La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Lo Único Cálido y Hermoso. Segunda parte

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nienna0410
Explota calderos
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MensajeTema: Lo Único Cálido y Hermoso. Segunda parte   Lo Único Cálido y Hermoso. Segunda parte I_icon_minitimeSáb Feb 06, 2021 4:21 pm

Bueno chicos, aquí está el siguiente trozo de la historia. Los capítulos empiezan un poco bruscos porque no son capítulos realmente, si no una única historia, pero quedaba muy larga y en algunos lugares aparecía cortada, lo siento jajaja



ONE WARM BEAUTIFUL THING (II)

Decidieron viajar por la Red Flu, ya que Harry no estaba lo suficientemente fuerte como para aparecerse. Cuando llegaron ya estaba atardeciendo, y el joven estaba cansado de nuevo. Severus lo acomodó en su enorme cama (la cama de ambos ahora) con un plato de galletas de chocolate, y se sentó junto a él con un montón de papeles.


—¿Trabajo? —preguntó Harry, paladeando su galleta.


—Mm, sí —respondió el ojinegro mientras señalaba algo en uno de sus papeles—. Tengo que ir mañana.


—Sí, ya intuía que volverías. ¿Qué es lo que se traen entre manos Sirius y Remus? ¿Por qué dijeron que nos veríamos mañana?


—Van a continuar investigando un poco más durante el día y vendrán a cenar, si todo va bien —contestó Severus mirándolo fijamente.


Socializar con su amante y su padrino, quienes se odiaban el uno al otro. Y con el amante de su padrino, que también era el ex amante de su amante... Le dolía la cabeza de nuevo solo de pensarlo.


—¿Sirius y tú os vais a gritar el uno al otro como siempre?


—Por favor, yo no grito. Ese es el trabajo de tu padrino.


Harry le lanzó una mirada de incredulidad.


El mayor emitió un suspiro.


—Creo que podremos concertar un alto el fuego temporal.


—Bien. De acuerdo entonces. —Los ojos de Harry se estaban cerrando. El joven se deslizó hacia abajo en la cama, poniéndose cómodo para dormir, y Severus rescató el plato y besó suavemente su cicatriz—. Buenas noches…




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Harry estuvo durmiendo hasta media mañana. Pasó el día subiendo y bajando las escaleras con el objetivo de fortalecer sus piernas, comiendo y leyendo todos los diarios de “El Profeta” que se habían ido acumulando durante su estadía en San Mungo. Estaba asombrado por el alboroto que parecía haber causado su caída. “El niño que vivió lo vuelve a hacer”; “Los rumores que circulan sobre el accidente de Potter”; “Algunos descartan accidente y afirman intento de asesinato”; y el periódico de hoy, “Potter recuperándose en la casa de su amante”. Decidió leer ese último.


“Tras una caída casi fatal hace una semana durante un partido contra las Arpías de Holyhead, el buscador de reserva de las Avispas de Wimbourne, Harry Potter, ha sido dado de alta en San Mungo y sabemos que se está recuperando en la casa de su amante y ex profesor de Hogwarts --¿por qué diablos siguieron diciendo eso?--, Severus Snape. Continúan circulando diversidad de rumores sobre la caída; Las especulaciones de que un nuevo mago oscuro tiene a Potter en la mira se están propagando de forma desenfrenada, mientras que otros afirman que la nueva relación de Potter es la culpable” ¿QUÉ?


“Según afirma el segundo grupo, Potter pudo ser atacado por activistas enfadados por su romance con un ex mortífago. Ayer, Floris Thrimblemere, la buscadora a la que Potter estaba sustituyendo en el partido, alegó que era ella el objetivo previsto y dijo: ˋHa sido terrible que Harry haya quedado atrapado en medio de una disputa entre las Arpías y yo´ De acuerdo con Thrimblemere, algunas jugadoras de las Arpías todavía se muestran resentidas por su espectacular captura de la Snitch en un partido del año pasado, que dio como resultado una victoria de las Avispas en el último segundo.”


“Esta mañana temprano, el Departamento de Juegos Mágicos y Deportes del Ministerio de Magia emitió un comunicado reiterando su negativa a iniciar una investigación, a pesar de las demandas de algunos de los compañeros de equipo de Potter y sus amigos. Las Arpías han sido multadas con diez galeones por 'juego imprudente' por parte de la División británica de la Asociación Internacional de Quidditch. La entrenadora de las Avispas, Winifred Whippet, no ha emitido ningún comentario, pero un jugador del equipo ha afirmado que ˋEstá eufórica. Siempre ha odiado a Potter´. La directiva de las Avispas ha confirmado hoy que Potter estará de baja médica hasta el final de la temporada.”


Harry dejó caer el periódico a un lado de la cama, se comió otra galleta y se durmió.




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Se despertó con la sensación de que Severus estaba en la casa. Entonces oyó agua corriendo. Hmm... Se levantó y se dirigió hacia el baño. Su amante estaba en la ducha, como había imaginado. Harry se quitó la ropa rápidamente, puso las gafas sobre el lavabo y asomó la cabeza por la cortina.


—¿Puedo unirme?


—Sería un placer —respondió el hombre, atrayendo a Harry a sus brazos y besándolo profundamente—. Como pareces estar limpio, supongo que tienes otras intenciones para esta pequeña visita.


—No tan pequeña —dijo Harry, presionando su erección contra la pierna de Severus.


—Retiro lo dicho. —El mayor pasó sus manos por los hombros de Harry, las bajó por sus brazos y agarró las del joven. Se llevó una de ellas a la boca y lamió los dedos del ojiverde lentamente. La expresión de intensa concentración en el rostro de Severus hizo que Harry se estremeciera. El chico apartó la mano de la boca del mayor y tocó el pecho del hombre, acariciando los pezones duros y descendiéndola hasta el vientre plano. Severus lo besó de nuevo, mordiendo sus labios, y Harry rodeó con su mano la erección del otro y comenzó a bombearla lentamente, moviéndose ligeramente para que el chorro de agua tibia rociara su mano, junto con la polla que sostenía. Mientras acariciaba la caliente erección, frotó la punta contra su abdomen. Severus gimió y mordió la oreja de Harry, pasando su lengua por el lóbulo.


El ojiverde desplazó su mano libre hasta alcanzar el trasero del mayor, comenzando a acariciarlo y recibiendo otro gemido como recompensa. Suavemente introdujo sus dedos entre las firmes nalgas; Severus abrió más las piernas, y Harry tocó la abertura, frotándola ligeramente. La cabeza del mayor cayó sobre su hombro, y sintió un mordisco en el cuello. El chico empujó hacia dentro su dedo explorador solo una fracción, para luego continuar introduciéndose más profundamente cuando sintió la polla del ojinegro sacudiéndose en su mano.


—Sí... —Escuchó el susurro caliente contra su garganta. Su dedo se deslizó completamente dentro, y comenzó a moverlo dentro y fuera del estrecho canal, todavía bombeando la palpitante erección de Severus con la otra mano. El mayor agarró las caderas de Harry y lo acercó más a él, empujando su polla contra el vientre del joven. Harry introdujo otro dedo. Podía sentir que Severus estaba muy cerca, mientras las manos en sus caderas se clavaban aún más en ellas. El chico fue aumentando paulatinamente la velocidad de sus caricias, bombeando fuertemente y deslizando sus dedos dentro y fuera del trasero del hombre, hasta que finalmente presionó la pequeña y dura protuberancia dentro del mayor. Severus le besó la boca con tanta fuerza que casi le dolió, mientras se corría con un grito ahogado, derramándose sobre la mano y el estómago de Harry. El chico retiró sus dedos con cuidado y abrazó a su amante, que se apoyó sobre él por un instante.


—Te deseo —susurró Harry, frotándose de nuevo contra el muslo de Severus.


—Oh, sí —respondió el hombre con un ronroneo bajo, que sonaba tanto saciado como excitado—. ¿Aquí? —preguntó mientras se giraba y miraba a la pared cubierta de gotas de agua.


Este fue otro de los momentos en los que Harry odió ser más bajo que su pareja.


—No, no puedo… —Se apretó contra la espalda del mayor para mostrárselo—. Vamos a... —se interrumpió mientras cerraba el grifo y sacaba al hombre de la ducha. Acto seguido, cogió las toallas que se encontraban colgadas junto al lavabo y las arrojó sobre la mullida alfombra de baño.


—Muy ingenioso, Sr. Potter. —Severus se arrodilló, con la cabeza apoyada sobre sus brazos cruzados. Harry gimió al ver a su amante en esa posición, esperando ser follado. Abrió el botiquín de un tirón, encontrándose con una hilera de frascos sin etiquetar.


—Eh...


—Segundo estante, el cuarto frasco empezando por la derecha, color azul oscuro —indicó el ojinegro.


Bien. Harry se propuso tratar de interrumpir los procesos lógicos de pensamiento de Severus. Se arrodilló detrás del otro hombre y comenzó a acariciar el trasero redondeado. El ojinegro se estremeció bajo sus manos. El joven se inclinó hacia adelante y mordió una de las firmes nalgas, abriéndose camino hacia la abertura. El mayor tembló de anticipación. Harry sacó la lengua y tanteó la entrada de Severus, lamiendo primero con firmeza, después ligeramente y, por último, con firmeza de nuevo. El hombre empujó hacia atrás intentando incrementar la caricia del menor, pero Harry lo agarró por las caderas y lo mantuvo quieto en el sitio mientras continuaba lamiendo y sondeando la abertura.


Cuando su amante comenzó a gemir, Harry descendió su lengua, lamiendo los testículos, metiéndolos en su boca con delicadeza. Severus dejó escapar un grito ahogado. Mientras seguía lamiendo los testículos del hombre, Harry puso un poco de lubricante en su mano y lo frotó por encima y por dentro de la abertura del mayor, metiendo dos dedos con cuidado, e introduciendo otro poco tiempo después. El jadeo de Severus logró que Harry se endureciera aún más. El joven se retiró, untó más lubricante sobre su polla y se presionó contra la relajada entrada. Su erección se hundió lentamente en el calor acogedor. El ojinegro se movía debajo de él, tratando de empujar hacia atrás. Harry se retiró y volvió a entrar tan lentamente como pudo hasta que estuvo completamente dentro.


Se quedaron quietos un minuto, completamente en silencio salvo por la respiración alterada de ambos; tras reponerse un poco, Harry comenzó a embestir. Rodeó la polla del ojinegro, erecta una vez más, con su mano y la acarició al compás de sus movimientos. Tener a su amante bajo él, bajo su control, era asombrosamente emocionante. El mayor había girado la cabeza de forma que ahora su mejilla descansaba sobre su brazo, y Harry podía verlo de perfil, con su cabello mojado serpenteando sobre su rostro. El joven se inclinó hacia adelante y apartó los mechones, deslizando sus dedos por la mejilla caliente para llegar a los labios entreabiertos, y, tras eso, descender por el elegante cuello, y por la larga curva de la columna, hasta agarrar la cadera de Severus y embestir con más fuerza.


—Oh ... —emitió el otro suavemente—. Sí. —Harry rozó con su pulgar la cabeza húmeda de la polla de Severus, provocándola, antes de reanudar sus movimientos constantes. El apretado trasero del hombre lo aprisionaba en cada embestida. Se mordió el labio para contener el orgasmo que sentía a punto de estallar y bombeó la erección de su amante aún más rápido. Oyó un ruido, y Harry se dio cuenta de que era él mismo, gimiendo. Se salió ligeramente y empujó de nuevo, siendo recompensado por un grito del ojinegro. Harry repitió la acción, luchando por controlarse mientras embestía hacia adentro y hacia afuera, una y otra vez. Severus se tensó súbitamente debajo de él; Harry sintió un calor que le cubrió a la mano y que el trasero lo apretaba con más fuerza. Esperó a que el mayor se relajara, acariciando tranquilamente la polla semi-erecta, y luego agarró las caderas del hombre y lo folló con fuerza, dejándose llevar por las sensaciones que lo embargaban. Estaba inclinado sobre la espalda de su amante, mordiendo su hombro, cuando explotó de deseo y éxtasis.




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Oscuridad.


—¿Harry? ¿Harry?


Se despertó de golpe, y se dio cuenta de se había derrumbado –desmayado--, sobre la espalda de Severus. Salió del mayor cuidadosamente, y se dejó caer a un lado.


—Oh. Oh, guau. Oh, guau.


El ojinegro se había girado hacia su lado y lo miraba con una sonrisa en la cara.


—Lo tomaré como un cumplido.


Se besaron.


—Oh, sí. Oh, guau. Guau. —Lo asaltó una duda repentina—. ¿Cuánto tiempo estuve…?


—Sólo un minuto o dos —respondió Severus, estirándose—. Ahora necesito otra ducha. Maldita sea, Potter.


—Bueno, yo también necesito otra ducha, ¿sabes? —sonrió el joven.


—Contrólate, muchacho. Tu padrino llegará pronto. No quiero que irrumpa aquí cuando te escuche gritar. —Severus se puso de pie y volvió a meterse en la ducha.


El ojiverde se unió a él.


—¿Crees que me harías gritar? —preguntó mientras se enjabonaba enérgicamente.


—Sí. Tengo un arma secreta.


Harry miró hacia abajo.


—Oh, sí, la tienes. Pero creo que hay que cargarla.


—Mocoso. Me refería a esto —respondió mientras comenzaba a hacerle cosquillas con sus largos dedos.


Harry no podía parar de gritar y reír nerviosamente.


—Está bien, tú ganas. —Se enjuagó y abandonó la ducha de un salto, seguido por su amante—. ¿Hay ropa mía aquí? —preguntó, ya que ese día había vuelto a ponerse la ropa del hospital.


Los ojos de Severus se movieron ligeramente. ¿Habría planeado el hombre mantenerlo desnudo?


>>¿Sev? —insistió mientras envolvía una toalla alrededor de su cintura.


—Sígueme —respondió el otro, poniéndose una bata. Caminaron juntos por el pasillo hasta llegar a una habitación en la que Harry no había estado antes. El mayor abrió la puerta.


—¡Coño! —Todas las posesiones de Harry estaban allí: los pocos muebles suyos que había en el piso, sus libros, su escoba (observó con tristeza que había quedado bastante maltrecha por la caída) y su equipo de Quidditch. Hedwig le ululó suavemente. Abrió el armario y encontró allí toda su ropa—. ¿Cuándo te has traído todo esto?


Los ojos se movieron de nuevo.


—Sev, dímelo. —El ojiverde sabía que su amante ignoraba que era tan transparente para el chico—. Sé que no lo has hecho hoy.


—No. Fue hace tres días. La señorita Canasta fue de gran ayuda. —Lanzó una mirada pícara al joven—. Estoy seguro de que te sentirás aliviado al saber que me hice cargo del contenido de tu mesita de noche.


El joven se sonrojó.


>>Harry. Yo no... yo no estaba... —titubeó el ojinegro, sorprendiendo al joven, ya que el hombre no solía quedarse sin palabras—. Tenía esperanzas.


Harry sonrió.


—Entonces, si hubiera decidido irme con Sirius, tu habrías…


—Mmm. —Severus consideró esa opción por unos instantes—. Entonces hubiera retenido tus posesiones a cambio de un rescate —respondió, dirigiendo una mirada lasciva a Harry, todavía sin vestir, y envuelto en la toalla, indicando la naturaleza del rescate.


Harry rio, abrazó a su pareja y le dio un beso.


—Gracias por encargarte de esto. ¿Puedes recordarme que le pague a Amaryll el resto del alquiler?


Se produjo un breve instante de tensión.


—Ya lo he hecho.


—Oh. Está bien. Te lo pagaré a ti, entonces. —Se separó del hombre y miró dentro del armario—. Creo que voy a ponerme esto —dijo mientras sacaba una camisa azul.


—No necesitas pagarme —replicó el mayor, colocando una mano en el hombro de su amante.


—Sí que lo haré. —Sacó un par de pantalones negros—. ¿Pensabas que iba a vivir de ti?


—No. Pero yo... tengo mucho dinero, Harry —respondió en voz baja—. Nunca lo he gastado, y me complacería compartirlo contigo.


Oh, diablos. ¿Cómo se suponía que debía contestar a eso?


—Compartir, sí. Eso significa que juntamos nuestro dinero. No voy a vivir aquí siendo solo un adorno —replicó mientras terminaba de abrocharse la camisa.


—Lástima. Lo haces tan bien. —Severus rozó ligeramente la mejilla de Harry.


El chico sonrió.


—Está bien, en mi tiempo libre me dedicaré a holgazanear. Pero también tengo que hacer algo con mi vida.


—En efecto. Sé muy bien los problemas en los que te las arreglas para meterte cuando estás aburrido. —El ojinegro miró el reloj—. Llegarán en unos minutos. Debería vestirme. No quiero ofender de manera innecesaria la delicada sensibilidad de tu padrino.


—Gracias. —Harry siguió a Sev de vuelta a su habitación y lo observó mientras se vestía—. ¿Tienes algo que no sea negro?


—Ja, ja. Sí. —Hizo una pausa—. Creo.




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Entraron en la sala de estar justo cuando Sirius y Remus estaban llegando por la chimenea a través de la red Flu. Se produjo un instante de tensión, hasta que Zippy, el elfo doméstico, entró y los invitó a pasar al comedor. Sirius se quedó rezagado y detuvo a Harry colocando una mano sobre su brazo.


—¿Va todo bien?


El joven no pudo reprimir su sonrisa.


—Sí —respondió, abrazando a su padrino—. Gracias por venir. Sé que es difícil para ti.


Los ojos azules se llenaron de cariño.


—No es tan desagradable como había creído. —Sirius bajó la voz—. Lo estuve observando en el hospital. Parecía estar muy…preocupado.


Harry todavía se sentía mal por eso.


—Lo sé —afirmó. Su estómago rugió de pronto—. Dios, qué hambre tengo. Vamos a comer —dijo mientras entraban en el comedor—. ¡Lasaña!


Comieron en un relativo silencio, pero Harry decidió que eso era mejor que oír gritos y devoró felizmente su lasaña y el pan de ajo. Remus no pudo evitar reír al ver al joven engullir sin descanso.


—Nunca había visto a nadie disfrutar tanto de su comida. Exceptuando tal vez a Sirius.


—Mmm —respondió Harry—. Extrañaba mucho estos platos. ¿Qué hay de postre?


Severus le sirvió otra copa de vino.


—¿Qué te hace pensar que te voy a dar postre?


El ojiverde sonrió.


—¿Acaso no me he portado bien hoy?


En la mirada oscura apareció un brillo repentino.


—Sí... —respondió, y Harry se sintió atrapado en esos ojos negros.


Sirius se aclaró la garganta, y su ahijado se vio obligado a dejar de prestar atención a su amante, sonrojándose y terminando rápidamente lo que le quedaba de lasaña.


Después del postre, un tiramisú que Harry disfrutó como si fuera un manjar caído del cielo, todos se pusieron serios. Regresaron a la sala de estar, donde Sirius se quedó de pie frente a la chimenea y comenzó a informar a Harry de sus descubrimientos.


—Para ponerte al día, Harry, te voy a contar lo que hemos estado haciendo. Como ya sabes, no fuimos al partido, pero llegué al campo tan pronto como me enteré inspeccioné los alrededores. Bueno, más bien me dediqué a olfatear los alrededores, pero no encontré rastros de nadie familiar. Ningún mortífago conocido.


Harry asintió. Solo un puñado de mortífagos habían logrado eludir a los aurores que iban tras su pista; el resto, incluido Lucius Malfoy, habían sido capturados y enviados a Azkaban.


Remus continuó por donde lo había dejado el animago.


—Yo hablé con tus compañeros de equipo. Así fue como me enteré de los hechizos de levitación que fueron lanzados; cinco, para ser más exactos. Tu entrenadora, ex entrenadora más bien, me complace decir, parece ser que no hizo nada, pero hasta donde yo sé, tampoco lanzó el hechizo anti-levitación. Le pedí a Hermione que hablara con las Arpías, pero no consiguió averiguar nada; La reconocieron nada más llegar y se negaron a decir nada. Lo cual es bastante interesante.


Harry asintió de nuevo. Las Arpías tenían fama de ser, bueno, arpías. Nunca se ponían de acuerdo con nada, y se criticaban y atacaban unas a otras, incluso durante los partidos.


—Entonces pude ser que se encontraran influenciados por alguien externo, ¿no? ¿Habéis encontrado alguna evidencia de la maldición Imperius?


—Hermione dijo que no podía asegurar nada, ya que no logró estar mucho tiempo con ellas antes de que la echaran. Eh... he descubierto algo más. —Remus lanzó una rápida mirada a Severus, antes de volver su vista al frente—. De todos los equipos británicos de Quidditch, las jugadoras de las Arpías fueron las que sufrieron la mayor cantidad de pérdidas por los ataques de los mortífagos. El equipo en sí perdió seis jugadoras, y casi todos las actuales perdieron familiares, parejas o amigos cercanos.


La sala de estar quedó sumida en un completo silencio. Harry miró al ojinegro; su rostro estaba completamente rígido. Sirius, quien seguía junto a la chimenea, apretó los puños, y, de repente, salió de la habitación, cerrando la puerta tras él. Harry lo escuchó gritar de forma incoherente, quedando el ruido amortiguado por la puerta.


Remus se levantó y se dirigió hacia el mueble bar.


—Necesito tomar algo —explicó mientras abría la puerta del mueble—. Voy a coger el Oban * si no te importa, Severus.


Los gritos continuaron y el ojiverde volvió a mirar a su pareja, que permanecía completamente inmóvil.


—Yo también tomaré uno. Esto… ¿por qué los gritos?


El licántropo suspiró.


—Estamos trabajando en ello —respondió, pasándole al joven un vaso lleno, y, tras un segundo, decidió servirle otro al pocionista—. No es por ti. Por ninguno de los, en realidad.


Severus asintió. Seguía tenso, rígido, y Harry tocó su brazo con vacilación. El ojinegro le dirigió una mirada ilegible.


—¿Tienes dudas, Potter?


Oh diablos.


—¿No, y tú?


Los gritos habían cesado por fin, y ahora la casa parecía demasiado silenciosa.


—Bueno, yo... tal vez deberías quedarte con Remus y tu padrino, en lugar de aquí.


—Oh, claro que no. De ninguna manera. —La puerta se abrió, pero Harry no se percató de ello—. No te corresponde a ti tomar esa decisión.


—Claro que es mi decisión; es mi casa.


—Entonces volveré a mi piso.


Harry trató de no pensar en lo que eso implicaba.


—No.


—Entonces me quedo aquí.


—No.


—¡Maldita sea! —exclamó el ojiverde mientras se levantaba—. He tomado la decisión de quedarme aquí. Por una vez, solo por una jodida vez, deja que decida algo sobre mi propia vida. —De pronto, el pasillo le pareció un lugar muy llamativo—. Creo que yo también voy a salir a gritar.


Sin embargo, antes de que pudiera abandonar la sala de estar, una mano lo aferró del brazo.


—Harry.


Hubo una pausa larga, que el joven acabó rompiendo.


—Sev, solo dime una cosa. ¿Quieres que esté aquí? —Notaba un escozor en los ojos. Apartó la mirada y vio a Sirius y Remus observándolos, completamente inmóviles. Maravilloso, van a ser testigos de esta conmovedora escena. Se preveían más gritos.


—Sabes que me gustaría que te quedaras —susurró el pocionista, levantando el brazo y tocando el cabello de Harry con vacilación—. Pero quiero que estés a salvo.


El joven se apartó bruscamente.


—Yo también quiero que tú estés a salvo. ¿Has pensado en eso? ¿Y si alguien te ataca?


—Yo soy un hombre adulto. Puedo cuidar de mí mismo —respondió cruzándose de brazos.


—¡Dios! —El ojiverde cada vez tenía más ganas de gritar—. ¿Por qué no puedes...? — Se interrumpió, agarró su whisky y se lo bebió de un trago—. Bueno. —Se pasó la mano por la cara; se sentía muy cansado de pronto—. Esto es inútil —murmuró—. Volveré a mi piso mañana.


Salió al pasillo y subió las escaleras. Oyó como abajó habían empezado de nuevo los gritos, y vaciló, pero finalmente decidió entrar en la habitación donde Severus había colocado sus pertenencias. Se acostó en la cama aún vestido; a pesar de haber estado durmiendo en ella durante los pasados ocho meses, le pareció extraña. Cogió su varita y lanzó un hechizo de protección a la puerta. Te va a costar entrar, pensó infantilmente.




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Harry se despertó muy temprano. Su hechizo seguía intacto, por lo que lo quitó para poder salir de la habitación. Nada más abrir, se encontró con Severus.


—Es demasiado temprano para empezar de nuevo. —Harry pasó de largo, caminando hacia el baño, donde se lavó los dientes. El ojinegro lo siguió—. ¿Qué? ¿Ahora vas a estar todo el día pegado a mí? ¿No es suficiente el hechizo ese de “saber todo sobre Harry”? —Bajó las escaleras y entró en la cocina. Zippy salió rápidamente de la despensa y le preparó una taza de té— Gracias, Zippy.


Harry se sentó en la mesa de la cocina con su taza. Sev todavía no había dicho una palabra, y el joven lo miró detenidamente.


—¿Has dormido esta noche?


El pocionista negó con la cabeza. Maravilloso.


—Harry, yo… —El hombre se sentó frente a él—. Yo…


El ojiverde suspiró.


—Por favor. Para. No quiero seguir con esto.


Severus se sirvió una taza de té, y Harry pudo ver que le temblaban las manos.


—Déjame decirte solo una cosa —pidió el ojinegro. Tras una pausa larga en la que no dejó de mirar su taza, susurró—: No me dejes.


La calidez volvió a los ojos de Harry. Estiró el brazo y rozó la mano temblorosa de Severus; éste agarró la muñeca del joven con fuerza. La ira de Harry se había desvanecido por completo.


—Oh, Sev. No te voy a dejar —El agarre del mayor se volvió más fuerte—. Pero no puedes... yo necesito... —Comenzó de nuevo—. Anoche me dijiste que eras un hombre adulto y que podías cuidar de ti mismo. —Harry se detuvo hasta que su pareja asintió con un movimiento de cabeza—. ¿Crees que yo no soy un adulto? ¿Que no puedo cuidarme solo? Esto tiene que ir en ambos sentidos. De lo contrario, yo solo sería... —Tragó saliva—, un adorno, algo que tienes para divertirte. — Le iban a salir moretones en la muñeca que Severus estaba apretando, pero no le importaba.


Los ojos oscuros lo miraban fijamente.


—Lo sé —El pocionista hizo una pausa y bebió un sorbo de té—. Yo… lo intentaré.


Harry parpadeó sorprendido. ¿Así de fácil era todo?


—¿De verdad?


—Sí. Sí. —Severus aflojó su agarre—. Pero… necesito que me ayudes.


Harry sintió cómo el alivio lo inundaba, y sonrió.


—Claro. —Se puso de pie y rodeó la mesa hasta llegar a la silla de Severus. Le dio un codazo para que se apartara de la mesa, y se sentó en su regazo. El hombre lo abrazó agradecido—. Voy a quedarme aquí, pero tú vas a quitarme el hechizo.


Severus besó la parte superior de su cabeza.


—Ya lo hice —contestó, dándole un beso en la oreja—. ¿Te enteraste de algo de lo que pasó cuando te fuiste anoche?


—No, solo oí gritos, pero no me quedé a escuchar. —Había confiado en que Remus sería capaz de evitar que su padrino y su amante se mataran entre sí—. ¿Sirius sigue de una pieza?


—Desafortunadamente, sí. Pero... sorprendentemente, lo que despotricó… me sirvió de ayuda.


Guau. Harry se giró ligeramente en los brazos de Sev y lo miró a la cara.


—¿Sirius te ayudó?


—Indirectamente. No paraba de hablar una y otra vez sobre... bueno, en cualquier caso, escuché de su boca lo mismo que te había dicho yo sobre mantenerte protegido, y, naturalmente, no puedo permitirme estar de acuerdo con el perro en nada —explicó con tono suave.


Harry captó lo que se escondía tras las palabras de su amante.


—Entiendo. —Lo besó suavemente—. Sabes, no creo que el motivo de todo esto, lo del accidente, sea que fuiste un mortífago.


Zippy apareció con un plato lleno de frutas y otro de tostadas, y luego desapareció completamente en silencio.


—¿Qué diablos le hiciste a ese pobre elfo? No habla nunca —inquirió el ojiverde, mordiendo su tostada.


Severus ignoró su comentario y cogió un trozo de pomelo.


—¿Entonces cuál crees que es el motivo? —preguntó, refiriéndose a su anterior afirmación.


—No lo sé. Pero si el motivo fuera ese, no tendría sentido que me atacaran a mí en lugar de a ti. Y fue un ataque bastante pobre, en realidad; con un resultado muy incierto. Iré a hablar con Remus y Sirius a su casa cuando estés en el trabajo. —Se deslizó del regazo de Severus y regresó a su silla—. Es más fácil comer de esta manera —comentó mientras se servía un poco más de té.


—Hablando de trabajo... —El ojinegro miró su reloj—. Si me voy ahora, podré estar de vuelta a media tarde. Además, así podré organizarme un poco con Julian. Me temo que se está relajando un poco —Tras eso, agregó con un tono de diversión—: Si cree que me he ablandado ahora que he encontrado, ¿cómo era esa escalofriante frase que apareció en Corazón de Bruja?... ah sí, “una nueva vida en los brazos del niño-que-vivió”, lamentablemente está muy equivocado.


—Sí, creo poder afirmar que hay pruebas empíricas que demuestran que, definitivamente, no corres el riesgo de ablandarte —Harry se inclinó sobre la mesa y lo besó—. Espero que te tomes una poción pimentónica o algo por el estilo, no vaya a ser que te desmayes sobre tu caldero. Nos vemos después.




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Cuando Harry salió a través de la chimenea de Sirius unas horas después, escuchó a su padrino antes de verlo.


—Oh, sí, Lunático. Sí, así. Mm, perfecto.


El ojiverde se quedó paralizado, agazapado en la chimenea de la cocina. La voz provenía del salón.


—¿Qué te parece así?


—Dios, eso es... justo así... —De pronto, dejó de escuchar la voz de su padrino.


Harry tosió ruidosamente y caminó haciendo tanto ruido como pudo hasta llegar al salón.


—Buenos días —saludó alegremente.


La cabeza de Sirius se levantó de la rodilla de Remus. Estaba sentado en el suelo, con el licántropo sentado tras él, en el sofá.


—¡Harry! Remus solo estaba, eh… cepillándome el pelo. —Remus tenía un cepillo en la mano, pero ambos hombres tenían la camisa quitada, y Sirius estaba acurrucado entre las piernas del hombre lobo, con los brazos sobre uno de los muslos de su pareja.


—¿Ah? —Esto puede ser divertido.


—Sí, es… eh… difícil de ...


Remus contuvo la risa. El animago dio un suave codazo a la otra pierna del castaño.


>>Quiero decir…


Harry se apiadó de su padrino.


—Relájate, Sirius. Solo he venido para terminar nuestra conversación de anoche, pero si no es un buen momento…


—No, está bien. —Remus asintió con la cabeza desde detrás de su padrino, corroborando las palabras de este último—. Así que no vienes a…


—No, voy a quedarme con Sev —afirmó el ojiverde con firmeza. Hizo una breve pausa antes de continuar—. ¿Eso que he visto en la cocina eran bollitos? —Ante el asentimiento de Remus, Harry se encaminó de forma apresurada hacia la cocina, para luego regresar con una taza de té y un plato de los pastelitos; el licántropo era muy buen cocinero. Tomó asiento y empezó a comer.


—Entonces, eh… ¿cómo va todo? —Sirius intentó alejarse de su pareja, pero el otro hombre lo rodeó con las piernas impidiéndole moverse y empezó a cepillarle el cabello de nuevo.


Harry observó con asombro cómo los ojos de su padrino comenzaban a cerrarse involuntariamente con placer.


—Guau, Sirius. Eso es... eso es tan pavloviano. **


Remus rio por lo bajo.


—Funciona de maravilla —respondió mientras levantaba su mano libre para que Harry le arrojara un bollito.


—En fin, respondiendo a tu pregunta, todo va… —Decir “bien” no sería lo apropiado—. Las cosas están mejorando. Eh… siento que tuvierais que ser testigos de eso.


—No pasa nada. Remus y yo también tuvimos algunas peleas en nuestra época. —Sirius ladeó la cabeza y miró al licántropo.


—¿En serio? —preguntó Harry con incredulidad; no podía imaginarse a Remus gritando—. Eh... he venido a veros porque tengo algunas ideas que quiero comentaros.


—¿Cómo? —El animago seguía mirando al licántropo.


—Céntrate, Siri —advirtió Remus, rozando ligeramente la mejilla del otro hombre, en un gesto que no llegó a ser una caricia—. Tu ahijado quiere hablar. —Se inclinó y recogió sus camisas del suelo—. Vístete. Y siéntate en el sofá como un ser humano.


Sirius obedeció todas las órdenes sin rechistar, algo que dejó al ojiverde impresionado. Decidió ir a la cocina y regresar con una taza de té para cada uno.


Remus miró la taza.


—¿Esto es té normal o té Sirius?


—Eh… té Sirius —confesó el ojiverde. “Lo suficientemente fuerte como para despellejarte la lengua”, o al menos así lo describía el animago. A veces, simplemente ladraba cuando quería té.


El licántropo dejó su taza a un lado.


—Gracias de todas formas —dijo mientras se levantaba y se dirigía hacia la vitrina donde guardaba las bebidas, sacando una botella de whisky y un vaso—. Voy a empezar con las cosas buenas.


—¡Remus! ¡Apenas es mediodía!


—No seas hipócrita, Siri —replicó el otro hombre mientras tragaba un profundo sorbo.


Harry probó su té; nunca había sido muy fanático de esa bebida, pero había comenzado a cogerle el gusto tras visitar varias veces a su padrino.


—Bueno, quería hablar sobre el ataque. Creo que fue una distracción.


Remus consideró lo que acababa de decir el joven.


—¿Crees que habrá otro ataque contra ti o contra otra persona?


—No estoy seguro —confesó mientras masticaba su bollito de forma pensativa—. Pero esa es una de las razones por las que no quería dejar solo a Sev —Además de no querer ser enviado a la casa de Sirius y Remus como si fuera un cachorro travieso.


El animago se estremeció, y su pareja le tocó el brazo para tranquilizarlo.


—¿Creéis que deberíamos empezar a buscar personas que quieran quitarlo de en medio?


—Esa sería una lista muy larga —murmuró Sirius.


—No sé —dijo Harry, tratando de mantener la calma—. Una cosa es odiar a alguien y otra muy distinta intentar matarlo, como todos sabemos. —El ojiverde se dio cuenta al instante de que no había empleado las palabras correctas—. No me estaba refiriendo a cuando... —intentaste matarlo. Mierda. Sirius y Remus se habían quedado inmóviles—. Eh… Deberíamos buscar personas a las que no le importaría que yo muriera también. Pero simplemente creo que no deberíamos presuponer que yo soy el objetivo principal. —Todos se relajaron un poco con el repentino cambio de tema—. Creo que a mí también me vendría bien tomar un poco de whisky.


Remus le entregó la botella y otro vaso, que Harry rellenó y bebió de un sorbo.


—Y tiene que ser alguien que sepa bastante sobre Quidditch. La configuración era bastante elaborada. Además, tiene que ser alguien que pudiera acceder a las Arpías, así que al menos tiene que estar involucrada una mujer. Esto es todo lo que se me ha ocurrido.


—No hemos podido averiguar mucho más que eso, en realidad —confirmó Remus.


—¡Si el jodido Ministerio hiciera algo útil por una vez y se pusiera a investigar, podríamos averiguar algo más! —exclamó el animago enfadado mientras se ponía de pie—. Sinceramente, parece que Harry les importa ya una mierda. Él los salvó y lo máximo que pueden hacer por él es entregar un informe.


—Sirius, cálmate. —Remus tiró de su mano y logró que se sentara de nuevo en el sofá—. Son burócratas. ¿Qué esperabas?


A Harry se le ocurrió otra idea.


—Ludo Bagman sigue siendo el jefe del Departamento de Deportes y Juegos Mágicos. ¿Habéis hablado con él?


El animago gruñó.


—Bien, supongo que eso quiere decir que sí y que ha sido tan resbaladizo como siempre. Interesante. —Harry dio un sorbo a su whisky—. ¿Algo más que deba saber?


Remus negó con la cabeza tras meditarlo unos instantes.


>>Vale, porque también me gustaría saber qué fue lo que sucedió cuando me marché del salón anoche.


Su padrino se estremeció. ¡Ajá!


>>¿Sirius? ¿Algo que quieras compartir?


El hombre emitió otro gruñido.


—¿Qué te ha contado Snape?


—Oh, no. Quiero escuchar tu versión —pidió, para continuar tras una pausa—. O quizá Remus pueda informarme.


El animago continuó gruñendo.


—¿Cuándo empezó a salir contigo?


—¿Cómo?


—¿Estabas todavía en la escuela? —preguntó, con sus ojos azules echando chispas.


—No. ¿Acaso has estado leyendo “El Profeta” de nuevo? Además, ¿a qué viene esto ahora?


Sirius se levantó de un salto.


—¿Cómo has decidido que quieres estar con… con Snape? ¿Cómo es que quieres quedarte con él en su casa, si vienes y estás todo magullado? —Sirius agarró la mano de su ahijado—. ¿Qué te ha hecho en el brazo? ¿Así ha conseguido que te quedes con él? ¿eh?


Harry miró su muñeca, que aún estaba llena de leves moretones dejados por Severus al agarrarlo esa misma mañana. Se sintió exasperado.


—Por favor, Sirius. Te he viso mordiscos de amor de Remus con peor aspecto, y no después de la luna llena.


¡Ups! Su intención no había sido avergonzar a Remus, pero había logrado que el hombre se sonrojara.


>>¿Era por esto por lo que estabas gritando anoche? —inquirió, intentando contener su ira.


—Bueno, yo… —Sirius parecía estar perdiendo su ímpetu—. Creo que dije algunas cosas sobre asegurarme de que estabas bien. Eh… no me acuerdo bien de todo. —Miró a Remus, quien suspiró.


—Sirius dijo… bueno, más bien gritó, que te protegería él si Severus no era capaz de hacerlo. Y después hizo algunos comentarios sobre que no tienes la edad suficiente para saber lo que estás haciendo —explicó el licántropo, dando un sorbo a su vaso—. Después nos fuimos.


Harry sospechaba que había mucho más oculto en esa última frase, pero que no sería capaz de descubrirlo, por lo que lo dejó pasar y asintió; estaba ya muy cansado de esta conversación.


—Ha sido una discusión bastante esclarecedora. Ahora voy a volver a casa de Sev. —Miró a Sirius, quien mantenía la vista fija en el suelo—. Una cosa más. Según el Profeta, estoy involucrado con Sev por culpa de tu influencia. Solo para que lo tengas en cuenta. Gracias por el whisky.


Se dirigió a la cocina, donde agarró el recipiente que contenía los polvos Flu.


—Espera —lo llamó Remus mientras cerraba la puerta tras él—. Sirius está… no está enfadado contigo.


—¿En serio? Porque lo parece.


—No lo está —negó con un suspiro—. Él todavía... está intentando lidiar con todo. Ambos lo estamos. De todas formas —continuó con una mirada intensa—, si nos necesitas, estamos aquí. —Remus puso una mano sobre el hombro del ojiverde—. Buena suerte.


—Gracias. —Se introdujo a través de las llamas color esmeralda y desapareció.




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Cuando aterrizó en la casa de Severus, subió las escaleras con cansancio. Lo único que tenía en mente era tomar una pequeña siesta y continuar con el siguiente paso de su plan. Se tiró sobre las sábanas agradecido de poder descansar.


Cuando se despertó, aún era temprano y Severus estaba durmiendo a su lado. Harry se apoyó en su codo y se dedicó a observar el rostro de su amante por unos instantes; incluso mientras estaba dormido, se le notaban las tensas arrugas alrededor de los ojos y la boca. El ojiverde salió de la cama y bajó a la cocina.


—Hola, Zippy.


El elfo doméstico se limitó a mirarlo. Muy extraño.


>>¿Podrías prepararnos una cena ligera, por favor? Cualquier cosa que creas que le pueda apetecer a Sev… al profesor Snape.


Zippy asintió y continuó contemplándolo.


>>Eh… vale. Muchas gracias. Voy… me vuelvo a la habitación, ¿podríamos comer allí? —El silencio del elfo era inquietante, por lo que Harry apenas podía parar de balbucear.


Recibió otro asentimiento por parte de Zippy y el chico se dirigió escaleras arriba rápidamente. Cuando entró en el dormitorio, Severus aún estaba durmiendo. Harry se colocó de pie, junto al ojinegro, y éste abrió los ojos de forma abrupta y se enderezó, cogiendo la varita a su vez. El joven retrocedió.


—¿Sev?


—Oh. Harry. —El hombre se relajó.


—¿Pero qué…? Nunca había visto a nadie despertarse tan rápido. —Y tan a la defensiva.


El ojinegro se estiró.


—Me estuve entrenando para conseguirlo desde hace muchos años —Cuando trabajaba para Voldemort—. Y ahora me parece una precaución bastante aceptable. Lo estoy retomando debido a las circunstancias actuales —dijo mientras se levantaba de la cama—. ¿Quieres cenar?


—Ya le he pedido a Zippy que nos traiga algo. ¿Puedo hacerte una pregunta sobre él? ¿Por qué nunca habla? —preguntó el ojiverde con curiosidad. Su experiencia con elfos domésticos era muy limitada, pero a los pocos que había tenido la oportunidad de conocer les encantaba hablar por los codos siempre que fuera posible.


—Ah, sí. —Severus volvió a sentarse en la cama, con Harry a su lado. El ojinegro puso un brazo alrededor del chico—. De vez en cuando dice algunas palabras. —Hizo una pausa antes de proseguir—. Cuando cambié de bando, el Ministerio realizó una investigación muy exhaustiva, y lo estuvieron interrogando.


Harry, que había escuchado bastantes rumores sobre los “interrogatorios” del Ministerio, se estremeció.


—¿Le hicieron…?


—No lo sé. No ha mencionado nada sobre ello. Más bien sospecho que se negó a hablar y esa negativa se convirtió en parte de su... en parte de él. Los documentos relativos a mi… caso aún siguen clasificados, así que no puedo acceder a ellos para conocer más detalles —explicó Severus con un suspiro—. Me ofrecí a liberarlo, ya que pensaba que seguir junto a mí le supondría… una angustia constante, pero se negó. —Apretó con más fuerza al chico contra su brazo—. Se está encariñando mucho contigo.


Harry sonrió.


—Me alegra escucharlo. No quisiera crear fricciones entre tu elfo doméstico y tú. —Inclinó la cabeza y besó la mejilla del ojinegro—. ¿Qué tal tu día? —Dios, había sonado tan doméstico. Hogareño. No pudo evitar recordar el comentario de su amigo Ron sobre cómo Snape acabaría convirtiéndolo en un ama de casa muggle, e hizo una mueca.


Severus le devolvió el beso.


—Sin incidentes. —Lo que sin duda significaba que solo había asustado a la mitad de los trabajadores del laboratorio, no a todos—. Julian ha arruinado una poción experimental y me he visto obligado a leerle la cartilla.


Harry comprendió de repente el significado del término “schadenfreude” ***, e intentó reprimir su sonrisa.


—Eso me recuerda algo que te quería preguntar. ¿Puedo ir a Whiztel contigo mañana?


—Por supuesto —respondió Severus sin preguntar el por qué, quizá porque Zippy había llamado a la puerta y entró en la habitación, llevando con él la cena de ambos—. Gracias, Zippy.




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Al día siguiente, Harry salió de su reunión con el vicepresidente de Whiztel a cargo del departamento de Investigación y Desarrollo sintiéndose lleno de energía. Parecía que su plan era factible, al menos por esa parte. Caminó hasta el laboratorio de pociones y llamó a la puerta.


Tras unos instantes de espera, ésta se abrió, apareciendo el atractivo asistente de Severus, Julian. El embotellador de pociones, pensó Harry con satisfacción.


—¡Oh! —Whistleton parecía desconcertado—. Sr. Potter, ¿tendría que haber sabido que vendría?


No, a menos que seas clarividente.


—Lo dudo. ¿Puedo entrar?


—Bueno, Severus está… está ocupado —respondió el asistente mientras comenzaba a cerrar la puerta, pero el ojiverde estiró un pie y se lo impidió.


—No he venido para ver al Maestro Snape en realidad. —Muestra algo de respeto, imbécil—. Me gustaría inspeccionar las instalaciones, para un nuevo proyecto que me estoy planteando emprender —explicó mientras echaba un vistazo dentro de la sala, comprobando que no había nadie más en el lugar. Bueno, era la hora del almuerzo.


—Supongo... —respondió Julian con una expresión de confusión en su apuesto rostro.


—Excelente. —Harry empujó la puerta para abrirse paso sin ninguna dificultad, quedándose extrañado porque no debería haber sido capaz de hacerlo. Sacó su varita—. No te importa, ¿verdad? —inquirió, aunque sin esperar respuesta. Caminó lentamente por la periferia de la sala, revisando la puerta y las ventanas. No fue capaz de detectar ningún hechizo de protección, por lo que comenzó a enfadarse. Entonces vio que había una segunda puerta en el lado opuesto del gran laboratorio—. ¿Esta puerta lleva al laboratorio personal del Maestro Snape?


—Sí, pero está...


—Ocupado. Lo sé —respondió mientras comenzaba a hacer una evaluación a la puerta.


Una mano lo agarró del brazo y lo detuvo.


—Sr. Potter, me temo que no puedo permitirle que siga haciendo eso. Severus tiene sus hechizos personales instalados en esa puerta y…


Pero los hechizos que había colocados en ella no tenían el sello particular del ojinegro, que estaba vinculado con la magia de Harry.


—¿Está dentro?


—Sí, pero…


El ojiverde llamó a la puerta, sin recibir ninguna respuesta. Se estaba preocupando cada vez más. Golpeó de nuevo, con el mismo resultado.


—¿Estás seguro de que está ahí?


—Oh, sí, claro que está ahí —respondió Julian, pero Harry percibió un tono extraño en su voz—. Te gustaría hacerle compañía, ¿no?


Harry se giró y miró a Whistleton; algo no estaba del todo bien… Lanzó un Impedimenta casi a tiempo. Solo algunas de las cuerdas que habían brotado de la varita del asistente lograron atraparlo, pero, desafortunadamente, se enroscaron en sus brazos, dificultando el movimiento de su varita. Lanzó un hechizo de escudo, pero como sus brazos seguían atados, éste solo le cubrió la parte inferior del cuerpo.


—¡Locomotor Mortis!


Whistleton claramente no se había percatado del escudo que Harry había colocado alrededor de su cuerpo, por lo que el hechizo que había lanzado rebotó en éste y el ojiverde contempló con satisfacción como las piernas del otro hombre quedaban unidas. Acto seguido lanzó un “Petrificus Totalus”, observando con un placer aun mayor cómo el alto cuerpo de Whistleton se estrellaba contra el suelo. Harry intentó liberarse de sus ataduras con un hechizo, pero solo logró rajar su túnica y sus pantalones. Se giró hacia la puerta, que continuaba cerrada y sellada con protecciones. Lanzó un “Alohomora”, pero no ocurrió nada.


Odiaba lo que estaba a punto de hacerle a una puerta en perfecto estado, pero estaba desesperado y no se le ocurrían más ideas.


—¡Diffindo! ¡Diffindo! ¡Diffindo! —exclamó, logrando que la puerta se hiciera pedazos. El ojiverde canalizó toda su ira a través del hechizo, y posteriormente lanzó un “Finite Incantatem”, con tanta potencia que al fin pudo entrar en el laboratorio privado de Severus. Retrocedió cuando el único ocupante que había en la sala le arrojó una maldición para atarlo.


—Potter, pedazo de mierda. ¿Qué cojones estás haciendo aquí?


No se permitió el lujo de la sorpresa.


—¡Stupefy! —exclamó, acertando de pleno sobre el cuerpo de Floris Thrimblemere. Harry miró a su alrededor frenéticamente, pero no había ni rastro de Severus. Inspiró profundamente y, al observar el cuerpo inconsciente de Floris, una idea cruzó su mente. Se arrodilló junto a la chica y colocó con torpeza su varita entre las manos de ella. Posteriormente las desplazó para que la varita quedara apuntando hacia las cuerdas que estaban rodeando sus brazos y le impedían moverlos, manteniéndolas en ese punto con los pies. Acto seguido, lanzó el hechizo para cortar sus ataduras; aunque seccionó también las mangas, había merecido la pena.


Harry salió del laboratorio personal de su pareja, para volver de nuevo llevando a Whistleton con él. Cerró la puerta y colocó sus propios encantamientos de bloqueo y protección sobre ella, haciendo lo mismo posteriormente con las ventanas.


—¿Dónde está Severus? —preguntó Harry mirando al asistente, pero sin recibir respuesta. Oh. Lanzó un hechizo para amarrar a Julian y le retiró el “Petrificus Totalus”—. ¿Dónde está? —repitió, pero a pesar de que Whistleton ya estaba capacitado para hablar, se negó a hacerlo—. ¡Dónde está! —exclamó, sin obtener ningún resultado.

Piensa, Potter, pensó con la voz de Severus, intenta buscar una solución lógica al problema, Potter. Bien, se encontraba en un laboratorio de pociones con alguien que no estaba dispuesto a responder sus preguntas, así que necesitaba... necesitaba…


Se levantó de un salto y comenzó a registrar el lugar con el máximo cuidado posible. Si Severus estaba… cuando Severus regresara seguro que querría que su oficina estuviera completamente ordenada. Detuvo su frenética búsqueda; si fuera un Slytherin retorcido, ¿dónde escondería algo que no quería que nadie encontrara? Harry se giró, encontrándose con una vitrina de vidrio que contenía diplomas del pocionista, certificados y una hilera de frascos decorativos. El ojiverde comenzó a abrirlos y olerlos uno por uno, arrugando la nariz cada vez que se topaba con algo realmente desagradable. Al final, logró encontrar lo que estaba buscando. Volvió con Whistleton y vertió unas gotas del líquido en la boca del hombre.


—Es Veritaserum, imbécil. Ahora dime dónde está.


El rostro de Whistleton se contrajo de forma grotesca mientras se resistía a responder.


>>¿Dónde está?


—No lo sé —jadeó el asistente finalmente—. Se lo llevaron dos hombres, pero no sé sus nombres. Se habían puesto en contacto conmigo. Sabían lo que le había sucedido a mi madre. Snape… —Escupió el nombre con asco—. Snape la mató.


Harry decidió que pensaría en esa revelación más tarde.


—¿Hay alguien más involucrado en esto?


—Ludo Bagman. —Harry no se mostró muy sorprendido ante la confesión—. Él convenció a Thrimblemere. La muy idiota creía que ibas a reemplazarla en el equipo —rio Whistleton—. Bagman le dijo que los directivos iban a despedir a Whippet y contratarían a un entrenador que casara más contigo.


—¿Qué le van a hacer a Snape? —preguntó Harry sorprendiéndose de la firmeza de su voz.


—Torturarlo. Matarlo —sonrió Julian—. Se lo llevaron hace una hora.


Alguien le había contado a Whistleton solo lo suficiente, sabiendo el efecto que provocaría el Veritaserum. Alguien había dejado al hombre allí para que lo interrogaran.


—¿Qué hay de los otros dos hombres? ¿Cómo son?


—Uno es mayor, como de unos cincuenta años, pero usa algún tipo de glamour sobre su cara. Es bajito y gordo. Y el otro es más joven, también llevaba un glamour, y mide lo mismo que yo, aproximadamente. —Whistleton tosió. El Veritaserum estaba a punto de dejar de tener efecto.


—¿Tienes alguna idea, por mínima que sea, de dónde han podido llevarse a Snape?


En la cara del otro hombre volvió a aparecer el rictus grotesco.


>>¿Lo sabes?


—Creo que tal vez... pueda estar en la casa del menor. —El rostro de Whistleton se relajó de pronto y cayó desmayado.


Harry lanzó un hechizo a Floris para que recuperara la consciencia, y repitió el mismo procedimiento con ella. La chica confirmó todo lo que el asistente había dicho y agregó, como el ojiverde ya había comenzado a sospechar, que había colaborado con las Arpías para planear el “accidente”. La jugadora ya no tenía nada más que añadir, así que la dejó amarrada junto con Whistleton en el laboratorio, cerrando la puerta y sellándola con un hechizo de protección. No sabía si alguien más dentro de Whiztel estaría involucrado.


Se dirigió a la casa de Sirius y Remus. Afortunadamente, ambos estaban vestidos y en la cocina cuando salió a través de la chimenea. Un auténtico milagro dada su inclinación por los rapiditos a cualquier hora del día.


—¡Harry! ¿Qué pasa? ¿Qué le ha pasado a tu ropa? —preguntó su padrino mientras lo agarraba y comenzaba a toquetearlo por todas partes—. ¿Estás herido?


—No, yo estoy bien. Es Sev. —Les contó lo que había sucedido mientras los seguía al dormitorio, donde Remus le ofreció ropa para cambiarse—. Tenemos que encontrarlo. No sé por qué no usó su traslador. —Eso era algo que le había preocupado bastante. El pocionista siempre llevaba puesto un anillo que podía transportarlo directamente al lugar en el que se encontrara el licántropo, un objeto que había quedado como de la aventura que habían vivido ambos hombres cinco años atrás, y si no lo había activado solo podía significar una cosa—. Debe estar... inconsciente. —Tragó saliva—. ¿No?


Ninguno contestó a su pregunta, pero su padrino dijo:


—Un hombre maduro, bajito y gordo. Remus, ¿estás pensando en lo mismo que yo?


El hombre lobo entregó una taza de té a Harry y respondió a su pareja.


—Pettigrew.


Tras la batalla final, no se encontró ningún rastro de Peter Pettigrew. Aunque el Ministerio de Magia lo declaró muerto, tanto Sirius como Remus habían creído que seguía vivo, y Harry no podía estar más de acuerdo con ellos.


—Deberíamos haberlo matado cuando tuvimos la oportunidad —murmuró el animago.


—Sí, lo sé —contestó el ojiverde con impaciencia—. Esta vez lo mataremos, pero, ¡¿dónde están?! —Respiró hondo y dio un sorbo a su té, intentando tranquilizarse un poco—. ¿No hay alguna forma para activar el traslador para que aparezca aquí? ¿O localizar en qué lugar se encuentra?


Remus negó con la cabeza.


—Ambas partes tienen que estar conscientes para poder usarlo. Lo hice así para garantizar que, por ejemplo, la persona que está ahora reteniendo a Severus no lo pueda activar y llevarme con él.


Harry odió por un instante que el licántropo poseyera esa inteligencia y esa paranoia a partes iguales.


—Bueno, ¿Podemos rastrear a Ludo Bagman? Podemos volver a Whiztel y.… no, probablemente se aparecieron fuera de allí. Derribaron todas las protecciones de Sev y pusieron las suyas propias. ¡Sí! ¡Eso es! ¡Vamos!





* Tipo de Whisky escocés.

** Pavloviano se refiere a una teoría dentro de la psicología llamada condicionamiento clásico. En ella, se dice que el aprendizaje puede hacerse a través de refuerzos positivos y negativos. Por ejemplo, dar una recompensa a un perro mientras le pedimos que se siente para que lo relacione con algo bueno y aprenda la orden. O gritarle cuando hace algo mal, para que no vuelva a repetirlo. En la historia, Sirius asocia directamente el cepillo con placer, y se relaja al instante, o al menos creo que es eso lo que ha querido decir la autora. No sé si lo he dejado claro, pero quería aprovechar para algo mis clases de psicología jajajaj. Aquí os dejo un enlace por si os interesa, sé que no tiene mucho que ver con la historia, pero por si estáis interesados en la psicología como yo: https://psicologiaymente.com/psicologia/conductismo


*** Schadenfreude literalmente significa “sentimiento de alegría o satisfacción generado por el sufrimiento, infelicidad o humillación del otro”. Básicamente, disfrutar con las desgracias de los demás.








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