Rating: K+
Género: romance/drama
Advertencias: algunas parejas raras y posible OCC de parte de todos.
Disclamer: Harry Potter no me pertenece. Hago fics sin ninguna compensación monetaria.
Resumen:Ninguno de sus conocidos podría aprobar tal cosa, quizá sólo aquellos que hubieran pasado por algo tan duro como los conflictos con sus propias naturalezas y aquellos que podían darse el lujo de creer en lo imposible.
Disonancias
La nieve caía en el lago congelado, las figuras de dos jóvenes se vislumbraban debajo de un árbol cercano.
Una chica de rizados cabellos castaños observaba como su novio tenía la vista perdida en el horizonte, todavía reflejándose en ella cierta decepción y enojo.
-Ron, por favor. Harry tiene derecho a ser feliz- volvió a repetir por quinta vez Hermione al pelirrojo al lado de ella, intentando sin éxito desde hace dos semanas que hablara con el mejor amigo de ambos.
-Ya te lo dije, Hermione. No puedo aceptarlo. Saber que Harry dejó a mi hermana por un ser como ese no me causa ninguna alegría- se dirigió hacia ella con el ceño fruncido. -¡Ese malnacido nos ha hecho la vida de cuadritos! ¡Puso a sus padres en bandeja de oro para Quien – Tu –Sabes!- exclamó furioso; al ver el rostro sorprendido y un tanto enfadado de su novia decidió dejar de gritar. –Me supera su decisión, no la entiendo.
La castaña suspiró, Ron tenía razón en sus palabras pero, ella no podía argumentar nada, tampoco entendía el corazón de Harry ¿Cómo podía él amar a la persona que le ha hecho la vida miserable? ¿Cómo podría amar a la persona causante de la muerte de sus padres? Aunque no lo juzgaba, no lograba encontrar nada lógico en esa relación.
Abrazó por los hombros a Ron, recargando su barbilla en uno de ellos. El pelirrojo la tomó de la mano, un atisbo de tristeza se vislumbraba en sus ojos mientras miraba hacia el horizonte gris. Él nunca aprobaría la relación de Harry y Snape.
Cerca de ahí, a unos metros bajo tierra, un hombre de cabello grasiento, nariz ganchuda y piel cetrina revisaba los ensayos de un montón de alumnos antes de que se acabaran las vacaciones. La pluma en su mano se movía velozmente corrigiendo errores, poniendo notas ácidas y señalando con mordacidad los errores. No fue hasta que la voz de cierto estudiante malo en pociones hizo acto de presencia que depositó la pluma en el tintero y descansó su espalda sobre el respaldo acojinado de la silla antigua.
-Señor Potter, ¿qué lo trae por aquí?- dijo sin el usual tono seco y de fastidio utilizado en clases para dirigirse al alumno con el que tenía una relación clandestina desde hace un mes.
Harry suspiró. –No hay necesidad de hablar tan formal, profesor Snape. En eso quedamos, ¿no? Mientras estemos en clases nos trataremos como siempre sin embargo, en la intimidad nos llamaremos por nuestros nombres.
Severus se levantó del asiento encendiendo la fogata, dejó su varita en el escritorio y se acercó al alumno frente a éste. Lo abrazó por la cintura atrayéndolo hacia él y depósito un beso en la comisura de sus labios.
-Bien, Harry ¿Qué haces aquí?
El aludido sonrió, el aliento del profesor pegaba en su mejilla haciéndolo sonrojar por la cercanía.
-Buscando un poco de tu tiempo. Al parecer llegué en mal momento- respondió mirándolo a los ojos.
El profesor acarició una de sus mejillas con el pulgar de su mano derecha. –No. Llegas en el momento justo, estaba terminando de revisar unos ensayos.
Harry le echó los brazos al cuello antes de tomar sus labios, Severus frenó el beso al no permitir que la lengua del menor se introdujera en su cavidad bucal. El beso que al principio era arrebatado fue bajando de intensidad hasta convertirse casi en un roce de labios, fue entonces que el mayor comenzó a aumentar el ritmo.
Así era su relación, nada de prisas; esa era una prueba para ambos. Severus demostraba temple ante su alumno –un disfraz perfecto para su inseguridad acerca de sus sentimientos por éste- y Harry debía demostrar que no era sólo deseo y capricho, una relación basada en la atracción o la venganza.
Sin deshacer el abrazo y dejar de besarse, Snape empujó lentamente al estudiante hacia uno de los sillones de una plaza al centro del estudio entre librero y librero, en la esquina de la estancia. Dio media vuelta para quedar sentado en los cojines con Harry a horcajadas sobre él.
Varios minutos después juntaron sus frentes sin dejar de respirar el mismo aire. Se miraban a los ojos, los insondables irises negros del maestro en pociones atraían inevitablemente los verdes inexpertos del otro. Quizá hubieran visto, enfrentado y superado la muerte pero, algo que a los dos les faltaba era la dicha de encontrar a la persona indicada que correspondiera sus sentimientos.
-Potter dejé de sonreír como idiota- hizo una pequeña broma el profesor cuando vio al muchacho demasiado extasiado.
-Bien- aceptó separándose de él para levantarse. Snape hizo lo mismo. –Sólo una cosa, no sonrió como idiota, sino cómo enamorado.
Esas palabras hicieron rodar los ojos a Severus. –Los Gryffindor suelen ser demasiado cursis. Vaya ya a su casa, pronto será la hora de cenar y dudo quiera ir en un estado tan alterado- señaló la ropa arrugada y el pelo más desarreglado de lo normal de su alumno.
El joven se quedó en su sitio, desvió su vista hacia la puerta sin intención de moverse. El maestro se extraño al notar congoja en su mirada.
-¿Qué sucede?- preguntó yendo hacia su escritorio para guardar su varita en su túnica, quería ir al comedor para cenar porque se había saltado la comida.
-¿No podríamos comer aquí?- preguntó sin levantar la vista, parte de su cabello revuelto caía en sus ojos dejando en el misterio sus intenciones. Sin embargo, Severus no era la clase de persona que fácilmente podría acceder a una petición como esa cuando sabía a la perfección lo que hace dos semanas había pasado con los mejores amigos de su pareja.
-Vuelvo a preguntar, Harry ¿Qué sucede? No comeremos en mi despacho si no tiene una razón de peso- se cruzó de brazos esperando una respuesta.
-No hay nada en especial, sólo quiero un tiempo a solas contigo.
-Ha habido muchas oportunidades, Potter. Hoy vamos a estar en la cena comunal como siempre después, podría venir un rato más aquí. Vamos- le tomó un brazo para guiarlo hacia la puerta encontrando resistencia. –Potter- lo llamó un tanto molesto por la actitud infantil de su alumno.
Harry no cedió a pesar de la mirada persistente y molesta de su amante.
-Me dice que le pasa o voy a tener que hechizarlo para salir- se puso serio en cuanto la renuencia le empezó a colmar la paciencia.
El estudiante miró al piso de piedra, intentando no hacer una escena. Hace cinco días había sido la primera discusión de ellos, el porqué había sido una nimiedad; ahora parecía que iba a comenzar otra si seguían así.
-Ron- respondió mascullando el nombre de su amigo. Severus no alcanzó a escuchar bien.
-¿Disculpe?
-Ronald…- masculló menos el nombre como si le costara trabajo hablar sobre quien había sido su amigo durante siete años. Levantó la vista amarga. –Ron acabó su amistad conmigo por nuestra relación.
Snape alzó una ceja. –Si Weasley tiene complejos no es su problema, es el suyo. Es su amigo ¿no? Supongo que se pelearon, en tal caso si fue él quien comenzó la riña no hay más que escuchar sus disculpas cuando decida darlas, si no lo hace su amistad es más frágil de lo que parecía, Potter.
Se quedaron en silencio viéndose a los ojos. Los labios de Harry se abrieron para decirle algo con toda intención de empezar una disputa, estaba cansado de la indiferencia del profesor hacia sus otras relaciones pero, éste lo interrumpió antes de que emitiera sonido alguno.
-Vámonos, ahora. Puede sentarse con otras personas- lo volvió a jalar del brazo para sacarlo de su habitación.
El joven no se resistió pero, en cuanto estuvo fuera tiró de su brazo mientras daba un manotazo al agarre sobre él; una mirada molesta fue dirigida al hombre frente suyo. – ¡Gracias por el consejo, profesor! ¡Ahora sé cuál relación escoger!
Snape no fue capaz de hacer nada, Harry se había ido corriendo por los pasillos húmedos y fríos, iluminados tenuemente por antorchas.
Un bostezó salió de un joven de cabellos negros peinados a un lado mientras leía un libro de Herbología. Junto a él, un chico más blanco que el papel realizaba las últimas anotaciones en su pergamino. La biblioteca a esas horas estaba casi desierta, solo estaba ellos dos y la señora Prince.
-No me digas que te has aburrido. Herbología es tu materia favorita- susurró Draco en cuanto se dio cuenta de la acción.
Neville le dio un vistazo para no perder la línea que leía. –No pero, llevo tres horas leyendo mientras terminas la tarea del profesor Flitwick.
El Slytherin rodó los ojos, mientras ponía el punto final del ensayo. –Bien, entonces vámonos- dijo al recoger sus cosas del escritorio que estaban utilizando desde las tres de la tarde.
Longbottom cerró el libro para ponerlo entre sus brazos. –Iré a pedir el libro.
-Esperaré afuera- se apuró el otro a recoger sus cosas, la encargada de la biblioteca no le tenía mucha estima, era mejor desaparecer de su vista. Dejó los libros en el estante correspondiente a los libros usados y salió.
El pasillo estaba oscurecido a pesar de las antorchas, a veces pensaba en todo lo anterior, en su padre y su madre sin embargo, cuando se percataba de ello también recordaba a las personas más cercanas a él en el presente: su padrino y su novio.
Sus labios formaron una media sonrisa. Era increíble cómo tras el deceso de Voldemort su vida había cambiado tanto ¡Era novio de Longbottom! Todas las tradiciones de milenios echadas por la borda en menos de seis meses.
Se recargó en la pared, al parecer Neville todavía tardaría. Se puso a revisar su pergamino si no tenía manchas de tinta, pronto empezó a divagar sobre su relación con el chico al que molestaba tanto hasta que oyó una voz demasiado irritante para él.
-¿Qué haces aquí, Malfoy?- preguntó Ron quien tenía una mirada bastante fría. El aludido alzó volteó hacia él intentando no provocar una discusión.
-Nada que te interese, Weasley. Haz el favor de pasar sin rugir- contestó lo menos sarcástico y grosero posible. Neville le reclamaría si se metía con alguno de sus compañeros, ese era el convenio; su relación estaría lejos de oídos indiscretos pero, se respetarían mutuamente, empezando por sus amistades.
-Esa no es una respuesta, serpiente- objetó el otro embebido por una rabia inusitada para el albino.
Draco miró la actitud de Ronald, estaba dispuesto para una batalla, a cientos de kilómetros podría haberlo sentido. Con cuidado agarró el mango de su varita dentro de la manga de su túnica. La tensión en el ambiente aumentó en cuanto cruzaron miradas sin embargo, la oportuna voz de otra persona que le fastidiaba la vida hizo acto de presencia llevando ruido al pasillo.
-¡Ron!- llegó corriendo Hermione casi sin aire, al parecer había corrido desde afuera, estaba toda mojada. Ella se inclinó poniendo sus manos sobre sus rodillas para no desmayarse ahí mismo.
La tensión inmediatamente bajó, Ron miró de soslayo a su novia, estaba muy molesto porque ella seguía insistiendo en darle una oportunidad a la relación imposible de su amigo con el profesor Snape. Él por su parte nunca la apoyaría, sabía de antemano las consecuencias de dicha relación: Snape botando a su amigo consiguiendo vengarse del pasado, Harry estando desconsolado.
-Draco, ya nos podemos ir- hizo eco la voz de Neville en los oídos de los tres.
Malfoy maldijo su suerte por lo bajo. Dio un vistazo a los amigos de su pareja; Hermione no parecía demasiado sorprendida, Ron no cabía en su incredulidad.
-¡Tú también!- espetó con furia el pelirrojo agarrando del cuello de la camisa a su compañero de cuarto.
Hermione trató de tomar uno de sus brazos, estaba ahorcando a su amigo. Draco por su parte le quitó las manos de encima dándole un codazo en las costillas. Ron se encogió, Neville tosió varias veces al introducir aire a sus pulmones.
Granger se dirigió a Ronald para poner una mano sobre su hombro, preocupada por el golpe sin embargo, recibió un manotazo.
-¡No te me acerques! ¡Tú lo sabías! ¡Alcahueta!- gritó furioso con odio en su mirada antes de salir corriendo y perderse en algún pasillo aledaño.
La chica negó con la cabeza y los hombros caídos.
-¿Sucede algo, Hermione?- preguntó preocupado Neville.
La aludida lo miró perturbada, antes de responder respiró hondo. –Lo siento, Neville. Está así desde que descubrió el noviazgo del profesor Snape y Harry.
-¿Eh?- la cara del Gryffindor era un poema.
Draco rió. –Granger, acabas de darle a Neville una noticia atrasada. Él no lo sabía.
-¡Tú lo sabías!- exclamó sorprendido el otro.
-Sí, es más, estuve involucrado en la conspiración de Granger. Siempre supe que era una metiche.
-Fue un regalo para Harry- aclaró. –Ahora, si me disculpas Neville me voy, tengo que encontrar a Ron y pararlo de cometer más tonterías.
Draco la detuvo del hombro evitando su avance. –Déjalo- dijo fríamente. –Es un idiota si no sabe comprenderlo, Potter es lo suficientemente adulto, todos lo somos.
Hermione dejó de intentar zafarse, Malfoy la soltó. –Tienes razón aún así…
-Vamos a cenar, Granger. Dudo que Weasley se pierda la merienda.
Ella sonrió, al parecer Draco no era tan mala persona. –Bien, te doy la razón por esta ocasión.
Empezaron a ir hacia el comedor, la chica comentando algunas cosas a Neville sobre el libro que llevaba en brazos porque a pesar de la cordialidad instalada entre ésta y el slytherin, ninguno se podría llamar amigo.
Llegaron al comedor iluminado y un tanto silencioso, eran pocos los que pasaban las navidades en el castillo. Los tres se dirigieron a sus respectivos lugares y como de costumbre, Ron ya estaba devorando los platillos con un poco menos de recato de lo acostumbrado.
Draco estaba mirando hacia Neville, pensando en qué regalarle cuando se percató de la ausencia de su padrino en la mesa de profesores. Buscó a su némesis, tampoco estaba presente. Se levantó de la mesa, iría al despacho de su padrino; sabía muy de las condiciones manejados por ambos, que se saltaran la cena estaba fuera de las reglas.
Recorrió el camino obscuro hacia las mazmorras. Se mezcló tantas veces con las sombras que en una de esas, pasando por un tramo bastante sombrío, alguien chocó contra él tumbándolo al suelo.
-¡Fíjate por dónde vas!- gritó sin reservas, en esa penumbra nadie podría reconocerlo fácilmente.
-¡Malfoy, no estorbes!- le contestó el último del trío más molesto que le hubiera tocado conocer.
Se levantaron rápidamente, antes de que Draco pudiera detenerlo, escuchaba las pisadas rápidas muy lejos del lugar en el que habían tropezado. Siendo testigo de que Potter iba como alma que llevaba el diablo fue de prisa al despacho de Severus esperándose todo menos lo que encontró: el profesor más terrible de Hogwarts estaba de pie mirando hacia la nada.
-Profesor- llamó respetuoso, hasta que estuvieran dentro lo trataría tal estudiante cualquiera.
Snape reaccionó ante el llamado de su apadrinado. -¿Qué haces aquí? Deberías estar en el comedor.
-Estamos en navidad, cualquiera puede saltarse la cena. Vine a ver qué pasaba. Vamos dentro, está haciendo frío.
Severus exhaló impaciente, definitivamente su ahijado era bastante perspicaz.
Había pasado la cena sin mayores contratiempos, Hermione teniendo un ojo en Ron suspiró al verlo irse con el rostro menos descompuesto por sentimientos negativos.
-Al parecer la comida lo relajó- comentó su compañero de casa al terminar su tarta de calabaza.
-Puede ser. Aún no sé cómo tratar con ese temperamento suyo.
Neville rió. –Seguramente Harry y Ron podrán arreglar sus diferencias. A veces las cosas se solucionan solas.
Hermione sonrió un poco. –Al parecer podrías tener razón, ellos no han hablado desde que Ron los encontró besándose en
el salón tras un castigo.
-Draco y yo tuvimos un problema hace un tiempo- admitió de golpe Neville, levantándose. Hermione hizo lo mismo.
-¿Fue con Snape?
-No, con mi abuela.
Ella paró un momento, asimilándolo; pronto recordó que Neville era el único descendiente de una de las pocas familias compuestas únicamente de magos.
Neville siguió hablando. –Las tradiciones familiares son muy estrictas y la relación entre dos hombres técnicamente están prohibidas porque no da continuación a la sangre. Fue una tarde, en una salida a Hogsmeade. Ella nos vio demasiado cerca, acabábamos de besarnos, nuestro primer beso en realidad. Supongo que fue demasiado evidente porque una semana después estaba en casa a pedido expreso de mi abuela. Estaba dispuesta a encerrarme de por vida si continuaba mi relación con Draco, fue entonces que él intervino junto al profesor Snape.
-¿Snape?- se sorprendió que el profesor ayudara a quien menos aptitudes tenía para su materia.
-Sí. También fue sorpresivo. Al final él logró convencer a mi abuela. No sé cómo, Draco se guarda el secreto, dice que todavía no puede, sería decirme una mentira.
-Vaya- expresó consternada Hermione, perdiendo las razones del por qué estaba oyendo tal confesión.
Neville paró un momento, ella hizo lo mismo. Se miraron a los ojos. –Ves, si ellos hablan estoy seguro que saldrán bien librados. No te preocupes por Ron, me estaba ahorcando pero, ha de estar muy cansado para pelear con alguien, además, a excepción de Draco, todos los Slytherin están en sus casas.
Hermione suspiró cansada. –Eso espero, si no lo siguiente será encerrarlos. Estoy cansada de la actitud de Ron.
Harry entró en la torre de Gryffindor con un humor bastante malo. Era la segunda vez que Snape parecía no importarle nada en absoluto acerca de su vida ¡Eran una pareja! Hasta donde se había quedado, dos personas que se aman se preocupan por el otro, no pasan cómo si nada sobre los problemas de cada uno.
Gruño al sentarse en el borde de la cama, estaba que echaba chispas. Se quitó la capa, los guantes y la bufanda para dormir, no tenía ganas de nada. Estaba por acostarse cuando vio sobre su cama a alguien inesperado.
Su pelirrojo amigo yacía dormido sobre su cobertor. Toda la ira de Harry se diluyó, de repente sintió un terrible cansancio. Pronto, sin intenciones de despertar a su amigo, cayó rendido junto a él.
El cielo todavía gris empezaba a despertarse, los rayos tenues de luz solar incidían diagonalmente sobre el rostro de dos jóvenes amigos. Uno se encontraba desparramado sobre la cama mientras otro dormía casi en el borde. Ambos despertaron al sentir la luz.
Se tallaron los ojos con los puños, el pelirrojo sintiendo algo fuera de lo normal. Después de despejar su vista de algunas lagañas vio claramente el escenario. La cama donde había dormido no era la suya y Harry estaba a su lado.
Dio un brinco saliendo rápidamente de la cama ¿Cómo había podido equivocarse?
-¿Ron?- escuchó un tono de duda proveniente de Harry.
El pelirrojo se tensó. –Harry- masculló.
El aludido tomó sus gafas de la mesa de noche. –Buenos días.
-¿Qué tienen de buenos? Todavía sigues con Snape y yo salgo sobrando- respondió sin pensar en sus palabras, tarde se percató del enorme error sin embargo, el otro no se movió.
Ante las palabras de Ronald, algo en la cabeza de Harry se agitó. El no era más novio de Severus… había dado por terminada su relación en momento de idiotez. Resignado a las consecuencias de sus actos, negó lentamente con la cabeza.
-No, ya no lo soy- admitió triste.
-¡Qué!- resonó cuando Ron sorprendido abrió la boca. Estuvo a punto de ahorcar a Neville por su mal humor y ahora su amigo le decía sobre su ruptura con el profesor más odiado de Hogwarts.
-Sí- tenía que admitir su culpa pero, también Snape tenía la suya; quizá el pelirrojo tuviera razón y su relación estaba condenada al fracaso. –He cortado con él porque es demasiado indolente.
Ronald todavía sorprendido se dio cuenta de una cosa. Harry parecía demasiado triste y entonces toda su felicidad por recuperar a su amigo se volvió amarga. Un silencio tirante se instaló entre ellos, no se miraban directamente hasta que Ron no pudo más.
-Lo siento- se disculpó mirando hacia fuera de la ventana, el hielo poco a poco se derretía.
Harry lo vio dudoso. -¿Por qué te disculpas?
-Mi actitud- suspiró tratando de hablar honestamente con las palabras adecuadas. –No debí juzgarte aunque todavía sigo pensando que Snape te dio algo y ahora ya no estás bajo el efecto de alguna poción.
El otro entendió que su amigo se alegraba de su situación hasta oír algo inesperado.
-Aun con eso, si es tu felicidad…- dudó un poco si seguir pero, estando a medio camino consideraba seguir tragándose parte del desagrado hacia el profesor. -… como lo estoy viendo ahora, prefiero que estés con él.
Harry puso una cara de absoluta sorpresa. -¿En serio?
-Sí- contestó serio y decidido a apoyarlo. Las palabras de su novia eran muy ciertas, eran amigos y no por Snape iban a dejar de serlo.
-Bueno, de todas maneras no importa. Ya no somos nada. Nos peleamos- se encogió de hombros el de cabellos ébano.
-¿Y eso? Los vi muy bien el otro día- comentó un tanto atribulado, aún le costaba procesar el recuerdo.
-Al parecer vas a tener razón, nuestro romance no tiene futuro.
El pelirrojo no opinó nada y prefirió cambiar de tema. Pronto ambos se encontraban hablando sobre Quidditch , olvidando por un momento sus problemas y volviendo a ser los mejores amigos de siempre. Al final se vistieron para ir a practicar, sería su último año y querían que fuera el mejor.
Llegó la hora de la comida, se encontraban en el campo de juego. Bajaron de sus escobas mientras Hermione, con una sonrisa de oreja a oreja caminaba hacia ellos.
-¡Qué bueno que arreglaron sus diferencias!- habló en cuanto los tuvo cerca.
Ron miró feliz a su compañero de juego –Sí, ya estamos bien. Snape no va a poder separarnos aunque lo intente.
Ella alzó las cejas. –Mira quien lo dice ¿Verdad Harry? – se dirigió al chico más bajo, encontrándolo ido. -¿Harry?
El aludido miraba aprensivo hacia las gradas. Draco y Neville lo veían a la distancia.
-¿Sucede algo?- cuestionó la castaña atrayendo por fin su atención.
Él negó con la cabeza. –Es sólo que me parece extraño ver a esos dos juntos.
-¡Tú también lo sabías!- exclamó Ron al sentirse excluido.
-Sí. Me enteré por Sev…- cortó el nombre del profesor al darse cuenta de que estaba hablando como si todavía fueran algo, desde el momento el que le gritó a quien iba a escoger había perdido el derecho de llamarle así. En esos momentos sólo era un maestro más.
-¿Sucedió algo, Harry?- hizo otra pregunta Hermione al percatarse del decaimiento de la alegría de su amigo.
-Rompió con Snape- respondió Ronald. Al ver la curiosidad de su novia decidió agregar –Fue una pelea…
-¡Pero estaban bien! ¿Qué pasó Harry? ¿Harry?
Era la segunda vez que el joven se quedaba mirando al vacío sin embargo, al voltear hacia donde veía se dieron cuenta por qué estaba así. El profesor de posiciones se acercaba. El agarre del de gafas sobre la escoba se apretó.
-Señor Potter, necesitamos hablar- llegó Severus arrastrando las palabras como de costumbre aunque su tono era por debajo de lo normal.
-No tenemos nada de qué hablar- contestó bajando la mirada. –Sabes mis razones.
-Esas no son razones Potter- objetó el otro cruzándose de brazos.
Harry apretó los dientes. –Por supuesto que son razones, no somos nada compatibles.
Snape evaluó el escenario descubriendo con cierto agrado que la situación de su amante con su otro alumno estaba arreglada.
-Si decirle que Weasley no era su amigo de verdad si se peleaban porque tenía un problema conmigo es prueba suficiente para romper algo que usted mismo instigó, me parece que tiene razón, somos demasiado incompatibles.
El joven levantó el rostro, su ceño estaba fruncido. -¡Eres indolente! ¡No te preocupas por las cosas que me pasan!
-Potter- seguía hablando con voz impasible. –Por lo visto se saltó algo importante. Sí me metí en sus asuntos pero, al parecer nunca debí hacerlo porque ocurrió lo mismo de la última vez. Usted parece no comprender que mis palabras van dirigidas a hacerle sentir mejor y no a pasar de sus cosas.
Tanto Hermione como Ron se habían alejado, éste estando absortó en la escena. Quizá su apreciación de Snape era un tanto errónea aunque seguía siendo el mismo de siempre.
Harry volteó hacia un lado, vio que Draco y Neville se acercaban también. Volvió a mirar al profesor. -Aún así, debemos dejarlo hasta aquí. Si seguimos de esta forma algún día terminaremos por odiarnos sin remedio.
Severus descruzó los brazos, sopesando sus acciones. Se decidió por hacer una de ellas, la que posiblemente dejara fuera de juego a la insistencia de cortar de tajo una relación reciente pero, que extrañaría sin lugar a dudas.
De un momento a otro, Harry se encontraba abrazado contra el pecho cálido de Snape. Sus ojos se desorbitaron al darse cuenta de la mano libre de él debajo de su mentón, segundos después estaba siendo besado.
Los labios de Severus se posaron sobre los otros con ligereza, no había ninguna pasión en el acto, era sólo una muestra afectiva que trataba de infundir cierta confianza.
Harry trató de zafarse ¿Por qué estaba haciendo eso? ¿No se iban a dar sólo una oportunidad? Esa oportunidad ya la había desperdiciado ¿Qué caso tenía hacer eso? Snape se alejó de sus labios al no encontrar lo que buscaba. Se miraron a los ojos, sin deshacer el abrazo.
-¿Por qué? Me lo dijiste, sólo una oportunidad. Yo…- un dedo lo hizo callar.
La boca de Severus se acercó a su oreja. El aliento de él le erizo la piel al transmitirle un confortable calor.
-Vamos a darnos las oportunidades necesarias, Harry- susurró suavemente a su oído. –Aún si eres un inmaduro cabezota, no creo poder olvidarte fácilmente. No te dejaré ir tan fácil-. La mano libre del mayor buscó a tientas una del más joven para apretarla con la suya. –Hazte cargo de tus responsabilidades.
El chico aún estaba medio anonadado por la declaración y la nueva oportunidad. Se hizo para atrás deshaciendo el abrazo pero, no el contacto de sus extremidades; buscó la mirada ónix del profesor, encontrando incertidumbre bajo la expresión fría.
Se miraron un largo rato, ambos sopesando las consecuencias de darse otra oportunidad, la responsabilidad sobre esa decisión. Harry tragó duro, Severus había comprendido su inmadurez y a cambio le brindaba una esperanza pero, ¿él podría volverse más maduro de ahora en adelante? ¿Sería capaz de corresponderle sin ser infantil?
-¿Entonces?- preguntó impaciente el profesor sin mostrarlo.
Los labios entreabiertos del estudiante temblaron. Sus ojos se desviaron a sus manos juntas, eran tan diferentes. Las de Severus estaban marcadas por el tiempo, las de él todavía eran jóvenes, lisas y mucho menos marcadas.
Tomó una respiración profunda, debía madurar en algún momento. Ese era el adecuado, debía empezar a hacerse más responsable. Miró directamente a los ojos a la persona que amaba.
-Sí. Lo haré- apretó el agarré mientras se lanzaba contra los labios de su amante.
Los testigos de aquel suceso sonrieron al ver el beso acompañado de un cálido abrazo y un frío alrededor.
Fin