La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 HASTA EL FIN DEL MUNDO - CAPÍTULO 04: Fugitivos

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Enide-Kant

Enide-Kant


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MensajeTema: HASTA EL FIN DEL MUNDO - CAPÍTULO 04: Fugitivos   HASTA EL FIN DEL MUNDO - CAPÍTULO 04:  Fugitivos I_icon_minitimeDom Oct 11, 2015 3:43 pm

Título: HASTA EL FIN DEL MUNDO.
Autora: Enide-Kant
Parejas: Severus/Harry y otras
Clasificación: M
Disclaimer: Todos los personajes y sus derechos son de J.K Rowling, sólo los utilizo por mero disfrute personal y el de los lectores.
Advertencia: Este es un fic duro, con lenguaje adulto y con escenas violentas y con Slash, o sea que hay relaciones entre dos hombres (Snarry).

CAPÍTULO 04:  Fugitivos


Cuando la poción terminó su trabajo ambos se habían convertido en la misma ancianita bajita, un poco encorvada, rellena y con cara de mala leche, con el pelo largo, blanco y ralo hasta los hombros, los pechos grandes y caídos, con muchas arrugas y manchas en la piel.
Harry se estremeció, era muy extraño estar en el cuerpo de alguien anciano, además de mujer. Se preguntaba qué pasaría si su corazón anciano fallaba… ¿se podría morir siendo así? ¿La poción dejaría de funcionar o simplemente era imposible que ocurriese? ¿Sufriría de las mismas enfermedades  que esa persona tuviese?... prefería no seguir dándole cuerda al “blablablá” de sus pensamientos. Seguro que Hermione sabría las respuestas, y Snape sin duda, pero a él no pensaba preguntárselo.
Snape transfiguró las ropas que habían llevado puestas por unas acorde a las de unas ancianitas: con faldas negras amplias, una blusa, un delantal y un pañuelo para cubrirse la cabeza y recogerse el pelo cano, finalmente unos zapatos ortopédicos de color negro.
Salieron fuera de la cabaña hasta atravesar las barreras de protección, Snape le puso la mano en un hombro agarrándolo bien y los desaparató a los dos hasta el pueblo mágico más cercano.
- No habrá olvidado su varita ¿verdad sr.Potter? – preguntó “Snape” cuando llegaron a su destino.
- Claro que no, señor. ¿dónde estamos? – “Harry” miraba alrededor perdido.
- Es un pueblo mágico común, se llama ‘Wool’, está más o menos cerca de Dorchester. – explicó mientras cogía a la otra abuelita del brazo y empezaban a andar juntas por uno de los caminos.
- No había oído hablar de él… supongo que deben vender mucha… ¿lana? (Wool es lana en inglés) – preguntó “Harry” divertida provocando que una pequeña risa-rara-bufido escapase de su gemela.
- Cuando lleguemos al mercado lo veremos. He escogido este sitio porque está en dirección totalmente opuesta de dónde nos alojamos, es poco visitado y dudo que nadie piense poder encontrarnos aquí.
- ¿la cabaña, señor, dónde está? Si tuviese que aparecerme necesitaría saber…
- Está en el bosque de ‘Birks of Aberfeldy’ o ‘Falls of Moness’. – interrumpió Snape - Muy cercano a la localidad de Aberfeldy, en Escocia, apenas a unos ocho o diez kilómetros.
- Bien, Birks of Aberfeldy… Espero no olvidarlo.
- Si no lo recordase dado el caso, aparézcase en un sitio lejano y que no puedan imaginar encontrarlo allí.
Siguieron andando poco a poco apoyadas la una en la otra, interpretando su papel.
El pueblo era pequeño y pronto ubicaron dónde se encontraba el centro y el mercado local. Hicieron sus compras en calma y hasta se pararon un momento a tomar un té en una cafetería en la plaza del pueblo. Los ojos de Snape investigando la zona en busca de posibles espías, mortífagos o aurores.
En ningún momento Harry se sintió incomodo, y eso le sorprendió bastante pero lo terminó achacando a la idea que al aparentar ser ancianitas le era imposible no ser cortés, a pesar de la cara de mala hostia que tenía la pobre mujer a la cual habían usurpado su imagen.
- Ya ha tomado suficiente el fresco Potter, larguémonos de aquí antes que se nos pase el efecto de la poción. No quiero tomar más de nuevo, me da asco este cuerpo. – Harry incluso vio como al profesor le entraba un escalofrío por el cuerpo, pues se sacudió entero. No pudo evitar reír.
Cuando regresaron a la cabaña y estaban a medio guardar las compras en la despensa y en la nevera, la poción terminó su efecto de golpe y ambos empezaron a cambiar de nuevo, a temblar y a crecer, su cuerpo metamorfoseándose a su verdadero ser, sus ropas cayendo al suelo como en el caso de la falda, la blusa también para Harry, pero para Snape al tener los hombros y la espalda más grande se le mantuvo en el sitio, aunque muy holgada. Los zapatos los tuvieron que chutar en cuanto el cambio empezó, sus pies habían crecido de golpe y no había manera que soportaran el dolor de seguir con ellos puestos ni un segundo más. Finalmente quedó Harry desnudo completamente excepto los calcetines de media y el pañuelo de la cabeza, y Snape con el pañuelo, la blusa y los calcetines con agujeros incluidos.
Harry se tapó rápidamente sus partes, colorado e intentó mirar a otra parte hasta que la carcajada de Snape le hizo dar un brinco, y miró al hombre con el ceño fruncido. ¿Se estaba riendo de él?
- Está usted muy gracioso sr. Potter – y seguía riéndose, apoyándose en la encimera de la cocina, llorando incluso del ataque de risa.
Harry estaba muy sorprendido, nunca, nunca, nunca en la vida había visto a Snape reírse, muchísimo menos carcajearse hasta el punto de doblarse de la risa. Finalmente Harry terminó riendo también, se veían ridículos.
- No se ha visto usted ¿verdad? – reía Harry mientras lo apuntaba con un dedo, acusador.
- Me hago una idea sí…
Las risas duraron un rato más, hasta que Harry se agachó recogiendo su ropa y marchó a su habitación a ponerse algo de su talla, y más cómodo. Snape hizo lo propio, todavía riendo.
Mientras Harry se vestía no pudo evitar pensar lo raro de la situación, Snape le había dicho que iba a notar que no era tan capullo como solía ser en realidad y de momento así estaba siendo. Todavía seguía siendo sarcástico y le fastidiaba por placer, pero ya no había ese odio de antaño, ¡si incluso se reía!.
Cuando volvió al salón no vio al pocionista por ninguna parte y se asomó por la puerta de su habitación, curioso. Lo encontró tumbado en la cama, ya vestido con sus usuales ropas, y leyendo el periódico en busca de novedades.
Dio unos golpes suaves en la puerta para atraer su atención, pero el hombre continuó a lo suyo sin mirarlo si quiera.
- ¿Hay alguna noticia interesante? – preguntó al fin Harry.
- Lo que ya suponíamos, el ministerio lo está buscando pero… no como había esperado que lo buscasen, ciertamente.
- ¿qué quiere decir con eso? – Harry se acercó al otro lado de la cama sin importarle que el hombre le hubiese invitado a pasar o no.
- “El NIÑO-QUE-ASESINÓ en busca y captura” – Snape le mostró el titular.
- ¿¡QUÉ?! ¿piensan que yo maté a mis familiares? – su pulso se aceleró y su rostro se tornó rojo de indignación.
- Eso parece sí. – Snape lo miró de reojo y siguió leyendo como si hubiese dado las noticias del tiempo.
Harry se sentó en la cama y se dejó caer hacia atrás, medio tumbándose con las piernas fuera de la cama, soltando un bufido y pateando con los pies el suelo, en medio de una rabieta.
- ¡Contrólese Potter! No sé de qué se sorprende, ¿Cuándo el Ministerio ha hecho algo lógico?
- Pero…¡¡pero esto es… ARRGGG!! ¡Que rabia! – y volvió a patear con los pies.
- Nadie que realmente lo conozca va a creer nada de esto, lo sabe. – intentó a su manera animar al chico.
- ¡Pero el resto del mundo mágico sí va a creerlo, Snape!. Perseguido por Voldemort y sus chupaculos y ahora además el ministerio, el mundo mágico y los aurores. Genial, genial. ¡Más facilidades para buscar los horrocruxes!.
Harry se tapó la cara con las manos, escurriendo los dedos por su pelo y volviendo a bajarlas hasta su rostro, varias veces, como intentando tranquilizarse.
- Deje de lloriquear Potter, y si quiere hacerlo váyase a su habitación. No quiero aguantar niñerías. – Le espetó Severus, no le gustaba consolar a nadie, no sabía cómo tratar con el chico de esa forma, pero sabía que si lo molestaba un poco lo sacaría de ese estado. – Le recuerdo que yo también estoy en búsqueda y captura.
- Que gran consuelo, Snape. Los dos fugitivos… ahora me siento muuucho mejor. – Respondió irónico el Gryffindor.
Snape suspiró y siguió a lo suyo, Harry no se fue a su habitación y se quedó medio tumbado donde estaba, mirando el techo y como la luz del sol se reflejaba en el ventilador de madera clara que colgaba de él. Le gustaría activarlo, hacía un poco de calor, pero no se atrevió a pedir permiso.
Estuvieron en silencio un buen rato, con sólo el sonido de las hojas de papel, cuando Snape cambiaba de página, como fondo. De vez en cuando algún bufido desaprobatorio por algo que el hombre leía.
- Snape… no tengo nada para vestir en la boda ¿deberíamos ir a comprar algo otro día?
- Le dejaré una de mis túnicas de gala y la adaptaré a su cuerpo.
- ¿Eh?... ¡Es una boda, no un entierro! – giró la cabeza para mirarlo con una sonrisa grande y burlona.
- Mocoso idiota. – bufó con una medio sonrisa y le pegó con el periódico, ya terminado, en la cabeza.
- La cambiaré de color, que lo sepa. – amenazó Harry siguiendo con la broma
- Por mí como si le pone un tutú, Potter. – Harry rio bajito ante la imagen.
Snape al levantarse para darse una ducha vio que Harry se había terminado durmiendo en esa pose tan poco cómoda, y en su cama, de nuevo. Lo observó unos segundos desde su altura, el chico se veía relajado y se había quedado frito con una sonrisa bobalicona en la cara. Suspiró resignado y con sigilo se acercó a él y lo colocó bien tumbado sobre la cama para que no le colgasen los pies, y apoyó su cabeza sobre una de las almohadas. Lo observó un poco más viendo que ni se había enterado de que lo movía y se agachó de nuevo pero esta vez para retirarle las gafas y el flequillo de la cara, y las dejó sobre la mesita de noche.
Finalmente dio media vuelta y se metió en el cuarto de baño para relajarse un poco, dentro de poco una ducha o un baño caliente sería algo que no se podrían permitir, al menos no cada día. Respecto a lo que el resto del mundo creyese por su apariencia, él era un hombre muy pulcro y limpio, pero su maldito cabello era tan fino y brillante que parecía grasoso; tampoco es que nadie se acercase lo suficiente para ver la diferencia…

Tenía una idea más o menos clara de cómo seguir adelante con esa locura y por Merlín que iba a ser duro, porque una cosa era convivir en una cabaña de estas dimensiones, con habitaciones separadas, baño, cocina… y otra cosa será lo que tendrán que vivir, posiblemente durmiendo a la intemperie en sacos de dormir, pasando frío y hambre, evacuando sus necesidades entre medio del bosque… él lo había vivido en muchas de sus incursiones como espía tanto para la Orden como para el Lord Oscuro, pero los Gryffindors … eso será harina de otro costal, con sus amiguitos, con ellos sí que iba a necesitar toda la paciencia de la que se pudiese armar, pues tanto Weasley como la sabelotodo Granger siempre han vivido con sus padres en su dulce y caliente hogar, con sus respectivas 3 o 4 comidas al día, sino más… Potter por otro lado había sufrido muchas carencias y estaba seguro que no se quejaría tanto como ellos, pero lo haría, seguro.
Cuando salió del baño vio que el chico ya se había despertado y estaba mirando la despensa.
- ¿Buscando si ha aparecido nueva comida, Potter? – preguntó apoyándose en el marco de la puerta, con los brazos cruzados.
El chico pegó un bote, asustado, y se giró para mirarlo ceñudamente con la mano en el corazón, el cual se aceleró más cuando vio al profesor en esa pose chulesca y con sólo la toalla anudada en su cintura. A este paso se iba a terminar acostumbrando a verlo ligero de ropa, considerando lo poco que le importaba a su maestro exhibirse.
- Estaba pensando qué preparar para cenar, señor. ¿alguna sugerencia?  - y lo miró fijamente a los ojos cruzándose también de brazos, un poco a la defensiva. Realmente le ponía muy nervioso que se paseara en toalla. – Si moja el suelo de agua luego lo va a limpiar usted. – y miró de nuevo dentro de la despensa para encubrir su sonrojo. Los ojos negros habían brillado maliciosos cuando le había mirado fijamente.
- Váyase a duchar usted, señor Potter. Esta noche prepararé yo la cena. – y se acercó a él por detrás para también mirar los ingredientes de la despensa.
Harry se puso rígido al notar su presencia en su espalda y el olor del champú le inundó las fosas nasales como una bofetada de varonil aroma, poniéndole todos los pelos de la nuca como escarpias. Se dio la vuelta para enfrentar al hombre y se apoyó en el mueble de la cocina, acorralado.  Levantó la mirada y se encontró esos pozos negros brillantes de maléfica diversión.
- ¿Qué demonios está haciendo? ¿qué pretende? – y tomando valor de su carácter Gryffindor puso sus manos en el pecho desnudo de Snape y lo apartó de delante suyo, volviendo a recuperar un poco de su espacio personal.
El pocionista sonrió de medio lado y lo dejó pasar levantando las manos de modo inofensivo para luego volverse a contemplar qué prepararía de cena. Harry lo miró un rato más esperando por una respuesta, con los brazos en jarras, impaciente y ruborizado, pero viendo que este lo ignoraba y no pensaba contestarle se fue al baño y cerró de un portazo. No entendía a qué estaba jugando el otro. Y molesto con él y consigo mismo por sonrojarse se desnudó y se metió en la ducha. El olor a jabón  recordándole un pecho pálido y poco velludo, con pequeñas cicatrices blancas, un pelo largo y moreno por los hombros y unas piernas largas y fuertes envueltas en una pequeña toalla.
- Puto Snape y sus toallitas. – Y el agua fría lo regó quitándole todo pensamiento.
Esa noche la cena estaba compuesta de una sopa fría de calabaza con pan tostado y unas salchichas con tomate y verduritas pochadas. Realmente estaba todo muy sabroso, pero se negaba a felicitar al cocinero, aún seguía molesto con él.
Cuando terminó de cenar recogió los platos a mano, Snape aún no le había enseñado el fantástico hechizo, y se dispuso a llevarlos a la cocina y lavarlos a mano.
- ¿Qué hace? ¿por qué quiere lavar a mano si lo puede hacer con magia?
- No me ha enseñado el hechizo que le pedí ayer – dijo molesto
- Venga aquí, se lo mostraré. – Snape se levantó de la mesa y esperó que el chico se acercara.
Harry fue a su encuentro sacando su varita para practicar el movimiento con él. Snape lo rodeó y se puso detrás de él, apuntando con la varita a los platos de la encimera, por encima del hombro de Harry, que volvía a estar tenso por tenerlo detrás, su pelo largo haciéndole cosquillas en la oreja.
- El hechizo es “Jaccio”, sirve para recoger, lavar los platos y ordenarlos. Tiene que mover la varita de esta forma. – Le mostró el movimiento poco a poco un par de veces. - ¿lo tiene?
- Sí… creo que sí. – dijo Harry mientras con su varita ilegal apuntaba a los platos y vasos.
Snape le cogió la mano de la varita, acercando más al chico a su cuerpo y repitió con él el movimiento por última vez. Harry tragó saliva, nervioso y las palmas de las manos le empezaron a sudar, podía oler el pelo de Snape que ahora le hacía cosquillas en la mejilla.
- Bien, ahora pruébelo. – Y le soltó la mano para que realizase el hechizo.
- Jaccio – entonó Harry firmemente y los platos se elevaron yendo solos al fregadero, el estropajo se llenó de jabón, el agua se encendió sola y los platos empezaron a lavarse, secarse y guardarse uno a uno, como en un baile.
- ¡Genial! – soltó Harry animado, olvidando los nervios tontos que había pasado hacía unos segundos.
Snape se apartó de él y se fue a acomodar en el sofá, con la varita hizo aparecer un vaso de firewisky con hielo y con un “Accio” invocó el libro que tenía sobre su mesita de noche en la habitación. “111 Pociones para Viajes” y se dispuso a leer, ignorando al chico.
Harry lo observó un momento y no supo qué hacer.
- Esto… Snape. – le llamó, incomodo.
- ¿Mhhh?
- ¿no tendrá por aquí algún libro de defensa o de hechizos que me pueda ser útil? – preguntó esperanzado, no es que le gustase estudiar… pero realmente  no tenía nada más con qué matar el tiempo, tampoco quería conversar con el hombre de nada.
Snape convocó otro Accio y un libro de una de las estanterías salió volando hacia él, que lo sostuvo en su dirección para que Harry lo tomase.
- Gracias. – y leyó el título “Hechizos Defensivos Avanzados por Gregory Bowden”. Con él en la mano se dirigió a su lugar en la ventana y se sentó con las piernas recogidas contra su pecho y se dispuso a leer también.
Pasaron cómodamente y en silencio un buen rato leyendo, hasta que Harry soñoliento puso el punto del libro en la página donde se había quedado y se levantó para irse a dormir.
- Mañana practicaremos esos hechizos que ha estado leyendo, si le apetece. – propuso Snape sin levantar la vista de su libro, cuando notó que Harry se iba a su habitación.
- Eh… claro, sería de gran ayuda. – y siguió su camino. Cuando iba a cerrar la puerta de su habitación se asomó de nuevo al salón – Buenas noches, profesor.
- Ya no soy su profesor, llámeme Snape o señor, Potter. Buenas noches.
Esa noche Harry no se olvidó de aplicar el hechizo de silencio en su habitación y con un suspiro se acostó, apagando la luz. El día siguiente tenía pinta que iba a ser duro si Snape iba a entrenarlo. Suspiró cansado y al poco se quedó dormido.


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