La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

  El amor que salvó un reino. Capítulo 11. Harry, ¿es tan difícil perdonar?

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alisevv

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MensajeTema: El amor que salvó un reino. Capítulo 11. Harry, ¿es tan difícil perdonar?    El amor que salvó un reino. Capítulo 11. Harry, ¿es tan difícil perdonar? I_icon_minitimeMiér Jul 09, 2014 7:00 pm

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A pocas yardas de la gruta donde estaban Harry y Severus, una furiosa Hermione despotricaba en voz alta, mientras Sirius hacía denodados esfuerzos por evitar que entrara en la cueva a rescatar a su hermano.

—Cinco minutos, Sirius —lo miró, lanzando dardos de furia por sus ojos castaños—. Si en ese tiempo no sale y deja en paz a Harry, yo misma voy a entrar a buscarlo.

—Hermi —suplicó el capitán, tomándola suavemente del codo—, cálmate mi amor.

Ella se soltó con cierta brusquedad y lo enfrentó.

—¿Cómo quieres que me calme?— bufó—. No debí hacerte caso. Debí quedarme allí, acompa…

—Mira, ahí viene Severus— la interrumpió Sirius, aliviado, para enseguida cambiar su expresión por una de asombro, al ver como su novia caminaba decidida hacia su futuro Rey y le cruzaba el rostro de una cachetada. De inmediato, miró a su alrededor y agradeció al cielo que estuvieran en la zona más alejada de las cuevas y nadie hubiera observado el suceso.

—¿Cómo pudiste, Severus?— Sirius notó que la voz de la joven temblaba de indignación y dolor—. ¿Cómo trataste a mi hermano como si fuera una furcia cualquiera?— Sirius intentó contenerla pero el Príncipe negó con un ligero gesto de cabeza; la chica tenía derecho a desahogarse y él debía escucharla hasta el final—. ¿Tienes idea lo que han sido estos meses para Harry? Lo único que hacia era estudiar sobre Moribia y soñar con el día que pudiera venir a reunirse contigo.

Hermione respiró profundamente para tomar fuerzas, aún le quedaban unas cuantas cosas por decir.

>>Cuando no estaba estudiando, se pasaba horas enteras en el jardín, leyendo tus cartas una, y otra y otra vez. ¿Tienes idea lo que tuvo que luchar para que lo dejaran venir antes de tiempo? ¿Lo que significó para mis padres dejarnos venir sin ellos? ¿Y sabes por qué lo hicieron? Porque confiaron en ti, en tu palabra de que harías feliz a su hijo— por primera vez desde que la chica había empezado a hablar, Severus fue incapaz de sostener su mirada y bajó los ojos—. A Harry le dieron el camarote más lujoso del barco, pero ¿sabes lo que hacía cada vez que podía? Se metía a hurtadillas en el que él decía era tu camarote, sólo para observar el amanecer desde allí— Severus sintió como si una mano enorme estrujara su corazón—. Y revisaba una y otra vez los pocos libros que había, como si en una de esas pudiera suceder un milagro y algún libro de aventuras pudiera salir de la nada, sólo porque en una de tus cartas se lo habías ofrecido.

—Lo siento.

La joven negó fuertemente con la cabeza.

—Eso no me sirve, Su Alteza— replicó, alzando la barbilla, lágrimas rodando por sus mejillas—. Que Dios le perdone, yo no puedo.

Y sin otra palabra, la muchacha dio media vuelta y regresó a la cueva con su hermano. Severus quedó largo rato en silencio, la cabeza gacha, hasta que sintió una mano amiga que apretaba su hombro en un gesto fraternal.

—Está muy alterada por todo lo que ha pasado, Severus— se escuchó la voz ronca de Sirius—. No quiso decir todo lo que dijo.

—Sí quiso— Severus clavó sus ojos negros en los azul oscuro del otro—. Y tiene razón. Me comporté como un canalla.

El capitán no podía negar lo evidente, así que se limitó a apretar más su hombro. Luego de unos segundos, preguntó en voz baja:

—¿Qué ocurrió con Harry?

Severus se alejó unos pasos y respiró profundamente.

—Me perdonó.

—¿Te perdonó?— el tono del hombre sonaba verdaderamente extrañado. ¿Cómo lo había perdonado con tanta facilidad?—. ¿Entonces por qué estás así?

—Me perdonó… como humano— la voz ronca estaba a punto de quebrarse—. Pero no quiere saber nada de mí, ni siquiera como amigos.

Sirius pensó que demasiado bien librado había salido su amigo. De lo poco que conocía a Hermione, seguro que si él le hubiera hecho algo parecido mínimo le cortaba las…Sacudió el aterrador pensamiento y preguntó en voz alta:

—¿Ahora qué vas a hacer?

—Sinceramente, no lo sé— el rostro del hombre lucía desolado—. Pero aún me ama, y mientras eso siga así, tengo esperanzas. Me voy a ganar su cariño nuevamente, lo juro— un nuevo momento de silencio y al final Severus emergió de su tristeza y salió a flote el organizador y estratega—. Por favor, haz que instalen a Harry y a Hermione en la zona de cuevas donde duerme Draco— Sirius asintió, aceptando en silencio el abrupto cambio en la conversación—. Que tengan todas las comodidades de que disponemos, lo mejor que se pueda, y asigna un guardia adicional a la zona durante la noche, quiero que estén muy protegidos.

—Así lo haré— asintió Sirius—. Me encargaré de todo, no te preocupes. Ve a dormir un rato, necesitas descansar— al ver que el hombre se iba a negar, lo atajó—. No protestes. Ahora estás desgastado física y emocionalmente, y te necesitamos en plenas facultades.

—No voy a poder dormir— gruñó el Príncipe.

—Pero al menos descansarás. Recuerda que aún tienes que enfrentarte a Remus Lupin, y te aseguro que no va a ser un encuentro agradable, cuando se enfada tiene un genio de mil diablos. Vamos, te acompaño hasta donde está tu guardia.

Pensando que había olvidado al tío de Harry y que Sirius tenía razón, estaba demasiado agotado emocionalmente para resistir una pelea más, el hombre de ojos negros dio la vuelta y caminó de regreso a su cueva. A su lado, Sirius Black se preguntaba en qué iría a terminar todo ese lío.



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Después de dejar a Severus, Sirius había vuelto a la cueva donde estaba Harry, para comunicarle a los chicos que iba a prepararles el traslado a un sitio más cómodo, y a pesar de las reiteradas protestas de Harry sobre su falta de apetito, insistió en enviarles algo de comer mientras gestionaba todo lo demás.

Una hora después, regresó para guiarlos a sus nuevos aposentos. A diferencia de la miserable cueva en la que Harry había estado hasta entonces, esta vez entraron a una espaciosa galería, conformada por una estructura rocosa que despedía un hermoso y suave brillo dorado, y alrededor de la cual se abrían una buena cantidad de grutas.

En el techo, un amplio boquete, abierto artificialmente, proporcionaba ventilación y luz, y en caso de lluvia, estaba protegido por una ventana, que podía ser abierta desde abajo gracias a un ingenioso artilugio.

—Esta es la zona donde están las habitaciones de las jóvenes solteras y de Draco, que era el único varón fértil, hasta ahora— comentó Sirius, al ver sus rostros, maravillados—. En esa cueva— señaló hacia una de las entradas—, duerme Aurora Sinistra. Es viuda y lo suficientemente mayor como para servirles adecuadamente de protección.

—¿A quién estás llamando vieja, jovencito?— se escuchó una divertida voz y Sirius se giró hacia una elegante dama que, pese a usar ropas de campesina, destilaba clase por todos los poros.

—Nada mas lejos de mi intención, Lady Aurora— el capitán sonrió, inclinándose respetuoso a besar la mano de la dama, quien también le sonrió como saludo, antes de fijar su bondadosa mirada en Harry y Hermione.

—¿Así que ustedes dos son mis nuevos polluelos?— aunque el apelativo no gustó muy especialmente a los más jóvenes, fue dicho con tanta dulzura que no pudieron menos que sonreír y asentir.

—Lady Aurora, le presento a Lady Hermione y Lord Harry Potter— declaró Sirius.

Luego que terminaron las presentaciones, la dama se encaró con Sirius.

—¿Y tú que haces todavía aquí?— le reclamó, fingiendo una dureza que estaba muy lejos de sentir—. Bien sabes que esta zona es de acceso restringido.

—Ya termino, sólo un segundito— dijo Sirius, para luego mirar a los otros dos y murmurar—: No se preocupen, no es tan fiera como quiere hacer ver.

—Capitán, te estoy escuchando.

Riendo, el hombre habló nuevamente con los recién llegados.

—Aquella es tu gruta, Hermi, y la de al lado la de Harry. Dentro están todas sus cosas, pero la ropa que trajeron no es la más apropiada para este sitio.

—¿Qué nos pondremos entonces?— preguntó su prometida.

—Les dejé un par de prendas por el momento, mañana conseguiremos más— los miró como pidiendo disculpas, antes de agregar—. Son ropas de campesino, pero les va a permitir moverse más cómodamente, y además son más abrigadas, que conforme avance el invierno el tiempo en las montañas se va a poner cada vez más frío.

—A mi me parece perfecto— convino Harry, la idea de poder vestir ropa cómoda le encantaba.

Aunque un tanto desilusionada al no poder lucir sus vestidos nuevos, Hermione comprendió que era lo más sensato y asintió.

—No te preocupes, mi preciosa— musitó Sirius, leyendo la decepción en su rostro—. Te prometo que muy pronto vas a poder lucir tus bellos vestidos, pero hasta de campesina vas a estar hermosa— se inclinó para besar a la chica pero una fuerte tos fingida resonó en la galería y no le quedó otra que retirarse, presuroso.

Mirando de mala manera a una sonriente Lady Aurora, siguió explicando:

>>Tenemos dos enormes comedores que compartimos todos los que vivimos aquí, pero si prefieren comer aparte, podríamos improvisar algo aquí.

—¡Por supuesto que no!— exclamó Harry, indignado—. Comeremos con los demás.

—¡Perfecto!— Sirius sonrió nuevamente—. En cuanto al baño, todo el conjunto de cuevas está recorrido por un río subterráneo, y doy gracias al cielo por ello— comentó sonriendo.

—Y también yo— agregó Lady Aurora.

—Al final del corredor se abre una gruta por donde corre un ramal del río. Allí se hizo una especie de estanque artificial, lo único que tienen que hacer es poner un aviso para indicar que lo están utilizando. Y la mejor parte es que el agua es tibia— les guiñó un ojo con complicidad—. Bien, creo que ya me puedo retirar, ustedes necesitan asearse y dormir. Cualquier duda, pregunten a Lady Aurora.

—Espera, Sirius— pidió Harry, cuando el hombre se disponía a partir—. No podemos irnos a dormir, tenemos que ir a ver a tío Remus.

—Pero que tonto soy— exclamó el capitán—, ya me iba sin decirles. Antes de irlos a buscar pasé por el hospital. Su tío está bien y duerme tranquilo, no creo que despierte en unas horas. Así que creo que lo más razonable es que ustedes también duerman. En la entrada a la galería va a estar gente de guardia, cuando despierten pidan que vayan a buscarme y yo los llevaré con Remus, ¿está bien?

A regañadientes, ambos asintieron, y el hombre salió por fin.

—Bueno, chicos, creo que ahora sentaría bien un baño para quitarse el polvo del camino— dijo la dama mayor—. ¿Quien quiere ir primero?

Galante, Harry cedió la primicia a su hermana. Mientras la chica entraba a buscar algo de ropa a su cueva, él también se dirigió a la que le correspondía. Al entrar, encontró una nueva sorpresa. El ambiente que lo recibió era realmente cálido. Había un jergón formado por algo muy suave, como Harry comprobó al sentarse sobre él, y de alguna manera supo que ese tipo de cama no la tenía todo el mundo. También tenía unas prístinas sábanas blancas y un par de cobijas de alegres colores.

Al lado de la cama había una mesilla y encima de ésta un quinqué. En una esquina, donde la roca sobresalía formando una especie de mesón de piedra, habían colocado algunas prendas de ropa y unos paños grandes que le servirían para secarse después del baño. Al lado, en el piso, su equipaje permanecía sin abrir.

Desganado, sintiendo que cada uno de sus pies pesaba una tonelada. Harry fue hacia el baúl mas chico y lo abrió. De su interior sacó ropa interior y una camisa de dormir, además de unos cuantos objetos de aseo personal.

En una de las vueltas que dio al baúl, buscando las cosas, su mano tropezó con las cartas. Sus cartas…. No, ya no eran sus cartas, pensó con tristeza. Casi sin darse cuenta, se deslizó hacia el piso, aferrando el paquete de cartas contra su pecho. Y una vez más, las lágrimas de tristeza afloraron a sus ojos, empezando a recorrer el camino que tan bien habían aprendido en las últimas horas.



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Draco despertó al mediodía, y luego de comer un poco, se encaminó hacia la caverna que servía de hospital, con la intención de ver cómo seguía Remus. Al llegar, observó la cama del herido, y al notar que estaba vacía, frunció en ceño. Preguntándose qué habría pasado, se acercó a una joven, que atendía un paciente en una cama cercana.

—Cho, buenas tardes— saludó con una sonrisa.

—Lord Draco, buenas tardes— contestó ella, enrojeciendo turbada. El joven rubio rió internamente, ya estaba acostumbrado a ese tipo de reacción en las jovencitas que pululaban por el lugar.

—¿Me puedes decir dónde está el paciente de esa cama?— Draco señaló el jergón vacío—. No lo veo por aquí cerca.

—Oh, Milord, el señor se puso muy mal.

—¿Mal?— repitió, frunciendo el ceño, preocupado,

—Sí, hace un par de horas empezó a subirle la fiebre. El doctor lo auscultó y dijo que había que operarlo de inmediato— explicó, señalando el fondo de la inmensa cueva, donde unas cortinas improvisadas ocultaban la zona donde acostumbraban operar de la vista de los curiosos.

—¡Demonios!— murmuró el chico entre dientes, antes de preguntar en voz alta—. ¿Hace mucho que empezó la operación?

—Alrededor de una hora.

—Esta bien, gracias— sonrió levemente a la muchacha y se dispuso a esperar que la operación concluyera.

Casi una hora después, la cortina se corrió y del sitio salió Igor Karkaroff, en su rostro eran evidentes las huellas de tensión y preocupación. Enseguida, Draco se acercó a él.

—¿Cómo se encuentra Lord Lupin, doctor?

El hombre se desprendió de la bata que llevaba puesta y la entregó a una de sus ayudantes.

—Lo están terminando de suturar— informó el médico, con semblante serio—. La operación fue bien, ahora hay que esperar que reaccione favorablemente. Todo depende de él.

—¿Pero qué fue lo que ocurrió?— el joven estaba realmente extrañado—. Cuando me fui a acostar estaba tranquilo y parecía evolucionar satisfactoriamente.

—Fue el bazo, al parecer se maltrató con la caída. Lord Lupin empezó a quejarse de un fuerte dolor en el lado derecho y la fiebre empezó a subir. Como no tenía idea de cual podía ser la causa, decidí hacer una intervención exploratoria.

—¿Hubo necesidad de extraerle el bazo?— Draco ahora si estaba realmente preocupado. Una operación de bazo era algo muy delicado y los pacientes a los que se efectuaba la extirpación del órgano morían con demasiada frecuencia.

—Por suerte la lesión era muy pequeña y pude suturar— replicó el hombre y Draco respiró, aliviado—. Eso es bueno, sin embargo, como ya dije, tenemos que esperar. Todavía no está fuera de peligro— miró al muchacho atentamente—. Necesito alguien que lo vigile constantemente y me informe cualquier cambio, por pequeño que sea, ¿podrías hacerlo? Es un caso demasiado delicado para dejarlo en manos de una de las chicas.

—No se preocupe, doctor. No me moveré de aquí.

—Tengo entendido que Lord Lupin llegó con otras personas, ¿no?

—Sí, sus dos sobrinos.

Ante esta información, el galeno llamó nuevamente a la enfermera, que se acercó presurosa.

—Cho, por favor, haz que vayan a buscar a la familia del señor Lupin— se giró hacia Draco, interrogante—. ¿Alguna idea de dónde pueden estar?

—Supongo que descansando, los ubicaron en la galería de los donceles— replicó el joven rubio—. Para estar más seguros, es mejor que avisen a Sirius. Él los conoce, considero que es preferible que sea quien les cuente la situación.

Asintiendo, el doctor regresó su atención a la chica.

—Mejor que busquen al Capitán Black. Que le pidan consiga a la familia de Lord Lupin y vengan a la brevedad posible.

Mientras ella salía a cumplir el pedido, un movimiento en las cortinas del fondo alertó a ambos hombres.

—Ya traen al enfermo. Vamos— y en compañía del mas joven, se encaminó a la cama a esperar a su paciente.



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—Tío Remus — Hermione, con Harry y Sirius pisándole los talones, se precipitó hacia la cama donde Draco ponía paños de agua fría sobre la frente del herido—. ¿Por Díos, qué pasó?

—¿No dijiste que estaba bien?— Harry miró a Sirius, su preocupación manifestándose en forma de furia sorda.

—Y lo estaba— se defendió el capitán—. No tengo idea de lo que pasó.

—Si me permiten, yo puedo explicarles— se escuchó una voz ronca que hablaba en tono profesional y tranquilizador. Todos dirigieron su atención hacía el hombre que había hablado y que los saludó con una leve inclinación cortés—. Soy el Doctor Igor Karkaroff, el encargado del hospital.

Haciendo un esfuerzo por controlarse, Harry respondió al saludo con amabilidad.

—Harry Potter, y mi hermana, Hermione. Lord Remus Lupin es nuestro tío— ante el asentimiento del galeno, preguntó—: ¿Sería tan amable de decirnos que pasa con nuestro tío?

—Tuvimos que operarlo de emergencia. El golpe que recibió Lord Lupin dañó su bazo.

El ceño de Harry se frunció con fuerza y su mirada se oscureció de miedo, mientras Hermione daba un pequeño gemido ahogado. En sus días de aprendizaje en el hospital habían visto varios casos de operación de bazo y casi ninguno había tenido buen desarrollo en la etapa de recuperación. Haciendo un gran esfuerzo, controló lo suficiente el temblor de su voz antes de preguntar.

—¿Lo extirpó?

—Afortunadamente, no fue necesario— un suspiro de alivio escapó de la garganta de ambos jóvenes—. Sin embargo, Lord Lupin aún no está fuera de peligro. Las siguientes horas serán cruciales.

Mientras Hermione enterraba su rostro sollozante en el pecho de Sirius, Harry asintió ante el doctor y lentamente se dirigió al lado del enfermo y acarició su rostro con profundo cariño, mientras sus verdes ojos se llenaban de lágrimas.

—Va a estar bien, ya verás— escuchó una calmada voz—. Lograremos que salga de ésta y se ponga bien.

Harry levantó la cabeza y fijó la vista en Draco, que lo miraba con comprensión y simpatía.

—Gracias por ayudarlo— musitó, antes de tomar una banqueta cercana, sentarse al lado de la cama y tomar la mano de su tío.

Las siguientes horas transcurrieron en medio de la angustia. Vigilado por los ojos atentos de Draco y sus sobrinos, Remus comenzó el duro proceso de recuperación. Al final de la tarde llegó Severus, quien acababa de regresar de una incursión con algunos de sus soldados. Se quedó parado a cierta distancia, acompañado de Sirius, mientras su corazón clamaba por acercarse a Harry y abrazarlo para con su amor borrar toda la desolación que se mostraba en el hermoso rostro de su pequeño jardinero. Pero éste no le había dirigido ni una mísera mirada desde que llegara, y Severus sabía que cualquier tipo de acercamiento sería rechazado.

Al anochecer regresó el médico, y luego de revisar al herido dio la buena noticia: Lord Remus Lupin estaba fuera de peligro. Y entre las escenas de alegría y los abrazos fraternales que siguieron a la buena noticia, Severus sintió que su corazón se hundía un poco más en la desolación, porque ninguno de los abrazos del hombre que amaba fue compartido con el, ninguna de las radiantes sonrisas o las brillantes miradas fue para él.



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Las vidas de Harry y Hermione adquirieron una serena rutina. Habían hablado con el Doctor Karkaroff y solicitado permiso para ayudar en el hospital, lo cual el buen médico agradecía de corazón pues, con las continuas escaramuzas, a veces el personal de enfermería no se daba a vasto para atender a todos los heridos que llegaban.

Remus, por su parte, progresaba a ojos vista, bajo el atento cuidado de Draco, quien lo cuidaba con verdadera dedicación, además que era el único capaz de controlar al habitualmente amable Remus, cuando la inamovilidad a la que lo obligaba su reposo absoluto superaba su paciencia.

Severus había ido a hablar con él dos días después de su operación y se había disculpado por haberse llevado a Harry de manera tan abrupta. Por un acuerdo tácito habían decidido ocultarle a Remus lo que había ocurrido entre Harry y Severus, así que aunque le extrañó el distanciamiento del Príncipe y su sobrino, el hombre de ojos dorados asumió que sería una pelea de enamorados y aceptó las disculpas de Severus, exigiéndole que no volviera a ocurrir algo parecido.

Harry trabajaba mucho en el hospital y regresaba a su cueva cansado, cosa que agradecía porque así no tenía ánimos para seguir regodeándose en su tristeza y pensando en Severus, a quien, pese a todos sus propósitos en contra, cada día amaba más, y por quien la preocupación lo embargaba cada vez que el hombre salía del campamento a una nueva misión.

La primera sorpresa la recibió siete días después de su llegada a Moribia. Al regresar a su habitación, en la entrada de la gruta encontró una pequeña y hermosa edelweiss, una flor blanca que sólo crecía en las altas montañas y resultaba muy difícil de encontrar. Al lado de la flor, unas cuartillas escritas a mano por la elegante letra de Severus.

Al ver la carta, Harry dudo entre la ansiedad de leerla y las ganas de echarla al fuego. Al fin, pudo más su ansiedad, y tomando la flor y las cuartillas, entró en la habitación y se lanzó en la cama.

Pero cuando desplegó la carta, abrió los ojos, sorprendido. No decía lo que él pensaba leer y que se estaba preparando para rechazar.


Harry

Te prometí que en tu viaje hasta aquí, tendrías un montón de libros de aventuras para leer en el barco. Lamentablemente, entonces no pude cumplir.

Ahora tampoco puedo conseguir libros, la situación actual no me lo permite. Sin embargo, espero que esto pueda servir mientras tanto. Estas cuartillas las escribí yo, recordando viejas aventuras y leyendas que escuché siendo muy joven.

Por favor, no las tires al fuego, ni tampoco la flor. Yo merezco tu desprecio, pero ellas no merecen ese final tan triste.

Amándote, aunque sé que no te merezco.

Severus


Harry enjugó una lágrima de emoción que corría por su mejilla. Luego, colocó la flor con cuidado entre las páginas de uno de los libros que había traído de Inglaterra y dejó las cuartillas sobre su cama. Con prisa, cambió su ropa de faena por una camisa de dormir y se metió bajó las cobijas con las hojas en la mano, dispuesto a no dormirse hasta que hubiera leído hasta la última letra.



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En los siguientes días, la llegada de la flor acompañada de una nueva historia, se había convertido en una rutina fervientemente esperada por el joven de ojos verdes. Sin embargo, dos semanas después de la llegada de la primera flor, Harry todavía se sentía incapaz de olvidar todo lo pasado y dar una nueva oportunidad a Severus.

A su tristeza por el distanciamiento con Severus, se habían agregado un montón de preocupaciones adicionales.

Primero estaba la salud de su tío; afortunadamente, Remus se estaba recuperando satisfactoriamente y el Doctor Karkaroff les había asegurado que, si guardaba el reposo debido y seguía las indicaciones al pie de la letra, era más que probable que no quedara ninguna clase de secuela futura. Inconscientemente, Harry sonrió al recordar como Draco Malfoy se encargaba que eso se cumpliera con puño de hierro y cómo su tío se comportaba cual manso corderito bajo su mandato.

Luego estaba la preocupación por sus padres. En la situación que se encontraban era de todo punto imposible enviarles una carta. Harry sabía que si después de un tiempo razonable no recibían noticias, los Marqueses se iban a preocupar terriblemente y temía especialmente por la salud de su padre.

Por último, pero no menos importante, estaba la situación en Moribia. De tanto en tanto, con el corazón en un puño, veía partir a Severus, Sirius y los demás, en misiones de las que muchas veces regresaban vapuleados y con un montón de heridos, e incluso habían ocurrido algunas muertes, lo que había llenado de tristeza y desesperanza a todo el campamento. Y lo peor es que aquella terrible situación no parecía tener fin a corto plazo.

—Si al menos pudiéramos avisar a Neville— musitó, mientras tomaba la edelweiss que había recibido la noche anterior y la miraba, pensativo. Un suave ruido en la entrada de su gruta lo sacó de sus meditaciones.

—Harry, ¿estás ahí?

Levantó la vista, para fijarla en las modestas pero prolijas cortinas que cubrían la entrada.

—Sí, Hermione, pasa— el sonriente rostro de su hermana apareció en el umbral—. Vaya, parece que el paseo con tu capitán te puso de buen humor.

Sin dejar de sonreír, la chica pasó, se sentó al lado de su hermano y tomó la flor de sus manos.

—Es hermosa— musitó—. ¿Sabes que la leyenda cuenta que los hombres que pretendían probar su amor tenían que subir más de dos mil metros para conseguir una y entregarla a su amada? Es una lástima que sean tan difíciles de conseguir. Sirius me dijo que ya quedan muy pocas flores en el pequeño arbusto que descubrió Severus— Harry no contestó y la chica siguió hablando, mientras acariciaba los delicados pétalos—. Yo estaba furiosa con Severus, pero ahora tengo que admitir que me da pena. ¿Sabes lo que me contó Sirius? Severus se pasó varios días buscando, hasta que logró encontrar un arbusto con edelweiss, no permitió que nadie las buscara por él. Además, las historias que te manda las escribe en la noche. Sin importar cuan cansado llegue pasa horas escribiendo…

Harry se levantó bruscamente.

—¿A qué viene esto, Hermione? ¿Acaso Severus te mando de mensajera?

—Harry, no te molestes, por favor— suplicó la chica—. No me mandó nadie. Sirius me lo contó y yo consideré que deberías saberlo, es todo— tomó la mano de su hermano e hizo que se sentara de nuevo a su lado—. Puedes creer que Sirius me dijo que también estuvo buscando un arbusto de flores para enviarme— preguntó con tono divertido. Harry la miró levantando una ceja y negó con la cabeza—. Yo tampoco se lo creí, pero me hice la que sí.

Ante el gracioso mohín que puso su hermana, el joven no pudo evitar echarse a reír.

—¿Y a dónde fueron en su paseo?

—A ningún sitio especial, sólo estuvimos caminando un rato por el parque— comentó, refiriéndose a una zona del bosque donde habían instalado varios bancos de piedra y que los habitantes del campamento usaban para pasear—. Pero fue muy relajante; había niños jugando y parejas paseando. En increíble ver como pese a esta locura de guerra la vida continúa— Hermione calló unos segundos, pensativa—. ¿Crees que esto se solucione pronto?

—Seguro que sí, hermanita, ya verás.

—Sirius no me lo ha dicho directamente, pero sé que la situación es muy difícil. La gente de Malfoy está por todos lados. Creo que la única posibilidad sería ayuda externa.

—Sí, así inició todo esto— comentó Harry con tristeza—. Por eso Severus se vio obligado a comprometerse conmigo.

—Escúchame bien, Harry Potter— la joven lo tomó por los hombros e hizo que lo mirara—. Severus viajó a Inglaterra por la situación de Moribia, pero se comprometió contigo porque te ama. Es un troglodita, cierto, pero te ama.

Harry sacudió la cabeza.

—No volvamos a ese tema, mejor cuéntame qué más hicieron.

—Pasamos por el hospital a ver a tío Remus— siguió contando la chica—. Por cierto, te mandó decir que el hecho de que no haya casi pacientes y no tengas que ayudar, no quiere decir que te olvides de él.

—Iré a verlo más tarde— prometió el joven.

—Estaba jugando ajedrez con Draco. Y ya que lo menciono— aquí Hermione bajo la voz hasta asumir un tono cómplice—, ¿a ti no te parece que esos dos….?

Su hermano se hecho a reír.

—Absolutamente. Babean el uno por el otro.

—Crees que se atrevan a confesárselo algún día.

—Más les vale o tendremos que tomar cartas en el asunto.

—A ti no te importa, ¿verdad?— Hermione se veía dudosa—. Me refiero a que tío Remus y Draco se enamoren. Como él es hijo de Lucius Malfoy.

—Para nada— declaró Harry, rotundo—. Draco es una excelente persona y ellos dos se complementan. Además, es de familia noble y fértil, la Corona no pondría ningún impedimento para el casamiento. Creo que Draco es perfecto para nuestro tío.

—Sólo falta que ellos dos se den cuenta de que son perfectos el uno para el otro. Especialmente tío Remus, lleva años escapándose del matrimonio.

—Sí, sólo falta ese pequeñísimo detalle.

E intercambiando una mirada burlona, los hermanos Potter se echaron a reír, divertidos. En realidad, estaban seguros que, esta vez, Remus Lupin ya no tenía escapatoria.



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En el tiempo que llevaban en el campamento, todos habían hecho una gran amistad con Draco, no sólo por todas las atenciones y el interés dedicado a Remus, sino porque su alegría y simpatía eran fáciles de querer.

Una noche, un par de días después de la conversación con Hermione, Draco emparejó con Harry cuando ambos se dirigían a la galería de los donceles, una vez concluida la cena. Caminaron mucho rato en silencio, compartiendo una agradable camaradería, hasta que el joven rubio detuvo su paso, haciendo que el otro lo imitara.

—Harry, me gustaría hablar contigo antes que lleguemos a las cuevas.

Al notar la seriedad en el rostro de su amigo, el moreno asintió en silencio y lo acompañó unas millas, hasta llegar a un pequeño paraje boscoso, bajo uno de cuyos árboles se sentaron, iluminados por la luna llena que brillaba en todo su esplendor.

—¿Qué pasa, Draco, pareces preocupado?

El rubio tardó en contestar, no le gustaba meterse en asuntos ajenos, pero ya no soportaba ver los ojos tristes de su tío, y por qué no decirlo, tampoco los de Harry. Alguien debía hacer algo y pronto, así que animándose al fin, miró el rostro serio del moreno.

—Harry, ¿nunca vas a perdonar a mi tío?

El aludido se puso tenso y se levantó de inmediato, alejándose unos pasos. Primero Hermi y ahora Draco. ¿Qué les había dado a todos por interceder por Severus? El joven rubio lo imitó, acercándose a él.

>>Sé que tío Severus metió la pata hasta el fondo, pero está muy arrepentido y te ama. Y aunque tú lo niegues también lo amas— al ver que el otro no contestaba, insistió—. ¿Tan difícil te resulta perdonar?

—Yo lo perdoné— fue la frágil respuesta.

—Lo perdonaste de la boca para afuera, pero tu alma sigue resentida— declaró Draco sabiamente—. Tu corazón sigue amándolo, pero no le haces caso. Tú sólo escuchas al orgullo herido, Harry.

—¿Qué te pasa?— Harry espetó, molesto—. ¿Acaso piensas que debo dejar que me maltrate y pisotee y responder con una sonrisa? ¿Eso es lo que crees que debo hacer?

—Lo que yo crea no importa, amigo— Draco continuó en el mismo tono tranquilizador—. Eres tú quien debe decidir qué es más importante, si perdonar de corazón y permitirte vivir el amor y ser feliz, o seguir aferrado a tu orgullo y ser infeliz. Yo en tu lugar no dudaría, lo juro, pero no puedo elegir por ti, ¿verdad? Nadie puede.

Al ver que Harry no contestaba, perdido en sus emociones, suspiró.

>>Anda, regresemos a la galería. Hoy fue un día pesadísimo y mis pies ya no dan más.

Mientras caminaba junto a su amigo, Harry iba sopesando todo lo que le había dicho. Sabía que nunca iba a amar a nadie como amaba a Severus. ¿Acaso era tan difícil darle a su amor una nueva oportunidad? ¿Realmente estaba dispuesto a permitir que el orgullo y la decepción lo siguieran dominando y ser eternamente infeliz?

Ante la respuesta de su corazón, sus labios sonrieron suavemente.

No, definitivamente no.



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Draco supo que su intervención había sido exitosa cuando entraron a la galería donde estaban sus dormitorios. En cuanto Harry vio la flor y las cuartillas que como cada noche se hallaban en la entrada de su gruta, corrió a tomarla, con la sonrisa en los labios y los ojos brillantes de anticipación.

Vio como su amigo entraba con rapidez en su sitio y, sonriendo satisfecho, se dirigió a descansar, realmente estaba muerto.

Mientras eso ocurría, en el cuartel general un compungido Severus conversaba con el capitán de su guardia.

—¿Y cómo van las cosas con Harry?— preguntó Sirius, dando un sorbo al aguardiente que tenía en su mano.

—Igual— el rostro de Severus estaba sombrío—. Cada noche le he dejado una flor y una nueva historia…

—Cosa por demás cursi, si me permites decirlo— le interrumpió el otro. Al ver la furiosa mirada que le enviaba su amigo, se apresuró a agregar—: Pero muy romántica, en serio. Anda, sígueme contando.

Bufando molesto, el Príncipe continuó.

—También he tratado de darle tiempo y espacio, no incomodarlo, dándole a entender que no sólo lo amo sino también lo respeto, que lo que ocurrió no volverá a suceder.

—¿Y?— preguntó Sirius cuando su amigo se detuvo.

—Nada— la voz con que lo dijo estaba impregnada de desaliento—. Ni siquiera me mira. Cuando llego a un sitio donde él está, me ignora o sencillamente se va. Ya no sé que hacer.

—El mocoso es orgulloso— ante la furibunda mirada que le mandó Severus por llamar así a Harry, el capitán alzó una mano en son de paz—. Pero te quiere, Severus. Yo lo he visto mirarte cuando está seguro que tú no te das cuenta. Y he visto su preocupación cada vez que sales a alguna misión. Harry te ama.

—Pero aún no me puede perdonar, y no sé si algún día lo hará— dejó el vaso de chacha que tenía en la mano sobre la mesa y se levantó—. Mejor me voy a acostar, mañana tengo que salir temprano. Son tres horas largas hasta la región Morib.

—¿Vas a intentar de nuevo hablar con esa gente?

—Es indispensable, Sirius. Se acerca el invierno y pronto la gente del Este no va a poder seguir enviando alimentos— razonó el hombre de ojos negros—. Además, los animales de caza van a empezar a hibernar y para ello buscarán las tierras altas. Los Moribs son los únicos que conocen esas zonas y las madrigueras donde se esconden, sin su habilidad para conseguir alimentos….

—¿Sigues pensando que puedes convencerlos?

—Al menos debo intentarlo.

—¿Quieres que te acompañe?

—No, no será necesario, es un viaje relativamente corto. Iré con Bill y un par de hombres más y al atardecer estaré de vuelta en el campamento.

—Ojala consigas algo con esa gente— musitó Sirius con el ceño fruncido.

—Sí, ojala.



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La comitiva había salido al amanecer y habían cabalgado más de dos horas sin parar, cuando el caballo de Bill empezó a cojear. Se detuvieron cerca de un acantilado, y mientras el pelirrojo revisaba las herraduras de su cabalgadura y los guardias daban una vuelta por los alrededores para asegurarse que no había peligro, Severus se acercó al precipicio, admirando el paisaje.

Entonces lo vio, justo en el lado exterior del risco, un pequeño ramillete de edelweiss. Sonrió feliz, la noche anterior había enviado a Harry la última flor que tenía, y conseguir edelweiss era muy complicado, especialmente a mediados de Noviembre.

Agradeciendo al cielo su buena fortuna, se acercó al borde, despreocupado. Entonces, mientras se inclinaba para alcanzar el pequeño ramillete, la bota de Severus resbaló en la roca lisa.

Lo siguiente que sintió fue el grito de Bill y la sensación de caer en el vacío.



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Gotitas musicales


Samuel Barber, Adagio para cuerda, opus 11 (1936)
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Maurice Jarre, tema del Doctor Zhivago, (1965)
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Leonard Bernstein, West Side Store, Suite (1957)
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Gotitas Históricas


Edelweiss: Es una especie oriunda de las regiones montañosas europeas, su hábitat se extiende desde los Cárpatos hasta los Pirineos, aunque abunda especialmente en los Alpes austriacos y suizos. También es posible encontrarla. Sólo crece de forma natural por encima de los 1.500 metros, en paredes y pendientes calcáreas o sobre rocas, en aquellas hendiduras que reciben una pequeña dosis de luz solar.
Como el amor, la flor del edelweiss espera en algún lugar recóndito y prácticamente inaccesible a que alguien la descubra para llevársela a casa. Aunque son tantos los que la persiguen, que corre el riesgo de extinguirse y ha tenido que ser declarada especie protegida. Su belleza y fortaleza han alimentado una leyenda viva que esconde ciertos misterios.
Se la considera un símbolo de valor y coraje. La leyenda más extendida cuenta que los hombres que pretendían probar su amor tenían que subir más de 2.000 metros para conseguir una y entregarla a su amada.
También se dice que tomó su color de la luna, y que es capaz de huir de los esfuerzos de los hombres que la persiguen, elevándose cada vez más en la montaña. Representa el honor, el mundo de los sueños y el amor eterno, que nunca se secará.




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