K Kinomoto Admin
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| Tema: Ruptura del protocolo Miér Mayo 25, 2011 6:03 pm | |
| Título: Ruptura del protocoloPareja: Severus/HarryBeta: HatsuanDisclaimer: Los personajes obviamente no son míos, si los personajes fueran míos y no de JK Rowling yo ahora mismo estaría forrada pero lamentablemente no habría conocido a gente tan magnífica como quienes vayáis a leer esto.Advertencias: NingunaResumen: ¿Por qué sonreiría Harry cuando quedó en ridículo frente a todo el mundo mágico? La respuesta es por Severus Snape, porque el maldito director de Hogwarts estaba detrás del gran ridículo que había sufrido el nuevo Ministro de Magia en su acto de investidura.Frase del concurso: "Cuando te sale algo mal y sonríes es porque ya sabes a quién echarle la culpa". RUPTURA DEL PROTOCOLO El amargo olor de café se coló en la habitación de Harry, despertándolo. Lentamente abrió los ojos verdes, heredados de su madre, y sonrió al darse cuenta de que el hombre que le había robado el corazón le estaba preparando el desayuno. Desperezándose, tras un largo bostezo, se levantó de la cama y se dirigió a la cocina de su casa. Severus Snape estaba allí, vestido con su habitual atuendo de capas y más capas de ropa negra, preparando café y unas tostadas con beicon para Harry. Snape era un hombre difícil, siempre lo había sido y Harry lo sabía muy bien. Durante sus años en Hogwarts le había hecho vivir un infierno y después de terminar con Voldemort, y recuperarse de sus heridas, ambos habían tomado caminos separados. El pocionista se había marchado de Inglaterra, casi ocho años había estado recorriendo el mundo hasta que volvió a su tierra. El retorno se había debido a la muerte de McGonagall, la que hasta entonces había sido la digna sucesora de Dumbledore, quién en sus últimos meses de vida pidió a Severus que volviera a Hogwarts para hacerse cargo de su puesto. De esa vuelta hacía ya tres años, un tiempo en el que la relación con Harry Potter había dejado de ser de odio para pasar a ser de amistad y pasión. — ¿Llevas mucho tiempo mirándome? La pregunta del respetado director de la mayor escuela mágica de Europa hizo sonreír a Harry. El héroe del mundo mágico mantuvo la distancia pero como respuesta a la pregunta en sus labios apareció una sonrisa. — Menos del que me gustaría. Las palabras del ojiverde lo que consiguieron fue que Severus sonriera ladeadamente mientras retiraba la cafetera del fuego y servía el café en un par de tazas. En la mesa de la cocina de Harry ya estaba el desayuno servido, listo para que ambos pudieran disfrutar de la cercanía del otro que extrañarían durante el resto del día. Siempre era así, siempre que Severus se quedaba a dormir en casa de su “pareja” le preparaba el desayuno. — ¿Nervioso, Potter? — ¿Por qué debería de estarlo?— cuestionó con sarcasmo el joven que había pertenecido a la casa de los leones— El que hoy me vayan a investir como Ministro de Magia de Gran Bretaña es lo más normal del mundo, nada por lo que un mago cualquiera deba ponerse nervioso. La masculina risa de Severus brotó al escuchar lo dicho por su compañero de desayuno, por el tono mezcla de sarcasmo y pánico que había utilizado. El pocionista sabía que Harry estaba nervioso, lo sabía porque compartía cama con él y porqué había aprendido a conocerlo. En un intento de infundirle ánimo y tranquilidad, colocó su mano sobre la de su antiguo alumno. Las dos manos sobre la mesa, compartiendo calor y sobretodo intimidad. Los ojos verdes se encontraron con los negros, las esmeraldas chocaron con los carbones, el encuentro arrancó un suspiro de entre los labios de Harry. — Me gustaría que estuvieras allí conmigo. — Lo sé— respondió Snape rompiendo con suavidad el contacto de su mano con la otra— A mí también me gustaría poder ver cómo te invisten de Ministro de Magia pero tengo mucho que hacer en Hogwarts. Esta mañana tengo una reunión con el Consejo Escolar para fijar las fechas de inicio y final del próximo curso, además de fijar las salidas y evaluar los resultados de este año para ver si hemos mejorado el rendimiento del curso anterior. La tarde tampoco tiene mejor aspecto, reunión con los jefes de las cuatro casas. Una vez Severus terminó de hablar, la cocina se quedó en un cómodo silencio que ninguno de los dos deseaba romper. A pesar de que ambos se hubiesen querido quedar allí, sin tener que separarse, los compromisos de ambos los reclamaban. El director de Hogwarts terminó su café mientras Harry, futuro Ministro, estaba terminando de comer sus tostadas y su beicon. — ¿Nos vemos esta noche? — La casa y la cama del Ministro estarán esperando por usted, honorable director de Hogwarts. La afirmativa respuesta sirvió para que Snape se inclinara levemente y besara a Harry con suavidad. El contacto duró más de lo que estaba previsto en un principio, porque del inocente beso inicial se pasó al húmedo en el que predominaban las lenguas. Al separarse, las manos del ojiverde se mantuvieron durante unos instantes a los lados del cuello del hombre que necesitaba tener siempre a su lado. — Los del Consejo Escolar pensaran que me alegro mucho de verlos— comentó Severus señalando su miembro con una sonrisa socarrona. — Váyase ya, director Snape, o no respondo de mis actos. Una última mirada a esos ojos verdes y el director de Hogwarts desapareció de la casa de Harry Potter. El antiguo león, Ministro más joven de la historia de Gran Bretaña, terminó de beber su taza de café y se levantó para ir al baño a ducharse. Al pasar por el salón miró el reloj, las ocho y diez, una hora excelente para poder gozar de una larga y relajante ducha antes de partir al ministerio. Casi media hora bajo el agua de la ducha fue suficiente para Harry, quien se enfundó su albornoz granate y caminó descalzo hasta su habitación. El ojiverde estaba pensando que ponerse, que era lo adecuado para un acto como del que iba a ser protagonista. Harry no sabía, dudaba. Se sentó en la cama frente al armario abierto para meditarlo cuando cayó en cuenta que dentro había un par de bolsas que anoche no se encontraban allí. Cuando las cogió se dio cuenta que en el interior de una de las dos había un pequeño papel. Siento no poder estar hoy contigo, Ministro Potter. Espero que utilices lo que te he regalado mientras te nombran. Te quiero Harry Los ojos verdes se llenaron de lágrimas, una simple nota le demostraba que Severus lo quería. El que Snape fuera un hombre de hechos y no de palabras no importaba a Harry, sabía que de él le costaría mucho escuchar un te quiero pero también sabía que por mucho que fuese una maldita serpiente se esforzaba por hacerlo feliz. La relación que ambos tenían todavía no era nada formal, mucho menos oficial, pero tanto uno como el otro sabían que lo que sentían era amor. Feliz después de leer la nota, Harry miró qué había dentro del par de bolsas. En la primera que miró se encontró con cuatro paquetes bien envueltos, en la segunda bolsa tres. Decidió sacar todos los paquetes de las bolsas y ponerlos encima de la cama. Durante unos segundos dudó cual de los siete abrir, al final se decantó por lo que parecía ser una caja. Efectivamente era una caja, una de zapatos, dentro se encontraban unos mocasines negros de piel de dragón. El segundo paquete que abrió fue el que contenía una túnica de gala negra para entretiempo, Harry se fijó que llevaba bordado el escudo de gryffindor y sonrió más. A los dos primeros regalos los sucedieron unos pantalones negros, una camisa de terciopelo verde oscura, unos bóxers plateados, un par de calcetines también plateados y unas gafas nuevas de pasta que lo harían ver más maduro. — Murciélago detallista— susurró Harry con una enorme sonrisa mientras se empezaba a vestir con todo lo que le había sido regalado y que le haría sentir a Severus cerca aunque no pudiera estar con él en un día tan importante. OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO La hora había llegado, Harry estaba a punto de salir al Atrio para ser investido como nuevo Ministro de Magia de Gran Bretaña. Las manos del ojiverde sudaban y temblaban, su corazón palpitaba rápidamente a pesar de que Hermione y Ron estuvieran a su lado dándole su incondicional apoyo. A sus 28 años, Harry no recordaba haberse encontrado tan nervioso nunca, ni cuando se acostó por primera vez con Severus o cuando mató a Voldemort. Fuera, en el Atrio, se escuchaba el murmullo de los periodistas y trabajadores del ministerio que estaban esperando para ver el acto.
— Hay un mar de periodistas, hermano.
Las palabras de Ron, tras sacar levemente la cabeza por entre la puerta, pusieron más nervioso al ojiverde que se frotó las manos contra los laterales de la túnica de gala. El miedo que tenía Harry a equivocarse en su discurso, a que algo fallara, se incrementó. Hermione al notarlo le cogió ambas manos y lo miró directamente. Los ojos caramelo parecieron tranquilizar a los esmeralda, a pesar de que todavía deseaba marcharse corriendo y encerrarse en su casa.
— Todo va a salir perfecto, Harry— susurró Hermione para reconfortar a su amigo— Nosotros estamos aquí para apoyarte y Severus está aquí— dijo tocándole con un dedo justo encima del lugar donde tenía el corazón y que además estaba bordado el escudo gryffindor en su túnica— para darte serenidad. No querrás que él piense que todavía eres Potter, el niñato rompe normas ¿verdad?
El héroe del mundo mágico negó enérgicamente con la cabeza, lo último que deseaba era que Severus volviera a odiarlo como lo hizo durante su adolescencia. Ahora a sus 28 años, cuando por fin conocía lo que era ser feliz, no deseaba volver a sentir el vacío que le producían los desprecios de su hombre.
— Sigo sin entender que le ves a Snape, sigue siendo un capullo aunque ahora sea el director de Hogwarts. Todavía no me he acostumbrado a pensar que estáis juntos, el día que la prensa se entere se va a organizar un puto circo.
Las palabras de Ron, quien a pesar de todo lo que dijera apreciaba a Severus, consiguieron que se ganara una colleja por parte de Hermione y un suave golpe en el hombro por parte de Harry. El pelirrojo se quejó teatralmente ante los golpes recibidos por parte de su mejor amigo y de su mujer. Ronald era el bromista del grupo, siempre lo había sido, Hermione continuaba siendo la centrada y Harry el aventurero, los tres seguían formando el Trío Dorado a pesar de que hiciera once años que habían abandonado Hogwarts.
— Es la hora, señor Potter— anunció una menuda mujer entrando en la sala en la que estaban los tres.
— Gracias Abby, ahora salimos.
Un beso en la mejilla por parte de Hermione y un fraternal abrazo por parte de Ron, ésas eran las dos cosas que necesitaba Harry antes de poder salir para enfrentarse a lo que le esperaba fuera. Al abrirse las puertas, los flashes los cegaron y durante unos segundos ningún miembro del Trío Dorado pudo ver nada. Pasados los instantes iniciales todo se calmó, los fotógrafos ya tenían lo que deseaban y los dejaron llegar hasta el pequeño escenario que habían puesto delante de la fuente del Atrio. En el escenario se encontraba Kingsley, el actual Ministro que abandonaba su puesto por los problemas de salud que le había ocasionado el desgaste del mismo. Harry al ver a Kingsley le dio un abrazo, para el ojiverde era relativamente tranquilizador saber que uno de sus mejores amigos era quien lo investiría.
— Severus me ha pedido que no te haga sufrir demasiado, que no me extienda mucho— susurró el todavía Ministro antes de romper el abrazo que había sido eficientemente fotografiado por todos los medios presentes.
El acto de investidura empezó, Kingsley inicialmente hizo un pequeño resumen de lo que había sido su mandato durante los últimos once años. El hombre de negra piel recordó lo duro que habían resultado los primeros meses después de la muerte de Voldemort. Una vez recordados algunos hechos, Kingsley habló de Harry y del bien que le haría a la sociedad mágica de la Gran Bretaña el tenerlo como Ministro. Mientras era alabado, el mayor héroe mágico de la historia miraba al primer par de filas de asientos en las que estaban sus más allegados. Los Weasley al completo, donde la señora Weasley estaba llorando emocionada, Remus con Tonks y Teddy, Draco con Pansy y Luna.
— Harry es tu turno.
Temblando como una hoja el ojiverde se levantó, las palabras susurradas de Hermione lo habían sacado de su estado de desconexión. Al situarse frente al estrado respiró profundamente, cerró los ojos antes de empezar a decir el discurso que se había preparado. Al cerrar los ojos en su mente aparecieron los rostros de cuatro personas: su madre, su padre, Sirius y Severus. Sabía que ellos no desearían que se mostrara como un cobarde, que desearían verlo tranquilo y seguro.
— Mi nombre es Harry James Potter y prometo esforzarme para continuar con la excelente labor que ha desarrollado Kingsley Shacklebolt durante estos últimos once años.
Ése fue el inicio del discurso de Harry, en el que también se acordaba de los tiempos difíciles que les había tocado vivir. Al final dedicó unas palabras a sus dos mejores amigos, a los que agradeció el apoyo incondicional que siempre le habían prestado a pesar de saber que podía costarles la vida. Un sonoro aplauso comenzó nada más terminar Harry, la gente se había puesto de pie y lo estaba aplaudiendo. Molly lloraba sonoramente en primera fila, Arthur intentaba que su mujer se tranquilizara a pesar de que él también estuviera a punto de romper en llanto.
Un peso enorme se evaporó del pecho del ojiverde al decir su discurso, al saber que únicamente quedaba el apretón de manos con Kingsley para ser Ministro y que todo ese acto terminase. Lentamente, ambos se acercaron, se dieron la mano y posaron así para las cámaras que estaban inmortalizando el momento. Mientras los flashes volvían a cegar a Harry lo impensable sucedió, toda la ropa del YA Ministro desapareció. El silencio reinó en el Atrio durante los siguientes segundos, nadie sabía qué había sucedido y porqué de un instante a otro el nuevo Ministro estaba desnudo.
— ¿Pero qué...?
El intento de pregunta de Harry se vio interrumpido cuando escuchó a un par de voces, en la lejanía, decir que al final se había atrevido a hacerlo. Al darse cuenta de quién eran esas dos voces, Draco y Pansy, el ojiverde entendió quién era el capullo que le había hecho eso. Maldito murciélago de mierda, esta vez se había pasado veinte pueblos, el conseguir que su ropa se evaporase en medio de un acto de investidura en el que estaban medios mágicos de todo el mundo mágico era demasiado. A pesar de que estaba enfadadísimo con Severus, Harry no pudo evitar esbozar una leve y breve sonrisa al pensar que sin su parte de capullo integral no le gustaría, no le pondría tan cachondo como siempre hacía. Antes de encontrarse en un verdadero problema, si pensaba en Severus se excitaría, rompió el apretón de manos con Kingsley y se desapareció. Mañana sería portada de todos los periódicos, seguramente las revistas sacarían especiales, en todos ellos estaría claro que la portada sería su foto desnudo.
Al aparecerse en Hogwarts, directamente en el despacho de Severus, se encontró al director tranquilamente sentado en la silla de detrás de su escritorio. En sus labios tenía una socarrona sonrisa, muy amplia y evidente. El enfado de Harry aumentó al ver como todas sus prendas, incluidas las gafas que le había regalado, estaban sobre el escritorio.
— Eres un capullo.
— Dime algo que no sepa, Potter— comentó Severus al levantarse de la silla y rodear el escritorio para recostarse levemente en él— Sigo siendo el mismo Snape capullo que cuando era jefe de Slytherin, el mismo capullo que te hizo gemir anoche— apuntilló torciendo más su sonrisa.
Los ojos verdes de Harry mezclaban enfado, furia, amor y hasta humor. Si alguien podía despertar todas esas sensaciones juntas en el héroe del mundo mágico, en el nuevo Ministro, ése era Severus. Snape le daba a Harry lo que no había conseguido que nadie más le diera, una dosis de realidad, otra de entendimiento y otra de pasión.
— ¿Cómo lo has hecho?
— Un mago nunca dice sus trucos, un pocionista nunca revela que ha creado una nueva poción que permite evaporar elementos de forma programada.
El comentario del director de Hogwarts fue acompañado del gesto de colocarle las nuevas gafas a Harry. Al verlo únicamente con las gafas, ésas que le daban un aire más maduro, se lamió los labios con deseo. Poder disfrutar de la figura, fibrada y en forma, de su “pareja” siempre lo excitaba, desde antes de poder contemplarlo desnudo ya había empezado a fantasear con él. Al volver a Inglaterra tres años atrás empezó a conocer al verdadero Harry, del que llevaba enamorado desde hacía un par de años a pesar de que lo que fuera que tuvieran solamente era desde hacía seis meses.
— Mañana saldré así en todas partes— se quejó el ojiverde señalando su desnudez, el tono utilizado era más de resignación que de enfado.
— Siempre te he dicho que a mí me gustas más así que con ropa, señor Ministro— bromeó Severus rodeando con sus brazos la desnuda cintura de Harry— Mucho más.
Las dos últimas palabras que fueron susurradas al oído del ojiverde le arrancaron un gemido. Era imposible enfadarse con Severus, era imposible seguir enfadado por muy capullo que fuera cuando sacaba su parte Snape. El susurro fue sucedido por un leve mordisco en el lóbulo, por unos besos juguetones en el cuello y por unas expertas caricias en el miembro que estaba despertando por las atenciones dedicadas. Así, con Severus trabajando con su boca en el cuello de Harry y con sus manos en la creciente erección, fue como los cuadros del despacho observaron venirse al nuevo Ministro. Las mejillas se les habían coloreado y las respiraciones agitado, a pesar de que ése solamente era el principio, un principio que debería esperar porque en menos de diez minutos Snape tenía la reunión con los jefes de casas en su despacho.
— No te he perdonado la broma— advirtió Harry mientras se abrochaba la camisa, ya con los bóxers puestos— Una paja contra tu escritorio no me hace perdonarte.
— ¿Una paja?— cuestionó divertido Severus— ¿Un Ministro de Magia puede permitirse decir semejante tipo de palabras soeces?
El tono burlón consiguió que el pocionista, reconvertido en director, recibiera un golpe en el hombro por parte de Harry. El ojiverde, completamente vestido, se aproximó a Snape. Los brazos del hombre, de perpetua capa negra, lo esperaban abiertos y tan protectores como siempre que estaba en ellos. El Ministro suspiró, apoyó su frente en el hombro del director de Hogwarts y se dejó acariciar la espalda con mimo. A pesar de querer estar enfadado con Severus no podía, le era imposible cuando era su punto de apoyo más importante a pesar de su, a veces, odioso carácter slytherin.
— ¿Acaso quieres que lo llame sesión masturbadora?— preguntó Harry sin levantar su frente del hombro de Snape— Los Ministros podemos decir lo que nos dé la gana, así que si me apetece utilizar las palabras paja o follar, las utilizaré.
La vehemencia de la frase consiguió hacer reír a Severus, quién elevó con mucho cuidado el rostro que estaba apoyado contra su hombro. Al estar los dos casi a la misma altura, las miradas conectaron y la broma del slytherin quedó completamente en el olvido. La mano del director, la que había alzado el rostro de Harry, dejó de ocupar la barbilla del ojiverde para ocupar su mejilla. Las yemas, de los expertos dedos en hacer pociones, acariciaron la madura mejilla, repasaron el perfil de la perfecta nariz y el contorno de los sabrosos labios del señor Ministro.
Cualquiera que viera la imagen pensaría que alguien estaba suplantando a Snape, que alguien debería estar utilizando la poción multijugos, porqué nadie en su sano juicio podría pensar en Severus como un profundo romántico.
— Sí tú puedes decir paja o follar, yo puedo afirmar que el Consejo Escolar cada vez me da más por culo.
— Por culo solamente te puedo dar yo— respondió Harry riendo mientras guiaba sus manos al trasero de Snape y apretaba con cada mano una de sus nalgas.
Los dos quedaron todavía más pegados, rozándose y excitándose sin pode evitarlo. Las miradas seguían conectadas y los labios volvieron a buscarse, encontrarse. A pesar de saber que no tenían tiempo Harry terminó recostado sobre el escritorio del excelentísimo director de Hogwarts, con el director inclinado sobre él.
Unos golpes en la puerta rompieron el hechizo, el momento de pasión que se estaba viviendo dentro del despacho. Severus sabía que quien estaba golpeando en su puerta eran los jefes de las cuatro casas del colegio, los malditos cuatro jefes a los que desearía hechizar por su inoportuna llegada.
— Procure sentarse de una forma que disimule su erección, director— comentó riendo Harry al señalar el efecto que había tenido en su hombre el breve encuentro que les habían dejado tener— No quiero que ningún jefe de casa se pueda llegar a pensar que está así por verlo a él.
— Si quiere puede quedarse arrodillado bajo mi mesa y aliviar mi erección con su lengua y su boca, señor Ministro— contestó Severus con un tono socarrón, un tono muy slytherin.
— Demasiado he enseñado hoy a todo el mundo con mi cuerpo desnudo. Enseñar como se hace una buena mamada, a los jefes de las cuatro casas de Hogwarts, no entra hoy en mis planes, quizás mañana sí lo haga.
El final de la frase dicha por Harry fue acompañado por un leve roce de labios, uno que prometía volverse más intenso la próxima vez que se encontraran. Los golpes en la puerta los instaron a separarse, a despedirse.
— Esta noche nos vemos, tu cama me espera y tu cuerpo también.
— Dormirás en el sofá por tu bromita de slytherin capullo.
— Sabes que no es cierto, sabes que terminarás arrastrándome a tu cama y que terminaremos haciendo el amor sin reservas— afirmó Severus con su rostro brillando de diversión, un estado que cambió al ver desaparecer a SU Harry y girarse para abrir la puerta de su despacho— No golpeen más, ahora les abro.
Un Alohomora más tarde, el de nuevo excelentísimo director de Hogwarts abrió la puerta y dejó pasar a los directores de las cuatro casas. Nott, Longbottom, Flitwick y Sprout, los cuatro lo miraron intrigados. Sin prestarles demasiada atención los mandó sentar, ocupar unas sillas que aparecieron de la nada frente al desordenado escritorio de Severus, el que era la prueba de la lujuria y la pasión que había entre el actual Ministro de Magia de la Gran Bretaña y el actual director de Hogwarts.
— Parece que haya pasado por aquí un rinoceronte.
— Un león, querida Pomona, un león muy enfadado.
La profesora de herbología no entendió lo dicho por su anteriormente colega y ahora jefe, Flitwick y Neville tampoco lo comprendieron, Nott por el contrario esbozó una enigmática sonrisa dejando claro que sí lo había entendido. Theodore comprendió que habían interrumpido a su jefe con Potter, con el que según le había comentado alguna vez Draco mantenía una especie de relación sentimental. La enigmática sonrisa del jefe de la casa de las serpientes se mantuvo durante toda la reunión, en la que se dio cuenta de la notable erección que tenía el director de Hogwarts.
Aquella noche como había predicho Severus, durmió con Harry en su cama después de hacer el amor sin reservas en varias ocasiones. Aquella noche quedó claro que por mucho que te acuestes con un slytherin siempre debes tener cuidado de él, además de que también quedó suficientemente claro que si al quedar en ridículo frente al mundo mágico sonríes es porque sabes que el capullo slytherin con el que te estás acostando es al que debes culpar. Como también había predicho Harry, al día siguiente la foto de su desnudo ocupó todas las portadas de los diarios mágicos del mundo y de las ediciones especiales de las revistas del corazón. THE END | |
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