Capítulo 1 - Grupo Anti-Snarry

Escritora: Mei Yua

Beta: Pescadora de Estigia

Ilustradoras: Kuree_M&Me_S&S y YukimuraSayu.

Clasificación: PG.

Resumen: Harry pensaba tener al fin un buen año en Hogwarts, con lo que parecía un perfecta relación a escondidas con Snape. Sin embargo, la repentina muerte de Dumbledore a manos de su amante llega a echarlo todo a perder.

¿Qué pasa cuando deseas más que nunca desaparecer de la realidad y tener al fin una vida feliz? La magia podría echarte una mano, ¿cierto?

Advertencias: Ninguna.



Quizá si alguien les hubiese dicho lo que pasaría aquella noche, nadie habría ido a ese lugar, o quizá todo aquello habría sucedido antes. Aquel día, Dumbledore le había mandado una nota muy temprano a Harry, citándolo en su oficina, como llevaba haciéndolo todo el año. Esa sería otra de esas reuniones donde Harry tenía que conocer más a fondo a Voldemort. Sin embargo, esa vez sería diferente, esa noche darían un importante paso en su derrota, el más grande que habían dado hasta el momento y el que, como después supo Harry, marcó la diferencia para todos, para bien o para mal.

Los sucesos habían hecho que Harry pensara que ese sería su mejor año en Hogwarts, el más tranquilo y el que más le aportaría, tanto a sus deberes sociales como en los personales. En primer lugar, estaba el hecho de que al fin había llegado un profesor de pociones que, si dejaba de lado el hecho de que lo trataba como a un valioso objeto, parecía estar dispuesto a enseñarle como se debía, sin insultos o humillaciones. Y por si acaso dicho hombre no podría lograrlo, también le había entregado, sin saberlo, el libro más maravilloso que jamás había tenido el placer de tener entre las manos, uno en el que parecían venir todas las respuestas y mucho más.

En segundo lugar, estaban Dumbledore y las verdades que, después de tantos años, al fin llegaban a él. Sabía que era un acontecimiento memorable el que el hombre ya no lo tratara como a un niño de once años. Pero también sabía que eso significaba que las cosas estaban por salírsele de las manos y que, lo más probable, era que estuviera entrenándole para hacer todo aquello que él no podría. Para Harry estaba bien, después de todo, se había acostumbrado a ser manipulado desde las sombras.

Y por último, pero no menos importante, estaba Snape. Sí, Severus Snape, el mismo hombre que durante cinco años le había hecho la vida un infierno, el mismo que le repetía incansablemente que su padre era un cerdo, un bastardo engreído y que él, por supuesto, había heredado todo eso y mucho más. Sí, ese hombre era una de las cosas que estaban haciendo de su sexto año el mejor de todos. No es que Harry fuera masoquista, o al menos no lo había descubierto aún. Más bien se trataba de que, en algún momento, la relación entre profesor y alumno había dado un giro radical y ahora las cosas se asemejaban más al estilo de Romeo y Julieta. Aunque el mayor, claro, no dejaba caer las cosas en un completo romanticismo meloso.

Harry no sabía en qué momento su manera de mirar al hombre había cambiado. Quizá fue desde que vió algunos de los más terribles y vergonzosos recuerdos de Snape, durante una clase de Oclumancia, y descubrió que tenía parte de razón para odiar a su padre por divertirse a costa de su sufrimiento. O quizá fue cuando se enteró de que no le había dado auténtico Veritaserum a Umbrige cuando la mujer planeaba interrogarle sobre el ejército de Dumbledore. O que, en verdad, le hubiese hecho caso y advertido a la orden sobre el peligro que le había dicho que corría Sirius, aunque después todo, eso le hubiera traído la muerte al animago. O, muy probablemente, desde el primer momento que lo vió a los once años se quedó cautivado por esa hipnotizarte oscuridad de Snape y, sólo hasta este momento, las hormonas habían hecho que fuese consciente de ello. Pero, de alguna forma, el día que Snape había ido a recogerle a la verja del colegio, tuvieron una considerablemente tranquila conversación, que continuaron y continuaron en las muchas detenciones en la materia del mayor.

Con las constantes charlas que mantenían, finalmente, la repugnancia que sentía hacia Snape pasó a ser solo antipatía. Después, con el paso de las semanas, vino el simple rechazo por los recuerdos que tenía del hombre y por el género de ambos, ya que jamás se había detenido a cuestionarse a fondo su propia sexualidad, mucho menos la de Snape. Al cabo de unos meses, todo pasó a ser tolerancia y, al final y como era de esperarse, aceptación. Harry supo entonces que si las personas lograban encontrarle el lado bueno al temperamento de Snape, y aprendían a tomar sus sarcásticos e hirientes comentarios con algo más de filosofía, podrían llegar a apreciar bastante al hombre. Y al final, cuando llegó la simpatía, todo pensamiento razonable en Harry se esfumó por completo. Entonces, comenzó a hacerle caso solamente a lo que le dictaba el corazón, encontrando excusas una y otra vez para convencerse a sí mismo de que lo que estaba pasando entre ambos no era algo de lo que debía alarmarse. Así que para cuando quiso darse cuenta, Snape y él ya se habían estado besando en un rincón oscuro y perdido en alguna parte solitaria de Hogsmade, en lo que inicialmente era una simple e inocente salida a tomar aire fresco y, de paso, comprar algunas golosinas y ancas de rana, respectivamente.

Las cosas aquel día, definitivamente, se les habían salido de control a ambos: se habían olvidado de que estaban en un pueblo lleno de aurores y posiblemente mortífagos; que cualquiera que los mirara los reconocería al instante; que ellos eran y seguirían siendo, por un tiempo más, un profesor y un estudiante; y se habían olvidado también de que la prensa podría hacer que las cosas parecieran aún peor de lo que eran. Sin embargo, a ninguno de los dos parecía importarle eso realmente, ya fuera porque estaban demasiado ocupados como para darse cuenta, o porque lo que sentían era tan bueno que valía la pena cualquier lidiar con lo que fuera a suceder después.

Harry ni siquiera sabía cómo o en qué momento logró cautivar el corazón de Snape, o si en verdad eso había ocurrido, después de todo, en apariencia, su relación no había cambiado. Aún cuando ya habían aceptado sus sentimientos, Snape seguía descontándole puntos por cada pequeña cosa que hacía y se le notaba a leguas que seguía disfrutando de ello. Los insultos tampoco habían parado, ni los sarcásticos comentarios o las miradas envenenadas que le dirigía a Harry cuando estaban en público. El chico simple y sencillamente se limitaba fruncir el ceño, mirarlo con reproche y tragarse cualquier respuesta que pudiera ocurrírsele por el temor de que los dimes y diretes fueran más allá y terminara todo lo que habían conseguido por ello.

Muchos eran los días en los que Harry se perdía de la vista de cualquiera, llevando el mapa del merodeador y la capa invisible consigo. Días en los que, casualmente, Snape se encerraba durante horas y horas en su laboratorio privado, aparentemente trabajando en asuntos personales y saltándose incluso las comidas o los deberes que pudieran ser pospuestos para otro día. Harry no podía estar más feliz por eso, saber que Snape estaba poniendo de su parte para estar con él, para que se vieran lejos de la vista de cualquiera, en un lugar donde no los pudieran interrumpir, y que incluso el hombre se preocupara de las sospechas que podría generar la desaparición de ambos, inventando excusas para él o mandándolo a intervalos a hacer una aparición rápida por su sala común… Era una sensación que no podría describir con palabras. Era verdad que Snape no dejaba que las cosas subieran de tono y que lo máximo que lograba hacerle, en esos pequeños momentos de pasión que compartían, era colarle una mano por debajo de su camisa y acariciar suavemente la piel, arañándolo ligeramente cuando él le mordía los labios, pero sólo eso podía llevarlo al paraíso.

Snape era considerablemente más “cariñoso” en privado, pero jamás daba muestras de sentimientos por Harry. Lo que él hacía era iniciar extensas conversaciones, leerle pasajes de libros que le parecía lo bastante buenos como para ser compartidos con alguien más o cualquier cosa que lograra distraer al chico, y a sus hormonas, de hacer alguna estúpida cursilería. Y aunque esto a Harry muchas veces terminaba causándole dolores de cabeza, lo que contaba para él era que estaban juntos, escondiéndose del mundo por cualquier norma infringida que pudiera separarlos y arriesgándose día a día llevando una relación clandestina entre los muros del colegio sin importar las consecuencias que eso pudiera acarrear.

Aquel día, Harry y Snape aprovecharon que el director estaría ausente toda la jornada, hasta que llegara la hora de su cita con Harry, y salieron a los terrenos del colegio. Se internaron en los jardines, por la orilla del lago, hasta llegar a un pequeño claro a través de un sendero del Bosque Prohibido. En ese lugar había un enorme y viejo sauce de hojas empolvadas que casi rozaban el agua. Sus gruesas raíces formaban arcos que sobresalían del suelo y recorrían un pequeño tramo hasta lograr perderse en las negras aguas.

Snape guiaba a Harry en silencio, dándole tan sólo una indicación de vez en cuando, y después, saltando de una raíz a otra, llegaron a una enorme piedra que se asemejaba mucho al caparazón de una tortuga. Ésta estaba situada justo al lado de una gruesa cepa que daba la ilusión de ser el respaldo de una rustica silla. Harry echó una extensa mirada al lugar, todo parecía sacado de uno de esos cuadros de tía Petunia que tenían pinturas de hermosos paisajes que sabes que dudosamente verás en persona algún día. Pero éste era real, y estaba allí, sólo para ellos dos.

—Encontré este lugar cuando estaba por finalizar el sexto curso —dijo Snape tomando asiento y acomodando su capa de tal forma que no rozara el agua—. Necesitaba un lugar para estar solo y un día simplemente llegué aquí. No pega mucho el solo así que es un tanto oscuro para venir a estudiar, pero es algo que se podía y puede solucionar con un insulso pase de varita que hasta Longbotton podría hacer.

Harry se acomodó al lado del hombre y arrojó al agua una ramita que se le había prendido del pelo.

—¿Por qué no me lo mostraste antes? Me hubiera gustado escaparme alguna vez a aquí cuando era demasiado fastidioso estar en el castillo.

—¡Pero claro! ¿Cómo no se me ocurrió? Te lo podría haber dicho mientras te quitaba puntos por merodear en los pasillos a horas indebidas, o durante alguna de tus muchas detenciones por explotar horrorosas pociones en mi clase… Después de todo te faltaba saltarte unas cuantas normas, con eso de que jamás lo haces.

Harry sonrió, en otro momento hubiese saltado de su asiento y se hubiera puesto a despotricar contra el profesor, tratando de defenderse, pero ahora no podría hacer más que sonreír.

—Exactamente, Snape. Tuviste tantas oportunidades de decirme y hacer tu buena acción del día…

Snape sacó su varia, lanzó un hechizo desilusionador al pequeño lugar, por si acaso había alguien por allí que pudiera verlos juntos, e hizo como si no hubiera dicho nada Harry.

—Dumbledore me dijo que no te retuviera esta noche con el castigo por que tú y él tenían un importante asunto que tratar —dijo el mayor sin alzar la voz mientras dirigía la mirada a Harry—. ¿Ahora me involucras en tus mentiras, Potter, o me he olvidado de que teníamos una serie de detenciones en proceso?

Harry suspiró y se recostó en el regazo de Snape.

—Sí, bueno no… digo, es que me preguntó que qué iba a hacer en estos días y, como Slughorn estaba cerca, si decía que nada querría que fuera a esas cenas que organiza y pues… pensé que una detención contigo seria lo más creíble.

Snape suspiró profundamente, asintiendo suavemente y se apoyó en la raíz, refunfuñando algo sobre la falta de educación de Harry. El chico se quedó mirándolo por unos instantes. El hombre se veía tan calmado sin ese constante ceño fruncido. Ahora tenía una expresión de completa relajación.

Ya le había pedido muchas veces que le llamara Harry, pero el hombre simplemente se rehusaba a nombrarlo de una forma tan cercana y le había pedido que se abstuviera de usar su nombre. Era cierto que no le había gustado mucho el desaire, ¿si no podían andar como una pareja normal no podían, al menos, ser una en toda la extensión de la palabra cuando estaban en privado? Al parecer Snape pensaba que no, y a él no le quedaba otra cosa que más resignarse a los hechos y pensar que el hombre tenía una manera demasiado extraña de amar. Era eso o que él no entendía aun como se daban las cosas en una relación. Después de todo no tenía experiencia en ese asunto, salvo a aquella fallida cita con Cho.

—¿Seguirás sin decirme lo que Dumbledore y tú se traen entre manos? —preguntó de repente Snape, sacando a Harry de sus cavilaciones.

El chico pestañeó un par de veces, tratando de despejar su mente. Últimamente, la insistencia de Snape por saber lo que hacía en las reuniones con Dumbledore era cada vez más constante y a él le resultaba cada vez más difícil de evadir, sin que le quedara ese mal sabor de boca por ocultarle la verdad, pero es que simplemente no podía decírsela, no a él.

—Son sólo clases, te lo he dicho —le respondió desviando la mirada—. Me enseña un poco de esto y de aquello, ya sabes, cosas como Oclumancia ya que contigo no funcionó. Hacemos ese tipo de cosas.

—Eso es un claro “no te diré la verdad”

—Oh, por favor… ¿y tú? ¿Me dirás lo que te traes con Malfoy? Te he visto seguirlo y… ayudarlo.

—Ese asunto no te compete —soltó cortante Snape—. Es un asunto personal y no te tienes por qué enterar de eso.

Harry se mordió los labios, sabía perfectamente lo que los unía a Draco y a él, solo le faltaba conocer el motivo por el que habían tenido que hacer el juramento inquebrantable. Tenía sus sospechas eso estaba claro, pero se rehusaba a aceptarlas, mucho menos pensando que las cosas pudieran salir mal.

—Pues lo mismo te digo, el asunto que tenemos Dumbledore y yo es privado y no tienes por qué enterarte.

Snape no dijo nada, ni siquiera pareció inmutarse, solo continuó con los ojos cerrados, como tratando de perderse en la oscuridad de sus parpados e ignorar sus pensamientos, quedarse completamente ajeno y libre del mundo.

—Finalmente me enterare de todo, y entonces esto quedará en el olvido —dijo el mayor en un susurro apenas audible—, pronto, muy pronto todo pasará y… terminará.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Harry extrañado—. ¿Qué es lo que terminará?

—Los secretos, Potter, los secretos.

Harry se quedó callado, mirando fijamente las aguas negras del lago. No se atrevía a decir ni una palabra más, algo en el tono de Snape hacía que una extraña sensación se apoderara de su pecho. Tenía el presentimiento de que, si decía una sola palabra más, todo se vendría abajo y, al mismo tiempo, le parecía que eso sucedería si no decía nada. Pero al final no se decidía a abrir la boca.



Así pues, las horas pasaron. El sol comenzó a ponerse en el horizonte, lo dejaba claro la oscuridad que se había comenzado a apoderar de la roca a la sombra del sauce. La hora de volver al castillo había llegado y Harry sabía que muy pronto se reuniría con Dumbledore y no podía evitar sentirse ansioso. Eso le parecía mejor que ponerse a darle vueltas a las palabras de Snape.

Se levantó y caminó al lado de Snape de regreso, en un silencio que no era ni cómodo ni molesto, sólo era silencio. Harry se cubrió con la capa de invisibilidad cuando llegaron a los jardines y la posibilidad de que alguien pudiera llegar a verlo andar al lado de Snape de regreso se incrementó. Algunas veces le parecían tontas las precauciones que tomaban, pero como hasta ese momento estaban funcionando bien, no podía quejarse y arriesgarse a que los descubrieran por eso.

Cuando entraron por la puesta del castillo, Harry sintió como Snape lo tomaba atientas de un hombro y lo jalaba hasta quedar arrinconado entre la pared y su cuerpo. Sintió entonces como le descubría solamente el rostro y, antes de que lograra decir nada, apoyó sus labios contra los suyos, lamiéndolos suavemente, dándole delicados mordiscos, mientras tomaba su cara entre las manos, como si aquel beso fuera el último. El final como había dicho antes.

— ¿P-Por qué fue eso? —jadeó Harry a un centímetro del rostro de Snape.

El mayor suspiró profundamente y al cabo de un momento se separó de Harry.

—Me despido de ti, ya te vas, ¿no? Irás con Albus.

— ¡Ah! Sí, es cierto.

Harry sacudió la cabeza, últimamente estaba paranoico. Le dedicó una sonrisa a Snape y se cubrió la cara de nuevo para que no lo vieran, al menos mientras Snape y él se separaban unos cuantos pasillos.

—Adiós, Potter —dijo Snape con una voz queda, haciendo un delicado énfasis.

—Adiós… Snape —contestó Harry pese a no estar seguro de entender por completo.



Las horas siguientes fueron un completo infierno para Harry. Había estado tan emocionado esperando el instante en que por fin tuviera el trozo de alma de Voldemort en sus manos, el momento en el que pudiera destrozarlo con sus propias manos, cuando al fin pudiera dar un paso en su camino en librarse de una vez y para siempre del hombre… Pero todo había salido más difícil de lo que había previsto: no esperaba ver aquella cantidad de trampas, ni tantos hechizos o esa cantidad de magia negra como la que se encontraba en el lugar, tan concentrada por todos los años que pasó añejándose, volviéndose fuerte, justo como el mismo castillo de Hogwarts. Harry pensaba que si Voldemort había logrado hacer todo aquello cuando aún era joven, ¿qué no podría esperar de él ahora que era mayor y mucho más sabio en las artes oscuras? Y, por si eso no fuera poco, también tenía a un ejército de magos resguardando su espalda con un considerable nivel de conocimientos. Pero no se podía acobardar, no ahora que estaba más cerca de lograr su cometido, no cuando Dumbledore había tenido que arriesgarse él mismo para conseguir el Horrocrux.

El aspecto del anciano era terrible, estaba pálido, excesivamente débil incluso para poder sostenerse el solo en pie. Tenía la respiración demasiado agitada y pesada, el cuerpo le temblaba ligeramente y jadeaba constantemente por la sed que le había producido aquella pócima. Su mano calcinada había tomado un aspecto muy parecido a la madera consumida, esa que aún con el golpe más suave puede desmoronarse.

Sabía que tenían que conseguir ayuda, regresar al colegio y avisar a alguien del estado en el que se encontraba el Director. Tenían que atenderlo, llevarlo a San Mungo y que lo revisaran a fondo, tenían que contrarrestar los efectos surgidos y que pudieran venir por haber bebido aquello. Harry lamentaba profundamente no saber más, seguro que a Hermione se le hubiera ocurrido algo para ayudarlo por lo menos un poco. Pero en cambio, él lo único que podía hacer era darle soporte y torpes frases de aliento que no estaba seguro de que el anciano llegara a entender en el estado en el que se encontraba.

Habían aterrizado en la torre de astronomía, consientes que el castillo sería o había sido invadido ya por intrusos. Harry no sabía lo que iba a pasar, sólo tenía clara una cosa: tenía que ir por Snape, tenía que bajar a su despacho en las mazmorras, tocarle hasta que le abriera y decirle todo lo ocurrido, tenía que informarle del estado de Dumbledore antes que a nadie en el castillo, así lo quería el anciano y él también. Snape sabría qué hacer, pensaba, podría encontrar la solución y hacer los planes ideales para que todo saliera bien, incluso con una invasión.

Sin embargo, la llegada de alguien inesperado y ese “petrificus totallus” que le había lanzado Dumbledore de repente, cuando tenía la capa de su padre puesta, le echaron a perder los planes y no pudo hacer más que quedarse mirando fijamente como ocurría las cosas. Vio sin siquiera pestañear como llegaba Draco, como apuntaba temblorosamente a Dumbledore y como entraban, uno a uno, los burlones mortífagos. Podía escuchar como la batalla comenzaba en el castillo, entre explosiones e incendios. Observó como la varita del Director caía al suelo, dejándolo aun más indefenso de lo que ya se encontraba. Habían escogido el peor momento para atacarle y él ni siquiera podía moverse para ayudarle. Todo estaba perdido, todo. Draco bajó la varita lentamente, se veía en sus grises ojos que no deseaba hacer aquello, pero si no lo hacía él, seguramente alguno de los otros mortífagos sí.

De repente, la destartalada puerta de madera de la torre se volvió a abrir y una figura negra apareció, iluminada por la luz de la luna y el resplandor rojo que producía una llamarada en alguna parte. Era Snape, el hombre por el que tenía que ir, el que podía solucionarlo todo. La persona en la que Albus y él más confiaban en ese momento. Sí, seguramente su Snape pondría fin a ese asunto y, entonces, también podría unirse a la batalla.

Harry se permitió un suspiro de alivio. Ya no tendría que preocuparse, pensaba. Pero en un segundo supo cuán equivocado estaba. Snape mantenía la varita en alto, pasaba la mirada de una persona a otra, de Draco y su varita a Dumblerode desarmado, a cada uno de los mortífagos presentes y luego a su misma varita. Y entonces, apuntó firmemente a Albus, con un perfecto pulso y la mirada perdida en los ojos del mayor.

—Por favor, Severus…

Fueron las últimas palabras que escuchó decir al viejo Director y antes de que pudiera siguiera parpadear, le quedó claro que ya no habrían ningunas otras.

—¡Avada Kedabra! —gritó Snape, por encima de todo ruido, y un chorro de luz verde surgió de su varita, impactando directamente en el pecho de Dumbledore.

En cuerpo del anciano cayó al vacío, dejando su varita en el rincón al que había rodado cuando Draco lo desarmó. Harry no pudo gritar, ni siquiera mover un sólo músculo para ayudarlo. Sólo pudo escuchar las estrepitosas risas de los Mortífagos y observar las capas desfilar por la salida. Y entonces, pudo mover el cuerpo. Lo primero que hizo fue caer de rodillas, si el hechizo se había roto sólo podía significar que nadie había estado allí abajo para atrapar a Dumbledore y ese momento él estaba… muerto.

Durante un largo minuto se quedó allí, arrodillado e inmóvil, observando sus manos. Las que no habían podido hacer nada para evitar la muerte, aquella muerte a manos de ese hombre que pensó tontamente que había llegado a ayudarles. El hombre al que había querido ir a buscar corriendo. Entonces, un ligero temblor recorrió la columna de Harry, tensando cada músculo de su cuerpo por la intensa ira que lo invadió. Cerró su mano en un puño y se puso de pie de un salto. Salió disparado, corriendo por las escaleras de la torre y saltó decidido el cuerpo inerte de alguna persona que yacía en la salida. Ignoró completamente los gritos dirigidos o no hacia él, esquivó los hechizos que volaban por el aire y le lanzó algunos a los mortífagos que se le atravesaban en su camino, retrasando su venganza.

Lo iba a matar, iba a hacerle pagar a Snape por esa jodida maldición que le había lanzado a Dumbledore. Por matar a la primera persona que confió en él. Que creyó en esa estúpida historia de que se había regenerado durante el camino y ahora estaba de su parte. Esa estúpida historia en la que hasta él creyó. Se sentía ultrajado, engañado, utilizado. Así que por eso insistía tanto en conocer sus planes con Dumbledore, para saber cuál era el mejor momento para atacarlo, cuando podría matarlo sin que le hubiera hecho demasiado daño a los planes de su verdadero señor. ¿Cómo había sido tan estúpido como para creerle? ¿Cómo se había dejado embaucar por sus palabras hasta el punto de enamorarse de él?

Había sido tan tonto, tan crédulo. Merecía sentirse como se sentía por su estupidez, tan sucio en todos aquellos lugares que Snape había tocado, tan repugnante por haber dejado que lo besara y disfrutar de ello. Se odiaba a sí mismo haber deseado aún más que sólo infantiles caricias. ¿Cómo, en algún momento, se le había podido cruzar la idea por la cabeza de entregarse a él? ¿Cómo podía haberse arriesgado tanto por un hombre que solo lo había usado para estar más informado de sus acciones para decírselas a Voldemort? Porque era seguro que ese era su objetivo. No le cabía la menor duda.

Cruzó corriendo los desechos jardines, persiguiendo la repulsiva capa ondeante de Snape, apuntándole con la varita mientras trataba de formular un hechizo lo suficientemente bueno para herirle, para dejarle tirado en el piso pero no para matarle de golpe. ¡Oh, no!, lo haría sufrir, le daría una muerte lenta y dolorosa, una con la que pudiera sentir con creces todo el dolor que había causado en su vida.

—¡Cobarde! —le gritó con todo lo que sus pulmones dieron de sí, hasta el punto de casi desgarrarse las cuerdas vocales—, eres un cobarde, Snape. El confiaba en ti… ¡YO CONFIABA EN TI!

Le lanzó el primer hechizo que se le ocurrió, esperando que la magia lo acuchillara como a Draco y lo dejara tirado, sangrante. Sin embargo, Snape desvió fácilmente el ataque, girándose hacia él altivamente y con una expresión indescifrable en el rostro.

—Aun con todo ese odio que tienes ahora, Potter, sólo eres capaz lanzar mi propio hechizo contra mí. Sinceramente pensaba que eras más listo.

—¡No lo soy! —gritó con las manos temblándole de rabia—. No lo soy, soy un idiota, un idiota que confió en ti, que se fijó en ti. Fui tan estúpido fijándome en alguien que no resultó ser más que una serpiente sucia y rastrera de sangre fría, capaz de engañar, de mentir con cualquier cosa con tal de lograr su objetivo. ¡Eres un cobarde! Siempre te estuviste arrastrando, esperando el momento para atacar. ¡Maldito Cobarde!

— ¡NO ME LLAMES COBARDE!

El grito de Snape resonó como un rugido por los terrenos y, de un momento a otro, ambos se apuntaban con las varitas, esperando el más mínimo movimiento para atacar, iluminados por las ardientes llamas que consumían rápidamente la pequeña cabaña de Hagrid y escuchando las trastornadas risotadas de Bellatrix mientras se deleitaba con el espectáculo, regocijándose por el notable logro, aunque no fuera suyo.




—Yo te quería y tú sólo me utilizaste para tus planes, para que Voldemort te premiara por tu buena conducta con una palmada en la espalda —reprochó Harry, clavándole una envenenada mirada a Snape—. Pero eso se acabó, Snape. Me lo pagarás, te juro por la memoria de mis padres que te vas a arrodillar ante mí a pedirme perdón.

—Quiero ver que lo intentas, Potter.

Harry dio un paso al frente, dispuesto a cumplir con su palabra, pero antes de que lograra formular un hechizo, una luz roja le impactó en el pecho haciéndole volar un par de metros por los aires hasta aterrizar dolorosamente sobre el duro suelo. Sintió su cuerpo crujir tras el golpe y como si unas cuchillas estuvieran rasgando su carne por dentro, produciéndole un insoportable escozor.

Contuvo los gemidos de dolor mientras escuchaba las risas de Bellatrix estallar aun con más potencia. La miró a través de los cristales agrietados de sus torcidas gafas.

— ¿El niño Potter no sabe desviar ni un hechizo simple? —preguntó la mujer en un fingido tono de lamento.

A Harry le faltaba cada vez más el aire, sentía como si las venas de todo su cuerpo estuvieran latiendo, cuarteándose lentamente, seguraamente como inicio de una de todas las dolorosas torturas que conocía Bellatrix. Snape ni quiera lo miraba, como si no valiera el fuerzo girarse para verle, dedicarle un último vistazo a lo que horas antes había sido su pareja. Tan sólo parecía esperar el momento en que su compañera terminara de burlarse de él.

Toda la furia de Harry cayó entonces por los suelos y lo inundo una profunda tristeza. Había significado tan poco para Snape, había sido tan fácil para él embaucarlo, engañarlo, mentirle…. Quería llorar, quería llorar hasta que darse sin lágrimas, hasta que sus ojos quedaran completamente secos para ver si así su pena era menor, pero el poco orgullo que le quedaba le impedía sucumbir ante la tentación. Sólo, cuando ya no pudo más con el ardor del llanto acumulado en sus ojos, los cerró y reunió todas sus fuerzas para aferrarse a lo único seguro que le quedaba, su varita. Sintió como una lágrima se deslizaba por su mejilla y deseó con todas sus fuerzas no haber vivido aquello, deseó estar con alguien bueno, alguien que verdaderamente lo quisiera y no le fuera a hacer sufrir de la misma manera que Snape lo había hecho. Un último cosquilleo recorrió su cuerpo antes de caer en una repentina inconsciencia.

—¡Vamos, Bellatrix! El señor oscuro lo quiere vivo para él —dijo entonces Snape con un deje de felicidad en la voz cuando Harry no lo pudo escuchar más—. El señor Potter tendrá el placer de morir en sus manos.

Y sin más, la ondeante capa y la estridente risa se fueron alejando hasta perderse en la oscuridad, dirigiéndose, sin duda, con el Señor Tenebroso a informarle de la muerte de Dumbledore y disfrutar de su felicidad y todo lo que ésta pudiera traer.

Harry se quedó tirado en el césped, inconsciente, con el calor de las llamas de la cabaña calando aún en su piel y el insoportable escozor de aquellas cuchillas que lo desgarraban por dentro. Mientras, Snape se alejaba a largas zancadas por los terrenos, siguiendo indiferente el danzar alegre de Bellatrix, sin preocuparse por lo que pudiera suceder con los mortífagos que quedaran atrás. Una vez salieron de los límites de Hogwarts, desaparecieron en algo parecido a una nube de humo negro.

Aparecieron al instante, en la lujosa y oscura mansión Malfoy, arrodillados justo delante de su señor. Voldemort estaba sentado en una silla de respaldo alto, que se asemejaba mucho a un trono en ese espacio vacío, adornado tan sólo por un par de pilares y antorchas pegadas en la pared. Se sabía perfectamente entre sus seguidores que había dispuesto esa habitación para su uso personal, y que sólo los miembros más selectos podían entrar allí sin salir completamente muertos.

—Y bien, Severus… ¿el pequeño Draco ha podido hacerlo o el hecho de que llegara completamente aterrorizado antes que tú deja en claro su fracaso? —preguntó Voldemort, escuchando el silbido de Nagini a sus pies.

Bellatrix soltó un chillido de felicidad y, sin poder contenerse un segundo más, alzó la vista a su Señor, con el éxtasis flameando en sus ojos. Esperó un momento a que el hombre diera a entender que podía levantarse y se puso de pie, temblando de alegría.

—Ha muerto mi señor… —dijo la mujer en un susurro— Dumbledore ha muerto.

Una extraña sonrisa se formó rápidamente en el serpentino rostro del amo. Aferró las manos en los brazos de la silla y se inclinó hacia adelante, esperando que siguieran contando más y más. Quería escuchar todos los detalles del acontecimiento: al fin se había librado de ese vejestorio y necesitaba saber como había sucedido aquello. Quería imaginar la expresión de su rostro mientras el mortal hechizo cobraba su vida y más que nada, quería saber quien había sido el autor de ello.

— ¿Quién? —preguntó, con la mirada pasando de uno a otro ansiosamente.

—He sido, mi señor —respondió Snape, todavía arrodillado frente a él, y con la mirada clavada en las baldosas—. Lo he matado en lugar de Draco, en la Torre de Astronomía. Ha caído al abismo muerto, sin su varita.

Las risas de Voldemort hicieron eco por toda la mansión mientras se levantaba de golpe e iba él mismo a levantar a Snape. Le hizo ponerse en pie y, durante varios minutos, se mantuvo sujetando tan sólo el rostro del profesor con ambas manos. Lo miraba fijamente a los ojos, aún con la sonrisa en los labios. Snape le miraba firme y al cabo de un rato, cuando lo sintió oportuno, le sonrió a su señor. Era una minúscula sonrisa que apenas alcanzaba a curvar sus labios, pero esta pareció avivar los sentimientos del señor oscuro.

—Vete, Bellatrix —le ordenó a la mujer—. Déjame solo con Severus y diles a todos por mí que de hoy en adelante las órdenes de Severus son ley, y si alguien osa no cumplirlas o levantar la varita en su contra se las verá conmigo.

—¿M-Mi señor? —preguntó la mujer en un chillido, conteniendo los celos.

—¡Ahora! —gritó haciendo temblar a la mujer.

La pálida mano de Voldemort pasó lentamente por el cabello de Snape mientras Bellatrix salía corriendo, cerrando de golpe la puerta, dejándolos solos.





En lo que a Harry le pareció un segundo, todo el dolor de su cuerpo se esfumó por completo. Dejó de notar el escozor o las venas de su cuerpo latiendo. La tristeza profunda que sentía se fue, y dejo en su lugar tan solo un vacío. No había más dolor, ni sufrimiento, ni siquiera alegría. Sólo un enorme vacío que lo mantenía inerte en una superficie blanda. Abrió los ojos cuando percibió un ligero aroma a jazmín emanando de algún sitio a su lado. Había una ligera brisa cálida y una lucecita le encandilaba desde lo que parecía ser una ventana.

Vio un techo de madera barnizada a trevés de una translúcida tela de un tono perlado. Frunció el ceño extrañado. ¿Dónde estaba? ¿Cómo había llegado hasta allí? Apoyó los codos en lo que le pareció ser un colchón y entornó los ojos tratando de mejorar su borrosa vista. Alcanzó entonces a ver una minúscula figura femenina, de pelo rubio y que parecía observarle.

—¿D-Dónde estoy? —preguntó en un susurro, pasándose la mano por la cara antes de recordar lo que había pasado— ¿Dónde está Snape? El mató a Dumbledore… Debe restar con Voldemort, tengo que encontrarlos y….

—Harry… —le llamó la chica tranquilamente mientras él buscaba a tientas sus gafas.

— ¿Dónde están Ron y Hermione? Tengo que decirles, tenemos que darnos prisa.

—Harry… —lo volvió a llamar la chica, dándole las gafas con un aire despreocupado.

Se puso apresuradamente las gafas y se giró para ver a la chica que le hablaba.

—¡Oh! Luna, ¿Dónde está Ron y Hermione? Tengo que hablar con ellos, tengo que ir a por Snape y Voldemort, esos malditos… esos dos... ¿Dónde están? ¿Lo sabes?

— ¡Harry! —levantó por primera vez la voz, tomándole una mano a al joven—. Me parece que estabas soñando. Hermione y Ron están en su luna de miel, ¿recuerdas? La guerra terminó.

Harry abrió los ojos de par en par, mirando escéptico a Luna y después sonrió.

—Claro, buena broma… ojalá fuera así. Ahora, ¿sabes donde están? Si no está bien, no hay problema, puedo buscarlos yo.

Hizo el ademán te levantarse y se giró a observar la mano que sujetaba Luna mientras le escuchaba maravillada. Un destello brotó de su dedo. Había una alianza dorada en su mano, al igual que en la de Luna. Se soltó de golpe y miró alrededor frenéticamente. Una foto llamó su atención. Había un cuadro en la pared con una foto de boda. Él vestía un traje negro con una capa de mago del mismo tono y con bordados en esmeralda. A su lado, Luna llevaba un brillante vestido de bailarina de ballet, en un verde a juego con los bordados de la capa de Harry y unos gigantescos pendientes de hipogrifos amarillos. A su alrededor, revoloteaban algunas hadas bajo una mantilla dorada que flotaba sola.

Se giró lentamente para encarar a Luna, sorprendido.

¿Qué había pasado? ¿Estaba casado con Luna? ¿Desde cuándo? ¿Y la guerra?

Felicidades al grupo Anti Snarry por su primer capítulo, le han dejado un buen comienzo al grupo Pro Snarry, y una gran sospresa. Confío en que el siguiente capítulo también esté lleno de grandes sorpresas y cosas buenas para esta linda pareja.

A esperar la siguiente entrega, y mucha suerte al grupo pro snarry.

Felicitaciones al grupo Anti-snarry por este primer capítulo, un planteamiento muy interesante.



Esa es opinión de Alisevv, yo personalmente estoy enojado. Quiero que me devuelvan a mi y lo quiero ya.

Creo que no pudo haber quedado mejor, ademas que las imágenes me encantaron

yo apenas me entere del juego y ya no me pude inscribir



pero no importa!! apoyo a todas desde aqui (sere la animadora no oficail de lucha de titanes XD ¿se puedes?)





felicitaciones al grupo anti- Snarry, muy buen inicio y las imagenes son buenas!, demostraron ser buen equipo.


esperemos ahora al grupo pro-Snarry

Bien, nos lo habéis puesto dificil, me ha gustado mucho el capi y las ilustraciones. Ahora nos toca a nosotras las del grupo pro snarry, porque desde luego...¿Harry y Luna? ¡Naaaaahhhhhhhhhh! eso hay que remediarlo ¡Ya!

Que buen comienzo , aunque no me veo a Harry y Luna juntos .... Las imágenes son preciosas .... En cuanto a ti , no temas volvera pronto a tus brazos jajajaja

Genial.Me ha encantado

woo que inicio!!! ya quiero ver como lo resuelven
jajajaj estoy igual que harry... cuando se casaron? o.o
muy bueno
aunque que triste que harry se sintiera tan desilusionado u.u
eso me dio mucha pena
y sev tan impersonal ¬¬
ya veremos que sigue
muy bueno chicas y las imágenes, que linda manera de completar tan buen capi!

Me encanto la trama, cambia tan inesperadamente que siento que no se vale que lo cortaran ahí, jejeje...

Excelente trabajo, chicas.

Como sugerencia, seria recomendable que usaran el diccionario de magos para revisar las palabras que no están seguras de como se escriben, creo que la maldición mortal esta mal escrita o el apellido de Neville. En serio, me encanto el capitulo, esperaré ansiosa el siguiente del otro grupo a ver como explican esto.

Las imagenes también están muy bonitas, me gusto la escena de Voldy y Sev, siempre me imagine algo por el estilo.

Cuídense.

al fin lo leoooo ynooooooo!!!!! ¿como es eso de que Harry esta casado con la luna????... recien comenzando y la pusieron de pesadilla al tiro.. uhhhh, ni que decir, no seniega que la redaccion es buena, esta interesante el grupo tiene sus meritos, felicitaciones por eso, aunque hay algo que me inquieta un poquito....¿que pretende Voldemort con Sevi a solitas????, da para pesadilla urfff se me eriza la piel....espero que las chicas pro-snarry vuelvan todo a la normalidad....

ehhh, bonitas imagenes

woahhhhhhhhh me dejaron impactadasss realmentee tuvo superrrrrrrrrrrr aunk me hizo sentir muy triste por harry pero woah el final del cap.fue impresionante.......XD