La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Un mes para el recuerdo… por Lizie CoBlack, 20 de Mayo

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Lizie CoBlack
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Lizie CoBlack


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MensajeTema: Un mes para el recuerdo… por Lizie CoBlack, 20 de Mayo   Un mes para el recuerdo… por Lizie CoBlack, 20 de Mayo I_icon_minitimeLun Mayo 20, 2013 11:05 pm

a) Título del fanfic: Feliz Navidad, Santa Sev

b) Autora: Alisevv

c) Link a la historia.

http://www.slasheaven.com/viewstory.php?sid=4378&chapter=1

d) Fragmento que deseen recordar del fanfic en cuestión.

“—¿Aún nos faltan muchas visitas? —preguntó Severus. La visita a los pelirrojos lo había dejado realmente agotado.

Titín se giró a verlo con una sonrisa amistosa. Era cierto que el hombre había sido un incordio casi todo el viaje, pero tenía que reconocer que se había comportado a la altura, enfrentando cada reto con un ánimo insuperable.

—Sólo un par —contestó, palmeándole el hombro con gesto amistoso—. Y creo que la próxima te va a gustar —Severus le miró, intrigado, pero no preguntó nada pues ya estaban aterrizando frente a un grupo de casas de un suburbio de Londres—. Ahí está, el número cuatro de Privet Drive.

Sin prestarle mucha atención a la dirección, y ansioso por regresar a su cómoda cama y a los cálidos brazos de su esposo, Severus saltó del trineo, asió el saco que por fortuna ya estaba bastante vacío, y se dirigió hacia la casa que le indicaba el duende.

Bajó por la chimenea y salió a la ordenada sala. En una de sus esquinas se podía distinguir un iluminado árbol de navidad, en cuya base había infinidad de obsequios apilados ordenadamente.

“Vaya”, reflexionó, mirando los obsequios, “no creo que los niños de esta casa necesiten de la ayuda de San Nicolás”

Con ese pensamiento, estaba a punto de girar para irse, cuando un suave llanto llamó su atención. Siguiendo la dirección del sonido, llegó a la puerta de un armario ubicado bajo las escaleras que conducían al segundo piso, y cuya puerta estaba cerrada con un enorme candado.

Pensando que debía haber escuchado mal pues era imposible que allí hubiera nadie, estaba a punto de desistir cuando el suave llanto llegó nuevamente a sus oídos, y era indudable que provenía de esa alacena. Alargó la mano con la intención de ver si había alguna forma de abrir el candado, sorprendiéndose cuando ante su toque, el artefacto despidió una luz blanca y se abrió con un leve click.

Empujó la puerta con cuidado, entrando en una minúscula ‘habitación’. Un foco pendiente del techo lanzaba una tenue luz sobre un humilde camastro y un destartalado armario, único mobiliario del lugar, y sobre la delgada y desvalida figura de un niño que lloraba acongojado, tendido sobre el sucio colchón.

Al escuchar el ruido de las pisadas, el pequeño alzó el rostro y fijo sus verdes y asustados ojos, húmedos de lágrimas, en el extraño que acababa de aparecer por la puerta.

—Harry —musitó Severus, mientras sentía que el corazón se le encogía de angustia.

El pequeño se enderezó entre asombrado y confuso.

—Sí, señor, ése es mi nombre. ¿Usted me conoce?

¿Qué si lo conocía? Merlín, ese chiquillo era su Harry.

—He oído hablar de ti —se obligó a contestar.

—¿Y quién es usted?

Severus pensó que era mejor continuar con el papel que había asumido toda la noche, así que contestó:

—Soy el sustituto de San Nicolás. Esta Navidad él no pudo venir porque está enfermo.

—En realidad, él nunca ha venido, al menos no a traerme nada a mí, todos los regalos se los queda Dudley —al ver que Severus lo miraba con tristeza, se apresuró a añadir—. Pero no importa. Al principio, pensé que era porque yo era un niño malo y no me quería, pero ahora pienso que es porque mis tíos no le dejaron pasar. ¿Cómo pudo hacerlo usted?

—Fui más listo que ellos —musitó Severus, conmovido—. ¿Me dejas sentarme?

—Claro —el niño sonrió, haciéndole puesto en el catre—. Sólo tengo mi cama, pero si quiere yo puedo sentarme en el suelo.

—¿Por qué habría de querer eso? —preguntó Severus, intrigado.

—Pues —empezó el niño tratando de encontrar las palabras—, mis tíos nunca se acercan a mi, ni me dan besos ni abrazos como a Dudley. Dicen que porque soy un monstruo.

Severus encajó los dientes tratando de dominar su furia. Malditos muggles. ¡¡¿Cómo se atrevían a tratar así a su Harry?!!

—¿Me dejas que te abrace? —le preguntó con cuidado.

Por toda respuesta, el niño le miró con sus grandes ojos y, acercándose con cautela, le permitió abrazarle.

—¿Ves? —dijo Severus cuando se separaron—. No eres un monstruo sino un niño encantador, tus tíos están equivocados —al ver el pequeño rostro iluminarse un tanto, se animó a preguntarle—. ¿Y por qué estás encerrado en este lugar en Nochebuena?

—Me castigaron —de nuevo Harry adoptó una expresión triste.

—¿Por qué? —indagó, aunque mentalmente se decía que ninguna travesura ameritaba semejante castigo.

El niño dudó unos segundos, pero ese hombre le inspiraba tanta confianza que suspiró y empezó a hablar.

—Estaba ayudando a tía Petunia con la cena navideña —explicó mientras estrujaba sus manitas una contra la otra—. Pensé que si hacía todo como me indicaba, quizás me permitieran probar un pedacito de pastel de chocolate —al ver que el hombre iba a hablar se apresuró a agregar—. Yo sé que los dulces no eran para mí sino para la familia y los invitados, pero me gusta tanto el chocolate —sus ojitos se anegaron nuevamente.

—¿Qué pasó entonces? —preguntó Severus, sintiendo que sus ojos también se humedecían.

—Ya el pastel estaba listo sobre la mesa de la cocina, cuando mi tía tuvo que salir y me dejó encargado del pavo. Entonces llegó Dudley con un par de amigos y se comieron el pastel —gruesos lagrimones rodaban nuevamente por el compungido rostro del niño—. No pude evitarlo, ellos eran tres y son más grandes que yo —explicó como disculpándose—. Cuando tía Petunia regresó, le dijeron que yo me lo había comido. Por eso me mandaron a la cama sin cenar.

—¿A la cama? ¿Ésta es tu habitación?

—Sí, señor —Harry bajó la vista, avergonzado

Severus estaba cada vez más dolido y furioso, pero trató de contenerse y consolar a Harry.

—¿Qué te parece si te consigo un gran pedazo de pastel de chocolate?

El pequeño rostro se iluminó nuevamente.

—¿Podría, señor?

—Por supuesto —levantándose y orando porque la magia de Santa funcionara, fue hacia el saco de regalos y allí estaba, un apetitoso pastel de chocolate.

Mientras Harry devoraba el dulce, Severus se sentó nuevamente en la cama y preguntó:

>>Entonces, ¿qué quieres de regalo de Navidad?

—¿Puedes darme lo que sea?

—Bueno —Severus dudó, no quería ofrecer lo que tal vez no pudiera dar—, casi todo.

—Entonces, seguramente no me puedes dar lo que deseo —dijo Harry con resignación.

—¿Y qué es lo que deseas?

El prwurño fijó sus ojitos en los de Severus y musitó:

—Quisiera que mis padres estuvieran vivos.

Severus sintió que un nudo de angustia cerraba su garganta. Extendió los brazos, sentó a Harry sobre su regazo, y le dijo suavecito.

—No, mi niño. Lamentablemente eso no te lo puedo dar —secó con su pulgar una lágrima que corría por la pálida mejilla—. Pero lo que si puedo asegurarte es que en unos años vas a encontrar a alguien que te va a amar con todo su corazón, y te va a hacer muy, muy feliz.

—¿En serio? —la expresión del niño se iluminó nuevamente—. ¿Alguien me va a querer?

—Mucha gente te va a querer —le aseguró el mago mayor—. Pero esa persona te va a amar más que a nadie en el mundo, y van a tener juntos un hogar y una familia.

—Entonces no voy a estar triste —decidió Harry—, porque sé que todo va a funcionar bien, sólo tengo que esperar.

—¿Y mientras esperas no te gustaría tener algún juguete? ¿Algo que te haga ilusión?

—Pues me gustaría tener una pelota y una bici y... —se detuvo y puso expresión seria—... pero es mejor que no, si lo vieran mis tíos dirían que me lo robé y me castigarían. Pero no te pongas triste —al ver la expresión sombría de Sev, le abrazó nuevamente y le besó la mejilla—, estoy contento de que hayas venido y la torta estuvo muy rica.

Severus estrechó a Harry entre sus brazos y le dio un beso en su coronilla, haciendo esfuerzos indecibles por contener las lágrimas.

—Lo que sí podemos hacer —murmuró, soltándole y yendo nuevamente hacia el saco—, es dejarte unas cuantas golosinas —sacó un paquete enorme con toda clase de dulces—. ¿Crees que podamos encontrar un buen sitio para esconderlos?

Harry se echó a reír feliz y levantando el colchón, mostró una caja donde escondía sus poquísimas pertenencias. Colocaron la bolsa de dulces y el colchón regresó a su sitio.

—Bueno, creo que es hora de que me vaya, tú tienes que dormir —comentó Severus, alborotando su negro cabello.

—¿Te volveré a ver? —preguntó el pequeño con tristeza.

—Te lo aseguro —contestó el hombre, dirigiéndose a la puerta de la alacena—. Quizás no sea pronto, pero te prometo que nos volveremos a ver —antes de salir, giró hacia Harry y le regaló una enorme sonrisa—. Feliz Navidad, Harry.

—Feliz Navidad, Santa —contestó el pequeño con una sonrisa similar, sonrisa que perduró en Severus mientras musitaba ‘Trineo’ y desaparecía del lugar



“Severus llegó a donde estaba Titín y se derrumbó en el asiento del trineo. Estaba destrozado; la conversación que acababa de sostener había minado todas sus defensas. Ahora entendía muchas cosas en la actitud de Harry; sus ansias por estar siempre abrazándole o besándole, su alegría casi infantil cuando tenía algún detalle hacia él, la tristeza que inundaba su mirada cuando no le prestaba atención, o su empeño en decorar la casa y afirmar que San Nicolás existía y vivía en el Polo Norte.

Y él, estúpidamente, en lugar de entender a su esposo y cobijarle y amarle, le había enfrentado y le había dicho que todo eso no era más que una sarta de tonterías. Merlín, que estúpido había sido. ¿Y todo por qué? Porque a él no le habían enseñado como demostrar afecto. Porque aunque sus padres vivían mientras él era niño, nunca le habían dado muestras de la más mínima señal de amor. Porque creció tan solo y desamparado como el propio Harry.

Pero a diferencia de su esposo, él rechazaba el afecto y se escondía tras su espesa coraza de ‘A mí no me importa nada’ para evitar ser herido, sin darse cuenta que Harry jamás le heriría, que su pareja le amaba tanto como él le amaba.

—Titín, por favor, necesito ir a casa —suplicó mientras el trineo se deslizaba a toda velocidad.

—Sólo una parada más —musitó el duende—. Lo prometo. Además, ya estamos aquí.

Severus fijó su aguda vista en el horizonte.

—¿Hogwarts? —inquirió, extrañado—. ¿A quien voy a visitar en Hogwarts? ¿Y cómo voy a entrar de manera tradicional? No esperarás que escale las murallas de la escuela, ¿verdad?

—No, esta vez no —rió el duende, antes de dirigirse a los renos—. Chicos, acérquense con cuidado hacia esa ventana.

Rodolfo planeo cuidadosamente hasta colocar el trineo a la altura de uno de los torreones, frente a una ventana abierta. Mirándola resignado, Severus aferró la bolsa y se dispuso a entrar, pero antes se giró a Titin.

—Si no sobrevivo a ésta, dile a Harry que le amo.

Mientras la risa del duende resonaba en el aire, Severus pegó un brinco y cayó precipitadamente a través de la ventana. Desde su posición en el piso, alzó la cabeza para encontrarse con un mini Albus Dumbledore, de no más de un metro y con facciones juveniles, pero con su habitual barba blanca puntiaguda y sus lentes de medialuna.

—Santa —exclamó el mini Albus con una enorme sonrisa—. ¿Me trajiste mis caramelos de limón?

—NOOOOOOOOO"



“—¡No, no, no...noooooo.

—Severus, Severus —escuchó una voz suave mientras alguien le zarandeaba por el hombro—. Severus, despierta.

—¡Que? —exclamó el hombre mientras abría los ojos sobresaltado, para encontrarse con la límpida mirada verde—. Harry, estás aquí —exclamó con una radiante sonrisa mientras le abrazaba con fuerza—. O mejor dicho —rectificó—, yo estoy aquí. ¿Pero dónde está Titín?

—¿Quién? —preguntó Harry, confundido.

—Titín —repitió Severus—, el duende de Santa. Y los renos, ¿dónde está Rodolfo? ¿Y el trineo?

—Severus —Harry habló con voz suave, tratando de serenarlo—. Estás en casa, en nuestra cama, y aquí no hay nadie más que yo.

—¿Quieres decir que no fue verdad? —Severus estaba desconcertado.

—No —contestó, mirándole con dulzura—. Creo que tuviste una pesadilla.

—Una pesadilla —musitó más para si mismo que para Harry—. No amor —se giró a mirar a su esposo con infinita ternura—, no fue una pesadilla. Más bien fue un sueño muy, muy hermoso. Pero, espera —exclamó, nuevamente alarmado—, todavía estás embarazado, ¿cierto?

—Claro, amor —rió Harry, tomando la mano de su pareja y llevándola a su prominente estómago—. Audrey ya lleva ocho meses dentro de mí.

El hombre acarició el amado estómago en el que su hija dormía protegida y lanzó un suspiro.

—Perdóname —pidió muy bajito, tanto que Harry apenas alcanzó a oír.

—¿Perdonarte? ¿Por qué? —preguntó, acariciando el lacio cabello de su pareja.

—Por ser tan tonto. Por no comprender todo el amor que me ofreces cada día. Por no haber sabido demostrarte cuanto te amo. Por ser incapaz de complacerte con algo tan sencillo como unos adornos cuando día a día me entregas todo, por....

—Shhh —le detuvo, colocando un tierno beso sobre sus labios—. No digas eso. Tú me das muchas cosas día con día. Me ofreces tu apoyo y tu consuelo, y me amas incondicionalmente.

—Pero no te lo digo —se quejó, Severus—. No sé expresar lo que siento.

—¿Y crees que necesito palabras? —se acercó y besó a su esposo apasionadamente—. Sé como eres, así te aprendí a amar y te amaré hasta el final. No necesito palabras, Severus. Sólo te necesito a ti.

—Te adoro —susurró el profesor de Pociones, estrechando contra sí el cálido y redondeado cuerpo de su pareja—. Y mañana a primera hora vamos a salir a comprar millones de adornos y vestir la casa de fiesta.

—No es necesario, Sev —musitó Harry—. En parte entiendo tu posición y la respeto.

—Pero yo quiero hacerlo —insistió—. Es nuestra primera Navidad juntos y quiero que la disfrutes al máximo —se hundió en la cristalina mirada verde—. Quiero que seas feliz, Harry. Te prometo que te voy a hacer feliz.

—Y yo a ti, mi amor —el joven mago se acercó y le dio un pequeño beso—. Y ahora, vamos a dormir, tu hija tiene sueño y se está quejando —declaró, al sentir unas pataditas en el vientre.

Severus se agachó hasta la barriga de Harry y depositó un tierno beso.

—Perdona a tu papá, hijita —murmuró sin despegar los labios de la tersa piel—. Que duermas bien, cariño.

Elevó la cabeza y se recostó, rodeando a Harry con un abrazo amoroso. El joven se acurrucó contra el fuerte pecho y musitó.

—Feliz Navidad, Sev

—Feliz Navidad, amor.

Y con eso, ambos se sumergieron en un sueño profundo y reparador.”



e) Razones por las que recuerdan ese fragmento en especial.

Este es un fic que me gusto muchísimo, fue muy divertido para mí la presencia pequeña de los muy conocidos de Sev haciéndole difícil su misión. Pero la parte que más me encanto fue cuando se encontró al pequeño Harry, sus pensamientos cambiados a partir de eso además de todo el amor que se vio en todo el OS. Me enamore de ese santa Sev.

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