La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Retazos de vida. Capítulo 22

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alisevv

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Retazos de vida. Capítulo 22 Empty
MensajeTema: Retazos de vida. Capítulo 22   Retazos de vida. Capítulo 22 I_icon_minitimeMar Ene 18, 2011 5:53 pm

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—¿Por qué la gente despreciaba a papi por su color, abuelito? —preguntó Lisa, entre asombrada y triste.

Harry y Severus se miraron, preguntándose cómo explicar a una pequeña de diez años lo absurdos y crueles que podían ser a veces los seres humanos. Al final, Severus se incorporó de su cómoda posición sobre el regazo de Harry y abrió sus brazos en dirección a su nieta.

—Ven acá, pequeña —musitó, y cuando la niña se acercó a él, la sentó sobre sus rodillas y la abrazó como cuando era una niña pequeña—. Verás —comenzó, mientras acariciaba su cabello con dulzura—, en el mundo mágico, al igual que en el muggle, hay muchas personas que tienden a despreciar a aquellos que no son iguales a ellos. Los desprecian por su religión o su color de piel, porque nacieron de padres muggles, porque son pobres o poco agraciados, las causas pueden ser infinitas —acomodó un mechón de cabello tras la oreja de la chiquilla y le acarició la mejilla—. Juzgan a los demás por las razones equivocadas. No se dan cuenta que nuestro aspecto exterior no importa, que lo verdaderamente valioso es lo que tenemos por dentro.

—Exacto, es por eso que hay que ignorar la nariz Snape —comentó Mark, logrando sacar una sonrisa en la carita triste de Lisa.

—Como la nariz Snape —corroboró Severus con una sonrisa, mirando a su nieto antes de fijar nuevamente su atención en Lisa—. En la vida, probablemente te vas a encontrar algunas personas así, pero ignóralas, no son importantes. La gente verdaderamente valiosa te va a amar por lo que eres. Y tú también debes aprender a reconocer a esa gente, estar siempre dispuesta a tender tu mano y ser una buena amiga de todos aquellos corazones hermosos que vas a encontrar en tu vida. Y sentirte siempre orgullosa de tus orígenes, porque tienes dos padres maravillosos. ¿Lo prometes?

—Lo prometo, abuelito —contestó la niña, abrazando primero a Severus y luego a Harry.

—Y tienes dos abuelos también maravillosos —agregó Nicole.

Severus y Harry la miraron sonriendo con dulzura y Mark carraspeó.

—Siento interrumpir, pero les recuerdo que quedan pocos días de vacaciones y un buen pedazo de diario por delante, así que creo que sería buena idea continuar.

—Sí —agregó Frank—, que si no fuera por Mark y por mí, todavía estarías leyendo la parte de tu boda con el abuelo Severus.

Severus frunció el ceño y Harry, riendo, les tiró un almohadón. Lisa regresó a su lugar en el césped, Severus se recostó nuevamente, y Harry empezó a leer.



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Estamos pasando las fiestas navideñas en Florencia, en casa de los abuelos de Evan. Si los conocieras. Son dos ancianos verdaderamente encantadores y se ve que adoran a su nieto. Según nos contaron, además de la difunta mamá de Evan, Costanza, tienen otro hijo, Pietro, que emigró a Estados Unidos hace algunos años, alejándose del mundo mágico y dedicándose al negocio hotelero.

Por supuesto, estamos toda la tropa así que ya te imaginaras, hemos puesto de cabeza la casa de la nona Giusseppina, aunque cada vez que lo mencionamos ella se limita a sonreír con dulzura y a decir que su casa no había estado tan alegre en años.

Florencia es una ciudad hermosa, cuya fundación se ubica en la época romana, aunque hay evidencias de que fue ocupada en épocas mucho más antiguas. Fue inicialmente situada en la confluencia de dos ríos, el Agno y el Mugnone. Su caudal de obras maestras en pintura, escultura y arquitectura es inconmensurable. Nos hemos pasado varios días visitando parques, monumentos y museos, y por supuesto, hubo que satisfacer toda clase de gustos, especialmente con nuestra gente menuda.

Si vieras las trifulcas que se han armado antes de salir de casa, con todos los chicos gritando su deseo de ir a uno u otro lado. Nathan y Evan sólo quieren ir a conciertos, Adam siempre clama por visitar los edificios antiguos y los museos, Richard y Esperanza votan por los parques —para poder escaparse y estar solos un rato, que lo sé yo— y el resto sólo piensan en ir a un pueblo mágico cercano a comprar dulces y jugar Quidditch. Ya supondrás que los días que tocó visita a museos la cosa fue de risa; Adam, sonriente, liderando a un grupo de hermanos y primos enfurruñados a quienes importaba un soberano rábano que les estuviera mostrando un cuadro de Miguel Angel o un Leonardo Da Vinci auténtico.

La Nochebuena fue muy bella. Los Rabagliati vienen de una estirpe profundamente católica y celebran la Navidad de forma muy sencilla. Apenas si adornan la casa; sólo hacen unas maquetas grandes, con casas y figuras de personas y animales, para representar el nacimiento de Jesús, pieza central de sus creencias. Los chicos se la pasaron muy bien armándolo, guiados, por supuesto, por Adam. Y debo decirte que mi hijo tiene buen ojo para eso, les quedó estupendo.

Después de la cena en casa, fuimos a una iglesia cercana donde se celebraba una misa muggle por la Natividad, con cantos y oraciones; algo muy bello en verdad. A la mañana siguiente, los chicos abrieron sus regalos mientras los grandes tomábamos chocolate caliente y comíamos pannettone; es un dulce típico de Italia —una especie de pan dulce con frutas confitadas y nueces— realmente exquisito.

Como verás, la estamos pasando muy bien, aunque algunos de los chicos supliquen porque éstas sean las últimas Navidades Cultas que tengan que pasar en la vida.

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—Uff, pobres, no puedo ni imaginar lo aburridas que debieron ser todas unas largas vacaciones de museos, conciertos y todas esas sandeces —comentó Frank, mientras Mark asentía con la cabeza.

—Pues algo extra de cultura no les mataría —comentó Draco, burlón.

—Olvídalo —replicó Mark, mirando a su primo con el entrecejo fruncido—. Nosotros somos hombres de acción.

—Pues les aseguro que ustedes también disfrutarían ese recorrido —comentó Harry.

—Aunque como son ‘hombres de acción’ —señaló Severus con ironía—, quizás un par de meses con Remus y Bill les sentarían mejor.

—¿Qué? —exclamó Fran, su cara y la de su hermano era de auténtico horror—. ¿Dos meses durmiendo mal y comiendo peor, perdidos en ese fin de mundo en que están los tíos? Ni hablar.

—Debo decir que en eso coincido plenamente con los gemelos —intervino Draco, levantando una ceja—. Claro, yo no soy hombre de acción.

Mientras todos se reían y los gemelos se enfurruñaban, Harry retomó la lectura.




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Las pruebas de la droga de Severus están muy avanzadas, y los resultados más alentadores de lo que el propio Severus esperaba. En los pacientes cuyo cáncer no estaba demasiado avanzado, la enfermedad remitió completamente, ya no se encuentran rastros de ninguno de los tumores. En los casos más avanzados no hubo tanta suerte, pero al menos hubo una importante reducción en su ritmo de avance en algunos casos e incluso algo de remisión en otros. También se encontraron algunos tipos de cáncer especialmente virulentos, ante los cuales la poción tiene muy poco efecto.

Aunque esto nos desilusionó un tanto era de cierto modo predecible, y eso no quita que la poción sea todo un éxito, no sólo porque ataca de manera muy efectiva la mayoría de los casos, sino porque los efectos secundarios son mínimos y los pacientes no tienen que sufrir las desagradables —y en muchos casos angustiantes— consecuencias de la ingesta de las pociones anteriores. Además, ni Sev ni los demás se piensan dar por vencidos y van a seguir sus investigaciones para perfeccionar la poción, ésta es sólo la primera etapa.

Por otra parte, el señor Peterson convenció a Severus y al hijo del doctor Kistler para empezar a desarrollar otras drogas menos ambiciosas, para tratar enfermedades comunes e incluso algunas pociones de tipo cosmético. Ni te cuento la cantidad de gruñidos y maldiciones que lanzó Severus antes de aceptar que, si querían sobrevivir como empresa el tiempo suficiente para realizar las investigaciones de drogas más primordiales, la idea del señor Peterson era más que razonable.

Así que desde principios de año se diversificaron y, tal como había previsto Peterson, las ganancias empezaron a llegar. Por otra parte, los Chudley Cannon han comenzado a repuntar como un equipo de primera línea, lo cual nos ha generado ganancias adicionales por nuestra inversión, circunstancia más que afortunada y oportuna en vista del importante gasto que debemos asumir en este momento.

¿Imagino que te preguntarás a qué gasto me refiero? Verás, hace un par de meses Pansy regresó a mi consultorio y entonces…


—Pansy, querida, que alegría verte de nuevo por aquí —saludó Harry, mientras abrazaba a la sonriente dama que entraba en su consultorio en ese momento—. ¿Qué quieres esta vez?

Pansy le miró, sorprendida, y se echó a reír.

—Un día voy a venir a invitarte a comer, sólo por el placer de ver esa expresión de ‘yo me las sé todas’ desaparecer de tu guapo rostro.

—Pero hoy no es ese día, ¿cierto? —indagó Harry, burlón, mientras la guiaba hacia un sofá y se sentaban—. ¿Quieres tomar algo?

—No, gracias —negó la joven con una sonrisa, antes de ponerse repentinamente seria—. Y en cuanto a tu pregunta, no, hoy no es ese día. Estamos en un apuro, Harry.

—¿Estamos? ¿Quiénes? —preguntó el medimago, inquieto—. ¿Qué está pasando, Pansy?

—Es el orfanato —la expresión de la mujer era insondable, pero por el temblor de sus manos, Harry pudo adivinar que, lo que fuera, la estaba preocupando seriamente. Sabía que el orfanato se había convertido en parte de la vida de Pansy; de hecho, en casi toda su vida. Si estaba tan intranquila sobre eso, era claro que algo grave estaba pasando.

—¿Por qué no me cuentas? —le musitó en tono suave, mientras acariciaba su mano con gentileza.

—Lo vamos a perder —las lágrimas anegaron sus hermosos ojos y comenzaron a rodar por sus mejillas. Ella nunca lloraba, pero siempre que estaba con Harry le hacía sentir tal paz y calidez que sus emociones fluían solas.

—¿A perder? ¿El orfanato?

La mujer asintió lentamente, antes de explicarse.

—Llevamos varios meses con serios problemas —comenzó—. Los gastos de mantenimiento son cada vez mayores y los benefactores cada vez menos. Hemos perdido seis en los últimos meses; al parecer, el ser bondadoso ya no genera prestigio —terminó, con un gesto de ironía.

—¿Por qué no me lo habías contado?

—Bastante tienes con lo tuyo —musitó la mujer, mirándole fijamente—. Creía que podríamos resolverlo pero es imposible, somos muy pocos. No quería traerte mis problemas, pero pensé que quizás se te ocurriría qué hacer.

—Cariño, tienes que aprender que tus amigos estamos ahí para apoyarte en tus problemas —dijo Harry, sacando su pañuelo y secándole las lágrimas del rostro con cuidado—. Y por supuesto que se me ocurre algo. ¿Necesitas benefactores? Los conseguiremos, te lo prometo.


Así que hablé con la familia y comenzamos una labor para captar fondos. Rem y Bill se dedicaron a convencer a los profesores de Hogwarts y a varios de los padres; Ron a algunos de los inversionistas de los Chudley y Herm a algunos de sus clientes antiguos; yo capté a varios de mis compañeros medimagos, incluido el Director del hospital. Sev habló con Peterson y el Doctor Kistler, y los laboratorios van a aportar una importante suma mensual, que de paso les va a ayudar a disminuir el gasto en impuestos. Además, Sev, yo y el resto de la familia vamos a hacer un aporte a modo personal. Hasta la abuela de Evan contactó con algunos antiguos amigos de Londres y nos consiguió aportes. Así que el orfanato no sólo va a poder seguir funcionando, sino que ya estamos pensando en posibilidades de ampliación.

Los niños están felices y Pansy está feliz, ¿qué más se puede pedir?

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—Es impresionante lo que se ha logrado con el orfanato, es uno de los mejores y más grandes del Reino Unido, tanto muggle como mágico —comentó Nicole—. Todo por el amor y la paciencia de ustedes.

—No es mérito nuestro para nada —desestimó Severus con un gesto de su mano—. Ese orfanato es lo que es hoy día gracias al esfuerzo y la constancia de Pansy.

—Y al profundo amor que tiene por sus niños —agregó Harry.

—Digan lo que digan, ustedes dos tienen mucho que ver en eso —insistió Nicole.

—Sí, y los tíos también —agregó Mark.

Ligeramente abochornado, Harry trató de desviar la conversación y regreso su mirada al diario; después de un momento levantó la vista, una duda plasmada en su rostro.

—¿Qué pasa, abuelito? —preguntó Lisa.

—Pues —Harry vaciló un tanto antes de decidirse a hablar—. Lo que ahora se relata es un secreto que no me pertenece, no creo que deba leerlo.

—No te preocupes, abuelo, estoy seguro que a mamá no le molestará que lo leas —declaró Draco.

Harry levantó el rostro hacia su nieto, mudo de asombro.

—¿Cómo sabes que esto tiene que ver con Esperanza? —preguntó al fin, pasmado.

Draco sonrió con suficiencia, recordando una vez más a su abuelo difunto.

—Por las fechas —explicó al fin—. Mamá nos contó, a Nicole y a mí, lo que pasó al final de su primer año de universidad. Dijo que aunque nadie aprende por cabeza ajena, tal vez nos sirviera de algo lo que le pasó a ella.

—Y vaya que nos sirvió —agregó Nicole, con cierto rubor en las mejillas.

Harry se giró hacia Severus, todavía dudoso.

—¿Crees que deba?

—Sí —Severus asintió para corroborar su afirmación—. Los chicos aprenderán algo de ello y estoy seguro que Esperanza no se va a molestar.

Sin más dudas, Harry levantó el diario y empezó a leer.




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¿Has oído alguna vez eso de que hijos chicos problemas chicos, hijos grandes problemas grandes? Es malditamente cierto. Ni veas el kilombo que se ha armado en casa. Pero déjame contarte desde el principio.

Hace unas semanas, Esperanza y Richard se presentaron en mi consultorio de San Mungo. Ambos estaban muy pálidos y tenían el rostro extremadamente serio. Escucha y verás porqué.


—Esperanza, Richard —saludó Harry con una sonrisa a los dos jóvenes, que bastante nerviosos, estaban parados en el dintel de la puerta de su consultorio. Preocupado al observar una actitud tan inusual en ellos, el hombre preguntó—: ¿Qué pasó? ¿Tienen algún problema?

—Sí, papá —confirmó Esperanza—, y uno muy gordo.

Antes que Harry pudiera seguir preguntando, una enmarañada cabellera marrón y una brillante sonrisa se asomó por la puerta.

—¿Interrumpo?

—Herm —exclamó Harry con alegría, su preocupación momentáneamente olvidada—. Tantos días sin verte, que alegría que vinieras —saludó a su amiga de infancia con un beso y un abrazo enorme—. ¿A qué se debe el placer de tu visita?

—Hola, Harry —saludó Hermione a su vez, mostrando su dulce sonrisa habitual—. En realidad, vine porque me citaron aquí —giró hacia los más jóvenes—. ¿Cómo están, chicos?

—Un momento —la vista de Harry iba de Hermione a los muchachos—. ¿Ustedes la citaron aquí? —al ver que ellos asentían sin decir nada, musitó—: Ahora sí que estoy preocupado.

—¿Preocupado? —el tono de Hermione era ahora de inquietud—. ¿Por qué? ¿Pasó algo?

—Amiga, creo que si —replicó el medimago con el rostro serio—, y también creo que va a ser mejor que nos sentemos para oírlo —cuando todos estuvieron cómodamente instalados, Harry se giró a los más jóvenes, con un terrible presentimiento.

—¿Supongo que Severus y Ron no están invitados a esta reunión? —al ver que ellos negaban sin hablar, les animó—. ¿Entonces? ¿Nos quieren contar qué está pasando?

Los chicos palidecieron aún más, si ello era posible, y Richard aferró la mano de Esperanza como para darse ánimos.

—Papá, tía Hermione —la chica tragó con fuerza antes de continuar—. Estoy embarazada.

Después de la sorpresa inicial, Harry y Hermione les miraron con comprensión. Luego de un buen rato en silenció, Hermione habló:

—¿Cómo pasó? —preguntó, yendo como siempre, directo al grano.

—No tenemos idea —confesó Esperanza, ligeramente ruborizada; pese a la confianza que tenían, le resultaba muy difícil hablar de ese tema con sus mayores—. Yo misma preparé la poción anticonceptiva, estaba perfecta.

—¿Y han pensado qué van a hacer?

Esta vez quien respondió fue Richard.

—Vamos a tener al bebé. Puede que no haya estado previsto, pero es nuestro y lo queremos. Nos vamos a casar, vamos a conseguir un apartamento más chico, y ya hablé en la universidad para obtener un crédito estudiantil, de esos que se pagan luego de graduados.

—Yo no voy a poder trabajar ni estudiar este año —agregó Esperanza—, pero en cuanto el bebé tenga unos meses, voy a inscribirme de nuevo en la universidad y conseguir un empleo a tiempo parcial, tal vez en los laboratorios de papá.

—Va a ser muy difícil —Harry habló por primera vez.

—Lo sabemos, padrino —musitó Richard, mientras pasaba un brazo por los hombros de su acongojada novia y la aferraba contra sí—. Cometimos un inmenso error y estamos dispuestos a afrontarlo y superarlo, por muy difícil que resulte.

Harry y Hermione intercambiaron una mirada de orgullo.

—Y nosotros les vamos a ayudar —aseguró Harry—. Juntos lograremos superar esto.

Esperanza levantó el rostro y fijó la mirada en su padre.

—¿Estás muy decepcionado, verdad?

—No, mi niña —Harry extendió los brazos y la atrajo hacia su regazo—. Cometieron un error, eso es simplemente humano, pero lo están asumiendo como adultos. Me hubiera decepcionado si hubieran rechazado a su bebé.

—Jamás podríamos —confesó Richard, quien era abrazado por su madre—. Es nuestro bebé y estamos muy felices de tenerlo.

—Ahora sólo tenemos un problema —musitó Harry, mirando a Hermione con resignación.

—¿Cómo se lo decimos a Severus y a Ron? —contestó ella, y ambos se echaron a reír, aunque Richard y Esperanza no le veían la gracia, sabían que se iba a armar la gorda



Y se armó la gorda. Ron y Severus gritaron cosas como irresponsables, demasiado jóvenes, un enorme problema, todo amenizado con expresiones como comadreja y cretino grasiento. Cuando la discusión estaba a punto de salirse de control, exploté:


—Ustedes dos, se acabó —gritó Harry, interrumpiendo la diatriba que lanzaban un Severus y un Ron altamente furiosos—. Vale, les concedo que esta situación es un problema. Pero va a ser un problema de ellos y ellos aceptaron asumirlo. Van a tener y a cuidar a su bebé, se van a casar, van a trabajar a medio tiempo y van a ser felices —miró a su esposo y a su mejor amigo—. Y ustedes dos se van a dejar de actitudes infantiles y les van a apoyar. Son nuestros hijos, por Merlín; dos chicos maravillosos de los que estamos absolutamente orgullosos y lo saben. Dos hijos que nos van a dar un hermoso nieto o una hermosa nieta.

—Pero yo bien que se los advertí antes que se fueran a vivir juntos —gruñó Severus.

—Por favor, Severus, son jóvenes y están enamorados. Y creo —miró significativamente a todos los presentes— que todos los que estamos aquí sabemos lo que es eso.

—Yo te respeté hasta que nos casamos —siguió Severus, aunque su tono era mucho más suave.

—Porque nuestro noviazgo duró cuatro días —comentó Harry con sorna—. Si hubiera durado un día más, no respondo —miró a Severus y acarició su mejilla—. Severus, los chicos saben que hicieron mal, pero están arrepentidos y quieren afrontar las consecuencias; ¿acaso vamos a ser nosotros quienes lo impidamos?

Severus frunció el ceño más profundamente pero cedió por fin.

—Está bien —aceptó, aunque en el fondo de los ojos aún quedaba una sombra de tristeza. Esperanza la notó y se acercó a él.

—Lo siento mucho, papá, de verdad —sus ojos apenados comenzaron a llenarse de lágrimas—. Lamento no haber sido la hija que mereces.

Conmovido, Severus la abrazó con fuerza y besó sus negros cabellos.

—No, mi niña, tú eres la mejor hija del mundo —puso un dedo bajo su barbilla y levantó su acongojado rostro— y yo estoy muy orgulloso de ti, siempre lo voy a estar —se giró hacia Richard—. En cuanto a ti, jovencito, más te vale que hagas a mi nieto y a mi hija muy felices o no querrás estar cerca de mi varita.

—Lo prometo, tío Severus —aseguró el joven con una sonrisa.


Luego de eso, empezó una carrera febril para preparar la boda de Esperanza y Richard. Todo el mundo estaba encantado con la perspectiva de la llegada del nuevo pequeñín y colaboraron con entusiasmo, liderados, como era habitual, por Molly. Organizaron la ceremonia, que como siempre ocurría con los ritos solemnes de la familia, iba a celebrarse en la mansión de Escocia; planificaron el banquete, los invitados, la música, el vestido de novia y un sin fin de cosas más.

Llevábamos casi una semana sin ver a nuestra hija, que había sido prácticamente secuestrada por las mujeres de la familia. Por eso nos extraño cuando, una tarde, llegamos a la mansión y encontramos a Esperanza sentada en la salita con expresión preocupada.


—Vaya, que sorpresa encontrarte hoy en casa —comentó Severus con ironía, al entrar en el estudio y ver a su hija sentada en un cómodo sofá. Sin embargo, cuando la joven levantó el rostro, cambió su sonrisa por un entrecejo fruncido—. ¿Qué te ocurrió? ¿Alguien te molestó? ¿Te sientes mal?

La chica negó con la cabeza mientras sus padres se acercaban y se sentaban, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

—¿Entonces qué te pasa, cariño? —indagó Harry con dulzura—. ¿Por qué estás tan triste?

—Es por la boda —musitó Esperanza con un hilo de voz.

—Nena, es normal que te sientas algo aprensiva, son los nervios de última hora —comentó Harry—. Si te contará cómo me sentía yo antes de casarme con tu padre.

—No, no es eso.

—¿Acaso no te quieres casar? —preguntó Severus—. Porque si ése es el caso, sólo dilo y detenemos todo. No te preocupes por el bebé, nosotros te ayudaremos.

—Tampoco es eso —negó Esperanza—. Yo amo mucho a Richard y adoro la idea de ser su esposa.

—¿Entonces? —insistió Harry.

Ella les miró, tratando de explicar cómo se sentía.

—Es por Richard —musitó al fin—. Jamás hablamos de matrimonio hasta que salió lo del bebé y siento que estoy presionándole para hacer algo para lo que aún no está preparado.

—Cariño, Richard te ama —la consoló Harry, tomando su mano— y ama a su bebé. Estoy seguro que no se siente presionado en absoluto.

—Por mucho que me cueste —ironizó Severus—, debo admitir que Harry tiene razón.

—No sé, no quiero que sienta qu… —Esperanza se detuvo bruscamente en medio de la oración y se llevó una mano al vientre.

—Esperanza, ¿qué tienes? —preguntó Harry, preocupado.

—Es un fuerte dolor en el vientre —contrajo el gestó cuando un nuevo latigazo cruzó su cuerpo—. Me duele mucho.

—Vamos a San Mungo —decidió Severus, poniéndose de pie apresuradamente—. Es mejor que te examinen a ver qué ocurre


No sé ni el tiempo que pasó mientras Sev, yo y Richard, a quien habíamos llamado en cuanto llegamos a San Mungo, acompañados de toda nuestra parentela, nos moríamos de impaciencia en la sala de espera del hospital. Al fin, una enfermera llegó a avisarnos.


—Los familiares de Esperanza Snape —llamó una joven morena, entrando en la salita de espera de San Mungo, inundada en esos momentos por la familia y amigos de Esperanza.

—Nosotros somos sus padres —informó Severus, señalando a Harry y a sí mismo.

—A la paciente la van a trasladar a un cuarto, ¿podrían acompañarme? —al ver que toda la multitud se preparaba para seguirles, la joven agregó—: Sólo los padres, por favor.

Severus se disponía a seguir a Harry y la enfermera cuando notó la cara de desesperanza de Richard.

—Señorita, el joven aquí presente —comentó, señalando a su futuro yerno— es el prometido de mi hija, ¿podría acompañarnos?

—Por supuesto —contestó la enfermera, mientras con una enorme sonrisa, Richard se unía a la comitiva que salía en ese momento.

—Gracias —musitó Harry en el oído de su esposo. Severus simplemente sonrió.

En cuanto llegaron a la habitación, Esperanza se refugió en los brazos de su novio, mientras sus padres la miraban con preocupación.

—¿Qué dijo el medimago? —preguntó Harry, inquieto.

—Todavía no llega —contestó Esperanza—. La enfermera me dijo que esperaba el resultado de los últimos exámenes para venir a hablar conmigo

En ese momento, un circunspecto hombre de unos sesenta años entró en la habitación.

—Buenas tardes —saludo a todos los presentes de forma profesional, antes de sonreír a Esperanza—. ¿Cómo te sientes?

—Mejor, doctor —contestó la joven con una débil sonrisa—. El dolor ya pasó.

—¿Qué tiene Esperanza, doctor Rubens? —preguntó Harry, quien había reconocido al recién llegado como uno de sus antiguos profesores de la universidad. El hombre fijó su mirada azul en él, reconociéndole en ese instante.

—¿Harry Snape? —ante el asentimiento de Harry el hombre amplió su sonrisa—. Es bueno volver a ver a uno de mis mejores alumnos.

—Pensaba que estaba residenciado en el exterior —comentó Harry.

—Llegué hace un par de semanas, extrañaba Londres.

—Nos podría decir qué tiene Esperanza, doctor —insistió Severus. No quería interrumpir la conversación pero estaba realmente preocupado.

—Doctor, le presento a mi esposo.

—Severus Snape —saludó el aludido, estrechando la mano del médico—. Ruego me disculpe pero estamos muy preocupados por Esperanza.

—Lo entiendo perfectamente —dijo, asumiendo nuevamente su aire profesional, y fijando la mirada en los asustados muchachos—. Verán, el problema de Esperanza es que tiene un tumor uterino.

—¿Un tumor? —repitió Severus con el ceño fruncido y el corazón acongojado.

—¿Es maligno? —preguntó Esperanza, poniendo en palabras lo que los demás no se atrevían a preguntar.

—No lo sabremos hasta que te operemos —contestó el medimago con suavidad—, pero por los análisis es poco probable que sea malo.

—¿Operarme? No, doctor, podría ser peligroso para mi bebé.

—Esperanza —el hombre vacilo ligeramente—, tú no estás embarazada, los síntomas que presentaste fueron ocasionados por el tumor.

—¿Qué? —la expresión de todos los rostros variaba entre el asombro y la perplejidad.

—¿Pero cómo es posible? —Severus estaba realmente molesto—. Los doctores confirmaron que estaba embarazada.

—Lamentablemente, muchas veces la presencia del tumor hace que los resultados de los análisis salgan distorsionados, es inevitable.

—Es cierto, amor —musitó Harry, tranquilizando a su pareja, antes de girarse al medimago—. ¿Qué sugiere que hagamos, doctor?

—Yo recomendaría operarla lo antes posible —miró a Esperanza—. Es un procedimiento muy simple, en pocos días estarás como nueva.

Severus miró a Harry, quien dio un leve asentimiento con la cabeza y se acercó a la cama de Esperanza.

—Nena —se sentó a su lado y la miró a los ojos—, creo que va a ser necesario operar.

—Si tú y papá Severus están de acuerdo, yo acepto —dijo con decisión, aunque sus ojos seguían anegados.

—Bueno, al parecer está decidido —declaró Severus—. ¿Cuándo operaría?

—Hoy mismo —contestó el medimago con una sonrisa—. Si me disculpan, voy a preparar todo para la operación.

Cuando el brujo salió, Esperanza se derrumbó en los brazos de Richard, sollozando.

—Ya, mi amor —la consoló el chico—. No tengas miedo, verás que todo va a salir bien.

—No, no es eso —explicó ella sin poder contener las lágrimas. Harry y Severus permanecían al margen, tomados de la mano y con los ojos húmedos.

—¿Entonces? —insistió el joven con ternura.

—Es el bebé —musitó Esperanza algo más calmada—. Sabes, yo soñaba con él o ella. Imaginaba su carita, o cuando te llamara papá —las lágrimas volvieron incontrolables—. Siento como si de repente me hubieran arrebatado a mi bebé.

—Shhh, cielo, tranquila —musitaba Richard, meciéndola suavemente—. Tendremos muchos hijos, un montón de chiquillos alborotadores que nos sacarán muchas canas verdes y nos harán muy felices.

—¿Y si algo pasa en la operación y no puedo embarazarme más?

—Nada va a pasar, amor —siguió meciéndola y dando pequeños besos en su morena cabeza—. Pero si así fuera, tenemos un gran orfanato con un montón de lindos niños que necesitan alguien que les haga felices.

La chica se alejó de su novio y se secó el rostro con el dorso de las manos.

—La boda —exclamó con un gemido—. Tú mamá y tu abuela han trabajado tanto en eso, me da pena que hayan perdido su tiempo.

—¿A qué te refieres?

—Bueno, ahora que no hay bebé, ya no necesitas casarte conmigo.

—Esperanza, escúchame bien —enfatizó el joven pelirrojo, hundiéndose en los profundos ojos grises—. Con bebé o sin él, yo te amo con todo mi corazón y voy a ser el hombre más feliz del mundo si aceptas casarte conmigo en cuanto estés recuperada. ¿Aceptas?

Esperanza se quedó un momento estática antes de arrojarse en sus brazos.

—Sí —murmuró sobre su cuello, antes de cubrir su rostro de besos—. Sí, sí, sí.

Richard levantó la vista hacia sus futuros suegros.

—Padrino, tío Severus, sé que es estos momentos no tengo mucho que ofrecerle a su hija, pero la amo muchísimo y prometo luchar para que sea feliz. ¿Me concederían la mano de Esperanza?

—Con los ojos cerrados, ahijado —aceptó Harry—. Sé que no podría elegir un mejor esposo que tú.

—Pero eso sí —comentó Severus, sonriente—. A partir de ahora, la poción anticonceptiva la elaboro yo. Tienen que graduarse antes de que lleguen mis nietos.

—Ey, que no la hice mal, era un tumor —protestó Esperanza, frunciendo el ceño, y todos sus queridos hombres se echaron a reír.



Total, la operación fue un éxito y el tumor era benigno, Esperanza está perfectamente y adelantando los preparativos de su boda con Richard, se casan en un par de semanas

Retazos de vida. Capítulo 22 Harry_zps504lvwbw




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harry Retazos de vida. Capítulo 22 Cap.23_zpshejgelrd sev


Última edición por alisevv el Dom Ene 31, 2016 6:04 pm, editado 1 vez
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Retazos de vida. Capítulo 22 Empty
MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 22   Retazos de vida. Capítulo 22 I_icon_minitimeVie Jun 13, 2014 5:05 pm

bueno no estuvo tan mal el final, se van a casar aun que no hayan tenido un bebe, al menos todo salio bien en la operación, y pues Severus estará mas tranquilo si el hace las pociones jajaja
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Retazos de vida. Capítulo 22
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