La Mazmorra del Snarry
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La Mazmorra del Snarry


 
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La Mazmorra del Snarry... El escondite favorito de la pareja más excitante de Hogwarts

 

 Retazos de Vida. Capítulo 14

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alisevv

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Retazos de Vida. Capítulo 14 Empty
MensajeTema: Retazos de Vida. Capítulo 14   Retazos de Vida. Capítulo 14 I_icon_minitimeDom Mar 21, 2010 7:10 pm

Retazos de Vida. Capítulo 14 Retazoss_zpssjarjxac
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—¿Abuelito, cómo…? —Lisa miraba a Severus con los ojos completamente abiertos y llenos de lágrimas. El anciano, incapaz de sostener la límpida y desconcertada mirada de su pequeña, bajó los ojos.

—¿Aborto? —el tono de Frank era indefinible, pero evidentemente duro—. ¿Cómo fuiste capaz de pedirle al abuelo que abortara?

—Además —agregó Mark, apretando los dientes y con una expresión que hacía resaltar su parecido con Severus—, el abuelo Harry mencionó a papá —se quedó un segundo pensativo antes de entender—. Claro, papá se lleva casi cinco años de diferencia con tía Esperanza. Querías que el abuelo abortara a papá.

—¿A nuestro padre? —Fran retomó la línea de pensamiento de su gemelo, mirando al anciano con dureza—. ¿Cómo pudiste, abuelo? ¿Él lo sabe? —Severus se llevo la mano al pecho, acongojado, y miró a su nieto asintiendo, en sus ojos un casi imperceptible rastro de lágrimas—. ¿Y qué dijo sobre eso?

Cuando Harry, quien tenía fuertemente aferrada la mano de Severus, estaba a punto de intervenir para impedir que los gemelos continuaran agrediendo de esa forma a su pareja, una voz dura resonó en el acogedor recinto.

—Que de haber estado en su lugar, yo hubiera hecho lo mismo.

Todos voltearon hacia el umbral de la entrada, donde se recortaba la esbelta figura de un hombre maduro. El mago en cuestión era alto y delgado, de tez clara, ojos verdes y rasgos angulosos que hacían un conjunto muy atractivo. Lucía unos lentes de montura moderna sobre la nariz típicamente Snape, y llevaba el negro y largo cabello atado en una prolija cola de caballo. Vestía una túnica verde musgo de corte impecable, y la sonrisa que usualmente plasmaba en su rostro había desaparecido completamente.

—Tío Adam —gritó Lisa, todavía acongojada, y dando un salto, corrió a abrazar al recién llegado.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí parado? —inquirió Harry, al darse cuenta que habían estado tan ensimismados que ni siquiera le habían oído llegar.

—El suficiente como para sentirme profundamente avergonzado —miró a los gemelos con una expresión furiosa, una que en muy contadas ocasiones le habían visto. Los chicos tragaron con fuerza, sabían que estaban en problemas—. ¿Cómo es posible que se atrevieran a reclamar a su abuelo de esa forma? ¿Acaso se volvieron dementes?

Adam, lívido, hizo una breve pausa intentando recuperar el control de sí mismo, mientras los gemelos bajaban la vista, avergonzados.

>>¿Eso es lo que se les ha enseñado en esta familia? ¿Cómo se atreven a juzgar a su abuelo sin siquiera conocer sus razones? ¿Cuándo les ha prejuzgado él? ¡Maldición! Si cada vez que ustedes dos hacen una travesura, la que sea, él es el primero en mediar y pedir que se les escuche —hizo una pausa e insistió, el tono de su voz hubiera congelado el infierno—. Entonces, díganme, ¿cómo se atrevieron?

—Adam, no es para… —Severus intentó paliar la situación.

—Sí, papá, sí lo es. Los gemelos saben que a sus mayores se les debe respeto por encima de todo, especialmente a sus abuelos— volvió a fijar su atención en los gemelos—. Estoy esperando su explicación.

Frank miró a su padre, avergonzado.

—No tenemos ninguna.

—Por supuesto que no tienen ninguna, porque esto no tiene explicación.

—Pero, papá… —intentó hablar Mark.

—Ni una palabra —el tono de Adam Snape seguía siendo extremadamente duro—. Lo único que quiero oír en estos momentos es cómo se disculpan con su abuelo.

Los gemelos miraron a Severus, sinceramente arrepentidos; las palabras de su padre les habían hecho tomar conciencia de sus acciones.

—Abuelo, de verdad lo sentimos —habló Frank por los dos—. No tenemos excusa para lo que acabamos de decir.

—No, hijos, no —musitó el anciano—. Tienen razón de reclamarme.

—¿Otra vez ese sentimiento de culpa, papá? —esta vez el tono de Adam era suave y tierno, mientras se acercaba a Severus y se sentaba a su lado, abrazándole—. Lo que dije es cierto; en tu lugar, y sintiendo todo lo que sentías, yo hubiera actuado como tú —se inclinó hacia el anciano y le dio un beso en la mejilla. Luego se inclinó un poco más y abrazó a Harry—. Hola, papá.

Luego fue a saludar a Ron con un cariñoso abrazo, y se aproximó a Draco y le palmeó la espalda con afecto—. ¿Y tú, jovencito, cómo te preparas para la universidad?

—Estupendamente —Draco sonrió a su tío—. Ya tengo ganas que empiecen las clases —luego de los saludos, su atractivo rostro se mostró serio y miró a sus mayores, para sonreír a Severus con calidez—. Espero que no les moleste, pero creo que debemos saber cómo pasó todo.

—Yo estoy de acuerdo —dijo Adam, sentándose una vez más al lado de Severus y abrazándole—. Así, algunos podrán entender la magnitud de su equivocación —miró significativamente a los gemelos.

—No sigas retando a los chicos —le regañó Severus, sonriente—. Mira que ya bastante apenados se sienten.

—Lo pensaré —contestó Adam, aunque por el tono todos sabían que su habitual buen humor estaba regresando a pasos agigantados—. Vamos, papá, lee ese diario tuyo, estoy seguro que allí lo cuentas todo.

—¿Tú también sabías del diario? —preguntó Lisa, mucho más tranquila luego de todo lo dicho por su tío.

—Claro, Eli me lo contó.

—Y eso que me prometió que no le diría a nadie —rió Harry, mirando a Severus con picardía—. Esa hija tuya es verdaderamente cotilla.

—¿A quién habrá salido? —se burló el otro.



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Es extraño como la vida cambia de rápido a veces; como en un momento puedes sentirte en el paraíso y al siguiente en el infierno, para luego regresar al paraíso que creías definitivamente perdido.

No, no creas que enloquecí y me volví filósofo, es que la vida a veces es más incomprensible que esas películas muggles que tanto le gustan a Ron. Mi vida en estos días se ha convertido en un sube y baja emocional, y como sé que si no me organizo mentalmente no te vas a enterar de nada, voy a tratar de contarte desde el principio.

Hace dos días, cuando terminé de escribir lo que me había pasado, estaba tan acongojado que me senté frente a la chimenea de la salita de Remus y lloré sin parar. Lloré por horas, incapaz de contener la angustia que aferraba mi corazón como un puño de acero.

No supe cuánto tiempo pasó, pero fueron varias horas, Al final, Remus y Bill regresaron y me encontraron allí, llorando frente a la chimenea.


—Francamente, no entiendo cómo las mujeres pueden ser tan exageradas —decía Bill, riendo; Remus y él habían acompañado a Molly y a sus nietos a la casita de playa donde iban a pasar unos pocos días de descanso—. Los hombres somos mucho más prácticos.

—Definitivamente —agregó su pareja con voz divertida—. ¿Te fijaste cuánta ropa le puso Hermione a Richard? ¡Tres maletas! ¡Por Merlín, si sólo van a estar unos días!

—Mi pobre sobrino estaba rojo de vergüenza al ver que Esperanza sólo llevaba una maletita.

—Es que Harry y Severus son hombres.

Las carcajadas de ambos magos fueron interrumpidas al observar la figura desmadejada de Harry, llorando en el sofá.

—¡Oh, por Merlín, Harry! —exclamó Remus, apresurándose hacia él—. Harry, ¿qué ocurrió?

El joven se levantó, sus ojos rojos de tanto llorar, y en un impulso abrazó a Remus, hundiendo el rostro en su túnica y empezando a sollozar con más fuerza.

—Harry, por favor —la voz del licántropo era un susurro tranquilizador—, por favor, intenta calmarte y explicarnos. ¿Se trata de Severus? ¿Acaso hubo un accidente?

Ante esto, el llanto del joven arreció, por lo cual Remus optó por no seguir insistiendo y esperar. Siguió meciéndole con un vaivén relajante, acariciándole los cabellos con un gesto paternal, mientras Bill convocaba un vaso de agua, al que echó unas gotas que sacó de un armario cercano.

Cuando los sollozos se convirtieron en un débil gemido, Remus tomó el vaso de manos de su pareja y lo acercó a los labios del joven.

—Toma Harry, esto te ayudará a calmarte.

—No —negó el chico enfáticamente, apartándole la mano—. No quiero drogas, dañarían al bebé.

Remus y Bill se miraron, intrigados ante la palabra bebé, pero no dijeron nada, debían esperar a que Harry estuviera lo suficientemente calmado como para hablar con coherencia.

—No es una droga fuerte, son sólo unas gotas de valeriana, no tienen ningún efecto perjudicial para el organismo y te ayudarán a tranquilizarte —una vez más acercó el vaso a los labios temblorosos, que esta vez se abrieron, obedientes.

Después de unos minutos de espera, minutos en que el hombre de ojos dorados siguió meciendo a Harry como si no hubiera nada más importante, se escuchó la voz acongojada del mago más joven.

—Me quiero morir, Remus.

—Shhh, mi niño, shhhh —Remus le aferró con más fuerza contra sí. Luego, puso un dedo bajo su barbilla y le levantó la cara. Observando sus ojos llorosos, preguntó suavemente—: ¿Me quieres contar lo que pasó?


Les conté todo. La renuencia de Sev a tocar el tema de los hijos y su negativa a tenerlos cuando se lo expuse de frente, mi embarazo por accidente a causa de la poción, y su terrible petición exigiendo que abortara.

Me escucharon en silencio y con el rostro sombrío, hasta que al fin, agotado de tanto llorar, me quedé dormido y no supe más de mí.

Cuando desperté, a la mañana siguiente, Remus me narró lo que había hecho mientras yo dormía. Te lo cuento tal como él me lo dijo a mí.


Agotado, Harry se quedó dormido en brazos de Remus. Con mucho cuidado, el mago fue hasta su cuarto y le acostó en la cama, arropándole bien y colocando un beso sobre su frente.

—Cuídalo bien mientras regreso —le pidió a su pareja.

—¿Adónde vas? —le preguntó Bill, preocupado.

—A hablar con Severus. Necesito que me explique de qué se trata todo esto.

—¿No te irás a enfrentar con él? —Bill no podía evitar sentirse inquieto, conocía el carácter tanto de Remus como de Severus, y lo desagradables que podían ponerse cuando se enfadaban.

—No te preocupes, voy a ir en son de paz —emitió una tenue sonrisa—. Conozco a Severus y sé que ama a Harry, podría poner mis manos en el fuego por eso. Detrás de esto hay algo muy extraño y tengo que averiguar qué es —sin otra palabra, le dio un pequeño beso al pelirrojo y abandonó su habitación.

Caminó presuroso hasta las mazmorras y se plantó frente al cuadro que protegía la entrada a los aposentos de Harry y Severus, tocando con fuerza.

Al ver que su llamada no recibía respuesta, golpeó con más fuerza y habló en voz alta.

—Severus, ábreme la puerta, por favor —no recibió respuesta alguna.

—Creo que no está en condiciones de abrir —comentó el ocupante del retrato, un caballero medieval montado en un corcel negro.

—¿Está herido, sir Charles? —le preguntó Remus a la imagen.

—No, pero creo que es mejor que entres, él no va a salir a abrir.

Remus musitó la contraseña, agradeciendo al cielo que se les hubiera ocurrido dársela en caso de emergencia, y rogando porque Severus no la hubiera cambiado. Respiró aliviado cuando el retrato se deslizó a un lado, cediéndole paso.

El interior de la salita de estar estaba totalmente oscuro y se sentía un fuerte olor a alcohol. Remus musitó ‘lemus’ y las antorchas del cuarto se encendieron. Paseó la vista alrededor de la estancia y se asustó, parecía que por allí había pasado un huracán: jarrones y botellas rotos en el piso, muebles volcados, libros desperdigados, incluso varias manchas en la pared, donde era evidente habían sido estrellados varios frascos con líquido.

Preocupado , buscó a Severus, temiendo que hubiera hecho algo estúpido, y le encontró en un rincón, sentado en el suelo con una botella de firewhiskey a medio beber en las manos. A su lado, otra botella vacía evidenciaba que llevaba varias horas bebiendo.

—¡Severus, por el amor de Dios! —exclamó Remus, acercándose presuroso al profesor de Pociones—. ¿Qué has hecho?

El aludido levantó la cabeza con dificultad. Enfocó sus ojos rojos y vidriosos a consecuencia del llanto y la bebida, y emitió una amarga mueca que quería ser sonrisa.

—Vaya, Lupin, al fin llegaste. ¿Vienes a maldecirme, no? —levantó la botella y dio un largo trago—. Hazlo con confianza, no me pienso defender —su cabeza bamboleó de un lado a otro—. Y si es una maldición imperdonable, mejor. Un avada, así acabas con mi maldita vida de una buena vez —un nuevo trago a la botella.

—Severus, no pienso maldecirte —Remus le tomó por el brazo, le ayudó a enderezarse y le guió hasta un sillón cercano, donde Severus se dejó caer sin voluntad, haciendo amague de volver a beber, pero Remus le arrebató la botella.

—Devuélvemela— pidió Severus, tratando de alcanzar la bebida.

—No, ya has bebido suficiente por toda una vida —con un movimiento de varita, la botella desapareció—. ¡Dobby! —llamó en voz alta, mientras Severus se hundía cabizbajo en el sofá.

—¿El profesor Lupin llamó a Dobby? —preguntó el elfo doméstico, apareciendo con un sonoro chasquido.

—Sí, Dobby. Por favor, tráeme una jarra con café bien cargado y una taza.

—Enseguida, profesor Lupin —dijo el elfo antes de desaparecer.

Mientras tanto, Remus se dirigió al baño, a un pequeño gabinete donde guardaban las pociones de uso común, y luego de registrar un rato, encontró la que buscaba. Cuando regresó a la salita, ya estaba allí el servicio de café.

—Bendita eficiencia la de los elfos —musitó, sirviendo una taza de café negro y agregando unas gotas de la poción. Luego fue hasta Severus y se la entregó—. Tómatela toda —su tono no aceptaba una negativa.

Como si de un niño pequeño se tratara, Severus se llevó la taza a los labios y dio un sorbo.

—Está ardiendo y sabe a rayos —se quejó, frunciendo el ceño.

—Toda —repitió Remus, inconmovible.

Una vez que Severus hubo ingerido todo el contenido de la taza, esperó unos minutos hasta que la poción hizo efecto. Cuando vio que los ojos negros recobraban su aplomo habitual, preguntó con voz suave:

>>—¿Qué pasó?

—Acaso Harry no te contó —replicó con tono seco, tratando de levantar una muralla de frialdad para defenderse.

—Harry me contó algo, pero quiero saber la verdad.

—¿La verdad? —repitió con tono distante—. No quiero tener hijos, es toda la verdad que necesitas saber.

Remus se levantó y se sentó al lado del hosco hombre.

—Si me hubieras dicho eso hace años —empezó el mago de ojos color miel— ten por seguro que te hubiera creído, porque entonces no te conocía como ahora. En estos años de roce, viéndote trabajar hora tras hora para buscar una solución a mi licantropía, observando tu paciencia y cuidado con Esperanza, notando los detalles que tienes permanentemente hacia Harry, viendo el amor que das día tras día a tu familia, he aprendido a conocerte.

>>Severus, a mí no me engañas. Tú eres incapaz de pedir a Harry que aborte a tu bebé sólo porque te fastidia, porque estoy completamente seguro de que quieres a ese niño tanto o más que Harry —lentas lágrimas empezaron a deslizarse por las mejillas de Severus, Remus estiró la mano y la poso sobre la de su amigo—. ¿Qué pasa, Severus? Dime la verdad, por favor.

—Tengo miedo —la voz del hombre era agonía pura.

—¿Miedo? —musitó, desconcertado—. ¿Miedo a qué?

Seveus levantó la mirada y Remus pudo comprobar cuán desvalido y perdido se sentía.

—¿Y si se muere?

—¿Morirse? —repitió, empezando a entender—. ¿Por qué habría de morirse?

—Porque la gente se muere en los embarazos.

—Pero Harry es un muchacho sano y va a estar muy bien atendido.

—Draco también era sano y tenía toda la atención —replicó, levantándose enfurecido—. Y murió. Y yo no pude hacer otra maldita cosa que verle morir —golpeó con fuerza el puño contra la pared de piedra y respiró hondo, tratando de calmarse antes de girar hacia su amigo—. No puedo, Remus —su voz se transformó en un sollozo y se derrumbó en el sillón con el rostro entre las manos—. No puedo ver morir a Harry también. No lo resistiría.

Al fin los ojos de Remus brillaron en total comprensión. Recordó la actitud de Severus durante la enfermedad y muerte de Draco. Siempre había estado allí, firme para Draco, sólido para sostener a Harry y para Esperanza. En todos esos años había sido incapaz de revelar el verdadero dolor que le carcomía por dentro ante la pérdida de quien había sido como su hijo. Y a ese dolor se había unido un miedo latente; el miedo de perder a Harry de la misma manera.

—Severus —Remus se sentó a su lado y le abrazó, y el Slytherin, rotas sus defensas, se dejó consolar como un rato antes Harry había hecho, y lloró en su hombro su angustia y su terror—. Severus, el caso de Draco era muy poco frecuente, una dolencia muy rara, la mayoría de los embarazos terminan bien.

—¿Y si no? —la angustiada voz llegó amortiguada desde su hombro.

—Severus, nadie tiene la vida comprada y lo sabes —el maestro de Pociones levantó el rostro y le miró, al fin calmado—. Tú eres un hombre realista, sabes que la vida es así y que esconderse no vale de nada. ¿De verdad creías que diciéndole a Harry la barbaridad que le dijiste iba a abortar?

—Sé que no, le conozco —confesó—. Supongo que eso fue algo así como brazadas de ahogado, pero cuando me dijo que estaba embarazado me aterré; no se me ocurrió otra cosa que decir aquella estupidez.

—Debes hablar con Harry y explicarle.

—No puedo —negó con la cabeza y hundió el rostro entre sus manos—, me debe estar odiando.

—Él te ama —musitó el licántropo—, te entenderá



Cuando escuché lo que me contó Remus, sentí que recuperaba mi corazón roto. Severus sí me quería, sólo tenía miedo de que yo muriera. ¿Cómo podía ser tan maravillosamente tonto?

—¿Dónde está Sev? —pregunté, ansioso: necesitaba verle, besarle, abrazarle, convencerme de que me amaba tanto como yo a él. Arrullarlo y decirle que todo iba a salir bien, que íbamos a poder tener un montón de maravillosos niños.

—En tus habitaciones —contestó, con una sonrisa—. Está muy avergonzado, y piensa que le odias y no le vas a perdonar nunca.

De inmediato, salté de la cama y corrí hacia la puerta.

>>¿Adónde vas, loco? —me preguntó Remus, riendo.

—A buscarle —le sonreí y salí pitando por la puerta

—No corras —fue lo último que escuché antes de perderme rumbo a mis mazmorras.


Harry llegó jadeando a la puerta de su habitación.

—Buenos días, Sir Charles —saludó, musitando la contraseña.

—Joven Harry, al fin llega.

—Sí, al fin —y cruzó como una exhalación a través de la entrada. Entró en la salita que gracias a unos cuantos pases de varita de Remus ya estaba como siempre, pero no encontró a Severus, así que se precipitó hacia la habitación.

Se quedó unos instantes en el umbral, observando el rostro de su amado, quien en ese momento dormía plácidamente gracias a una poción sabiamente administrada por Remus la noche anterior. Harry se sentía explotar de alegría; su pareja le amaba y le apoyaría, y no había nada que no pudieran afrontar y superar juntos. Absolutamente nada.

Con una sonrisa de picardía, se desvistió rápidamente y se acostó al lado de Severus. Susurró un hechizo que hizo que su esposo quedara igual de desnudo que él y comenzó a dar pequeños besos en su pecho. Severus ronroneó y sonrió entre sueños. Aventurándose un poquito más abajo, depositó sutiles besos en el bajo vientre, observando complacido como, casi como un acto reflejo, la masculinidad de su pareja comenzaba a despertar, al tiempo que un ‘Harry’ susurrado escapaba de sus labios.

Siguiendo su juego, dio pequeños besitos a lo largo del deseo de su esposo, sintiendo como seguía creciendo cada vez más. Cuando le tomó definitivamente en su boca, Severus despertó del todo y gritó: ¡Oh, Merlín, Harry! El joven dejó por un segundo sus atenciones y susurró:

—Buenos días, amor.



—Papá, ¿qué te pasa? ¿Por qué no continúas? —preguntó Adam, al ver que Harry seguía con la vista fija en el diario pero no leía.

—Del poco tiempo que llevo escuchando el diario, te diría que Harry acaba de llegar a alguna escena escabrosa —comentó Ron, riendo.

—Yo apostaría por eso —agregó Draco.

Harry enrojeció, y mascullando algo así como ‘no molesten’, continuó con la lectura.



Mucho rato después, Harry descansaba acurrucado en los brazos de Severus.

—Tuve tanto miedo —musitó, estremeciéndose sin poderlo evitar—. Pensé que no me querías y por eso no deseabas a nuestro bebé.

—¿Cómo pudiste llegar a pensar eso? —más que un reclamo, la voz de Severus evidenciaba asombro—. ¿Acaso no te he dado suficientes muestras de mi amor en todos estos años?

—Sí, lo has hecho —Harry se acercó y lo besó con ternura—. Pero nunca dices que me quieres. Y luego, cuando me dijiste lo del aborto, yo…

—Escúchame bien, Harry —Severus clavó sus ojos en las verdes pupilas—. Te amo. Tú, Esperanza… y nuestro futuro bebé —puso una mano sobre el estómago todavía plano del joven— son lo que más me importa en esta vida, no podría seguir sin ustedes —bajó los ojos apenado antes de continuar—. Sé que no debí decirte aquella barbaridad y te pido perdón por ello desde el fondo de mi alma. Pero me aterra la sola idea de perderte.

—No me perderás, amor —musitó Harry, acariciando el rostro de Severus—. Lo de Draco fue algo muy triste, pero pasó y debemos superarlo —las manos gentiles retiraron un mechón negro del rostro amado—. Además, en estos últimos años se han hecho avances impresionantes para la detección temprana de la enfermedad, e incluso hay una droga en experimentación.

—¿Es cierto eso? —inquirió Severus, sintiendo un enorme alivio.

Harry se le quedó mirando detenidamente.

—Vale, era una sorpresa pero mejor te la adelanto. ¿Recuerdas a William, el medimago que condujo el embarazo de Draco?

—¿Aquel guapo que siempre te hacía ojitos? —preguntó Severus, frunciendo el ceño—. Por supuesto que le recuerdo. ¿No me digas que todavía le ves?

Harry se echó a reír.

—¿Sabes que te ves muy atractivo cuando te pones celoso? —se acercó y besó a su pareja hasta que distendió el ceño—. Volviendo a William, luego de la muerte de Draco se unió con otros dos medimagos del área y comenzaron una investigación profunda, de allí salió la droga y los métodos de detección.

—Lástima que no lo descubrieran a tiempo para salvar a Draco —musitó Severus con tristeza.

—De hecho, todo empezó con Draco. A William le afectó mucho su muerte y por eso convenció a los otros dos especialistas para apoyarle. Les costó mucho conseguir financiamiento, pues al haber tan pocos casos de esa enfermedad no resultaba una inversión rentable, pero al final una fundación les apoyó y ya ves lo que lograron —hizo una pequeña pausa antes de preguntar—: ¿Por qué nunca me dijiste cómo te sentías respecto a Draco?

—No sé —contestó Severus con sinceridad—. Supongo que de alguna forma sentía que debía ser fuerte para ti, y para Esperanza; que si yo cedía a mi dolor todo se derrumbaría.

—No lo vuelvas a hacer —suplicó, mirándole con el corazón en los ojos—. No soy un niño al que debas proteger; soy tu pareja y estoy aquí para apoyarte en la misma medida en que tú me apoyas. Cuando tengas un problema o un dolor quiero que me lo digas y trataremos de resolverlo juntos. Y si no tiene solución, entonces lloraremos juntos. ¿Me lo prometes?

—Con todo mi corazón.

Entonces, Severus se sumergió en los labios tan ansiados y el mundo alrededor dejó de existir una vez más


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—Merlín, abuelo, lo siento. Por favor, perdóname —musitó Frank, y olvidando su regla de ni abrazos ni besos para la familia, fue hacia su abuelo y le abrazó con fuerza

Mark no dijo nada, un nudo en la garganta se lo impedía, así que simplemente imito a su hermano y pronto estaba abrazando a su abuelo también.

—Ey, dennos un chance —se escuchó la voz de Lisa. Los gemelos se apartaron, riendo y llorando a la vez, y fueron reemplazados de inmediato por Draco y Lisa.

—Eso les enseñará a no volver a juzgar a ninguno de sus abuelos —la voz de Adam estaba ronca de la emoción.

—Bueno —Ron carraspeó, intentando deshacer el nudo que tenía en la garganta—, ¿qué te trajo por aquí tan tarde? —le preguntó a Adam, con el objeto de aliviar la atmósfera.

—Es verdad, Tío —intervino Lisa—, es muy tarde.

—La verdad es que llamé a tu casa y me informaron que estabas aquí —explicó, mirando a Ron.

—¿Me buscabas a mí? ¿Para qué? —preguntó el anciano, extrañado.

—Verás, es que estuve trabajando extra y terminé cierta maqueta.

—¿Qué? —Ron estaba alborozado—. Pero me habías dicho un mes y sólo van dos semanas, ¿cómo lo lograste?

—No pensarás que te voy a contar mis secretos profesionales, ¿verdad? —con una sonrisa, Adam sacó una varita y murmuró un hechizo. Una fuerte luz azul resplandeció en el medio de la habitación y ante ellos se desplegó la imagen tridimensional de un estadio de quidditch.

—Oh, por Dios, es una maravilla, Adam —musitó Ron, mirando embobado el holograma de un campo espectacular, donde dos equipos en miniatura jugaban sin descanso.

—Claro que sí, no en balde mi hijo es el mejor arquitecto del mundo mágico —expresó Harry con orgullo.

—Exagerado —se rió Adam.

—¿A eso es a lo que ustedes llaman una pequeña ampliación? —preguntó Severus, mirando a Ron y Adam, y frunciendo el ceño—. ¿Tienen idea de lo que va a costar?

—No te preocupes, Severus —desestimó el pelirrojo—. Los costos van a salir de las ganancias del equipo.

—Es decir, de las utilidades —replicó el otro—. O sea, de nuestras ganancias.

—Sí, pero va a ser sólo por un año.

—Y mientras tanto, tenemos que conseguir los fondos para el orfanato, ¿o se te olvida que salen de esas ganancias?

Ron enrojeció fuertemente.

—Es cierto, no lo había pensado —se disculpó—. Pero el estadio necesitaba ser remozado, y ya que vamos a hacer el gasto, es mejor hacerlo bien.

—Además, papá —medió Adam—, un pobre arquitecto tiene derecho a comer.

—Tú tienes de pobre arquitecto lo que tu padre de maestro de Pociones —Harry gruñó protestando, pero Severus le ignoró—. Tienes gente haciendo fila frente a tu puerta para que diseñes sus edificios, así que a otro perro con ese hueso.

—Pero el estadio de verdad lo necesitaba —alegó Ron una vez más.

Severus iba a hablar nuevamente pero le detuvo la suave presión de la mano de Harry en su muslo.

—Ron tiene razón, Severus; el estadio necesitaba un cambió, y por lo que puedo ver va a quedar hermoso —miró a su mejor amigo y a su hijo, y sonrió—. Además, sabes que podemos darnos el lujo de costear el mantenimiento del orfanato este año y más si fuera necesario. Y te conozco, marido, que sólo lo estás haciendo por oírle la lengua a esos dos.

Severus emitió una sonrisa burlona.

—Sí, y siempre caen.

Antes de que Ron pudiera protestar, Draco se le adelantó.

—Bueno, bueno, ya está bien de hablar de negocios en casa, ¿o acaso olvidan el acuerdo familiar? : Al entrar por la puerta el trabajo queda fuera. ¿Por qué mejor no sigues leyendo el diario?

Era el mismo tono convincente que usaba su abuelo tantos años antes y que siempre funcionaba, así que todos se callaron y Harry comenzó leer.




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Retazos de Vida. Capítulo 14 Querido%20diario_zpsfx1kusrz


Ya podemos respirar tranquilos; mi bebé está bien, yo estoy bien, y el embarazo marcha a las mil maravillas. Ayer fuimos a San Mungo y William nos lo confirmó. Déjame contarte.


Harry y Severus entraron presurosos a las instalaciones del Hospital San Mungo; aunque aparentemente lucían serenos, ambos estaban en realidad bastante nerviosos, especialmente Severus.

—Harry —le saludó un hombre joven con quien se tropezaron nada más entrar, palmeándole la espalda y acercándose demasiado para el gusto de Severus—. Qué alegría verte.

—Hola, Germán, ¿cómo estás? —correspondió al saludo, y luego señaló a su pareja—. Te presento a mi esposo. Severus, Germán Mendoza, es un medimago español y está haciendo una pasantía en San Mungo.

—Encantado —expresó el sonriente hombre, estrechando la mano de Severus.

—Es un placer —replicó con cortesía, aunque tenía el ceño ligeramente fruncido; por la actitud y la sonrisa, se notaba que ese hombre coqueteaba descaradamente con su esposo.

—¿Y qué haces hoy por aquí? —preguntó Germán, fijando su atención en Harry una vez más—. Pensaba que tu guardia no era hasta pasado mañana.

—Es una visita personal.

—¿Acaso están enfermos?

—Nada de eso —intervino Severus, ligeramente cortante—. Sólo una revisión de rutina y, si nos disculpa, se está haciendo tarde para la cita.

—Sí, claro, no les detengo más —Severus pensaba si esa sonrisa de dentífrico abandonaría su cara alguna vez, ¿quizás cuando se la partiera de un buen puñetazo?—. Nos vemos, Harry.

—Sí, Germán, hasta otro día.

Se dirigieron hacia el ascensor y mientras esperaban pacientemente, Harry no pudo evitar reírse entre dientes.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Severus, mosqueado.

—Estás celoso —Harry a duras penas podía contener las carcajadas.

—¿Qué dices? ¿De ese mequetrefe que parece muñeco de torta? Deliras.

—Estás celoso, admítelo.

Severus hizo un mohín, mezcla de disgusto y diversión.

—Vale, lo aceptó —cedió al fin—. Es que el muy imbécil te mira con ojos de carnero degollado. ¡Si hasta se sabe tus días de guardia!

Eso fue más de lo que Harry pudo resistir y estalló en carcajadas, antes de abrazar a Severus y besarle tiernamente.

—¿Ya te he dicho lo guapo que te ves cuando te pones celoso, verdad?

Severus le respondió el beso pero no pudo contestar porque en ese momento llegaba el ascensor y nuevamente les inundaron los nervios de anticipación. Subieron abrazados en silencio, y al salir del ascensor, caminaron por un blanco pasillo profusamente iluminado, hasta llegar a una puerta de cristales.

—Buenos días —saludó Harry, entrando en el consultorio.

—Doctor Snape —contestó la enfermera, saludando a Harry mientras sonreía a ambos con actitud profesional—. Qué bueno que llegó, el doctor le está esperando.

—Disculpe, señorita, ¿podría acompañar a mi esposo? —pregunto Severus con cortesía.

—Por supuesto. De hecho, les está esperando a ambos.

Entraron a un consultorio amplio e iluminado, decorado con muy buen gusto en tonos azul marino y beige. Los muebles eran cómodos y funcionales; había una pequeña biblioteca con textos médicos, uno que otro objeto de adorno, y unos portarretratos donde podía observarse una foto de una hermosa joven rubia y varias de un niño regordete de meses.

—Harry, profesor Snape, bienvenidos —saludó el medimago con una amplia sonrisa.

—Buenos días —contestó Severus escuetamente.

—Hola, William —saludo Harry, mientras tomaba un portarretrato—. ¿Es la última foto de Ben?

—Sí, se la hicimos el día que cumplió seis meses —declaró el hombre con orgullo.

—Es un niño muy bello —comentó Severus, sonriendo, su aprensión inicial desaparecida como por encanto.

—Gracias. ¿Y qué les trae por aquí?

—Verás —comenzó Harry, yendo directo al grano—, estoy embarazado y queríamos que tú me atendieras.

—¿En serio? Felicitaciones a los dos, será un placer vigilar el progreso de tu embarazo.

—También queríamos ver si puede hacerle las pruebas necesarias para… —Severus se detuvo, por un momento no sabía cómo continuar.

—Para asegurarnos que no tiene la misma enfermedad que Draco, ¿verdad? —preguntó el medimago, comprendiendo de inmediato.

—Sí, para eso —Severus le miró, asombrado—. ¿Pero cómo lo supo?

—Es lógico que después de sufrir todo lo que pasaron con la enfermedad de Draco, quedaran marcados. Es más que normal que sientan algo de temor.

—Digamos que ‘algo de temor’ es quedarse cortísimo —confesó Severus.

—No se preocupen —William hizo un gesto tranquilizador—. Harry, por favor, pasa al baño y ponte la bata que está allí colgada. Voy a hacerte unas pruebas y comprobaremos tu estado de salud y cómo viene el niño.


Me hizo un montón de pruebas y comprobó que todo estaba perfecto y que nuestro bebé está muy bien. Me dio una dieta, una poción y varios consejos para que los primeros meses no fueran tan pesados. Además, me entregó una licencia médica que me permitirá faltar a las clases que sean peligrosas para el bebé, que espero no sean muchas, y otra para que durante mi embarazo no me pongan guardias nocturnas en el hospital, y nos despachó sonriente, diciendo que quería verme dentro de un mes para control.

Así que estoy feliz, Sev está feliz, y espero que Esperanza esté feliz. Me muero porque llegue para contarle.

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—¿Y cómo se lo tomó mamá? —preguntó Draco, intrigado.

—Esperanza estaba feliz —confirmó Severus con una gran sonrisa.

—Escucha y verás —agregó Harry.



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Retazos de Vida. Capítulo 14 Querido%20diario_zpsfx1kusrz


Tengo la hija más hermosa de todo el ancho mundo. Deja que te cuente y verás, verás.

—Papi, papá —gritó Esperanza, mientras se abalanzaba sobre sus padres a abrazarles y besarles.

—Hola, princesa —saludó Severus, en tanto alzaba a la pequeña, quien pasó un bracito alrededor del cuello de cada uno de sus padres—. ¿Cómo la pasaste?

—Genial, papá —comenzó a contar la pequeña mientras iban hacia su sillón favorito frente a la chimenea. Se sentaron los tres juntos, con la niña entre los dos adultos—. La playa estaba linda y el mar calentito. Tío Fred y tío George nos fueron a visitar y nos ayudaron a hacer castillos de arena.

—¿Esos dos estaban allí? —gruñó Severus—. Mal asunto.

Harry y Esperanza se echaron a reír.

—Y llegaste muy morena —comentó Harry, admirando el hermoso color de la piel de su hija—. ¿Te echaste el protector para el sol?

—Sí, papi —la niña hizo un mohín de molestia—. La abuelita me embadurnaba toda cada vez que salía al sol.

—¿Y te portaste bien con la abuela? —preguntó Severus—. ¿No hiciste travesuras?

—No, papá, les prometí que iba a ser buena —afirmó la niña con una sonrisa—. ¿Y ustedes me extrañaron?

—Un montón, mi amor —exclamó Harry, abrazándola—. Y te tenemos una sorpresa.

—¿Una sorpresa? Yupiiii. ¿Qué es? ¿Me compraron un regalo?

—Bueno, es un regalo pero de otro tipo. ¿Recuerdas que hace un tiempo me dijiste que querías un hermanito?

—Sí, es que Richard va a tener uno y yo también quiero —razonó Esperanza, entusiasmada.

—Pues estás complacida, vas a tener un hermanito —informó Severus, mirándola con ternura.

—¿Y dónde está? Quiero verlo.

—Está aquí —contestó Harry, poniendo una mano sobre su estómago.

—¿También te lo comiste? —la pequeña le miró, asombrada.

—¿Qué clase de pregunta es ésa? —indagó Severus, extrañado.

—Es que como tía Hermione está engordando, Richard y yo le preguntamos a los tíos, y tío Fred nos dijo que se había comido a su bebé.

Severus puso los ojos en blanco mientras Harry hacía denodados esfuerzos por evitar reírse.

—Fue una broma del tío, cariño —le dijo—. La gente se embaraza, no se come a los niños.

—Entonces, ¿cómo llegó mi hermanito allí? —preguntó, confundida.

Ambos adultos se miraron y suspiraron, resignados.

—A ver, mi niña, siéntate aquí —musitó Severus, acomodándola sobre su regazo, de frente a Harry—. Verás, yo amo mucho a tu papi, y como ambos queríamos un hijo y tú querías un hermanito, le di una semillita. ¿Recuerdas el experimento que hicimos el otro día con la semilla de fríjol? ¿Qué la pusimos en algodón y nació una plantita? —la niña asintió en silencio—. Pues fue algo así, yo le di la semillita a tu papi y él la guardo en su barriga. Como el bebé es todavía muy chiquito, apenas como un fríjol, no se puede alimentar solito, así que tu papi va a cuidarlo y alimentarlo hasta que esté preparado y nazca —explicó Severus, rezando porque la niña no preguntara cómo le había dado la semilla a Harry.

—¿Y eso va a tardar mucho?

—Un poco más de ocho meses —contestó Harry, acariciando su cabello.

—No, es demasiado tiempo, yo quiero verlo ya.

—Nosotros también, pero tendremos que tener paciencia, cariño.

La niña se quedó un tiempo pensativa antes de preguntar:

—¿Yo también tuve que pasar tanto tiempo en tu barriga?

Harry y Severus intercambiaron una mirada expectante; el más joven hizo un movimiento afirmativo con la cabeza y Severus suspiró con fuerza.

—Verás, mi amor, ¿recuerdas que te hemos hablado muchas veces de Draco y Blaise?

—Sí, los tíos que se fueron al cielo.

—Sí, ellos —Severus acarició su carita ingenua y se inclinó para darle un beso—. Resulta que tú creciste en la barriga de Draco, de una semillita que le dio Blaise. Ellos te querían mucho, mucho, pero como tenían que irse al cielo, no quisieron dejarte solita, y como tu papi y yo también te queríamos mucho, te dejaron con nosotros. Así, tú tienes dos papás en el cielo que te cuidan siempre y te aman, y dos padres aquí en la tierra que te adoramos.

—Entonces, si Draco y Blaise son mis papis del cielo y ustedes mis papis de la tierra, ¿quiere decir que tengo cuatro papás?

—Sí, mi amor —Harry le acarició el cabello con ternura.

—¡¡Genial!! —y la sonrisa de Esperanza y la cara de alivio de sus padres hubieran iluminado el mundo.

Lo dicho, tengo la hija más maravillosa del universo.


Retazos de Vida. Capítulo 14 Harry_zps504lvwbw




sev Retazos de Vida. Capítulo 14 Cap.13_zpsudqtctd2 harry
harry Retazos de Vida. Capítulo 14 Cap.15_zpstg79ucqx sev


Última edición por alisevv el Dom Feb 07, 2016 5:09 pm, editado 2 veces
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MensajeTema: Re: Retazos de Vida. Capítulo 14   Retazos de Vida. Capítulo 14 I_icon_minitimeMiér Jun 11, 2014 6:11 pm

jajajaj que bueno que esperanza no pregunto como llego la semilla a la barriga de Harry jajaja, lo que si es que la explicación de los cuatro papas creo que es muy linda
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MensajeTema: Re: Retazos de Vida. Capítulo 14   Retazos de Vida. Capítulo 14 I_icon_minitimeMiér Jun 11, 2014 6:26 pm

oh por dios la ultima parte me da tanta ternura...>.< que hermoso que esperanza haya entendido a su manera claro esta el porque no vino de harry y la trajo al mundo draco..n_n
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MensajeTema: Re: Retazos de Vida. Capítulo 14   Retazos de Vida. Capítulo 14 I_icon_minitimeMiér Jun 11, 2014 6:40 pm

Helen: Ni loca me meto en el lío de que Esperanza hiciera esa pregunta, jajaja

Yuki: ¿Verdad que Esperanza es una cosita preciosa? Y no pregunta demasiado, jajaja

Besitos, chicas
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MensajeTema: Re: Retazos de Vida. Capítulo 14   Retazos de Vida. Capítulo 14 I_icon_minitime

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