La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 El Hijo de las Profecías - 6. Despertares

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Atuan

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MensajeTema: El Hijo de las Profecías - 6. Despertares   El Hijo de las Profecías - 6. Despertares I_icon_minitimeLun Jun 04, 2012 9:52 am



6. Despertares




Estaba en la biblioteca. Escuchar a el amigo del rey decir “Harry esto” o “Harry lo otro” lo estaba desquiciando. Vale, se caracterizaba por ser una persona de mucha paciencia, pero ya dos meses y medio era demasiado.

Según el calendario Narniano, el solsticio de Verano se celebraría al día siguiente, y Bran sabía que si se le preguntaba directamente al rey sobre sus inquietudes, tal vez le respondería, pero últimamente este estaba más ocupado de lo normal, y ni siquiera se aparecía por sus entrenamientos. No que él lo extrañara, claro.

Se había tardado mucho más tiempo del que debería para acudir a ese lugar, al principio creyó que descubriría mas sobre el pasado del rey, su procedencia y el significado de su presencia allí, solo escuchando los relatos y rumores que podría llegar a sonsacar de los demás. Pero no estimó con el caos que se había desatado en la seguridad de la ciudad, y se atrevería a nombrar al reino, luego del atentado. El hecho de que muchos señores de las ciudades lindantes hayan concurrido al castillo para jurar en nombre de Aslan sobre los avisajes de salvajes en sus tierras, no mejoraba nada la situación.

Lo bueno, le había dicho el señor Tumnus en una oportunidad, es que ninguno hablaba de los Otros. Lástima que no se había quedado lo suficiente para sacarle más información al respecto.

Se dirigió a la sección de historia, que a esa hora estaba desierta. Buscó entre los tomos más viejos, sabiendo que allí todo se escribía a mano. Y como si tuviera un farol luminoso en el título, el libro que podría responderle todas sus preguntas lo llamaba con su rojo carmín que desentonaba de las gamas de marrones que adornaban los demás.

“La historia de los Reyes de Narnia”

Lo abrió y corrió las hojas con delicadeza hasta llegar al índice. Desde allí contó las hojas necesarias para comenzar a leer directamente la historia de Lebannen. No prestó real atención a la introducción que convertía al rey en un dios humano, sino que se concentró para llegar hasta la parte que realmente le interesaba.

“… a sus 16 años, aunque según él, faltaba poco para sus 17.

El rey, llamado en ese entonces Harry el Magnífico, recibió su Nombre Verdadero de boca de Aslan, nuestro señor. Él le enseñó las artes de la palabra, y luego el rey nos la enseñó a nosotros. No hay ser más poderoso que él, y es el único hasta el momento con la capacidad de escuchar a la creación y comprender la Palabra sin esfuerzo alguno. Se sabe que en la actualidad, muchos maestros se han incorporado a la Escuela, fundada por la reina Lily, llamada Arha por la Creación, pero ninguno de estos Hablantes son capaces de igualar el poder del rey, que domina todas las artes con maestría.”

Lily… no, no le sonaba de nada. Solo la madre de Potter, pero no tenían ningún rasgo parecido. Lily Potter era pelirroja de ojos verdes. Lily de Narnia es rubia de ojos celestes como el cielo, los cuales heredaron las niñas con el pelo tan azabache como el de Lebannen.

“La reina también es versada en muchas artes, y es hasta el momento, la única mujer con Poder existente en Narnia. Algunas teorías dicen que lo trae de su mundo, el mismo que el del rey, pero los años nos han dejado ver que los reyes son tan humanos como los telmarinos.”

Ya le parecía raro ver solo a futuros hechiceros hombres de aquí para allá. Algo se sospechaba. Se salteó los siguientes dos párrafos, más largos que su paciencia. Además, en unos minutos debía comenzar su clase, sus alumnos deberían de estar por terminar de desayunar.

“… pero solo cuando la reina nos confesó parte de su pasado, el rey dejó traslucir algo del suyo.

Ninguno de los dos lo tuvo una vida fácil. Ambos son huérfanos, criados en ambientes hostiles y carenciados de afecto. La reina vivió entre familias adoptivas que la maltrataban físicamente y la utilizaban para conseguir dinero cuando era niña. Luego, sus apoderados vivieron de su sueldo cuando fue un poco mayor y pudo trabajar. Eso explicaría el aspecto enfermizo de sus primeros días en Narnia, cuando legó junto con el rey.

Del rey solo pudimos saber que en Detrás de la Puerta también tenía una misión, aunque nunca supimos cual. Sabemos que conoció la imagen de sus difuntos padres, los Potter, a través de unos amigos de éstos cuando tuvo la edad de 11 años y fue sustraído de la familia que lo crió y maltrató hasta durante su corta vida…”

Un segundo… se dijo a sí mismo, y volvió a leer la última línea.

Los Potter. Solo había una familia con ese apellido en Gran Bretaña mágico, y era imposible. A menos que James haya tenido un hermano del que nunca hablaron. Pero era nuevamente imposible, ya que hablaban de un chico huérfano y Potter perdió a sus padres en un ataque del Lord un año antes de morir él y su esposa. El único Potter que quedaba en la actualidad, o por lo menos hasta hace tres meses, era Harry, el chico de la profecía, el chico que seguramente ya cumplía los 17 si no se equivocaba, y no ese rey prepotente, de al menos 42 años de edad.

-¿Que no es mas interesante escuchar la historia a través de sus protagonistas, y no de unas palabras de un viejo aburrido?- pregunto alguien a sus espaldas. Bran se volteó, y se encontró a la distancia con el bibliotecario, un castor entrado en años y con unos anteojos redondos que se le resbalaban por la casi inexistente nariz. Unos anteojos muy a lo Potter. Y por Merlín que ya lo veía en todos lado.

-Creo que usted entiende tanto como yo de la importancia invaluable de estos tomos, señor.

-Sí, muchacho, lo sé.

-Entonces, ¿porque me priva del conocimiento que me puedan aportar?

-¿Privarlo?, jamás mi señor. El conocimiento es poder, y el rey jamás permitiría que el poder se limite a ninguna criatura de este reino. Pero la Palabra siempre es más poderosa cuando es escuchada, y no leída. Los personajes de esa historia aún respiran, deberías recurrir a ellos.

Bran sintió un cosquilleo en sus palmas, y cuando bajó la mirada ya no tenía el libro en sus manos.

-¿Pero qué…?

-El libro tiene su propia maña, mi señor. A menos que lo llame, no volverá a usted.

-¿Llamarlo?

-Con su Nombre Verdadero- instruyó el anciano, para luego alejarse con pasos pausados por el corredor.

Bran se volvió hacia las estanterías, y viendo que era una pérdida de tiempo, ya que no tenía idea de cómo se decía Libro en la lengua verdadera, salió de la biblioteca con pasos apresurados. Estaba llegando tarde a sus clases, algo extraño en él, pero no se lamentó, la información que había encontrado, a pesar de escasa, le había proporcionado pistas que lo dejaban intranquilo.




La clase fue más larga de lo que pudo soportar, asique mando a todos sus alumnos, hoy más inútiles que nunca, a practicar en sus casas, y que no volvieran hasta que las manos se les llenaran de llagas.

En el ala del castillo que le habían designado para sus clases guardaba todos sus archivos sobre sus alumnos. Por el momento no las usaba para dictar los ejercicios ya que aprovechaba el sol del día y el amplio espacio que había afuera. Se dirigió hasta allí con paso apresurado, golpeando el suelo con sus talones, haciendo eco por los pasillos.

Cuando llegó no debió sorprenderse de encontrar al rey allí, curioseando los artículos que allí guardaba. Sin embargo, verlo allí dentro, en su espacio, lo removió por dentro. No tardó en transformar su sorpresa en furia mal contenida.

-Alteza- dijo inclinándose, para luego dirigirse a su escritorio ignorándolo.

-Bran- respondió este, sin quitarle la vista de encima.

-¿A qué debo el honor?

-Hace mucho que no charlamos.

-¿En serio?- preguntó irónico y por demás descortés. ¿Pero porque debía ser cortés con un hombre que llevaba ignorándolo a favor de su invitado?, abordándolo solo para hacer jueguitos de palabras estúpidos que lo dejaban caliente.-No es un buen momento, tengo muchas cosas que hacer- tenía el mal humor a flor de piel, mas le valía hacerle caso.

-Creo que pueden esperar- dijo Lebannen acercándose. Bran se cruzó de brazos y se apoyó contra su escritorio, mirándolo con el seño fruncido.

Aprovecho el momento para estudiar con detalle sus facciones. Era un Potter, ahora ya no le cabían dudas. ¿Pero porqué tenía que ser tan atractivo, el cabrón?

-Mira Bran, no sé qué es lo que pasó hoy, pero recibí más quejas de las normales, asique decidí hacerte una visita. Veo que tu mal humor te sigue como una nube negra, y no me cuesta nada imaginarme que las acusaciones de las madres son ciertas.

-Entonces que dejen de hacer venir a sus hijos a mis clases, nos haríamos un favor mutuo.

-No dejarán de hacerlo. Eres un cabrón, pero eres el mejor en lo que haces.

Sintió una punzada de satisfacción al recibir ese reconocimiento pero no se dejó adular.

-¿Entonces qué quieres, que vaya uno por uno a disculparme?- le pregunto de forma brusca.

-Cuidado Bran, no te olvides de con quién estás hablando.- le reprochó el rey, severo.

-Eres en fanfarrón, que solo busca que…- no puso terminar, porque se vio aprisionado contra su escritorio, con su boca invadida por la del rey. Por un minuto no pudo reaccionar, y cuando estuvo por sacárselo de encima, Lebannen liberó sus labios.

-No sabes cómo me gusta que me desafíes- le dijo mientras comenzaba a repartir besos por su mandíbula, dejándolo sin aire.- Eres el único, aparte de mi hijo, que me levanta la voz, y que me habla como si fuera una persona normal, adoro eso de ti- Bran sintió la dureza en los pantalones del otro sobre su muslo. Sus labios dejaron su mandíbula para esconderse entre los pliegues de la camisa blanca. En cuanto encontró su objetivo, Lebannen mordió.

Bran no pudo dejar escapar un gemido de deseo.

El rey se separó a duras penas, mirándolo con las pupilas dilatadas.

-Te deseo muchísimo, Bran- le confesó.

-No creo que sea lo indicado- dijo cuando encontró la voz. Mirar su ojos verdes, los mismos que los miraban desilusionado, y sus facciones remotamente conocidas, le recordaron que había algo allí que tenía que averiguar.- Tenemos que hablar primero- le dijo con seriedad. Alguien tocó la puerta.

-Maestro, las clases con el Príncipe están por terminar y usted aún no se ah presentado, ¿se encuentra bien?- Bran reconoció la voz como la de Masticador, el chico que solía ayudarlo en sus clases ya que sus habilidades eran excelentes.

-En un segundo voy- le respondió con voz calma. Se escucharon sus pasos alejarse por los corredores.

-Debes irte- el rey soltó el agarre que tenía sobre sus hombros, y solo entonces Bran cayó en la cuenta de que sus brazos rodeaban su cintura. Se soltó como si quemara.

-Sí, me voy- dijo estúpidamente, aunque quiso convencerse de que era para alejar al rey- pero debes venir esta noche a mis habitaciones, hay algo que quiero discutir contigo.- Tuvo que voltearse para que el rey no viera la sonrisa que se le escapó al ver su mirada iluminada por la esperanza.

-Y era hora- dijo o tono divertido, como si lo que hubiese dicho Bran tuviese doble sentido. Cuando iba a sacarlo de su error, el rey volvió a hablar, interrumpiéndolo.- Después de la cena, me tendrás ahí- le prometió.

En cuanto estuvo solo, el forastero pensó con la mente en frío. ¿A quién engañaba? Se encontró deseando el encuentro tanto o más que el rey.





Bran y el príncipe llegaron tarde al comedor. Se habían quedado haciendo prácticas y recuperando el tiempo perdido, aprovechando el buen humor del mayor, y no se dieron cuenta del paso del tiempo hasta que Lalaf, la mujer del señor Tumnus, los fue a buscar con una antorcha para iluminarse el camino.

Entraron y tomaron sus asientos de siempre, tratando de no interrumpir la discusión que estaba tomando calor.

-Es inaceptable.

-Por Aslan, partiré con Jaren antes de que termine la semana. Esta vez solo me llevaré a Callum y a uno de los nuevos aprendices de Reepicheep conmigo, a modo de entrenamiento.

-De ninguna forma irás con un minotauro, un soldado y par de chiquillos como única protección hasta más allá del sol!- bufó indignada.

-Es lo que pienso hacer, y lo haré- dijo el rey, mirándola fijamente- Lo lamento Arha, pero no te dejaré a ti ni a los niños son protección. Solo serán siete días, es un ir y venir.

-Iré contigo, padre- se apuntó Liam.

-No, hijo. Te necesito nuevamente en el castillo para que ayudes a tu madre con los asuntos del reino.- Liam hizo una mueca de disgusto, pero no discutió. No ahora, se dijo Bran. Sabía, por haberlos visto sin querer, que en cuanto se encontraran solos estallaría una batalla épica en donde el rey se saldría con la suya, aprovechándose del gran respeto que el niño tenía por su padre, y el mal gusto que le causaba desobedecerlo.

La reina tampoco dijo mas nada, y Bran comprendió que por allí vendría otra guerra. Era bueno haberse reservado al rey antes de esas discusiones, dudaba que sobreviviera a ellas. Tumnus y Reepicheep tampoco tenían buena cara.

La comida siguió sin volver a abordar el tema, y él y Reepicheep se enfrascaron en un debate sobre el cambio de su cuadrícula de enseñanza. Ese ratón realmente podía ser irritante cuando se lo proponía. Le llamó la atención que Jaren no estuviera en la mesa, pero no le dio más importancia al asunto. Mejor, odiaba sentirse… celoso, cuando le quitaba la atención del rey.

Ya en su habitación, Bran comenzó a dar vuelta en círculos, no tenía idea de que hora llegaría el rey, pero estaba seguro que no tardaría mucho más. Había captado varias de sus miradas ansiosas que le había enviado a través de la mesa, por lo que calculó que no se retrasaría más de lo necesario.

Mandó a pedir una infusión caliente y dos tazas. Acomodó el pequeño bracero de su chimenea para poder tener la tetera caliente hasta que llegara el rey. Miró a su alrededor y suspiró satisfecho. Todo estaba en su lugar, y la mesa de al lado de la ventana ya estaba predispuesta para la charla larga que iban a mantener.

De repente se preguntó sobre cómo encarar la conversación. No tenía ni idea de cómo comenzar, sin dejar traslucir información que pudiera ser malinterpretada, después de todo los Potter siempre fueron del lado de la luz, y él era un mortífago. Uno arrepentido, pero uno en fin. Aunque calculaba que el rey no debería saber mucho sobre los estragos de la guerra, ya que si lo dicho era cierto, y había desaparecido veinticinco años atrás, no debería conocer muchos detalles. La guerra real, la primera, había estallado hacía solo 20 años.

Pensó en que tal vez debería decirle que estaba recordando cosas de su pasado, y que había escuchado por allí sobre su apellido y le había sonado conocido. Aunque claro, ese plan funcionaría si sus partes se mantenían quietecitas y no lo asaltaban como había pasado en su ala de entrenamiento. Sabía que no debería perder la cabeza tan rápido cuando sus manos lo tocaban, pero eran tan grandes y gentiles, tan ásperas, pero a la vez suaves… Y por dios esa espalda, tan amplia y firme… firme como la dureza que esa misma tarde había sentido por primera vez presionando contra su cuerpo. Se sentía tan bien, tan perfecta… un conjunto de los mas idílico, sin dudas, ¿se cómo se sentiría ser llenado por ella, mientras se sostenía de sus espalda y clavaba allí sus uñas? Ser embestido una y otra, y otra vez, con fuerza, con…

Un golpe en la puerta le hizo salir de sus fantasías. Se maldijo a sí mismo, ¿cómo ocultaría su erección ahora?

Tomo aire y pensó en cosas desagradables a velocidad luz, intentando distraer su atención. Otro golpe, esta vez más ansioso, le dijo que se estaba tardando. Abrió la puerta, esperando que su problemita pasara desapercibido. Aunque ya sabía que su tamaño no lo permitiría.

El rey entró y cerró al puerta tras de sí, mirando a Bran como si pudiera someterlo a su voluntad con el poder de sus pupilas. Y vaya que sí podía. El menor se dio cuenta de que el rey vestía ropas sencillas, solo un jublón cubría su torso, y unas calzas largas negras, que terminaban en unas botas para interior. Estaba simplemente apetecible, y Bran se alivio de vestir casi igual, solo que él solo se había quitado el chaleco de cuero, seguía vistiendo su camisa blanca y los pantalones, mas abrigados que las calazas.

-¿Quieres tomar algo?- pregunto cortes. El rey solo largó una risa tensa, y sin poder esperar ni un minuto más, se lanzó sobre él.

Bran, aun con los efectos de su epifanía, ni tuvo ningún interés en sacárselo de encima. Por el contrario, apretó su cintura para atraerlo más hacia sí. Sus bocas se devoraban, sin tregua. Sabía que tendría que parar, que decirle unas cuantas cosas, que revelar muchas más, pero en realidad todo ello pasó a segundo plano cuando las manos del rey apretaron sus nalgas. Evidentemente no iba con rodeos.

-¿Me estabas esperando?- pregunto provocativo, en cuanto sintió su erección. Bran solo gruñó y volvió a tomar su boca. Se estaban desplazando por la habitación, él solo esperaba no terminar estrellado en el piso.

Las manos del rey comenzaron a vagar por su cuerpo, con caricias poco pudorosas, hasta que encontraron la forma de quitar la camisa de sus pantalones. Presurosas, se dieron a la tarea de despejar el camino de esa tarea que tanto ansiaba tocar hacer desde hacía meses.

En cuanto sus manos cálidas entraron en contacto con la piel de la espalda de Bran, éste estuvo a punto de perder la última premisa racional que le quedaba. ¿Qué diablos importaba todo? Lo único que quería era que la ropa desapareciera, y ya. Luego le preguntaría la relación de su apellido con las personas que vivían en Inglaterra. Algo debía saber. Oh, esas manos… Lo más probable es que antes de desaparecer, escuchara hablar sobre los Potter, odiaría ser él quien tuviera que comunicarle sobre al atentado que sufrieron, quedando solo con vida el hijo de ellos, Harry Potter… Harry Potter…

-¡Dios!- murmuró sobresaltado.

El rey se rió sobre su oreja.

-No, soy humano, y puedo demostrártelo.- le murmuró sobre su cuello, con las manos concentradas en desabrochar los botones de su camisa. ¿En qué momento habían llegado sobre la cama?. Al parecer, estaba demasiado embotado en las sensaciones, que no recayó que tenía al rey acostado sobre sí, en medio de la cama con doseles de dos plazas.

-Espera…- trató, de verdad- tenemos que hablar- lo había dicho, o fue un gemido? Dios, esas manos contra su piel eran la gloria, pero él también quería tocarlo.

Se sentó, con él a horcajadas, y tironeó de su jublón para sacárselo. Lebannen cooperó a regañadientes, ya que tuvo que sacar su cabeza del cuello de este, en donde estaba dejando un feliz caminito de mordidas. Sabía que Bran no estaba en sus cabales, sino ya le habría pedido que tuviera un poco mas de discreción con las marcas que dejaba, con ese tono irónico que tanto lo excitaba. Cuando conectó la vista con él, se dio cuenta de que miraba arrobado su torso. El paso de los años, y el tipo de vida que llevaba, le había dado una contextura firme y musculosa, y no era la primera vez que agradecía por ello. Aunque ver la mirada deleitada de Bran no tenía precio. Pero el también quería ver.

Tomó las solapas de la camisa ya desabrochada, y mientras volvía a hundirse en su boca comenzó a quitársela despacio, sin apuro. Sabía que tenía toda la noche para disfrutarlo, pero esta era la primera vez, de muchas.

Bran se dejo hacer, perdido como estaba en las sensaciones. Jamás, en sus 35 años, se sintió tan deseado por nadie.

Sintió el cosquilleo del aire frio contra su espalda, pero no pudo importarle menos. En cuanto estuvieron juntos, piel contra piel, se miraron arrobados. Sabían lo que vendría, y ese momento previo era exquisito.

-Te pedí que vinieras para hablar- le dijo Bran, mientras acariciaba su espalda.

-Lo sé, pero sea lo que sea puede esperar un poco mas- dijo el rey, mientras se inclinaba sobre su cuerpo y besaba su pecho. Pronto se encontró con sus pezones, y los comenzó a morder con delicadeza. A partir de ese momento, los gemidos de Bran comenzaron a escaparse de entre sus labios fuertemente apretados, intentando reprimirlos. Eso llevó a Lebannen a morder más fuerte, intentando hacerlo gemir con ganas.

Bran deslizo las manos desde su espalda hasta sus brazos musculosos, quería tocar mas y mas piel.

De repente sintió como una brisa fría pasaba por su pezón recientemente estimulado, con restos de saliva, y Bran se encontró extrañando la sensación. Cuando pasó un minuto y el rey seguía sin moverse, decidió a regañadientes abrir los ojos.

Lebannen estaba estático, mirando con horror su antebrazo izquierdo, que dejaba ver la Marca Tenebrosa en todo su esplendor.

Bran se movió de inmediato, quitándose de encima a un aturdido rey, arrodillándose lo más lejos posible de éste, que seguía mirando su brazo aturdido, aunque Bran ya lo tapaba con su mano derecha.

-Es parte de lo que quería hablarte- dijo, tratando de que su voz sonara tranquila. Cuando el rey conectó con sus ojos, sintió que algo dentro de él se rompía. Se odio por ser el causante de tantos sentimientos en aquellas hermosas esmeraldas siempre brillantes; el dolor, la decepción, la ira. Todo peleaba por ganar la batalla en su semblante, que trataba de permanecer neutro.

Decepción… no, no podía aceptar esa mirada, no de él. Dolió muchísimo, por lo que tuvo que desviar los ojos hacia el otro lado de la habitación para huir de él.

El rey se levanto de la cama despacio, como si estuviera shockeado. Unos minutos de silencio se apoderaron de la estancia, y sus cuerpos se olvidaron del calor que hasta hacia un rato les hacía perder la razón. Tomó su jublón y se lo paso por la cabeza.

-Quieto- le advirtió a Bran, cuando quiso hacer lo mismo con su camisa. Previendo que era lo mejor, se quedó en su lugar, aunque sintiéndose vulnerable con su torso desnudo. El rey arrastró una silla y se sentó, de espaldas al fuego, delante de la cama. Como si fuera un espectador de una obra que allí iba a realizarse. Bran enfocó sus ojos, y se dio cuenta de que el semblante de su amante ya no tenía dudas, se había puesto la máscara de rey.

Éste, por su parte, había decidió no pensar con anticipación. Su cabeza estaba por explotar con millones de suposiciones, pero se obligó a calmarse. Bran era un buen hombre, lo conocía. O eso pensaba hasta que vio esa horrible marca, producto de sus peores pesadillas, que ha poco habían vuelto con toda su furia.

-Tenía planeado no decirte que sí recuerdo mi pasado, pero veo que reconoces esto- empezó Bran, con voz neutra. Se había arrodillado en medio de la cama, con la espalda erguida en toda la dignidad que le quedaba. El rey asintió, mirándolo con la sombra de la furia, pero dejo que continuara.- No me lo esperaba, ya que asumo que en la época que desapareciste la guerra todavía no estallaba en todo su esplendor.

-De echo- reconoció el rey- pero asumía que todavía faltaba un poco para que lo hiciera.- dijo recordando sus pesadillas que se trataban de sus últimas preocupaciones antes de abandonar Londres.

-Bien, no paso mucho para que lo hiciera. Yo era un joven estúpido en ese entonces, pero no viene al caso. La cuestión es que tomé las decisiones incorrectas, movido por malas influencias- se dio cuenta de que nada de ello importaba, tenía que llegar al grano, antes de que al rey se le acabara la paciencia y lo encerrara en sus mazmorras, o lo mandara más allá del sol, al otro lado del Muro.- A lo que quiero llegar es que me cambié de bando. Cometí otra estupidez, y cuando quise resarcirme de mi error ya fue tarde. Por surte, la guerra terminó de golpe- el rey lo miró con ojos como platos. Ahora podía entrever algo de alivio en ellos. Bran siguió contándole lo que pensaba que el rey se había perdido durante esos 25 años que llevaba reinando en Narnia- pero solo por 11 años. El Lord fue detenido por un bebé de un año, hijo de padres que estaban terminando su adolescencia- bufó, pero no había ni un atisbo de desdén en el, simplemente parecía que había contado y escuchado contar esa historia demasiadas veces- Eso lo mantuvo a raya durante esos años, hasta que el chico comenzó Hogwarts. Fue mi misión protegerlo durante esos años. La verdad es que las sacó barata, siempre salió vivito y coleando de los encuentros con el Lord.

Lebannen estaba rígido en su butaca.

-La cuestión es, que la guerra volvió a estallar hace hará cosa de dos años, y mi misión es espiar para nuestro bando- ya adivinaba que el rey era de la Luz- y proteger a ese crío.

Lebannen dejó de respirar por un momento. Se frotó las sienes con fuerza. Aquello era una locura.

-Quería hablarte del tema porque hoy a la mañana, cuando me dirigí a la biblioteca, encontré un libro sobre tu historia. Sabía que te llamabas Harry allá, pero no tu apellido. Déjame decirte que es bastante sorprendente que lleves el mismo nombre que aquel mocos insufrible.

Lebannen respiró profundo. Su mundo se estaba viniendo abajo. Aquello tenía que ser una pesadilla, una más. De repente, todo tomó un color nuevo. Sus pesadillas cobraron significado cuando se dio cuenta de que su subconsciente le gritaba que realmente conocía a la persona que tenía enfrente, y las imágenes borrosas comenzaron a tomar forma, y una en particular, ataviada con una capa negra y envuelta en vapores de pociones, le calló como agua helada.

-No es una coincidencia, Snape- le dijo en un murmullo apenas audible. Bran se quedó estático, su corazón dejo de latir de la impresión- mi nombre es Harry James Potter, hijo de James y Lily Potter, el mocoso insufrible.
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MensajeTema: Re: El Hijo de las Profecías - 6. Despertares   El Hijo de las Profecías - 6. Despertares I_icon_minitimeLun Jun 04, 2012 9:53 pm

siiiiii!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! dioses!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! sisisisisisi..... que felizzzzzzzzz y que dolorrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr..... no se que decir... al fin se aclararan las cosas !!!!!! mi dios, mi dios.... te adoro chica.... estoy catatónica.... no puedo respirar .... Severus y Harry se van a querer matar!!! jajajaja... después revivirán y se darán un buen polvo!!!! jajajaja... maraviilloso capi Reina!!!!! fasinantee!!!! estara ansiosa esperando el proximo!!!! saludos, besos, suerte y gracias por tu lindo fic
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