La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I

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alisevv
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alisevv

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Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I Empty
MensajeTema: Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I   Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I I_icon_minitimeDom Jun 14, 2009 6:27 pm

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Te juro que no sé si reír o llorar, aunque estoy seguro que tú te vas a mondar de la risa. Ha sido el viaje más surrealista que he hecho en mi vida, y no estoy exagerando. De hecho, he podido sacar varias conclusiones de mi experiencia.

1-. Dos clases de Aparición son definitivamente insuficientes y los del Ministerio son unos ineptos por haberme dado el permiso.

2-. Vestirse con una camisa de seda transparente no es lo apropiado para andar por
Londres, muggle o mágico, de noche. La vanidad se paga.

3-. Nunca, pero jamás, jamás, jamás, debo intentar volver a visitar San Mungo de
noche.

4-. Las botas con medio tacón son una mierda para escapar de los perros.

5-. Las serpientes son unos animales encantadores.

¿Qué porque te digo todo esto? Ja, espera que te cuente y verás. Menos mal que eres un diario y no te puedes reír de mí.


—Hay, abuelo, hablabas con el diario como si fuera una persona —se rió Draco con cariño.

—Es que para mí lo era —contestó Harry, apartando la atención de la lectura y fijando su cálida mirada en su nieto mayor—. Era mi mayor confidente.

—¿Por qué le interrumpes, Draco? —le reclamó Frank, frunciendo el ceño—. ¿No ves que esto se está empezando a poner bueno? Me parece que esa debió ser una visita muy interesante.

—Yo opino lo mismo —convino Severus, tan intrigado como sus nietos—. ¿Quieres seguir, amor?

—Vale. Pero, por favor, por favor, no se rían, ¿si?

Una carcajada general fue la respuesta ante la cara de borrego degollado de Harry.

—Tranquilo, abuelito, yo al menos no me voy a reír.

—Para ser franco, mi niña, me temo que esta vez hasta tú te vas a reír —y lanzando un suspiro resignado, volvió sus ojos una vez más al diario.


Me pasé interminables horas frente al espejo, deseaba lucir muy atractivo para Sev. Sí, sabía que estaba enfermo, y que probablemente ni siquiera le importara que fuera a visitarle e incluso detestara la idea de verme allí, pero igual muy dentro de mí conservaba la esperanza de llegar a gustarle aunque fuera un poquito.

Desistiendo de poder domar mi rebelde cabello, me alejé del espejo y observé mi apariencia. Llevaba unos pantalones blancos muy ajustados y una camisa negra transparente ceñida al cuerpo. Calzaba unas botas de medio tacón que me había prestado Draco, diciéndome que así me vería más alto y elegante, y una capa de viaje negra con ribetes plateados, que disimulaba un tanto el resto de mi ropa muggle.

Luego de echarme encima casi medio frasco de perfume, respiré hondo y comenzó mi aventura.


Harry y sus amigos caminaban rápidamente hacia los linderos de Hogwarts, más allá de los cuales el chico podría Aparecerse con facilidad.

—¿Estás seguro de esto, Harry? —preguntó Hermione, indecisa.

—Completamente —corroboró el joven, mirando a su amiga—. Necesito verle, Hermione. Está enfermo —terminó, como si con eso lo explicara todo.

—Lo sé —musitó su amiga—, pero es riesgoso, todavía hay muchos Mortífagos sueltos. Quizás mañana podrías pedir permiso a la profesora McGonagall e ir con Remus o...

—Sabes que lo primero que me van a preguntar es porqué quiero ir a ver a mi muy odiado profesor de Pociones. ¿Y qué les voy a decir? ¿Que no aguanto las ganas de verle porque estoy enamorado de él?

—Herm, Harry tiene razón, es muy improbable que le dieran permiso —intervino Ron.

—Sin contar con que tampoco es muy factible que mi padrino quiera verle —comentó Draco, pero al ver la expresión triste que adquirió el rostro de su amigo, se apresuró a agregar—: Aunque creo que eso es puro teatro y él desea verte tanto como tú a él.  


—De hecho, me moría por verte —musitó Severus en el oído de su pareja, mordisqueando su cuello sin que sus nietos lo notaran. Harry se estremeció y continuó:


—Gracias, Draco, pero ambos sabemos que eso es un sueño —replicó Harry con una mirada nostálgica.

—Bueno, ya llegamos —declaró Ron, interrumpiéndoles, pues habían alcanzado el límite de la propiedad—. ¿Estás listo?

—Sí —confirmó Harry, avanzando hasta traspasar el lindero.

—¿Estás seguro que no quieres que te acompañe? —preguntó Ron.

—No, esto debo hacerlo solo.

—Harry, ten mucho cuidado —suplicó Hermione.

—No te preocupes —su amigo le sonrió, tranquilizándola—. Lo tendré.

Y sin otra palabra, desapareció, dejando a sus amigos pensativos y bastante preocupados

Segundos después, aparecía en la entrada del Hospital San Mungo... ¿o no?

“Joder, que mal huele aquí”, pensó Harry, mientras se reponía del agitado trayecto, ¿acaso ningún medio de movilización mágico podía ser medianamente tranquilo? “Está demasiado oscuro, no hay un mísero farol. Y encima caí sobre algo que...”

Moviéndose con algo de dificultad, sacó su varita del bolsillo de su capa y murmuró ‘lumus’. Cuando la luz que salía de la punta de la varita iluminó el lugar, se dio cuenta que estaba encerrado en lo que parecía ser un gran cajón, rodeado de algo claramente pestilente. ¿Pero... cómo?

Decidió que no era el momento de preguntarse cómo había llegado hasta allí, sino cómo iba a salir. Sosteniendo la varita con los dientes, extendió los brazos hacia la tapa del cajón y empujó con fuerza. Afortunadamente, luego de un par de intentos, la tapa cedió y Harry se encontró viendo el cielo estrellado. Se apresuró a salir de ese sitió, para darse cuenta que había ido a aterrizar dentro de un contenedor de basura.

Razonando que lo más recomendable era que asistiera a unas cuantas clases más de Aparición, dos docenas como mínimo, empuñó su varita y se lanzó un encantamiento de limpieza, antes de mirar a su alrededor. ¿Dónde demonios se encontraba?

La iluminación del callejón en el que estaba parado no era mucho mayor que la que había dentro del contenedor. Apenas un par de farolas permanecían intactas, lanzando una luz mortecina francamente atemorizante. Para colmo, aunque el cielo estaba estrellado, estaban en Luna Nueva, por lo cual la noche era especialmente oscura.

Aunque no tenía idea de dónde se encontraba o hacia dónde quedaba San Mungo, sabía que era muy peligroso quedarse allí, así que comenzó a avanzar con cautela, ayudándose con su varita para iluminar el camino.

Llegó hasta la esquina del callejón y dobló a la derecha, para encontrarse de frente con una enorme figura que bloqueaba casi la totalidad del camino. Se trataba de un mastín enorme, más grande incluso que el perro de tres cabezas que protegía la piedra filosofal en su primer año en Hogwarts, o al menos así se lo pareció a él. Sus ojos brillaban malévolamente en la oscuridad y mostraba sus enormes fauces mientras gruñía con cara de muy pocos amigos.

—Perrito bonito —musitó Harry, tratando de tranquilizar al animal. No se atrevía a lanzarle un Desmaius por miedo a que con el movimiento la bestia se le lanzara encima. Tal vez si seguía hablando con él podría manejarlo—. Mira, perrito, yo no te voy a hacer nada —el animal gruñó con más fuerza mientras Harry retrocedía lentamente y trataba de vislumbrar una vía de escape. Unos cuantos metros más allá se levantaba una amplia tapia que podría convertirse en su salvación—. Tranquilo perrito, tranquilo.

En eso se escuchó un fuerte ruido que distrajo al animal brevemente. Sin detenerse a pensarlo, Harry dio media vuelta y empezó a correr, maldiciendo la idea de aceptarle las botas a Draco. Volteando ligeramente la cabeza, notó que la condenada bestia corría tras él.

“Si salgo de ésta con vida”, pensaba, mientras corría a todo tren hacia el muro, “no pienso volver a ponerme unas botas con tacón en mi vida”

Cuando llegó al muro, el perro casi lo alcanzaba. Se impulso con fuerza y saltó la tapia; con la adrenalina acelerada a causa del temor y la carrera, ni siquiera sintió el tirón en su espalda, y no fue hasta que estuvo al otro lado cuando se dio cuenta que el condenado chucho se había quedado con su capa.

Ante el impulso que llevaba al saltar la tapia, no pudo evitar caer sentado, dándose un fuerte golpe. Se levantó con dificultad y se frotó la rabadilla, maldiciendo a todos los perros del país y del continente entero, sin olvidar imprecarse una vez más por su falta de atención en las clases de Aparición.

—¿Y ahora dónde demonios estoy? —masculló por lo bajo, paseando su vista alrededor.

Al parecer, se encontraba en el patio trasero de un bar, restauran, motel, o más probablemente un tiradero, ya que en lo alto de la casa se podía observar un cartel doble que, en letras de neón, rezaba: “El Paraíso del Deseo”. Pensando que el dichoso nombrecillo no le daba muy buena espina, pero viendo que entrar allí era su única salida para poder descubrir dónde estaba y cómo llegar a San Mungo, se lanzó un nuevo hechizo de limpieza y se encaminó hacia el frente del local.

Bastante aprehensivo, empujó la puerta de entrada, y se sorprendió al encontrarse en un bar elegantemente decorado y bastante acogedor. Había una gran barra al fondo y múltiples mesas desperdigadas alrededor de una pista de baile donde, al son de la suave melodía que salía de un piano situado en una esquina, en ese momento bailaban dos o tres parejas que Harry observó, sorprendido. Se encontraba en un bar gay.

Sintiéndose más confiado, ya que el ambiente parecía bastante tranquilo, se dirigió con presteza hacia el cantinero que estaba atendiendo la barra, pensando que seguramente él podría orientarle apropiadamente.

—Buenas noches, joven —le saludó el hombre de mediana edad, luciendo una amplia sonrisa—. Le preguntaría qué desea tomar, pero primero debo ver su identificación. Usted parece muy joven para estar aquí.

—No, señor —empezó Harry, algo incómodo—, yo sólo quería...

—¿Por qué molestas al chico, Jeff? —preguntó un hombre rubio, que en ese momento se acercó a la barra y se sentó al lado de Harry—. Deja que pida lo que quiera, yo creo que está bastante grandecito para decidir por sí solo —agregó, lanzándole una mirada lasciva.

Harry tragó con fuerza; la verdad, aquel hombre no le gustaba nada.

—Déjalo en paz, Sam —dijo el cantinero, mirando al aludido con furia contenida—. Es sólo un muchacho.

—Mejor —Sam se acercó aún más a Harry y puso una mano en su muslo, en una grosera caricia—. Es carne fresca.

—Y de la buena —agregó un segundo hombre, parándose al otro lado del Gryffindor.

—¡Óiganme! —Harry se paró con presteza y se apartó de ambos hombres, observándoles y evaluando sus posibilidades. Al parecer, se encontraba en un sitio muggle, por lo que usar la varita era impensable, y en un enfrentamiento contra dos sujetos de ese tamaño llevaba todas las de perder. A su alrededor, cada quien estaba en lo suyo y dificultaba que consiguiera ayuda, aunque quizás el tal Jeff le apoyara. Pero no tenía alternativa, así que tratando de mostrar una confianza que no poseía, exclamó —: ¿Cómo se atreven? Déjenme en paz.

—Vaya con el mocoso, si hasta gallito nos salió —se burló Sam, tomándole del brazo.

—Suélteme —gritó, intentando alejarse, y pensando que al final iba a resultar inevitable usar la varita. Menuda la que se le iba a armar.

—¿Y si no quiero? —el hombre lanzó una desagradable carcajada.

—Ya escuchaste al joven —la voz profunda y serena resonó por el lugar—. Suéltale.

El hombre obedeció de inmediato y se volvió hacia el recién llegado.

—Jarson, hombre —musitó, colocándose a prudencial distancia del hombre—. No te enfades, sólo bromeábamos con el chico.

—Pues no me parece que él se esté riendo, así que lárguense —cuando se perdieron de vista, se volteó hacia Harry—. No te preocupes, muchacho. No te volverán a molestar. ¿Pero se puede saber qué hace un crío como tú en un lugar como éste?

—No soy un crío —replicó Harry, enfadado, apartándose el pelo del rostro y observando atentamente al hombre frente a él. A decir verdad, era bastante guapo, con el cabello negro y liso cortado muy corto, y unos ojos azules impresionantes, sin contar con un cuerpo que quitaba el aliento; tendría alrededor de treinta años y una hermosa sonrisa.

—¿Harry Potter?

El cabello de Harry volvió de inmediato a su lugar.

—¿Sabe quién soy? Pensé que éste era un sitio muggle —comentó, confundido.

—Y lo es, pero yo soy mago. Ven, vamos a hablar con calma —le asió por un codo y le guió hasta una mesa alejada—. ¿Se puede saber qué hace el salvador del mundo mágico a media noche en un bar muggle, cuando deberías estar en Hogwarts?

A pesar del reclamo implícito en sus palabras, el tono del hombre era conciliador y tranquilizador, y a Harry le inspiró confianza de inmediato, por lo que decidió contarle la verdad. Pero antes, debía saber algo.

—¿Cómo es que sabes tanto de mí? —inquirió, curioso.

—¿Quién no conoce al héroe del mundo mágico?

—Por favor, no me llames así —pidió—. No me agrada

—Vale —aceptó el otro con una sonrisa—. Supongo que tanta notoriedad no es agradable, ¿me equivoco? —Harry se limitó a hacer un mohín conviniendo con Jarson—. En cuanto a tu pregunta, digamos que leo El Profeta —declaró con una sonrisa, y no necesitó mayor explicación.

—Sí, han hecho de mi vida una novela por entregas —en su voz se percibía claramente el profundo disgusto que eso le causaba.

—Pero también supe mucho de ti en el campo de batalla.

—¿En el campo de batalla? —Harry se mostró intrigado.

—Sí. Digamos que yo fui uno de esos sujetos anónimos que luchó a favor de la luz —explicó, sin darle mucha importancia al asunto—. Claro, yo me encargué de los Mortífagos menos notorios —una expresión seria cubrió sus facciones al recordar la batalla—. Cuando todo terminó, la historia de cómo derrotaste a Voldemort corrió como pólvora —le miró fijamente y terminó—: Gracias.

—No tienes porqué darlas —desestimó Harry—. Como tú acabas de confirmar, hubo muchos magos y brujas anónimos que me ayudaron en la pelea. Y mucha gente que incluso se sacrificó para que yo pudiera derrotarle.

—Y entonces —insistió Jarson, cambiando bruscamente de tema—. Se puede saber qué haces aquí a estas horas. Estás un poco lejos de la escuela, ¿no crees?

Harry se echó a reír.

—¿Sabías que eres insistente? —ante el asentimiento del sonriente Jarson, explicó—: La verdad es que me perdí —y procedió a explicarle todo lo que le había sucedido hasta ese momento.

—Pues vas a tener que tomar clases extra de Aparición —declaró Jarson, descojonado de risa.

—Eso es lo que me vengo diciendo desde que aparecí en el bote de basura —confesó Harry con cara de circunstancias.

—¿Y por qué quieres ir a San Mungo a esta hora?

—Debo ver a alguien —fue la escueta respuesta.

—¿Quién puede ser tan importante como para que vagues de noche por Londres?

Harry no contestó.

>>Vale, entiendo que la persona que vas a visitar debe ser alguien muy importante... y secreto —amplió su sonrisa—. Y supongo que tienes muchas ganas de verla... ¿o verlo?

—Verlo —aclaró Harry, sonriendo a su vez.

—Bien —Jarson se levantó bruscamente—. Es ese caso, no le hagamos esperar —al ver que el joven le miraba, interrogante, explicó—: Te voy a acompañar a San Mungo. No quiero que te pierdas irremediablemente en Londres. Él no me lo perdonaría.

—No creo que a él le importe —declaró Harry con tristeza.

—Después de conocerte, lo dudo —y sin más, el hombre se dirigió a la puerta con paso decidido.

Caminaron en silencio un buen rato, disfrutando de esa ‘amistad’ recién adquirida y de la noche serena, hasta que llegaron a un edificio profusamente iluminado, sólo visible a los ojos mágicos.

—Bien, hemos llegado —declaró Jarson, tendiéndole la mano—. De ahora en adelante, todo queda en tus manos. Mucha suerte con tu chico.

—Gracias, por todo —Harry sonrió de corazón, estrechando su diestra en un cálido apretón; sabía que acababa de encontrar un buen amigo—. Espero volverte a ver.

—Tenlo por seguro —afirmó Jarson, sonriendo, antes de darse la vuelta y desaparecer calle abajo.


—Así fue como conociste a Jarson —musitó Severus, pasmado, recordando cuán celoso había estado de ese hombre en el pasado—. ¿Por qué nunca me lo dijiste?

—En aquel momento no se dio la oportunidad —contestó Harry, sonriendo—. Además, te veías tan bien celoso.

—¿Celoso del tío Jarson? —preguntó Draco, recordando al simpático hombre que había conocido siendo aún muy niño—. ¿Cómo es eso?

—Es una larga historia que está reflejada en el diario, pero tendrás que tener paciencia, aún falta algo de tiempo para eso —explicó Harry, señalando una página que estaba como a mitad del cuaderno.

—Por lo pronto, que te baste con saber que el ‘tío Jarson’ me sacó unas cuantas de mis canas actuales —acotó Severus.

—Muy merecidas por cierto —agregó Harry.

Todos se rieron ante la cara de ‘pobrecito de mí’ que puso Severus.

—¿Y por qué nunca oímos hablar de él? —preguntó Frank.

—Murió hace varios años, de una enfermedad muggle; eras muy pequeño todavía, por eso no le recuerdas.

—Era misionero —intervino Severus—. Él fue quien metió esas locas ideas en la cabeza de esos dos descerebrados de Remus y Bill.

Todos miraron a Severus, comprensivos. Sabían que su abuelo sentía mucho afecto por sus tíos y, aunque no lo confesara, no le hacía nada de gracia que estuvieran en las misiones.

—Bueno, mejor sigo leyendo, que aún falta la peor parte.

—¿Más? —preguntó Mark, asombrado—. Menudo viaje tuviste, abuelo.

—Verás, verás...


Una vez solo, Harry se giró sonriente hacia el iluminado edificio y se encaminó hacia los pulcros escalones de piedra, que empezó a subir con paso apresurado, ansioso por ver a Severus. Cuando estaba a punto de traspasar la entrada de vidrio, una voz masculina le detuvo.

—¿A dónde cree que va, jovencito? —preguntó el hombre en tono severo.

“Joder, ya me estoy cansando de tanto niño, crío, jovencito”, rumió internamente Harry, mientras se giraba hacia el origen de la voz, para descubrir a un mago cuya túnica tenía una insignia de guardián.

—Voy a visitar a un enfermo —explicó lo más educadamente que pudo.

—¿Y cree que estas son horas de visitas?

—Es que vengo de muy lejos y neces...

—No me interesa lo que necesita, la hora de visita terminó —el guardia era realmente desagradable—. Regrese mañana a las ocho.

Harry respiró profundo y trató de hacer un nuevo intento cortés.

—Verá, señor, lo que ocurre es que vivo fuera de Londres y debo regresar a mi casa esta misma noche. Mañana me va a ser imposible.

—Entonces, deje un recado —gruñó el sujeto sin conmoverse—, pero esta noche no entra.

Viendo que convencer a ese energúmeno iba a resultar tiempo perdido, Harry bajó nuevamente los escalones, tratando de idear un modo de entrar sin ser visto. Pensando que quizás podría incursionar por una ventana o algo así, bordeó la esquina del hospital, rumbo a la parte trasera de la edificación.

Decepcionado, observó que todas las ventanas del lateral estaban cerradas, así que siguió bordeándolo hasta llegar al patio trasero, que daba justo hacia los jardines por donde había paseado con Draco el día que diagnosticaron su embarazo.

Escudriñando la fachada a la tenue luz proveniente de los faroles del patio, por fin logró encontrar una ventana abierta a la derecha, a la altura del tercer piso. Infructuosamente, buscó una escalera o algo que le permitiera llegar hasta allí, pero su única posibilidad era subir por en entramado de enredaderas que cubría gran parte del muro.

Se acercó a la pared y jaló las ramas, pensando que lucían lo bastante fuertes como para soportar su peso, así que, sin dudarlo más, se asió al ramaje con manos y pies, y comenzó a subir lentamente.

Había subido alrededor de dos metros sin mucho problema cuando, de pronto, un movimiento a su derecha llamó su atención. Giró la vista para encontrarse con la araña más grande que había visto en su vida.

“Merlín, imagino la cara que pondría Ron si estuviera en mi lugar”

Sin preocuparse mucho del bicho, pensando que si él no la molestaba ella no le molestaría, trató de seguir su camino. La araña, sin embargo, tenía otra idea, así que se apresuró a interceptarle. En ese momento, el joven se dio cuenta que no se trataba de una araña común y corriente sino de una especialmente agresiva, y cuya picadura, si bien no era mortal, era sumamente dolorosa.

Trató de apartarse de su caminó con rapidez, pero el animalejo, cada vez más agresivo, corrió tras él, intentando atacar una mano que Harry apartó con premura, perdiendo parte de su estabilidad.

Mientras se balanceaba precariamente sobre la enredadera, observó que por su izquierda aparecía otra araña idéntica a la primera. Durante unos minutos, continuó luchando por seguir su camino, moviendo las manos de un lado a otro para escapar de las arañas, pero, al final, los condenados bichos le acorralaron y tuvo que soltarse, yendo a parar con su derrière sobre el duro suelo.

—Mierda, ¿por qué siempre me tengo que golpear el culo? —masculló, mientras se levantaba, sobando la parte más blanda de su anatomía.

—Menosss mal que tienesss buenosss amortiguadores —escuchó un siseo a sus espaldas.

—¿Quién anda ahí? —preguntó, hablando en parsel.

—¿Puedesss entenderme? —una hermosa serpiente, de piel roja con rayas naranjas y azules y alrededor de medio metro de longitud, asomó su cabeza entre los matorrales.

—Sssí, yo hablo parsssel.

—¿Parsssel?

—Asssi llamamosss losss magosss a lo que tú hablasss.

—Vaya, nunca había conocido alguien que nosss entendiera.

—Que yo sssepa, ssólo yo sssoy capaz de hacerlo —explicó Harry, mientras regresaba al muro del hospital.

—¿A dónde vasss? —preguntó la serpiente.

—Debo sssubir a esssa ventana —aclaró, señalando hacia arriba.

—¿Por qué?

—Quiero visssitar a alguien y el guardia de la entrada no me deja passsar.

—Por ahí no vasss a poder subir, hay másss arañasss —advirtió el ofidio.

—Pero debo tratar, no hay otra forma de entrar.

—Yo te puedo ayudar.

—¿Puedesss?

—Sssí. Sssígueme.

La serpiente se deslizó con rapidez rumbo a la parte frontal del edificio, con Harry pisándole los talones, si los tuviera. Cuando casi llegaban a la última esquina, la serpiente se detuvo y giró su cabeza hacia el chico.

>>Yo voy a dissstraer al gruñón mientrasss tú te cuelasss por la entrada.

—¿Pero no ssserá peligrossso para ti?

—Que va, esss un gordinflón que apenasss se mueve, me encanta hacerle correr trasss de mí.

—¿Sabess que me caesss muy bien?

—También tú me caesss bien —siseó la serpiente, antes de dirigirse hacia los escalones de piedra.

Como había vaticinado el animal, mientras el guardia gordinflón corría tratando de atraparla infructuosamente, Harry se coló a través de la puerta de vidrio, llegando al vestíbulo principal.

Encontró que no había nadie en recepción, así que decidió subir al primer piso y averiguar con las enfermeras de guardia cuál era la habitación de Severus. Poniendo manos a la obra, localizó rápidamente las escaleras y empezó a subir.

Al salir al piso superior, se dirigió decidido a la joven bruja que estaba en el mostrador de enfermería y saludó con cortesía.

—Buenas noches, señorita.

La joven le miró, sorprendida, pero recuperándose rápidamente, le contestó de igual manera.

—Buenas noches, señor. ¿Puedo ayudarle en algo?

—Sí, por favor, ¿podría decirme cuál es la habitación de Severus Snape?

—¿Es usted familiar del señor Snape? —preguntó, mirándole con aire profesional.

—No, soy… —Harry dudo brevemente— un amigo.

—Lo siento, pero el horario de visita termina a las ocho de la noche. A esta hora sólo se permite la presencia de los familiares que acompañan al enfermo.

“Joder con el horario de visita”, pensó Harry a punto de cabreo. Intentando calmarse, esbozó su mejor sonrisa atrapa bobas e insistió.

—¿No podría decirme al menos el número de su habitación y en qué piso está?

Halagada por la sonrisa y la galantería de Harry, la enfermera buscó en un cuaderno.

—Lo siento —dijo al final, con una tímida sonrisa de disculpa—. No puedo darle esa información. El señor Snape tiene prohibidas las visitas.

—¿Prohibidas? —musitó Harry, preocupado—. ¿Por qué? ¿Acaso está grave?

—Nada de eso —le tranquilizó la joven—. Según pone aquí, es por petición del enfermo.

“Típico de Severus”, bufó mentalmente Harry. “Tengo que ver cómo averiguo esa información, pero de aquí no me voy sin verle”

—Muy agradecido, bella joven —con una nueva sonrisa, se dio media vuelta y marchó hacia las escaleras.

“Y ahora qué hago, no puedo empezar a buscar habitación por habitación”, reflexionaba, mientras subía al segundo piso, quizás allí descubriera algo de utilidad. Cuando estaba a puntó de salir al pasillo, vio a un joven medimago que cruzaba con paso cansado. Entonces, se le ocurrió una idea tan desesperada como descabellada.

“Cómo se enteren de lo que voy a hacer, ni ser el salvador del mundo mágico va a impedir que termine en Azkaban”

Siguió al medimago, teniendo cuidado de que el hombre no notara nada; por suerte, parecía bastante cansado e iba muy distraído. Mientras caminaba, Harry miraba a su alrededor, tratando de encontrar algo que le ayudara en sus planes. Todavía no sabía cómo lo iba a conseguir, lo único que tenía claro era que debía hacerlo por el método muggle; si usaba magia y analizaban su varita, estaría perdido.

Mientras pasaba por uno de los corredores, su vista se posó en el objeto ideal. Era una de esas jarras de barro que se usaban para poner agua, lo suficientemente pesada como para cumplir su propósito, pero no tanto como para descalabrar permanentemente al pobre hombre.

Sin detenerse a pensarlo nuevamente por miedo a arrepentirse, tomó la jarra y se apresuró hacia el medimago. Cuando le tuvo a su alcance, levantó el brazo, cerró los ojos, y la estrelló contra su cabeza.




sevRetazos de vida. Capítulo 4-Parte I Cap.3_zpszypobfdcharry
harryRetazos de vida. Capítulo 4-Parte I Cap.4-ii_zpssprmxxdasev


Última edición por alisevv el Sáb Feb 06, 2016 7:28 pm, editado 14 veces
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I   Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I I_icon_minitimeLun Jun 15, 2009 9:54 am

Ay!! Qué bonito te quedo. Además que marcha tiene Harry para ser un abuelo Wink , como se le arrima a Sev (que romántico sale aquí king)

Espero con ansias el próximo cap.

Luxe-Lube bye
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I   Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I I_icon_minitimeMar Ago 25, 2009 11:01 pm

Me ha encantado por fa continualo que esta genial.
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yami

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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I   Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I I_icon_minitimeVie Sep 18, 2009 4:13 pm

esto lo lei hace muuuxo tiempo...recien cuando iniciaba mi amor por harry y severus...no¡? es de hace tiempo no¡?¡
pero me cuerdo que no lo termine de leer!!...no sabes como buscaba tu fic y no lo encontraba!!...T.T..

conti please!!!!
yap¡?
besos y anrazos
byebye
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I   Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I I_icon_minitimeVie Sep 18, 2009 4:33 pm

Hola niñas lindas

Perdonen que no lo haya seguido acá, es que lo voy revisando antes de subirlo, y como ahora estoy con mi historia y las traducciones, esto lo he ido dejando; pero en cuanto termine Un regalo inesperado prometo seguir subiéndolo (o poquito a poco antes si consigo un poquito más de tiempo)

Pero si quieren leerlo ahora, está completo en Slasheaven Retazos de Vida

Luxe-Lube : Sí, nuestros abuelitos tienen marcha, y aún les queda mucha cuerda^^

Jerval: En cuanto pueda le sigo por aquí^^

Yami: Sí que tiene tiempo, es uno de mis primeras historias. Ya te puse el link por si no quieres esperar

Un beso enorme a las tres
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Luxe-Lube
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I   Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I I_icon_minitimeVie Sep 18, 2009 6:02 pm

Muchas gracias!!

Luxe-Lube Very Happy
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Yuki Fer
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I   Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I I_icon_minitimeMar Jun 10, 2014 2:12 pm

hahahahah ese harry es todo un loquillo.XD hahahahah pobre doc...u_u no me imagino al dia siguiente el tremendo dolor de cabeza por el jarraso..XD
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I   Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I I_icon_minitimeMar Jun 10, 2014 8:37 pm

me gusto mucho la actitud de Severus y Harry, y el nuevo amigo de Harry es agradable, y mas los celos que ocasiono a Severus, pobre del doctor
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I   Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I I_icon_minitimeMiér Jun 11, 2014 2:19 pm

Yuki, Harry es joven y enamorado... y un poco demente, jajaja

Helen, pues a Sev no le gustó Jarson tanto como a ti, jaja
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MensajeTema: Re: Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I   Retazos de vida. Capítulo 4-Parte I I_icon_minitime

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