La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 The Marked Man. Capítulo 25. El Banquete de Bodas

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alisevv

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MensajeTema: The Marked Man. Capítulo 25. El Banquete de Bodas   The Marked Man. Capítulo 25. El Banquete de Bodas I_icon_minitimeMiér Nov 17, 2010 9:35 pm

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De nuevo, Harry pasó el día con Remus mientras Ron y Hermione continuaban su búsqueda. Había considerado la posibilidad de ir con ellos para ayudarles, pero se sentía extrañamente desanimado luego de la Ceremonia de Compromiso.

Aunque el banquete de esa noche era responsabilidad de Severus, Remus debería ofrecer su propio banquete la noche siguiente, así que pasaron el día comprando y planeando lo que servirían.

—Esto de la Boda debe terminar con Severus y yo en la cama, ¿no?

—Bueno, sí, Harry, ése es el objetivo de esto —contestó, sonriendo suavemente a su ahijado honorario.

—Entonces, ¿adónde iremos?

—Bueno, tu cama es individual, así que creo que dejaré que tomes mi habitación por esa noche. Podemos adornar el lecho con flores, como es tradicional.

—Oh, vale. ¿No te importa que usemos tu cama?

Remus se echó a reír.

—Siempre y cuando la dejen en el mismo estado que la encuentren, no tengo problema —contestó.

Para su propia exasperación, Harry se sonrojó. Remus volvió a reír.

>>Estoy seguro que todo estará bien, Harry, no te preocupes.

Pero la preocupación del joven estuvo yendo y viniendo durante todo el día. La ceremonia de la noche anterior le había demostrado cuán parecido a un negocio era todo el asunto. Esperaba que la Boda del día siguiente no fuera así. Ya iba a ser bastante con la prueba de perder su virginidad, para encima sentir que era sólo una posesión en lo que a Snape se refería. Nada más pensarlo, volvió a enojarse consigo mismo por pensar que pudiera ser algo más que eso. Sí, les había ido bien en sus visitas nocturnas, pero eso no significaba nada; y, ciertamente, nada romántico. Cuando se había metido en esto, había estado tan consciente como los demás de que se trataba de un negocio. ¿En qué momento su traicionero corazón había decidido que quería más?

Cuando Ron y Hermione regresaron, Harry supo que no faltaba mucho tiempo para que se Aparecieran rumbo a Spinner’s End. Sus amigos nunca habían estado en la casa de Snape. Una vez más, el hombre estaba demostrando que confiaba en ellos. Pero de igual forma, ellos mostraban confianza al meterse en su territorio. Hubo un tiempo en que Harry hubiera estado convencido de que se trataba de una trampa y sospechado que Snape tendría un ejército de Mortífagos esperándole. El pensamiento todavía era incómodo, pero estaba un noventa y nueve por ciento seguro de que era estúpido siquiera considerarlo. Quedaba apenas ese minúsculo gusano de duda royendo su mente, haciéndole sentir incómodo. Nuevamente, lamentó el hecho de que su boda no fuera a ser nada parecido a lo que había imaginado.

Ron y Hermione llegaron duchados y vestidos con sus galas. Lucían imponentes. La túnica de Ron era verde oscuro, la de Hermione de un tono dorado oscuro.

—Se ven estupendos —les dijo a ambos.

—Gracias —contestó Hermione—. Es hora de que vayas a bañarte y cambiarte, Harry. Probablemente, me tomará un buen rato conseguir que tu cabello se peine todo lo posible.

El aludido hizo una mueca. Hacía mucho tiempo que había desistido de lograr que su cabello se comportara, pero si Hermione quería intentarlo, adelante.

Casi a las siete y media, se pararon en la salita de estar, apreciando la apariencia de unos y otros. Remus estaba vistiendo su mejor túnica. Estaba un poco pasada de moda —bueno, bastante pasada de moda en realidad— y Harry dudaba que hubiera adquirido ropa nueva en un largo tiempo, pero estaba bien confeccionada y era obvio que Remus la había cuidado. Era de color gris ceniza y de elegante caída, y podía ser apropiada para la mayoría de las ocasiones. El joven imaginó que esa era la razón de que hubiera elegido tal color. Si sólo puedes darte el lujo de poseer un juego de túnica, debe ser lo más versátil posible.

Harry también vestía su mejor túnica. Hecha a la medida, estaba confeccionada en tela de damasco azul oscuro con un patrón brillante de grifos que sólo eran visibles cuando la luz los atrapaba. Los broches eran plateados y elaborados al estilo céltico. A Harry siempre le había gustado cómo se veía en esa túnica; pensaba que le hacía lucir mayor, más sofisticado, y que compensaba su falta de estatura. Su cabello se veía mejor que nunca, y agradecía a Hermione por haberse tomado su tiempo. Mientras ella manejaba y peinaba su ingobernable mata de pelo, él había logrado tranquilizarse. Ahora estaba repasando mentalmente la ceremonia, revisando que sabría contestar como se esperaba.

—¿Todos listos? —preguntó Remus.

Todos asintieron.

>>Entonces, juntos. Nosotros podemos guiar a quienes no han estado antes —le dijo a Harry.

Los cuatro unieron sus manos y se Aparecieron.

—Sean bienvenidos a mi casa y a mi corazón —les saludó Severus.

Él vestía una hermosa túnica color púrpura oscuro, que se amoldaba a su delgada figura. Harry entendió porqué los romanos de clase alta y la realeza posterior habían decidido reservar ese suntuoso color para ellos mismos.

Remus inclinó la cabeza. Tomó la mano de Harry y la puso en la de Severus.

—Te entrego a mi pariente —declaró.

—¿Aceptas ser mi Novia? —preguntó Severus.

—Te acepto como mi esposo, con alegría —contestó Harry, pensando que las palabras medievales sonaban algo extrañas.

Severus dio una pequeña reverencia en respuesta, antes de conducir a Harry a la mesa, que estaba decorada muy formalmente, y le hizo sentar en una silla antes de tomar asiento a su lado. Los demás se instalaron en los puestos sobrantes.

Había una mesa central cuya decoración era mucho más elaborada que la que Remus había ofrecido para el Compromiso. La mesa era larga y redonda, y las cinco sillas espaciadas a su alrededor significaban que todos tenían mucho espacio. La decoración floral ocupaba la mayor parte del centro de la mesa. Parecía estar formada por muestras de cualesquiera flor que uno se pudiera imaginar, en todos los colores. El efecto total era similar al de un vitral en una catedral, rico y de un brillo intenso. Harry podía oler la hermosa esencia de las rosas, rojo oscuro y doradas, y de las fresias color malva, así como los de otras flores cuyos nombres desconocía. Las coloridas flores estaban acunadas entre un follaje verde oscuro que Harry pensaba era laurel, aunque no estaba seguro. Deseaba que Neville hubiera estado allí para verlo.

Los cubiertos en la mesa eran de plata. Harry levantó una de las cucharas que parecían muy antiguas y le dio la vuelta. Tenía un sello. Se dio cuenta que debía ser la platería de la familia Snape. En cada puesto, había una servilleta color rojo oscuro cerrada por un aro de plata. Los aros de servilleta estaban grabados con la inicial P. Severus movió la mano y aparecieron una pequeña garrafa de vino blanco y varias copas. Sirvió una para cada uno y finalmente habló:

—Espero que esta noche tengas apetito, Ron.

El joven le miró, inseguro de si estaba bromeando o no. Los ojos oscuros de Severus no le dieron mayor información. Se encogió de hombros, decidiendo que él no sería causa de problemas, si es que iba a haber alguno.

—Hambriento como siempre, Severus.

El anfitrión sonrió.

—Bien. Hay mucha comida, así que empecemos.

Hizo un movimiento con su varita y apareció una sopera, con varios cuencos para sopa apilados a su lado. Severus se levantó y entregó un tazón a cada uno, sirviendo a Harry en primer lugar. Era una sopa de tomate color rojo brillante con algunas hierbas agregadas, y olía delicioso. Ron sonrió y se agenció un panecillo de la cesta que también había aparecido.

—Pásame la mantequilla, Mione —le pidió.

La chica entregó a su novio un plato con rizos de mantequilla, y luego se sirvió ella.

Remus lucía impresionado.

—No sabía que cocinaras, Severus.

El hombre resopló, divertido.

—¿Qué clase de Pocionista sería si no pudiera cocinar comida normal, Remus? —preguntó.

El otro sonrió.

—Supongo que es verdad. Nunca lo consideré. Nunca te imaginé esclavizado a una estufa caliente, es todo.

—Estufa… caldero, hay poca diferencia.

—Bien —comentó Harry—, a juzgar por esta sopa, eres un Maestro tan grande en la cocina como en el laboratorio de Pociones.

Severus le sonrió.

—Gracias, Harry. Al menos no moriremos de hambre.

—¡Ey! Yo también puedo cocinar —se defendió rápidamente—. No cosas muy elaboradas, pero puedo preparar comida normal.

El hombre alzó una ceja.

—¿En serio? No es una habilidad que muchos jóvenes posean.

—¿Desde cuándo yo soy como otros jóvenes?

—Tienes un punto en eso —concedió Severus.

La sopa, por supuesto, fue seguida por una selección de melones. Cada plato de cristal contenía pedazos de una variedad de fruta de colores diferentes y cortados con formas diferentes. Había un pequeño tenedor para pinchar y comer los pedazos. Era delicado y suave al paladar.

Todos seguían hambrientos, y eso era bueno, pues Severus hizo un nuevo movimiento de varita que trajo un plato impactante. Era un pavo real; el ave rostizada tenía finas plumas en su parte posterior y se veía impresionante.

—¡Wow! —jadeó Harry

Severus sonrió, aparentemente complacido de que sus esfuerzos fueran apreciados por su Novia. Todos comieron hasta hartarse. La rica comida iba acompañada por pequeñas papas y zanahorias, guisantes tiernos y cogollos de coliflor. Había una salsera con una salsa de vino rojo y arándanos. Entre los cinco asistentes devoraron casi todo —todo el pavo y la mayor parte de los vegetales—. Ron se veía mortificado por ser incapaz de terminarse las últimas cinco patatitas. Hermione bufó, exasperada.

—No tienes que limpiar todos los platos, Ronald —le regañó—. Eso implicaría que Severus no suministró suficiente comida.

—Oh —exclamó el pelirrojo—. Entonces, todo está bien. Aunque, odio dejar buena comida.

Harry soltó una risita.

—Creo que si Severus va a cocinar así, tendré que invitarles con mucha frecuencia.

Tan pronto como lo dijo, Harry pudo haberse pateado a sí mismo. ¿A qué demonios estaba jugando? Severus no había mencionado que fueran a vivir juntos, o recibir a sus amigos, o cualquier cosa. ¿A quién podría recibir el hombre, en todo caso? Su estómago, repleto del suntuoso banquete, se sintió repentinamente similar al plomo.

Severus vio la reacción del joven. Le había complacido que se hubiera sentido lo bastante relajado como para invitar a Ron y Hermione a visitarles. Ahora parecía como si se estuviera arrepintiendo de su invitación.

—Todos serán bienvenidos —enfatizó.

Remus le sonrió.

—Nos aseguraremos de venir sólo cuando seamos invitados, Severus. Entendemos que no podemos Aparecernos aquí en el momento que se nos ocurra.

El otro asintió con tristeza. Aquello era muy cierto.

—Sin embargo, estoy seguro que Harry querrá invitarles con regularidad —replicó, sintiendo cuán importante era para el joven la compañía de sus amigos. Él, como hombre solitario que era, comprendía lo que se estaba perdiendo, aunque las circunstancias hubieran evitado por mucho tiempo que tuviera una vida social.

A Harry, nada le gustaría más que sus amigos le visitaran con frecuencia, por supuesto. Severus parecía estar de acuerdo con la idea de que vivieran juntos, así que quizás lo había esperado. Respiró un poco más aliviado. ¿Podría ser que se estuviera complicando por nada?

>>Creo que podemos asegurar que, de momento, todos estamos llenos —continuó Severus—. Antes de servir el postre, podemos realizar la ceremonia del collar.

Harry había estado esperando esto. Había pensado que podría suceder en cuanto llegaran, pero estaba listo para ello de cualquier manera.

Severus se levantó y fue hacia un gabinete, sacó los collares y regresó a la mesa.

—Te colocaré el tuyo y diré el hechizo para cerrarlo; luego, tú puedes hacer lo mismo conmigo —explicó.

Harry levantó la barbilla. Por suerte, su túnica de estilo moderno tenía el cuello lo bastante bajo como para que no necesitara ser abierta. Los dedos de Severus se sentían tan fríos como el metal, mientras colocaba el collar alrededor del esbelto cuello. Levantó su varita y apuntó al sitio donde los extremos del collar colgaban libremente. Necto et Instituo, musitó. Las puntas del collar parecieron fundirse una en la otra hasta que la pieza de joyería quedo ajustada alrededor del cuello de Harry, de forma cómoda pero no floja. Rápidamente, el collar se calentó, y el joven supo que no era a causa de su calor corporal, sino a la activación de los hechizos sobre la prenda.

—Ahora, haz lo mismo para mí —instruyó Severus, entregándole el collar que tenía su nombre.

Harry lo colocó alrededor del cuello de Severus, como había hecho con él. Sin embargo, la túnica de Severus era de cuello alto y el muchacho se preguntó qué hacer.

—¿Debo abrir el cuello de la túnica?

—Sí, el collar debe ser fijado sobre la piel —contestó.

Los dedos de Harry encontraron los broches de la hermosa túnica púrpura y abrieron los tres superiores. Eso fue suficiente para permitirle abrir la ropa y colocar el collar plateado alrededor del cuello del hombre. Levantó su varita, obligándose a concentrarse en lanzar el hechizo correctamente y no en el suave calor de la carne fresca de Severus bajo la punta de sus dedos.

Necto et Instituo

Mientras las puntas del collar de su pareja se fusionaban, Harry sintió que el suyo se calentaba más. No era algo incómodo; la temperatura era más bien cálida y reconfortante.

—¿Tu collar está caliente? —preguntó Severus, mostrándose ligeramente misterioso.

—Sí, y está más caliente ahora que el tuyo está puesto —le informó.

Severus asintió.

—Supongo que la vigilancia está comenzando.

Los demás querían curiosear, así que Harry mostró su collar a Ron y Hermione mientras Remus observaba el de Severus.

—Pensé que habías dicho que sería invisible —indagó Harry.

—Sí, cuando recite el hechizo. Por esta noche, dejaremos que sean visibles.

—Severus, ¿tienes la suficiente confianza con tu orfebre como para haberle dado tranquilamente los nombres? —Remus sonaba algo inquieto.

—Tengo una confianza total en mi orfebre —Severus sonrió—, dado que su nombre está en uno de los collares.

Harry respiró, aliviado. Severus los había fabricado, así que ningún extraño podría traicionar su enlace.

—Les daría un beso de felicitación —comentó Hermione, mitad en broma mitad en serio—, pero podrían terminar ahogados, y no precisamente por la emoción de mi beso.

—Bueno, eso está bien —comentó Ron, luciendo satisfecho—. Dos tíos menos a los que vigilar.

—Un beso casto iniciado por un tercero no debería ocasionar ningún problema —explicó Severus.

—Bien, vamos a intentarlo entonces —dijo la chica, y se inclinó para besar a Severus en la mejilla.

El hombre se mostró aturdido. La expresión de sorpresa en su rostro hizo que todos se echaran a reír.

>>Oh, querido Severus —bromeó Hermione—. Pareces algo sorprendido. ¿Te hizo daño el collar?

Por una vez, Severus Snape se quedó sin palabras. Harry rió entre dientes, hasta que Hermione se inclinó y también le besó en la mejilla.

—¡Oh! No pasa nada —comentó él, un tanto sorprendido.

—¿Qué esperabas? —gruñó Severus, encontrando de nuevo su lengua—. No tuviste pensamientos impuros, ¿verdad?

—Bueno, no, claro que no. Es sólo Mione —contestó Harry, ruborizándose cuando su amiga le dio un puñetazo en el brazo.

Regresaron al festín y Severus conjuró el postre, un enorme manjar blanco de color rosa con forma de castillo.

—¡Demonios! —jadeó Ron—. Eso se parece un poco a Hogwarts.

—Encontré el molde en el fondo de mi despensa. Merlín sabrá de quién heredé tal cosa, pero pensé que sería divertido utilizarlo.

El manjar blanco estaba rodeado de crema batida con la forma de rocas y peñascos.

—Da pena servirla, Severus —comentó Remus.

—Ése es su papel en la vida, ser arrasado —replicó Severus, y lo atacó con una cuchara de servir.

Sabía tan bien como se veía. Estaba hecho con pure de fresas y crema, y a Harry le encantó. Lamió su cuchara una vez que su plato estuvo vacío.

—¿Quieres más. Harry? —ofreció Severus—. Necesitas tomar fuerzas para mañana, después de todo.

Ron resopló sobre su vino y Harry notó que las orejas de su amigo se ponían rojas. Miró a Severus y pronto distinguió el brillo de malicia en sus ojos oscuros.

—Gracias, acepto —contestó—. Debes pagar después de hacer que mi amigo se atragantara.

Remus y Hermione rieron mientras la colorada cara de Ron emergía de su copa de vino. El pensamiento de Severus Snape y su mejor amigo en una cama era, claramente, algo con lo que no se sentía cómodo.

El postre estaba tan delicioso que todos repitieron, y para cuando apartaron sus platos el castillo lucía como una auténtica ruina.

—¿Café para todos?

Aceptaron agradecidos, y Severus conjuró una gran cafetera llena de café humeante junto con tazas, crema y azúcar. Remus habitualmente ejercía el papel de ‘madre’ cuando se servía el café o té, pero se sentó y permitió que Severus continuara con su rol de anfitrión del Banquete de Bodas.

El fuerte café pareció caer bien en el estómago y todos se reclinaron en sus sillas, confortablemente rellenas.

—Fue un banquete maravilloso, Severus —le elogió Remus.

—Sí, maravilloso —repitió Ron con fervor. Harry y Hermione hicieron eco del sentimiento.

—Uno no se casa todos los días —replicó el anfitrión con una sonrisa.

Deslizó su mano y tomó la de Harry. Éste no se lo esperaba y se sobresaltó un tanto, pero luego se relajó y sonrió a… su esposo. Ahora, Severus era su esposo. Bueno, estrictamente hablando, lo había sido desde el Compromiso, pero éste era el Banquete de Bodas, y ahora no había dudas sobre eso. Para su sorpresa adicional, Severus se inclinó y le besó en los labios. Suave, pero firmemente. Harry se ruborizó ligeramente, consciente de que sus amigos estaban observando. El collar que rodeaba su cuello pareció hormiguear, aunque pensó que quizás lo estaba imaginando. Y pensándolo bien, todo su cuerpo parecía hormiguear. Severus le estaba lanzando una mirada concentrada, y Harry supo que él podía sentirlo también.

Cuando el café se terminó y todos se levantaron de la mesa, Remus anunció:

—Ron, Hermione y yo regresaremos a casa ahora. Tú y Harry probablemente quieran pasar algo de tiempo juntos.

Harry sintió un salto de excitación que le recorría. No había esperado eso esta noche. No creyó que se quedaría a solas con Severus hasta la Ceremonia del Lecho.

—Eso está bien, Remus, gracias —expresó Severus—. Harry y yo pasaremos juntos el resto de la noche. Les veré a todos mañana en la noche.

Después de distribuir abrazos, felicitaciones y los mejores deseos a ambos hombres, los tres regresaron a casa de Remus. Harry se quedó solo con su esposo.




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