La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Los peces en el río

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Araleh Snape

Araleh Snape


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MensajeTema: Los peces en el río   Los peces en el río I_icon_minitimeMiér Dic 07, 2016 7:06 pm

Resumen: 
El amor siempre te encuentra, y hallará el modo de converger los caminos de aquellos que se necesitan el uno al otro



Capítulos: 1
Palabras: 4540
Terminada: Sí
Advertencias: Ninguna
Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son de la autoría de JK Rowling




Los peces en el río 100




Los peces en el río



Los peces en el río 100



Afuera de la pequeña cabaña el aire soplaba helado y la nieve iba acumulándose a montones en el quicio de la ventana. Harry miraba el paisaje con nostalgia, recordando los inviernos vividos en Hogwarts, podía imaginar que en esos momentos el colegio ya se preparaba para celebrar la Navidad. Seguramente los corredores estaban tapizados de esferas y muérdagos, y un grandioso árbol adornaría el Gran Salón sin importar cuántos alumnos se quedaron a admirarlo.


Volteó hacia el interior de la cabaña. A pesar de los buenos recuerdos, no cambiaría su lugar por nada del mundo. Sonrió al mirar a su pequeño James jugar junto a la chimenea con uno de sus trenes de juguete. Fue entonces que unos golpes a la puerta los sobresaltaron. De inmediato James gateó hacia el sillón más cercano, escondiéndose tras de él.


Harry fue hacia la puerta y sonrió gentilmente al ver al encargado de la tienda de víveres llevándole un par de pesadas bolsas.


— No tenía porqué traerlas bajo esta ventisca, señor Bachler.

— No me perdonaría que el pequeño James se quedara sin sus galletas favoritas. —dijo el anciano dándole una de las bolsas a Harry para poder sacar un paquete dorado de la otra y mostrarlas al niño que apenas se permitía asomarse un poco tras del sillón—. Sigue siendo muy tímido ¿verdad?

— Es precavido solamente. Le agradezco mucho, Señor Bachler. —apuró Harry ansiando cerrar ya su puerta.

— ¿Cuántos años tiene ya? —insistió el hombre fingiendo no darse cuenta del impedimento de Harry para que pasara a la cabaña—. ¿No cree que debería interactuar con otros niños de su edad? Eso le haría mucho bien.

— James no tiene nada malo. —gruñó Harry olvidándose de su sonrisa—. Ahora si me permite, usted debe apurarse a regresar al pueblo antes de que anochezca y pierda el camino. Nuevamente muchas gracias por los víveres.


Harry colocó las bolsas en una mesa y rápidamente pagó al hombre para poder cerrar la puerta e ignorar que éste continuaba insistiendo para que se mudaran al pueblo por el bien del niño.


En cuanto se quedaron a solas, James salió de su escondite colocándose ansioso frente a su padre.


— ¿Puedo comer las galletas?

— Claro, amor, son tuyas. —concedió dándole el paquete—. Has sido muy buen niño y las mereces.

— ¿Es cierto que hay más niños en el pueblo?

— Supongo que sí pero ya te expliqué porqué no podemos visitarlos ¿lo recuerdas?

— ¿Por que son muggles y no deben saber que hacemos magia?

— No los necesitamos ¿verdad? Estamos bien solitos los dos ¿cierto?

— Sí, así estamos bien.


Harry suspiró aliviado, el niño abrió el paquete de galletas ofreciéndole una antes de empezar a comer las suyas olvidándose por completo del asunto.




xoxoxoxoxoxoxoxoxoxox




— ¡Papá! ¡Papá! —entró James gritando emocionado al interior de la cabaña, estaba todo cubierto de nieve, desde sus pequeñas botitas hasta su gorro de lana.

— ¿Qué pasa, cariño?

— ¡Ven afuera! ¡Tienes que ver lo que hacen los peces en el río!

— ¿Los peces?

— ¡Sí, apresúrate!


James tomó a su padre de la mano jalándole hacia el exterior, a Harry apenas le dio tiempo de tomar su abrigo antes de verse caminando dificultosamente entre la nieve acumulada por espacio de casi diez metros hasta llegar a la orilla del pequeño río.

De inmediato Harry notó a lo que su hijo se refería. Los peces nadaban alrededor de un remolino saltando contracorriente, atraídos por un extraño brillo que parecía brotar del centro.


— Eso… es raro.

— ¿Qué será lo que brilla, papi? —cuestionó James intrigado.

— No sé, quizá algún cristal roto o una piedra demasiado lisa.

— ¡Ve por ella!

— ¿Qué? ¿Pretendes que tu padre muera congelado? El agua debe estar helada, James.

— Pero tú eres fuerte y grande, yo sé que puedes lograrlo… ¡por favooor!


Harry sonrió nervioso, no le hacía gracia la idea de adentrarse en la corriente gélida, pero era incapaz de negarle nada a su hijo. Ya bastante hacía con ser buen niño siempre, nunca quejándose de la soledad en la que vivían desde la muerte de Ginny. A sus cuatro años, James prácticamente no conocía otro ser humano más que a él y al Señor Bachler.


Sacó su varita colocándose doble hechizo impermeabilizante, y armándose de valor por fin introdujo un pie dentro del agua ante la algarabía de James. Harry logró evitar la humedad, pero el frío le congelaba como agujas filosas en la carne, aún así no dio un paso atrás, sin embargo, cuando el agua ya le llegaba a la cintura, los peces del río abrieron la circunferencia del remolino atrapándole en él. La fuerza de la corriente casi lo hizo caer, y no tuvo más remedio que regresar a la orilla sin haber conseguido su cometido.


— Lo siento, cariño. —se disculpó con James intentando no titiritar demasiado—. La corriente es demasiado fuerte.

— De acuerdo. —suspiró desilusionado—. De todos modos ya no brilla, mira.


Harry volvió la vista al río y era cierto, todo había regresado a la calma, el agua seguía su curso sin agresividad y los peces en el río simplemente nadaban entre las rocas.




xoxoxoxoxoxoxoxoxoxox




Pasaron dos días sin que volviera a suscitarse ningún fenómeno extraño en el río. Harry sonreía enternecido al ver que su hijo se mantenía pendiente de la conducta de los peces. Si el día estaba bueno pasaba largas horas mirando el agua pasar con tranquilidad, y si no, lo hacía a través de los binoculares desde la ventana de su estancia.


Una mañana, Harry despertó sobresaltado con el llamado de James quien entró intempestivamente a su habitación brincando extasiado.


— ¡Otra vez está pasando, papá! ¡Los peces en el río están como locos y el agua brilla! ¡Ven rápido!

— Pero es muy temprano aún, James.

— ¡Pero no sabemos cuánto puede durar!

— ¿Y vas a querer que vuelva a meterme al agua? —cuestionó con desanimo.

— Si quieres yo entro pero tú ponme el hechizo para no empaparme demasiado.

— No, amor, está bien, vamos y veremos si ahora puedo sacar el vidrio para ti.

— ¡Eres el mejor papá del mundo!


Harry no estaba muy convencido de eso, pero se puso sus botas de nieve, un abrigo y salió a la intemperie notando más preocupado que algunos copos caían anunciando una nueva ventisca. De cualquier modo decidió no ponerlo de pretexto y siguió el camino hasta la orilla del río.


Los peces saltaban, giraban, bebían, se deslizaban contra la corriente de un pequeño remolino en cuyo centro volvía a desprenderse la luminosidad de un brillo inusual. Bajó la mirada hacia James que lucía entusiasmado ante la posibilidad de saber qué era aquello tan lindo, quizá era una canica maravillosa o una piedra que colocaría en su buró para que brillara por la noche.


Decidido a no salir sin un regalo para su hijo, Harry se colocó los hechizos y se adentró al río. En esa ocasión sintió más intensa la fuerza de la corriente, respiró hondo armándose de valor y caminó hasta la mitad del río. El agua ya le llegaba al pecho, tenía frío y el hechizo impermeabilizante no aguantaría mucho tiempo más.


Pudo llegar hasta el remolino. El agua era clara bajo la espuma, podía ver los peces girando ahora con la corriente e intensificándola. Tenía que darse prisa. Respiró hondo para aguantar la respiración y poder sumergirse en busca de lo que brillaba.


El agua era tan transparente y fría que le entumecía la piel. No demoró demasiado en localizar el objeto que provocaba la luminiscencia, fue hacia él sujetándolo entre sus dedos ya casi insensibles.


— ¡Lo tengo, James! —gritó al salir a la superficie—. ¡Es una sortija!

— ¿Una sortija? —cuestionó un poco desilusionado, preferiría que hubiese resultado una brillante escama de dragón o quizá un soldadito plateado.


Harry no notó el cambio de ánimo de su hijo, él estaba feliz por haberlo conseguido. Se tomó un par de segundos para mirar la argolla, era muy sencilla, apenas de un color niquelado antiguo y en cuyo interior tenía inscrito extraños jeroglíficos. Se disponía a regresar cuando la corriente provocada por los peces lo hizo finalmente perder el equilibrio y caer volviendo a sumergirse. En esta ocasión no le fue posible ponerse en pie y, aterrado, se vio siendo arrastrado río abajo.


— ¡Papá! —gritó James asustado por su padre.


Harry hizo un esfuerzo para salir a respirar, y su terror se incrementó al ver que James metía un pie en el río intentando ir a rescatarlo.


— ¡NO! —gritó desesperado—. ¡No entres, amor! —suplicó mientras hacía inútiles esfuerzos por ponerse de pie—. ¡Regresa a la cabaña, no te metas al río!


James obedeció inseguro y sacó su pierna aunque no regresó a la cabaña, vió como su padre permanecía bajo el agua por varios segundos y él ya se sentía morir de terror. Corrió por la orilla del río sin hacer caso de las órdenes de Harry, tan sólo quería encontrar un modo de ayudarlo a salir. Todo eso era su culpa, las lágrimas ya le empañaban la vista.


Harry estaba más asustado por James que por él. Estaba solo, si no lograba salir, se quedaría solo, y si se metía el río quizá moriría con él. Para colmo, había soltado su varita, no lograba concentrarse para hacer magia. Lo único que tenía claro es que no quería perder el anillo, era el tesoro para su hijo, era su regalo.


Y sin pensarlo dos veces, se lo puso en el dedo para no extraviarlo.


De pronto, se sintió sumergirse en un vórtice de imágenes sin sentido. Vio a James, a los once años, llegando a su primer día en Hogwarts. Todo tímido y asustadizo, queriendo llorar y desaparecer al ver tanta gente. Él no estaba acostumbrado a ese barullo, sólo retrocedía hacia un rincón mientras los demás niños reían y se presentaban entre ellos antes de ser llevados al Gran Salón donde les designarían sus casas.


Quería ir a abrazarlo, consolarle, pero él no estaba ahí para poder hacerlo. Sin embargo, una presencia apareció y con su imponencia hizo callar a todos los demás niños que le observaron intimidados. No fue así para James, su aparición le hizo sonreír por primera vez, corrió hacia el recién llegado lanzándose a sus brazos, sintiéndose a salvo cuando el hombre de largo cabello oscuro le envolvió con su cuerpo.


Hubo otras imágenes que no lograba comprender. James, más mayor, entrando intempestivamente en el despacho de uno de sus Profesores y exclamando excitado “¡Me besó, le gusto, me besó!”… James siendo extrovertido jugando Quidditch… James rodeado de jóvenes que le profesaban afecto y admiración.


Y entonces, se vio a sí mismo, orgulloso al ver a su hijo estudiar con ahínco para sacar las mejores notas. Sintió a alguien sentado junto a alguien, y de pronto esa persona enlazó sus dedos con los suyos inclinándose hasta susurrarle al oído: “Te amo”


… y él se sentía el hombre más feliz del mundo, su corazón latió con fuerza en el momento en que su acompañante se inclinaba buscando sus labios para besarlos. Todo era tan normal, tan delicioso… se sentía en su derecho de saborear aquella caricia, y luego introducir sus dedos en aquel cabello oscuro hasta llegar a su pálido rostro rosándole la mejilla. Le amaba, si de algo estaba seguro en su alma, es que amaba a esa persona con todas las fuerzas de su ser.


Para entonces ya se había olvidado del río, de los peces, y hasta de respirar. Harry dejó de luchar contra la corriente y tan solo se hundió con una sonrisa mientras su mente continuaba embriagado por aquella visión.




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Cuando abrió sus ojos, Harry creyó que continuaba bajo el influjo del anillo. Estaba en su cama cálida y seca, cubierto con sus mantas y adormecido por el crepitar del fuego de la chimenea, pero sobre todo, porque a su lado estaba sentado Snape, observándolo en silencio mientras le acomodaba el cabello tras de la oreja con una suavidad hipnótica.


— Ya era hora que despertara, Potter. —le saludó el hombre dedicándose a acomodarle las mantas.

— ¿Profesor Snape? ¿Qué está haciendo usted aquí?

— Podría hacerle la misma pregunta.


Harry sonrió con aquella respuesta, respiró profundo disfrutando del momento pero entonces su corazón sufrió un agudo sobresalto.


— ¡James! ¡¿Dónde está mi bebé?!

— Aquí estoy, papi. —respondió el niño apareciendo en la habitación sosteniendo cuidadosamente una taza de humeante chocolate que le llevó hasta la cama.


Harry tomó la taza tan solo para colocarla en el buró y dedicarse a abrazar a su hijo con fuerza. No se habría perdonado nunca si algo le pasara por su culpa.


— ¿Estás bien, amor? ¿No te mojaste?

— Su hijo es más inteligente de lo que esperaría por llevar su sangre. —intervino Snape—. Corrió hacia la vereda al pueblo en busca de ayuda y afortunadamente yo ya me encontraba en camino.

— ¿Usted me sacó del río?


Snape no respondió a la obvia pregunta, se inclinó hacia el buró para sujetar la varita de Harry entregándosela en la mano.


— Logré recuperarla también, espero que no vuelva a perderla.

— Le aseguro que no. Gracias, ha sido muy oportuna su llegada.


Severus asintió en silencio. Habían sido cuatro años de búsqueda pero ahora todo quedaba atrás, por fin dio con él, por fin podía respirar tranquilo sabiendo que podía seguir cuidando de Harry Potter.




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Durante la cena, Harry se asombró al ver que James no rehuía de Snape como hacía con el Señor Bachler, al contrario, se mostraba fascinado de escuchar las historias que éste tenía que contarle acerca de los años escolares de Harry quien agradeció que las censurara lo suficiente para no confundir a un niño desacostumbrado a la vida fuera de esa cabaña.


De reojo miraba a su ex Profesor sin poder evitar recordar las visiones que le diera el anillo. Extrañamente no se sentía cohibido por eso, al contrario, le incrementaba la curiosidad. Nunca se sintió atraído por ningún hombre en su vida, y no estaba seguro de que lo que sentía en esos momentos era real o no, pero le gustaba mucho tener la presencia de Snape en esa cabaña.


Después de la guerra, donde el Profesor había sobrevivido milagrosamente, Harry le visitó todos los días en San Mungo y poco a poco su relación se tornó lo suficientemente cordial como para que lo que en un principio fue por cortesía, ahora era disfrutable para ambos. Su amistad floreció a un ritmo que a ellos mismos sorprendía, por eso para Harry fue un golpe confuso la tarde que se presentó en San Mungo y Snape ya no estaba.


Le dieron de alta y se marchó sin siquiera decir adiós. Y eso lo entristeció por mucho tiempo, tan solo pudo superarlo gracias al cariño de Ginny, sin embargo, siempre deseó volver a verlo, y ahora estaba ahí, de regreso a su lado, diciéndole que le había estado buscando por todos esos años. Su estómago revoloteaba emocionado, sentía cosquillas en el pecho deseando saltar de alegría.


Incluso hasta lavar los platos le resultó una actividad disfrutable, y adoró oír la risa de James cuando Snape le contó el modo en que Harry atrapó su primera snitch. Aquella vida le parecía insuperable. Aunque en ocasiones sus ojos se desviaban hacia el anillo que encontró en el río y que ahora estaba sobre una repisa. Deseaba volver a experimentar aquellas vivencias, comprobar si era verdad lo que sintió, aunque también algo asustado de que si volvía a ponérselo ahora le mostrara imágenes totalmente diferentes.


La voz de James le sacó de sus pensamientos, el niño ya corría hacia la estancia para jugar junto a la chimenea. Harry sonrió viendo a Snape de espaldas a él, observando como el pequeño se alejaba de ellos.


— Aún me sorprende que no le evite. —comentó feliz—. Es un poco tímido con los extraños y…


Harry guardó silencio de repente. Snape se había girado hacia él y ahora su expresión era la misma que le hacía bajar la sangre a los pies. Inevitablemente su instinto le obligó a retroceder hasta toparse con la nevera. El Profesor aprovechó que el niño ya no les prestaba atención y se acercó rápidamente a Harry con pasos amenazantes cercándolo con su cuerpo.


— ¡No puedo creer que siga cometiendo estupidez tras estupidez, Potter! —gruñó en voz baja—. ¡¿Es que no se da cuenta que pudo morir?! ¡Pudo morir frente a su hijo!

— Fue… fue un accidente. —dijo intentando defenderse pero la voz le salió demasiado débil, después de todo no tenía muchos argumentos a su favor.

— ¡Pudiste morir! —repitió enfebrecido.

— ¡Ya sé, y sé que fui un estúpido, pero yo solo quería complacerlo, quería…!


Harry ya no pudo decir más, Severus cambió nuevamente su actitud y ahora le abrazaba con fuerza repitiendo: “Pudiste morir”. Su voz lucía ahogada en el cuello de Harry sin dejar de estrecharlo como si la posibilidad de su muerte le provocara un gran dolor.


Harry no sabía cómo sentirse ni cómo reaccionar. Mantenía sus brazos pegados a su cuerpo resistiéndose a extenderlos para corresponder al abrazo ¿era apropiado hacerlo? No lo sabía. Finalmente se permitió tan solo cerrar sus párpados y disfrutar de ese calor, tan semejante al de las visiones del anillo.


Al cabo de unos segundos, Snape volvió a apartarse, pero solo lo suficiente para apoyar su frente en la de su ex alumno.


— Me hubiera vuelto loco si después de tanto buscarte… ¡ay, Potter, no quiero ni imaginarlo!

— Estoy bien, y feliz porque has sido tú quien me encontró, Snape.

— No me contentarás con eso, Harry Potter, para colmo te pusiste el anillo… ¿es que no recuerdas lo que pasó a Dumbledore? ¿Porqué insistes en matarme lentamente de preocupación por ti?

— ¿Te preocupas por mí… como antes?

— ¿Qué quieres decir con eso?

— El anillo, tiene una clase de efecto mágico, me hizo ver cosas.

— Nunca confíes en lo que te muestra un objeto, puede ser maligno e intentar engañarte.

— Es posible, y me desconcierta que lo que vi no me provocó más que ansiedad de que todo fuese cierto. Se supone que debí rechazarlo, pero no fue así, me convenció que mi futuro puede ser totalmente diferente a lo que siempre creí, y que estaba bien, que hay otras opciones… que puedo descubrir mi destino donde jamás lo imaginé posible.


Mientras Harry hablaba, Severus fue separándose lentamente, intrigado por aquello que escuchaba y con el corazón pulsándole incrédulo ¿Realmente estaba comprendiendo lo que sucedía? La mirada intensa de Harry se lo comprobaba, pero aún se resistía a asimilarlo, por eso retrocedió un par de pasos. Bajó su mirada, tenía que estar equivocado en su interpretación, era demasiado. No se dio cuenta del suspiro desilusionado de Harry por su separación.


Harry fue hacia la repisa sujetando el anillo.


— Desde que desperté no hago más que desear volver a ponérmelo. —confesó en voz baja—. No sé cuál sea la intención de la sortija al mostrarme esas visiones, pero por más hermosas que sean, no quiero sumergirme en su trampa. Me dejé seducir y por su culpa estuve a punto de perder la vida. No quiero más mentiras, quiero realidades… quiero componer mis errores, no es la soledad lo que buscaba alejándome del mundo, era que la única persona que me hubiese detenido, ya no estaba.

— ¿La señorita Weasley?

— No, yo la amé pero ahora me doy cuenta que me quería ir desde antes… desde que tú te fuiste, Severus Snape.


Harry buscó la mirada de Severus, extrañamente no se sentía nervioso por su confesión. Severus le miró también, pero su rostro se mantuvo imperturbable hasta el momento en que James regresó a la cocina.




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Al día siguiente, ni Harry ni Severus hicieron mención de su plática, se comportaron como dos viejos amigos cuando fueron al bosque junto con James en busca de un árbol de Navidad. Sin embargo, Harry sentía que algo había cambiado entre ellos, por fortuna no para mal sino todo lo contrario, las miradas entre los dos eran más especiales que nunca, se sonreían como si compartieran un secreto, y hasta se jugaban bromas con la nieve.


James los observaba fascinado, nunca había tenido oportunidad de tener otro amigo que no fuera su padre, y disfrutaba mucho de haber conocido a Severus. Además, su padre lucía feliz con él, eso lo agradecía incluso más que el hecho de haberle salvado la vida.


Entre los tres adornaron el árbol, cantaron y comieron golosinas. Cuando hubieron terminado, Harry aprovechó que James estaba entretenido con un rompecabezas para ir a sentarse más cerca de Severus. Le gustaba estar así, en la alfombra muy cerca del fuego de la chimenea, pero era más agradable aún la calidez que desprendía el cuerpo de su ex profesor que las llamas del hogar.


— ¿Qué vas a hacer con la sortija?

— La guardaré en Gringotts, si te parece bien.

— Estoy de acuerdo, pero nunca me digas en qué Cámara o querré ir a buscarla. —comentó sonriente—. Recuerdo que cuando descubrí el espejo de Oesed, Dumbledore me dijo una vez que algunos hombres se consumieron en él sin saber si lo que vieron fue real o no.

— ¿Crees que el anillo tiene la misma función?

— No, quiero creer que no. El Espejo mostraba lo que deseaba, el anillo me muestra el futuro, confío en eso.

— Lo cual quiere decir que no había nada desagradable en lo que te mostró.

— Eso es su gran peligro, confiar en que todo estará bien siempre ¿no te parece?


Severus asintió aunque era difícil imaginar que algo podía estar mal en el mundo en esos momentos.


— ¿Profesor Snape? —le llamó Harry procurando sonar formal y provocador al mismo tiempo.

— ¿Señor Potter? ¿Qué pretende ahora?

— Quisiera saber porqué aún no me ha besado.

— Mocoso atrevido ¿qué no recuerda que su hijo puede vernos? ¿qué ejemplo quiere darle?

— Que sea feliz, que ame mucho a quien él elija.

— En ese caso, me encantaría ayudarle a educar a su hijo.


Cuando los labios de Severus tocaron los suyos, Harry comprobó que le prodigaban el mismo éxtasis que en sus visiones, supo entonces que agradecería siempre el haber encontrado ese anillo. Si no hubiera sido por eso, quizá habría vivido siempre confundido y temeroso por lo que una amistad provocaba en él.


Se besaron largo tiempo, succionándose con suavidad, disfrutando de su primer beso, el primero de muchos. Y aunque sus cuerpos eran un torrente apasionado de deseo no fueron más allá, por el momento fue suficiente, ya habría un tiempo para todo.


Para Severus aquello fue delirante, había llegado a esas montañas tras de Harry pero jamás imaginó que el amor que sentía por él pudiera esperarlo al final de su búsqueda. Tenía muy poco tiempo ahí y ya se sentía en casa, mucho más lo sintió cuando Harry apoyó su cabeza en su hombro y le abrazó. Frente a ellos crepitaba el fuego en una suave melodía, y muy cerca, James dejó de prestarle atención a su rompecabezas para verlos y sonreír.


Definitivamente ahora vivía un momento perfecto, estrechó más al joven de ojos de esmeralda contra su pecho susurrándole algo al oído provocando que el corazón de Harry vibrara sintiéndose el hombre más feliz sobre la faz de la tierra.




xoxoxoxoxoxoxoxoxoxox




Era medianoche cuando Harry despertó al sentir cuando alguien se introdujo bajo sus mantas. Sonrió complacido abrazándose a quien amaba más que nada en el mundo.


— ¿Porqué estás despierto, James? —preguntó sin enfadarse, siempre disfrutaba de la compañía de su hijo, a veces pasaban horas charlando sin importar desvelarse.

— No podía dormir, estaba pensando cosas.

— ¿Algo que te preocupe? —cuestionó incorporándose un poco para prestarle más atención.

— Un poco… ¿vamos a irnos de esta casa?

— ¿Irnos? ¿Porqué lo dices?

— No sé, creí que querrías vivir con Severus y él no vive aquí.

— ¿Y a ti te gustaría que nos fuéramos?

— ¿La verdad?... No. Me gusta mucho vivir solo contigo, y si Severus quiere, él también podría vivir aquí con nosotros, pero soy feliz en esta casa.

— Yo también, pero hay personas que quisieran conocerte ¿sabes?

— Si son como Severus también me gustaría conocerlos, pero podríamos ir a visitarlos un día y volver pronto a casa.

— Sí, esa es una buena propuesta. —admitió Harry suspirando relajado, en realidad él también quería continuar viviendo en ese lugar tan íntimo y apartado del mundo.


Giró el rostro para mirar hacia el sofá donde Severus dormía. No creía que fuera difícil convencerlo de quedarse con ellos, después de todo él también evitaba el contacto social en todo lo posible.


— Además… —prosiguió James—… no podemos dejar solitos a los peces del río ¿verdad?

— Es cierto. —afirmó divertido—. Después de todo gracias a ellos es que toda esta aventura empezó.


“Y me mostraron dónde encontrar un tesoro” Pensó Harry volviendo a mirar hacia Severus Snape. 



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MensajeTema: Re: Los peces en el río   Los peces en el río I_icon_minitimeJue Dic 08, 2016 12:22 pm

Arita como me hacia falta una de tus historias, ya se te extrañaba

Como siempre me ha encantado es tan lindo este James y tímido y tan lindo, me habia preocupado por el Sr. Bachler pero la parecer solo era un buen samaritano.

Y como regaño Sev a Harry eso fue muy divertido y lindo a la vez jajjaa, pero si que imprudente es nuestro Harry, lo bueno es que Sev llego para ayudarlo si no hubiéramos tenido paletita de Potter jajjaja.
Como siempre un placer leer tus historias, espero mas historias tuyas para leer

Besitos
PD. Esta cancion es mi preferida Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy Very Happy de todos los villancicos que me se jajjajaja
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MensajeTema: Re: Los peces en el río   Los peces en el río I_icon_minitimeJue Dic 08, 2016 7:25 pm

¿Y eso es todo? ¿No hay mas? Jooo, me dejaste con la miel en los labios

Muy linda historia Ara, pero yo quería masss lloro1

Besitos y gracias por escribir tan linda historia
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MensajeTema: Re: Los peces en el río   Los peces en el río I_icon_minitimeMiér Dic 14, 2016 10:00 pm

Oh, fue tan lindo. Me gustó por montones.
Harry tiene consentido a su hijo, ja, ja, ja, bueno, ni tanto, que es bien portadito por algo ¿no?

Aunque me quedé con algunas dudas como ¿qué onda con el anillo? ¿qué clase de objeto era? ¿qué hacía ahí o cómo llegó? Hubo un momento en que pensé que lo había mandado Severus, o algo, como una referencia a la espada de Gryffindor en el 7mo libro, en que Sev lo guía con su patronus, pero luego fue muy obvio que no fue así, ¿y realmente le mostró el futuro? ¿o fue una posibilidad? ¿o el futuro que en el fondo deseaba?... ah, yo quiero ese anillo  Razz .

Muy buen momento el de llegar de Snape, eso sí, que si no llega ese día, Harry se le muere... aunque también podría haber llegado antes e impedir que sucediera desde un inicio ¿no? tongue pero supongo que así se perdiera una parte importante de la historia.
Sea como sea, y pese a que comparto la opinión de que deja con ganas de más, me ha gustado mucho, ha sido un fic muy tierno y muy bueno.
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MensajeTema: Re: Los peces en el río   Los peces en el río I_icon_minitime

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