorporándose cuando vio que Harry la portaba.
>> Por favor dejadme verla… ¡Mi preciosa Dánae! —musitó cuando la tuvo en brazos las lágrimas bañaron su rostro mientras acariciaba con un dedo el rostro de su hijita que gorjeaba feliz reconociéndole.
Severus y Harry apenas se atrevían a respirar para no romper el mágico momento. Después de unos instantes Draco le devolvió la niña a Harry no sin antes depositar un tierno beso en su frente.
—Ahora ya sabes para que te he mandado llamar Severus…Me muero—dijo con voz ronca, apenas podía respirar.
>>Hace tres meses que enterré a mi esposa. Voldemort nos lanzó una maldición a Pansy y a mí cuando supo que le habíamos traicionado. La maldición se activó en el mismo momento en que engendramos a nuestro bebé. Tu...tuvimos que elegir entre morir nosotros o no dejar nacer a Dánae. Pansy y yo lo tuvimos claro desde el primer momento, nuestro bebé tenía que vivir, y ser feliz… algo que ni su madre ni yo habíamos podido ser nunca del todo, por lo que nos tocó vivir.
Una violenta tos interrumpió su discurso. Escupió en un pañuelo que Harry le tendió, era pura sangre lo que salía de su boca.
Severus reconoció la Maldición, una de las más crueles y dolorosas que existían, te destrozaba los pulmones, prácticamente los echabas por la boca hasta que te morías.
—Quiero que la cuides Severus, como siempre hiciste conmigo aunque no te lo pusiera fácil.
Draco intentó sonreír pero lo único que logró fue una triste mueca.
Severus lloraba por dentro, quería mucho a ese chico que se moría sin remedio, otra víctima más de la crueldad del Lord, del irracional salvajismo de un ser cuya vileza no tenía límites. Por fortuna estaba muerto para siempre y ya no podría hacer más daño, pero dejaba una estela de muerte, miseria y desolación en el Mundo Mágico que tardaría mucho en sanar. Pero sanaría... y la barbarie se convertiría en recuerdo.
Dánae vivía gracias al sacrificio de sus padres, que la amaron más que a nada y que habían elegido morir para que ella se salvase y darle la oportunidad de vivir la vida feliz que ellos no tuvieron. Severus se prometió dársela, la mejor que pudiera proporcionarle y a la vez se dio una oportunidad a sí mismo cuando comprendió que no era demasiado tarde para ser padre. Intentaría con todas sus fuerzas ser el mejor.
Se despidieron de Draco para siempre y abandonaron el Orfanato tristes por Draco y por Pansy, pero esperanzados de cumplir el deseo del último de los Malfoy: cuidar lo mejor posible su precioso legado