La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Lo Único Cálido y Hermoso. Última Parte.

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nienna0410
Explota calderos
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MensajeTema: Lo Único Cálido y Hermoso. Última Parte.   Lo Único Cálido y Hermoso. Última Parte. I_icon_minitimeDom Feb 07, 2021 10:50 am


Se aparecieron en el laboratorio principal, que ahora estaba lleno de trabajadores. Harry ignoró las preguntas que le estaban lanzando las personas que se encontraban allí y corrió hacia el laboratorio privado de Snape, deshaciendo todas las protecciones y entrando de forma apresurada.


—Merlín, Harry. —Sirius palideció—. ¿Qué diablos has hecho?


El ojiverde miró los cuerpos terriblemente contorsionados. Tanto Floris como Whistleton habían sido destripados de una manera que Harry no había visto antes: sus vísceras al completo asomaban a través de heridas en sus gargantas.


—Esto no, desde luego. Estaban vivos cuando me fui. —Pero quizás podía sacar ventaja de la situación. Su primera idea había sido rastrear a los secuestradores de Severus a través de la firma mágica que éstos habrían dejado en las barreras colocadas, pero seguro que lo que se le había ocurrido ahora funcionaría mejor. Se arrodilló junto a Floris y le levantó el párpado derecho, tocando con su varita el ojo vidrioso—. Visum Mortis. —susurró y una imagen surgió repentinamente. Era el hombre joven que había descrito Whistleton había descrito, con el rostro distorsionado por el glamour, sosteniendo la varita en una mano y agarrando un frasco con la otra. El hombre dio un paso a frente y Harry susurró—: Finite Incantatem. —Se levantó y exclamó—: Es Malfoy. Sev está en la Mansión Malfoy.


Sirius lo estaba mirando fijamente.


—¿Cómo… qué ha sido eso? ¿Cómo te ha indicado ese hechizo que ha sido Draco?


Harry se pasó la mano por la cara.


—Esa ha sido la imagen que proyectado el cerebro de Floris cuando le he pedido que me muestre quién la ha matado. La Visión de la Muerte. He averiguado que era Malfoy por la forma de caminar, cómo sostenía la varita, la jodida forma de sujetar el puto frasco… —Tal como recordaba de las clases de pociones, sosteniéndolo solo con la punta de sus cuidados dedos—. Dios, Sirius, lo estuve vigilando como un halcón durante siete años para evitar que me apuñalara por la espalda, lo conozco perfectamente. Y ahora… —Miró a Remus, que estaba lanzando otro conjunto de hechizos protectores—. ¿Qué estás haciendo?


—Necesitamos salir de aquí rápidamente. No podemos abandonar así el laboratorio.


Harry se percató de que se había arrodillado en un charco de sangre, manchando toda su ropa.


—Y no queremos que nadie encuentre los cuerpos aún. Bien. Deberíamos aparecernos en el pueblo más cercano a la mansión, y luego… no, pensándolo mejor, necesitaremos escobas. Volveremos a vuestra casa, cogeremos las escobas, nos apareceremos en el pueblo y volaremos hacia la mansión, ¿de acuerdo?


Sirius parpadeó varias veces antes de asentir.


—No me puedo creer que vaya a ayudar a Snape —murmuró.


—¿Por qué los mataría Draco de esa forma? —preguntó Remus mirando los cadáveres—. ¿Por qué no usó la maldición asesina?


Excelente pregunta. “Porque es un idiota” claramente no sería la respuesta correcta a la pregunta, por lo que Harry no dejó de darle vueltas, hasta que finalmente, cuando se aparecieron en un campo a varios kilómetros de la mansión Malfoy, dio con la solución al misterio.


—Es una trampa para mí, ¿no? O un mensaje. Y.… creo que los ha matado con alguna poción, ¿puede ser un mensaje para Sev? ¿o una forma de inculparlo, quizás? Sea como sea, un problema menos. Además, contamos con el factor sorpresa.


—Las protecciones de Malfoy le advertirán de nuestra llegada de todas formas, incluso si... cuando las rompamos —informó Sirius mientras miraba pensativo su varita.


—Conozco un hechizo muy útil contra las barreras —dijo Remus, sentándose a horcajadas sobre su escoba.


Harry recordó su primera clase con Lupin, cuando el hombre disparó aquel chicle hacia las fosas nasales de Peeves, y el recuerdo de alguna manera lo tranquilizó. Volaron hasta que sintieron el chisporroteo que indicaba la presencia de hechizos de protección. Mientras continuaban suspendidos en el aire, Remus pronunció lo que parecía ser una versión elaborada de un hechizo de ocultación. Cuando acabó, les indicó que avanzaran y juntos atravesaron las barreras; había siete conjuntos de ellas, colocadas formando círculos concéntricos alrededor de la mansión, situadas allí desde hacía cientos de años, reforzadas generación tras generación. El último grupo de defensas hizo que a Harry se le pusieran los vellos de punta, y soltó un suspiro de alivio cuando al fin aterrizaron en uno de los cuidados jardines.


—Si ha funcionado lo que he hecho —indicó Remus con suavidad—, no deben haberse dado cuenta de que estamos aquí.


El ojiverde asintió. Lo único que podía percibir en el lugar era una aura espesa y negra de magia oscura.


—¿Tenemos algún plan?


—Nosotros somos tres, y ellos son otros tres —gruñó Sirius—. Entramos, los encontramos y los matamos.


—Creo que primero deberíamos interrogarlos, para saber si hay alguien más involucrado. Después los mataremos. —El tono relajado del licántropo era mucho más aterrador que el gruñido de enfado de Sirius, pero a Harry le pareció una idea excelente. Según sus cálculos, Severus llevaba secuestrado unas tres horas; tres horas de Cruciatus, o de lo que sea que hubieran planeado hacerle… El ojiverde agarró su varita con firmeza.


—Vamos.


Se acercaron a la puerta trasera con cautela. Draco había colocado un conjunto de protecciones personales adicional en todas las entradas de la casa. Remus alzó la varita, dispuesto a lanzar de nuevo el hechizo de ocultamiento, pero Harry lo detuvo poniendo una mano sobre su brazo; conocía estas protecciones. Extendió su varita y buscó la pequeña grieta que había notado durante los exámenes de EXTASIS, cuando lo emparejaron con Draco para la parte práctica de la prueba de Encantamientos. Nadie más había captado la diminuta imperfección en el hechizo de Malfoy, ni siquiera Flitwick, y Harry se había guardado la información para sí mismo, sin saber muy bien por qué. Una vez que encontró la grieta, la abrió con cuidado e hizo un gesto a los otros dos hombres para que entraran en la cocina. El hedor a magia oscura era muy fuerte, y el ojiverde pudo observar cómo se dilataban las fosas nasales del licántropo. Remus señaló con la cabeza hacia el pasillo; la magia oscura que emanaba de esa dirección era tan poderosa que Harry se sintió mareado. Recorrieron el corredor hasta dar con una puerta rodeada de magia. Al abrirla encontraron unas escaleras que llegaban hasta el sótano; Remus se detuvo y olisqueó.


—Está vivo —susurró.


Harry sintió cómo el alivio recorría su cuerpo.


El licántropo continuó olfateando.


—Están todos ahí abajo. Bagman tiene miedo, y los otros están… —Una mirada de repulsión cruzó su rostro—. Se están divirtiendo.


—Yo iré primero —murmuró Harry—. Vosotros esperad aquí unos minutos antes de bajar. Ellos no esperarán que estéis aquí. —El chico se lanzó escaleras abajo sin esperar contestación. Cuando llegó al pie de las escaleras, se asomó con cautela, viendo un cuerpo colgando del techo, sujeto por unas cadenas que estaban fijas al techo. Era Severus, cuya cabeza colgaba hacia delante sin gracia. De pie, frente al pocionista, y dándole la espalda a Harry, se encontraba Malfoy; como le había explicado a Sirius, reconocería esa pose arrogante en cualquier lugar. Pettigrew estaba a un lado, atando a Bagman a una silla.


—¡Crucio! —exclamó Malfoy con regocijo. La cabeza de Severus se alzó bruscamente, mientras su cuerpo se tensaba y se arqueaba, y su boca se abría en un grito mudo.


Harry entró en la habitación de un salto.


—¡Expelliarmus! ¡Stupefy! —vociferó, pero Draco ya había colocado un encantamiento de escudo a su alrededor.


—Potter. Que amabilidad por tu parte unirte a nosotros. —El rubio sonrió—. ¡Incendio!


Los pantalones del ojiverde comenzaron a arder. Lanzó un hechizo para extinguir el fuego; al menos Draco había tenido que dejar de torturar a Severus para centrar su atención en él.


—¡Perfrincto Scutum! —Sintió cómo el escudo de Draco temblaba ligeramente, pero antes de poder atacar su punto débil, tuvo que apartarse de un salto, ya que Pettigrew había intentado lanzarle un “Locomotor Mortis”—. ¡Expelliarmus! —Maldita sea; Pettigrew también estaba rodeado por un encantamiento escudo, por lo que volvió a exclamar—: ¡Perfrincto Scutum! —El ojiverde no entendía por qué Sirius y Remus estaban tardando tanto en bajar. Se pudo a cubierto detrás de un gran sarcófago antes de que el Crucio que había lanzado Malfoy lo golpeara. No había querido que Sirius y Remus esperaran tanto tiempo, ¿verdad? Se lanzó detrás de un gran sarcófago antes de que el Crucio de Draco lo golpeara.


Harry pudo sentir cómo el escudo del rubio flaqueaba.


>>¡Stupefy!


Los ojos de Malfoy se cerraron ligeramente y después se abrieron de golpe. Sonrió de forma extraña y se alejó del ojiverde, regresando junto al cuerpo inerte del pocionista.


—Avada…


—¡NO! —Harry abandonó su refugio, cruzó el lugar en tres zancadas y se arrojó a los pies de Malfoy, agarrándolo por los tobillos. Draco no había esperado un ataque físico, y se tambaleó lo suficiente como para que la maldición asesina no alcanzara a Severus, sino que golpeó la pared de piedra que estaba justo atrás. El moreno intentó tirar a Malfoy al suelo, pero el rubio no paraba de darle patadas en la cara. De pronto, Harry sintió un dolor familiar recorriendo su cuerpo; Pettigrew le había arrojado un Cruciatus. El chico se agarró con fuerza a los tobillos de Draco mientras convulsionaba.


De repente oyó un gruñido y el dolor cesó repentinamente. El ojiverde jadeó para recuperar el aliento mientras una forma negra saltaba sobre él, derribando a Malfoy.


—¡Incendio! —gritó de nuevo el rubio. El perro negro aulló de dolor cuando su pelaje comenzó a arder. Canuto se retiró de encima de Draco y comenzó a rodar por el suelo frenéticamente. Remus lanzó un hechizo para apagar el fuego mientras Harry estaba ocupado golpeando la mano derecha de Draco contra el suelo. El ojiverde no se mostró satisfecho hasta que la muñeca del otro se fracturó en al menos tres lugares distintos, y entonces, comenzó a maltratar su bello rostro. Agarró un mechón grueso de cabello rubio y golpeó la cabeza de Malfoy contra el suelo, pero éste alzó su mano ilesa y golpeó a Harry en la garganta, provocando que el moreno cayera al suelo tosiendo.


—¡Perfrincto Scutum! —graznó el ojiverde como pudo, y vio con satisfacción cómo desaparecían los restos que habían logrado sobrevivir del escudo de Draco—. ¡Stupefy!


Se puso de pie y echó un vistazo a su alrededor. Canuto sostenía una rata familiar entre sus mandíbulas, y Bagman aún seguía amarrado a la silla, sin oponer resistencia cuando Remus decidió lanzarle otro hechizo de atadura. Harry saltó por encima de Malfoy y rompió las cadenas que sostenían a Severus, cogiendo a su amante entre sus brazos antes de que éste pudiera caer al suelo.


—Oh Dios...


Severus estaba convulsionando. Su cabello estaba manchado de sangre, y su ropa hecha jirones. Cada parche de piel visible tenía un color púrpura oscuro; eso quería decir que habían usado el Cruciatus contra él al menos una hora. El pocionista se había mordido el labio inferior. Los ojos oscuros se abrieron, pero sin enfocar; una miríada de vasos sanguíneos habían estallado, provocando que la parte blanca se volviera completamente roja. Además, Harry observó que salía sangre de uno de sus oídos. El hombre dejó de convulsionar y sus ojos se cerraron de nuevo.


—Oh Dios. Oh Dios. —Dejó a Sev con cuidado en el suelo, y entonces se dio cuenta de que el hombre tenía rotas las dos piernas—. ¡Remus! —exclamó Harry con una nota de pánico en su voz—. Ayúdame.


Lupin terminó de atar a Bagman.


—Un segundo —pidió mientras sacaba la rata de la boca de Canuto. Sirius reapareció y Harry observó mientras ambos lanzaban el hechizo para devolver a Pettigrew a su forma humana. Sirius le lanzó un “Stupefy” gruñendo, y lo ató, amordazándolo también por si acaso. Tras eso, ambos hombres se acercaron a Harry.


—Mierda —exclamó Sirius, preocupando aún más al ojiverde—. Remus, tú conoces más hechizos de sanación. Harry y yo te ayudaremos.


—Ha tenido convulsiones —dijo el más joven—. Deberíamos inducirle el sueño. —Lo hizo rápidamente, suspirando de alivio cuando percibió que la fatigada respiración de Severus se volvía más relajada.


Remus pasó su varita sobre el cuerpo de Severus, recorriendo las heridas con unas luces de color rojo-dorado. El licántropo prestó especial atención a la cabeza y el torso.


—Hay algunos órganos dañados, en concreto el hígado, el riñón y el bazo. Creo que estuvieron pegándole patadas un buen rato. —Remus agarró la mano de Sirius entre la suya, y Harry observó cómo brotaba de ellos una gran oleada de poder, que el hombre lobo usó para entablillar las piernas rotas y lanzar varios hechizos de curación sobre ellas—. Esto lo ayudará hasta que lo llevemos a casa. —Miró al ojiverde—. Ahora te toca a ti. —Curó los cortes y magulladuras que Harry ni siquiera se había dado cuenta que se había hecho durante la pelea con Malfoy—. Menos mal que tienes la cabeza tan dura. Lo último que necesitas es otra conmoción cerebral.


—Se te va a quedar un bonito moratón —comento Sirius animadamente, ya que una buena pelea siempre lo llenaba de energía—. ¿Los interrogamos?


—Sí —respondió el joven con enojo por la situación vivida—. Por supuesto. ¿A quién le preguntamos primero?


—Bagman —respondió Remus, acercándose a él—. Dinos, Ludo. ¿Qué estás haciendo aquí? Y quiero que me lo cuentes todo —le advirtió soltando un gruñido en la última palabra, con sus ojos ambarinos echando chispas.


Bagman estaba sudando profusamente y, si no fuera por el hecho de que sus ataduras se lo impedían, se estaría sacudiendo en su asiento. Comenzó a hablar, parpadeando rápidamente.


—Yo no quería… sabes que siempre me has caído bien Harry. No fue idea mía. Intenté detenerlos, yo….


El ojiverde agarró a Bagman por el cuello y apretó.


—Empieza por el principio, y no te detengas hasta que lo sueltes todo, o si no te llevaré al bosque prohibido y te soltaré en la guarida de Aragog. —Sintió a Ludo tragando saliva bajo su mano y lo soltó abruptamente.


—Draco Malfoy acudió a mí hace unos seis meses —Poco después de que la última apelación de Lucius fuera rechazada, entonces—. Me dijo que tenía que ayudarlo. ¡Me obligó! No tuve…


Harry lo fulminó con la mirada.


>>Había comprado todas mis deudas, las deudas de juego. Debía… casi 2600 galeones Mis deudas de juego. Debo... casi 2600 galeones —Y el truco del oro Leprechaun solo funciona con adolescentes ingenuos—. Me dijo que quería que organizara un accidente de Quidditch contra ti, así que comencé a trabajar con Floris. Decidimos usar a las Arpías cuando se hizo pública tu aventura con Snape, aprovechando su odio a los mortífagos. Floris lanzó el hechizo anti-levitación.


—Eso es mentira —replicó Harry con frialdad—. Ella no es... no era lo suficientemente poderosa como para lanzar un hechizo de semejante magnitud. Lo hiciste tú.


Bagman bajó la vista, y finalmente, asintió.


—¿Y qué hay de Snape? —preguntó Sirius.


—Juro que no sabía nada de él hasta que me trajeron aquí hoy. —Un hilo de sudor descendió por el ojo izquierdo de Bagman y éste se vio obligado a entrecerrarlos.


—Estás mintiendo de nuevo —exclamó Harry bruscamente, agarrando al hombre otra vez del cuello—. Julian Whistleton me habló de ti. Te daré otra oportunidad.


—¡Está bien, está bien! Sí, sabía lo de Snape. Sabía que querían atraparlo, y que para ello usarían a Whistleton. Lo colocaron en ese laboratorio con ese objetivo. Pero no sabía que iban a…


—¿Por qué Pettigrew te estaba amarrando? —inquirió Sirius.


Bagman tenía un aspecto enfermizo.


—Iban a... Vi lo que le hicieron a Floris y Whistleton. Iban a hacerme algo así a mí también. Iban a arrojar mi cuerpo al campo de las Arpías.


—¿Cómo les hicieron eso? Nunca había visto nada parecido —preguntó Remus completamente vencido por su curiosidad académica.


Bagman vaciló unos instantes, y el ojiverde apretó su agarre.


—Les obligaron a beber una poción. “Solución neutralizadora de Veritaserum”. Si alguien les daba Veritaserum... bueno, ya lo habéis visto. Pero Potter pudo interrogarlos, así que no funcionó correctamente. Se suponía que el efecto sería instantáneo. —Tosió.


Harry apretó su agarre durante unos instantes para luego relajar su mano.


—¿Quién más está metido en todo esto?


—Nadie. Lo juro. —El chico contrajo su mano— ¡Lo juro!


Harry liberó el cuello de Bagman. Estaba muy molesto, y toda su rabia se había desbordado mientras escuchaba a Ludo hablar. Miró fijamente a Sirius y Remus.


—Ya he tenido suficiente —comentó mientras regresaba junto a Severus, se sentaba en el suelo junto a él y tomaba una de las manos maltratas y amoratadas con suavidad—. Matadlos y vámonos de aquí.


—Eh… —Sirius se mostró un tanto incómodo—. No sé si podemos hacerlo, en realidad.


El ojiverde bufó, Ahora no era el momento para que Sirius tuviera un ataque de conciencia.


—Está bien. Yo sí puedo hacerlo —exclamó Harry, apuntando a Malfoy con su varita.


—¡No! No me refería a eso. —El animago se arrodilló a su lado—. Habría muchas incógnitas si Malfoy y Bagman aparecieran asesinados. O —agregó apresuradamente— si desaparecieran. Además de los cuerpos que están en el laboratorio de Snape. —Apretó los dientes—. Ni siquiera podemos matar a Pettigrew porque tendremos testigos.


Harry bajó la cabeza y miró el rostro de Severus. La sangre había comenzado a secarse y desprenderse.


—Tendremos que llamar a los aurores, entonces.


—Sí —afirmó Remus—. Pero aurores en los que podamos confiar.


Harry era incapaz de concentrarse en ese momento. Se obligó a apartar la mirada del labio roto de Severus y la fijó en Malfoy. Al fin se le ocurrió una idea.


—Claro.


Subió corriendo a buscar una chimenea y polvos Flu, para comunicarse con el ministerio, introduciendo su cabeza en el fuego.


—¡Ron! —exclamó mientras echaba un vistazo por el pequeño cubículo de su amigo, pero no vio a nadie.


—¡Harry! ¿Qué diablos le ha pasado a tu cara? ¿Ha sido Snape…? —Inquirió el pelirrojo apareciendo de pronto.


¿Por qué todos piensan eso?


—No. Escucha, necesito tu ayuda. Llama a tu padre y a Percy, y busca a, veamos… cinco aurores en los que confíes. En los que de verdad confíes. Manda aquí a tres de ellos, junto con tu padre. Eh… estamos en la mansión Malfoy. Necesitamos que venga un medimago también.


—¿En la mansión Malfoy? ¿Qué hacéis...?


—Ron. Simplemente, hazlo. Tú, Percy y los otros dos Aurores tenéis que ir a Whiztel, al laboratorio de pociones. Remus Lupin se reunirá allí contigo. —Un toque en el hombro del ojiverde le hizo saber que Remus estaba de acuerdo.


—Pero Harry… —jadeó el pelirrojo.


—RON —exclamó Harry empleando el tono de voz al que no había recurrido desde hacía más de un año, su voz de mando—. Hazlo. Ya.


Ron cerró la boca y asintió, mientras el moreno apagaba el fuego.




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A partir de ahí todo fueron “tareas domésticas”, como lo llamó Sirius. Los Aurores llegaron a la mansión junto con Arthur Weasley, evaluaron la situación y llevaron a los prisioneros a Azkaban. En Whiztel, como Harry se enteró más tarde, interrogaron al personal y retiraron los cuerpos. Harry realmente no se preocupó demasiado por todo eso; toda su atención se cernió sobre la medibruja que estaba examinando a Severus y ayudó a preparar la burbuja protectora en la que llevarían al pocionista a su casa, ya que no podían aparecerse con él y el empleo de la red Flu para transportarlo estaba completamente descartado. Sirius ayudó a su ahijado a levitar la burbuja que contenía el destrozado cuerpo de Severus durante el largo viaje de regreso. Al llegar, acomodaron al ojinegro en su cama y lo sacaron de la burbuja con cautela. La medibruja indicó que no podía hacer nada más hasta que el hombre se despertara, y sacudió la cabeza mostrando su desacuerdo con Harry por haberse negado a llevarlo a San Mungo. Allí por lo menos estaba durmiendo solo, sin desconocidos a su alrededor.


El ojiverde se dejó caer sobre el sillón colocado junto a la cama, y su padrino se acercó a él con torpeza.


—Sirius, no hace falta que te quedes —le dijo Harry, aunque en realidad no quería quedarse solo.


—Voy a quedarme —Oh, gracias—. Deberías comer algo y dormir un poco. ¿No hay un elfo doméstico?


—Sí. —Harry luchó por ponerse de pie; estaba tan cansado que sus ojos no enfocaban. Se asomó al pasillo y llamó a Zippy, quien apareció frente a él en cuestión de segundos, con las orejas temblando—. Zippy, ¿nos has visto llegar?


El elfo asintió y sus orejas comenzaron a temblar más rápidamente. Después emitió un leve chillido


—Interrogatorio.


Harry se sintió mal.


—Sí, pero… por favor, ven conmigo. —Guió a Zippy hacia el dormitorio, donde Sirius estaba de pie junto a la ventana.


El elfo miró a Severus y sus enormes ojos se agrandaron aún más.


—Maestro Severus —susurró la criatura con una voz ronca, para después mirar a Harry.


—Se va a poner bien —dijo, intentando convencerse incluso a sí mismo, e intentando dejar de especular sobre cuánto tiempo habrían estado los Longbottom sometidos a la maldición Cruciatus antes de volverse locos—. Ya verás. No ha sido el Ministerio, sino otras personas, pero los hemos atrapado. Solo tenemos y cuidarlo y se pondrá bien.


Una pequeña mano le acarició la pierna con tanta ligereza que le dio la sensación de haberlo imaginado. Cuando el elfo desapareció, Harry se volvió a desplomar en la silla y se quedó dormido.




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Cuando despertó, estaba tendido en la cama junto a Severus, mientras Sirius se encontraba dormido en el sillón. Su padrino debía estar bastante incómodo; hubiera sido mejor dejar a Harry en la silla y que el hombre más alto se acostara en la cama, pero despertar uno junto al otro hubiera perturbado tanto a su padrino como a su amante, sin ninguna duda. Harry rio disimuladamente.


—Uhh... —¡Sev!


Harry convocó su varita y la pasó rápidamente sobre el cuerpo de Severus. El organismo del hombre se estaba curando bastante bien; la hinchazón del cerebro se había reducido, los huesos de las piernas casi habían soldado, y los horribles moratones ya estaban desapareciendo, pero aún dormía profundamente. Harry miró su reloj y comprobó que llevaba más de 15 horas acostado. Salió de la cama y entró en el baño para tomar una ducha, que agradeció ampliamente. Cuando Salió, Sirius ya estaba despierto, frotándose el cuello.


—Debería haberte ofrecido otra de las habitaciones para que durmieras —sugirió Harry.


De repente, Zippy se materializó frente al chico.


—¡Dios! —exclamó el ojiverde, respirando hondo intentando tranquilizarse—. Está mejor, Zippy.


El elfo miró a Severus y asintió, y clavó sus ojos en Harry.


>>Sí, me muero de hambre —respondió el ojiverde a la silenciosa pregunta, mientras Sirius parodiaba el asentimiento del elfo a su lado—. Prepara cualquier cosa, lo que se te ocurra. Muchas gracias. ¿Qué diablos estás haciendo? —inquirió a su padrino que no dejaba de gesticular, tras la partida de Zippy.


—No acabo de entender lo del asunto del elfo mudo. —Sirius giró la cabeza—. Ha llegado Remus —comentó, y salió por la puerta en un instante, dejando a Harry solo.


El chico se sentó en la cama y agarró la mano de Severus suavemente. Deseaba desesperadamente que el hombre despertara, pero al mismo tiempo quería que permaneciera en ese sueño reparador. El tema de los Longbottom no cesaba de rondar su mente.




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Una vez transcurridos cuatro días, lo único que quería Harry era que su amante despertara, no le importaba si el hombre se había vuelto completamente loco. Ya tenía todas las heridas curadas, por lo que el ojiverde no comprendía por qué su pareja no volvía en sí. Harry se tumbó en la cama y lo miró fijamente; ese día se había tenido que enfrentar a otra ronda de preguntas de los investigadores del Ministerio, quienes siempre se las arreglaban para aparecer cuando ya había sucedido todo. Más tarde, se había dirigido a las administraciones de las Arpías y las Avispas, respectivamente; ambos equipos temían que el chico los demandara, por lo que podría obtener unos buenos pagos en efectivo por parte de ambos. Esas visitas no habían sido una pérdida total de tiempo. A media tarde, aparecieron en la casa Ron y Hermione; el pelirrojo intentó distraerlo con una partida de ajedrez mágico, mientras que su amiga intentó consolarlo mostrándole referencias que aparecían en la bibliografía médica de gente que había despertado repentinamente tras tres años o más en coma. Por último, había revisado las peticiones enviadas por distintos periódicos, que clamaban porque les concediera entrevistas y declaraciones. Suspiró y se quedó dormido súbitamente.




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Se despertó al sentir un toque en su frente, en su cicatriz. Harry conocía ese toque perfectamente, y su corazón comenzó a latir desbocado, sin ser capaz de abrir los ojos.


—Harry. —El chico oyó el ronco susurro mientras unos dedos acariciaban su mejilla—. Harry.


Se obligó a abrir los ojos. Severus se había girado sobre su costado y lo estaba mirando fijamente. El blanco del ojo había recuperado su color al repararse los vasos sanguíneos dañados.


—¿Sev? —lo llamó el ojiverde, humedeciéndose los labios.


—Harry. Te amo.


Ya está, el hombre estaba igual de loco que un sombrerero *. El chico comenzó a preguntarse cuál sería el horario de visita de San Mungo.


>>Nunca he pronunciado esas palabras, e iba a morir sin decírtelas. —Severus delineó los labios del ojiverde con sus dedos, y apoyó su mano sobre su rostro—. “Sólo quiero apoyarme sobre mi codo y mirar fijamente al vacío, sintiendo lo único cálido y hermoso del mundo respirando sobre mi costilla derecha.” **


—Eh... Eso es... —Algo muy extraño. Giró la cabeza y besó los dedos de Severus suavemente.


El hombre le regaló una sonrisa.


—Es de un poema. Le tengo un especial cariño a la parte de “lo único cálido y hermoso del mundo”. —El ojinegro acercó la cara de Harry a la suya, y sus labios se encontraron suavemente, en un mínimo roce, para después separarse, y unirse de nuevo.


El corazón del ojiverde latía desbocado. Levantó su mano temblorosa y acarició el cabello de Severus. Estuvieron en silencio durante un rato, simplemente intercambiando besos ligeros, y Harry se encontraba tan bien que podría haber permanecido allí el resto de su vida, pero su estómago rugió.


El ojinegro rio entre dientes.


—Ahora sé que estoy despierto. Eso no ocurría en mis sueños —dijo Severus mientras se incorporaba bruscamente, soltando un leve gemido por el dolor que le causó esta acción. El hombre se estiró con cautela para desentumecer sus músculos.


—¿Has soñado? —preguntó Harry con curiosidad mientras se levantó de la cama, pero sin esperar respuesta añadió—: ¿Tú también tienes hambre?


—Sí —respondió Severus con fervor—. Necesito comida. Ahora entiendo cómo te sentías comiéndote esas patatas —mencionó, haciendo referencia a la estadía en el hospital del ojiverde—. He soñado cosas, o creo que eran sueños. Te hablaré sobre ellos más tarde, pero ahora necesito un baño, comida, y escuchar tu versión de los hechos.


—¿Pueden Sirius y Remus ayudarme a explicártelo todo? —preguntó mientras se acercaba al lado de la cama de su pareja para ayudarlo a levantarse. Se dirigieron juntos al baño a paso lento, donde el ojiverde abrió el grifo.


—¿Están aquí? —cuestionó Severus sorprendido.


—Sí. Ellos… —El hombre iba a enterarse de todas formas tarde o temprano—, me acompañaron a buscarte, y se han estado quedando aquí desde entonces.


—Ya veo. —Severus se quitó el pijama y se metió en la bañera humeante—. Está bien, pero siempre y cuando esté vestido apropiadamente. Odio los pijamas.


Harry sonrió y abandonó el baño para compartir la buena noticia con el resto de los habitantes de la casa. En la cara de Zippy se instauró una amplia sonrisa, y comenzó a preparar una amplia gama de las comidas favoritas de su amo, mientras Sirius abrazaba a su ahijado, al igual que Remus.


El baño reactivó a Severus, quien emergió desprendiendo su aroma a menta/limón tan característico. Como se negó a volver a la cama, Harry colocó algunas sillas alrededor de la pequeña mesa que había en el dormitorio, y, mientras comía sin parar, los otros tres relataron su parte de la historia.


—Y después te metimos en una burbuja de protección, y Sirius y yo te trajimos de regreso —concluyó Harry, hurgando en sus crepes completamente olvidados; estaban tan buenos que le hicieron plantearse al chico si Zippy tendría alguna rama francesa—. Ahora tú —pidió al ojinegro.


—Bien —respondió Severus dando un sorbo a su zumo de arándanos; había armado un pequeño escándalo cuando el chico se negó a dejarle tomar una copa de vino —¿Recuerdas que te dije que Julian había echado a perder una poción?


Harry asintió.


—Pues no lo había hecho. Preparó exactamente el tipo de poción que quería hacer. —Los labios del ojinegro se tensaron—. Solo necesitó agregarle un ingrediente más, y obtuvo una “Poción para Alterar la Voluntad”. La terminó esa mañana y la vertió en mi té.


—Recuerdo esa poción. Era casi desconocida, hasta que en la época de Voldemort comenzó a aparecer por todas partes —explicó Remus pensativamente, tras dirigir a Severus una mirada rápida, casi imperceptible—. Sería como la versión en poción de la maldición Imperio, con un giro muy desagradable.


—En efecto. Es... insoportablemente dolorosa, como tener vidrios rotos circulando por las venas —comentó el pocionista con los ojos fijos en su vaso—. Julian me obligó a quitar todos mis hechizos de protección, lo que permitió que Draco se apareciera junto con Pettigrew y Bagman. A Thrimblemere no la vi, debió llegar más tarde. Y, el resto ya lo sabéis. Me llevaron a la Mansión Malfoy y… bueno —terminó, bebiendo otro sorbo de zumo.


Sirius lo miró con lo que casi se habría podido interpretar como simpatía.


—Me pregunto por qué Draco te hizo eso. Siempre me dio la impresión de que le agradabas.


—Pettigrew acudió a él para contarle que yo había ayudado a capturar a Lucius.


—¿Lo hiciste? —preguntó Harry asombrado. Eso no había aparecido en las noticias sobre el juicio de Malfoy.


—Sí. —Fin del tema.


—¿Qué hay de la caída de Harry? —cuestionó Remus en voz baja.


—Creo que su plan cambió un poco cuando mi… afecto por Harry se hizo ampliamente conocido. En principio, solo tenían la intención de matarme —respondió Severus jugueteando con su tenedor—. Muy irónico, ¿no? Prepararon el ataque contra Harry para que pareciera que el problema era que yo había sido un Mortífago, y, sin embargo, planeaban matarme por haberlos traicionado. —Dejó caer el tenedor sobre su plato con un pequeño tintineo.


Todos se quedaron en silencio por unos instantes.


—¿Y qué hay de Julian? —inquirió Harry, que no había parado de darle vueltas a la acusación de Whistleton desde que la escuchó.


—Yo… te lo contaré más tarde —dijo el ojinegro mientras miraba a Sirius durante un segundo, antes de volver a fijar la vista sobre su pareja—. Debo admitir que estoy muy cansado ahora.


—Creo que esa es la señal para que nos marchemos —comentó Remus, poniéndose de pie—. Nos vamos a casa. —Vaciló unos instantes antes de tocar el hombro del pocionista y añadir—: Llámanos si necesitas algo.


La ceja de Severus se arqueó.


—¿”Nos”?


Sirius se mostró incómodo.


—Sí, pero no te acostumbres —replicó, girándose hacia su ahijado y abrazándolo—. Hasta pronto —se despidió, prácticamente arrastrando al licántropo fuera de la habitación.


Harry rio.


—Bueno, creo que eso ha sido un gran avance. —Miró a Severus—. ¿Estás cansado de verdad, o es que no querías responder a la pregunta?


—Estoy agotado. Te contestaré mañana —contestó el hombre con franqueza, mientras se ponía de pie, tambaleándose un poco. Harry lo ayudó a llegar a la cama y se acostó junto a él—. No hace falta que te quedes.


—Me quedo —respondió Harry con firmeza, y, cuando vio que su pareja había cerrado los ojos, besó cada uno de sus párpados.




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Harry pasó la mayor parte del día siguiente entre el Ministerio de Magia y Whiztel. Regresó a casa casi a la hora de cenar, muy satisfecho, y logró convencer a Severus de comer en la cama, básicamente desnudándose hasta quedar en bóxers y metiéndose bajo las sábanas. Dejó escapar un suspiro de plenitud cuando acabó el último trozo de pastel de manzana.


—Tengo que volver a hacer ejercicio, sea como sea.


—Creía que habías pensado dejar el equipo de todas formas —respondió Severus mientras pelaba una pera con destreza.


—Sí, pero… —Se sonrojó—. Me gusta cómo se ve mi cuerpo cuando estoy en forma. —Ser un adorno tiene que tener sus ventajas, al fin y al cabo.


El ojinegro sonrió.


—Eso no te lo voy a negar. —Cuando terminó de cortar su pera, añadió—: Creo que me querías preguntar algunas cosas.


Harry parpadeó varias veces ante el abrupto cambio de tema.


—Sí —respondió, dejando a un lado su plato—. Julian me dijo que mataste a su madre.


Severus mordió una rodaja de pera, masticó y la tragó antes de contestar.


—Nunca me has preguntado nada sobre mi época como mortífago. —Hizo una pausa larga—. ¿Estás seguro de que quieres saberlo?


El ojiverde se dio cuenta de lo que realmente le estaba preguntando su amante.


—Sí —respondió acariciando su brazo—. Sí.


El hombre hizo otra pausa, como si estuviera intentando decidir por dónde empezar.


—El libro de Castellat. —“Pociones oscuras y sus antídotos”, el libro tan difícil de encontrar que Harry había regalado a su pareja por San Valentín —Reconocí algunas de las pociones mientras lo estaba leyendo. Ya sospechaba que lo haría.


Harry esperó a que el ojinegro continuara.


>>Las había preparado. Bajo las órdenes de Voldemort, siguiendo las instrucciones que me dio.


Harry se acercó a Severus y agarró su mano. Los dedos largos apretaron los suyos con fuerza.


>>Solía hacer la poción que le dieron a Julian y Thrimblemere, la “Solución neutralizadora de Veritaserum”. La reconocí en cuanto me describiste los cadáveres —explicó, apretando la mano del ojiverde—. No conozco… no recuerdo a la madre de Julian. Me dijo que era una bruja que estaba a cargo de las barreras protectoras de un pueblo de Yorkshire. Le dieron la “Poción para Alterar la Voluntad” y la obligaron a retirar las protecciones. Después los mortífagos… la matamos. A ella y a la mayor parte de los habitantes del pueblo. —El hombre lo había soltado todo sin titubear, como si lo hubiera ensayado previamente.


Harry llevó la mano de Severus a su boca y la besó. Los ojos oscuros se alzaron y se quedaron fijos en su rostro.


>>¿No estás...?


—No —respondió el chico mientras se acercaba aún más a él, con su mano todavía apoyada contra su rostro—. Lo hiciste, sí. Pero dejaste de hacerlo por tu propia voluntad hace ya casi veinte años. Eso no define quién eres. —Severus lo miró con evidente asombro—. ¿De verdad creías que yo…? —El movimiento de ojos del mayor le dio la respuesta—. ¡Maldita sea! ¿Es que no me escuchas? ¿O acaso no me crees? —No podía creer que eso estuviera sucediendo de nuevo. Era hora de emplear el arma no-tan-secreta—. ¿Cómo están tus piernas?


—¿Qué? —preguntó el ojinegro completamente desconcertado.


—¿Te duelen? —Harry estaba ahora apoyado contra el costado del pocionista.


—Eh… no —respondió Severus con un tono de voz que sugería que el chico había perdido la cabeza por completo.


—Bien. —El joven apartó el plato de su pareja y se subió a su regazo.


El ojinegro no pudo evitar soltar una carcajada.


—Está bien, te creo —dijo, dándole un beso en la coronilla a Harry, y rodeándolo con sus brazos, haciéndole cosquillas levemente en los costados. El chico trató de retorcerse, pero una mano lo mantuvo firme en su lugar, provocándole otro cosquilleo.


—¿De verdad me crees? —inquirió Harry, agarrando las manos de su amante para que se estuviera quieto. Miró al ojinegro con intensidad.


—Sí —respondió el hombre tras una pausa, y luego, como si estuviera sorprendido por su propia respuesta, repitió—: Sí, te creo. —El pocionista logró liberar uno de sus brazos y rodeó con él a Harry.


—Bien. —El ojiverde comenzó a besarlo de forma vacilante, pero en seguida se volvió más insistente, recorriendo con su lengua los labios de Severus e introduciéndola en su boca. Una de las manos del pocionista se dirigió a la parte trasera del cuello del joven, y la otra comenzó a acariciar su pecho desnudo. Harry gimió, acariciando el suave cabello oscuro del hombre.


Severus se apartó y apoyó la frente contra la de Harry.


—Espera. Ahora no.


El ojiverde comenzó a deslizarse fuera del regazo de su pareja, preocupado, pero éste lo mantuvo en su lugar con sus brazos. Severus recuperó la botella de vino que había insistido en abrir durante la cena, y sirvió una copa para cada uno.


—Mi plan es sacarte información, así que primero voy a emborracharte.


Harry dejó escapar un suspiro de alivio.


—Por mí, estupendo —respondió, dando un sorbo a su vino felizmente; esa era otra de las cosas que Whippet les había negado, alegando que era “meado de franceses estirados”, aunque sí les permitía beber cerveza y whisky, “bebidas británicas decentes”.


—Hoy has estado fuera mucho tiempo.


—Sí —respondió mirando a Severus, a quien claramente lo estaba consumiendo la curiosidad—. ¿Te gustaría saber lo que he estado haciendo?


El ojinegro rellenó la copa de Harry.


—En efecto.


—Primero he estado en el Ministerio, recordándoles discretamente que un ataque contra ti es también un ataque contra mí, y que, si ponen de excusa tu pasado para abandonar el caso contra Malfoy, Pettigrew y Bagman, o para juzgarlo de una forma que no sea convincente, yo… eh… los empapelaría —explicó sonriendo. Severus parecía un poco aturdido—. Y luego estuve hablando con otras personas sobre otros asuntos. Y después fui a Whiztel, donde me reuní con la junta directiva. Primero les expliqué que necesitaban mejorar los controles de seguridad sobre sus empleados, ya que no quiero que se repita lo que ya se conoce como “el episodio Whistleton”. — Hizo una pausa para tomar un sorbo de vino.


—¿En Whiztel también se mencionó la palabra “empapelar”? —preguntó el ojinegro con un deje de diversión.


—Eh... —pensó Harry—. No, allí fui más diplomático porque quería hablar con ellos sobre otro asunto —indicó, inhalando profundamente—. Me estoy proponiendo fundar una empresa pública-privada que se centre en las relaciones entre magos y muggles.


Severus parpadeó varias veces y el ojiverde comenzó a lanzar su perorata.


>>Los magos y los muggles interactúan mucho más de lo que se reconoce oficialmente. Creo que deberíamos reconocer este hecho y brindar apoyo a los magos que se encuentren en el mundo muggle y viceversa: muggles que están malditos y tienen que vivir en el mundo mágico, o que se enamoran de magos, etc. Lo primero que hará mi empresa será impartir talleres para magos sobre aspectos de la vida diaria muggle: cosas como el transporte público, el dinero, entretenimiento y ropa. Y después implantaremos algo similar para los muggles. Recuerdo lo confuso que era todo para mí el primer año que entré en Hogwarts, así que planeo dar una orientación especial a niños mágicos nacidos en familias muggle, y quizá otra para sus padres, para que puedan comprender lo que hablan sus hijos cuando vuelven a casa por vacaciones. Y tengo otras ideas para su expansión. Y como es pública-privada, el Ministerio no tiene que financiarlo todo, una parte la pone Whiztel, a la que entregaremos parte de los beneficios, en una escala variable. —Terminó su explicación y miró a su pareja, quien había acabado toda su copa de vino durante la charla.


—Harry, estoy impresionado —dijo Severus con una mirada cálida.


—¿Lo estás? —Había sido más aterrador contárselo al ojinegro que a cualquiera de los funcionarios con los que se había reunido—. ¿De verdad?


—Sí. Es una idea excelente. —Y tras una pausa añadió—: ¿Has pensado incluir a Arthur Weasley en el primer taller?


Harry soltó una carcajada.


—Por favor. Me ha estado enviando una lechuza casi todos los días para preguntarme sobre él —respondió, relajándose y tomando otro sorbo de vino—. Voy a intentar convencer a Hermione y Amaryll para que se unan al proyecto. —Hermione para la información y la organización, y Amaryll por su asombroso conocimiento de la cultura juvenil muggle—. Y conforme nos vayamos expandiendo, iremos contratando más personal. Probablemente nos estableceremos en Whiztel, pero pasaré la mayor parte del tiempo fuera de allí.


—¿Vivir aquí… será un inconveniente para ti? —preguntó Severus, con un deje de preocupación.


—No, por supuesto que no. Eh… ¿te molesta que trabaje en Whiztel yo también?


—Claro que no —contestó su pareja con un beso.


—Genial. —Harry sonrió—. Tu turno. ¿Qué soñaste cuando estabas inconsciente?


Severus se mostró incómodo.


—Eh… quizá… hayan sido visiones.


El ojiverde intentó reprimir su risa, pero no pudo evitar que se le escapara un pequeño bufido.


—Lo siento —se disculpó soltando otro bufido—. Es sólo... —Se rindió y comenzó a reír a carcajadas.


Severus esperó a que el chico se recompusiera, con una expresión de impaciencia en el rostro.


—¿Ha terminado, Potter?


Harry dejó de reír.


—Sí, sí —respondió con seriedad.


—Si eres capaz de comportarte, te lo contaré —indicó Severus con una mirada severa. El joven asintió y el hombre dejó su vaso sobre la mesita de noche—. Bien. Soñé —dijo remarcando sarcásticamente la palabra— contigo.


Todo remanente de risa desapareció del cuerpo de Harry.


—¿Todo el tiempo? ¿Los cuatro días?


El mayor asintió.


—Aunque no sabía cuánto tiempo llevaba así, por supuesto. Y a veces eran más… fuertes, más… vívidos. Quizá eso sucedía en los momentos en los que estabas conmigo. Yo… simplemente te veía. Algunas imágenes eran recuerdos: tu primer día de clase, el Torneo de los Tres Magos, cuando me dejaste inconsciente en la Casa de los Gritos… —Miró burlonamente al chico, y después agregó con suavidad—: Pero también vi imágenes tuyas siendo más viejo. —Hizo una pausa—. Aquí. En nuestra casa.


El corazón de Harry latía salvajemente.


—Bien. —Fue lo único que logró decir. Apartó su copa y acarició suavemente la mejilla de Severus. El ojinegro agarró su mano y la besó. El chico se acurrucó entre los brazos del otro hombre—. En tus visiones, ¿estabas conmigo?


—Creo que sí. Mirabas en mi dirección y sonreirías —respondió, acariciando con sus largos dedos los labios de Harry.


—Bien. —Tras una pequeña pausa agregó—: Y como ahora es nuestra casa, ¿puedo montar un gimnasio en el sótano?


Severus rio entre dientes.


—Parece que te preocupas bastante por tu apariencia, después de haber insistido tanto en que no eras un mero adorno. No es que me queje, fíjate.


—Entonces eso es un sí, ¿verdad? —preguntó besando al ojinegro—. ¿Verdad?


Severus soltó un resoplido burlón.


—Sí, pero no lo pongas demasiado cerca de la bodega —contestó, devolviéndole el beso—. ¿Planeas hacer lo que te dé la gana, pisoteándome durante el resto de mi vida? —inquirió el pocionista, con una nota de seriedad bajo la burla.


Harry acarició su suave cabello.


—Claro que sí, idiota. —Fue recompensado con una de las raras sonrisas de Severus y otro beso. El chico respondió a él con entusiasmo, viajando desde los cálidos labios a la fuerte mandíbula, descendiendo finalmente hacia el largo cuello, mordiendo la pálida piel. El ojinegro comenzó a acariciar su pecho y su abdomen, y Harry pudo sentir la erección de su amante presionando contra su muslo. El joven apartó sus labios y preguntó—: ¿Estás…? ¿quieres?


Su pareja lo miró con ojos vidriosos.


—¡Sí!


Genial, porque Harry no sabía si sería capaz de detenerse de nuevo. Regresó su atención a la suave garganta, y lamió la clavícula. Severus solo llevaba una bata puesta, y el chico la abrió, observando por unos instantes la piel sin marcas, y acariciando ligeramente el pecho. Empujó la mano contra él, pudiendo sentir el latir del corazón del otro hombre. Tras darle otro beso apasionado, el ojiverde se arrodilló entre las piernas de su amante, y deslizó la bata por los hombros delgados, acariciando de paso los brazos del hombre. Acto seguido, recorrió con sus dedos los hombros, el pecho y el abdomen, descendiendo por la cadera, hasta llegar a las largas piernas; quería tocar y memorizar cada centímetro de piel sin heridas ni cicatrices, pero Severus tiró de él acercándolo hasta que el chico quedó completamente recostado sobre su cuerpo, con la dura polla del ojinegro presionando contra su vientre. Las fuertes manos agarraron el trasero de Harry y lo acercaron aún más, y Severus comenzó a lamer y morder el lóbulo de la oreja y el cuello. El chico se restregó contra él frenéticamente, bajando sus bóxers hasta las rodillas para que sus erecciones se rozaran.


—Oh… no puedo… —Hundió su cara en el hueco del cuello de Severus. Un largo dedo recorrió su hendidura y rozó su entrada. Harry se sacudió contra Severus con más fuerza, y el hombre retiró la mano. El ojiverde murmuró una protesta e intentó alejarse de su amante, pero la mano que permanecía agarrando su trasero se lo impidió. El dedo regresó, ahora completamente resbaladizo, y tocó su entrada, deslizándose hacia adentro con una lentitud casi dolorosa. Severus empujó el cuerpo de Harry un poco hacia arriba, lo suficiente para que la mano que sujetaba su trasero pudiera moverse hacia la polla goteante del chico, dando unas cuantas sacudidas antes de detenerse.


—¡Sev! —exclamó el ojiverde mientras arremetía contra la mano, incitándole a continuar con sus movimientos.


—Ponte a horcajadas — ordenó, y Harry, tras terminar de quitarse los bóxers, obedeció, arrodillándose sobre su amante. Severus levantó un poco las piernas del chico y comenzó a deslizarse bajo su cuerpo. Harry, comprendiendo lo que el hombre quería hacer, colocó un par de almohadas bajo la cabeza de su pareja y se agarró al cabecero de la cama, mientras una caliente lengua comenzaba a lamer su polla a fondo. El dedo continuaba entrando y saliendo por su abertura, y Harry intentaba con todas sus fuerzas no empujar hacia delante y hundirse hasta el fondo de esa tentadora boca, que en ese momento estaba besando suavemente la cabeza de su erección. Otro dedo comenzó a penetrarlo y sus caderas se movieron hacia delante sin que pudiera detenerlas. Notó una risa sobre su erección, y la increíble boca la absorbió por completo.


Harry dejó caer una mano y recorrió el sedoso cabello negro con los dedos, mientras su polla continuaba envuelta en un calor húmedo, con unos suaves labios arrastrándose sobre ella una y otra vez. La firme lengua se desplazaba por la vena palpitante situada en la parte inferior de su polla, mientras que los largos dedos no paraban de follarlo. Harry se escuchó a si mismo jadear y lloriquear de impotencia cuando tanto la boca como los dedos aceleraron su ritmo, y el ojiverde no pudo resistirse más al impulso de placer que estaba recorriendo su cuerpo. Se corrió en la boca de Severus en poderosos pulsos y se desplomó, jadeando, mientras los dedos abandonaban su cuerpo. Harry se dejó caer hacia un lado.


Severus abrazó al ojiverde y lo besó, permitiendo que el chico se saboreara a sí mismo en los labios de su amante. Harry besó los labios, las mejillas enrojecidas, la ganchuda nariz, las cejas oscuras y las pequeñas arrugas que se le formaban al pocionista entre los ojos.


—Sabes, te amaría incluso sin el sexo increíble, pero la verdad es que ayuda —rio, acariciando el cuello de su pareja.


—En efecto —ronroneó el otro—. Supongo que será mejor que sigamos manteniendo el ritmo —afirmó, acariciando la espalda de Harry hasta llegar a su trasero.


—Está claro que mantenerlo no será un problema para ti —respondió el ojiverde, agarrando la erección goteante de Severus, y acariciándola mientras se deslizaba hacia abajo para lamer los oscuros pezones.


—Ven aquí, mocoso insolente. —El ojinegro lo empujó hacia arriba y lo besó con fuerza, colocándolo posteriormente de espaldas sobre la cama. Los dedos resbaladizos volvieron a explorar y tentar la entrada de Harry, mientras la otra mano rodeaba el pene aun medio duro del ojiverde, comenzando a acariciarlo. Severus introdujo dos dedos hasta la mitad, y Harry empujó hacia abajo, intentando meterlos enteros. El pocionista lo devoró con la mirada y deslizó un tercer dedo por su abertura, encontrando la sensible glándula en su interior, mientras bombeaba su pene con firmeza con la otra mano.


Harry se retorcía con impotencia, desesperado por la búsqueda de mayores sensaciones. Trató de separar aún más las piernas. Oyó un jadeo emitido por Severus y los dedos se retiraron. El ojiverde cogió el lubricante y lo extendió sobre la polla de su amante, provocando logrando otro gemido


—¿Cómo quieres…?


—Así —respondió el pocionista alzando las piernas de Harry y colocándolas alrededor de su cintura, posicionándose entre ellas. El chico agarró los hombros de Severus y se empujó sobre la polla que esperaba para entrar.


—Ah… —gimió. El ojinegro estaba mordiéndose el labio, tratando de controlarse, cuando Harry contrajo su trasero de forma deliberada—. ¡Ah! —Severus se introdujo de una estocada y el ojiverde gimió de placer, deslizando una mano por el suave cabello del hombre y acercándolo para darle un beso. Su amante se retiró y volvió a empujar con cuidado, mientras sus largos dedos rodearon de nuevo la polla de Harry, bombeando dos veces para después detenerse.


>>¡Sev!


El pocionista colocó la mano de Harry sobre su propia erección.


—Quiero verte haciéndolo —ordenó. El ojiverde se estremeció y obedeció de inmediato, tocándose mientras su amante lo miraba, enterrado en su interior, pero sin moverse.


—Oh por favor... oh por favor... —suplicó Harry. Sentía la polla dentro de él enorme e hinchada, y se retorció desesperadamente, intentando follarse con ella. Bombeó su erección con furia, hasta que Severus se retiró por completo. El chico gimió, y ambos se quedaron inmóviles por unos instantes. El ojinegro volvió a enterrarse en el chico, con duras embestidas, casi castigadoras, y cada vez más rápidas. El hombre seguía mirando a Harry acariciándose, mientras éste se encontraba abrumado por el placer que le estaba provocando la polla que no paraba de entrar y salir. El ojiverde arqueó la espalda e intentó profundizar aún más las embestidas.


Harry sintió que su orgasmo se encontraba próximo y dejó de tocarse; quería correrse junto con Severus. El cabello sudoroso del ojinegro caía sobre su rostro sonrojado. El hombre se inclinó y besó a su amante brevemente, antes de retirarse y comenzar a follarlo aún con más fuerza. Harry volvió a agarrar su polla, sintiendo todo el placer que se acumulaba dentro de él. Su cuerpo estaba tenso, por lo que se obligó a relajarse y entregarse a las embestidas de su pareja, a sus propios bombeos, y al delirante éxtasis que palpitaba tras sus párpados, en sus testículos, a lo largo de su polla a punto de explotar… No pudo aguantar más; gimió y se corrió en fuertes espasmos. Severus jadeó, dio varias embestidas más antes de detenerse en el interior del chico. Harry sintió cómo el líquido caliente brotaba dentro de su cuerpo y apretó su trasero una vez más contra su amante. Severus se desplomó sobre su pareja, quien lo abrazó y comenzó a acariciar su espalda. Harry se percató de que el otro hombre estaba temblando, con el rostro hundido en su cuello.


—¿Sev? —lo llamó, rozando suavemente el oscuro cabello—. ¿Estás bien?


El pocionista alzó la cabeza.


—Oh, sí —respondió retirándose un poco de Harry, abrazándolo a su vez—. Sí. Ha sido… muy intenso. —dijo, dándole un beso cálido al chico.


Harry se apartó y el ojinegro emitió un gemido de protesta.


—Vuelvo enseguida —explicó mientras se dirigía al baño, para después regresar con un paño húmedo. Limpió a Severus suavemente y dejó caer la tela—. ¿Mejor?


—Mm —contestó el otro, mientras bostezaba— Me voy a dormir. Necesito descansar antes de reanudar mi reinado de terror en Whiztel mañana. —Acercó a Harry a su cuerpo—. Y tú también. Nox. — Las luces se apagaron.


—Buena idea —respondió Harry adormilado. Se acurrucó junto al largo cuerpo y, mientras se quedaba dormido, escucho a Severus murmurar algo que sonaba parecido a “Lo único cálido y hermoso”, y sonrió en sueños.


FIN






*Como curiosidad, la expresión de “estar loco como un sombrerero” se empezó a usar a finales del siglo XVIII y principios del XIX, debido a que las personas que se dedicaban a hacer sombreros con frecuencia empezaban a presentar síntomas como convulsiones, temblores, depresión, sobreexcitación, etc., por lo que la gente comenzó a decir que los sombrereros estaban locos. Pero más tarde, ya en el siglo XX, se descubrió que lo que pasaba era que los sombreros para procesar el fieltro con el que hacían los sombreros, usaban mercurio, muy tóxico para el organismo, y al manipularlo continuamente, adquirían una enfermedad llamada hidrargirismo, que era la que provocaba todos estos síntomas. En la época estaba tan extendido lo de la locura de los sombrereros, que incluso Lewis Carroll lo reflejó en uno de sus personajes, “el sombrero loco”, que ya todos conoceréis, de Alicia en el País de las Maravillas. No tiene nada que ver con la historia, pero lo dejo como curiosidad y dato histórico jajjaja.


** La última nota ya chicos, que vaya lio os estoy montando jajaja. Lo que recita Severus es un fragmento del poema “Les Luths”, de Frank O´Hara. El original dice: “I want only to lean on my elbow and stare into space feeling the one warm beautiful thing in the world breathing upon my right rib”.




Bueno chicos, aquí acaba la segunda parte de la serie. Ya solo queda la tercera y última historia, que también voy a traducir, aunque no sé cuando la tendré lista. Esperó que os haya gustado la traducción. Besos!!

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