La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 [Matrimonio inadecuado] Capítulo 2

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Kayazarami

Kayazarami


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MensajeTema: [Matrimonio inadecuado] Capítulo 2   [Matrimonio inadecuado] Capítulo 2 I_icon_minitimeJue Feb 06, 2014 8:25 pm

Advertencias: Lemon, Slash (relación entre dos hombres).
Notas: Bueno, he regresado y estoy completando historias. Tenía la mayor parte de este capítulo en Dropbox desde hace año y medio. Ya era hora de terminarlo, ¿no?
Disclaimer: Ni Severus, ni Harry, ni el universo de HP me pertenecen. Son obra y gracia de J.K.Rowling y yo los utilizo sin ánimo de lucro.

Capítulo 2/2.

El pequeño café-pastelería muggle Dunkin Donuts estaba abarrotado cuando entró. A duras penas consiguió abrirse paso a codazos entre un grupo de jóvenes revoltosos que estaban volviendo loco al camarero al no decidirse.

Suspiró audiblemente al notar por donde iban sus pensamientos. ¿Jóvenes revoltosos? Debían tener su misma edad o poco más, pero era incapaz de entender que tenía de divertido cambiar de pedido cada dos segundos para marear a un pobre hombre que solo estaba haciendo su trabajo.

Y esas risitas idiotas de las chicas ante la desfachatez de los “machos” que las acompañaban eran ridículas. No entendía a su generación. Claro que él durante toda su vida había saltado de un peligro a otro, quizás si hubiera sido de otro modo estaría haciendo algo parecido.

Cuando el grupo por fin se decidió y pudo acercarse a la barra, pidió dos donuts recubiertos de fresa, dos de chocolate con almendras, tres de plátano y uno de chocolate blanco. Acompañados de un par de refrescos. Luego se lo pensó y decidió coger dos docenas más de aquellos dulces, bien variados. Una para Ron, cuyo estomago jamás le perdonaría la ofensa por no acordarse de él y otra para su propio consumo.

Pagó y se retiró hasta una mesa apartada que justo acababa de quedar libre. Dejó la bandeja sobre ella, consultó el reloj comprobando que era casi la hora y se sentó a dar cuenta de su almuerzo en medio del bullicio.

—¿Llevas mucho rato esperando? —preguntó al cabo de cinco minutos su amiga Hermione, dejándose caer pesadamente en la silla de enfrente, mientras su bolso quedaba abandonado en la contigua y se hacía con su refresco y un par de donuts.

—No, he llegado hace poco. ¿Qué tal todo por la universidad de leyes mágicas?

—Oh, es genial. De verdad creo que deberías haber optado por alguna carrera, no sabes lo interesantes que son las clases. ¡Algunos de mis profesores son los autores de los libros que usamos! Y los Viernes hay reuniones en la Cafetería para discutir las últimas sentencias del Wizengamot. Es apasionante. Tengo a varios compañeros interesados en ayudarme con el P.E.D.D.O., aunque debo confesar que parecen más atraídos por la idea de aprobar una ley revolucionaria que los ideales en sí de la Plataforma. Tampoco me estoy quejando, mejor eso que nada —la chica se lo quedó mirando con sospecha—. ¿Y tú? ¿Qué tal la primera semana de clases?

—Entretenida, cuando menos —confesó, sonriendo sin querer—. ¿Sabes? Empiezo a entender por que algunos profesores están permanentemente irritados con los alumnos. Y no, no hablo solo de Snape —añadió cuando la castaña comenzó a sonreír con suficiencia—. Lo digo en general. Algunos niños pueden ser realmente… Idiotas. El Martes me tocó con los Hufflepuff y Gryffindor de segundo. Merlín, ¿en que estaría pensando Dumbledore al combinar esas casas? Los primeros estaban aterrorizados por quién era yo y los segundos estaban empeñados en demostrar cuan dignos eran de pertenecer a la misma casa a la que yo había ido —suspiró—.  He empezado por lo más básico ya que creo que es mejor enseñarles defensa antes que ataque. Teníamos que practicar el Protego. Como ataque debían lanzar al rival objetos encantados que destilaban magia propia, cojines hechizados, concretamente. Aún no sé como lo hicieron, pero de alguna manera un pupitre salió volando contra un Hufflepuff. Sospecho que algún cabeza hueca quiso demostrar que podía lanzar el cojín con un accio y fallo miserablemente. No sabes el desastre que montó —se llevó las manos a la cabeza en un gesto de desesperación—. Y el Hufflepuff se fue por la ventana —su amiga ahora lo miraba, impactada y con la boca abierta—. Frené su caída y lo levité de vuelta al aula. Está bien, solo se ha llevado un susto de muerte. Y el resto de la clase la peor bronca de su historia. Le quité 50 puntos a Gryffindor. Todos se me quedaron mirando como si me hubiera salido otra cabeza y ahora toda la casa me mira como si los hubiera decepcionado. Me dan ganas de estrangularlos. Y para qué te voy a contar como actúan los Slytherins. Gracias a mi la mayoría tienen a sus padres en Azkaban. Dumbledore no deja de recordarme que no acepte nada de ellos. ¡Como si fuera tan estúpido!

—Bueno, tu querías ser profesor, ahora lidia con las consecuencias. ¿No estarías mejor en la Academia de Aurores con Ron? Y no, no creo que por ser quién eres te trataran de forma diferente.

—Ya sabes por que hice lo que hice —repitió el chico, cansado. Sabía que Hermione se lo decía con su mejor intención, pero eso no cambiaba el hecho de que las cosas eran como eran—. Creo que después de Voldemort no necesito más aventuras. Y no dudo que El Profeta publicaría todas y cada una de mis misiones glorificándome por los siglos de los siglos. Pretendo que la gente me olvide lo más pronto posible, o al menos que las cosas se relajen, me gustaría que llegara el momento en que pueda pasear por el Callejón Diagón sin que todo el mundo me pare para darme las gracias. En Hogwarts puedo conseguirlo. Allí la prensa no tiene acceso y yo ninguna necesidad de salir.

—¿Sigue entonces en pie lo del Quidditch? Por que eso trastocará tus planes y lo sabes.

—Lo sé —sonrió—. Puedo asumir ese riesgo publicitario. Además solo he aceptado jugar para la selección inglesa durante el Mundial, que es dentro de dos años.

—Lo tienes todo calculado, ¿eh?

Carraspeó, incomodo. De hecho, ese era el momento ideal para contarle el motivo por el que realmente la había citado ese sábado para almorzar juntos. Si alguien le podía dar una opinión objetiva del asunto era la castaña.

—No todo. Verás, sucedió algo con Snape el primer día de colegio.

—Oh, Harry —lo miró con pena—. Te dije que era muy posible que después de la guerra volviera a tratarte como antes. Además ocupas el puesto que él quería y su esposo te odia con ganas.

—Er, no. La cosa no va precisamente por ahí. Yo…Creo que cometí un error —lo que traducido en la mente de Hermione quería decir que hizo una estupidez muy, muy grande y así era—. Me declaré —confesó, en un tono bajo, incapaz de mirar más allá de su donut.

—¿Qué hiciste qué? ¿Estás loco, Harry? ¡El profesor Snape está casado! ¡Fuiste a su boda! ¡Tú mismo me contaste en su día que estaba enamorado de Malfoy! Oh, Merlín. ¿Qué dijo? ¿Se enfadó, verdad?

—No. Casi acabamos en la cama.

—¡¿Qué?!

—¡No grites! Lo escuché discutir con Malfoy por la chimenea sobre no ir a una fiesta por que estaba muy cansado y entré a su despacho. Le dije lo que sentía y lo besé, me correspondió. Luego me besó él y me preguntó hasta donde estaba dispuesto a llegar. Deja de mirarme así, no soy tan gilipollas, le dije que si no estuviera casado hasta donde él quisiera y me fui —acabó a toda velocidad, enrojeciendo al recordar como le había acabado diciendo también que era virgen. ¡Morgana! ¿Qué le había poseído para contarle eso a un hombre que había pasado la mayor parte de su existencia amargando la suya?

Y sin embargo, Snape había cumplido con su palabra. No había vuelto a mencionar el incidente ni tampoco se burló de él cuando pudo. Apenas coincidían en el Gran Comedor en las comidas, ya que el hombre desayunaba muy temprano y muchas veces no acudía a la cena, pero cuando lo hacían, sentía esos ojos negros penetrantes clavados en su persona todo el tiempo.

Lo ponía nervioso no saber en que situación estaba. Si el maestro en cualquier momento volvería a su habitual forma desagradable de ser con él. Y no reunía aún el coraje para hablarle de nuevo y salir de dudas.

—Vaya. Eso es…inesperado —afirmó su amiga, sabiendo que no obtendría una explicación más detallada. Y luego clavó sus inteligentes ojos marrones en él—. Escucha, me gustaría decirte que tienes esperanzas, pero no lo creo —se inclinó a un lado y comenzó a rebuscar en su bolso, hasta dar con el ejemplar de El Profeta de ese día y pasárselo—. Lee.

“LA PAREJA CON MÁS GLAMOUR DE LA DÉCADA” era el artículo anunciado en la portada. Y bajo él, una foto de Snape y Malfoy elegantemente vestidos en lo que informaba había sido una gala benéfica auspiciada por los Malfoy a favor de los huérfanos de la guerra. El reportaje continuaba en la página 3 con más fotografías de ellos en diversos eventos y un montón de comentarios de funcionarios de renombre del ministerio alabando la educación de la que hacían gala y el papel del espía.

—Y eso no es todo. Desde su boda han estado apareciendo en portada de Corazón de Bruja, el otro día me encontré con Parvati, que ahora trabaja en la revista y me dijo que incluso estaban pensando en hacer un especial de ellos. Son vistos juntos muy a menudo y nada denota que su matrimonio vaya mal, Harry. Puede que los escucharas discutir, pero todas las parejas discuten. Eso no significa que estén a punto de romper.

—¿Y por qué demonios me besó?

—¿Te has mirado en el espejo últimamente? —la chica sonreía con picardía—. Oh, vamos, no te sonrojes. Tienes muy buen cuerpo y eres atractivo. Además, dices que estaba cansado. Muchas veces no somos muy conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor si estamos agotados. De hecho, recuerdo una vez en que tú y Ron se pusieron unas preciosas braguitas rosas para irse a dormir.

—¡Por que Seamus y Dean transformaron toda nuestra ropa interior en lencería femenina! Acabábamos de terminar un entrenamiento de quidditch de cinco horas bajo la lluvia, estábamos molidos, abrimos el cajón y ni vimos lo que nos poníamos —aseguró con vehemencia—. Puede que sea gay pero no soy de ese tipo —sonrió—. Aún recuerdo la cara de Ron al día siguiente cuando bajó a la Sala Común sin notar que le habían echado un hechizo de invisibilidad a su pijama.

Ambos rieron al recordarlo. El pelirrojo había estado furioso durante días. Solo se calmó tras cobrar venganza gracias a sus hermanos Fred y George, que le enviaron una caja de pasteles princesa que al ser ingeridos por Seamus y Dean transformaron sus ropas en escotados y apretados vestidos de stripper multicolor en medio del Gran Comedor.

—Gracias —y no lo dijo solo por la capacidad que tenía de hacerle cambiar de tema y reír después de quitarle toda esperanza, sino por estar ahí. Por estar siempre para él.

—De nada, Harry —respondió, tomando un donut de fresa y pasando a preguntarle sobre su plan de estudios.

-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-

El Lunes por la tarde, tras un ajetreado fin de semana lejos del colegio en donde había terminado saliendo a comprar por el mundo muggle con Hermione y disfrutado de un Domingo familiar con los Weasley y un contentísimo Ron que se empeñó en batirse en duelo con él para demostrar sus nuevas habilidades y quedó desconsolado al perder, Harry sacó fuerzas de la flaqueza y tocó a la puerta del despacho de Snape.

—Adelante.

Entró y se encontró con el profesor revisando pergaminos mientras mojaba la pluma en tinta roja. Ese debía ser el terrible ensayo de veinte centímetros que había tenido histéricos a los Gryffindors de segundo durante todo el fin de semana, según McGonagall. Incluso habían tenido un par de peleas por libros de pociones en la biblioteca.

—Buenas tardes —saludó y se complació cuando el otro levantó la cabeza con rapidez y se lo quedó mirando fijamente—. Quisiera aclarar un par de cosas, si no es mal momento.

—Últimamente nunca es buen momento para nada, Potter. Pero venga, diga lo que tenga que decir.

—Bien —tomó aire y enfrentó cara a cara al hombre—. Quiero disculparme por lo que dije hace una semana. Y también por lo que hice. No estaba pensando con claridad.

—¿Estaba pensando siquiera? —cuestionó el otro con sorna.

—Probablemente no —coincidió con una sonrisa, sorprendiéndolo—. Ya sabe, soy un gryffindor descerebrado. Sé que está casado y que me aproveché de un momento en que se encontraba agotado. Lo lamento.

El pocionista se lo quedó mirado, a la espera. Harry clavó sus ojos verdes en él, a su vez. No parecía mucho mejor que al inicio de curso. Tenía ojeras y el pelo un poco grasiento por los vapores de los calderos. Distaba mucho de la imagen que presentaban los diarios y revistas de él, tan elegante. Pero bien pensado, ¿qué motivos podía tener en Hogwarts para querer lucir bien? Ninguno. Y todos los imaginables para arreglarse para su esposo, que reconocía abiertamente que era guapo, aunque un capullo integral.

—¿Y bien? —preguntó finalmente Snape, tras quedarse ambos en silencio durante unos minutos—. ¿No va a retirar también su imprudente declaración?

Harry sintió como le ardía la cara de la vergüenza. ¿Estaba burlándose…? No lo parecía. Tragó saliva pesadamente y tomó aire tan discretamente como pudo antes de responder, recordándose a si mismo que había podido con cosas peores y que si quería mantener una amistad con él, debía ser sincero.

—No. Me estoy disculpando por mi forma de actuar, sé que estuvo completamente fuera de lugar dadas las circunstancias, pero no puedo negar que mis sentimientos son reales —hizo un esfuerzo por seguir manteniendo el contacto visual, pasando a tutearlo sin permiso—. Me hubiera gustado decírtelo antes de que te casaras, pero no es como si hubiera tenido una oportunidad contigo. Para cuando me di cuenta, ya sabía que estabas enamorado de Malfoy y estaba en medio de la guerra.

—¿Sabe lo raro que es escuchar algo como eso viniendo de alguien que ha afirmado odiarme durante toda su vida?

—No. Pero si sé lo raro que es darte cuenta de que estás enamorado de un hombre que se juega la vida haciendo de espía para salvar otras, que es ingenioso aunque severo, que es capaz de convertir cualquier comentario en una replica mordaz, que te odia por cuanto te pareces a tu padre y que para colmo está enamorado de un cretino. Pero que le voy a hacer, es mi mala suerte natural —le dio una sonrisa triste—. Me gustaría que fuésemos amigos. Sé que ahora mismo no es posible, pero la verdad es que al margen de mis sentimientos lo considero una persona increíblemente valiente. Y me gustaría conocerlo mejor, en el futuro, si no tiene inconveniente y me diera la oportunidad de demostrar que no soy como mi padre.

—Eso no es necesario —Snape lo miraba intensamente—. Sé que no tienes de James Potter más que la apariencia física. Él jamás habría aceptado un discreto puesto como profesor después de librar al mundo del peor mago oscuro de todos los tiempos. Se habría dedicado a vivir de su fama —añadió con una amargura que el moreno no comprendió, para después adoptar un tono mucho más neutral—. Tampoco se habría declarado a un hombre de casi cuarenta años pudiendo elegir entre toda la población mágica del país.

—Está claro que, en algunas cosas, mi padre tenía más sentido común que yo —afirmó ante lo último, riendo entre dientes—. Aunque nadie puede criticar mi buen gusto, está considerado uno de los hombres con más glamour de la década.

El pocionista gruñó disconforme.

—No me recuerde ese maldito artículo.

Harry se contuvo de comentarle que él se había mofado en su día de todos aquellos que lo señalaban como un demente trastornado. En cambio, decidió que ya era hora de irse. Antes de que siguiera soltando más estupideces sentimentales.

—Bueno, me marcho ya. Sé que está ocupado y tengo que preparar las clases de mañana. Que pase buena tarde.

Dio un par de pasos hacía la puerta, bastante aliviado de que todo hubiera ido tan bien, o lo que era lo mismo, de no haber cometido otra estupidez.

—Potter —se giró brevemente ante la llamada. Snape no lo estaba mirando, había regresado a los pergaminos—. Lamento no poder corresponderle.

El chico abandonó el despacho con el corazón encogido. Habría preferido ahorrarse el rechazo. Aunque quien sabe, quizás ahora sí podría olvidar y avanzar. Por Merlín que así fuera, deseaba un poco de felicidad para él.

-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-

La semana pasó sin nuevos incidentes desafortunados entre los Gryffindors y Hufflepuffs y Harry casi pudo decir que le gustaba enseñar. Cuando no estaba dando o preparando sus clases o de guardia por los pasillo se dedicaba a responder el correo de sus amigos. Afortunadamente el Ministerio se ocupaba de las cartas de sus fans, de otra manera habría tardado meses en identificar las que le interesaban de las que no.

Algunas tardes tomaba el té con Dumbledore en su despacho, algo que tenía entendido solía hacer con Snape antes de que este se casara. Había notado, irremediablemente, la distancia que había ahora entre el anciano mago y el que consideraba su hijo.

El pocionista siempre se sentaba lejos del director en la mesa y había descubierto a este último enviándole miradas apenadas de tanto en tanto. No hablaban fuera de las reuniones de profesores de los Viernes y si Snape necesitaba materiales o algo enviaba una breve nota por lechuza.

Por su parte, aún no estaba listo para tratar de entablar amistad con el hombre y lo evitaba en medida de lo posible, cruzando apenas un par de saludos educados cuando coincidían.

Y la situación continuó así hasta el domingo a medianoche.

Harry estaba cómodamente sentado en sus habitaciones, leyendo un libro sobre Ritos Oscuros, cuando el mapa del merodeador emitió un destello rojizo. Recordando que lo había hechizado para que le avisase cuando había alguien a quién no le tocaba guardia deambulando por los pasillos, echó una ojeada, para descubrir a Severus Snape de camino al despacho del director.

Pensó seriamente en tomar la capa de invisibilidad y espiar lo que iba a ser o una buena sesión de reproches mutuos o la largamente esperada reconciliación, pero finalmente consideró que si deseaba que ellos confiaran en él, debía comportarse como un adulto por una vez. No era su asunto. Y tarde o temprano averiguaría los resultados de la charla.

Inquieto pero satisfecho consigo mismo, se fue a dormir.

-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-

A la mañana siguiente, Harry impartió sus clases con tranquilidad. El Lunes los alumnos siempre estaban más calmados, después de dos días de relax, excepto los que habían olvidado o preferido no hacer sus tareas.

A la hora de comer, no obstante, la paz se esfumó. Dumbledore anunció que se cancelaban las clases de Pociones de esa semana por indisposición del profesor y que aprovecharan esas horas para repasar las asignaturas que llevaran más flojas.

Mientras los alumnos festejaban la noticia, el profesor de DCAO miró muy preocupado al director del colegio.

—Lo siento, Harry. Pero no me corresponde a mí contártelo.

—Pero, ¿está bien, no? No se ha enfermado ni nada parecido.

—No, goza de buena salud. Es otra clase de enfermedad la que lo aqueja.

Y no quiso decir más.

-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-

Al llegar la noche, el moreno descubrió por fin lo sucedido, cuando su lechuza entró volando por uno de los ventanales de su habitación y dejó caer una revista frente a él. Era Corazón de Bruja y tenía la fecha del día siguiente. Llevaba una pequeña nota que se apresuró a desdoblar.

Tienes que leerla, pero por favor no te hagas falsas ilusiones. No sé si esto significa algo.
Hermione.

P.D. Le debes una fotografía firmada a Parvati por conseguirla antes de tiempo.


Con el corazón acelerado, tomó la revista.

“SEVERUS SNAPE SOLICITA EL DIVORCIO” gritaba el encabezado y casi se cae de la silla de la impresión. Siguió leyendo con avidez.

El reconocido pocionista y obsequiado con la Orden de Merlín de Primera Clase por sus servicios como espía durante la guerra, Severus Snape, solicitó ayer por la mañana el divorcio apenas tres meses y medio después de su boda con el joven aristócrata Draco Malfoy.

Un funcionario del Departamento de Matrimonios y Enlaces Mágicos que prefiere mantenerse en el anonimato nos lo ha confirmado a primera hora de la mañana.

Esta noticia ha impactado a nuestros reporteros, ya que la pareja ha sido muy vista en diversos actos sociales desde su matrimonio y en ningún momento han dado señales de que su relación fuera camino al desastre.

“Era de esperarse” nos ha comentado el renombrado psicomago Eloías Becker “No es lo mismo enamorarse que compartir tu día a día con otra persona. Y debe ser francamente difícil convivir con el señor Snape, con la clase de vida que ha tenido que llevar. O quizás con cuarenta años este no es capaz de aguantar el ritmo de un joven de veinte”.


Harry lanzó la revista contra la pared, furioso al ver que el artículo continuaba con diversas opiniones similares a la del psicomago. ¿Cómo que era difícil vivir con Snape? ¿Qué era eso de que no podía llevar el ritmo de Malfoy? ¡Estúpidas revistas del corazón! Siempre contando una sarta de tonterías, en lugar de centrarse en cosas más importantes.

¿Y por que demonios había solicitado el divorcio si estaba enamorado? No tenía nada que ver con lo que había sucedido entre ellos, ¿verdad? Quizás Malfoy se había enterado y… No, por que habría pedido él el divorcio.

¿Entonces…?

Decidido a no irse a dormir sin una respuesta, abandonó sus habitaciones y se encaminó a las Mazmorras. Estaba seguro de que el hombre estaría allí. Si era cierto lo que decía Corazón de Bruja, no tenía sentido que estuviera con su marido.

Con un movimiento de varita, mandó al demonio las protecciones con las que el hombre bloqueaba su despacho y entró. La sala apestaba a alcohol. Había varias botellas de whisky de fuego vacías y desperdigadas por la estancia. Algunos libros habían caído de la estantería y solo quedaba una pila de cristales de lo que sin duda en algún momento había sido un jarrón o tarro de pociones. El desolador panorama parecía gritarle “vete de aquí, quiero estar solo” pero los Potter no se guiaban a menudo por su sentido común. Y tampoco se comportaban como adultos dos veces en el mismo día.

Colocó de nuevo las protecciones del despacho y desarmó las de las estancias privadas del maestro. Entró por la puerta y la selló con un hechizo al mismo tiempo que la cerraba. Luego, se preparó para encarar a Snape.

El mencionado estaba sentado en una silla cercana a una bonita mesa de caoba, en la salita de estar previa a su dormitorio. Alzó la cabeza cuando escuchó la puerta cerrarse y sus ojos negros se abrieron ligeramente al reconocerlo.

—¡Potter! ¡¿Qué demonios…?!

—¿Por qué ha pedido el divorcio? —preguntó a bocajarro, sin dejarlo terminar su pregunta—. ¿Es por lo que pasó? ¿Se ha enterado Malfoy? Merlín, si quieres puedo hablar con él…

Iba a continuar su discurso cuando Snape se echó a reír. Era la primera vez que lo veía hacerlo en toda su vida y deseó que no fuera la última. Aunque le preocupó un poco no saber que le parecía tan divertido al hombre.

—Potter, Potter, Potter —comentó cuando pudo, con una sonrisa amarga en el rostro—. El sacrificado héroe. Inconsciente, temerario, lanzándose de cabeza al peligro. Irrumpiendo en mitad de la noche en mis habitaciones con sus suposiciones y exigiéndome explicaciones sobre mi vida privada. ¿Siempre el mundo tiene que girar a su alrededor? ¿Qué le hace pensar que tiene algo que ver con el hecho de que haya solicitado el divorcio?

—Pues… Se veían tan bien juntos en el periódico y en todas esas reuniones sociales que pensé…

—Ahí está el problema. Pensó. ¿Acaso a lo largo de los años no ha notado que tiene una extraña tendencia a equivocarse cuando se trata de mí?

Calló, sintiéndose un estúpido de campeonato. Y Snape ni siquiera parecía estar mal. Su ropa estaba limpia y su cabello también. Quizás el caos del despacho había sido generado el día anterior. Desde luego, estaba perfectamente lúcido y no olía a alcohol.

—Bien, está bien. Yo solo… Estaba preocupado. Pero ya veo que está todo bien. Eh, creo que me voy. Si, eso. Disculpe la interrupción y eso.

—Siéntese, Potter —ordenó el pocionista, para su sorpresa—. La experiencia me dice que cuando quiere algo mete sus narices de por medio hasta que lo obtiene. Y definitivamente no lo quiero investigando por su cuenta y haciendo preguntas indebidas —el moreno se sentó en la silla de enfrente, sintiéndose un poco mal por el concepto que tenía de él—. ¿Qué quiere saber?

—¿Por qué se ha divorciado de Malfoy?

—Por que no quiero seguir casado con él —respondió el otro, evasivo.

—Bien, eso puedo deducirlo yo solito. Si va a contármelo cuéntemelo, si no me marcho y lo dejo tranquilo.

—¿Y tener mañana a su amiga Granger investigando el asunto y enturbiando aguas tranquilas? No, gracias —suspiró largamente—. ¿No le resulta extraño que Lucius Malfoy aceptara de buenas a primeras que su único hijo se casara con un hombre más o menos de su edad, sin título ni fortuna, que además había luchado por unos ideales opuestos a los que su familia había defendido durante siglos y que es mestizo?

Harry no se había parado a pensar en eso ni un solo minuto, envidiando como envidiaba la situación de Draco. Se sorprendió al darse cuenta de que la actitud del patriarca de los Malfoy, vista así, no tenía ningún sentido.

—La guerra ha dejado a los Malfoy en una situación lamentable. El mundo mágico los desprecia y Lucius se ha encontrado con que todas las vías para negociar con que contaba antes ya no existen. Han sido excluidos de las reuniones y fiestas sociales. O al menos, lo habían sido. Ahí es donde entro yo —su voz destilaba amargura, sus ojos estaban clavados en el suelo—. Orden de Merlín de Primera Clase, el sacrificado espía. Contigo y tus amigos negándoos en rotundo a ser exhibidos como monos de feria de un acontecimiento a otro, el resto de nosotros llamamos mucho la atención al aparecer en cualquier lado y todos quieren felicitarnos y vanagloriarse de nuestra presencia.

—Entonces —dijo el Gryffindor, perplejo e incrédulo, comprendiendo cuan Slytherin había sido aquella boda—. ¿Solo se casó para ayudar a los Malfoy?

El hombre lo miró, furioso.

—¿Le parece que después de siete años burlándome sin piedad de su fama, me expondría felizmente a que todo el maldito mundo mágico hable sobre mi vida privada, ahora que tengo la mía propia, solo para ayudar a los Malfoy?

—Está enamorado de Draco Malfoy —comentó tranquilamente—. Yo haría absolutamente cualquier cosa por amor.

—No por un amor unilateral, sin posibilidad de retribución.

—Somos muy diferentes. Yo haría lo que fuera por la persona que amo, sin importar si me corresponde o no.

—No le estoy reprochando nada —el hombre lo miró—. Estoy hablando de mi. No estaba dispuesto a reconducir a los Malfoy hacía la cumbre de nuestra sociedad simplemente por amor a su heredero —hizo una breve pausa—. Actúe como un idiota. Draco me convenció de que él lo intentaría, que quería una oportunidad de conocerme realmente —apretó los puños—. ¿Quiere saber por que pedí el divorcio, Potter? Lo encontré en la cama con Zabini.

Harry jadeo, impresionado.

—¿Y que le dijo?

—Intentó convencerme de que era mejor así. Que a su lado yo tendría todo cuanto pudiera necesitar económicamente hablando. Draco olvidó que no soy ambicioso y mi sueldo como maestro en pociones me permite vivir cómodamente. Además, Albus me provee de cualquier ingrediente que pueda necesitar, por caro o exótico que sea. Así que le dije que hasta ahí habíamos llegado.

—¡Pero es injusto! ¡Encima que le ha ayudado, ahora los periódicos la tomarán con usted!

—No lo crea, Potter. Albus ostenta de nuevo el puesto de jefe del Wizengamot y como bien pudo comprobar en su quinto año, ese tribunal controla a El Profeta. Es probable que el resto de revistuchas del corazón disfruten poniéndome como el malo del cuento y oh, será terrible la mala opinión que muchos adolescentes se formarán de mi —una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro—. Pero los magos y la prensa seria estarán a mi favor, de manera que incluso deje a los Malfoy en peor situación que antes. ¿Qué habrán hecho para que solo tres meses después de la boda el reconocidísimo espía pida el divorcio? Si Draco no ha sido lo suficientemente discreto, es posible que en algún momento salga a la luz su infidelidad con Zabini, aunque espero que no ocurra.

Harry sonrió. Snape no quería ser el pobre hombre engañado para el resto del mundo. Aunque su ánimo reciente decayó un poco cuando una duda cruzó por su mente.

—¿Sigue enamorado de Malfoy?

El pocionista se quedó mirándolo y por un momento, pareció pensativo.

—No —respondió, inundando de alivió al profesor de DCAO—. Admito que aún me siento atraído por él, pero creo que deje de amarlo poco después del matrimonio.

—¿Y-y..? —se armó de valor—. ¿Y cree que yo tenga alguna posibilidad? —preguntó, con el corazón martilleándole en el pecho de puro nervio—. No ahora, claro, pero… Dentro de un tiempo, cuando se haya divorciado y todo quede en el pasado, ahora que ha reconocido que no soy la copia de mi padre, ¿cree que podría darme una oportunidad?

—Potter, no tengo ninguna intención de involucrarme sentimentalmente con nadie —aseguró, sin saber que cada palabra pronunciada le dolía como un puñal al Gryffindor—. Aunque le dijera que si, podrían pasar años hasta que me permitiera intentarlo.

—Hace más de un año que estoy enamorado de ti —susurró, sin atreverse a mirarlo a la cara, muerto de la vergüenza por la confesión—. Si me dices que sí, te esperaré el tiempo que haga falta.

Ambos callaron después de eso. Snape intentó que sus ojos se encontraran nuevamente para intentar deducir cuanta verdad había en aquellas palabras, pero el joven estaba empeñado en mirar a un lado. Se levantó de su asiento y tomó su rostro con la mano por el mentón, obligándolo a mirarle.

Era hermoso, sin duda. Los solteros y solteras del mundo mágico darían lo que fuera por tenerlo una noche en sus camas. ¿Por qué tenía que estar ahí, precisamente diciéndole eso a él? Lo había despreciado, herido y traicionado en muchas ocasiones. ¿Cómo había podido Potter enamorarse de él solo por que comenzó a tratarlo cordialmente durante sus clases de Oclumancia? Antes, incluso, si había sido hace un año.

¡Él lo había visto todo, lo sabía todo! Las muertes, las torturas, el dolor… Las acciones que asfixiaban su alma y su corazón. ¿Y decía amarlo? ¿Cómo podía creer en algo así, especialmente después de la traición de Draco?

Pero el joven ante él no tenía nada en común con el sangre-pura. Para empezar, jamás había utilizado a nadie a su conveniencia, todos lo había usado a él como arma. Tampoco tenía nada que ganar con aquello y si mucho que perder si decidía rechazarlo y humillarlo por el resto del curso.

¡Merlín! Luchó tanto durante toda su vida, ¿por que no darle una oportunidad? ¿Qué podía perder? Potter no iba a exhibirlo ante nadie, era más que celoso de su intimidad.

Tomó una decisión.

—Está bien —aceptó, sobresaltándolo un poco—. Te daré una oportunidad.

No le dejó tiempo para alegrarse, se inclinó y lo besó suavemente.

Harry le correspondió, pasada la sorpresa inicial. Le cedió el control y abrió la boca, permitiéndole acceder a ella. Lo escuchó gemir y levantarse para aferrarse a él, pasándole los brazos alrededor del cuello, mientras el lo tomaba por la cintura y lo presionaba contra su cuerpo.

Fue un beso largo, húmedo y maravilloso que los dejó a los dos jadeando y mirándose fijamente, permitiendo a Snape perderse en sus brillantes y desbordados de deseo ojos verdes. Segundos después, el moreno volvió al ataque, está vez mordiendo y tratando de dominar, lo que los tuvo enfrascados en una larga batalla de lenguas de la que ninguno consiguió declararse vencedor.

—Cama —pidió para su sorpresa el joven, deteniendo momentáneamente el beso.

—¿Estás seguro? La primera vez no es muy agradable.

—No me importa —presionó más fuerte, demostrándole que estaba excitado—. Si es contigo.

Mandando a su sentido común de vacaciones, el pocionista arrastró al joven hacía una pequeña habitación contigua a la salita de estar, ocupada por una cama matrimonial con doseles y suaves sábanas de color verde esmeralda.

Tiró al chico contra la mullida superficie y fue al baño a buscar el lubricante. Cuando regresó, Potter se había sentado y quitado la camisa, por lo que pudo deleitarse con un primer plano de su fuerte y atlético cuerpo.

Dejó el frasco en la mesita y se desabrochó la túnica lentamente, mientras sus ojos recorrían con hambre la piel expuesta y desnuda del moreno. Planeada ir lentamente, dándole tiempo a pensar bien en lo que estaba haciendo y recapacitar, no fuera ha arrepentirse en el último minuto, pero el nuevo profesor gruño al ver la cantidad de ropa que llevaba y lo tiró a la cama con él.

—Evanesco —susurró, dejándolo completamente desnudo y un tanto atónito ante el despliegue de magia sin varita.

Iba a reprocharle tanta prisa, pero el moreno susurró de nuevo el conjuro y tanto sus pantalones como ropa interior se desvanecieron, provocando que ambos cuerpos entraran en contacto y Snape jadeara de la impresión.

—Mocoso provocador —acusó, devorando nuevamente la boca ante él, mientras el chico aumentaba la presión entre ellos y su miembro erecto frotaba contra el propio.

—Más... —gimió Harry , pidiendo más contacto, más fricción, más de lo que fuera.

—Como sigas provocandome...

—¿Qué harás? —preguntó el joven, con los ojos verde entrecerrados, la viva imagen de la juventud y la lujuria—. ¿Follarme, Snape? No creo que tenga problema con eso.

—Ya veremos —aseguró este, tomando el miembro dolorosamente duro de su amante y masturbandolo con fuerza, deleitándose con los gemidos que escapaban de la boca del moreno, de su cuerpo arqueándose pidiendo más de lo que estaba dándole. Le mordió los pezones, el cuello, el pecho fuerte y duro. Harry lo besó de nuevo, demandante, atacándolo con su lengua, jadeando por el esfuerzo y el deseo.

Dejó de acariciarlo un momento y cogió el frasco del lubricante, untando uno de sus dedos con la crema transparente y gelatinosa.

—¿Estás seguro de que quieres esto? —preguntó, recostándose sobre el moreno, que pasó los brazos por su espalda y lo atrajo contra él para poder besarle de nuevo.

—No he estado más seguro de algo en mi vida —susurró, encendido—. Por Merlín, hazlo ya.

—¿Qué quieres que haga exactamente, Potter? —preguntó, llevando una mano a la entrada del moreno.

—Cabrón. No juegues. Ah —gimió, sintiendo un frío dedo jugueteando en su culo—. Follame.

—Será un placer.

El pocionista lo preparó con calma, ignorando las quejas y los intentos del antiguo gryffindor de acelerar las cosas. Primero lo dilato todo lo que pudo con un dedo y luego introdujo el segundo, tanteando la zona mientras Potter se deshacía en gemidos en sus brazos y notaba como su pene goteaba contra su estomago.

—Joder, se siente bien —murmuró, perdido en las sensaciones.

—Ya veremos si cuando terminemos te sientes tan bien —apuntó Snape, introduciendo un tercer dedo.

—¿No puedes dejar de ser un bastardo —jadeó incomodo ante la nueva intrusión— ... ni siquiera mientras tienes sexo? —cerró los ojos e intentó relajarse—. Ahora es un poco molesto.

—Pasará.

Y tenía razón, por que al poco sintió como los dedos de Snape tocaban algo en su interior que enviaba una corriente eléctrica por todo su cuerpo y se estremeció violentamente.

—Dios, eso ha sido... —no encontró las palabras para describirlo, así que agarró la cabeza de maestro en pociones con sus manos y lo besó profundamente, gimiendo cuando su amante le correspondió mordiéndole la lengua.

—¿Listo? —preguntó Snape, posicionándose sobre él y dirigiendo su miembro previamente lubricado a la entrada del héroe. El moreno asintió y comenzó a penetrarlo lentamente.

Harry cerró los ojos con fuerza ante la intrusión. Dolía como mil demonios, pero no quería que se detuviera por nada del mundo. De todos los dolores que había tenido que soportar en su vida, aquel era el más placentero.

Tuvo que morderse los labios con las primeras estocadas para no gritar. No quería darle a Snape ni un solo motivo para detenerse. Cuando el pocionista comenzó a masturbarlo, el malestar y el placer se fusionaron como si fueran parte de los mismo y comenzó a jadear con fuerza, notando como le faltaba la respiración.

—Eres jodidamente estrecho, Potter —susurró Snape, penetrándolo con más fuerza, más profundamente, tocando el mismo punto sensible que habían alcanzado antes sus dedos y haciéndole estremecerse y apretarse contra él.

—Dios... Ahí... Más, más fuerte...Más —pidió, olvidándose de la vergüenza y de cualquier humillación a la que su amante podría someterlo en el futuro, con la mente nublada sintiéndose abierto, derretido, fundido con la persona que amaba.

Snape aceleró el ritmo, sintiendo como su orgasmo se acercaba y acariciando con más fuerza el pene de su amante.

—No puedo más, Snape... —dijo entre jadeos, antes de arquearse y correrse en su vientre con fuerza, mientras su amante le embestía con fuerza, derramándose en su interior algunas estocadas después, haciéndole sentir lleno y extraño a partes iguales y provocandole escalofríos cuando se dejó caer contra su cuerpo.

—Joder, eres bueno en esto... —suspiró Harry cuando hubo normalizado su respiración, haciendo círculos con los dedos en la espalda y los brazos del hombre.

—No tienes con quién compararme, Potter.

—Ni falta que me hace —aseguró el joven, y le sonrió, para luego hacer una mueca y suspirar—. ¿Quieres que me marche a mis habitaciones?

—¿Es lo que quieres hacer?

—No.

—Pues entonces quédate.

-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-

La mañana encontró a los dos profesores durmiendo en la misma cama. Lo suficientemente cerca como para sentir el calor del otro, pero sin contacto físico de por medio más allá de la mano que Harry dejaba descansar involuntariamente sobre el pecho de Snape.

A las 7 se activó el hechizo alarma que indicaba que en dos horas empezarían las clases.

Harry se desperezó estirándose como un gato, aún adormecido, mientras que Snape abrió los ojos y se quedó paralizado al ver al joven con quién había compartido la cama.

—Potter —dijo, como asegurándose de que era real.

—Buenos días, Snape —deseó el moreno, sonriendole hasta que notó su expresión y la sonrisa desapareció de sus labios—. ¿Pasa algo?

—No.

Pero no se lo creyó.

—¿Te arrepientes? —quiso saber, incorporándose hasta quedar sentado, negándose a sentir vergüenza por estar desnudo.

—No lo sé —respondió el pocionista sinceramente.

—Supongo que entonces tendré que esperar a que lo descubras—dijo Harry llanamente, poniéndose en pie y cubriéndose con una de las sábanas—. ¿Te importa si me doy una ducha antes de irme?

—Adelante —accedió Snape, intentando poner sus ideas en orden.

El joven asintió, pero el lugar de ir al baño se acercó a él y le dio un corto beso en los labios.

—Yo no me arrepiento de nada —dijo, antes de entrar en el baño para ducharse.

Snape se incorporó y se lanzó un hechizo de limpieza. Él no se había ensuciado demasiado durante el sexo, aunque iba a necesitar una buena ducha de todas formas.

Se puso su túnica del día anterior para no manchar una nueva y se dirigió a su despacho, en donde convocó a un elfo domestico y le ordeno que trajera un desayuno para dos. Tenía que aclarar las cosas con Potter antes de las clases, desde luego.

Antes de que el elfo volviera, su chimenea estalló en llamas verdes y un enfadado Draco Malfoy aterrizó con elegancia, haciendo que el pocionista se maldijera mentalmente por no haber modificado los permisos de acceso de la Red Flú nada más llegar del Ministerio con el papel del divorcio.

—¿Qué haces aquí, Draco?

—¡Cómo te has atrevido a pedir el divorcio! —gritó este, fuera de sí, acercándose a él y cogiéndole del cuello de la túnica—. ¡Los magos sangrepura no se divorcian! ¡Soy el hazmereír del mundo mágico! ¡Mi padre esta furioso conmigo!

—Deberías haber pensado en eso antes de meterte en los pantalones de Zabinni. O él en los tuyos. Francamente, no podría importarme menos.

—¡¿No?! ¡Pues debería, porque pienso hacer público mi romance con Zabinni! ¡Le contaré a todo el mundo como me amenazaste con acusarme de crímenes mortífagos que no había cometido si no me casaba contigo y todas las vejaciones que tuve que soportar! —sonrió con crueldad—. Tu reputación quedará por los suelos otra vez, Severus. Y si me contradices y llevas esto hasta el Wizengamot todos sabrán lo patético que fuiste al aceptar casarte conmigo, enamorado hasta los huesos, mientras que yo me follaba a Blasie —pareció calmarse un poco después de escupir todo su veneno—. ¡Así que evitemos todo esto y retira la petición de divorcio antes de que acabe el plazo!

—No voy a retirarla. Haz lo que quieras, Draco —dijo con frialdad, mirándolo con desprecio—. Me da igual mi reputación.

—Pero a mi no —dijo una voz tranquila y ambos hombres se giraron a tiempo de ver entrar a Harry Potter apenas cubierto con una toalla que le rodeaba la cintura, con pequeñas gotitas de agua recorriéndole el torso desnudo.

—¿Potter? —preguntó Draco, atónito—. ¿Qué haces aquí? ¡¿Qué cojones haces aquí desnudo?! —exigió saber, elevando cada vez más el tono.

—Supongo que la excusa de que mi ducha esta averiada no cuela, ¿verdad? —dijo mirando a Snape con una sonrisa pícara, antes de mirar hacia el rubio y cambiar su expresión por una increíblemente seria que dejo al joven Malfoy parado en el sitio—. No te importa una mierda lo que hago aquí, Malfoy. Pero que te quede clara una cosa —advirtió al mismo tiempo que se acercaba a él con aire amenazante—. Como abras la boca para decir una sola cosa en contra de Severus, te juro que yo mismo daré una rueda de prensa contando mi propia versión de los hechos en la que tú te me ofreciste primero cual puta a cambio de que me casara contigo para restituir un poco el honor de tu familia. Y que, una vez te rechacé, lo fuiste intentando con todo aquel que jugó algún papel importante en la guerra, hasta que Severus se apiadó de ti y te aceptó.

—No te atreverías... —farfulló el rubio, temblando de la ira.

—Oh, ya lo creo que me atrevería —aseguró Harry dedicándole una sonrisa retorcida—. Y me gustaría ver a quién decide creer la prensa. A Draco Malfoy el mortífago o al jodido salvador del mundo mágico. Apuesto lo que quieras a que ni siquiera te hacen juicio si además insinúo que lo drogaste con alguna poción para que aceptara tus favores.

—Eres un hijo de... —el moreno le puso la mano en la boca, impidiendo que acabara la frase y con la otra le acercó la varita al rostro.

—Di una sola cosa sobre mi madre y te juro que haré que te tragues tus propias palabras —amenazó—. Ahora desaparece de mi vista —dijo, empujándolo hacia la chimenea y prácticamente metiendolo dentro.

—Juro que te arrepentirás —fue lo último que le oyeron decir antes de desaparecer rumbo a la Mansión Malfoy.

—En tus sueños —respondió Harry, sacandole la lengua de manera infantil a la vacía chimenea y dando luego la vuelta para encarar al profesor de Pociones—. No sé que le viste.

Pero Snape no respondió. Se quedó mirándolo largamente, haciéndole sentir tan incomodo como en los días que siendo su alumno no había hecho los deberes de su asignatura.

—¿Qué?

—Sé defenderme solo, Potter.

—No lo pongo en duda, pero...

—Pero nada. No necesitaba que interviniera en absoluto. Me trae sin cuidado lo que Malfoy pueda decirle a la prensa y definitivamente no había necesidad de esta pequeña escena por su parte. Una noche de sexo no nos convierte en pareja ni a mi en su damisela en apuros —aseguró, mirándole severamente—. Además, los Malfoy no toleran las amenazas. Tarde o temprano encontrará la forma de vengarse de ti.

—No me importa. Y lo lamento si te he ofendido, pero volvería a hacerlo —sonrió tristemente—. Ya te dije que haría cualquier cosa por la persona que amo, ¿verdad? Incluido no permitir que la difamen en público, sé lo que se siente siendo el juguete de la prensa. Aunque no nos hubiéramos acostado o nunca lleguemos a ser pareja, de todas formas no toleraría que nadie hablase mal de ti —dijo, encogiéndose de hombros—. Soy así.

—Potter...

—Está bien. Voy a vestirme y me voy. No quiero seguir molestándote.

Dicho lo cual regresó al dormitorio sin mirar al pocionista.

Snape suspiró y miró el reloj. Eran las ocho de la mañana. Le quedaba poco tiempo para dejar las cosas claras antes de que empezaran las clases y aún no había podido ducharse siquiera. El día se estaba convirtiendo en un autentico fastidio. Y aún tuvo que retener a Potter cogiéndolo con fuerza del brazo para que se detuviera en su carrera a la puerta, una vez vestido.

—No estoy acostumbrado a que nadie defienda mi honor —le dijo—. Y no esperaba que lo hicieras. Supongo que tengo que agradecértelo.

—Puedes agradecérmelo esta noche —dijo el profesor de DCAO, acercándose a él—. Si sigues dispuesto a darme una oportunidad...

Snape le pasó un brazo por la cintura y con el otro atrajo su cabeza, uniendo sus labios y besándolo con fuerza durante unos minutos, hasta que Harry acabó separándose un poco para respirar, jadeante.

—Te espero esta noche a las nueve.

Harry sonrió.

Seis meses después

“LA RELACIÓN SECRETA ENTRE HARRY POTTER Y SEVERUS SNAPE” gritaba el titular de El Profeta esa mañana y Harry no pudo evitar escupir algo de su té al leerlo.

—Mierda —dijo entre toses.

Snape alzó la cabeza de los pergaminos que estaba repasando antes de que comenzaran las clases y lo miró.

—¿Qué pasa?

—Lo nuestro es de dominio público.

—¿Qué? —preguntó, acercándose y quitandole el periódico de las manos, leyendo por encima el artículo.

Los dos magos fueron vistos el Sábado en el partido entre las Los Chudley Cannos y las Arpías de Holyhead... gran discreción en público....testigos de un beso a las afueras del estadio...Draco Malfoy confiesa que siempre sospechó que su ex en realidad estaba enamorado del señor Potter... “Hacen una pareja encantadora” afirmó la bruja... “Probablemente su relación es una secuela de la guerra, ya que ambos aguantaron mucha presión y probablemente eso los hizo unirse más allá de la amistad”  dijo el psicomago... Desde “El Profeta” les deseamos los mejor...

—Morgana —exclamó Snape, dejándose caer en la silla.

—Bueno, tarde o temprano iban a enterarse —intentó consolarlo Harry.

—No debimos ir a ese maldito partido —afirmó el pocionista llevándose las manos a la cabeza, que estaba empezando a dolerle.

—Pero fue divertido —dijo Harry, sonriendo al ver la foto en donde ambos miraban el partido—. No voy a pasar el resto de mi vida escondido como si me avergonzara de lo que siento por ti. Y no dejaré que tú lo hagas tampoco.

—Pocas cosas pueden avergonzarme, Potter. Y salir contigo es una de ellas.

—¡Hey! ¡No soy tan malo! —exclamó, sabiendo que en realidad no lo decía en serio.

—Por supuesto que si. Ahora todo el mundo mágico pensará que he mancillado a su héroe. Y encima resulta que es cierto. Me van a llover los vociferadores. Y tú vas a partirles el corazón a la mitad de los hormonados estudiantes de este colegio.

Harry sonrió y se acercó al maestro en pociones, apoyando frente contra frente.

—Me importa una mierda lo que opine el mundo mágico de nosotros. Y a ti te importan más bien poco nuestros alumnos —susurró, sintiendo como la respiración de su compañero se aceleraba ante la cercanía—. Te quiero, Severus.

Y lo único que Severus Snape pudo hacer ante esas palabras fue besarle hasta dejarle sin aliento.

Fin
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[Matrimonio inadecuado] Capítulo 2 Empty
MensajeTema: Re: [Matrimonio inadecuado] Capítulo 2   [Matrimonio inadecuado] Capítulo 2 I_icon_minitimeMar Abr 08, 2014 9:09 pm

Una historia diferente y encantadora!
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[Matrimonio inadecuado] Capítulo 2
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