La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Una promesa trajo el amor. Capítulo 13. La boda

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alisevv

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MensajeTema: Una promesa trajo el amor. Capítulo 13. La boda   Una promesa trajo el amor. Capítulo 13. La boda I_icon_minitimeSáb Abr 04, 2009 9:58 am

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—Tía Poppy, al fin regresaste— saludó un radiante Harry, mientras Severus entraba en la casa con la dama en brazos.

—Ya bájame, Severus— pidió Poppy a su sobrino. Cuando el Duque obedeció, se acercó al más joven, quien la abrazó y le besó la mejilla con afecto—. Este hombre tuyo insistió en traerme cargada hasta aquí.

—El doctor recomendó reposo— se defendió Severus.

—Sí, pero no dijo que no pudiera caminar— refunfuñó Poppy.

—Vamos, tía— la consoló Harry, bajando el tono de voz—. Ya sabemos lo exagerado que es Severus.

—Te oí— advirtió el hombre.

—¿Tienes hambre?— preguntó el joven, ignorando el gruñido de su prometido.

—Ni te imaginas. Después de tantos días comiendo eso que en el hospital llaman comida, mataría por una buena comida casera.

—En ese caso, vamos al comedor. Hay terrina de liebre y tu postre favorito— propuso Harry, ofreciéndole el brazo.

—Hmmm, ya se me hizo agua la boca— dijo Poppy, tomando su brazo con elegancia—. Con todo lo que me consienten, voy a extrañar seguir siendo tu cacatúa cuando ustedes dos se casen— sonrió y lanzó un pequeño suspiro—. Espero que me llamen cuando vengan a Londres. Me encantaría acompañarte cuando tengas que salir sin Severus.

—Sobre eso, tenemos algo que pedirte— dijo el Duque de Snape, ofreciéndole también su brazo—. Pero antes, vamos a comer. Yo también muero de hambre.

Luego de almorzar, Harry volvió a acercarse a Poppy, con un pañuelo en la mano.

—Te tenemos una sorpresa, pero para obtenerla debes permitirme vendarte los ojos.

Riendo de emoción como una chiquilla, la mujer permitió que le vendaran los ojos y la condujeran por innumerables pasillos. Al fin, Harry se detuvo y le quitó el pañuelo.

Poppy abrió los ojos y se encontró en una de las habitaciones traseras. Era un recinto que no se usaba habitualmente y estaba tan cambiado que al principio casi no lo reconoció. Los antiguos y pesados muebles habían sido cambiados por pequeñas y coquetas butacas, tapizadas en colores pastel. Las paredes habían sido pintadas en tonos claros y los pesados cortinajes habían sido sustituidos por cortinas ligeras, a juego con el mobiliario.

Por los grandes ventanales entraba a raudales la luz del sol, iluminando todo el espacio y centrándose en el punto donde se ubicaba un atril con un lienzo listo para ser usado, y al lado, una mesita sobre la cual se posaban infinidad de pinceles y recipientes con pintura de aceite.

Poppy recorrió la vista por el lugar, con la boca abierta en asombro, para terminar clavando los ojos en los sonrientes rostros de sus sobrinos.

—Esto es… maravilloso— tartamudeó—. Esta habitación no estaba así. ¿Qué pasó?

—Hicimos algunos arreglos— contestó un sonriente Duque de Snape—. Sabemos cuanto te gusta pintar y quisimos que tuvieras un lugar donde hacerlo con propiedad. De toda la casa, ésta es la habitación que recibe más luz, por eso la elegimos.

—Pero…

—Tía Poppy— Harry se acercó a ella y tomó sus manos—, queremos que vivas con nosotros permanentemente.

—¿Permanentemente?— repitió la mujer, aturdida—. No entiendo.

—Eres viuda y no tienes hijos— razonó Severus—. Pensamos que quizás te gustaría vivir con nosotros.

—Pero…

—Por favor, Tía Poppy, di que sí— suplicó Harry—. Te amamos y queremos que vivas con nosotros. En el campo podemos habilitarte una habitación como ésta, aunque con esos paisajes tan bellos, estoy seguro que preferirás pintar fuera de la casa.

—Acepta, por favor— pidió Severus—. Además, en un tiempo Harry se va a embarazar y yo voy a estar más tranquilo sabiendo que cuando yo no esté, tú vas a estar con él.

—Y nuestros niños van a necesitar una abuela que los consienta— insistió Harry—. Y si tenemos una niña o un varón fértil, necesitaremos una dama de compañía para ellos.

—Creí que querías que peleara en la Cámara para que quiten todas esas normas— comentó Severus, burlón.

—Bueno, pero por si acaso— replicó Harry, antes de mirar nuevamente a su tía—. ¿Entonces? ¿Sí?

Con una amplia sonrisa, la bondadosa dama musitó sólo una palabra.

—Sí.



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—¿Así que vas a tener tu cacatúa permanente?— preguntó Sirius, burlón.

—Sirius— lo regañó Remus—. Por favor, te pueden oír.

—Que va— desestimó su novio—. Poppy le está mostrando a las otras dos el nuevo… ¿cacatuario?

—Por Dios, Sirius, eres imposible— dijo Hermione, mientras los demás se partían de la risa.

—La verdad es que estamos encantados de que Tía Poppy haya aceptado— aseveró Harry, todavía riendo de las payasadas del Duque de Black—. Ella tiene mucho amor que dar y nuestros futuros niños van a ser felices de poder contar con una abuela.

—Sí, eso es muy importante para los pequeños— comentó Draco, con mirada triste. Hermione, sabiendo que esa tristeza se debía a que pensaba en Narcissa, se inclinó y le besó suavemente en la mejilla.

—Y nuestros niños van a tener una abuela que los va a adorar. Mi madre es capaz de querer no por dos, por cuatro.

—¿Y qué has sabido de tu madre?— preguntó Harry, interesado en su amigo.

—Pues al parecer no termina de adaptarse a la vida en el convento.

—Dudo que se adapte algún día— comentó Severus.

—En ese caso, peor para ella— el tono de Draco era duro—. Será infeliz el resto de su vida.

—Lamento tener que decirlo, pero se lo merece— musitó Remus.

Intentando relajar la tensa atmósfera, Sirius hizo un drástico cambio de tema.

—Ahora nos toca preparar nuestra boda, amor— dijo, abrazando a Remus, que se sentaba a su lado—. En cuanto terminen las sesiones en el parlamento y disponga de tiempo, nos casamos. Quiero que tengamos una larga luna de miel— terminó, meloso.

—Pero van a tener que esperar a que nosotros regresemos de nuestro viaje de bodas— acotó Severus—. Queremos asistir a su matrimonio.

—Y nosotros también— agregó Hermione.

—Claro, la idea es que todos asistamos a las bodas de todos— afirmó Sirius, sonriente—. Pero Rem y yo nos casamos primero.

—¿Y eso como por qué?— indagó Draco, frunciendo el ceño.

—Porque somos los que llevamos más tiempo de novios.

—Hermione y yo también llevamos mucho tiempo, aunque haya sido en secreto— argumentó Draco.

—Pero yo soy Duque— Sirius lo miró con aire triunfal.

—Esa no es razón, Severus también es Duque— señaló Harry.

—Pero ustedes llevan poco tiempo prometidos— le recordó el Duque de Black—. Les toca de último.

—Ni hablar— negó Harry con firmeza—. Si Severus y yo tenemos que esperar casi tres meses a que acaben las sesiones del Parlamento, y luego a que Remus y tú regresen de luna de miel, y luego a que regresen Hermi y Draco, para cuando llegue nuestra boda vamos a estar tan viejos que en lugar de hijos vamos a tener nietos.

—Que exagerado— se rió Hermione.

—¿Exagerado?— repitió su amigo—. No tienen idea de lo que han sido estos días. Cada vez que Sev y yo…—se detuvo a tiempo antes de terminar lo que iba a decir y miró a los demás, ruborizado—. Bueno, digamos que la Tía Marge tiene una intuición prodigiosa para detectar ciertas cosas.

—¡¿Qué no tenemos idea?!— exclamó Sirius—. ¿Por qué te crees que quiero casarme de primero?

Mientras todos reían ante las caras de frustración de Harry y Sirius, Poppy entró en la habitación.

—¿Y de qué conversan que es tan divertido?— indagó con una sonrisa.

—Estábamos hablando de nuestras bodas— explicó Severus.

—Y no es divertido, es frustrante— se quejó Harry.

—¿Por qué, hijo?

—Lo que ocurre es que estamos decidiendo quien se casa primero y Harry no está de acuerdo— explicó Sirius.

—Claro, porque quieren que Severus y yo seamos los últimos. Ni hablar.

—De hecho, yo tampoco estoy de acuerdo— ratificó Severus.

—Ni yo— coreó Draco.

—¿Entonces qué hacemos?— preguntó Hermione.

—¿Por qué no se casan todos juntos?— sugirió Poppy.

—¿Una sola ceremonia?— musitó Draco, pensativo—. Me gusta la idea.

—Y a mí— convino Remus.

—Con tal de no tener que esperar seis meses, acepto lo que sea— agregó Harry.

—A mí también me gusta.

—Perfecto— Sirius sonreía de punta a punta—. Entonces quedamos de acuerdo. En cuanto nos deshagamos del Parlamento, nos casamos.

—¿Y dónde piensan casarse? ¿En Westminster?

—Yo preferiría un lugar más discreto— opinó Remus.

—Y yo, que estuviera fuera de Londres— agregó Draco—. Hay demasiados cuchicheos sobre la ida de mi madre al convento, mucha gente incluso dice que fue porque está en desacuerdo con mi elección de pareja. Prefiero evitarle a Hermione la cantidad de murmuraciones que se desatarían si nos casáramos en Londres.

—Yo comparto la idea de escapar— intervino Sirius—. Si nos casamos aquí, ni vean la de especulaciones que van a correr por la boda triple.

—¿Y a ti dónde te gustaría casarte, amor?— le preguntó Severus a Harry—. ¿Quizás en la antigua vicaría de James?

Harry reflexionó un buen rato y al fin denegó con la cabeza.

—No— musitó—. Hubiera amado que mi padre nos casara, pero eso es imposible. De todas formas, él estará presente en nuestros corazones. La antigua vicaría es mi pasado; mi presente y mi futuro eres tú. Si es posible, me encantaría casarme en la capilla de la Mansión, con toda la gente del Ducado compartiendo nuestra felicidad— miró a todos los demás—. Bueno, si ustedes están de acuerdo.

—A mí me parece perfecto— dijo Hermione, mientras Draco asentía en aceptación

Sirius miró a Remus y ambos se sonrieron mutuamente antes de mirar a Harry.

—Por nosotros tampoco hay problema.

—Entonces está decidido— Severus sonrió con satisfacción—. Las bodas serán en el Ducado, en cuanto podamos escaparnos de la Corte.



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A pesar de su impaciencia a la espera de la boda, Harry disfrutó enormemente los meses que transcurrieron hasta el final de la temporada social. Algunas mañanas, mientras Severus y Sirius lidiaban en el Parlamento, discutiendo leyes y ordenanzas, y Draco se dedicaba a los negocios del Vizcondado, Hermione, Remus y él, acompañados por Poppy, a quien habían elegido por unanimidad su dama de compañía cuando salían los tres juntos, se dedicaban a comprar un variado surtido de cosas para los que serían sus nuevos hogares.

Guiados por la dama mayor, quien conocía cada vericueto del Londres elegante, compraron lencería de cama y baño, adornos, chucherías para la cocina, artículos que necesitarían para el viaje de bodas y mil cosas más.

También habían comprado su ajuar de boda: ropa íntima, pijamas, batas, y fueron al taller de uno de los mejores diseñadores de la ciudad para encargar sus respectivos trajes de boda.

Cuando no salía, Harry se dedicaba a revisar la correspondencia que llegaba de la finca y de las diversas propiedades pertenecientes al Ducado, y tal como hacía cuando estaban en el campo, respondía las que podía y dejaba a un lado aquellas que requerían la atención de Severus.

En las tardes, luego de comer, Harry y Severus se sentaban en el estudio y conversaban de lo que habían hecho en la mañana, y el Duque oía sobre los problemas en la finca con el mismo interés que las últimas peripecias de compras de su pareja.

En las noches, se vestían elegantemente y, a veces con los demás y otras solos con Poppy, salían al teatro, al ballet, a cenar, o simplemente a dar una vuelta en la serenidad de la noche. También habían asistido a unas cuantas fiestas y veladas musicales en casa de las amistades de Severus y algunos compañeros del Parlamento, y Harry, pese a su reticencia inicial, se encontró disfrutándolas enormemente. Por supuesto, una inmensa parte de su deleite residía en el hecho que podía mostrarse como el prometido de Severus, y bailar, conversar y dejarse mimar por él en público.

Así, casi sin darse cuenta, los días fueron pasando y una soleada mañana, arribaron a la Mansión Snape, emocionados ante la perspectiva de su inminente boda. Tan pronto como vio la fachada de la hermosa Mansión, y los rostros sonrientes de quienes les esperaban para recibirlos, Harry supo que, por mucho que disfrutara en Londres, ese lugar siempre sería su hogar.

Y hablando de quienes les esperaban, Harry tuvo que morderse los labios para no soltar una carcajada ante la cara de frustración de su pareja cuando bajaron del carruaje y vieron que, esta vez, no sólo estaba todo el personal de la casa esperándolos para recibirlos, sino una pequeña multitud de parroquianos. Al parecer, la noticia de la inminente boda del Duque con el joven Lord que había ganado los corazones de todos, había corrido como reguero de pólvora por el Ducado, y todos querían demostrarles cuan alegres se sentían por eso.

Esa misma tarde llegaron Hermione, Sirius, Remus y Draco, y luego de asearse, se reunieron en la terraza a conversar sobre los últimos detalles.

—¿Se puede saber qué les has dado a tus empleados?— preguntó el Duque de Black, quien salía a la terraza acompañado de Remus—. ¿Les subiste el sueldo acaso?

—¿Perdón?— dijo Severus, extrañado.

—Es que desde que llegamos al Ducado, todos sonríen como idiotas.

—Sirius— le regañó Remus.

—Pero es verdad, amor— se defendió el hombre—. Miren si no.

Sirius se paró en medio de todos, se envaró, y comenzó con una buena imitación de Gilderoy Lockard, agregando a su rostro una sonrisa boba; entonces, empezó a hablar con acento atildado.

>>¿Cómo está, Milord? Que alegría verlo por aquí, Milord— se inclinó ligeramente mientras todos se partían de risa—. ¿Le gustaría tomar algo, Señoría? ¿Tuvieron un buen viaje, Milord?— miró a todos y suspiró—. Juro que si me vuelven a decir algo seguido del Milord, me bato en duelo.

—Lo que pasa es que están felices— dijo Poppy, cuando pudo parar de reír—. Si te contara como nos recibieron esta mañana, creo que estaba reunido el Ducado en pleno.

—Lo dicho, ¿qué les diste?

—No fui yo— negó Severus con una sonrisa— sino Harry. Él se ha ganado el corazón de toda nuestra gente, de la misma manera en que se ganó el mío— el Duque tomó una mano de su prometido y la llevó a sus labios.

—Que hermoso, Severus— musitó Hermione, antes de girarse a su novio—. Ya podrías aprender un poquito.

—Gracias, Severus— dijo Draco con una mueca de frustración y todos volvieron a reír.

—Ya que mencionan a la gente del Ducado— dijo Harry—, hay algo que me preocupa. Nana Minerva me contó que todos están muy entusiasmados con la boda, y cuentan con poder asistir.

—Después de la ceremonia vamos a hacer un almuerzo al aire libre con todos ellos— le recordó Severus.

—Sí, lo se, pero según nana, ellos quieren presenciar la ceremonia.

—A mí me gustaría pero es imposible— declaró Severus—. La capilla es muy pequeña, apenas van a caber todos nuestros invitados.

—Pero ellos también son nuestros invitados— se lamentó Harry—. Entiendo que no puede ser, pero también merecen estar allí.

—No sé que otra cosa puedo hacer.

—¿Y si hacemos la ceremonia al aire libre?— propuso Hermione. Al ver que todos la miraban interesados, continuó—: Podemos poner un pequeño altar y unos reclinatorios bajo unos toldos, y unas cuantas sillas atrás para las personas mayores. El resto puede permanecer de pie, no se van a morir por eso.

—A mi me gusta la idea— convino Remus.

—Y a mí me encanta— Harry sonrió, radiante—. Hermione, eres un sol.

—Bien, si todos estamos de acuerdo, mañana mismo daré órdenes para que organicen todo— Severus se veía realmente complacido—. Nos casaremos al aire libre.



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La mañana de la boda amaneció radiante, como si la naturaleza también quisiera mostrar su felicidad ante el acontecimiento. Poppy y Nana Minerva, elegantemente ataviadas, se paseaban satisfechas por el verde prado donde se había instalado un hermoso altar; frente a éste, estaban los seis reclinatorios con sus sillas, y tras éstos, una treintena de sillas adicionales, divididas en dos secciones por una alfombra color oro bruñido que partía desde la entrada de la Mansión y cuyos bordes estaban delimitados con miles de pétalos de flores.

Los jardineros habían cortado las flores más bellas de los jardines de la Mansión para adornar el lugar. Eso, unido a los ramilletes de flores silvestres que habían llevado muchos residentes del Ducado como regalo a los novios, brindaba al ambiente un aire de frescor y alegría inigualables.

No muy lejos de allí, bajo un grupo de frondosos árboles, se habían colocado unos enormes mesones de madera, también adornados con flores y frutas de la huerta, y sus respectivos bancos, y un poco más allá, una plataforma de madera sobre la que se hallaban unas elegantes sillas y los atriles respectivos, esperando la pequeña orquesta que amenizaría la ceremonia y la fiesta de bodas, y donde ya algunos músicos afinaban y ensayaban con sus instrumentos.

Ambas mujeres observaron mientras los encargados del banquete daban los últimos toques y sonrieron satisfechas. Todo estaba quedando perfecto.



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—Demonios— gruñó Harry, quien con manos temblorosas intentaba infructuosamente hacer el nudo de la corbata sobre su camisa de cuello duro. Ante un nuevo intento con su consiguiente fracaso, se alejó del espejo en que se miraba y se sentó en la cama, respirando profundamente con intención de tranquilizarse.

Se sentía feliz, al fin se iba a cumplir su sueño de casarse con Severus, pero no podía evitar sentir cierta preocupación y una gran cantidad de ansiedad. Ensimismado como estaba en su lucha interna por serenarse, mirando sin ver la pared de enfrente, ni siquiera notó que tocaban a la puerta.

Esa fue la imagen que recibió a Remus cuando, al ver que Harry no contestaba, empujó la puerta suavemente. Él también había sentido esa especie de angustia al pensar en la proximidad de la ceremonia, e instintivamente, había ido a buscar al joven, sabiendo que él sería capaz de entenderlo en ese momento. Sin decir palabra, se sentó en la cama al lado de su amigo.

—Wow— musitó Harry, después de mucho rato.

—Wow— contestó Remus.

—Entonces… nos casamos.

—Nos casamos.

Un nuevo silencio sólo roto por las respiraciones ansiosas.

—¿Crees que duela?

Harry no tuvo que decir a qué se refería, Remus lo entendió perfectamente.

—Sirius dice que un poquito.

—Si, eso me dijo Severus— Harry lanzó un suspiro—. ¿Todo va a salir bien, verdad? Al fin y al cabo, tú amas a Sirius y yo a Severus, ¿qué podría salir mal?

Ante esas palabras, Remus sonrió ampliamente. Harry tenía razón. En sus uniones había un amor infinito, y ante eso se podía superar cualquier dificultad.

—Nada— contestó con una sonrisa—. Nada podría salir mal.

Un nuevo toque en la puerta los sobresaltó. Ya más sereno, el joven de cabello negro se dirigió a la puerta y abrió. En el umbral, una bellísima Hermione, enfundada en su traje de bodas, los miraba entre ansiosa y temerosa.

—¿Tú también tienes miedo?— preguntó él con una cálida sonrisa.

—Un poquito— musitó ella muy bajito.

—Ven aquí— Harry abrió los brazos y cobijó a su mejor amiga en ellos. Remus se acercó a la pareja y pronto los tres estaban enzarzados en un abrazo de amistad y amor fraternal que les iba a durar el resto de la vida.



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Vestidos elegantemente, Severus y Sirius con sus uniformes militares de gala, de pantalón blanco y casaca roja, y Draco con un fino traje de terciopelo negro, esperaban nerviosos ante el altar, mirando una y otra vez la puerta de la casa por donde debían aparecer sus respectivos prometidos.

Cuando ya todos estaban a punto de lanzar gritos de desesperación e impaciencia, la pequeña orquesta comenzó a entonar unos hermosos acordes y por la puerta de la Mansión apareció una bellísima Hermione, enfundada en un esponjoso traje blanco, cuyo corpiño y sobrefalda era un tul bordado en perlas e hilos de plata. La escoltaban unos guapísimos Harry y Remus, vestidos ambos con trajes de terciopelo blanco, tal como lo dictaba la tradición para los varones fértiles.

Con paso sereno y radiantes sonrisas, los tres caminaron por la dorada alfombra rumbo a su felicidad. Al llegar frente al altar, Harry y Remus besaron la mano de Hermione con galantería antes de entregársela a Draco, para luego dirigirse a sus respectivas parejas.

Severus recibió a Harry con la mano extendida y una sonrisa de amor que fue plenamente correspondida. Segundos después, todos se colocaban en sus lugares y comenzaba la ceremonia.

A partir de ahí todo fue tan maravilloso, que cada uno de los protagonistas estuvo seguro que lo recordaría hasta el último día de su vida. La emoción que sintieron cuando el vicario habló sobre la importancia del amor y la fidelidad en su vida futura, la voz trémula con que pronunciaron sus votos, el temblor de las manos cuando intercambiaros anillos, la angustia de emoción cuando el hombre de fe los declaró unidos en matrimonio, el beso tierno y contenido con que sellaron su promesa de amor eterno, todo ello quedaría en sus mentes y corazones grabado de manera indeleble.

Antes que pudieran tomar conciencia de que al fin estaban casados, los nuevos esposos se vieron rodeados de las cálidas felicitaciones de familiares y amigos, y de los vítores de la gente, que celebraban a su modo el acontecimiento. ºººººº

—Mi niño, por Dios, ya estás casado— se escucho una voz chillona y Harry se sintió calurosamente abrazado por una mujer pequeña y regordeta.

—Nana Molly, que alegría que pudiste venir— Harry la abrazó con afecto—. Estaba tan triste porque no habían llegado.

—La culpa es de ese truhán de Arthur Weasley— se quejó la mujer y Harry sonrió, algunas cosas no cambiaban—. Calculó mal el tiempo de viaje y nos retrasamos. Desde que nos comprometimos se ha vuelto más informal. ¿O quizás sí cambiaban?

—¿Se comprometieron?— preguntó Harry, asombrado—. No puedo creer que se hayan decidido al fin.

—Bueno, es que desde que Ron se fue de casa Arthur se había sentido muy solo y yo…— la mujer se interrumpió, ruborizándose.

—¿Ron se fue de casa? ¿Adónde?— preguntó Harry, frunciendo el ceño—. ¿Y por qué no vino con ustedes?

—¿Y quién dijo que no vine?— se escuchó una fuerte voz detrás de Harry, quien se giró para encontrarse con su amigo de infancia.

—Ron— exclamó Harry, abrazándolo—. Que alegría volverte a ver. ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Cómo está eso que te fuiste de casa?

—Estoy estudiando— explicó el joven pelirrojo—. El Duque de Black y su prometido consiguieron que un vicario asumiera el puesto de tu difunto padre, pero como es muy anciano, me pidieron que lo ayudara con las obras de caridad y esas cosas. A mí me encantó la idea, sabes que siempre me gustó ayudar a tu padre. Parece que el anciano vicario habló con ellos y entre todos decidieron enviarme a estudiar, con la idea que al final yo me quede con la vicaría del Ducado.

—Pero no entiendo, no me contaron nada.

—Yo les pedí que no lo hicieran, quería decírtelo en persona— explicó Ron con una enorme sonrisa.

Harry lo miró durante unos momentos y sonrió a su vez.

—Me alegro muchísimo por ti, hermano— dijo con sinceridad—. Y por tus feligreses. El Ducado de Black va a tener el mejor vicario del mundo.

—Si es que no se lo robamos nosotros— se escuchó la profunda voz de Severus y Harry se giró sonriente hacia él—. Disculpen por interrumpirlos, pero extrañaba a mi esposo— comentó, abrazando el cálido cuerpo de Harry contra el suyo.

—Perdona, amor, me entretuve hablando con los viejos amigos— se disculpó Harry, besando tiernamente su mejilla.

—Estás perdonado, pero que no se repita— bromeó Severus antes de mirar a Molly y a Ron—. Sean bienvenidos y siéntanse como en casa. Y si nos disculpan, hay varias personas que quieren saludar a Harry.

Antes que pudieran retirarse, Molly tomó a Severus suavemente del brazo.

—Milord, sólo le pido que haga a mi niño feliz— suplicó con los ojos anegados por la emoción.

Severus, olvidando brevemente su actitud habitualmente distante, se inclinó, y tomando la mano de la buena mujer, le dio un afectuoso beso.

—Se lo prometo— le aseguró con voz solemne—. Pero a cambio quiero que usted me prometa que va a venir a visitarnos y pasar un tiempo con Harry. Aunque él no lo expresa, sé que la extraña mucho.

—Gracias Milord.

—Y lo mismo va por usted, jovencito— dijo mirando a Ron.

Harry besó a su vieja nana y abrazó a su amigo de infancia, y sin otra palabra, se dejó guiar por Severus hacia los demás invitados.



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Harry se encontraba por última vez en la que había sido su habitación desde que llegara a la Mansión; cuando regresaran del viaje, se mudaría a las habitaciones de Severus. Sintió como el sólo pensamiento enviaba escalofríos de anticipación a través de su espina dorsal.

Había despachado al valet que lo ayudaba habitualmente pues quería pasar esos segundos finales a solas con sus recuerdos. Despedirse de su niñez y de su juventud, y darle la bienvenida a su nueva vida de adulto, a su vida con Severus.

Se sentó sobre la cama y abrió la mesita de noche, sacando un viejo retrato al óleo que siempre guardaba allí, él único que conservaba de su difunto padre. En él se mostraba un sonriente y jovencísimo James, de la época en que todavía vivía con sus padres en la Mansión Potter.

Mirándolo con añoranza, permitió que los recuerdos lo inundaran.


—Harry, ven un momento, hijo.

—¿Me necesitas, papá?— preguntó el chiquillo de pelo negro, quien entraba corriendo.

—¿Recuerdas el vendedor ambulante que vimos esta mañana?

Al niño se le iluminaron los ojitos verdes.

—¿El señor que tocaba el violín? Claro.

James sonrió, consciente de que no recordaba al hombre sino al instrumento.

—Pues estuve hablado con él y…—se levantó y metió la mano tras una mesa, sacando un desgastado violín—. Toma, es para ti.

—¿Para mí?— el niño temblaba de emoción mientras sostenía el preciado instrumento.

—Sí, a partir de ahora voy a poder enseñarte a tocar.

Con los ojos cuajados de lágrimas, se lanzó a los amorosos brazos que se abrieron para recibirlo.

—Gracias papá.


Acarició con amor la cara en el retrato, tan parecida a la suya.


—¿Viste, papá? Es un caballo magnífico— exclamó un Harry de catorce años, saltando de un brioso caballo.

—Lo que vi es que cabalgaste como desquiciado— replicó James Potter, frunciendo el ceño—. Voy a tener que pedirle a Arthur que no te siga dejando montar sus caballos.

—No te enfades, papá— el joven se acercó y abrazó al adulto con cariño—. Sabes que soy muy buen jinete. Anda, deja ese ceño y vamos a comer, me muero de hambre.


Harry levantó una mano y secó una lágrima que se deslizaba por su mejilla.


—Papá, ¿realmente crees que alguien me pueda amar algún día?

—Por supuesto, hijo, ¿por qué me preguntas eso?

—No sé. Tú me dijiste que los hombres fértiles como yo sólo se casan con nobles— musitó el joven suavemente—. ¿Pero qué noble se iba a fijar en mí?— miró a su padre con sus grandes ojos verdes llenos de sinceridad—. Y no es que me importe la idea de seguir contigo toda mi vida, te juro que sería feliz. Pero me gustaría saber lo que se siente al amar.

—Harry, tú eres una persona especial, y el hombre que sepa ver en tu corazón te amará, y a cambio recibirá el regalo maravilloso de ser amado por ti. Te lo aseguro, pequeño.


—Lo conseguí, papá— musitó en voz alta viendo el retrato—. Al fin tengo una persona que me ama y a quien amo, y es lo más maravilloso del mundo— se inclinó y besó suavemente el rostro pintado—. Por tu amor y preocupación hacia mí, conseguí el amor de la persona más increíble del mundo. Gracias, papá.

Con una última caricia, colocó el retrato de nuevo en la mesita y partió, rumbo a los brazos de su felicidad.



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—¿Me vas a decir por fin a dónde vamos?— preguntó Harry, mientras besaba a Severus con pasión.

—Es una sorpresa— dijo el Duque, al tiempo que desataba la corbata de su pareja y abría los primeros botones de su camisa para atacar el blanco cuello con sus voraces besos.

—Un momento— Harry se alejó de Severus, simulando estar enfadado—. Hace semanas que me estás diciendo eso, así que confiesa o no seguimos con esto.

—¿No hablas en serio, verdad?

—Completamente.

—Bueno, si así lo quieres— riendo por dentro, se enderezó en el asiento—. Éste va a ser un viaje muy poco divertido.

—¿De verdad no te importa dejar de besarme con tal de no contarme a dónde vamos?

—En realidad sí me importa— Severus sonrió y se inclinó para besarlo con ternura—. Pero no estoy dispuesto a que nuestra primera vez sea en un carruaje en movimiento— notó el fuerte rubor que acudió al rostro del joven y le acarició la mejilla con ternura—. Creo que es mejor que nos portemos bien, serán solo unas horas más.

—¿Horas?— preguntó Harry en agonía—. No, Severus, por favor.

El hombre rió roncamente, aguantando las ansias de asaltar la deliciosa y suplicante boca y tomar a su esposo allí mismo.

—Lo siento, amor.

—No sé ahora, pero si el viaje dura varias horas, seguro que antes que acabe lo vas a sentir— refunfuñó Harry, antes de acurrucarse al lado de Severus y disponerse a dormir, esperando que al menos así el tiempo pasara más rápidamente.

Suspirando internamente, Severus lo abrazó contra si. Harry no tendría que esperar mucho para que sus palabras se hicieran realidad, ya estaba empezando a lamentarlo.



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Harry se despertó sobresaltado mientras a su nariz llegaba el aroma de salitre y yodo, característico de la cercanía del mar.

—¿Qué? ¿Dónde?

—Tranquilo, amor— susurró Severus en su oído—. Todo está bien, yo estoy aquí.

Harry se desperezó y se enderezó, antes de mirar a Severus, confuso.

—¿Dónde estamos?

—En Dover.

—Severus, ¿por qué vinimos aquí?— Harry frunció el ceño, ese lugar le traía recuerdos muy desagradables.

—Escucha, amor— musitó el Duque, acariciando su cabello para tranquilizarlo—. Esta idea es algo que vengo planeando desde que nos comprometimos. Cuando pasó lo de tu secuestro, pensé seriamente en cambiar de planes, pero luego reflexioné y desistí— puso un dedo bajo la barbilla del más joven y subió su rostro para hundirse en sus hermosos ojos—. Harry, no es justo que te pierdas un viaje maravilloso a causa del miedo. Los temores hay que enfrentarlos o nos dominarán por siempre. Y la mejor forma de erradicar de raíz un mal recuerdo, es poniendo en su lugar otro, tan perfecto, que ante él cualquier otra cosa palidezca— para rubricar lo dicho, se inclinó y tomó los labios de Harry en un beso posesivo y demandante.

Cuando se separaron para poder respirar, Harry le sonrió y preguntó:

—¿Y no pudiste elegir otro puerto?

—Bueno, está Portsmouth, pero significaba dos horas más de camino— Severus sonrió con intención y Harry se echó a reír.

—No, eso hubiera sido terrible— declaro, medio en broma, medio en serio.

De repente, el carruaje se detuvo. Severus bajó a tierra y ayudó a Harry a descender. Luego, abrazados, se encaminaron hacia un hermoso velero blanco, que los esperaba con las velas desplegadas.

—Severus, es hermoso, ¿de quién es?

—De Newton Scamander. Me dijo que esperaba que con esto lo perdonaras por haber sido mi testigo en el duelo.

—Bueno, ya que perdoné a Sirius, y en vista de esto— dijo Harry, señalando la nave—, creo que también podría perdonarlo a él.

Riendo, se dirigieron a las escalerillas del velero; al final de las mismas los esperaba el Capitán.

—Bienvenidos a bordo, Milores. Esperamos que su permanencia con nosotros sea placentera.

—Muchas gracias, Capitán— contestó Severus.

—Buenas noches, Capitán— saludó Harry.

—Si me permiten, los acompañaré a su camarote. En cuanto suban sus cosas a bordo podremos partir.

—Le agradeceré si espera hasta que lleguen nuestros valets, no debe faltar mucho tiempo— replicó Severus, y tomando la mano de su pareja, se dispuso a seguir al Capitán.

El camarote al que los condujeron era inmenso. Amueblado en tonos azules, disponía de una amplia cama con sus mesillas, varias butacas y un pequeño escritorio de madera labrada. Las paredes estaban adornadas con algunos cuadros de autores reconocidos, y el suelo totalmente cubierto de una alfombra suave y espesa.

Unas puertas de cristal daban paso a un balconcito, donde habían colocado una mesa y varias sillas, perfectas para comidas íntimas, y dos tumbonas. Sobre la mesita se encontraba una cesta con frutas surtidas, además de varias bandejas de vajilla finísima llenas de la más variada muestra de exquisiteces imaginables, y dos hermosos y estilizados candelabros. En un lado, dos copas de cristal tallado y un recipiente de plata en cuyo interior albergaba una botella de Campagne francés helado.

Mientras admiraban el camarote, entraron un par de marineros con su equipaje

—Si desean algo más, no duden en llamarnos.

—Muchas gracias— contestó Severus—. Por favor, díganle a mi servidumbre que no los necesitaremos esta noche, mañana podrán arreglar nuestras cosas.

Tan pronto el hombre se retiró, abrió los brazos y Harry corrió a acurrucarse en ellos. Se besaron con pasión, en una lucha donde cada uno peleaba por rendir al otro. Al final, ambos se rindieron a toda la miríada de emociones que los avasallaban.

—Te amo tanto— musitó Severus, abandonando la cálida boca de su esposo tan sólo para repartir una cadena de dulces y húmedos besos por la mandíbula y la garganta. Cuando Harry se colgó de su cuello y se abrazó a él, Severus pasó sus brazos alrededor de la delgada cintura y lo pegó a su cuerpo. Sus hombrías, ya bastante despiertas, chocaron, enviando oleadas de calor a los dos hombres.

Al sentir el casi inconsciente movimiento circular que Harry empezaba a imprimir a sus caderas, tratando de conseguir más fricción, Severus se alejó ligeramente. Ante el gemido de protesta de Harry, bajó la cabeza y atrapó los ansiosos labios, mientras sus manos comenzaban a desanudar la corbata del joven.

Muy pronto, la corbata caía al suelo, olvidada, seguida por la chaqueta de viaje de Harry. Pero cuando éste intentó hacer lo mismo con su pareja, Severus lo detuvo.

—Todavía no, mi amor— susurró suavemente, mordisqueándole el lóbulo de la oreja, mientras Harry gemía suavemente—. Primero quiero adorarte como mereces. Lenta, cuidadosamente.

Mientras hablaba, el Duque empezó a abrir uno a uno los botones de la camisa, dejando un ardiente beso en cada pedacito de piel que iba descubriendo.

Cuando la camisa también fue desechada, paseó la vista con admiración por el suave pero firme torso, mientras Harry enrojecía ante la mirada llena de deseo de su esposo. Pronto, la boca de Severus se cerró sobre una de las duras piedras en que se habían convertido los pezones del joven, besando, lamiendo y mordisqueando con verdadera gula. Mientras la ansiosa boca volvía a atrapar los labios de su esposo, Severus se inclinó y lo tomó en brazos, dirigiéndose con paso vacilante hacia la mullida cama.

Lo depositó allí con cuidado, como si se tratara de algo frágil y muy preciado. Mientras los labios del Duque de Snape bajaban por el torso de su pareja, venerándolo, una de sus manos, más atrevida, se deslizó hacia la entrepierna y empezó a acariciarlo por encima de la tela.

—Severus, por favor— jadeó Harry—. Yo quiero…

—Shhh, amor— susurró Severus, comprendiendo que su pareja también quería acariciarlo—. Sólo disfruta.

Al tiempo que besaba su estómago, el Duque tomó la cinturilla del pantalón de Harry y lo deslizó suavemente, dejando al descubierto su masculinidad, que se erguía orgullosa entre la suave mata de pelo negro.

La mano de Severus se dedicó a acariciar la parte interior de los muslos de su esposo, y su lengua empezó a juguetear con el erguido miembro, al tiempo que los jadeos del joven se iban trasformando en gritos de placer. Y cuando la cálida boca se cerró sobre su hombría y empezó a moverse arriba y abajo, Harry supo que ya no tenía retorno. Muy pronto, con un grito gutural, el Duque Consorte de Snape se corría en la boca de su pareja.

Cuando al fin pudo recuperar la respiración y abrió los ojos, encontró a Severus observándolo con una mezcla de amor y deseo.

—Dios, que vergüenza— exclamó, ruborizado—. Yo me corrí y tú todavía estás vestido.

—Esa era mi idea— musitó Severus junto a su boca—. Quería que disfrutaras.

—¿Pero y tú?

—La noche apenas empieza, mi amor— y para puntualizarlo, llevó la mano al pene de su esposo, que empezó a despertar nuevamente con sus sabias caricias—. Esa es la ventaja de la juventud— siguió diciendo Severus, al tiempo que se alejaba de la cama y se quitaba la chaqueta.

Si antes Severus había disfrutado admirando el cuerpo esbelto y delgado de su pareja, ahora Harry recreaba sus ojos a la vista de los anchos hombros, la piel firme, el pecho fuerte y el vientre plano. Cuando el Duque se despojó de sus pantalones y su erguida masculinidad salió a la luz, Harry no pudo contener un jadeo ansioso.

Sonriendo, Severus regreso a la cama y se acostó, atrayendo a Harry y apretándolo estrechamente, mientras los jadeos de ambos morían en el ardiente beso que le dio. Luego de muchos besos y caricias, que permitieron a Harry explorar el cuerpo de su esposo hasta el infinito, Severus se separó y musitó:

—Espérame un segundo.

Caminó presuroso hasta su equipaje y extrajo un frasquito de cristal que contenía una sustancia de color dorado. Ya de regreso en la cama, comenzó nuevamente la tortura sobre el cuerpo de su esposo, con besos suaves y ardientes. En medio de la bruma del placer, a Harry le llegó un fuerte y delicioso olor que de pronto impregno el ambiente, mezclándose con el que venía del mar que les rodeaba.

Entonces, volvió a sentir como la sabia mano de Severus acariciaba sus muslos internos, incitándolo amorosamente a abrir las piernas. Cuando el joven obedeció, la torturadora mano se deslizó por sus nalgas, acariciando con ardor, hasta llegar al pequeño orificio que era su destino.

Cuando Harry dio un respingo, sobresaltado, Severus tomó sus labios suavemente. Mientras la boca sabia adoraba al joven, relajándolo, el dedo entró con sumo cuidado en el pasaje virginal, empezando a hacer su labor. Cuando el hombre notó que la tensión inicial por su intrusión cedía y Harry empezaba a jadear nuevamente, un segundo dedo se unió al primero, y luego otro más, en tanto su propietario besaba y susurraba palabras de amor al oído de su esposo.

Los dedos se movieron sabiamente, y cuando alcanzaron la próstata, Harry dio un salto ante el inesperado placer que le asaltó. Sonriendo, Severus siguió buscando ese pequeño punto. Cuando al fin los jadeos fueron cambiados por un Severus pronunciado con tono agónico y unas caderas que se alzaban tratando de aumentar el contacto con sus dedos, el Duque supo que su pareja estaba listo para él y agradeció al cielo por ello. Ni con toda la fuerza de voluntad que había empleado hasta ese momento creía poder contener su deseo mucho tiempo más.

—Amor, ahora voy a entrar yo— susurró al oído de su pareja, sin detener la caricia de sus dedos—. Te va a doler un poquito, es normal la primera vez. Si en algún momento quieres que me detenga, sólo dilo.

Los verdes ojos, turbios de deseo, se fijaron en el amado rostro, y Harry se incorporó y lo besó con pasión, susurrando ansioso:

—Si, amor. Hazlo, por favor.

Severus puso una generosa cantidad de lubricante en su hombría antes de colocarse en medio de las piernas de su esposo. Cuidadosamente, empezó a entrar en el virginal pasaje y casi dio un grito de placer cuando las suaves paredes se cerraron en torno a él. Miró a Harry, para asegurarse que todo iba bien, y se sorprendió ante la mirada de amor y confianza incondicional que, pese al dolor, encontró en su rostro.

Eso lo impulsó a continuar, centímetro a centímetro, hasta que al fin estuvo completamente en el interior de Harry. Esperó unos momentos, mientras el joven se acostumbraba a él. Cuando éste alzó las caderas, pidiendo inconscientemente algo que no sabía muy bien qué era, Severus sonrió. Entonces se deslizó hacia atrás y volvió a entrar, provocando un ahogado jadeo en su pareja. Y entró y salió. Una y otra vez, más y más rápido, hasta llevarlos a ambos al cielo de la plenitud total.

Cuando las respiraciones se apaciguaron y los corazones se serenaron, Severus se deslizó suavemente del interior de su amado, y tomándolo entre sus brazos, lo estrechó contra su corazón.

—¿Te hice daño?— preguntó, preocupado.

—Un poquito, al principio— Harry escondió el rostro en el hueco de su cuello y lo beso tiernamente, antes de agregar—. Pero luego lo compensaste con creces.

—Prometo que la próxima vez será mejor.

—Probablemente— susurró Harry, bostezando involuntariamente—. Pero la noche de hoy la recordaré eternamente.

—Y aún no termina— afirmó Severus, mientras lo pegaba más contra si—. Así que es mejor que duermas un rato para que recuperes fuerzas.

—Si, recuperar fuerzas— musitó Harry, ya medio dormido, acomodándose mejor en su pecho—. Pero promete que me llamarás.

Severus se echó a reír roncamente.

—Eso tenlo por seguro.

—Te amo, Severus— susurró Harry, antes que el sueño lo venciera completamente.

—Yo también te amo, mi amor. Por toda la eternidad.



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Gotitas musicales

1901— Pompa y circunstancia — nº 1 aquí

1826 — El sueño de una noche de verano — Marcha Nupcial aquí


La Torre de Londres:Es, oficialmente, el palacio y fortaleza de su majestad, la Torre de Londres, aunque el último gobernante que residió en ella fue Jacobo I (1566—1625). La Torre Blanca, el edificio cuadrado con torretas en cada esquina que le dio el nombre al edificio, está actualmente en el centro de un complejo de diversos edificios al lado del río Támesis, en Londres. El complejo ha sido utilizado como fortaleza, armería, almacén del tesoro, palacio, palacio de detención, observatorio, refugio y prisión, especialmente para prisioneros de "clase alta". Este último uso convirtió la frase "enviar a la Torre" en sinónimo de "entrar en prisión". La Reina Isabel I estuvo prisionera aquí durante el reinado de su hermana Maria; la última vez que la Torre se utilizó como prisión fue durante la Segunda Guerra Mundial para Rudolf Hess.
La mayoría de los criminales comunes eran ejecutados en sitios públicos en el exterior de la Torre; ejecuciones que también se hicieron públicas con algunas criminales de clase alta como Tomás Moro. Sin embargo, los nobles y, sobre todo las mujeres, eran ejecutados de forma privada en la Torre Verde, en el interior del complejo, y enterrados en la Capilla Real de San Pedro ad Vincula.


El Parlamento Británico:El Parlamento del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte es la intitución legislativa suprema en el Reino Unido y en los Territorios Británicos de Ultramar. Es bicameral, incluyendo una Cámara alta, llamada Cámara de los Lores, y una Cámara baja, llamada Cámara de los Comunes del Reino Unido.
La Cámara de los Lores incluye dos diferentes tipos de miembros: Los Lores Espirituales (los clérigos senior de la Iglesia de Inglaterra) y los Lores Temporales (miembros de la nobleza). Los miembros de esta cámara no son elegidos. Por otro lado, los miembros de la Cámara de los Comunes son elegidos democráticamente. La Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes se reúnen en Salones separados en el Palacio de Westminster (comúnmente conocido como las Cámaras del Parlamento), en Londres, la capital británica (más precisamente, en el municipio—y ciudad—conocida como Ciudad de Westminster). Por convención constitucional, todos los ministros de gobierno, incluyendo al Primer Ministro, son elegidos desde la Cámara de los Comunes o de la Cámara de los Lores.



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Última edición por alisevv el Mar Ago 10, 2010 12:38 am, editado 2 veces
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MensajeTema: Re: Una promesa trajo el amor. Capítulo 13. La boda   Una promesa trajo el amor. Capítulo 13. La boda I_icon_minitimeDom Oct 29, 2017 8:22 pm

sensei y los capítulos anteriores en donde están???
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